El poeta que pagó por tomar partido

 “Condenado a muerte primero y finalmente recluido con una condena de treinta años, pagó un alto precio por su compromiso republicano y su militancia en el Partido Comunista.”

Miguel Hernández, poeta del pueblo y exponente destacado de la generación del 27, representa una parte de la cultura popular muy particular por diferentes razones. Evidentemente por la calidad y el reconocimiento universal de su obra, y también por el compromiso social indiscutible en sus poemas.

El autor oriolano representa como pocos -tal vez no tan pocos-, lo contrario a aquello que denunciaban los versos de nuestro Gabriel Celaya cuando afirmaban el contundente y certero “maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, maldigo la poesía de quien no toma partido, partido hasta mancharse”. No es casual el compromiso del poeta de Hernani con la figura y obra de Miguel Hernández, ni se basa sólo en la amistad entre ambos y con otros autores, sino que se erige sobre esa concepción compartida de la cultura como una herramienta de lucha social para los de abajo, como un arma en la lucha de clases.

Es claro, que siendo uno de los referentes culturales indiscutibles en la España del siglo XX, la figura del alicantino ha sufrido, como tantos otros autores y artistas de profundo compromiso social y político, un vaciado ideológico interesado por quienes impulsan la cultura dominante, la cultura oficial.

Es cierto que en menor medida que otros pro-tagonistas a los que estamos prestando atención desde nuestra revista, por la dificultad que tiene vaciar de contenido una obra tan abiertamente comprometida y política como la de este poeta cuya vida fue coherente con su obra hasta las últimas consecuencias.
El trágico final del pastor de cabras que alcanzó sus sueños convirtiéndose en un poeta de excep-cional valor literario, fue la consecuencia de su compromiso social y político con la causa de los más desfavorecidos, de los más humildes, de los suyos en definitiva. Condenado a muerte primero y finalmente recluido con una condena de treinta años, pagó un alto precio por su compromiso republicano y su militancia en el Partido Comunista.

Pagó con su temprana muerte en el encierro a los apenas treinta y un años de edad. Pagó por no concebir su obra como un lujo cultural con los neutrales, pagó por tomar partido hasta mancharse, por tomar Partido. Pagó por su militancia y compromiso en el Partido Comunista.

Pero existe un tercer elemento junto a la calidad literaria y el compromiso social en la figura de Miguel Hernández que quisiéramos destacar desde ERI. Su origen humilde, en el seno de una familia dedicada al pastoreo le impidió lograr algo a lo que aspiraba y que deseaba aquél joven Hernández con todas sus fuerzas: continuar con los estudios, los cuales tuvo que abandonar con quince años para dedicarse a las labores de pastoreo de las que vivía su familia.

Miguel Hernández pertenece por lo tanto a una parte de la cultura popular caracterizada por autores de extracción humilde, autodidactas por necesidad, por razón de su origen de clase, y por lo tanto autores cuyo proceso de aprendizaje y su proceso creador no pueden separarse de dicha condición. El poeta aprendió de la lectura mientras cuidaba el rebaño y el literato que llevaba dentro aquel pastor que no podía acceder a los estudios reglados, acabó saliendo como producto de su propia realidad. Miguel pudo ser en el futuro “poeta del pueblo”, porque era pueblo.

Esperamos desde la redacción de ERI, que nuestro número y el resto de números de nuestra publicación sirvan también a nuestras lectoras y lectores en la parte autodidacta que todo proceso de aprendizaje tiene. Esperamos por lo tanto que este nuevo número pueda ser útil a nuestra gente, a la gente trabajadora que, como Miguel Hernández, comprende la importancia de la cultura como herramienta de transformación social.

Jon Hernández

Secretario General
del Partido Comunista de Euskadi

Parlamentario de Elkarrekin Podemos
en el Parlamento Vasco