La manía de seguir con las convicciones de por vida.

Reproducimos aquí la entrevista de Mónica Sallán Mur, en la publicación argentina LA MAGA, del 16 de diciembre de 1998,a Luis Alberto Quesada, que fue el Comisario de guerra más joven del ejército de la República.

A sus 17 años, y que fue elegido máximo responsable nacional de la JSU, en la clandestinidad. Siendo detenido cumpliendo tal misión. Vivió con intensidad aquel momento de entusiasmo y de unión en la juventud que supuso el nacimiento de la JSU, lo que ha motivado su análisis en este número de HERRI, y que Luis Alberto cuenta tan vivamente en esta entrevista.

Luis Alberto Quesada -español exiliado en la Argentina-, fue condenado a muerte por el régimen de Franco. Hoy tiene 79 años, escribe cuentos y poemas –“La saca”, “Espigas al viento”, “El hombre colectivo”, y “Vida, memoria y sueños”, son algunos de los títulos de sus libros-, y es presidente del Instituto de Cultura Ibero-argentino. Cuenta su historia sentado en medio de la sala de su casa, a la que le ha puesto el nombre de Museo de la Amistad, abarrotada de cuadros, recortes y fragmentos de un período histórico que se arman como un calidoscopio para proyectar luz y vitalidad sobre un hoy que ha quedado huérfano de sueños: “Según mi criterio, el mundo tiene muchos problemas sin resolver, Y uno de los grandes problemas es la política de mercado. La ideología no puede terminar, la ideología muere cuando es dogmática, cuando se encierra dentro de un círculo donde no escucha más que su propia voz”

Por esos azares que han tenido que ver con el espíritu aventurero de mi padre, nací el 22 de agosto de 1919 en Lomas de Zamora. Nací argentino. Y esto, con el correr de los años, salvaría mi vida. Mi padre era un buen poeta del dibujo. Fue alumno de la Academia de Arte y Oficios de Málaga. Se recibió en la misma promoción que Pablo Picasso. Creo que aún estando instalado en Lomas sus sueños e ilusiones danzaban por España. Allí volvemos. Madrid es un piso sobre la avenida Reina Victoria. Hermanos, madre, abuela… Los aires que rondaban mi casa eran cada vez más anticlericales, más republicanos. Nos anotaron en un colegio protestante, El Porvenir, en el barrio madrileño de Cuatro Caminos. Nos educábamos juntos chicos y chicas. El director del colegio era un reaccionario; pero un reaccionario en Alemania: en España era un fuera de serie.

Teníamos piscina y nos bañábamos juntos, chicas y chicos. Se paraban las viejas y al ver a las chicas decían: “Zorras más zorras”. “Zorras ellas, no; zonas las madres”, replicaba otra vieja.
Los republicanos españoles se llamaban liberales, pero no como Alsogaray, sino en el sentido de amantes de la libertad. Porque luego el liberalismo se ha ido transformando, como todas las cosas. Las ideas primarias cambian y se hacen mentira.

La época más hermosa
En ese ambiente, rodeado por mis compañeros de El Porvenir y en contacto con la izquierda del barrio, empiezan a resonar dentro mío las ideas revolucionarias. Que eran un germen, ¿no? Es entonces que con 14 años entro a funcionar dentro de la juventud comunista.
Estábamos en el Bienio Negro de la República. Porque en la segunda época de la República, había ganado la derecha. Es esta derecha la que reprime en octubre, cuando el comandante Franco está al mando de las fuerzas árabes. Y establecen los contactos con Mussolini y Hitler, por si el paso les falla. Que eso es lo que hacen siempre los reaccionarios: tener las cosas siempre preparadas para el golpe.
Llega un momento que en mi familia se piensa que yo constituyo un peligro. Andaba en pleno
fervor revolucionario. Deciden enviarme a Málaga. Por entonces se trabajaba para unificar las juventudes socialista y comunista para formar la JSU. Los jóvenes comprábamos camisas rojas y camisas azules, que pertenecían a una y otra organización, y nos las poníamos indistintamente. En Málaga, yo me iba con esas camisas a los pueblos de pescadores y hablaba con los muchachos. Formábamos corros en la playa, y les contaba lo que opinábamos en Madrid. Y algunos viejos pescadores me daban la razón. Hacíamos todo un trabajo, porque estábamos convencidos de que era interesante este intercambio. Y no crean que ahora he perdido las convicciones.

En aquella época me nombran Secretario de Cultura. Mi padre decía: “¡Cómo andará la cultura, si Luis está al frente! Era una cultura como el que tiene una maza para machacar garbanzos: una cultura para andar por las casas de los que no tenían ninguna. Leíamos la revista Estudio, anarquista; algunas cosas sobre la revolución Rusa; Unamuno, Machado, y seguíamos con afición a Lorca en

La Barraca.
Sobre 1935 vuelvo a Madrid y me enfrasco más en la cuestión política. “Y allá va Luis Alberto/ como de feria en feria/ va guitarra en el aire/ la luz de la bandera” (poema a Luis Quesada, de J. L. Gallegos). Aquello era una belleza de vida. Salíamos en grupos cantando La Internacional, llevábamos un gramófono con púa y bailábamos en las plazas. El Madrid juvenil de aquel entonces tenía un signo entre chicos y chicas que creo no se ha producido en ningún otro lugar. Compañerismo militante: días de banderas rojas al aire; Lorca a la cabeza de los actos… Esto se ha tratado de disimular, pero él, presente, condenaba las dictaduras en Latinoamérica y la influencia norteamericana. No vivíamos, pero no vivíamos en el orden de lo que construíamos para el futuro. Es una de las épocas más hermosas de mi vida.

La puerta a la guerra
Llega la victoria del Frente Popular. Fue ese tipo de hechos de importancia masiva, que permiten que la gente crezca. Me gustaría aclarar que España era el país más atrasado de Europa. Entre diez y quince familias poseían la mayoría de las tierras cultivables. Entre esas familias —aunque no sé si ponerla como familia—, estaba gran parte del patrimonio de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Entonces gana el Frente, que iba de republicanos a comunistas, con todas las de la ley. Pero la reacción se había estado preparando y es la aventura de la puerta que se abre a la guerra.
Tengo 16 años y parto para el frente de Somosierra. Lo fundamental era derrotar a los fascistas, el avance de España y la igualdad de los chicos y las chicas. Las chicas se cortaban el pelo a lo Manolo: por eso las insultaban por la calle. Nos sentíamos capaces de cambiar el mundo.
Así vamos hacia el frente, muy desorganizados, sin un concepto claro de lo que era la guerra. En el primer combate nos designan un sargento que se pasa al enemigo en esa misma operación. Nos salvamos porque aunque éramos ingenuos., estábamos despiertos como esas liebres recién nacidas que aún durmiendo tienen un ojo abierto.
La guerra se convierte en un caballo alocado. El miedo carcome en los descansos, en la espera. Ya en el combate no piensas. Trincheras. Frío. Alambradas. Me nombran Comisario de guerra, El peligro es el avance del enemigo por la carretera de Toledo hacia Madrid. Allí me mandan como Comisario de un batallón.

El primer ataque
Las Brigadas internacionales juegan un papel importan-tisimo la defensa de Madrid. Poseían una moral revolucio-naria de gran altura. Los tanques se nos venían encima y no teníamos cómo detenerlos, Estibamos en La plaza de la Moncloa con el batallón choque de Huelva, todos mineros de Rio Tinto, Ellos dicen: “Aquí, paramos a los tanques, ¡Traemos dinamitas, traernos cartuchos!”. Comienza el ataque. Y nosotros los paramos.
Por primera vez en la historia, vemos que los tanques se retiran. Nosotros éramos una juventud excesivamente loca, fuera del contexto normal, dispuestos a dar mucho, en una guerra donde no teníamos experiencia de grandes traiciones. No suponíamos más traiciones que en el campo enemigo.
En el frente, la República creó los milicianos de la cultura. Se acabó con los analfabetos, y ha-bía un ansia permanente de aprendizaje. M. Teresa, Rafael Alberti con sus compañías visitaban a los combatientes. Y no siempre el arte se adecuaba al estado de ánimo de los batallones. En una oportunidad llega una actriz. Imagínate tú, eso lleno de soldados, en una batahola de fumar, de beber con la bota. Sale la actriz y recita: “Pozo blanco/ pozo blanco/ Glu, glu/ de las fuentes cristalinas”. Y dice uno, medio borracho: “¡Hija puta, afuera!”. Se armó tal jaleo… Fuimos a verla: “Déjate, mira que este poema aquí no va”. Tuvimos que cambiar el programa. Nos salvó la banda del batallón con su música.

La tierra y el hijo
18 de enero de 1938 el comunicado oficial anunciaba: “Teruel pertenece en su totalidad a la República”. Ahí estábamos. El coronel Galán recibe órdenes para detener a los fascistas que iban camino de Alicante. Se logra una línea de frente, pero la República queda cortada en dos. Madrid separado de Cataluña. Si no hubiéramos estado tan locos, esto suponía un golpe mortal. Marchamos hacia el Ebro y logramos hacer retroceder al enemigo. Faltan reservas, aparatos modernos… Se van apagando nuestras fuerzas. Comienza la retirada hacia la frontera. En el puño cerrado de algunos va un puñado de tierra.
Los campos de concentración se suceden a lo largo de los pueblos franceses. Cuando estalla la Guerra Mundial, nos ofrecemos para defender Francia. Ahora es el recuerdo de mis 20 años: pedaleo con el corazón, pedaleo cuesta abajo, viento que acuchilla. Los alemanes están muy cerca. Huyo hacia Burdeos, donde organizamos la Resistencia. Estábamos en 1940. Una chica, Asunción, cruzaba la plaza de Burdeos. Evacuada de la Guerra Civil Española, escucha hablar español y se acerca. Asunción fue mi mujer. Y en noches de amor y persecuciones, nació nuestro primer hijo: Luis.

El regreso
Se llega a una situación en que se decide que éramos más útiles en España. Hacemos el cruce a través de guías. Caen algunos compañeros. Laureano, un tal Suárez, Jesús y yo logramos pasar. “España no es España, que es una inmensa fosa/ que es un gran cementerio rojo y bombardeado.” (Miguel Hernández).

Vuelvo a Madrid, me incorporo y me dan la responsabilidad de dirigir la JSU. Marzo de 1943. Imágenes en revuelo… Cinematográficamente recuerdo mi último día en libertad. Aquel tipo me decía: “Come, come más jamón”. Yo masticaba: “¡Qué bueno que está!”. Y allí me entrega. Caigo detenido y me llevan a la Gobernación. Estoy 15 días esposado. Me dan una tunda de palos. Interrogatorios. Una de las cosas que aplican es la regla en los muslos. Te dejan descansar unas dos horas y después vuelven a dar y dar, lo que produce una inflamación brutal en las piernas. Llega un momento que estás como anestesiado. Tú ya no eres tú.
Es octubre de 1944. Y se me condena a muerte. Salía al patio y cantaba una canción. Era muy sencilla, pero me sentía arropado, porque desde los pabellones me coreaban. Hay tres sacas: se llevan a la gente para fusilar. Tú no los ves. Oyes los gritos: “¡Viva la República! Viva la JSU!”
Frente a la muerte, nos preparábamos para afrontarla revolucionariamente. Para que nuestro mensaje fuera recogido como una actitud digna.

El exilio
Un tío mío, periodista, que había quedado en la Argentina, empieza a mover los contactos, aludiendo a mi nacionalidad argentina, para que se me conmute la pena de muerte. Lo logra en 1945, y quedo con cadena perpetua, pensando que Franco se moriría antes, muy convencido de mis ideas. Comienza en Burgos el principio de los 15 años restantes que estaría encarcelado. Estuve durante una larga época dirigiendo el contacto entre la cárcel y el exterior. Habíamos conseguido tal rapidez en los mensajes, que en un momento rodearon la cárcel, pensando que teníamos un transmisor. Escribíamos muy chiquito en papeles de fumar, usábamos claves…. Se hacía un trabajo de tipo cultural, que era lo que le daba a Burgos el nombre de La Universidad.
A través de los contactos de mi tío en la Argentina, Frondizi hace la petición por mi excarcelación. Por las vías diplomáticas se supo que era aceptada, pero uno de los militares del momento —ya no recuerdo su nombre— temía que una vez que estuviera aquí, no fuera yo a hacer algunas “innovaciones”. Y mira que cuando yo me vengo para aquí, los militares organizaban una cada dos días… ¡y yo no podía organizar ninguna!
Finalmente, se decide mi libertad. En ese momento te invade una tensión que es peor que cuando estás en la cárcel.
Me ofrecieron venir en barco o en avión. Preferí el barco, para ir reposando la cosa. Logro un permiso para pasar por Madrid para ver a mi familia. Ahí visito a mi hermana. Su marido, a pesar de ser católico y de derechas, había vestido a sus trece hijos con camisas rojas y azules iguales a las que yo llevaba en Málaga en los principios de la JSU.
Corría el año 1959 cuando embarcamos en el Dorero, que me retorna a mi tierra natal, junto a mi esposa y mi hijo.
Durante los primeros tiempos paramos en un hotel. Pero mira cómo es la gente: muy pocos nos preguntaban por nuestros problemas y todo el mundo nos mostraba lo que hacía, el libro que había publicado, el periódico revolucionario que estaban sacando… Fue una época en la que nos sentimos muy agobiados.

El trabajo a la distancia
Yo he tenido la manía de seguir con mis convicciones por la vida. Aquí había gran cantidad de intelectuales en el exilio, pero no todos se integraron para participar en la defensa de los presos políticos españoles que aún quedaban en la España de Franco. Pacientemente, logramos construir un organismo de tipo unitario que nos permitiera continuar con nuestro trabajo de difusión y defensa del movimiento republicano.

Se organiza una entidad agrupada de fuerzas democráticas, La Coordinadora, en contra de Franco hasta la muerte de éste. En ese momento circulaba un chiste de gallegos que decía: “Déjalos a esos que ahora están festejando. ya verás cuando Franco se reponga de la autopsia (sic)”.
Con el gobierno de Suárez, una nueva realidad social y política atraviesa España. Nosotros. desde aquí, también tenemos que darnos una nueva forma de organización. Así nace el Instituto de Cultura Ibero Argentino, que yo presido. El Instituto nace en defensa de la Constitución, una vez que ésta ya había sido aprobada por el pueblo español. Porque en definitiva la Constitución de España, siendo perfectible, es más avanzada que la que tenía la República.

El factor fundamental de todo movimiento progresista tiene que ser la juventud. Se necesitan propagandistas de a pie, que estén con la gente. Lo cierto también es que los jóvenes están ganados por la televisión y el consumismo. Tenemos que buscar maneras para que los jóvenes nos oigan. Porque de lo contrario nos convertiremos en una especie ecológica en extinción.