La bandera roja y la Comuna

“Aquella enseña con la que se le atacaba, bajo la que entregaba tantas víctimas, pasó a ser su símbolo, la bandera de la República mundial”.

En mayo de 1871 fue derrotada, hace 150 años, La Comuna de París. Las tropas de Versalles aplastaron a sangre y fuego a los insurrectos parisinos. Fusilaron a centenares en el famoso Muro de los Federados del cementerio de Père-Lachaise, y condenaron a miles a la prisión, al destierro. Carlos Marx, Engels, Lenin, consideraron este movimiento como el primer ensayo de un gobierno obrero de la historia, e incitaron ardientemente a su estudio, para asimilar sus enseñanzas, las de sus avanzadas leyes en los dos meses de gobierno, y las de la derrota. Y entre todas las conexiones que desde nuestra identidad revolucionaria establecemos con La Comuna, destaca una de carácter simbólico que conviene recordar. Se trata del origen de la enseña revolucionaria por excelencia, la bandera roja, la que protagoniza todas las luchas obreras, la que preside nuestros actos en cada 1º de mayo, la que colorea las manifestaciones que, antes de la pandemia, poblaban las calles, la que ensalza nuestros sueños de liberación, por la que muchos dieron la vida. Y la bandera roja tiene su origen en La Comuna.

Espartaco, el esclavo que se rebeló contra Roma, se envolvía en una toga roja para celebrar sus victorias, los campesinos alemanes ondearon banderas rojas en su revuelta de 1524; pero no fue ahí donde se incardinó como emblema de los desposeídos, de los parias, sino en La Comuna. Lo que no es muy conocido es que antes, la bandera roja había sido una bandera de orden. Tras la Revolución Francesa de 1789 se produjeron conflictos sociales en los que los gremios, los artesanos, comenzaron a manifestarse públicamente, en las calles, expresando sus protestas por las reivindicaciones no atendidas. La lucha de los panaderos parisinos, por ejemplo, fue muy extensa y dura. Ante los desordenes que estos conflictos ocasionaban, la Asamblea Nacional decretó una ley marcial. Y en esa ley se decía que la bandera roja era el símbolo, en cada pueblo o ciudad, de su promulgación. Era la bandera que debían enarbolar las tropas antes de cargar contra las manifestaciones populares. En 1791 la Guardia Nacional cargó, precedida por una bandera roja, contra una protesta republicana en lo que se ha conocido como la masacre del Campo de Marte.

El pueblo estaba acostumbrado a ser reprimido bajo esa enseña, pero ocurrió que subvirtió el orden, y asoció la bandera roja a la revolución y a la emancipación popular, que ya tenía aspiraciones socialistas, federalistas, uni-versales. El símbolo, aquella enseña con la que se le atacaba, bajo la que entregaba tantas víctimas, pasó a ser su símbolo arrebatado, la señal de que acabaría toda opresión y reinaría la verdadera fraternidad. Así que ese símbolo de violencia estatal se convirtió en el símbolo del sacrificio, de la lucha. Fue así paulatinamente, hasta que La Comuna de Paris, victoriosa, arrió la tricolor e izó la bandera roja en el ayuntamiento de Paris, que en ese momento contaba con más de dos millones de habitantes, adoptando la bandera roja como su bandera, la bandera de la República mundial, tal y como la designó en uno de sus decretos, la bandera de todos los trabajadores del mundo. Y ese significado universal, de clase, muy pronto se extendió por todos los países.

El decreto de la Asamblea Nacional, indicando la bandera roja como estandarte de la represión, decía:
“Paris. Sesión del miércoles 21 de octubre de 1789
Ley marcial contra los atropellos

Art. I.— En el caso en el que la tranquilidad pública esté en peligro, las autoridades municipales estarán obligadas, en virtud del poder que han obtenido de su población, a declarar que la fuerza militar debe ser desplegada inmediatamente para restablecer el orden público, bajo pena de responder de ello personalmente.
Art. II.— Esta declaración se hará exponiendo en las principales ventanas del Ayuntamiento, y en todas las calles, una bandera roja, y al mismo tiempo las autoridades municipales requerirán a los jefes de las guardias nacionales, tropas regulares y policías, prestar su colaboración.
Art. III.— Con la señal de la bandera, todas las aglomeraciones, con o sin armas, se consideran criminales, y deben ser dispersados por la fuerza.
Art. IV.— Las guardias nacionales, tropas regulares y policías, serán obligadas a marchar inmediatamente, comandadas por sus oficiales, precedidas por una bandera roja y acompañadas al menos por una autoridad municipal.

La siguiente revolución obrera triunfante, la Revolución de Octubre soviética, la adoptó como su bandera para una nación de naciones, abiertamente internacionalista. Y dos banderas rojas de La Comuna parisina llegaron al Moscú revolucionario. Una provenía del comunero francés Edouard Vaillant, que la salvó y conservó. Se exilió en Londres donde se hizo amigo de Marx, siendo uno de los dirigentes de la I Internacional. Fundador de la sección francesa de la internacional obrera, la SFIO, que se transformó en el partido comunista en 1920 en el congreso de Tours, y heredó esa bandera, que fue a parar a la sección comunista del XX distrito de Paris. Esta sección, en reunión del 24 de mayo de 1924, decidió confiar ese símbolo, recuerdo de las luchas del proletariado parisino, al soviet de Moscú. Confiarla en custodia, añadiendo: “hasta el día en el que la clase obrera francesa conquiste el poder”. El 25 de mayo miles de parisinos desfilaron ante la bandera colocada como despedida, antes de viajar a Moscú, en el muro de los Federados. La misión fue encomendada a la delegación francesa al V Congreso de la Comintern, celebrado entre el 17 de junio y el 8 de agosto de 1924. La entregó el obrero metalúrgico Alfred Costes, en un acto celebrado con todos los honores en un campo de aviación de Moscú, ante 400.000 manifestantes y autoridades soviéticas, Antipov, Zinoviev, Frunze, quien dirá en el acto: “está bandera está ahora en manos seguras”. La bandera fue llevada por Antipov y Costes al interior del mausoleo de Lenin, abierto el 1 de agosto, donde veló el cadáver junto a las banderas del Comité Central bolchevique y de la Comintern.

Posteriormente fue llevada al museo Lenin. La otra bandera de La Comuna fue adquirida por el Instituto Marx-Engels creado en Moscú, que se ocupó de buscar a través de todo el mundo, materiales de los grandes precursores del socialismo, de la lucha de los trabajadores, de todos los movimientos revolucionarios. Bujarin se encargó personalmente de parte de esos trabajos, desplazándose a Alemania, para adquirir las obras y trabajos manuscritos completos de Marx. El representante soviético en Paris, compró, en 1928, una bandera roja del 67 batallón de los Federados de La Comuna. Esta bandera permaneció en el Instituto Marx-Engels hasta la creación en 1962 del museo Marx-Engels, donde quedó expuesta. La bandera no permaneció siempre en las vitrinas del museo moscovita, sino que, en 1964, fue enviada al Cosmos a bordo de la nave Voskhod 1, la primera que se envió al espacio con una tripulación colectiva, formada por tres cosmonautas. Y como reliquias de un credo revolucionario, el Voskhod 1 llevó a bordo un retrato de Marx, uno de Lenin, y la bandera de La Comuna.

La bandera roja de La Comuna dotó a la primera generación de soviéticos de un genuino sentido de pertenencia a un movimiento universal, el de la lucha internacional por el comunismo, por la emancipación proletaria en todo el mundo. Sirvió para definir, a los primeros soviets, quiénes eran y de dónde venían. Lo mismo por lo que nos sigue sirviendo a nosotros; es la memoria y el sueño, que no es sino aquello peleado y aún no alcanzado, por lo que seguimos en pie, siendo rojos y coherentes.

Miguel Usabiaga: Arquitecto -Escritor,
Director de Herri