Trabajadores del mar

Trabajadores del mar

Trabajadores del mar

Reflexiones antropo-étnicas sobre una foto de impacto

Fuente: Misma calle que atraviesa viejo edificio que la que caminan los arrantzales de la foto
El número 18 de la nueva etapa de “Herri” publica en portada una foto de impacto, aunque aparentemente sea banal: en primer plano tres hombres cubiertos con txapelas caminan dejando atrás la Casa Puente de la calle única del casco antiguo de Pasai Donibane que corre entre la ladera del monte Jaizkibel y la Bahía de Pasaia. El hombre en primer plano tiene la fisonomía que el pintor Jose Arrue atribuye a la etnia vasca: rostro alargado, nariz recta, orejas grandes y mentón prominente. ¿Pero tendrán este hombre entre sus antepasados lejanos algún gascón que pobló la aldea desde la Baja Edad Media dándole el nombre de “Passage”, hoy Pasajes en castellano y Pasaia en euskara?
Se protege con un anorak y porta una cesta de mimbre usada para cargar pescado. El viento marino ha endurecido las facciones de su rostro. Tal vez el francés Víctor Hugo, autor de la novela “Los Miserables”, se tropezó con un antepasado cercano suyo durante su estancia en Donibane en 1843. Detrás otro personaje esboza una tenue sonrisa.
En tercera posición otro miembro del grupo está medio cubierto con la capucha de su anorak. El clima está lluvioso. También suponemos que son proletarios arrantzales sin que sepamos si enrolados en barcos de pesca de altura o de bajura. En la misma foto se ven otros arrantzales sin la misma claridad que los tres que ocupan el primer plano. La foto en blanco y negro conlleva una carga poderosa: es representativa de un grupo social no numeroso, pero, como dice el investigador Emilio López Adán “Beltza” “altamente significativo como depósito del vascuence y conservador de formas de vida muy ligadas a la cultura tradicional” (Nacionalismo vasco y clases sociales, 1976. P. 18). En 1933 la flota de pesca de altura de Pasaia agrupaba a 1.500 maquinistas, marineros y patronos. Eran, según el Banco de Bilbao, 8.115 trabajadores de la pesca en Gipuzkoa en 1975.

La estrecha calle de Pasai Donibane de entre monte y bahía.
¿Cuántos son en 2024? ¿Cómo son las relaciones sociales y de clase en el mundo arrantzale y naval? Porque es evidente que el capitalismo industrial no redujo, sino que aumentó las distancias sociales entre, por ejemplo, un gran armador bilbaíno como Sir Ramón de la Sota, prohombre del nacionalismo vasco o el armador pasaitarra Andonaegui y los modestos arrantzales a lo largo del siglo XX ¿y hoy? En los años 20 y 30 toda la bahía de Pasaia conoció un despegue industrial capitalista del que Donibane por su limitado territorio disponible quedó rezagado. Aun así, en 1931 se instaló en ese distrito la empresa Muelles e Instalaciones para la Pesca e Industria (MEIPI). El Partido Comunista de Euskadi se implantó entonces en “La Unión Marítima. Sindicato de Obreros Pesqueros de Pasajes” que en la zona de San Pedro llegó a tener 1.235 afiliados según datos municipales
Esta foto curiosa y fascinante nos conduce a realidades algo misteriosas o al menos desconocidas, algunas de nuestra época (¿Cuánto seguimos necesitando tener barcos pesqueros si el liberalismo económico abre fronteras sin aranceles a la importación de pescado congelado proveniente de cualquier mar del mundo? ¿Hemos resuelto nuestra relación como sociedad con un mar que por tenerlo delante ya ni lo pensamos, aunque tal vez tenga soluciones a nuestros desafíos vitales?), y otras del pasado (¿Somos conscientes de la lucha esforzada y casi suicida de los arrantzales de las dos provincias vascas costeras por siglos frente a un Mar Cantábrico indómito y feroz por sus vientos y tormentas una gran parte del año? ¿Las historias de grandiosos viajes mundiales de marinos osados que abrían rutas de navegación para el expansivo reino español en los siglos XV y XVI ocultan la dura vida de generaciones de arrantzales modestos y anónimos?). Sin duda el desarrollo ingente de los servicios, la apertura de fronteras, la integración europea, la productividad industrial y otros factores han minimizado la importancia social y económica del mundo arrantzale. Es evidente que el grupo social que representan los esforzados arrantzales y marinos pasaitarras, guipuzcoanos y vascos, están llamados a construir la sociedad de trabajadores y trabajadoras que queremos.

José Antonio Egido

Sociólogo

BOUCAU, VILLA SOLIDARIA

BOUCAU, VILLA SOLIDARIA

Boucau, Villa Solidaria

Desde las primeras elecciones municipales celebradas, allá por los años 20, en Boucau ganaron los comunistas. Elección tras elección. Era un lugar de fuerte presencia obrera, por estar situada en ese municipio una gran acería, las “Forjas del Adour”. Los reiterados triunfos comunistas, junto al vigor de su organización local, hicieron de Boucau una especie de soviet francés, que, gracias a estar muy cerca de la frontera española sirvió como ayuda a todos los fugitivos políticos de España y Portugal.

Tras la aplastada revolución de octubre de 1934 en Asturias, los militantes más comprometidos intentaban escapar a Francia, para evitar la represión. Para ello contaban con la colaboración del Partido Comunista y de la Juventud Comunista. El último eslabón de esa cadena de solidaridad comunista enlazaba Donostia e Irún. Los asturianos fugitivos llegaban a Donostia, desde donde eran dirigidos por algún camarada a Irún en tren. El camarada los recibía la mayoría de las veces en la puerta de la iglesia de San Ignacio, en Gros, aunque a veces también en la puerta de la catedral del Buen Pastor. La consigna era consigna era conocida por los fugitivos: su guía llevaría un diario, “La Voz de Guipúzcoa”, doblado bajo el brazo. El camarada se dirigía hacia la estación de tren, y los asturianos lo seguían. En el vagón debían ir cerca de él, viéndole, pero separados.
Aunque a veces cometían la imprudencia de juntarse, lo que en una ocasión, por mediar un chivatazo a la policía, les costó la detención y caída de todo el grupo, los fugitivos y también el guía, por ir junto a ellos. En Irún descendían del tren, y los esperaba otro camarada, con la misma consigna, que relevaba al primer guía y los llevaba a un escondite para aguardar allí hasta el momento del paso. El paso, convenido previamente para una determinada hora y día, normalmente se hacía con un contrabandista profesional, apodado “Mantecas”, que cobraba un dinero por sus servicios. Cuando “Mantecas” los pasaba la frontera, en el otro lado los esperaban camaradas franceses, que los llevaban a Boucau, donde estaba el centro de esa red de la solidaridad. Allí los hospedaban, y luego los dispersaban por otros lugares de Francia. E incluso algunos fugitivos de octubre de 1934, como los cuatro de Mondragón, acusados de asesinar a Oreja, pasaron por Boucau, y desde allí marcharon a la Unión Soviética, para protegerse. Tomas Zubizarreta solía ser el último enlace, y Marcelo Usabiaga el eslabón entre Donostia e Irún.

A Boucau no sólo llegaron los fugitivos de Asturias en octubre de 1934, también era un lugar de acogida para los estudiantes comprometidos políticamente que huían del dictador portugués Salazar, en esos años treinta. Para los estudiantes operaba otra red, no la comunista, sino la que prestaba la FUE, la Federación Universitaria y Escolar, el sindicato estudiantil de izquierdas, que tenía lazos con sus camaradas portugueses y les ayudaba a escapar a Francia, antes de que fueran detenidos. Algunas veces, la FUE usaba el mismo enlace final, con el contrabandista “Mantecas”; pero otras eran los mismos militantes estudiantiles quienes los pasaban a Francia, sobre todo si era verano.
Porque si era verano era más fácil disimular el paso de la frontera por el mar, de playa a playa, como si fueran simples bañistas. En esas ocasiones, un camarada irunés pasaba previamente a Francia y entregaba la ropa del o de los fugitivos, a los camaradas de la juventud comunista francesa; y regresaba, para reunirse con el portugués o los portugueses. Y luego, juntos, pasaban nadando de la playa de Hondarribia a la de Ondarraitz en Hendaya, donde los esperaban los franceses con la ropa. El irunés regresaba nadando y todo parecía una asunto ocioso del verano. El destino de esos portugueses era el mismo: Boucau, donde serían recibidos, alojados, y finalmente distribuidos a otros lugares.
Boucau también tuvo un vecino ilustre, André Moiné. Un histórico dirigente comunista francés, y amigo personal de Jesús Larrañaga.

Jesús Larrañaga, el popular líder comunista guipuzcoano, comisario político de todo el Ejército del norte en la Guerra Civil, y que fue fusilado en enero de 1942 en las tapias del cementerio de la Almudena madrileño, tras ser detenido cuando vino desde Sudamérica para incorporarse a la lucha clandestina contra Franco. Jesús se hizo comunista en Boucau.
Cuando Jesús era un aprendiz en la fábrica de elementos auxiliares de los ferrocarriles, la CAF de Beasain, se implicó en una gran huelga que tuvo lugar en la empresa, y perdió el empleo. Jesús provenía del campo de las juventudes nacionalistas, y, aunque estaba despertando a la lucha obrera., su conciencia política y social aún estaban sin definir. Sin trabajo, Larrañaga se fue a Boucau, porque sabía que allí había una gran siderurgia y, con lo que había aprendido en la CAF, pensó que podía obtener trabajo, como así ocurrió. Llegó a Boucau como una aprendiz obrero, nacionalista, y salió de allí como un dirigente comunista. Resultaron decisivos para su cambio: la camaradería que vio en aquel municipio, la vida con los sindicalistas de la fábrica, la amistad de André Moiné.

Recuerdo que la primera vez que visité Boucau fui en bicicleta desde Donostia, con dos amigos ciclistas. Era una buena excursión, de unos ciento veinte kilómetros en total, sesenta de ida y otros tantos de vuelta. En casa había escuchado a mi padre, Marcelo, contar aquellas cosas que pasaban en Boucau, y eso había construido en mí, sobre ese nombre, sobre ese lugar, un mito. Nos adentramos en bicicleta por la zona fabril, me acuerdo muy bien, tengo la imagen física nítida de aquellas fábricas, talleres, edificaciones de ladrillo viejo, carreteras polvorientas.
Nos sentamos a almorzar, para recuperar la energía para el regreso, en el zaguán de un taller cerrado. En la pared de la fábrica de enfrente había una gran pintada: “Vive la dictadure du proletariat”. Aunque era un concepto que nuestro partido ya había dejado atrás en su elaboración teórica, me gustó, y me indicó que estaba en un lugar distinto.

Valgan estas líneas para subrayar, con el ejemplo histórico de Boucau, la importancia del poder municipal, no sólo para la gestión de los asuntos urbanísticos, o de política local; sino que en él se incardina y tiene una presencia la gran política.

Imaginemos que aquellos fugitivos refugiados en Boucau son los actuales emigrantes, los que se juegan la vida con los cayucos, en el Bidasoa, en las tripas de cualquier camión.

 

Miguel Usabiaga

Director de Herri / Arquitecto, Escritor

3 de Marzo, la dignidad de una lucha obrera.

3 de Marzo, la dignidad de una lucha obrera.

3 de Marzo, la dignidad de una lucha obrera.

José Luis Martínez Ocio
Presidente de “Martxoak 3 Elkartea”.

La historia nos demuestra que la única forma de conseguir objetivos ya sean sociales, laborales, sindicales, políticos o de cualquier índole es la lucha y la movilización popular.

El movimiento huelguístico llevado a cabo por la Clase Trabajadora en Vitoria-Gasteiz en marzo de 1976 es un buen ejemplo de ello.

Contexto
Recién muerto Franco, el régimen dictatorial implantado tras el golpe militar de 1936 seguía intacto en el Estado español. No existían derechos ni libertades, los derechos humanos eran vulnerados de forma continuada, los políticos que gobernaban con Franco seguían en sus tareas en el nuevo gobierno instaurado, ni el ejército ni los cuerpos represivos habían sido depurados, más de lo mismo pasó con la judicatura, la jerarquía eclesiástica seguía colaborando activamente con el régimen, el sindicato Vertical continuaba intacto, etc. etc. etc. En definitiva, el periodo abierto llamado de Transición no era otra cosa en la realidad que una continuidad del franquismo.

En aquellos años se dio una importante industrializa-ción en Álava y especialmente en su capital Vitoria-Gasteiz. Empresas multinacionales como Mercedes Benz, Michelín eran una muestra, también había otras importantes como Forjas Alavesas a las que había que añadir otras más provenientes de Gipuzkoa y Bizkaia. La capital alavesa triplicó su población en apenas 25 años, entre 1950 y 1975, pasó de 52.000 a superar los 150.000 habitantes. Miles de personas llegaron en busca de trabajo y oportunidades, muchas venían desde otras regiones del Estado, como Castilla, Andalucía, Galicia o Extremadura. También es de resaltar la gente proveniente de los pueblos de la provincia desplazados a la capital para trabajar.

Las condiciones laborales eran precarias con salarios míseros por lo cual era necesario meter muchas horas para así poder hacer frente a la carestía de la vida agravada por la alta inflación reinante. A ello había que unir una patronal intransigente que no admitía ninguna reivindicación social o laboral.
La revolución demográfica producida por la industrialización había transformado la ciudad y creó condiciones muy interesantes en un momento histórico apropiado. En un contexto de crisis económica, con el conflicto político entre ruptura y reforma con la dictadura planeando, miles de trabajadores iban a protagonizar un proceso obrero que puso en jaque el guion establecido por las élites franquistas.
El movimiento huelguístico
En ese contexto político y sociolaboral se fue gestando en Vitoria-Gasteiz una inquietud y la necesidad de alcanzar unas condiciones laborales y sociales dignas; en definitiva, la consecución de derechos y libertades de los que se carecían.
Aunque algunas fábricas ya habían iniciado paros desde finales de 1975, puede decirse que el auge del movimiento huelguístico comenzó con la salida a la huelga de Forjas Alavesas el 9 de enero de 1976. Tras esta fábrica, fueron varias las empresas que se sumaron y en total más de 6.000 trabajadores y trabajadoras los que al final se agruparon en el movimiento huelguístico.

Lo primero que se hizo fue no reconocer a los jurados y enlaces de empresa pertenecientes al Sindicato Vertical y cada fábrica, reunida en asamblea, eligió a sus propios representantes. La asamblea fue el elemento principal de la lucha pues en ella se tomaban las decisiones contando con la participación, opinión y consideración de todos y todas las participantes. Los y las representantes elegidos en ellas eran meros transmisores ante los empresarios de las demandas planteadas, pero en ningún caso podían decidir nada, era la asamblea la que tomaba las decisiones. Se formó la Coordinadora de empresas en lucha que agrupaba a los representantes de cada una de ellas.

La tabla reivindicativa era prácticamente común para todas las empresas y abordaba:
A nivel salarial se pedían 5.000 o 6.000 pesetas de aumento lineal para todos, se rechazaba el aumento porcentual pues agrandaba las diferencias entre categorías. Se pedían 40 o 42 horas semanales, además de un mes de vacaciones, puentes, media hora para bocadillo, etc.
También se incluían en las demandas; Jubilación a los 60 años, 100% en caso de accidente y enfermedad, reducción de escalones, etc.
En un primer momento las asambleas se celebraban en los propios centros de trabajo, pero al persistir la huelga y cerrar los empresarios las fábricas, se trasladaron a las iglesias de los diferentes barrios con la permisibilidad de los párrocos de las mismas. Cada fábrica tenía su templo y las asambleas conjuntas se celebraban en la iglesia de San Francisco de Zaramaga.
El proceso tuvo un punto de inflexión cuando se dieron los primeros despedidos y detenidos durante el conflicto, entonces se dejó de lado toda reivindicación sociolaboral y se priorizó la reivindicación “ningún despedido, ningún detenido”.
Debemos resaltar también el papel fundamental que tuvieron las mujeres, tanto las que secundaron la huelgas como las compañeras de los obreros en huelga que les animaban a seguir con la lucha. Las manifestaciones que protagonizaron dieron visibilidad de forma especial al conflicto.

Día 3 de marzo
El 3 de marzo era el tercer día de huelga general convocada en Gasteiz en apoyo y solidaridad con los y las afectadas por el conflicto. A diferencia de las otras dos convocadas semanas antes, la respuesta de este día triunfó plenamente. A la gente que ya estaba en huelga se unió la de otras empresas, los estudiantes, el comercio, las amas de casa, en definitiva, la ciudad se paralizó y salió a la calle en protesta por la intransigencia de la patronal y la represión ante las movilizaciones que se venían dando.

 

El movimiento generado en la capital alavesa molestaba de manera especial tanto a los empresarios como al gobierno pues rompía los esquemas y planes establecidos y podía ser secundado en otros lugares. Por eso, ese día la represión fue brutal desde primeras horas. Las iglesias, hasta ese momento respetadas, fueron invadidas por una actuación policial fue salvaje y se dieron los primeros heridos por disparos de fuego real.
A la tarde, y tras una tensa calma en la ciudad en las horas de la comida, había convocada una asamblea a las 17:00 h en la iglesia de San Francisco para valorar la jornada de movilización. De esa asamblea tenían todos conocimiento, también la autoridad gubernativa. Lejos de impedir el acceso a la gente a la celebración de la asamblea en la iglesia, la policía apostada en los alrededores permitió su entrada. La iglesia se llenó con entre 4.000 y 5000 personas y fue en ese momento cuando la rodeó y sitió.
La policía trasladó al párroco que debían desalojar el templo porque era “una reunión no autorizada”. Su respuesta fue que era pacífica sin alteración alguna del orden y que no lo iban a hacer ante la amenazante actitud policial en el exterior. Hay que decir que en el exterior se encontraban unas 10.000 personas que no habían podido acceder al templo.
Ante la negativa a salir de la iglesia, la policía gaseó el recinto religioso con botes de humo y gases lacrimógenos produciéndose un infierno con la gente aterrorizada y asfixiándose. Se rompieron las ventanas para poder escapar, pero la policía estaba apostada golpeando a quien lo intentaba. Al ver la situación, la gente que se encontraba en el exterior empezó a insultar y lanzar objetos a la policía para atraer su atención para así dejar franca la salida. La policía entonces empezó a disparar fuego real indiscriminadamente tanto a los que huían del templo como a los que estaban fuera de él. 3 jóvenes obreros, Pedro Mº Martínez Ocio de 27 años, Francisco Aznar Clemente de 17 años y Romualdo Barroso Chaparro de 19 años fueron asesinados en ese primer momento y más de 150, unos 50 por disparos, resultaron heridos de diversa consideración que requirieron ingresos hospitalarios. El día 7 de marzo moriría José Castillo García de 32 años y el 5 de abril lo haría Bienvenido Pereda Moral a consecuencia de las heridas de bala producidas.
Los días siguientes prosiguió la represión y se produjeron nuevas personas heridas, algunas de extrema gravedad. Igualmente, todas las expresiones de solidaridad mostradas en diferentes lugares del Estado español fueron brutalmente reprimidas produciéndose dos nuevos asesinatos, Juan Gabriel Rodrigo Knafo de 19 años el 6 de marzo en Tarragona y Vicente Antón Ferrero de 18 años en Basauri.
De la intencionalidad y premeditación con la que se actuó dan muestra estas conversaciones grabadas a la policía a través de la FM (Frecuencia Modulada) de la radio:
… “V-1 a Charlie. Cerca de la iglesia de San Francisco es donde más grupos se ven.”
“Bien, enterado…” Charlie a J-1. Al parecer en la iglesia de San Francisco es donde más gente hay. ¿Qué hacemos?”
“Si hay gente… ¡a por ellos!”
“¡Vamos a por ellos!”
“J-1 a Charlie. Charlie, a ver si necesitas ahí a J-2”
“Envíalo para aquí para que cubra la espalda de la iglesia.”
“J-3 a J-1 Estamos en la iglesia. “¿Entramos o qué hacemos? Cambio.
….Entonces lo que te interesa es que los cojan por detrás.”
“Exacto”.
“J-1 a J-2 Haga lo que le había dicho (acudir en ayuda de Charlie a Zaramaga)”.
“Si me marcho de aquí, se me van a escapar de la iglesia.”
“Charlie a J-1. Oye, no interesa que se vayan de ahí, porque se nos escapan de la iglesia.”
….Mándennos refuerzos, si no, no hacemos nada; si no, nos marchamos de aquí…si no, vamos a tener que emplear las armas de fuego.”
“Vamos a ver, ya envío para allí un Charlie. Entonces el Charlie que está, J-2 y J-3, desalojen la iglesia como sea. Cambio.”
“No…podemos desalojar, porque entonces, entonces… ¡Está repleta de tíos! Repleta de tíos. Entonces por las afueras tenemos…Rodeados de personal ¡Vamos a tener que emplear las armas! Cambio.”
“Gasead la iglesia. Cambio.”
“Interesa que vengan los Charlies, porque estamos rodeados de gente y al salir de la iglesia aquí va a ser un pataleo. Vamos a utilizar las armas. Seguro, además….¿eh?
“Charlie a J-1. ¿Ha llegado ya la orden de desalojo a la iglesia?
“Si, si la tiene J-3 y ya han procedido a desalojar porque tú no estabas allí.”
“Muy bien, enterado. Y lástima que no estaba yo allí.”
“Intento comunicar, pero nadie contesta. Deben estar en la iglesia peleándose como leones.”
“¡J-3 para J-1! ¡J-3 para J-1! Manden fuerza para aquí Ya hemos disparado más de dos mil tiros.”
…. “¿Cómo está por ahí el asunto?”
“Te puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia de San Francisco. Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo.”
“¡Muchas gracias, eh! ¡Buen servicio!
“Dile a Salinas, que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia.”
“….aquí ha habido una masacre. Cambio”
“De acuerdo, de acuerdo.”
“Pero de verdad una masacre”

Fraga Iribarne, entonces Ministro de la Gobernación, lo dejó bien claro en su visita a Gasteiz el día 6 de marzo, cuando sentenció: “No se van a tolerar planteamientos anarquistas o utópicos. Que este triste ejemplo sirva de gran lección a todos los españoles en los próximos meses”.

Han pasado más de 46 años y la impunidad sigue latente. Más allá de juzgar a los responsables de la criminal actuación cometida contra la Clase Trabajadora, el Estado da cobijo y amparo a los políticos que la planificaron y a los que la ejecutaron. La Justicia, palabra escrita con la sangre de Pedro Mari Martínez Ocio en el lugar donde fue abatido sigue sin ver la luz. El modelo español de impunidad sigue imperando en pleno siglo XXI, hasta tal punto que Fraga Iribarne y Martín Villa, máximos responsables de la masacre, actualmente cuentan con bustos de reconocimiento en el Senado el primero y medallas por su contribución a la democracia el segundo. Algo inaceptable en un país que se dice democrático.
El Estado no reconoce su responsabilidad y es incapaz de aplicar los derechos de Verdad, Justicia, reparación y Garantías de No Repetición que la legislación internacional recoge para las víctimas de graves vulneraciones de derechos humanos.
Los únicos logros que se van consiguiendo en el ámbito institucional son sobre todo para cambiar la versión oficial de lo ocurrido. es Gracias a la labor de Martxoak 3 Elkartea se han impulsado inicativas como el Dictamen realizado por el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda o el Memorando elaborado por la Comisión creada para establecer responsabilidades políticas por los hechos acaecidos el 3 de marzo en el seno del Parlamento Vasco y ratificado en pleno.
La gran movilización popular en torno a la Memoria del 3 de Marzo en Gasteiz es también un aspecto a destacar respecto a la lucha contra el olvido y la impunidad de la masacre obrera de 1976; posiblemente es el más satisfactorio, hasta cierto punto sorprendente, porque ha superado todas las barreras diseñadas por una estrategia de Estado que ha pretendido imponer siempre el silencio sobre estos hechos.
Desde el primer aniversario de la matanza, a pesar de todos los obstáculos y muchas veces haciendo frente a la represión policial, año tras año miles de personas se movilizan cada 3 de marzo. Se hace además actualizando la movilización con las reivindicaciones latentes en cada momento, sin olvidar la memoria de los obreros asesinados ni la denuncia de la impunidad del crimen perpetrado por la policía en Zaramaga. El 3 de Marzo se ha convertido en nuestro Primero de Mayo, en una jornada de lucha. De tal manera que, un repaso a las 45 jornadas de movilización celebradas en Gasteiz los 3 de marzo de 1977 a 2022, nos dan una crónica política, una fotografía reivindicativa de las últimas décadas en nuestro país:

El no a la OTAN, la lucha de los insumisos al servicio militar obligatorio, la solidaridad con los presos políticos, la oposición a las reformas laborales, la denuncia de la tortura, la pelea contra recortes sociales, la nueva ola feminista, la defensa de unas pensiones dignas… son algunos de los elementos que han ido acompañando a lo largo de todos estos años el recuerdo y la denuncia de aquel invierno de 1976 en el que el Estado ahogó en sangre tantas ansias de libertad. Eso significa que los valores del 3 de Marzo, siguen vivos en todas esas causas actuales.
Por eso, Martxoak 3 Elkartea va a seguir exigiendo el reconocimiento de la dignidad de aquella lucha y los valores que perseguían las personas asesinadas, heridas y encarceladas en su intento por conseguirlos.
Es una obligación y el mejor homenaje que podemos hacer: Seguir trabajando, aquí y ahora, por la Justicia Social.

La Huelga General de 1951 en Navarra, las mujeres frente al franquismo.

La Huelga General de 1951 en Navarra, las mujeres frente al franquismo.

La Huelga General de 1951 en Navarra, las mujeres frente al franquismo.

Los efectos de la pandemia de la Covid-19 y las consecuencias en la economía mundial de la guerra que desde hace medio año se viene librando cruentamente en el este de Europa, entre otras cuestiones macroeconómicas que ya se vislumbraban en el horizonte meses atrás, han ocasionado una desbocada inflación que está empobreciendo a las familias trabajadoras de nuestro país. Pero esta problemática no es nueva. El sistema capitalista es un sistema voraz y destructivo que cíclicamente necesita de crisis económicas para auto-regularse en la persecución de su máximo objetivo; extraer, maximizar y acumular riqueza en unas pocas manos privilegiadas en detrimento de una amplia mayoría social. A principios de la década de los cincuenta, la clase trabajadora de Navarra vivió una situación socio-económica algo similar a la que estamos padeciendo en nuestros días, en la cual mediante el atrevido liderazgo de las mujeres pamplonesas se llegó a la primera Huelga General en la comunidad foral.

Aquella Pamplona de la posguerra era una ciudad provinciana y gris, clerical y ultra católica, en la que el recuerdo de la aún cercana en el tiempo Guerra Civil, y su posterior y terrorífica represión, asfixiaban social y mentalmente a una ciudadanía en su mayoría empobrecida y víctima de la congénita escasez. Recordemos que Pamplona, y Navarra en general, sin contar con un frente de guerra como tal tras el golpe de estado contra la II República Española sufrieron una descomunal represión; más de 3.400 personas fueron asesinadas o hechas desaparecer forzosamente, y en torno a 20.000 personas fueron represaliadas de múltiples formas (encarceladas, víctimas de sanciones económicas y expropiaciones, destierros, exilios, etc.). Sin lugar a dudas, poco más de una década después de aquellos sangrientos años, la llama reivindicativa o revolucionaria estaba completamente extirpada de nuestra tierra. ¿O no?
Durante el periodo de la autarquía franquista el conjunto del estado español vivió un periodo de gran desabastecimiento de alimentos y de bienes básicos. Muchas familias, las esquilmadas y represaliadas por el franquismo, veían agravada atrozmente su coyuntura social y económica por su condición de ser «las familias de los rojos». Muchas de ellas, con el cabeza de familia asesinado, desaparecido o encarcelado eran sacadas en solitario adelante por unas titánicas madres de familias. En aquel contexto, las autoridades del franquismo, alejadas por supuesto de cualquier idea social o de progreso, implementaron un sistema de racionamiento que a su vez contribuía a engrasar de forma paralela los engranajes de un mercado negro del estraperlo. Las empobrecidas familias represaliadas en muchas ocasiones se veían desesperadamente abocadas a recurrir a un mercado ilegal implementado y gestionado por las familias represoras.
El mes de mayo de 1951 un conjunto de movilizaciones y huelgas se produjeron en las principales ciudades españolas a consecuencia de la paupérrima situación económica; el coste de los alimentos incrementaba en más de un 30%, frente a los salarios, cuyo poder adquisitivo se desplomaba al 40% de los existentes en el año 1936.
El día 7 de mayo se rumoreaba en Pamplona que las docenas de huevos iban a costar en torno a 12 y 15 pesetas. Lejos de cumplirse aquellas ya altas previsiones, las empobrecidas amas de casa llegaron al Mercado del Ensanche, y se sobresaltaron al comprobar que el coste de la docena de huevos ascendía a las 17 pesetas, algo inasumible para la gran mayoría. La reacción no se hizo esperar, y aquellas enfurecidas mujeres, quizá porque ya no tenían nada más que perder, boicotearon la venta de aquellos huevos y en una arriesgada acción desconocida en Pamplona desde la II República, 300 de ellas partieron en una improvisada manifestación hasta la entonces sede del Gobierno Civil (actual Delegación del Gobierno de la Plaza de las Merindades). Ante el sorpresivo e inusual tumulto ocasionado por aquella manifestación conformada íntegramente por mujeres, el Gobernador Provincial del Movimiento, Luis Valero, tuvo que atender a una representación de aquellas mujeres que exigían el establecimiento de unos precios asequibles al conjunto de la población. Como se podía esperar, la reunión con el líder falangista fracasó, y aquellas bravas mujeres fueron disueltas y perseguidas, siendo incluso varias de ellas heridas por arma de fuego. Durante aquella jornada y las posteriores hasta una docena de esas amas de casa fueron detenidas.

La indignación por lo ocurrido, rápidamente prendió la mecha de una hasta entonces atemorizada y abatida clase trabajadora, produciéndose casi de inmediato llamamientos a la solidaridad, surgiendo casi de manera espontánea la propuesta de ir a la Huelga General. Durante los días 8, 9 y 10 de mayo se vivieron innumerables piquetes y manifestaciones dando surgimiento a la primera Huelga General en Navarra, llegando a ser secundada por unas 30.000 personas. La movilización obrera tuvo también seguimiento más allá de la Comarca de Pamplona, produciéndose paros, cierres y movilizaciones también en localidades como Estella, Tudela o Sangüesa. Las movilizaciones sorprendieron por completo a las autoridades franquistas, las cuales tuvieron que solicitar efectivos de fuera de Navarra para apagar las movilizaciones. La represión fue brutal. Decenas de personas fueron heridas por arma de fuego y unas 300 personas fueron detenidas y concentradas en la Plaza de Toros de la capital navarra.
Tras intensos y agitados días, el 11 de mayo se dio por finalizada la considerada como primera Huelga General en Navarra con dos importantes victorias para la clase trabajadora de Navarra. Una nada desdeñable victoria material; los empresarios y el régimen tuvieron que claudicar y asumir las reclamaciones salariales, abonar las jornadas de huelga y suprimir las cartillas de racionamiento. Y una importantísima victoria política; por primera vez desde el final de Guerra Civil la clase trabajadora de Navarra (organizada aún de forma muy débil en torno a organizaciones de trabajadores cristianas, sectores desencantados del carlismo, y embriones de organizaciones de izquierdas y nacionalistas), lograba una inconmensurable victoria social y política frente a un poderoso franquismo en uno de sus principales feudos territoriales.

El régimen franquista, aunque sin demasiado éxito a la vista de la progresiva conflictividad obrera de las décadas posteriores, temeroso de que aquella reivindicativa semilla germinara, abrió un largo proceso judicial contra 24 personas. Años después, en 1958, 14 de ellas fueron condenadas a penas de prisión de entre 1 y 6 meses, no obstante, fueron indultadas sin llegar a ingresar en prisión.

Tras aquellos acontecimientos, a pesar de la clandestinidad impuesta por la dictadura, poco a poco la clase trabajadora de Navarra fue fortaleciendo su organización, dando lugar a infinidad de conflictos y movilizaciones durante las décadas posteriores. En nuestros días, en un contexto muy distinto pero con una problemática quizá algo similar, debemos rescatar una enseñanza de aquellas heroicas amas de casa; hasta en las circunstancias más adversas la movilización y la organización de la mayoría social trabajadoras son las mejores herramientas para conquistar nuestras más necesarias aspiraciones.

Carlos Guzmán Pérez: Coordinador General de Izquierda Unida de Navarra

Cicatrices de la Ría.

Cicatrices de la Ría.

Cicatrices de la Ría.

“No creo que haya en la Península Ibérica nada que dé una impresión de fuerza, de trabajo y de energía como esos quince kilómetros de vía fluvial”. Pio Baroja.

La memoria en muchas ocasiones es ese espacio común
que nos sirve para autorreconocernos en una identidad compartida.

Los lugares son facilitadores de ese autorreconocimiento en una memoria colectiva. Hace más de una década desde la Fundación José Unanue comenzamos a trabajar diferentes rutas obreras por todo Euskadi para recuperar la historia del movimiento obrero y la vida cotidiana de las personas trabajadoras. Nos centramos especialmente en un período de nuestra historia, el régimen franquista, donde hacer sindicalismo de clase estaba prohibido.

Una de las primeras rutas que creamos y comenzamos a realizar fue la de la Ría del Nervión. En un momento donde la ría comenzaba a llenarse de barcos turísticos, nosotras comenzamos a contar una historia que en la mayoría de los casos se salía de los tours turísticos. En este texto no se detallarán todas las paradas, pero sí la esencia de ellas, lo que con la visita queríamos trasladar.

Pío Baroja en 1920 habla de la Ría de Bilbao en los siguientes términos: “No creo que haya en la Península Ibérica nada que dé una impresión de fuerza, de trabajo y de energía como esos quince kilómetros de vía fluvial”. Las aguas de la ría hablan de trabajo, pero también reflejaban una polarización social desde finales del siglo XIX y durante el siglo XX producida por el proceso de modernización, generando identidades diversas, algunas complementarias y otras contrapuestas. Éstas últimas llegan hasta nuestros días a través de manifestaciones culturales aL grito de “Gora Baraka, behera Neguri”, que no deja de manifestar un imaginario social de dos identidades. A través de este viaje imaginario por la ría nos centraremos en la identidad obrera a la que se hace referencia en el “Gora Baraka”.

A lo largo de la historia, la ría ha sido la observada por la población de ambas márgenes. En esta ocasión lo haremos al revés: la ría será la que mirará a las personas moradoras de sus márgenes en un momento concreto de la historia que fue el régimen franquista.

La zona baja de la ría, desde Bilbao hasta prácticamente su desembocadura, ha sido el lugar donde desde finales del siglo XIX se instalaron grandes empresas. Las personas trabajadoras de las mismas supieron organizarse incluso durante el régimen franquista. Ejemplo de ello fue una de las primeras grandes huelgas de este momento, la convocada el 1 de mayo de 1947, la cual consiguió movilizar en torno a 20.000 personas. Pararon más de 400 empresas; entre ellas Beltrán y Casado, Talleres Deusto, AHV, La Naval o Euskalduna. De ella se puede analizar cómo la Organización Sindical Española no pudo evitar la capacidad de las personas trabajadoras para organizarse. Sin embargo, sí participó activamente en la dura represión de la misma. La conflictividad fue en aumento con grandes movilizaciones como las de 1956 o 1962. Los conflictos por motivos salariales en algunas empresas no fueron un hecho excepcional, sino que pasaron a la normalidad entre 1963 y 1966. La militancia obrera del momento en Vizcaya se concentra en las grandes empresas de la ría y comenzó a emerger una nueva forma organizativa del movimiento obrero, como fueron las comisiones obreras.
Al pasear por la ría aún podemos encontrar algunos edificios de aquellas grandes empresas, algunas abandonadas, otras reutilizadas y, las menos, en actividad. Uno de los edificios que se mantienen, pero no con el uso originario, es el edificio de Artiach, primer edificio en todo el país que se construyó con el fin de albergar una fábrica de galletas en la década de los años veinte. En los años 70 trabajaban en la empresa en torno a 800 personas, la mayoría mujeres. La legislación franquista, desde el primer momento, con el Fuero del Trabajo (1938) trató de apartar a las mujeres de la actividad productiva, recluyéndolas en el hogar. Como recogía el Fuero del Trabajo, “a la mujer casada se liberará del taller y de la fábrica”, por lo que su espacio de actividad laboral se estructuraba como algo temporal y marcado con la idea de complemento al salario familiar que aportaba “el cabeza de familia”.

Aunque se podría pensar que, por las características de la plantilla, Artiach fue una empresa con poca agitación sindical, esto dista mucho de la realidad. Las galleteras fueron un colectivo de trabajadoras muy activo en la defensa de sus derechos laborales. Incluso durante el régimen franquista se movilizaron, como en los años 1956, 1976 y 1977. En esta última movilización las demandas fueron por una rebaja en el horario de los sábados, consiguiendo librar uno al mes y trabajar solamente cuatro horas los demás.

Ahora que están cayendo las grúas de La Naval, debemos recordar que fue otra de esas empresas que durante la época franquista fue referente de combatividad: grandes líderes sindicales formaron parte de su plantilla. Pero no sólo eso, la unión y la combatividad del conjunto de la plantilla fue ejemplar. Las asambleas de trabajadores/as siempre estaban abarrotadas, siendo un elemento clave para la reconstrucción del movimiento obrero tras la ilegalización del sindicalismo de clase. En ellas se discutían, se intercambiaban opiniones, informaciones y se trazaban estrategias a seguir. La explanada conocida como la “explanada roja” y el interior de la fábrica eran espacios ideales para ello. No hacían falta escenarios: la persona que hablaba para que el resto le oyera, se subía a un bidón y a modo de tablado abordaba la problemática del momento. De este modo se gestaron las grandes huelgas del franquismo. Ejemplo de ello fue la huelga del 62.

Estas personas que trabajaban en estas grandes empresas llegaron a la ría con eslóganes tales como: “¡En Vizcaya hay trabajo para todos!”. Al divisar pueblos como Sestao o Baracaldo, vemos ciudades-fábrica las cuales vieron incrementada su población de un modo brutal. Por ejemplo, en el caso baracaldés, de 36.165 personas (1940) a 117.422 personas (1981). Los mejores terrenos fueron ocupados por las grandes empresas y sus zonas colindantes de peor orografía eran ocupadas por las personas trabajadoras, como las calles Portu (Baracaldo) o La Iberia (Sestao). Estas dos calles, más allá de estar habitadas por personas trabajadoras, serán vías de tránsito para esas hordas de personas trabajadoras, no sólo a las horas de entrada y salida de la fábrica, sino también en caso de movilizaciones. Éstas personas llegaron del medio rural, desde la Vizcaya rural o de otros lugares más lejanos como Andalucía o Galicia. Pueblos como Baracaldo llegaron a tener 17 centros regionales como espacios de socialización de estas personas recién llegadas. Estas personas que llegaron desde el campo y se encontraron nuevas formas, no sólo de socialización, sino de organización del día a día basados en los ritmos fabriles, sufrieron un gran impacto. Llevar esta adaptación al nuevo medio de un modo comunitario facilitó este proceso.
Muchas fueron las personas que llegaron a Vizcaya en busca de una situación mejor, pero se encontraron con un problema que nadie les avisó: la falta de vivienda. Los planes urbanísticos y sociales fueron claramente insuficientes. Estas personas recurrieron a distintas estrategias para poder sobrevivir, como el patronaje, el vecinismo, viviendas compartidas o incluso el chabolismo. La Campa de los Ingleses, al igual que el monte Banderas o el monte Cabras, fueron espacios ocupados por las chabolas. Las condiciones de vida de estas personas eran infrahumanas, sin ningún tipo de infraestructuras, ni calidades de construcción. Mientras en la Campa de los Ingleses, como nos retrata el documental de Grau, sobrevivían los chabolistas, enfrente, en la Margen Derecha, se estaban formando las/os hijas/hijos de la burguesía vizcaína y del resto del Estado, principalmente en economía y leyes, en la Universidad Deusto. Éste es uno de esos puntos en los que la ría se convertía en barrera entre dos mundos.

Las necesidades no fueron sólo de vivienda, sino también de servicios básicos: escuelas, ambulatorios, calles asfaltadas, agua corriente… Esto llevó a las vecinas y vecinos de los pueblos obreros a movilizarse y agruparse a través de AAVV en defensa de las condiciones de vida en los barrios.

La insalubridad en estos pueblos obreros no sólo estuvo ligado a una falta de infraestructuras, sino también a una mala gestión medioambiental por parte de las empresas. El problema de la contaminación estuvo latente durante todo el siglo XX y sería un motivo de movilización de la ciudadanía. En localidades como Baracaldo, salieron contra la propuesta de instalación de una nueva planta de Amoníaco en Sefanitro. Otro ejemplo sería Erandio: el 3 de septiembre de 1969 será recordado por los vecinos/as de Altzaga y Astrabudua por la llegada de una nube tóxica. Esto provocó múltiples movilizaciones que llegaron al corte de la carretera y a la intervención de las fuerzas de seguridad en varias ocasiones. Los hechos más graves se produjeron el 28 de octubre de 1969, cuando Antón Fernández, vecino de Erandio, fue alcanzado por una bala de la policía mientras miraba desde su balcón las protestas. La mañana siguiente, se llenaron las calles de personas trabajadoras en el marco de una huelga, donde Josu Murueta resultó herido de muerte.

Los espacios laborales tampoco se caracterizaron por ser espacios seguros para la salud de las personas trabajadoras, teniendo unas malas condiciones de trabajo y una falta de medidas de protección, lo que provocó futuras enfermedades profesionales y múltiples accidentes laborales, algunos de ellos mortales. Uno de los más graves fue el sucedido el 25 de abril de 1967. En la empresa Frimotor, tras el hundimiento de su techumbre y el posterior desplome de los cuatro pisos de la factoría, fallecieron 16 trabajadores y otros muchos trabajadores resultaron heridos.
Si la ría en algunos momentos separaba dos mundos, la línea del tren Bilbao-Santurtzi paralela a la ría, unió a la Margen Izquierda y reforzó su identidad colectiva. El origen de esta línea se retrotrae a 1888 y su finalidad en un primer momento fue él del traslado de mercancías. Sin embargo, con los años se incorporó el traslado de pasajeros, hecho que provocó el fin del tranvía que realizaba un trayecto similar.

Esta línea, su diseño y sus paradas nos dicen mucho de la vida de la Margen Izquierda. El tren trasladaba a miles de personas trabajadoras desde las diferentes poblaciones a las empresas. No es casual que alguna de las paradas de éste dé directamente a las puertas de las factorías. Éste movilizaba entorno al 80 % de la mano de obra de la ría. Más allá de su función de trasporte, el tren se convertiría en un espacio de socialización y reivindicación en la época franquista. El reparto de pasquines informativos sobre multitud de temas, encuentros clandestinos y la importancia en los conflictos de la interrupción del mismo, puso al tren en un primer plano dentro de la lucha antifranquista. Además, las autoridades estarían atentas al aumento de los precios del billete, porque éste tenía un impacto directo con nuevas movilizaciones obreras.

Si el tren era el trasporte que unía la Margen Izquierda, el medio por excelencia de la clase obrera para cruzar la ría eran los gasolinos, en especial para un colectivo de trabajadoras. El trabajo femenino remunerado en muchos casos estuvo bajo la economía sumergida. Muchas mujeres de la Margen Izquierda llenaban los botes todos los días para trabajar en las casas nobles de la Margen Derecha donde trabajaban como cuidadoras, en la limpieza de hogares, escaleras… Estos trabajos, además de ser un aporte económico para las familias, en muchos casos fueron claves para la colocación de sus familiares en las grandes empresas industriales, convirtiéndose en mediadoras. El papel de estas mujeres, la dureza del trabajo y la falta de reconocimiento del mismo como tal, hizo mermar su identidad como trabajadoras.

Estas pinceladas de la ruta obrera de la ría del Nervión nos hablan de lucha por unas condiciones de vida mejores, pero también nos hablan de convivencia y de dar respuestas colectivas. La voluntad con la que diseñamos las rutas obreras de la Fundación José Unanue es reconocer la lucha de aquellas personas trabajadoras, pero también conocer su día a día. Entender que la historia de la clase obrera también es la historia de nuestros pueblos.
“Es nuestro deber revolucionario contar lo que paso en estos años”, José Unanue, trabajador de AHV y militante obrero.

 

 

 

 

 

 

 

 

Estibaliz Montero Mendoza: Secretaria de las Mujeres / Emakumeak idazkaritza. C.C.O.O. de Euskadi

 

La masacre de Ategorrieta.

La masacre de Ategorrieta.

La masacre de Ategorrieta.

 “Tenemos la obligación de recordar la masacre de Ategorrieta, en honor a la verdad, la justicia y la reparación de sus víctimas”.

El 27 de mayo de 1931,
la Guardia Civil asesinó en Ategorrieta (Donostia) a diez trabajadores de la mar de Pasaia para impedir que una manifestación pacífica, reivindicando mejoras laborales, llegara al centro de la capital guipuzcoana.

Esos diez trabajadores fueron: Julian Zurro, 19 años (natural de Castronuevo, Valladolid); Jesús Camposoto, 23 años (oriundo de Galicia); José Carnés, 32 años (natural de Corrubedo, Galicia); Manuel Pérez Allera, 34 años (vecino de Pasaia); José Novo, 25 años; Antonio Barros de 31 años; José Suárez Brión de 25 años (tripulante de un barco gallego que se encontraba en Pasaia); Manuel López Díaz 20 años (A Coruña); José Gámez; José Suárez Moreno de 31 años.
Hubo varias decenas de heridos, muchos de ellos muy graves, por lo que es muy probable que hubiera más fallecidos posteriormente.
Los hechos venían precedidos por una huelga de los arrastreros de Pasaia en la que reivindicaban mejores condiciones laborales. Éstas eran tan malas que las memorias de los pescadores que las vivieron denominaron esa época como “los años de la esclavitud”, a pesar de que la rentabilidad de la pesca entonces era muy superior a cualquier otra actividad, puesto que los barcos se amortizaban en seis u ocho viajes a los caladeros de Gran Sol.

Entre sus reivindicaciones laborales figuraban: un aumento salarial para aquellos que faenaban en Gran Sol, tener un descanso equivalente a los domingos que se trabajaban en la mar, o que la jornada laboral no fuese superior a las 15 horas de trabajo.
Posiblemente, no ha habido ningún desenlace represivo tan luctuoso como este en la historia moderna de San Sebastián. Sin embargo, este suceso es poco conocido por la ciudadanía en general, aunque sí lo es para muchas personas de Pasaia.
La prensa de la época calificó de violentos agitadores a los manifestantes, entre los que había numerosas mujeres y niños.
Una de esas manifestantes era Teresa Suárez Varela. Su testimonio sobre la masacre de Ategorrieta fue recogido en una grabación en 1995, que transcribo a continuación:
“Cuando llegamos cerca de San Sebastián, antes de llegar donde estaba la Guardia Civil con las metralletas, nos retuvieron. Vinieron dos camiones de militares, nos pararon y nos dijeron: “den la vuelta por favor, que van a morir todos, den la vuelta”. Dos viejos que iban también en la manifestación se echaron a los militares llorando y diciendo: “señor, Pasajes muere de hambre, morimos de hambre. Yo prefiero morir aquí de un disparo, que ver a mis nietos sin pan”.

Los militares no pudieron hacer nada, nada de nada. Y entonces un militar le dijo al secretario de los obreros: “lárgate que tú no te salvas”. El chico subió a los montes y se marchó. Pero se quedó un primo de él. Se parecían mucho, parecían hermanos, estaba entre las mujeres y entre los hombres en la manifestación.
Yo miraba para atrás y veía muchos hombres. A mi espalda había un chico recién casado de Trintxerpe, vecino mío; llegó un guardia y le disparó, y cuando le vi caer, grité. Se desangraba, se llamaba Lisardo; vinieron unos hombres y se lo llevaron por el monte.

A otro le entró la bala en un pulmón, eran balas de metralletas, lo cogieron también y se lo llevaron en brazos, hasta un chalecito allí cerca. Llamaron a la puerta. Se asomó un señor y al ver que llevaban a un hombre en ese estado, preguntó “¿qué pasa ahí, ¿qué son esos tiros que se oyen?”. “Por favor señor ¿usted tiene coche para llevar a este hombre que se muere al hospital?”. El señor, no sé quién era, lo metió en el coche y se marchó con él y con los otros dos.
Las balas circulaban, pero no hirieron a ninguna mujer, ¿qué puntería tenía la guardia civil? ¿eh? No hirieron a ninguna mujer. Los hombres se escondían, pero terminaban con ellos.
Pero yo cuando me volví medio loca fue cuando cayó Lisardo. Después miré a un lado y vi un guardia civil -no sé si era con una espada o con un sable- darle a un hombre en la cara, le deshizo la cara de dos golpes que le dio. Entonces grité, “usted es un criminal, ese hombre es un inocente”. Era el primo del secretario del sindicato, lo confundieron con él. El pobre murió.
Entonces yo empecé…, que ya no era yo. Miré y ya no había gente, solo una chica alta con una pancarta. Había dos pancartas: “pan para nuestros hijos que mueren de hambre”, en una. Y en otra: “suelten a los presos que son inocentes”.
Cuando vi que no había nadie detrás, sólo la otra chica y yo solas, y aquel hombre tirado con la cara deshecha, me puse tan nerviosa que avancé hasta un guardia civil, un cabo. Le agarré la correa, pero yo no me hacía la valiente, le dije que no podía más. Le dije “señor, ¿usted no tiene familia, señor?, que están matando a gente inocente, gente a la que nos están matando de hambre”.
Y me contestó él, con una mano agarrándome, y con la otra no dejaba de disparar a un hombre que había en una esquina. Los hombres se escondían, claro, porque sabían que morían.
Y me contestó él: “señora, tengo familia, hijos y nietos, pero estoy cumpliendo con mi deber”. Y le dije yo: “señor, usted está cumpliendo con el deber que le manda el gobernador, y usted tiene que hacerlo. Pero el gobernador no sabe lo que hace porque los patronos le van con mentiras, señor. Yo le digo la verdad, no llega para comer señor, los niños no tienen pan”.
Le hizo señas a un guardia, los caballos llevaban hombres a caballo con las metralletas, y otros guardias estaban de pie arrimados a los caballos.
Le hizo señas a un guardia joven, muy joven, para que me llevara a sentarme a un banco, “siéntala”, pero ¿quién me doblaba a mí las piernas? Yo estaba rígida, de loca que estaba, estaba rígida, el guardia no pudo sentarme. “Siéntese, señora, siéntese”. Me parece que él creyó que habían matado a mi marido allí, pero mi marido andaba escondido.
Por fin me sentó, animándome, animándome. Después, fue a sentar a la otra chica. Aquella chica no podía ni hablar, sólo decía “ay, ay, ay”. Ya no había gente, nos cogieron en un coche a las dos, y nos trajeron aquí, a Trintxerpe, dos guardias jóvenes, animándonos todo el camino, y nos dejaron sentadas en unas escaleras de Trintxerpe”.

El testimonio de Teresa Suárez Varela aquel 27 de mayo de hace 91 años, da una buena idea de la masacre que allí se vivió. No eran violentos agitadores, eran trabajadores y sus familias luchando por tener unas condiciones laborales que les permitieran comer, sobrevivir y tener una vida digna.
Esa lucha de clase trabajadora del mar logró mejoras en las condiciones laborales de los marineros que han llegado hasta nuestros días, pero se llevó por delante injustamente la vida de, al menos, diez hombres jóvenes.
Como decía al inicio, los medios de comunicación de la época intentaron acallar la masacre de Ategorrieta. Los titulares de la prensa local del día siguiente buscaban hacer creer que la Guardia Civil intentó paralizar actos violentos en el centro de la Bella Easo, y dejaron de comunicar sobre lo sucedido.
Sin embargo, nada más lejos de la verdad. Por eso, tenemos la obligación de contar lo que pasó, de recordar que la lucha de clases continúa, y que, como decía Marcelino Camacho, vendrán tiempos en que tendremos que defender lo logrado para que no nos lo arrebaten.
Aquella masacre de trabajadores jóvenes por mejorar sus condiciones de vida es la misma que la de las decenas de jóvenes muertos en la valla de Melilla, en el río Bidasoa, en el Mediterráneo, o en otros tantos lugares. Personas que sólo buscan un futuro mejor para ellas y sus familias porque la avaricia del capitalismo les ha despojado de lo más elemental en sus países de origen, y no tienen más remedio que salir de ellos arriesgando sus vidas por el camino.

Tenemos la obligación de recordar la masacre de Ategorrieta, en honor a la verdad, la justicia y la reparación de sus víctimas. Y de seguir luchando por un mundo en el que la vida en su conjunto sea viable. Para ello, es imprescindible tener en cuenta los límites del planeta y la necesidad imperiosa de un reparto justo y equilibrado de la riqueza, lo mismo que pedían los trabajadores asesinados el 27 de mayo de 1931 en Ategorrieta.

Arantza González: Coordinadora de Gipuzkoa de Ezker-Anitza – Izquierda Unida de Gipuzkoa.

Astigarrabía

Astigarrabía

Astigarrabía.

“Lider de la huelga de marineros y ministro comunista.”

El sindicato mayoritario entre los pescadores de Pasaia, e impulsor de la huelga general que desembocó en la masacre de Ategorrieta, era un sindicato autónomo, “La Unión Marítima”, conocida popularmente como “La Unión”, que tenía como secretario a Juan Astigarrabía Andonegui, futuro ministro comunista del Gobierno vasco durante la guerra; y una clara predominancia comunista en la dirección, al igual que la tiene otro sindicato autónomo de San Sebastián, la FLSO (Federación Local de Sociedades Obreras), dirigida por el también comunista Jesús Larrañaga.

La huelga
El conflicto desatado por la reivindicación de las mejoras laborales de los marineros y pescadores, no se había resuelto, a pesar de varios intentos de mediación entre patronal y sindicato, facilitados por los alcaldes de San Sebastián, de Pasaia, y del propio ministro de industria de la República, Albornoz; sino que, por el contrario, se había agravado con la detención de algunos marineros participantes en piquetes.

Y los pescadores, su sindicato, sus familias, decidieron realizar una manifestación hasta San Sebastián, para mostrar su unidad, exigir la libertad de los detenidos, y entregar una nota recordando sus reivindicaciones al gobernador civil. La manifestación partió de Pasaia a las diez y media de la mañana, llegó hasta el alto de Miracruz donde fue detenida por soldados del regimiento Sicilia al mando de un capitán. Las mujeres y niños que encabezaban la manifestación transmitieron a los soldados su pretensión de solicitar la libertad para sus compañeros detenidos ante el gobernador civil, y les rogaron que les dejaran pasar.

Los soldados bajaron sus bayonetas, para que las mujeres, los niños, y después los hombres, se fueran filtrando entre la tropa, ante la inacción de los militares, y de esa manera la manifestación logró pasar, ovacionando a los soldados. Doscientos metros más adelante, junto al reloj de Ategorrieta les esperaba otro obstáculo; un retén de la Guardia Civil.

Su jefe comunicó a los manifestantes la prohibición de avanzar. A continuación, la Guardia Civil realizó dos toques de atención y una descarga al aire; tras la que, sin mediar más tiempo, descargó otra de fusilería contra los manifestantes.

El comunista Astigarrabía, presente en la manifestación, contará después que, al llegar al primer cordón, el de los soldados del regimiento Sicilia, y en el forcejeo final que se produjo hasta abrirse paso, los manifestantes decían a los soldados: “¿Es que vais a disparar contra el pueblo?”, y los soldados les respondieron mostrando sus cartucheras vacías. Estaban sin munición, así que por parte del ejército se trataba de una misión sólo de amedrentamiento.
Astigarrabía contaba cómo fue su participación en los acontecimientos previos a la sangrienta manifestación:
“Yo estaba en la cárcel con otros muchos comunistas, con los Zapirain, Lizarraga, casi todo el elenco comunista de San Sebastián, donde coincidimos con los aprehendidos en un intento de asalto al Gobierno Civil, enfrente del María Cristina, hecho por los republicanos y anarquistas sin contar con nadie, y entre los cuales estaba, precisamente, el que luego habría de ser un buen camarada y un excelente guerrillero, de Irún, como era Cristóbal Errandonea. Como decía, cuando vino la República, estábamos en la cárcel, allí captamos a Cristóbal, que era uno de los asaltantes al Gobierno Civil junto con el doctor Bago, el periodista Campoamor, y con algunos más. En la cárcel, Cristóbal se dio cuenta de la discriminación de que era objeto por parte de los intelectuales y se acercaba cada vez más a nosotros, y nosotros hicimos también nuestra labor de catequesis.

Así es que entró en la cárcel como republicano y salió como comunista, y buen comunista, por cierto. Al día siguiente de proclamarse la República fuimos liberados de la cárcel, y, enseguida, me encuentro con que los pescadores de Pasajes, los de altura, formaban un sindicato de cuatro mil asociados, compuesto por sus secciones de oficio, sección de maquinistas y fogoneros, patronos de pesca y costa, marineros rasos, rederos, etc. Quieren ir a la huelga. El secretario retribuido que tenían era Zugazagoita, que luego fue director de «El Socialista». Vienen a buscarme para que me ponga al frente del sindicato, y les digo yo: «¡Pero bueno!, si la mayoría de los elementos sindicados ahí son anarquistas. ¿Cómo es que buscan a un comunista?». Dicen: «no, es que tenemos confianza en ti y tú tienes experiencia en estas cosas».

Consulto con el partido y me dicen que tenía que hacerlo. A pesar de mi amplio bagaje marinero, porque había navegado por todos los mares durante ocho años en la Marina, el sindicato exigía que uno hubiera estado enrolado en un barco pesquero. Así que me enrolé en un barco pesquero e hice un viaje hasta Castro Urdiales. Al regreso ya había cumplido una de las estipulaciones básicas del reglamento. Les dije: «El día primero de mayo vamos a declarar la huelga». Y, efectivamente, el día primero de mayo, di la orden de declarar la huelga. Y todo el mundo la suscribió como un solo hombre. Hubo sus forcejeos, hubo algunas tonterías que hicieron algunos compañeros, como aquella de traer cargado un camión de redes, cordeles, estacas, etc., hasta el propio solar, al lado del sindicato, y darle fuego allí. Y les pregunté que por qué no lo han quemado allá cerca de Orio, donde lo habían capturado, y no traerlo cerca de aquí, en Pasaia, para comprometer al sindicato. Fui a Madrid, a una conferencia que había convocado el departamento de la Subdirección de Pesca, y vi que allí de lo que se trataba era, simplemente, de ganar tiempo a ver quién se cansaba primero. Debo decir que la rentabilidad de la pesca en aquel entonces era tremendamente superior a cualquier otra actividad, puesto que se amortizaban los barcos en seis u ocho viajes a los caladeros del Gran Sol. Nosotros pedíamos, entre otras cosas, un salario para los marineros de trescientas pesetas al mes, y un descanso, cuando se llegaba a tierra, de tantos días como domingos hubieran pasado en el mar los marinos. Ésas eran las reclamaciones básicas. Como esto no se resolvía, todo era una cuestión de aguantar la cosa. Así es que yo me desplacé a Madrid y entonces se aprovechó la ocasión para levantar una campaña contra mí, diciendo que se me habían ocupado talones del Banco de Barcelona y una serie de mentiras, alentadas por el gobierno. Cuando creyeron que habían creado la atmósfera suficiente, me dejaron libre, porque no había ningún cargo contra mí. Vi que toda aquella mojiganga de conferencias en el departamento de Pesca había sido hecha para sacarme a mí de Pasajes y, mientras tanto, maniobrar en el sentido de desmoralizar a la gente. Entonces cogí precipitadamente el Exprés y me presenté en Pasajes en el momento mismo que se estaba celebrando una asamblea de pescadores. Cuando llegué, todo el mundo se puso en pie a aplaudir, y dijeron: «¡Camarada no hay otra salida que la de aguantar todavía!» «Podemos aguantar y, además, estoy seguro que ganaremos, así es que ¡adelante!», dije yo. Y efectivamente, cuando vieron que la maniobra les había fallado, empezaron las conciliaciones. Largo Caballero, que era el Ministro de Trabajo, intervino en el asunto y les dijo: «Eso se arregla en cuanto Vds. echen a Astigarrabia de la Secretaría del Sindicato». Si la cuestión se resolvía simplemente con el hecho de que yo dimitiera de mi posición, les dije: «Aceptado». Entonces yo dimití. Y la cosa se arregló, además, con la condición de que se nombrara un secretario socialista. No quiero decir qué fue lo que hizo este secretario socialista, por no envenenar más la atmósfera, suficientemente envenenada en nuestro país. Ésta era la primera huelga, la primera huelga de la República. Porque fue catorce días después de proclamarse la República, cuando se realizó precisamente esta huelga de los pescadores de Pasajes.”

La confianza a la que se refiere Astigarrabía, la experiencia por la que le querían los pescadores, se la había ganado por su prestigio como organizador de huelgas; como cuenta él mismo:

“Precisamente mi primera actuación como agitador, más que como orador, fue en relación con la Papelera de Oarso. Yo trabajaba entonces de encofrador. Había regresado de Madrid, hasta donde había sido empujado por el acoso policíaco. De cada trabajo me expulsaban, cuando la policía se enteraba de dónde trabajaba, iban donde el patrón con amenazas y hacían que se me despidiera. Así me ocurrió, cuando trabajaba en ferrocarriles.
Trabajé en varios sitios, hasta de lavacoches, y de todos me despedían. En Madrid, donde trabajé, primero de cerrajero, y luego de carpintero encofrador, me sorprendió la crisis, la famosa crisis de los años 29, 30 y 31, y tuve que regresar a San Sebastián. En San Sebastián no había tanta crisis y entré a trabajar en la construcción de la Papelera de Oarso, donde trabajaban setecientos obreros. Había mucho malestar. Yo había sido nombrado por el Partido Comunista corresponsal de un semanario, que se editaba en Madrid, llamado «La Antorcha».

En el lugar de trabajo repartíamos «La Antorcha» y todos los manifiestos subversivos que se nos ocurrían en nuestras mentes un poco soñadoras, hasta que fui englobando alrededor de mí a una serie de elementos más o menos decididos que querían provocar una huelga. Después de una serie de citaciones y explicaciones, por fin, se logró una unanimidad y se declaró una huelga general contra la constructora más poderosa que había en Guipúzcoa, Antonio Mendizabal.

Era la última huelga, podríamos decir, del período de transición, de la defenestración de Primo de Rivera y la serie de gobiernos sucesivos interinos, que se produjeron después de la retirada de Primo de Rivera. La ganamos al cien por cien y entre otras cosas obtuvimos: una elevación de salarios del treinta y cinco por ciento, porque Guipúzcoa era el lugar, la provincia de España, que, en la construcción, tenía los salarios más bajos. Y la vida más cara, como consecuencia del manejo del Concierto Económico que excluía el derecho territorial, que era muy bajo, hoy inexistente, en beneficio de los patronos. En Vizcaya durante mucho tiempo no se aplicó el derecho territorial, y sin embargo, cargaba la mano sobre los productos de consumo de masas, sobre los productos importados de la misma España, salvo alguna preferencia que se daba a Navarra para sus vinos. Siendo la provincia donde los salarios eran más bajos y los precios más altos.

San Sebastián era una ciudad muy cara, y creo que sigue siéndolo, no era de extrañar que hubiera malestar en las masas obreras y que se nos presentara un amplio frente de actuación para la pequeña minoría, que nosotros representábamos. Así es que afincamos nuestra actividad, sobre todo, en la masa sindical organizada, en la Casa del Pueblo, que era la unión sindical que englobaba sindicatos de la U.G.T., sindicatos autónomos, etc. Y tal era nuestra actividad que en todos los Congresos conseguíamos vencer a los socialistas hasta que éstos decidieron escindir el movimiento sindical local y crear su propia sindical ugetista exclusivamente. A tenor de cierto prestigio que adquirí en la dirección de la huelga de Oarso, yo tenía bastante predicamento en toda esa zona de Pasajes Ancho, Rentería, Trincherpe, etc. Y con ocasión de que Calvo Sotelo, que estaba haciendo su propaganda bajo el slogan demagógico de «antes España roja que España rota», venía a hablar en San Sebastián en el frontón Urumea, se nos planteó a ver si podíamos hacer algo para impedir que Calvo Sotelo hablara en San Sebastián. Nos quedaban veinticuatro horas para poder montar algo que impidiera el acceso a la tribuna del Sr. Calvo Sotelo, y la verdad es que conseguimos paralizar toda la zona industrial del este de San Sebastián, desde Oyarzun hasta Herrera, incluyendo Pasajes de San Juan, Molinao, Rentería y Pasajes Ancho. Ante una situación en la que parecía que iba aumentando la peligrosidad y el sentido subversivo, el Sr. Aldasoro, que era el gobernador civil de Guipúzcoa en aquel momento, puso la situación en manos de la autoridad militar.

Se declaró el Estado de Guerra, y hubo transferencia de poder del gobernador civil a la del gobernador militar. Al socaire de este Estado de Guerra, se suspendió el mitin de Calvo Sotelo, conseguimos nuestro objetivo, y, naturalmente, debo decir que no nos acompañó nadie, nadie, ni siquiera en una declaración. Los socialistas parece que adujeron que era un movimiento desestabilizador de la República, de la recién nacida, y de todas las tonterías que decían alrededor de la República. Conseguimos nuestro objetivo, y aparecí en el panorama guipuzcoano, y, sobre todo, en los donostiarras, como una especie de especialista en huelgas.”

Biografía
Hemos leído las palabras de Astigarrabía sobre la huelga de los pescadores de Pasaia, sobre su experiencia sindical, su biografía completa es muy interesante.

Nacido en San Sebastián en 1901, Astigarrabía se crío en la calle Campanario de la Parte Vieja, cerca de la subida al castillo de Urgull. Cuando tenía cinco años falleció su madre, Valentina, y su padre, afectado por la tragedia, a la que se juntó una gran crisis de trabajo en la zona, emigró a Galicia para emplearse de remachador en los astilleros de Ferrol. Su padre, Gregorio, natural de Deva, era un hombre muy ligado al mar, pescador y patrón de costa entre Donostia y Bayonne, además de dominar algunos oficios de astillero, carpintero de ribera, remachador.

Astigarrabía no marchó con su padre y quedó en Donostia al cuidado de su abuela, pasando a vivir en la calle Euskalerría, también en la Parte Vieja. Hasta que a la edad de diez años marchó a Galicia para reunirse con su padre.

Le costó adaptarse a la nueva tierra, a la nueva familia que su padre había formado en Ferrol, con una madrastra y varios hermanastros, lo que afectó a su rendimiento escolar. A los quince años, para salir de su inadaptada situación de adolescente, decide enrolarse en la Marina. Primero en el Nautilus, que era un buque escuela, una corbeta de tres palos, un primor de barco, en el que estuvo enrolado dos años, adquiriendo conocimientos de marinería y náutica, llegando a ser cabo de mar.

Con ese barco hizo varios viajes a Canarias. Después pasó a estar enrolado en el Torpedero 41, y de ahí pasó a formar parte de la tripulación del acorazado España, como señalero, y timonel. En el España viajó a América en el cuatrocientos aniversario del descubrimiento del estrecho de Magallanes. Dobló el cabo de Hornos, y navegó por el Pacífico chileno. En el servicio militar de la Marina pasó ocho años, hasta sus veinticuatro, a mediados de los años veinte, que es cuando regresa a su ciudad natal, y donde, conmovido por la revolución rusa, se interesa por el comunismo, por sus ideas, por sus fundamentos filosóficos. En 1925 entra en el Partido Comunista de España, formando con algunos miembros escindidos de la juventud socialista, la Federación Vasco-Navarra.

Su experiencia directa, psíquica como dirá él, en el comunismo, comienza en San Sebastián, en los sindicatos. Como por orden directa de la Internacional Comunista todo comunista está obligado a pertenecer a algún sindicato, en San Sebastián se organizan en la FLSO, Federación Local de Sociedades Obreras, con sede en la calle Puerto de la Parte Vieja. Es la época de la dictadura de Primo de Rivera.

Reparten folletos, hojas subversivas, lo que provoca que tenga que vivir bajo una persecución continua, política y económica, es decir, con cárcel, y expulsión de los trabajos, por las amenazas de la policía hacia el patrón que lo hubiera contratado para que lo despidieran. Miembro de la dirección del PCE; en 1935 es el primer secretario general elegido para el recién fundado Partido Comunista de Euskadi.

Durante la guerra civil será el único ministro comunista en el Gobierno vasco del Lehendakari Aguirre, siendo Consejero de Obras Públicas. Tras la caída de Bilbao y en el análisis de las causas que se produce en las filas comunistas, se le reprocha haber sido demasiado complaciente con las tesis nacionalistas de entregar la gran industria bilbaina intacta al enemigo, en lugar de destruirla, por lo que su figura política se eclipsa. Tras la derrota republicana se exilia en Panamá, y finalmente en Cuba, tras la revolución, donde imparte clases de marxismo en la universidad.

Milguel Usabiaga: Director de Herri / Arquitecto, Escritor

Comunistas y el movimiento obrero donostiarra en los años 30

Comunistas y el movimiento obrero donostiarra en los años 30

Comunistas y el movimiento obrero donostiarra en los años 30

El grupo inicial de Donostia de la Federación Vasco-Navarra del Partido Comunista de España en 1927 estaba formado por 11 comunistas que se abocaron a la organización social y sindical: Juan Astigarrabia, Jesús Miguel, Rafael Marín, Ricardo Urondo, Pastor, Moriones, Félix Cuenca, Jesús Larrañaga y los hermanos Luis, Agustín y Sebastián Zapiraín.

Se convirtieron en cuadros sindicales de los sectores de madera, comercio, alimentación, artes gráficas, metal y construcción. Trabajaban en la Federación Local de Sociedades Obreras (FLSO) de San Sebastián que tenía su sede en el número 7 de la calle del Puerto en la Parte Vieja. En mayo de 1930 participaron en el Primero Mayo que había estado prohibido por la Dictadura de Primo de Rivera. El 5 de mayo tuvo lugar una huelga de peones y de los trabajadores de la empresa de vagones Múgica.

El 15 de mayo se pusieron en huelga los trabajadores del sector de la Madera que chocaron con las fuerzas de policía. El 18 de mayo la FLSO realizó una manifestación para pedir la libertad de los obreros detenidos que salió de la Plaza de Guipúzcoa, recorrió el Bulevar y llegó al gobierno civil en la Calle Oquendo. El 2 de setiembre la policía hirió a un trabajador de pescaderías al reprimir una manifestación de este sector. El herido murió y la FLSO convocó huelga general de 24 horas en protesta por este suceso. En esta agitación se ganó gran simpatía de las masas Jesús Larrañaga Churruca como me relató para mi investigación sobre Jesús, el camarada hoy fallecido Victorio Vicuña, conocido en la resistencia como “Julio Oria”: “Donde iba se hacía querer enseguida. En sus intervenciones improvisaba. Cogía el elemento sobre el cual estaba centrada la gente y sabia conectar con el sentimiento de la gente con una habilidad tremenda”.

Frontón Urumea
El 1 de mayo de 1931 el Partido Comunista realizó un mitin en el Frontón Urumea para incorporarse a la manifestación de la FLSO por el centro de la ciudad. Abrían la marcha 14 taxis con banderas republicanas, la Banda Municipal, la bandera de la FLSO y estandartes de varios gremios profesionales. Los comunistas cerraban el cortejo cantando la Internacional y dando vivas a Rusia. En el gobierno civil entregaron un pliego de 10 puntos correspondiente al programa del partido.

Los comunistas dirigieron la huelga de pescadores de Pasajes de mayo de 1931. Juan Astigarribia era el presidente del sindicato de pescadores. Estos trabajadores sufrían duras condiciones de explotación. Pedían un salario mensual de 300 pesetas, un descanso de tantos días como domingos hubieran pasado faenando en el mar y una jornada laboral de 14 y 15 horas. Los patronos se negaron a aceptar las demandas. El día 27, más de 2.000 manifestantes caminaron de Pasai San Pedro hacia Donostia. En la cabeza una pancarta decía: “Queremos pan para nuestros hijos”. A la cabeza iban los comunistas Juan Astigarribia, Jesús Larrañaga y Luis Zapirain. En el Alto de Miracruz un cordón de soldados del Regimiento de infantería les dejaron pasar. Pero en Ategorrieta una barrera de guardias civiles abrió fuego contra los manifestantes pacíficos. Hubo una decena de muertos y una treintena de heridos. El Comité de Huelga formado por miembros del PCE y de la CNT y de los pescadores de Pasaia y Donostia convocó huelga general.

Fuerzas militares irrumpieron en una taberna de Martutene donde se reunía dicho Comité y detuvo a 11 personas. Jesús Larrañaga y dos camaradas más lograron escaparse lanzándose por un terraplén. El gobernador militar proclamó el estado de guerra en toda Guipúzcoa. El Sindicato de Obreros Vascos ligado al nacionalismo católico y el PSOE se opusieron a la huelga. El dirigente anarquista Manuel Chiapuso me contó: “Fernando Sasiaín que en aquel momento era alcalde de San Sebastián me dijo en Bayona estando un día en el Gobierno vasco que más culpable que Astigarrabia fue Larrañaga porque le insistió a Astigarribia. Según parece Astigarribia tenía reservas para hacer esa marcha sobre San Sebastian y Larrañaga fue quien le empujó”. Esta versión confirma la opinión de dirigente audaz que de Jesús me dio su camarada Sebastián Zapirain: “así como era dinámico para la acción, arrojado, sin ningún temor de nada, en otro ángulo era un hombre que todo lo tomaba con sonrisa”. Era el líder más relevante de la clase obrera de Donostia y su comarca y en medio de los acontecimientos trágicos derivados de la sublevación fascista del 18 de julio de 1936 se convertiría en el líder comunista vasco más carismático y uno de los más heroicos del Partido Comunista de España.

Las elecciones a Cortes constituyentes realizadas el 28 de junio de 1931 en la que la lista del PCE en las que estaba el secretario del Partido José Bullejos, Juan Astigarribia y Jesús Larrañaga recibió 1.301 votos, pero la influencia que el Partido iba adquiriendo en las masas iba en ascenso entre la clase trabajadora y superaba ese número de votos.

En 1932 el PCE realizó en Donostia su Conferencia Sindical a escala de toda España. 350 delegados aprobaron constituir la Confederación General de Trabajo Unitario (CGTU). Los comunistas locales no descuidaron el trabajo de agitación social. Protagonizaron audaces acciones en la ciudad para llamar la atención de la condición de los obreros desempleados y pedir que se atendiesen sus demandas. En Donostia había censados 650 obreros parados y 6.990 en el conjunto de la provincia.
Zapirain me describió el carácter del trabajo que realizaba el Partido: “Nosotros éramos más socio-políticos que político-sociales. Nuestra lucha no era si somos un partido testimonial o un partido de carreras o una alternativa de poder. Lo nuestro era resolver los problemas sociales, la revolución social. A diferencia de otros partidos, el nuestro se asentaba mucho en los sindicatos. Hacíamos mucha vida social reivindicativa y no había comunista, sobre todo en Guipúzcoa, que no tuviese a su vez un cargo sindical”.

José Antonio Egido: Sociólogo

La vida del Che a cuchillo

La vida del Che a cuchillo

La vida del Che a cuchillo.

 ““Uno de los cometidos del comic es el de crear los grandes mitos contemporáneos” Hugo Pratt.

Admitiendo como válida esta sentencia del gran dibujante de comics Hugo Pratt, parece que uno de los personajes que mejor encarnan este potencial de creación del mito, es Che Guevara, el hombre, el guerrillero, el idealista. Uno de los iconos principales del siglo XX. Y entre los varias obras en este formato de novela gráfica, donde convergen el icono real con la fábrica de mitos, sobresale uno, el comic realizado en Argentina, en 1967, a escasos meses de la muerte del Che, por Héctor Oesterheld como guionista, junto a Alberto Breccia y su hijo Enrique Breccia, como dibujantes, con el título “Vida del Che”. Su historia ilustra el miedo del gobierno de la dictadura argentina a la capacidad subversiva de esta obra, de la imagen del Che.

Alberto Breccia se encargó de ilustrar la parte más documentada de la historia, la que abarca desde el nacimiento de Ernesto hasta su partida al Congo. Y Enrique Breccia se ocupó de ilustrar “el libro del Che en Bolivia”. En la primera parte, la narración transcurre en tercera persona, mientras que en la parte que dibujó Enrique, “habla” el Che, en primera persona, ya que está basada en su Diario.
Contar con dos dibujantes distintos para una obra única, pudiera parecer un problema, pero no lo fue en absoluto. Al contrario, como había imaginado Héctor Oesterheld, las partes de cada uno, la de Alberto y la de Enrique, irían intercaladas, y era necesario que el estilo de dibujo fuera absolutamente diferente para ayudar al lector a distinguir -también desde lo gráfico-, las distintas etapas por las que pasaba el personaje. Héctor escribió dos guiones de 35 páginas, cada uno por separado, uno para Alberto y otro para Enrique. Eran guiones muy simples donde sólo figuraban los diálogos, pero sin las habituales “descripciones gráficas” de toda historieta, para dejar a los dibujantes entera libertad de creación.

El estilo usado por Alberto fue más tradicional y descriptivo, mientras el de su hijo Enrique más expresionista, para lo cual aprovechó la xilografía, que se distingue por los contrastes violentos hechos en blanco y negro puros, sin la utilización de grises. Ese “estilo” se prestaba más a la violencia del combate y a la creciente oscuridad de la historia a medida que ésta se acercaba a la muerte.
Enrique Breccia comentaba cómo fue de entregado y militante su trabajo:
“No gané ni un mango por mis 35 páginas, porque para lograr el efecto de grabado en madera dibujaba sobre una cartulina enyesada de tres milímetros de espesor. Casi sin usar el lápiz, ponía la tinta china negra con un pincel grueso y luego raspaba con la punta de un cuchillo. Eran cartulinas inglesas que costaban mucho y lo que me pagaban por página era menos de la mitad de lo que me salía cada hoja”.
Y reflejaba así su trabajo para dibujar las horas finales del Che en Bolivia, cuando es herido, capturado y luego asesinado:

“La única documentación que teníamos era un ejemplar del diario cubano Gramma. Fue muy útil para mi viejo que debía dibujar lugares y personajes reales, pero a mí no me sirvió, porque la cara de Guevara es muy sencilla de dibujar, y todo el resto era selva, fuego y furia.

Fueron tres meses de trabajo continuo, de pura adrenalina y discusiones frecuentes. Hector protestaba porque yo hacía demasiado feos a los campesinos bolivianos (embrutecidos era la palabra que usaba) y yo le respondía que no estaba dibujando un western donde todos son lindos. Pero además le dije que lo hacía deliberadamente después de enterarme de que en 10 meses de campaña no se había sumado ni un solo campesino a su columna. “¡Estás volviéndote loco! ¿quién te creés que sos, el reclutador de Guevara?”, contestaba Hector enfurecido. Por supuesto tenía razón. Sin darme cuenta me estaba dejando “ganar” más y más por el personaje a medida que avanzaba el trabajo. No sólo porque tenía 21 años y aquellos eran tiempos de mucha ebullición política, sino porque ideológicamente hablando, me definía como peronista, pero hacía poco que había dejado Tacuara y en el momento de hacer el Che estaba en la Federación Gráfica Bonaerense, el “luche y vuelve” y todo eso: yo era un “guiso” político con patas.

Lo que Hector más admiraba en Guevara era su compromiso y coherencia políticas, y por la pasión que ponía al escribir el guión eso era evidente. Me decía: “quiero que haya poesía en los combates”, y sin duda logró lo que se proponía. Además admiraba al Che como escritor. Afirmaba convencido que el “diario del Che en Bolivia” era una obra maestra.
Ya pasaron 50 años, y sin embargo recuerdo con toda nitidez cada día de trabajo y cada charla, porque a medida que avanzaba me comprometía más con el personaje, las imágenes -sin proponérmelo porque el apuro no dejaba tiempo para reflexiones intelectuales…–, se hacían más y más extremas en términos gráficos, y hoy me parece que no fue casual que usara un cuchillo para dibujarlas.

Por otro lado, la mayor preocupación del editor Carlos Pérez era que la diferencia de estilos hiciera incomprensible la historia, pero nosotros tres terminamos convenciéndolo de lo contrario y luego el éxito de ventas nos dio la razón. Jorge Álvarez, el otro socio editor, le dijo a Héctor que, dadas las circunstancias políticas del país, le parecía más prudente para él que su nombre no apareciera, pero Hector se negó rotundamente. No recuerdo cual fue la posición de mi padre, pero a mí me gustó la postura de Héctor, y dejándome llevar por la desmesura -que mi juventud explica pero no disculpa-, le pedí a Álvarez firmar una por una mis 35 páginas porque estaba orgullosísimo de mi laburo, pero él se negó diciéndome con sensatez que bastaba con nuestros nombres en la tapa. En realidad lo que pasaba era que yo no lo consideraba un simple “trabajo”, tanto es así que luego de eso ninguna otra historieta logró que me sintiera tan profunda y totalmente involucrado en todo sentido, y no hubo otro trabajo que dejara en mí una huella indeleble, que no se atenuó ni un poco en medio siglo.

Apenas la edición apareció en los quioscos, el diario La Nación publicó un editorial titulado “Confusión”, donde advertía sobre los peligros de la captación ideológica. Es curioso que un diario conservador viera con claridad lo que los editores de historietas no veían: el potencial de penetración masiva del género como vehículo de difusión de ideas. La Nación en su editorial advertía directamente sobre “el peligro” de la existencia de una historieta sobre un personaje revolucionario como el Che. Vida del Che salió a la venta en enero de 1968, y apenas unos meses más tarde el ejército allanó la editorial, secuestró todos los originales y nunca supimos qué fue de ellos. Al aparecer los destruyó. Aunque un tiempo después, un alto directivo de la Editorial Atlántida que era amigo de Guillermo Borda, ministro del interior del dictador militar Onganía, me aseguró que ese funcionario tenía enmarcada en su casa una página mía de dos cuadros, en la que el Che le ordena a su verdugo que dispare. ”Sin embargo, a pesar de la destrucción de los militares, el comic pudo resucitar. Enrique Breccia salvó y conservó los originales propios, los del trabajo de los autores. Con la vuelta de la democracia y a 20 años de su lanzamiento, la historieta tuvo una reedición de lujo. Hubo también otras reediciones, y una de las más conocidas fue lanzada en 2008 con el nombre de “Che, vida de Ernesto Che Guevara”.

Héctor fue uno de los miles de desaparecidos por la dictadura argentina; seguramente su labor de guionista del comic sobre el Che, tuvo su importancia, aunque parece que la principal razón de su asesinato fue su militancia en Montoneros.

Hector Oesterheld había pasado a la clandestinidad a finales de 1976, desde donde finalizó el guion de El Eternauta II. El 27 de abril de 1977 fue secuestrado por las fuerzas armadas en La Plata. Ya habían sido secuestradas y asesinadas sus cuatro hijas: Diana de 24 años, Beatriz de 19, Estela de 25 y Marina de 18. Dos de ellas, Marina y Estela, estaban embarazadas. Se convirtió en uno de los miles de desaparecidos durante la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional. También desaparecieron tres de sus yernos. Suele asegurarse que su desaparición se debió al malestar que producía a los militares la crítica social presente en toda su obra, su biografía del Che Guevara, al alto compromiso político de la última parte de El Eternauta, a su militancia en Montoneros o a una combinación de todos estos motivos, pero las causas reales se desconocen, ya que la dictadura militar no celebraba juicios ni guardaba registros de tales operaciones. De su paso por centros clandestinos de detención como el llamado «El Vesubio» entre noviembre de 1977 y enero de 1978 han quedado testimonios:

“Su estado era terrible. Permanecimos juntos mucho tiempo. […] Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de Héctor se refiere a la Nochebuena del 77. Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y para fumar un cigarrillo. Y nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces Héctor dijo que por ser el más viejo de todos los presos, quería saludar uno por uno a todos los presos que estábamos allí. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos. Héctor Oesterheld tenía sesenta años cuando sucedieron estos hechos. Su estado físico era muy, muy penoso”.
Eduardo Arias.

También estuvo detenido en los centros clandestino llamado “El Sheraton”. No se conocen a ciencia cierta las circunstancias ni la fecha precisa de la muerte de Oesterheld, aunque se supone que tuvo lugar en 1978.

 

Un Che Guevara vasco.

Un Che Guevara vasco.

Un Che Guevara vasco.

Adiós, Marcelo, Adiós 29/07/2015.

Dos fuentes. Dos personas me han transmitido el mismo mensaje: Un ‘Che Guevara’ vasco; uno de esos nombres que volaría más allá de los seres humanos de carne y hueso, especial, grande, inconmensurable; ¿Nos encontramos ante uno de aquellos poquísimos que crea la Historia? La grandeza humana de Marcelo transporta mucho más allá su imagen, más allá de la vida; hasta la inmortalidad.

No en vano, nuestro combatiente ha dejado en muchísima gente el mismo sentimiento: admiración. En la vida hay muy poca gente que realmente le marcan a uno, pero cuando dicha grandeza se siente en más de un ser humano, cuando se expande a otros, esta persona cobra otro estado, otro nivel; se incrementa, se eleva.

Y no es para menos, ya que nuestro luchador de 98 años reunió a decenas de personas en su homenaje, organizado sin casi tiempo, el pasado sábado. Aunque, a decir verdad, faltaron muchos y muchos de sus amigos: Agapito Domínguez, Bernardo Usabiaga, la monja Sor Carmer, Juanito Cámara, Quesada… Todos lo hubieran hecho mejor que nosotros en dicho evento, seguro, porque fueron sus compañeros de lucha; sus amigos del alma, sus familiares, los hombres y mujeres que padecieron sus mismos sufrimientos. Sus compañeros de trinchera.

Pero, desafortunadamente, debido a lo insaciable del tiempo, nos tocó a otros hablar; con mucho gusto y honor, además. En esos instantes de emoción expliqué todo lo que me ha aportado Marcelo en estos últimos ocho años; hablé de las presentación, las ponencias, los artículos, las entrevistas, de la lucha por la memoria… Ignacio González, que representaba al pueblo de Arroa, pronunció unas preciosas palabras también; supo del fallecimiento una hora antes y rápidamente se presentó en el homenaje. A nuestro lado, Jon Hernández, secretario del Partido Comunista de Euskadi, conduciendo el acto; y la música, a cargo del gran Julio Biurrun. He aquí la maravillosa crónica de Mugalari: http://mugalari.info/…/memoria-homenaje-al-comunista-marce…/ . Y la noticia publicada en el periódico: http://www.noticiasdegipuzkoa.com/…/uno-de-los-ultimos-adio…

Veo las fotos del homenaje y me siento orgulloso; fueron momentos duros, llenos de emoción; instantes en los cuales las palabras salen sin fuerza, pero, con orgullo, llenos de gratitud. Estoy contento por haber podido participar en el adiós a este gran hombre; de haber podido darle las gracias por todo.

Lo he conocido en sus últimos años de lucha, pero, de alguna manera me he sentido, Marcelo me ha hecho sentir su incondicional ‘escudero’, ‘ayudante’ de todos aquellos que quedaron en el camino; en mitad de esta sociedad sumida en el olvido, me ha hecho sentir el último ‘amigo’ de su memoria, la última joven ‘isla’. El Che Guevara liberó una isla de la dictadura; Marcelo ha liberado una isla del olvido.

Un ‘Che Guevara’ vasco. Muchísimas gracias de corazón. Te quiero.

Aitor Azurki: Periodista y Publicista