¿Cuánto vale el trabajo doméstico?

¿Cuánto vale el trabajo doméstico?

¿Cuánto vale el trabajo doméstico?

“David Fuente. Militante del PCE-EPK y miembro del Seminario de El Capital de la UPV-EHU de Sarriko, Bizkaia.”

Marx vs Federici.

El trabajo doméstico es aquel trabajo vinculado de un modo u otro al hogar, y que las familias y los individuos hacen directamente para satisfacer sus necesidades. Incluye todo lo que la clase obrera necesita hacer para reproducir su fuerza de trabajo: desde ducharse y desplazarse al centro de trabajo, hasta las compras, la crianza o la colada. Muchas de estas tareas recaen predominantemente en las mujeres y determinan la relación de la mujer obrera con el empleo (madres a media jornada, etc.).
El trabajo doméstico realizado para sí lo diferenciamos del empleo en el hogar ajeno o en empresas del sector de los cuidados y la limpieza. Aunque varias tareas concretas desempeñadas en uno y otro contextos sean las mismas, se trata de diferentes relaciones de producción. En el primer caso hay relaciones familiares, en el segundo mercantiles y en el tercero capitalistas.
Todas las tareas del trabajo doméstico son útiles, necesarias, indispensables para la vida de la clase obrera, y por tanto para la reproducción del capital. Sin embargo, este trabajo no produce valor. La incomprensión de este punto es uno de los problemas esenciales del libro de Silvia Federici titulado El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo (2018). Conviene aclarar la cuestión.
El valor es el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía. La mercancía es el producto de trabajo humano destinado al intercambio. Es decir, no cualquier producto del trabajo humano; “solo los productos de trabajos privados autónomos, recíprocamente independientes, se enfrentan entre sí como mercancías”, dice Marx (p. 52, El Capital, libro I, Editorial Siglo XXI, 1975). Se trata de trabajos independientes que no han sido coordinados en la producción, sino que solo pueden comprobar que realmente cumplen un lugar en la división social del trabajo al lograr vender sus productos. El valor es, por tanto, la forma que toma el trabajo necesario para producir los bienes dirigidos al intercambio; bienes que, siendo producidos por trabajos autónomos, se relacionan en el mercado. Allí, estas mercancías se intercambian en proporciones determinadas por su valor.
Para entender con precisión qué es el valor, tenemos los puntos 1 y 2 del primer capítulo de El Capital. Entre otras cosas, ahí dice Marx (y Engels):
Una cosa puede ser valor de uso y no ser valor. Es éste el caso cuando su utilidad para el hombre no ha sido mediada por el trabajo. Ocurre ello con el aire, la tierra virgen, las praderas y bosques naturales, etc. Una cosa puede ser útil, y además producto del trabajo humano, y no ser mercancía. Quien, con su producto, satisface su propia necesidad, indudablemente crea un valor de uso, pero no una mercancía. Para producir una mercancía, no sólo debe producir valor de uso, sino valores de uso para otros, valores de uso sociales. {F. E. — Y no sólo, en rigor, para otros. El campesino medieval producía para el señor feudal el trigo del tributo, y para el cura el del diezmo. Pero ni el trigo del tributo ni el del diezmo se convertían en mercancías por el hecho de ser producidos para otros. Para transformarse en mercancía, el producto ha de transferirse a través del intercambio a quien se sirve de él como valor de uso.} (pp.50-51).
Como se ve, el valor no es una categoría moral. No determina el grado de utilidad de un bien (eso tiene que ver con su valor de uso) ni define lo importante que es para una sociedad. El valor es, simplemente, el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía (la cual, eso sí, debe ser útil, al menos para el sector que va a comprarla). Los diamantes tienen un enorme valor. El agua menos. No depende de su utilidad ni de una valoración moral. Depende de la cantidad de trabajo que demanda su producción para el intercambio. La categoría valor, como todas las categorías de la economía política marxista, nombra una relación económica efectiva.
La familia campesina autónoma o la comunidad primitiva organizan su trabajo para satisfacer sus necesidades. Sus productos del trabajo no son mercancías. No intercambian, no se compra-venden lo que producen, sino que lo crean, distribuyen y consumen según planteamientos familiares o comunitarios. Ocurre lo mismo con la mujer que lava la ropa y cocina para sí o su familia, o el hombre que hace bricolaje en su casa: tampoco producen mercancías ni valor. Esos son trabajos útiles para la familia. Con ellos, la familia satisface directamente algunas de sus necesidades. La forma en que la familia reparte ese trabajo puede oprimir y explotar, pero esto no lo vuelve productor de valor.
En términos de valor, una mujer que es exclusivamente ama de casa consume valor al consumir las mercancías que necesita (las que comparte con su familia y las de su uso individual). Sin embargo, su trabajo no es productor de mercancías y, por tanto, no produce valor. El valor que consume una ama de casa de una familia obrera lo produce su marido obrero en su puesto de trabajo y forma parte del salario (si se trata de una mujer obrera que trabaja fuera de casa las mismas horas que su marido, pero el trabajo doméstico recae en mayor medida sobre ella, este hecho es inadmisible, y cada vez lo dice más alto y claro ella misma; si la mujer es una obrera que trabaja a media jornada, se encuentra en una situación intermedia; si es la mujer de un capitalista, la clase obrera produce el valor apropiado por su marido). Como sabemos, la relación salarial implica que ese obrero también ha producido plusvalor en su puesto de trabajo. Es decir, todo salario implica trabajo no pagado. De modo que: 1) concebirlo como “trabajo remunerado” oculta lo esencial del salario: el trabajo no pagado del obrero y 2) la ama de casa obtiene sus medios de vida del salario producido por su marido.
En términos de valor de uso, el trabajo que realiza una ama de casa de una familia obrera es indispensable para muchísimos aspectos de la reproducción de la fuerza de trabajo y, por tanto, para la reproducción del capital. Realiza un sinfín de tareas necesarias sin las cuales no puede existir este modo de producción.
A pesar de su utilidad y su carácter esencial, el valor de la fuerza de trabajo no lo determina el trabajo doméstico necesario. Dice Marx: “El valor de la fuerza de trabajo está determinado por el valor de los medios de subsistencia que habitualmente necesita el obrero medio” (p.629, El Capital, Libro I). Marx ya aclara que no se trata de las necesidades del obrero individual, sino de la familia obrera (p. 481, El Capital, Libro I).
El tiempo que un obrero emplea en vestirse y llegar a su centro de trabajo es necesario e ineludible, pero tampoco entra en el valor de la fuerza de trabajo. A este respecto solo entran los gastos en ropa y transporte (los socialmente necesarios en una época dada), pero no el tiempo que el obrero está transportándose. Dormir, función indispensable para la reproducción de la fuerza de trabajo, tampoco genera valor…
¿Por qué una serie de trabajos necesarios, los cuales garantizan que el obrero esté diariamente en su puesto de trabajo, no son los que producen el valor de la mercancía fuerza de trabajo? Si la mercancía fuerza de trabajo tiene valor, y además estos trabajos contribuyen a reproducirla, ¿por qué solo las mercancías necesarias para el obrero y su familia son las que determinan ese valor, y no tareas tales como cocinar los alimentos comprados? La clase obrera vende su fuerza de trabajo, no para retribuirse su actividad privada en la cocina, sino para poder comprar comida. Esa es la relación económica efectiva. La clase obrera vende una mercancía, la fuerza de trabajo, para acceder a otras mercancías; mercancías que necesita y que solo puede obtener a través de la compra. Y para la compra precisa dinero; y para obtener dinero, precisa una venta. Y vende su única mercancía: la fuerza de trabajo. Las tareas privadas que desempeña con lo que compra no implican relaciones mercantiles y no producen valor. El valor de la fuerza de trabajo no viene determinado por lo que hace con su trabajo doméstico, sino por las mercancías que necesita; es decir, por el valor que precisa para su reproducción. Si la fuerza de trabajo pudiese vivir sin venderse, con su propio trabajo independiente, no sería una mercancía y no cabría hablar de valor.
Esta es la relación económica real. Viene provocada por la situación que obliga a la clase obrera a vender de su fuerza de trabajo: la carencia de medios de producción y de subsistencia.
Esta relación entre trabajo asalariado y trabajo doméstico (estructura) no viene provocada porque se infravalore (superestructura) el indispensable trabajo doméstico. Ahora bien, en esta relación económica efectiva, cuando en el proceso histórico la mujer ha continuado arrinconada en el trabajo doméstico y ha dependido económicamente de su marido, se ha mantenido la base material para que el trabajo que ella realiza tenga menor relevancia social, y con ello su propia persona. Esto ha constituido históricamente la base material que ha dificultado la organización política de las mujeres obreras, y también la que ha mantenido una desigualdad jurídica entre hombre y mujeres, y una violencia hacia ellas totalmente impune.
Pero la historia no se detiene. Cada vez se han incorporado más y más mujeres al mercado laboral y a la producción social. Este fenómeno lleva tiempo en curso y no ha culminado. En España nunca ha habido tantas mujeres asalariadas como a inicios de 2020. Desde hace décadas las amas de casa siguen descendiendo en número y aumentado en edad, en comparación con las mujeres asalariadas. Con ello, la crianza y los cuidados se convierten cada vez más en un problema de primer orden, porque el trabajo doméstico lastra a un sujeto que se encuentra avanzado en el trabajo social, la mujer obrera, la cual, mientras transforma una parte de sus condiciones de vida, no puede sostener al mismo tiempo las condiciones pasadas: empuja imparablemente, generación tras generación, hacia el reparto equitativo. En este largo proceso en curso, se ha ido sacudiendo la superestructura de los roles envejecidos y ha ido conquistando avances jurídicos. Al mismo tiempo, como obrera por trabajo propio, se enfrenta directamente al capital. Sostenerse con un salario es imposible, la emancipación se retrasa, la maternidad y la paternidad también. Va creciendo la organización política y sindical de las mujeres obreras. En seguida se comprueba que son necesarios salarios más altos, menor jornada laboral y servicios públicos que aseguren cuidados y crianza. Por el camino necesariamente se aclarará que la conciliación solo puede ser parte de la emancipación general; que la vida pende del capital, y que es soltada al vacío con cada crisis recurrente. Se van apretando objetiva y subjetivamente las filas de la clase obrera: hay que superar el modo de producción capitalista. En el proceso deberá también evidenciarse que la herramienta teórica para la emancipación de este sujeto, tanto en su carácter de obrera como en las especificidades propias de ser mujer, es el marxismo-leninismo. El horizonte práctico de emancipación: la construcción del socialismo.
Las posturas de Federici son una manifestación más de las desorientaciones teóricas y prácticas que se desarrollan fuertemente desde finales de los años setenta. El conjunto de análisis que realiza en el libro mencionado, fuera aparte de algunos señalamientos puntuales de interés, tiene errores de principio. Sin alargarnos, es preciso identificarlos en su generalidad. Su libro se presenta como una corrección feminista al marxismo cuando, en realidad, rompe la coherencia interna del mismo.
Federici desarrolla una lectura distorsionada del El Capital y de varios de sus puntos centrales. Con ello, dificulta su aprovechamiento a quienes podrían apoyarse en él para hacer importantes análisis. Es necesario aclarar que El Capital no expone el conjunto de la sociedad burguesa ni todas las formas de trabajo que se dan en ella, sino las leyes del modo de producción capitalista. Por ello, en varios momentos Marx hace abstracción explícita de aspectos que no es posible tratar en una obra que está cuidadosamente ordenada de lo abstracto a lo concreto; aspectos que solo pueden encontrar su lugar de exposición más adelante. Cada vez que Federici habla de “la ceguera de Marx” (p. 59) lo que en el fondo hace es obviar su método dialéctico y las necesidades objetivas de su investigación. Por eso, cuando varias citas de El Capital evidencian que Marx sí consideraba el trabajo doméstico, Federici las ve como “pequeñas notas”, como otro rasgo de “cierta presencia de una conciencia feminista” reducida a “comentarios ocasionales” (p.14). Si Federici ve “ceguera”, notas feministas y paradojas es porque no está considerando el objeto de estudio de El Capital. Si el objeto de estudio es tenido en cuenta, entonces vemos que, cuando Marx avanza sobre él, nos muestra cómo engarza con otros muchos aspectos, ofreciéndonos la base para desarrollar un análisis coherente.

Para sostener esta “ceguera” y la necesidad de una corrección feminista del marxismo, Federici omite cuestiones clave de Marx, Engels y otros marxistas. Tras hablar de la “incapacidad [de Marx] para ver más allá de la fábrica” (p. 16), Federici expone su propuesta de conclusión superadora: “pensar la sociedad y la organización del trabajo como formado por dos cadenas de montaje: una que produce mercancías y otra […] que produce trabajadores” (p. 18). Federici afirma esto y mantiene un ruidoso silencio sobre Engels (y sobre Bebel, Zetkin, etc.). Engels, en el prefacio de 1884 de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, inicia diciendo que existen dos especies de producción: la de los medios de vida y la del ser humano mismo. Y no se reduce a afirmar lo que Federici descubre en 1970 para el modo de producción capitalista, sino que Engels (apoyándose además en notas de Marx) expone la relación entre estas dos especies de producción a lo largo de la historia. La distinción entre esas dos especies está desde el inicio del marxismo, en La ideología alemana, texto de 1845-1846.
Esto son solo dos pequeñas muestras de que no hay aporte esencial en el texto de Federici y sí profunda confusión. Pero los problemas aumentan porque Federici no ejerce una perspectiva dialéctica (no analiza los aspectos contradictorios de los procesos, sino que los enfoca unilateralmente), lo cual le lleva a tergiversar el análisis de Marx. Llama especialmente la atención cómo transforma las conclusiones marxistas sobre el desarrollo de las fuerzas productivas. Según Federici (p. 97) “Marx creía que […] una vez que la industria moderna [capitalista] hubiera reducido al mínimo el trabajo socialmente necesario, daría comienzo una era en la que por fin seríamos dueños de nuestra existencia”. Y concluye: “Nunca explicó cómo se produciría esta ruptura.” En realidad, Marx dijo muy claramente que la ruptura se produciría mediante la organización del proletariado en partido, la toma del poder, la socialización de los medios de producción y la construcción del socialismo. Pero este aspecto político de la teoría de Marx, hay que subrayarlo, no le interesa a Federici, pues no se vincula a la práctica política comunista; única práctica integralmente coherente con el marxismo.
Todo lo anterior, acompañado por el idealismo de Federici (no basa sus propuestas políticas en las condiciones objetivas de los explotados), le conduce a propuestas reformistas inoperantes, no desarrolladas a partir del proceso social real en curso, el cual no es captado por su análisis. El llamado “salario doméstico” fue una de sus quimeras reformistas en los años setenta, el cual no podía tener más resultado que recluir a la mujer en el hogar, y además en el momento preciso en que esta situación mostraba su tendencia a decrecer. Es decir, el modo de producción capitalista era más revolucionario que la teoría de Federici.

En resumen, partiendo de la teoría de Federici no hay posibilidad de comprender el marxismo ni la realidad, ni hay opciones para una práctica revolucionaria. Sí las hay mediante el estudio del marxismo-leninismo y su aplicación concreta: mediante la organización de la clase obrera para la toma del poder y la socialización de los medios de producción; mediante la toma del control sobre nuestro trabajo y los productos de nuestro trabajo, incluida la reorganización de los cuidados. En otro artículo podremos ver que, para esto último, Zetkin nos ayuda más que Federici, y que incluso para luchar por reformas en un momento dado es necesaria una perspectiva revolucionaria integral.
Quien desee revisar el primer libro de El Capital en busca de este tema, precisa leer: los puntos 1 y 2 del primer capítulo, el punto 3 del capítulo IV, los puntos 3.a. y 9 del capítulo XIII, y los capítulos XVII y XXI. Hay que señalar que todo El Capital es una obra indispensable, y que no es fácil leerla a saltos. Pero no es imposible. Sirva esta cita como aliciente:

Como no es posible suprimir totalmente ciertas funciones de la familia, como por ejemplo las de cuidar a los niños, darles de mamar, etc., las madres de familia confiscadas por el capital tienen que contratar a quien las remplacen en mayor o menor medida. Es necesario sustituir por mercancías terminadas los trabajos que exige el consumo familiar, como coser, remendar, etc. El gasto menor de trabajo doméstico se ve acompañado por un mayor gasto de dinero. Crecen, por consiguiente, los costos de producción de la familia obrera y contrapesan el mayor ingreso. A esto se suma, que se vuelven imposibles la economía y el uso adecuado en el consumo y la preparación de los medios de subsistencia. Acerca de estos hechos, encubiertos por la economía política oficial, se encuentra un abundante material en los Reports de los inspectores fabriles… (p. 482).

La carta de Marx a Kugelmann del 11 de julio de 1868, accesible en Internet, también será útil para comprender de manera más precisa la cuestión del valor.

La superación del modo de producción capitalista y la construcción de una sociedad sin explotación ni opresiones pasa por la recuperación, estudio y desarrollo del marxismo-leninismo como guía total para la acción.

Uxue A. Educadora social en una residencia.

Uxue A. Educadora social en una residencia.

Uxue A. Educadora social en una residencia.

“Reproducción de la entrevista realizada por la revista de la Juventud Comunista “Agitación” a Uxue A, educadora social en una residencia de Iruña.”

La asistencia y cuidado a los mayores es un sector conocido por su alta privatización y consecuente precarización. En Nafarroa esta situación no es diferente, ya que casi la mitad de las plazas residenciales que se ofertan (un 46’7% en 2018) se encuentran gestionadas por empresas privadas. Un sector del ámbito de los cuidados, tradicionalmente asociado a la esfera del hogar y totalmente feminizado e invisibilizado, que no por casualidad sufre de condiciones laborales que distan mucho de ser dignas.
Hablamos con Uxue, educadora social que trabaja en una residencia privada para la asistencia a personas mayores desde hace unos meses, como cuidadora gerontológica.

Si hay algo que caracteriza a las crisis sanitarias es la histeria y la desinformación. ¿Cómo se ha estado gestionando esto desde las instituciones de la Comunidad Foral a la hora de dar directrices y de establecer protocolos que protejan tanto a pacientes como al personal de las residencias?

Los problemas a la hora de la comunicación y el establecimiento de directrices es la desconexión de las instituciones sanitarias con las trabajadoras de las residencias, ya que la mayoría son privadas y que si por algo se caracterizan son por sus pésimas condiciones laborales (aprovechándose de un trabajo no profesionalizado, invisibilizado y feminizado), la supeditación del cuidado a el interés económico y en este momento, en dónde centran las prioridades estos centros a la hora de aplicar las medidas preventivas. En definitiva, es la externalización de los servicios de cuidados una de las principales problemáticas, si no la más importante, que existe en este sentido.
La máxima de los centros ha sido mantener el número de usuarios intacto, la reducción de ciertos servicios externos de la residencia debido a las normas de acceso y salida, y que responden en primera instancia a garantizar los beneficios por encima de cualquier otro aspecto. En este sentido hemos sido las propias trabajadoras las que hemos tenido que aterrizar los protocolos generales de prevención (tanto de usuarios, como de trabajadoras), ya que la residencia no contaba ni siquiera con protocolos mínimos de seguridad en materia de prevención de riesgos y la planificación de la gestión de la crisis que había realizado era cuanto menos, insuficiente.
Esto ha implicado grandes problemáticas, por una parte, la sobrecarga de trabajo al tener que establecer los protocolos de prevención de contagio, que no es labor de la plantilla sino de la empresa. Y por otra, porque las trabajadoras no tenemos la formación suficiente en Prevención de Riesgos Laborales y una deficiente o mala aplicación de ciertas medidas podría haber supuesto un problema de salud pública, de la que por supuesto, nos habríamos responsabilizado nosotras ya que la empresa no ha querido garantizar las condiciones de seguridad necesarias.

¿Cómo consideras que es la situación respecto a las condiciones de seguridad?

Una de las mayores problemáticas es que la plantilla de cuidadoras gerontológicas está exclusivamente formada por mujeres. Debido a la precarización e invisibilización del sector, no gozamos de condiciones de seguridad, pero en general tampoco de unas condiciones laborales dignas.
Más allá de las problemáticas derivadas de la aplicación de protocolos de seguridad y Equipos de Protección Individual se sigue observando en la gestión del centro una cierta pasividad a la hora de reflexionar sobre la seguridad del centro ante un problema de salud pública. Se nos han garantizado los EPI adecuados, pero a base, primero de planificarlos nosotras y segundo, presionando continuamente a la empresa para que hiciese una planificación en torno al abastecimiento.
Hemos tenido turnos en los que a mitad de jornada nos hemos quedado sin material suficiente para continuar desarrollando nuestro trabajo, y muchas veces nos hemos tenido que exponer al contagio, ya que no podíamos dejar, por ejemplo, a usuarios sin satisfacer necesidades básicas como la higiene. Este tipo de situaciones nos lleva directamente a la necesidad de poner en el espacio público la centralidad de la vida como un asunto prioritario. La calidad de vida de nuestras mayores por una parte, y la nuestra como trabajadoras tienen que ser el centro de la acción del servicio de una residencia.

Hablando de derechos laborales, ¿Cómo ha repercutido la situación del COVID-19 en la carga de trabajo del personal sanitario? ¿Cómo lo está gestionando la empresa para la que trabajas?

Cuando se inició el estado de alarma y la residencia decidió cerrar al exterior las instalaciones, la empresa también dio de baja a las compañeras de la plantilla que formaban parte de la población de riesgo, lo que supuso disminuir la plantilla de cuidadoras gerontológicas casi a la mitad. A priori esto fue una decisión compartida, ya que garantizaba la seguridad de aquellas trabajadoras sensibles y desde las instituciones se flexibilizó la contratación para el sector sociosanitario.
Sin embargo, dicha flexibilización se priorizó exclusivamente durante las primeras semanas a la sanidad pública, lo que provocó que la plantilla que quedamos tras las bajas tuviera que asumir ese trabajo. Las trabajadoras sociosanitarias, una vez más, somos las grandes olvidadas. Esto se tradujo en la imposición de horas extra de fuerza mayor y distribución irregular de las jornadas laborales, llegando a tener, por ejemplo, jornadas de 12 horas repartidas en horarios de mañana, tarde y noche (entrar de 06:00 a 14:00 y 16:00 a 20:00 y múltiples variantes).

A esta sobrecarga de trabajo se sumaba al aumento de ratios por cuidadora y una disminución absoluta de la calidad de atención al cuidado de las personas mayores que se encuentran en la residencia. La salud laboral de las plantillas se ha visto enormemente afectada, tanto física como psicológicamente.
Las excesivas jornadas y su irregularidad no solo han provocado problemas de fatiga y agotamiento, así como problemas articulares debido al tipo de trabajo que se realiza, sino que el uso de las propias EPI de forma tan continuada también ha provocado problemas de salud. La coyuntura de crisis sanitaria, los contagios dentro de la residencia y el miedo que ha provocado dicha situación, la formación insuficiente ante un riesgo biológico de estas características, la falta de atención psicológica, la incompatibilidad de conciliación fuera de la jornada laboral, lidiar con situaciones altamente traumáticas (muertes de usuarios, la repercusión de la crisis en la salud mental de los usuarios y el efecto sobre nuestro trabajo, etc.)… se ha traducido en la aparición de problemas psicológicos como altas tasas de ansiedad, e incluso depresión, dentro de la plantilla.
La gestión del centro no ha existido, se ampara continuamente en el estado de alarma para justificar que la salud de la plantilla mejorará cuando se recupere la normalidad, en vez de poner a nuestra disposición, por ejemplo, un servicio de atención psicológica. Pero con esta justificación se ahorra la necesidad de aplicar medidas y dedicar recursos económicos a que se garantice la salud de la plantilla.

¿Qué experiencias de organización entre las trabajadoras se han dado en tu centro de trabajo? ¿Crees que se dan las condiciones para que se pueda organizar a la plantilla en vuestro centro?

La primera semana de estado de alarma unas cuantas trabajadoras nos juntamos al finalizar un turno para hablar sobre cómo estaba la situación en la residencia, aunque no teníamos como objetivo conformarla como un espacio de organización. Todas estábamos preocupadas por la responsabilidad que recaía en nuestros hombros, y la incertidumbre con la que trabajábamos. Decidimos que, si la empresa no iba a garantizar nuestra seguridad, debíamos hacerlo nosotras. Y ahí empezó todo y a pesar de la situación de miedo e incertidumbre en las que nos vemos inmersas a día de hoy, hemos decidido que la organización debe tener carácter permanente.

La garantía de que la asamblea continúe después del cese del estado de alarma pasa necesariamente por los cuidados, uno de los objetivos principales de las asambleas, después de cohesionarnos para hacer frente a las negligencias de nuestro centro. El aliento que suponía la unidad de la plantilla fue la que permitió, en mayor medida, que pudiéramos analizar que la situación que estábamos viviendo nada tenía que ver con la crisis sanitaria sino con nuestra posición como mujeres y sobre todo como clase trabajadora. Y es que, en realidad, nuestro sector siempre ha tenido unas condiciones laborales pésimas.

La organización no ha cesado en ningún momento, manteniendo reuniones periódicas y realizando interlocuciones con la empresa para llegar a acuerdos, sobre todo en materia preventiva y de salud, ya que son las cuestiones más prioritarias actualmente. A pesar de la sobrecarga de trabajo que supone la organización y la situación que estamos viviendo, los cuidados y el apoyo entre la plantilla son el oxígeno necesario para no cesar en nuestra propia escalada de organización, que tenemos muy claro que seguirá creciendo poco a poco.

La Protesta de los lunes

La Protesta de los lunes

La Protesta de los lunes

El escenario electoral, la derrota de Trump, el asalto al Capitolio, la esperanza en Biden, ha situado a los EEUU en el foco de la actualidad. Vladimir Merino nos recuerda la otra historia de ese país lleno de contradicciones. Una historia de racismo que está aún presente cada día en sus calles.

Recordará el lector que en el número 11 de ERRI, escribía sobre trece hermosas flores; rosas para más seña. Flores que sin ser de invernadero, superaron con creces la muralla del tiempo, el cerco del olvido. Y así debe ser.

En este número, sin duda porque lo merece, una nueva flor, también, y qué coincidencia, rosa al igual que las anteriores, ocupa mi atención. Un 1 de diciembre marcaría el origen de un cambio histórico allí donde Rosa (ahora con mayúscula) vivía, o mejor, sobrevivía.
Pero no adelantemos acontecimientos, situemos primero el contexto y hagámoslo en primera persona:
—Me llamo Rosa Louise McMCauley Parks, para los amigos dejémoslo en Rosa Parks —más corto, más sencillo—. Mi lugar de nacimiento, Alabama, EE.UU., un 4 de febrero de 1913, y claro, no será difícil imaginar que mi fallecimiento también tiene fecha establecida. Con el corazón ya cansado, me retiré de este mundo nada menos que con noventa y dos años, un 24 de octubre de este nuevo siglo, en el año 2005, en la ciudad de Detroit. Como veis, no hace tanto.

Yo trabajaba de costurera en unos grandes almacenes de Montgomery. Para salvar la distancia con mi domicilio de varios kilómetros, el autobús de línea era mi medio de desplazamiento, también el de muchos y muchas trabajadoras como yo. Todos los días, para ir y para regresar, todos los días el autobús amarillo. Éste, no era un medio de transporte cualquiera, no al menos en cuanto a las reglas de uso marcadas por la compañía. Por una razón que enseguida referiré, por la puerta delantera, junto al chofer, ascendía, abonaba mi billete y, de inmediato, estaba obligada a descender e incorporarme al autobús por la puerta trasera. Además, esta operación era de necesidad realizarla con premura, de lo contrario —y en alguna ocasión me ocurrió—, por las prisas o porque el conductor era un mal nacido, en el tránsito, el vehículo arrancaba dejándome en tierra. No fui yo por entonces la única víctima de semejante desaforo.

En el interior, los asientos… ¡Ay, los asientos!, que tampoco eran cualquier cosa. Las primeras filas para los blancos, las últimas para el resto, que además éramos aproximadamente el 75% de usuarios (negros, mestizos, amarillos, colorados…). En medio, una amplia fila indeterminada para uso aleatorio, eso claro, siempre que un «blanquito» dispusiera de asiento. En caso contrario, la persona de color —o sea yo—, por ley, estaba obligada a cederlo realizando el trayecto de pie o cuando menos…, a la trasera del autobús amarillo. Esto, en mis desplazamientos diarios, ocurría a menudo. Ocurría hasta que un buen día, un uno de diciembre de 1955 me dije para mí ¡Hasta aquí hemos llegado! Y se armó el lío, el alboroto.

Sucedía que ese día todos los asientos estaban ocupados. En una parada intermedia vi ascender a un joven blanco. Junto a mí, de pie, sujeto a la barra superior y en silencio, se limitaba a mirar por las ventanillas del autobús amarillo. Yo, también mirando hacia el exterior pero con el rabillo del ojo a la espera de acontecimientos, observaba al joven. El muchacho, indiferente a las reglas al uso, probablemente ensimismado en sus quehaceres, nada reivindicaba, nada exigía. Todo silencio, total tranquilidad hasta que…, todos los presentes, a través del espejo retrovisor pudimos observar cómo se retorcía el colmillo del chofer. Tiempo le faltó al muy legalista y autoritario empleado de la Compañía para, en el primer arcén detener el autobús exigiendo de inmediato que cediera mi asiento. Las piernas me temblaban, aún así…
¡Señor, señor! ¿Quién me iba a decir la que se organizó por tan poca cosa? ¿Dónde estaba escrito que mi negativa a ceder el asiento a un joven que ni siquiera lo había reclamado, sería el trampolín hacia una nueva y esperanzadora etapa para ese 75% de usuarios del autobús amarillo? Y sin embargo, así ocurrió. Naturalmente, fui arrestada, juzgada y condenada por transgredir la ordenanza municipal. Pero…, la que se armó.
Yo pertenecía a una asociación en favor de los derechos civiles de los afroamericanos. Mis compañeros comenzaron una protesta por mi arresto.
«En protesta por el arresto y el juicio, estamos pidiendo a todos los negros que no suban a los autobuses el lunes. Puedes faltar a clase un día. Si trabajas, coge un taxi o camina. Pero por favor: que ni los niños ni los mayores cojan ningún autobús los lunes».
La protesta de los lunes duró 381 días y la ley cambió. El Tribunal supremo de EE.UU. declaraba inconstitucional la segregación racial en los autobuses.
¡Señor, señor! Quien me lo iba a decir. No tenía ni idea de lo que mi acción podría provocar. Es quizás la demostración de que, cualquier acción por pequeña que sea en defensa de los Derechos Humanos, siempre suma; siempre ayuda a cambiar las leyes injustas.
En Montgomery, encabezando la protesta de los autobuses públicos, allí estaba un joven de veintiséis años, el apenas conocido Martin Luther King. Trece años después, qué dolor, qué gran desolación me produjo su asesinato. Ya lo he mencionado, yo fallecí en la cama con noventa y dos años; el pobre, con treinta y nueve, lo hizo de varios disparos al pecho. Se había desplazado a Memphis en apoyo de una huelga de basureros de color. Cobraban un dólar y setenta centavos por hora, sólo si las condiciones climatológicas permitían la labor. A los trabajadores blancos no se les aplicaba semejante restricción.

Lo dicho: Cualquier acción en defensa de los Derechos Humanos, por pequeña que sea, siempre suma. Más en mi país y en los tiempos actuales. Tiempos en que desde mi retiro observo con tristeza que no se ha avanzado tanto como sería de esperar. Que sólo las leyes, aunque necesarias, no son suficientes para cambiar la mentalidad de tantos energúmenos. Los desfavorecidos, allí en el lugar donde estemos, debemos seguir defendiendo nuestro derecho a la igualdad. A no ceder a la arrogancia y abuso de los supremacistas de todo y variado tipo.

En homenaje a Rosa Parks, rosa de un color muy especial.

Vladimir Merino Barrera

Apuntes sobre la cuestión de la mujer.

Apuntes sobre la cuestión de la mujer.

Apuntes sobre la cuestión de la mujer.

“No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.”

Lenin, en “Materialismo y empiriocriticismo”, plantea
una cuestión general y muy importante: que las causas motrices del devenir histórico, especialmente de la moderna sociedad burguesa, no vienen dadas a la conciencia de los seres humanos que hacen la historia. Lenin lo explicaba así:

“Todo propietario es consciente de que cambia ciertos productos por otros, pero esos productores, y esos propietarios, no son conscientes de que con ello modifican el ser social. Setenta eminencias como Marx no bastarían para abarcar la suma de esas modificaciones con todas sus ramificaciones en la economía capitalista mundial.

Todo lo más que se ha podido hacer es descubrir las leyes de estas modificaciones y demostrar en lo principal y fundamental la lógica objetiva de estas modificaciones y de su desarrollo histórico; lógica objetiva no en el sentido de que una sociedad de seres conscientes, de seres humanos, haya podido existir y desarrollarse independientemente de la existencia de los seres conscientes […], sino en el sentido de que el ser social es independiente de la conciencia social de los hombres. Del hecho de que uno vive, tiene una actividad económica, procrea y fabrica productos que intercambia se forma una cadena de sucesos objetivamente necesaria, una cadena de desarrollo independiente de su conciencia social, que ésta no abarca jamás en su totalidad. La tarea suprema de la humanidad es abarcar esta lógica objetiva de la evolución económica (de la evolución del ser social) en sus rasgos generales y fundamentales con objeto de adaptar a ella, tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico, su conciencia social y la conciencia de las clases avanzadas de todos los países capitalistas”.

Con Lenin vemos, por tanto, que hay una tarea suprema de investigación, de esclarecimiento, que no tiene como destino un puñado de cabezas, sino la humanidad; lo cual no puede ser sino un largo proceso histórico. Esa tarea consiste en comprender cómo se transforma el ser social; una transformación que la ejercen los seres humanos mucho más allá de su conciencia.

En “La ideología alemana” comprobamos, a través de Marx y Engels, que para entender esto: “No se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. […] No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.”

También en “La ideología alemana” se señala que la forma de organización familiar es uno de los cuatro factores esenciales de la historia del ser humano. Que la familia es parte del proceso de vida y que hay que estudiarla en sus conexiones reales y efectivas en cada época histórica (no según cierta idealización). Que la familia había sido en el origen la única relación social, pero que con el desarrollo de nuevas relaciones en el devenir histórico, pasó a ocupar un lugar secundario. Vimos que la economía doméstica y la propiedad privada guardaban algún tipo de relación.

En “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Engels nos conduce a través de los principales procesos históricos humanos. Todo lo que se resumía en “La ideología alemana” casi 40 años antes, se exponía aquí con más detalle y precisión. De nuevo se nos recordó que “según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia es, a fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata. Pero esta producción y reproducción es de dos clases. De una parte, la producción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie. El orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra. Cuanto menos desarrollado está el trabajo, más restringida es la cantidad de sus productos y, por consiguiente, la riqueza de la sociedad, con tanta mayor fuerza se manifiesta la influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social.”

Con Engels vemos los tipos de organización familiar. La cuestión central es cómo se transformó la vida social y la familia cuando la división sexual del trabajo preexistente entró en relación con la aparición de la propiedad privada: la mujer fue convertida en esclava procreadora de los herederos legítimos del hombre. Dando un salto de decenas de siglos, también vimos lo que supone la industria moderna como productora de valores de uso domésticos y como proceso laboral que absorbe fuerza de trabajo femenina. “La emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado. La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la gran industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública “.

Como ya nos había dicho Lenin, los seres humanos al hacer su historia modifican sus condiciones de vida alcanzando incluso al margen de su propia conciencia, alcanzando consecuencias nunca planeadas. Esas modificaciones siguen produciéndose hoy en día. La historia no se detiene. La vida inmediata se sigue transformando desde que el modo de producción capitalista domina la producción social. En el Manifiesto decían Marx y Engels: “La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen viejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”.

El modo de producción capitalista, con su dinámica, desarrolla la producción social y al propio proletariado. Con ello, afianza las condiciones de su superación. La mujer, con diferencias antagónicas entre la mujer proletaria y la burguesa, ve también alterada su posición en el trabajo privado y en el trabajo social (y en la propiedad privada, en el caso de las clases poseedoras). Esta posición, que aún hoy se modifica generación tras generación, debe ser estudiada meticulosamente. Recordemos que, tal y como decía Marx en el prólogo de la “Contribución a la crítica de la economía política”, la base real de una sociedad (y de sus leyes y sus concepciones ideológicas) es la estructura total de sus relaciones de producción, las cuales vienen determinadas por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Si esas fuerzas productivas y esas relaciones de producción se modifican en alguna parte de la estructura total, no cabe duda de que se producirán cambios sociales de peso. De modo que, para seguir entendiendo la situación de la mujer, debemos captar la lógica objetiva del proceso social general y, dentro de éste, comprender el lugar de la mujer obrera, pequeñoburguesa y burguesa (y realidades precapitalistas, de haberlas) en las relaciones de producción de los medios de vida y de los seres humanos. Dónde está en el conjunto del trabajo de nuestra sociedad. Y no sólo el lugar en el que está, sino la dinámica en curso: de dónde viene y hacia dónde tiende la posición que ocupa. Si perdemos de vista el proceso, el movimiento, entonces el análisis encalla y nos impide obrar revolucionariamente (el Manifiesto también es un ejemplo vívido de cómo el marxismo capta procesos y, a partir de la comprensión de estos, traza los objetivos políticos, los cuales están materialmente determinados por las condiciones efectivas y sus condiciones de superación).

Así pues, visto que la producción social repercute enormemente en la organización de la familia y en la posición de la mujer, ahora es necesario comprender aspectos esenciales del modo de producción capitalista. Conocer sus dinámicas es la premisa para seguir comprendiendo la situación de la mujer moderna, que es mayoritariamente la mujer proletaria, pero no sólo. Comprender el análisis marxista del trabajo asalariado es un requisito indispensable para analizar la posición de la mujer, tanto proletaria como burguesa.

David Fuentes
Militante del PCE-EPK y miembro del Seminario
de El Capital de la UPV-EHU de Sarriko, Bizkaia.

Birus matxistari txerto feminista.

Birus matxistari txerto feminista.

Birus matxistari, txerto feminista.

“Ester Palacio García, PCE-EPK-ko arlo feministako idazkaria.
Isabel Salud, Ezker Anitzako-IUko idazkari nagusia etaPCE-EPKren arlo feministako kidea”.

Azaroaren 25a izan da, Emakumeen-ganako Indarkeriaren Aurkako Nazioarteko Eguna, Emakume eta militante komunista gisa, berriz ere aldarrikatzen dugu gizarte feminista bat eraikitzeko konpromisoa, emakumeak indarkeriarik, mendekotasunik eta esplotaziorik gabe bizi ahal izateko. Horregatik bat egiten dugu mundua zeharkatzen duen oihu globalarekin, nazioartean norabidea aldatzeko borrokan. Guk argi daukagu: indarkeria matxistarekin amaitzeko, kapitalismoaren eta patriarkatuaren arteko aliantza hautsi behar dugu, gure desberdintasunez elikatzen baita eta, aldi berean, zapaltzen baikaitu, bere onurak eta pribilegioak mantentzeko eta handitzeko behar gaitu.

Aurten krisi sanitarioko eta ekonomiko-sozialeko urtea izaten ari da. COVIDen aurkako borrokak mugikortasun-, konfinamendu- eta prekarietate-murrizketak jasatera eraman gaitu, eta emakumeak, beti bezala, lehen lerroan egon gara bizitzaren alde borrokan. Hilabete hauetan agerian geratu da gizarte hau desberdintasunetik, mendekotasunetik eta indarkerietatik eraikita dagoela, eta, aldi berean, ikusi dugu bizitzari eusten diotenek eta funtsezkoa dena defendatzen dutenek emakume-aurpegia dutela.
Aurten COVIDaren krisia eta matxismoa pairatzen ari gara. Indarkeria eta rolen eta estereotipoen erreprodukzioa kutsatzea gelditu behar dugu, modu ikusezinean kaltetu ondoren justifikatzen baita. Birus hori ere elkarrekin geldituko dugu, indarkeriak ikusaraziz eta ekintza matxista guztiek desberdintasuna betikotzeko zeregin garrantzitsua betetzen dutela jabetuz. Konfinamendu-egoerak eta osasun-krisiari aurre egiteko hartutako neurriek areagotu egin dute genero-indarkeriaren arriskua. Emakume askok ahultasun- eta ziurgabetasun-egoera berezian aurkitu dute beren burua.

Aurten, estatuan 80 eta Euskadin 3 feminizidio eman dira: emakumeen hilketak emakumeak izateagatik. Baina ezin ditugu ahaztu gaur egun gure herrialdean poliziaren babesarekin bizi diren 32.000 emakumeak, ezta bere familiako kide batek egunero munduan hiltzen dituen 137 emakumeak ere. Ez da kasu isolatu bat, patriarkatua deitzen da, eta gure indarkeriak ukatzen dituen eta bakarrik eta isolatuta nahi gaituen ultraeskuindar baten ukazioa gorabehera, zifra horiek gure gizartearen oinarriak aldatzeko premiaz hitz egiten digute.
Datu ofizialen arabera, 30 emakume hil dituzte azken hamar urteetan Euskadin, 4781 emakume bizi dira gure erkidegoan Ertzaintzaren nolabaiteko babesarekin genero-indarkeriagatik, eta 15 emakume erasotzen dituzte egunero Euskadin emakume izate hutsagatik. Eta bikotekidearengandik kanpo sexu-indarkeria jasan duten emakumeen % 8k baino ez du salaketa jartzen

Izan ere, asko dira guri eragiten dizkiguten indarkeria matxistak. Sexu-desioak gure gorputzekin asetzeko pribilegio maskulinoa justifikatzen duen bortxaketaren kulturak normalizatu, desenkusatu, toleratu eta, are gehiago, barkatu egiten du bortxaketa, eta, aldi berean, biktima erruduntzat jotzen du. Ezinbestekoa da horretan eragitea, bortxaketekin eta taldeekin amaitzeko eta kalean beldurrik gabe ibili ahal izateko. Kaleak eta gauak ere gureak direlako!

Indarkeria instituzionalari modu integralean heldu behar diogu: genero-joerak hezkuntzan eta osasunean, estatuak zaintzan duen erantzunkidetasuna, erlijioek eta komunikabideek rolen eta estereotipoen transmisioan duten eginkizuna, bai eta bigarren mailako biktimizazioa ere, babestu beharko gintuzkeen sistemak eraso egiten dielako. Hori guztia biderkatu egiten da klasearen, adinaren, arrazaren, aniztasun funtzionalaren, sexu-orientazioaren desberdintasunek bat egiten duten heinean. Beraz, gure zapalkuntzen aniztasunetik eta emakume zaharrek, migratzaileek, arrazistek edo transek jasaten dituzten indarkeria espezifikoak aitortuz soilik ezaba dezakegu matxismoa gure gizartetik. Indarkeriarik gabeko gizartea nahi dugu guztiontzat, guztiontzat!

Azaroaren 25 honetan, gure etxe, auzo eta herrietatik gure ahotsa altxatzen dugu, gogoratuz feminismoa dela mundua elkarrekin eraikitzeko eta elkarrekin aldatzeko behar dugun begirada kritikoa. Feminismoa da gure txertoa.

La Pandemia un difícil Test para el servicio sanitario vasco

La Pandemia un difícil Test para el servicio sanitario vasco

La Pandemia un difícil Test para el servicio sanitario vasco

Entrevista realizada por la revista de la Juventud Comunista “Agitación”
a Macarena R. y Dani O, jóvenes médicas de familia en Bizkaia.

A nivel de la Comunidad Autónoma Vasca, el principal provisor de servicios de salud públicos es Osakidetza.

Si bien el PNV se jacta de la buena gestión de dichos servicios de salud, los datos demuestran lo contrario. Por una parte, en relación al PIB el porcentaje invertido en los mismos ha descendido durante estos años (en 2010, suponía un 5’24% y en 2018 había disminuido hasta el 4’73%). Por otra, según un informe de la Federación de asociaciones para la defensa de la sanidad pública sobre el grado de privatización de las CC. AA., la CAV ocupa el 5º puesto.Y eso sin tener en cuenta el grado de interinidad que impera en Osakidetza ni la subcontrata de los servicios de muchos centros de salud y hospitales
.
Entre las distintas unidades que componen Osakidetza, tenemos las OSI (Organizaciones Sanitarias Integradas que incluyen centros de salud, hospitales y consultorios). Desde que comenzaron la residencia, las médicas de familia Macarena R. y Dani O. han estado realizando rotaciones entre distintas OSI de la provincia de Bizkaia. Hablamos con ellas sobre cómo han vivido la situación generada por el COVID-19.

Si hay algo que caracteriza a las crisis sanitarias es la histeria y la desinformación. ¿Cómo se ha estado gestionando esto desde las instituciones vascas a la hora de dar directrices y de establecer protocolos que protejan tanto a pacientes como al personal de los hospitales?

M: La tónica general ha sido la falta de información. Nos hemos  visto obligadas a trabajar en base a protocolos cambiantes, y por el contacto que he tenido con otras compañeras, puedo afirmar que los mismos protocolos han sido dispares  entre  diversas  autoridades  y  sociedades  científicas,  incluso entre las propias  Organizaciones   Sanitarias  Integradas  que  componen  Osakidetza. La deficiencia ha sido tal, que, por ejemplo, el pasado 16 de marzo nos enteramos de la suspensión de las consultas a través de los medios de comunicación, y no por los canales oficiales.

¿Cuál consideráis que ha sido la situación respecto a las condiciones de seguridad?

D: Precisamente, esta situación caótica ha conllevado que no se respeten las recomendaciones por seguridad, empezando por el uso de equipos de protección individual. Los recursos materiales de los que disponemos son insuficientes y eso nos ha convertido en blanco del contagio y transmisión de la infección.

M: Lo mismo sucede con compañeras no sanitarias como las trabajadoras de la limpieza, encargadas de la desinfección de consultas, que en ocasiones no disponen de los equipos de protección necesarios para el desempeño de su trabajo, lo que vulnera todos sus derechos laborales.

D: La Administración tendría que hacer todo lo posible por garantizar tanto nuestra seguridad como la del personal no sanitario y el de la población a la que asistimos, tomando todas las medidas que fueran necesarias. Pero claro, hay intereses privados que han impedido desarrollar una industria farmacéutica y de instrumentos sanitarios desde lo público, que habrían sido capaces de reaccionar a estas necesidades que estamos teniendo.

Hablando de derechos laborales, ¿cómo ha repercutido la situación del COVID-19 en la carga de trabajo del personal sanitario? ¿Cómo lo está gestionando el Gobierno Vasco?

D: Nos hemos estamos enfrentando a una carga laboral muy por encima de la prevista en nuestros contratos y en la prevista en la propia organización de los hospitales. Las múltiples bajas por contagio o aislamiento han conllevado una sobrecarga de trabajo durante el propio horario laboral (con una mayor atención de volumen de pacientes y en condiciones excepcionales: usando EPI, atendiendo a los pacientes por teléfono…) lo cual ha repercutido en un cansancio mucho mayor por nuestra parte.

M: Claro, y a eso debemos sumarle que en lugar de reforzar la contratación se nos ha obligado a realizar jornadas más largas o nos han aumentado las horas, poniendo en peligro nuestros derechos laborales.

¿Qué experiencias de organización entre las trabajadoras se han dado en vuestros centros de trabajo? ¿Creéis que se dan las condiciones para que se pueda organizar a la plantilla en vuestro centro?

D: Creo que existe bastante conciencia sobre nuestros derechos laborales, y los conflictos que han surgido a lo largo de los últimos meses han sido afrontados con espíritu reivindicativo con una perspectiva de clase, sin embargo, mi impresión es que hay cierto conformismo con los «tibios» avances obtenidos. Pese a todo creo que existe un ambiente de unión, autocuidado y respaldo recíproco entre las trabajadoras, y llegado el momento creo que sería fácil que nos organicemos.

Por último, al estar haciendo la residencia, ¿qué efectos ha tenido el coronavirus en vuestro proceso de formación? ¿Consideráis que ha afectado de forma específica a vuestros derechos?

M: Por supuesto, formativamente ha supuesto la para-lización de las rotaciones en curso y aquellas que estaban programadas (tanto externas, con otras CC. AA. y en extranjero, como internas). Durante el estado de alarma también se ha abierto la posibilidad de contratación de graduadas sin especialidad, cosa que ha supuesto un menoscabo formativo para ellas (ya que debido a la coyuntura no han podido estar debidamente supervisadas) y ha entrañado otros problemas, ya que como la falta de experiencia a la hora de tratar a los pacientes.

D: También ha afectado a nuestros derechos. Inicialmente se anunció que las compañeras de último año verían prorrogada su residencia, con el consiguiente perjuicio tanto económico como en el largo plazo (baremos, etc.) en lugar de optar por la alternativa de la contratación como especialistas a todos los efectos por la que optaron países como Italia. Finalmente, no ha sido así, aunque la incertidumbre de estas semanas asociada en muchos casos a la reubicación en otros servicios priorizando lo hospitalario sin considerar las necesidades de la Atención Primaria han hecho mella.

COVID desde dentro

COVID desde dentro

COVID desde dentro

Pandemia, qué pandemia?, ¿cómo, qué está pasando?, ¿que nos tenemos que quedar en casa, todos?, ¿pero por qué, y cuánto tiempo?

Me pilló desprevenida, estaba distraı́da con otras cosas, estaba viviendo, estaba además, en un momento importante de mi vida, aunque supongo que todos lo son de alguna manera, a mı́ me pilló, como a la mayorı́a de la gente, desprevenida. Aprovecho la oportunidad que me han dado, para aportar una visión desde dentro, desde mi vivencia y desde el sentimiento.

No soy ninguna entendida en el tema, no soy epidemióloga, ni doctora en nada, soy una enfermera que trabaja en el servicio de Urgencias de un hospital de Osakidetza.

Me encanta mi trabajo, siempre he tenido claro que me gustaba. De pequeña, solı́a ver series de médicos, bueno y ahora también, jugaba a operar y a curar, y sin darme cuenta, estaba en un hospital, correteando por los pasillos buscando las habitaciones.

De los servicios en donde he trabajado, el que más me gusta, es el de Urgencias porque la monotonı́a no existe, porque me gusta sentirme útil y porque en estos servicios el resultado es rápido y gratificante. No hay nada más recompensante que salvar la vida, quitar el dolor a quien lo padece o poder aliviarle en un momento de ansiedad o miedo.

Cuando empezó todo esto y nos tocó ir a trabajar, reinó la incertidumbre, ¡todo eran dudas, no sabı́amos nada! Cada dı́a, al comienzo del turno, nos reunı́an y nos explicaban la situación. Hay que protegerse con mascarillas, batas, gafas… intentar averiguar si ese paciente podrı́a ser un caso de alta o baja sospecha, era nuestra misión. Hablábamos de pacientes que provenı́an de China, Irán, después Italia…etc. Se elaboraban protocolos para el dı́a, esto es para hoy, nos decı́an, mañana será otro.

Mientras tanto, el confinamiento, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Cada cual a la suya, cada uno con los suyos, y comienza el miedo, miedo a contagiar a tu familia, ¡qué responsabilidad! Los sanitarios no lo verbalizamos, no decimos tenemos miedo, pero lo tenemos. En una ocasión, comentando con los compañeros de turno, ninguno podı́amos dormir y, te vas alejando, tomando conciencia del alcance de la situación. Sólo necesitaba un abrazo.

Hicimos coreografı́as de baile, muchas, nunca he bailado tanto, me he reı́do tanto y nunca me he sentido tan perteneciente a un colectivo, ¿qué pasa? Ahora nos aplauden en los balcones, ensalzan nuestra dedicación, nos admiran, ¡somos héroes! Confieso que me he emocionado muchas veces cuando iba a trabajar, imagino que los soldados cuando desfilaban entre vı́tores al ir a la guerra, sentirı́an lo mismo, una sensación agridulce.

Es mi deber, no tengo dudas, estoy contenta de ser lo que soy porque ahora es mi turno de poder sentirme orgullosa de serlo. No soy diferente a mis compañeros, estamos todos unidos y por una causa común.¡ A por ellos!!

Tengo compañeras que se han contagiado, les he leı́do el miedo en los ojos y he llorado, llorado de amor y reconocimiento a todos ellos, he llorado en mi soledad del peso de la responsabilidad, de comprensión hacia los pacientes en su soledad y sufrimiento, pero también he llorado al escuchar los aplausos, al recibir los mensajes de mis amigos y os aseguro, que el reconocimiento es el mejor premio que se pueda dar a nadie. 

Gracias

Olatz Uriarte
Enfermera en el servicio hospitalario
de Urgencias de Osakidetza

Feminismo de clase para una Pandemia.

Feminismo de clase para una Pandemia.

Feminismo de clase para una Pandemia.

¿Quién no la quiere? No es la hermana,
la novia ni la compañera.
Es algo más: la clase obrera,

Rafael Alberti

Con estos preciosos versos describı́a a Alberti a Dolores Ibárruri que, desde muy joven, fue consciente de la doble explotación que sufrı́an las mujeres y tomó conciencia de género y de clase al mismo tiempo. En sus memorias lo explica de manera muy sencilla, pero a la vez cları́sima: “hay una cosa peor que ser minero; es ser mujer de minero. A la explotación del trabajo, la mujer añadirá la explotación familiar, la de servir al hombre y a la prole, haciendo que su jornada laboral no termine ni siquiera para reponerse”.

Probablemente no sea Dolores especialmente conocida por su lucha feminista, a pesar de haber sido presidenta de la organización feminista más importante de la época, la Organización de Mujeres Antifascistas, organización donde se aglutinaron mujeres de distinta ideologı́a en lucha por la democracia y contra el fascismo y que desarrolló una labor notable en contextos muy duros como en la cuenca minera de Asturias en 1934 en plena represión de la revolución.

A pesar, también, de haber contribuido a la reivindicación del papel como luchadora en los conflicto, y no simple espectadora o madre abnegada (que también lo representó, no puede negarse, ¡y de qué manera!).

Por mujeres como Dolores, Lina Odena o Caridad Mercader, el hispanista chileno Francisco Aguilera escribió un emotivo poema, “Tome nota la Academia”, que fue publicado en Repertorio Americano de Costa Rica (una de las revistas hispanoamericanas más importantes de la época) donde pedı́a a la Academia de la Lengua que tomase nota de un nuevo vocablo, “milicianas”, ası́ en femenino plural, para el diccionario que habrı́a de surgir después de la guerra de España:

“desde que las hijas de Eva
hicieron justicia con sus propias manos
para arreglar cuentas con los Caínes de España;
desde entonces no es posible
referirse a los defensores y los mártires
de la libertad ibérica,
sin usar, junto al nombre masculino,
la voz,
blanca como un seno maternal
y enérgica como un toque de diana al romper el día,
la voz de un diccionario nuevo:
¡milicianas!”

Pero aún siendo esto cierto, Dolores representó un feminismo inseparable de su lucha de clases. No entendı́a uno sin el otro, aunque esto hiciera que hubiera luchas netamente feministas que no estuvieran entre sus prioridades, o que no hubiera una ruptura total con el modelo cultural heteropatriarcal.

Sin embargo conviene recordar esta necesidad de no perder nunca la perspectiva de clase en la lucha feminista para no errar en las batallas que hemos de enfrentar. Durante estas semanas de confinamiento y debate más o menos público sobre las implicaciones sanitarias del coronavirus hemos podido leer numerosos artı́culos sobre su impacto: parecen coincidir la mayorı́a de análisis, ya sean académicos o institucionales, en la necesidad de atender preferentemente a mujeres y las capas más vulnerables de la sociedad.

Por otra parte, este enfoque no es exclusivo de la crisis sanitaria provocada por el Coronavirus: es algo que se viene demandado como lı́nea estratégica de actuación ante cualquier pandemia y crisis en general ya que, independientemente de que las mujeres sufran la enfermedad de manera más virulenta (y nada apunta a que la enfermedad, en términos estrictamente fisiológicos, sea más grave en las mujeres), sı́ parece un hecho constatado que el impacto en ellas es mayor.

Ası́ mismo ocurre en el caso de las personas más vulnerables económicamente. Y no solo eso, sino que además incrementan las desigualdades sociales de partida. Si tenemos en cuenta los datos oficiales, hay tres veces más posibilidades de estar infectado por el coronavirus en municipios o barrios de nivel socioeconómico bajo que en barrios/municipios de nivel socioeconómico alto. Las diferencias pueden llegar a ser de 4 o 5 veces.

Si atendemos a los datos del Informe sobre la situación de COVID-19 en España observaremos que las mujeres superan a los hombres en número de casos diagnosticados y son mayorı́a en el grupo entre 45 y 65 años. Aunque también presentan diferencias significativas en sintomatologı́a, factores de riesgo, tasa de hospitalización, admisión en UCIs y letalidad que podrı́an explicarse por distintos motivos, hay uno que parece evidente: la mayor exposición al contagio.

Y es que las mujeres absorben la mayor parte de los trabajos de cuidados: por poner un ejemplo, en nuestro paı́s las mujeres cuidadoras representas más del 75% del colectivo de ayuda a domicilio.

Pero estas cifras son engañosas dado que sólo recogen la parte “oficial” de los trabajos de cuidados. Es decir, aquellas mujeres que realizan un trabajo remunerado de cuidados.

Sin embargo, sigue invisible la mayor parte de los cuidados, también realizado muy mayoritariamente por mujeres, y que corresponden al ámbito privado, familiar o doméstico. Una cantidad que, según autores, puede suponer el 80% de los trabajos de cuidados que se realizan.

Mujeres que quedan atrapadas en los cuidados de dos generaciones: sus hijos e hijas y sus mayores. Pero también de las personasdependientes  si las hubiera. Y que durante el estado de confinamiento han asumido casi en su totalidad estos cuidados: centros educativos, centros de dı́a, residencias, etc cerrados y la suspensión de la ayuda a domicilio por miedo al contagio (en muchos casos) ha supuesto para la mayorı́a de mujeres un incremento brutal del trabajo de cuidado habitual, que implica, además, una alta carga de exposición al contagio debido a sus caracterı́sticas propias: aseo personal, limpieza, alimentación en muchas ocasiones en propia boca, etc.

Sirva esta radiografı́a para señalar el por qué los porcentajes de contagio en mujeres son más elevados. Tanto por la feminización de los trabajos sanitarios y sociosanitarios, como por el mayor porcentaje de cuidados en el entorno más o menos inmediato, el nivel de exposición en mujeres ha sido y es notablemente superior al de los hombres.

Pero, es clave señalarlo, no podemos obviar el sesgo de clase: ¿El impacto de, por ejemplo, una pandemia o cualquier otra situación lı́mite es igual en Ana Patricia Botı́n que en una mujer que tiene un trabajo por horas de cuidadora? Evidentemente no. Ni sus condiciones sociales ni su exposición al contagio son las mismas. Los virus no entienden de clases sociales, pero su impacto es muy diferente en unas y otras.

¿Y qué vamos a encontrarnos en el siguiente escenario que, muy probablemente, será de una terrible crisis económica a nivel general? Si veı́amos cómo las mujeres en general y las más precarias en particular (servicio de ayuda a domicilio, limpiadoras, empleadas de hogar, etc) estaban más expuestas al contagio, en el escenario de crisis económica son estos empleos más precarios, temporales, peor remunerados, los que van a quedar en una situación de más vulnerabilidad si cabe. Y, en el caso probable de recortes en los sistemas sanitarios y sociosanitarios, con un extra de carga de trabajo en el ámbito familiar y/o privado.

Cabe señalar, en este sentido, que el rostro de la vulnerabilidad extrema en nuestro paı́s es una mujer migrante, que trabaja en la economı́a precarizada (sea formal o informal) y responsable en solitario de cargas familiares.

La mirada del feminismo de clase, el feminismo de Dolores denunciando que las condiciones de las mujeres de quienes tenı́an los peores empleos eran incluso más terribles que las de sus compañeros, que las mujeres eran quienes sufrı́an la cara más amarga del capitalismo, sigue siendo tan vigente hoy como entonces.

Encontramos en las polı́ticas públicas, en general, una falta notable de perspectiva de clase: se diseñan los mensajes y las acciones para una ideal clase media inexistente. Y se echan a faltar medidas que reconozcan y visibilicen a las mujeres de la clase trabajadora. A las precarias, a las más vulnerables.

“Más perspectiva de género, más perspectiva de clase para una política mucho más humana”.

Salir de esta crisis será posible. El reto es si seremos capaces de hacerlo construyendo una sociedad más igualitaria en la que las mujeres, especialmente las mujeres de la clase obrera,no sigamos soportando la carga de cuidados casi en exclusiva, sean o no remunerados, si tendremos la red de servicios públicos y recursos de apoyo necesaria para poder conciliar nuestras vidas en todos sus ámbitos .

El reto es saber si, de esta crisis, salimos ganando las que siempre perdemos.

Eva García Sempere

Exparlamentaria en el Congreso de los Diputados
por Unidas Podemos.
Coordinadora federal del área de Medio Ambiente y
Ecología de Izquierda Unida.

El viento se levanta

El viento se levanta

El viento se levanta

“Entrevista a David Pestieau, vicepresidente del PTB ”.

Entrevista a David Pestieau, vicepresidente del PTB, realizada por LVSL (Le Vent Se Lève): El PTB aparece últimamente como una importante fuerza política en Bélgica. Sin embargo, este crecimiento se basa en un trabajo desde hace años, que realmente comenzó en 2008, cuando el PTB adopta una especie de cambio estratégico. Ya no habla directamente de clase obrera, sino de “gente”, con el lema “La gente antes que los beneficios”. A menudo se critica a los partidos populistas en Europa por abandonar el análisis de clase en favor de las llamadas “nuevas lateralidades”.

¿Cómo ve la relación entre la reconfiguración de vuestro discurso y el mantenimiento de un esquema intelectual de lucha de clases?

David Pestieau. No hemos abandonado el análisis de clase: si se leen los documentos de nuestro Congreso de Renovación en 2008 y del Congreso de Solidaridad de 2015, se puede observar que la clase obrera está en el centro de la reflexión. La clase obrera para nosotros es la clase de todas aquellas personas que venden su mano de obra para poder vivir: en Bélgica hay 4 millones de personas asalariadas. Por supuesto, la situación no es la misma que hace 50 años. Sin embargo, en cierto modo, aunque pueda resultar chocante a algunos, la clase obrera es aún más grande que antes, más diversa y más dispersa. Ya no se trata sólo de las grandes empresas del pasado. Hoy en día hablamos de grandes cadenas productivas con subcontratas y subcontratas de las subcontratas, con lo que existe una mayor interdependencia entre las empresas y un mayor fraccionamiento de los grupos de trabajo. Fundamentalmente, la contradicción entre el capital y el trabajo sigue ahí, pero es menos visible, está menos concentrada. Desde este punto de vista, nos definimos como partido marxista y partimos del análisis de clase. La clave para el trabajo de la izquierda radical es cómo dar una nueva conciencia de clase a los trabajadores, dispersos e inseguros. Una enorme labor. No estamos de acuerdo con la idea de que las clases hayan desaparecido en un magma llamado “pueblo”. Por otro lado, estamos de acuerdo en que la clase obrera no es consciente de que forma parte de una clase o de que puede cambiar la sociedad. Por lo tanto, la clave es recuperar, concienciar, movilizar y organizar a esta clase trabajadora. Debemos inventar palabras que nos coloquen de nuevo en esa contradicción. Cuando elegimos el eslogan “La gente antes que los beneficios”, ponemos a “la gente” en el centro, pero sobre todo destacamos la contradicción con el beneficio. Nuestro trabajo en los últimos años ha sido combinar una comunicación que permita llegar a todo el mundo, para evitar el lenguaje para los entendidos, para ser comprensibles, y por otro lado no limitarnos a las consignas: queremos hacer pensar a la gente, ir más allá. Caminamos en la dirección de un partido marxista moderno, que está tratando de ver cómo es posible reanudar la lucha por la reconquista de la hegemonía cultural de ciertos conceptos, palabras y conciencias en pleno siglo XXI, cuando las fuerzas de la izquierda están a la defensiva.

LVSL: ¿Cómo manejan la contradicción entre el renacimiento de los conceptos marxistas que pueden haber sido abandonados y la afirmación de la modernidad política?

David Pestieau. Nos dimos cuenta de que no éramos lo suficientemente escuchados, a pesar de que planteábamos análisis serios y profundos de la crisis del sistema capitalista. En especial, estudiamos cómo llevar a cabo acciones sociales que involucrasen a miles de personas, y la manera de lanzar nuestro mensaje. Antes, llevábamos un conjunto de ideas, conceptos, que lanzábamos sobre la gente, en lugar de tratar de presentar estas ideas al ritmo al que podían ser digeridas. Tenemos un mensaje, un trasfondo, un análisis global; y en cada etapa, en cada período, tratamos de ver qué podemos poner en la agenda política, qué temas impulsarán el debate en cada contexto específico. (..) También invertimos mucho tiempo en consultar a la gente, para averiguar qué les preocupa. Si hablamos de cosas que no les preocupan, podemos seguir hablando todo lo que queramos, que no funcionará. Hay que empezar con las cosas que les preocupan, y luego ampliar el alcance.

LVSL: Habéis establecido un sistema para el pago de dietas a los cargos públicos del PTB, que cobran el salario medio belga. ¿Qué importancia tiene ese sistema para vosotros? ¿Es una cuestión de estrategia política?

David Pestieau. Ante todo, responde a nuestra visión de la sociedad y nuestra ideología. Nuestra idea del activismo es que, si no vives como piensas, terminas pensando como vives. Si ganas 6.000 o 10.000 euros al mes, que es el salario de un diputado o de un ministro, pierdes tu conexión con la realidad. Antes de entrar en el plató de TV, tienes que preguntar al chofer cuánto cuesta la barra de pan. (..) Esta ruptura entre la clase política y la población es enorme. Para afirmar que representamos a los trabajadores y a la gente, debemos seguir viviendo como todos los demás. Hay que vivir en barrios populares, tener el mismo salario y poder sentir las mismas cosas. (..) Todos nuestros cargos públicos viven con salarios de trabajador medio, lo que también permite al partido tener un cierto grado de independencia financiera ya que el excedente se devuelve a las arcas del partido. No queremos depender totalmente de las dotaciones públicas, que comenzamos a recibir desde hace tres años. Yo no soy un cargo público, soy un liberado del PTB. Y se me aplica el mismo principio: gano un salario medio y vivo en un barrio obrero.

LVSL: Su figura, Raoul Hedebouw, no es el presidente del partido, “sólo” uno de sus portavoces. ¿Qué revela esto sobre su análisis del problema del Cesarismo en la política?

David Pestieau. Debido a nuestra tradición colectiva, nos enfrentamos a un problema: los medios de comunicación y el espacio político están ocupados por personalidades, por personas a las que se promociona. Intentamos destacar regularmente al PTB como colectivo. Pero ahora sabemos que eso no funciona si no se apuesta por dar a conocer a algunas personas. En 2005, decidimos popularizar a dos personas: al presidente del partido Peter Mertens, principalmente en la zona de habla holandesa, y al portavoz nacional del partido, Raoul Hedebouw, principalmente en la zona de habla francesa. Por eso decidimos “jugar el juego” y concentrar la comunicación, al menos inicialmente, en estas personas. Pero siempre con la idea de que representen la palabra del colectivo. Así, las grandes orientaciones que nuestros portavoces transmiten a los medios de comunicación son discusiones colectivas. (..) Estamos absolutamente en desacuerdo con cualquier tipo de cesarismo o con la idea del hombre providencial. Especialmente porque es algo ajeno a lo que defendemos como visión política, como marxistas somos personas que creemos en lo colectivo.

Volvamos a la manera en la que os implicáis en las luchas sociales, sobre el terreno, en la construcción de alternativas. Pensemos en “Manifiesta”, en vuestras numerosas organizaciones juveniles y en las nuevas revistas. ¿Es parte de una estrategia para construir una forma de contra-sociedad?

David Pestieau. Por un lado, están las luchas sociales. La cuestión de las luchas sociales está obviamente en el ADN de nuestro partido, es decir, creemos que, si queremos lograr grandes cambios en la sociedad, debemos desarrollar una correlación de fuerzas óptima. La gente, las masas, son las que hacen historia, dijo Marx. A través de los grandes movimientos sociales se pueden producir cambios profundos y transformaciones históricas. Por lo tanto, es lógico que invirtamos energía en el trabajo social, ya sea a nivel sindical, a nivel de asociaciones, de barrios, etc…. Creemos que los trabajadores, los jóvenes, los diversos actores de la clase obrera, deben implicarse en los asuntos públicos, políticos; deben ser actores políticos, no consumidores de política. El segundo elemento es que creemos que el desarrollo de esta lucha social también se lleva a cabo en conjunción con la lucha de ideas. Creamos “Manifiesta”, que se inspira en las fiestas como las organiza-das por otros partidos comunistas del mundo como la fiesta de “L´Humanité” en Francia o la fiesta del “Avante” en Portugal y que consiguieron hacer de las fiestas populares la convergencia entre la cultura popular y el debate político. El objetivo quizá no es crear una contra-sociedad, sino, en todo caso, una contra-hegemonía cultural. Para concentrar en un solo lugar los diferentes aspectos, ya sea la lucha contra la injusticia social, contra el racismo, por la paz, por el clima, por los derechos democráticos, los diferentes temas en los que tratamos de trabajar. Intentamos llevarlos al festival, que organiza conjuntamente nuestro periódico “Solidaire” y nuestra organización Médecine pour le peuple –Medicina para el pueblo-.

LVSL: Medicina para el Pueblo también es bastante peculiar, ¿puede decirnos algo al respecto?

David Pestieau. Son centros de salud que nacieron de la observación de que en Bélgica nos enfrentamos a una medicina liberal, una medicina de servicio, es decir, que la gente acudía a sus médicos, a menudo pagaban una importante suma de dinero y no siempre recibían cuidados adecuados porque cuanto más pacientes veían, más dinero recibían. Tratamos de lanzar otro modelo, y los llamamos médicos del pueblo. El PTB creó el primer centro de salud médico en 1971. Ahora hay 11 centros de salud ubicados en vecindarios pobres. Son médicos que han decidido hacer medicina social y medicina gratuita. También se han creado otros centros médicos por personas que no están en el PTB, que comparten principios similares. Hoy en día, existe un sistema denominado “paquete” que afecta a 250.000 pacientes en Bélgica, en el que las personas pueden ser tratadas de forma gratuita al registrarse en un centro médico local. En nuestros 11 centros médicos, atendemos aproximadamente a 25.000 pacientes, gracias a médicos que en su mayoría son miembros del PTB y que han decidido atender a la población y proporcionar acceso a la atención sanitaria.

LVSL: Volvamos a la política general belga. En la actualidad tenéis las encuestas a favor, al menos en la parte francófona. Algunos medios de comunicación belgas intentan trazar un escenario portugués de aquí a las próximas elecciones de 2019. Raoul Hedebouw dijo en la RTBF que “no estaremos en el poder en los próximos 10 o 15 años”. Siempre evitáis la cuestión de tomar el poder. ¿Qué visión tienes de este escenario?

David Pestieau. Respondería con una pequeña broma de Mitterrand, que decía que “gobernar no es tener el poder”. Lo dijo para justificar su incapacidad de actuar ante una serie de decisiones políticas. Creo que el gobierno no refleja el poder real en la sociedad capitalista de hoy. El poder estatal es un conjunto donde está el gobierno, pero también una masa extremadamente grande de grupos de presión de multinacionales que están presentes, directa o indirectamente en los gabinetes ministeriales (..) Estamos diciendo que el actual juego electoral nos está llevando a situaciones en las que podemos estar en el gobierno, pero no podemos ejercer un poder real. Esto es muy importante, porque determina nuestra estrategia como fuerza de izquierdas. Si queremos un profundo cambio en la sociedad, si queremos distribuir la riqueza de otra manera, y no se entiende esta realidad, cometeremos un error estratégico.

La izquierda radical en Europa ha conocido esta experiencia en Grecia. Hemos visto un Gobierno, el de Syriza, que fue elegido casi con mayoría absoluta en escaños, con un programa anti-austeridad relativamente radical, pero no lo pudo poner en marcha. Podemos discutir su programa, pero no podemos negar que entraba en confrontación con los dogmas neoliberales. El resultado práctico es que tenían el gobierno, pero no el poder. Angela Merkel y la Comisión Europea conocían todas las decisiones de antemano, porque los altos funcionarios griegos trabajaban para el establishment europeo; vimos cómo el establishment griego y europeo presionaba al gobierno de Alexis Tsipras a través del estrangulamiento económico. (..) La estrategia en Grecia era gobernar sin tocar el poder real. Esto les obligaba en cierto momento a abandonar la UE o a doblegarse y aceptar los dictados de Ángela Merkel, cosa que hicieron. Y tuvieron que aplicar un programa opuesto al que presentaron a las elecciones, es decir, aplicaron el programa de la Unión Europea. No es una historia de hace un siglo, sino reciente, de 2015…

Constatamos que si queremos una estrategia que aborde las cuestiones actuales, es decir, la gran crisis del capitalismo, la crisis política, la crisis climática, la crisis democrática, la crisis en las relaciones internacionales; tendremos que cuestionar el poder en su conjunto. Y simplemente estamos diciendo que, si queremos ser capaces de sacudir este poder un poco, tiene que haber un contrapoder suficientemente fuerte. Y este contrapoder no es sólo tener un buen resultado en las elecciones, también es tener un movimiento en la sociedad y una organización, una capacidad de influir en la hegemonía ideológica para tener posiciones lo suficientemente fuertes. Salir a la calle si hay chantaje económico, tener medios alternativos que puedan hacer dar otra versión a la de los grandes medios privados que pertenecen a multimillonarios. Así que no nos concentremos en las encuestas.

Aunque tengamos el éxito electoral que nos dan esas encuestas, debemos ser capaces de poner en marcha una política realmente diferente. Estamos diciendo a todo el mundo, y honestamente, que, si no somos capaces de construir un contrapoder mínimo y si no tenemos las condiciones para imponer cierto número de políticas, entonces corremos el riesgo de asistir a un escenario tipo Syriza. Es decir: ser elegidos con mucha esperanza por el pueblo y tener que llevar a cabo en el gobierno las políticas contrarias a las defendimos al salir elegidos.

La promesa de la Izquierda Belga

La promesa de la Izquierda Belga

«La promesa de la Izquierda Belga»

Entrevista con Peter Mertens, presidente del Partido del Trabajo Belga.

Conversación con Mario Cuenda García, y Tommaso Segantini. Publicada en Jacobin Magazine. 2 de febrero 2017.

¿Qué ha influido en tu evolución como militante político?

Di mi primer paso como activista político en las campañas antifascistas de los 80. En aquellos años, el Vlaams Blok, un partido secesionista de extrema derecha bien organizado, estaba ganando terreno en el norte de Bélgica. Mucha gente que estaba enfadada y desilusionada con los partidos políticos tradicionales gravitaba hacia la derecha. Ante esos acontecimientos, hubo un extenso movimiento antifascista y antirracista, en el cual empecé mi militancia política. Fue en 1991, durante las manifestaciones contra la Primera Guerra del Golfo, cuando di con el Partido del Trabajo de Bélgica, al que me uní poco después.
Respecto a los autores y personalidades que han influido en mí, había tenido la oportunidad, durante mis años en la universidad de Amberes, de tener tres profesores marxistas, de filosofía, economía e historia. Por ejemplo, mi asignatura de economía se centró en El Capital de Karl Marx, y fue durante ese periodo cuando me interesé por la economía política de Marx. ¡Hoy en día, estudiar a Karl Marx con tanta profundidad en la universidad parece completamente imposible!

El PTB entró en el parlamento federal de Bélgica por primera vez en 2014 con dos diputados de un total de 150. Desde entonces, ha trabajado desde la oposición, y está creciendo bastante en las encuestas, especialmente en la región de Valonia. ¿Cuál es tu evaluación de los dos primeros años del PTB en el parlamento federal, y cuáles son tus expectativas de cara al futuro?

El PTB no tiene historia parlamentaria. Durante los últimos dos años hemos constatado que no es en el parlamento donde se elaboran las decisiones más importantes. Más bien, parece que son mucho más importantes al respecto las reuniones informales con lobistas en los restaurantes de los alrededores.
Gracias a nuestra entrada en el parlamento en 2014 nuestro partido ha accedido a una suma de dinero público disponible para partidos políticos, aún cuando otros partidos tratan de hacer más complicado nuestro acceso a esos fondos. El PTB es el único partido en Bélgica que está mayoritariamente financiado por sus afiliados: 3/4 de nuestra financiación viene de ellos. Para nosotros es muy importante porque nos mantiene independientes de los poderosos grupos de presión y las multinacionales. Por supuesto, no tenemos muchos recursos financieros. El funcionamiento de nuestro partido se apoya, en gran medida, en el trabajo de voluntarios. Queremos mantener nuestra identidad marxista, pero aún así es importante que profesionalicemos el partido y modernicemos nuestro enfoque. Aparte de estas cuestiones, creo que está reconocido que el PTB hace un buen trabajo. Incluso los medios de derechas escriben que siempre estamos presentes y activos y que somos una fuerza efectiva de oposición.
Respecto a nuestro enfoque de trabajo en el parlamento, nuestro lema es “calle-parlamento-calle”. Para nosotros, el parlamento no es un fin en sí mismo. No es la fase final de nuestra lucha política. Es extremadamente importante para nosotros que nuestras secciones locales sobre el terreno, en municipios y en el interior de las empresas, prioricen sus problemas y propuestas de modo que podamos traer su voz a las instituciones políticas. También tenemos nuestro propio centro de investigación, que coordina nuestra investigación en varios ámbitos. Combinamos, por tanto, una presencia sobre el terreno con una investigación académica profunda para hacer propuestas a través de las instituciones. Si nuestras propuestas son rechazadas, empezamos de nuevo desde las calles y la gente. En términos generales, nos oponemos a la visión “parlamentarista” de la política según la cual todo el trabajo y el movimiento social depende de lo que pase dentro del parlamento. Para nosotros, las iniciativas extraparlamentarias y el trabajo sobre el terreno sigue siendo la prioridad y el grueso de nuestra lucha.

El sistema político y el marco institucional de Bélgica es muy peculiar. El país se caracteriza por un sistema federal muy fragmentado, en el que los partidos políticos tienen que negociar y formar coaliciones continuamente para gobernar o conseguir que sus medidas se aprueben. En este contesto, ¿qué puede hacer un partido de izquierda radical como el PTB para avanzar e implementar sus propuestas?

Hay dos partes en esta pregunta. Primero, sobre el sistema político belga: el PTB es el único partido nacional en el país, lo que es absurdo. En Suiza, Alemania y otros países con un sistema federal los partidos políticos están organizados a nivel nacional. En Bélgica, los partidos están atados a su región geográfica o lingüística, mientras que el gobierno es federal por naturaleza; este sistema complica realmente el funcionamiento de las instituciones políticas del país.

La posición del PTB es que es necesario re-federalizar, es decir volver a poner bajo control federal, muchos ámbitos de la política. Eso tiene mucho más sentido. Un ejemplo es la cuestión medioambiental. Para nosotros, ésta y otras cuestiones deberían ser tratadas a nivel federal. Somos el único partido en el país que mantiene esta posición.

La segunda parte de la pregunta es sobre hasta qué punto el PTB podría potencialmente ser parte del gobierno en el futuro. Nuestra posición es que en el contexto de hoy en día, no tenemos las condiciones necesarias para gobernar. Déjame que explique por qué. La cuestión crucial para nosotros es que, si gobernáramos, necesitamos condiciones políticas para romper con la política europea actual. Si el necesario equilibrio de fuerzas en Europa no está ahí, si no tenemos compañeros sólidos y determinados que se opongan radicalmente a la austeridad europea, creo que seríamos aplastados por las instituciones europeas.

No nos oponemos a la participación en el poder y la toma de decisiones como una cuestión de principios. A nivel local somos parte de coaliciones gobernantes, pero si somos gobierno a nivel federal, queremos tener el panel completo de instrumentos y opciones disponibles. Si las decisiones más importantes son tomadas, como ocurre hoy en día, por la Comisión Europea y la “lobbycracia” europea, nuestro rango de acción sería muy limitado.

El caso de Grecia puede ser una lección útil. Se libró una guerra económica total contra Alexis Tsipras y Syriza. Las instituciones europeas incluso cortaron los suministros monetarios al país. Respeto a Tsipras, y entiendo que la situación en Grecia era muy difícil. Sin embargo, también creo que la capitulación de Syriza, que está actualmente implementando un tercer memorando impuesto por la troika, ha sido un gran golpe para la izquierda en Europa. Es también una cuestión de responsabilidad. Si la izquierda accede al poder y aplica políticas neoliberales, allanaría el camino para la extrema derecha. Esto es exactamente lo que ocurrió en Francia. Françóis Hollande y sus políticas son los principales causantes del ascenso del Frente Nacional.

La campaña del referéndum en el Reino Unido ilustró la dificultad de la izquierda radical a la hora de proponer soluciones al estado actual de la Unión Europea. Por un lado, los partidos euroescépticos de extrema derecha, a través de calumnias xenófobas y ultranacionalistas, esencialmente quieren reventarla y destruirla; por otro lado, los partidos liberales y socialdemócratas defienden radicalmente el statu quo. ¿Cuál es la posición del PTB respecto a la Unión Europea? ¿Es posible, en tu opinión, alterar el equilibrio de poder en Europa y presionar hacia una reforma radical?

En 2011 escribí un libro titulado “Comment osent-t-ils?” (¿Cómo se atreven?). Fue un gran éxito aquí en Bélgica. En el libro contemplaba tres opciones respecto al futuro de Europa. El primer escenario era una Europa más dictatorial, con más políticas similares al Partido de Estabilidad o el Six-Pack determinados por Berlín y Frankfurt.

El segundo escenario era un peligroso ascenso de las fuerzas nacionalistas, que haría implosionar a Europa. La izquierda no debe caer en ninguna de esas dos trampas. Como marxista, y viniendo de una tradición auténtica de izquierdas, creo que tenemos que intentar cambiar radicalmente Europa desde dentro. No debemos dinamitar la idea de Europa por completo, sino, como un ingeniero que trabaja en la construcción de un puente, dinamitar las columnas malas. Defender una posición de salida de la Unión Europea en Bélgica, el corazón de Europa, no va a elevar mucho la conciencia del público, pienso yo. La situación es obviamente diferente en países de la periferia del continente y entiendo que para ellos la posibilidad de salir de la eurozona puede ser un tema de debate.

Tenemos que cambiar Europa en sus mismos principios; hacer reformas pequeñas o simbólicas no es suficiente. Un cambio radical implica considerar los papeles del BCE y de la Comisión, eliminar el Pacto de Estabilidad y hacer otras muchas cosas. Necesitamos una Europa construida sobre la solidaridad entre los países europeos.

¿La izquierda europea debería elaborar una estrategia unitaria y coordinada a nivel europeo para avanzar en una visión común y en propuestas concretas? ¿El futuro pasa por un movimiento pan-europeo que pueda presionar por reformas radicales en los diferentes países?

Sí, creo que debemos llegar a un punto semejante en el futuro. En el Parlamento Europeo, ya está la Izquierda Unida Europea-Grupo de Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL), que está compuesto por diferentes partidos de izquierdas en Europa. Ahora tenemos un colaborador parlamentario que colabora con el GUE/NGL en el Parlamento Europeo, aún cuando no tenemos eurodiputados todavía. Además, algún tipo de intercambio existe ya a este nivel.

Están teniendo lugar discusiones en el seno de la izquierda en Europa respecto a qué estrategias adoptar de cara a producir un cambio. Personalmente, creo que vivimos en un periodo intermedio de cambio. Esto significa que en los próximos años habrá otros intentos honestos, pero más bien limitados, de cambio, como hizo Tsipras, que serán aplastados, en mi opinión. Por ejemplo, apoyamos a Jeremy Corbyn en el Reino Unido, porque ha traído un soplo de aire fresco al Partido Laborista, pero su rango de acción permanece bastante constreñido por su propio partido y el sistema político británico.

Ésas son el tipo de experiencias intermedias que todavía necesitamos en Europa para poder definir una estrategia propia. Pero en general, respecto a tu pregunta, estoy de acuerdo en que necesitamos mayor coordinación. La izquierda europea tiene que trabajar unida, aprender de las experiencias pasadas negativas y avanzar.

Los partidos de extrema derecha están en auge en Europa e incluso aquí en Bélgica ellos están creciendo en las encuestas. Estos partidos a menudo parecen monopolizar el discurso acerca de temas como la seguridad, la inmigración o los asuntos exteriores, presionando el tablero político hacia la derecha. ¿Cómo contrarrestar esta hegemonía cultural de derechas?

Construyendo nuestra propia hegemonía. En 1991 el Vlaams Blok ganó el 33% del voto en Amberes. Nuestra estrategia con el frente antifascista por entonces fue movilizar constantemente contra el Vlaams Blok. Gracias a nuestras iniciativas, se instaló un cordón sanitario contra ellos en muchos espacios públicos, como las universidades. Conseguimos resultados, pero no derrotamos al racismo. Algunos años después nos preguntábamos “¿dónde está nuestra hegemonía?”. No se encontraba por ningún lado porque perdimos a los votantes socialdemócratas, que se movieron hacia la extrema derecha. Hoy en día los votantes están disgustados con las élites dominantes que gobiernan Europa y son fácilmente atraídos por fuerzas políticas que usan a los grupos más marginados de la sociedad, como los refugiados y los inmigrantes, a modo de chivos expiatorios. En la izquierda no solo hemos rechazado firmemente este tipo de discurso, sino que es crucial que avancemos en nuestro propio discurso y lo apoyemos con hechos. Un fuerte discurso antiestablisment es necesario desde la izquierda.

Tenemos que ser más ambiciosos y explicar a la gente que el verdadero enemigo está por encima de ellos, no por debajo. Por supuesto, es difícil hacer entender este mensaje porque el inmigrante es visible, mientras que los capitalistas están ocultos en Panamá o en oficinas que no están a la vista. Su trabajo es ser invisibles. La gente está de acuerdo en que la acumulación de capital por parte del uno por cierto más rico es injusta, esa especulación financiera de los bancos continúa y enriquece a una élite minúscula, mientras las condiciones de vida de la gran mayoría se deterioran o no mejoran. La gente entiende que el sistema actual no funciona. Creo que esta conciencia existe, pero a menudo se expresa de una forma poco clara o contradictoria. Es nuestro trabajo elevar la conciencia y redirigir la ira de la gente en la dirección correcta. De lo contrario, será gente como Marine Le Pen quien explote el sufrimiento de la gente. Por último, en la izquierda, también tenemos que dar ejemplo. Todos los líderes representativos de nuestro partido viven con 1.600 o 1.900 euros al mes. Hemos establecido un programa llamado “médicos para el pueblo” que consiste en once pequeños centros médicos donde nuestros médicos atienden gratis a pacientes en barrios desfavorecidos.

Gracias a este tipo de iniciativas, gente que potencialmente podría ser atraída por la extrema derecha ve que el PTB no sólo parlotea, sino que también se compromete en acciones concretas. Estamos en proceso de construir nuestra propia fuerza, nuestra propia originalidad, y por tanto nuestra propia hegemonía.

Una de las razones por las que el PTB está creciendo en las encuestas en Valonia es porque creo que estamos, lento pero seguro, construyendo nuestra hegemonía cultural y la gente es atraída por ello. Somos un partido auténtico y dinámico y que da esperanza a la gente.