El Che de Korda.

Lo paradójico de esta fotografía es que a pesar de ser la foto más reproducida de la historia, no se enriqueció con ello.

Al emprender la aventura de recuperar la histórica cabecera de la revista de cultura que editaba el Partido Comunista de Euskadi durante la Guerra Civil, nos marcábamos un horizonte estratégico a la hora de elegir los temas monográficos, que se orientaría por tres vías, y una de ellas era la de la recuperación de grandes pensadores, poetas, artistas, que siendo inequívocamente comunistas, al haberse convertido en iconos, el sistema había conseguido adormecer su fibra revolucionaria.

En ese camino nacieron los números sobre Miguel Hernández, Picasso, o Frida Kahlo. Y seguramente quien obedece mejor a ese patrón de análisis es el Che Guevara.
Y es sobre todo una imagen del Che la que se ha convertido en un icono universal, de masas, la de la instantánea que le tomó el fotógrafo cubano Alberto Díaz, “Korda”.

La historia de esa fotografía ya es conocida, pero ya que resume muy el hecho de la experiencia artística y su inserción en las sociedades contemporáneas modernas, vale la pena recordarla. Cuando Korda contaba en cualquiera de sus entrevistas cómo había sido el momento en el que tomó esa foto, le arrebataba siempre la misma emoción.

La fotografía la tomó el 5 de marzo de 1960, en el cortejo fúnebre celebrado en la capital cubana para honrar a las víctimas del atentado que la CIA preparó contra el buque belga La Coubre, que transportaba armas para Cuba, en el puerto de La Habana. En ese atentado murieron cerca de 100 personas en dos explosiones, la segunda ocurrida treinta minutos después de la primera y mientras cientos de voluntarios estaban socorriendo a las víctimas de la primera bomba.

Korda, un reportero que cubría los principales actos de la Revolución, asistía a la ceremonia fúnebre que había organizado el gobierno revolucionario, y observaba a través del visor de la cámara a los dirigentes de la tribuna que presidían el acto, donde también se encontraban Jean Paul Sartre y Simone de de Beauvoir. El clima era silencioso, tenso, el de un duelo muy sentido. El Che, que estaba en la tribuna, desapareció un momento del primer plano de la escena y se fue detrás de Fidel, mientras dialogaba con él. Los ojos de Korda observaban el vacío que el Che había dejado, cuando reapareció para volver a ocupar su puesto en la tribuna y en el encuadre de la cámara. Korda vio al Che y se asustó. Vio unos ojos con una fuerza y un brillo que le sacudieron, que le lanzaron hacia atrás, hasta casi hacerle caer.

Así contaba Korda, preso siempre, aunque hubieran pasado muchos años, de la misma conmoción que sintió en aquel momento. Sufrió una experiencia artística, en la que se juntaron su ideal estético con su compromiso revolucionario, que cristalizaban en la imagen del Che. Por suerte, Korda pudo reponerse de la conmoción y tomar dos fotografías, en apenas un minuto, una de encuadre horizontal y otra de formato vertical, que descartó tras analizarla en el estudio, porque tras el hombro del Che aparecería la silueta de otra persona, y restaba pureza a la imagen. Al revelar la fotografía elegida, Korda le puso un título: “Guerrillero Heroico”, que acompañaba la potencia que él ya había sentido y observado en el encuadre. Supo enseguida que era una foto especial porque había captado en ella toda la humanidad del Che, los elevados ideales que le iluminaban las pupilas, su determinación de luchar por ellos hasta el fin, su fiereza, su belleza de hombre y de luchador, todo eso estaba en sus ojos.

La fotografía se hizo famosa años después, en 1968, cuando el editor de izquierdas italiano Feltrinelli buscaba una imagen del Che Guevara para la portada del libro póstumo del Che, “Diario en Bolivia”. Hasta entonces había permanecido guardada en el archivo de Korda, a pesar de que éste supiera de su valor icónico. Feltrinelli conocía a Korda, y se encontró con él en su estudio de La Habana, para pedirle alguna foto del Che poco vista. Korda le mostró su fotografía, que cautivó de inmediato al editor italiano. Fue la imagen que utilizó como portada del libro, un libro que tuvo una gran acogida entre el público. La imagen corrió como la pólvora, y muy pronto se divulgó en pósters y carteles, que sirvieron para alentar la lucha de los jóvenes, de los estudiantes, de los movimientos sociales.

Lo paradójico de esta fotografía es que a pesar de ser la foto más reproducida de la historia, (se ha computado ese dato y es así), de reproducirse millones de veces, en murales, carteles, objetos, camisetas, Korda no se enriqueció con ello. Nunca quiso ejercer su derecho de autor, porque compartiendo la ideología del Che, le gustaba su divulgación, y pensaba que ya que había muerto, la foto lo mantenía vivo en las ideas y multiplicaba su obra. Sólo una vez ejerció Korda su derecho de veto e impidió su uso, cuando esa fotografía del Che quiso ser usada como imagen publicitaria por una marca de vodka.


Esta actitud de Korda nos demuestra que, en este caso, a diferencia de lo que enunciábamos al principio como un peligro, la amplia difusión de la imagen del Che no ha supuesto ese riesgo que señalábamos, el de la trivialización y banalización por el consumo de las ideas de la persona convertida una vez convertida icono. Al parecer de Korda, la reproducción y multiplicación de su foto entre las masas, ha ensanchado la figura del Che, ha alimentado los sueños revolucionarios en los jóvenes de todo el mundo, y ha servido durante generaciones como un imán para acercarlos al compromiso, a la lucha por la justicia social, al combate para transformar la vida. Si preguntamos en cualquier lugar del mundo por el Che, o le mostramos esa foto, lo conocen, y lo admiran.

Podemos decir, analizando la foto de Korda, que en este caso se demuestra que una imagen artística, que llega hasta la verdad del personaje, y es capaz de mostrarla, puede convertirse en un altavoz de sus ideas, y extenderlas, amplificarlas. Es lo que consigue esa foto, que veamos toda su lucha áspera como guerrillero, en Sierra Maestra, en el Congo, en Bolivia, que veamos a un hombre que se jugó su vida, y la dio, por sus ideales, que veamos esa verdad, y nunca a un burócrata del pensamiento. Sino que veamos a éste vivo, ardiente, en acción, a través de su mirada encendida, y que nos llama a unirnos a su causa.

Ése es un aspecto central de la importancia de la batalla de las ideas en el terreno de la cultura, y me atrevo a decir que también en el terreno político, el de saber transmitir nuestra verdad, toda nuestra humanidad, y nuestra pasión por esa verdad y esa humanidad; como lo hace el rostro del Che en la foto de Korda.

Miguel Usabiaga: Escritor, Arquetecto,.Director de Herri