El primer discurso de Picasso

El primer discurso de Picasso

El primer discurso de Pablo Picasso

“Tengo un amigo que debería estar aquí, un amigo que es uno de los mejores hombres que haya conocido”.

Sucedió en 1948, unos años después de la II Guerra Mundial, que encontró su principal campo de batalla en Europa entre los años 1939 y 1945, y que en gran medida tuvo a Polonia como una de las tristes protagonistas de esta conflagración. El mundo quedó horrorizado de las barbaridades de Auschwitz, de los campos de exterminio nazis, de los delirios de Hitler y de las consecuencias de la contienda. Por ello, tras su final, fueron varias las iniciativas que se pusieron en marcha para evitar nuevas guerras. Una de ellas tuvo lugar en Wroclaw, donde, en el año 1948, se reunieron intelectuales de todo el mundo para hacer un llamamiento exhortando a la paz y a la toma de medidas para que acontecimientos como la II Guerra Mundial no se repitieran.

Con motivo de esta convocatoria, se persuadió a Picasso para participar. La mala noticia de la orden de captura de su amigo Pablo Neruda, del que se desconocía entonces el paradero, perseguido por la policía en Chile, la intención de llamar la atención sobre su desaparición, motiva a Picasso a realizar algo inédito en él: superar su fobia a los aviones y volar desde Francia a Polonia, en compañía de Paul Eluard. En Polonia, Picasso se desplaza en tren, viendo la desolación, las catástrofes de la guerra, la destrucción de las ciudades, y se posiciona en el debate respecto a la reconstrucción que se lleva a cabo en el país. “Todo esto está bien –decía Picasso-, no hay que olvidar el pasado, pero para ello editen libros con reproducciones de obras auténticas, pero, por favor, no edifiquen, en el siglo XX, iglesias góticas o palacios del Renacimiento. Es ilógico y antinatural. Toda cosa humana es perecedera y ocurre lo mismo con las obras de arte”. En Wroclaw, en el Congreso, Picasso dedica su participación enteramente a Pablo Neruda.

Neruda y Picasso se conocieron en Paris en 1937, cuando el poeta llegó a la capital francesa desde España con Delia del Carril. La solidaridad con la República española, activa y militante para ambos, instala entre los dos pablos una profunda amistad. Poco después Picasso enfrenta su obra magna, el Guernica, y Neruda se ocupa en Paris de la misión de organizar el transporte, barcos, para sacar al máximo número de republicanos hacia Chile. Neruda se había acercado a la política en las filas de la Federación de Estudiantes de la universidad de Chile. Pero es en España, donde el poeta residía y trabajaba como cónsul chileno, en la vida cultural de la República, y en la Guerra Civil, es donde toda su obra y vida se inclina definitivamente a la lucha política abierta, y no solamente al canto social. En 1945, ya de regreso en su país natal, Neruda ingresa en las filas del Partido Comunista de Chile, y ese mismo año es elegido senador de la República. Su trayectoria parlamentaria finaliza el 6 de enero de 1948 con su célebre discurso “Yo acuso”.

“Yo acuso al presidente de la República de falta de fe en su país, lo acuso de solicitar y soñar con empréstitos extranjeros, con la quimera del oro, aún a costa de recibir el país las peores humillaciones, en vez de formular una política grande, digna y amplia, que dé trabajo a los obreros chilenos y empresas a los industriales de nuestro país. Es de la profundidad de la patria de donde se sacan los recursos. Chile no quiere ser un país mendigo”

Poco después, en vísperas del Congreso de Intelectuales por la Paz en Wroclaw, el entonces presidente de la nación, Gabriel González Videla, a pesar de que la formación comunista contribuyó a llevarlo al palacio de la Moneda, promulga la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, declarando ilegal al Partido Comunista de Chile, razón por la se emite la orden de captura de Pablo Neruda. El poeta se esconde primero, y se exilia después, viviendo en la clandestinidad hasta 1952, cuando nuevamente le es posible retornar a Chile.
En Wroclaw el 25 de agosto de 1948, solidarizándose con su amigo desaparecido, Picasso leyó, ante los 500 congresistas de 46 naciones, el primer discurso que pronunció en su vida.

“Tengo un amigo que debería estar aquí, un amigo que es uno de los mejores hombres que haya conocido. No es solamente el más grande poeta de su país, Chile, sino también el más grande poeta de la lengua española y uno de los más grandes poetas del mundo: es Pablo Neruda.

Pablo Neruda, mi amigo, es no sólo un gran poeta, sino también un hombre que, como todos aquí, se ha dedicado a presentar el bien bajo la forma de lo bello. Ha tomado siempre el partido de los hombres desgraciados, de los que piden justicia y combaten por ella. Mi amigo Neruda está actualmente acorralado como un perro y nadie sabe ni siquiera dónde se encuentra.

Nuestro Congreso, a mi modo de ver, no debe aceptar una injusticia tal, que se vuelva en contra de nosotros todos. Si Pablo Neruda no recobrara su libertad, nuestro Congreso no sería un Congreso de hombres dignos de ser libres. Yo os propongo que se vote la resolución siguiente, a la cual daremos la mayor difusión:
El Congreso Mundial de Intelectuales, reunido en Wroclaw, envía al gran poeta Pablo Neruda la expresión de su apoyo, de su admiración, de su afecto, de su solidaridad. Los 500 miembros del Congreso, que representan a 46 naciones, denuncian a todos los pueblos la abyección de los métodos policiales de los gobiernos fascistas que se atreven a atacar a uno de los más eminentes representantes de la cultura. Exigen imperiosamente para Pablo Neruda el derecho a expresarse libremente y vivir libremente donde le plazca.”

Dos años después, esta vez en Varsovia, en 1950, Neruda, que ha conseguido escapar de Chile y con la ayuda de Picasso, vivir clandestinamente en Francia, ocultándolo en París y en Vallauris, participa en el II Congreso Mundial de Partidarios de la Paz. Picasso no asiste, sus amigos Paul Eluard, Louis Aragón e Ilia Ehrenburg, son incapaces de convencerlo para que vuele de nuevo a Polonia. A pesar de que allí va a recibir, al igual que el poeta, el Premio Internacional de la Paz. Neruda le devuelve las palabras de Wroclaw, y habla por su amigo en el discurso de agradecimiento.

“La paloma de Picasso vuela sobre el mundo, nívea e inmaculada, llevando a las madres una palabra dulce, de esperanza, despertando a los soldados con el roce de sus alas para recordarles que son hombres, hijos del pueblo, que no queremos que vayan a la muerte. Y vuela sobre los monumentos y las ciudades, se queda pegada a todos los muros de todas las ciudades del mundo con el mensaje de la paz que el maestro Picasso envió con ella a todas partes.”

Años después, en sus memorias, Neruda evocará con ternura aquel primer discurso de Picasso en Wroclaw:
“Entonces surgió Picasso, tan grande de genio como de bondad. Estaba feliz como un niño porque había pronunciado el primer discurso de su vida. El discurso había versado sobre mi poesía, sobre mi persecución, sobre mi ausencia.”

 

“Por qué me he adherido al Partido Comunista”. Pablo Picasso.

“Por qué me he adherido al Partido Comunista”. Pablo Picasso.

“Por qué me he adherido al Partido Comunista”. Pablo Picasso.

Pablo Picasso entrevistado por Paul Galliard, para la revista americana «New Masses». Reproducida en “L’Humanitè”, Órgano Central del Partido Comunista Francés, no 64, París, 29-30 de octubre de 1944.

Hace diez días, “L’Humanité” recibía de Nueva York el siguiente cablegrama: «PETICIÓN ENTREVISTAR PARA NOSOTROS PICASSO SOBRE ADHESIÓN AL PARTIDO COMUNISTA. EXPEDIR POR CABLE NEW MASSES».
De este modo, uno de los grandes semanarios de Estados Unidos no duda en preguntarnos, por cable, acerca de los motivos de la adhesión de Picasso a nuestro partido, seguro del interés que suscitarán estas declaraciones entre todos los artistas y los hombres de progreso americanos. ¿Se atreverá alguien a afirmar después de esto que la exposición Picasso en el Salón de Otoño daña el prestigio de Francia?
Fuimos pues al encuentro de nuestro gran camarada en su taller y he aquí la declaración que nos hizo para “New Masses”. Nosotros podemos publicarla hoy, toda América la conoce ya:
«Yo preferiría responderles con un cuadro», nos dice él: «no soy escritor, pero puesto que no es fácil enviar mis colores por cable, trataré de explicárselo…
Mi adhesión al Partido Comunista es la consecuencia lógica de toda mi vida, de toda mi obra. Y es que nunca, y estoy orgulloso de decirlo, he considerado la pintura como un arte de simple satisfacción, de distracción: he querido, a través del dibujo y del color, porque ésas eran mis armas, penetrar siempre más allá en el conocimiento del mundo y de los hombres, a fin de que este conocimiento nos libere a todos cada día más; he intentado decir, a mi manera, lo que yo consideraba más cierto, más justo, lo mejor, y esto era siempre, naturalmente, lo más bello, los más grandes artistas lo saben bien.
Sí, tengo conciencia de haber luchado siempre a través de mi pintura, como un verdadero revolucionario. Pero ahora he comprendido que esto no basta; estos años de represión terrible me han demostrado que debo combatir no solamente con mi arte, sino con todo mi ser…

Y así, me he acercado al Partido Comunista sin dudar un instante, pues, en el fondo, he estado con él desde siempre. Aragon, Éluard, Cassou, Fougeron, todos mis amigos lo saben bien; si no me he adherido oficialmente antes ha sido por algo parecido al “candor”, porque yo creía que mi obra, mi adhesión de corazón eran suficientes, pero ya entonces era mi partido. ¿No es este el que más trabaja a favor de conocer y construir el mundo, de hacer a los hombres de hoy y de mañana más lúcidos, más libres, más felices? ¿No son los comunistas quienes han mostrado mayor coraje tanto en Francia como en la URSS, o en mi España? ¿Cómo habría podido dudar? ¿Miedo a comprometerme? ¡Si, al contrario, nunca me he sentido más libre, más completo! Y además, tenía tanta urgencia por reencontrar una patria: siempre he sido un exiliado, ya no lo soy más: a la espera de que España pueda por fin acogerme, el Partido Comunista Francés me ha abierto los brazos, y allí he encontrado a cuantos más estimo, los más grandes sabios, los más grandes poetas, y todos esos rostros de insurgentes parisinos, tan bellos, que vi durante las jornadas de agosto, ¡estoy de nuevo entre mis hermanos!».

Será fácil percibir, bajo sus bellas palabras, la simplicidad y la emoción con las que Picasso nos habló.
Ciertamente, como comunistas no pretendemos tomar partido por una u otra escuela de poetas o pintores; la admiración que muchos entre nosotros experimentan ante los lienzos de Picasso, donde tras el asombro inicial descubren tantas bellezas nuevas, no compromete más que a su gusto. Pero estamos muy orgullosos de contar entre nuestras filas, al lado de Langevin y Joliot-Curie, de Aragon y Éluard, con un hombre cuyo genio reconocen los más grandes pin- tores del mundo: al servicio del prestigio intelectual y artístico de Francia, como en cualquier otro terreno, los comunistas son los primeros.

“Guernica, Gernikara?”

“Guernica, Gernikara?”

«Guernica, Gernikara?»

La voluntad de Picasso era clara: El “Guernica” debería ir a Madrid con la República. Y así lo dejó expresado también su mujer por escrito ante diferentes requerimientos.

Abordar el debate sobre la ubicación oportuna para exponer el “Guernica” de Picasso requiere de una reflexión y un análisis que tienen que ver más con el “cómo” que con el “dónde” por la trascendencia significativa que tiene esta obra universal y que intentaré abordar en este artículo.

El “Guernica” es mucho más que la denuncia universal de la guerra y la violación de los derechos humanos y es mucho más que la representación del terrible bombardeo sobre la localidad de Bizkaia. No se trata ni de la denuncia de la guerra en abstracto, ni simplemente de la denuncia del bombardeo de nuestra querida Gernika en concreto.

Ambas interpretaciones son utilizadas hoy en día por algunos actores políticos para defender sin rigor la preferencia de ubicación del cuadro, reduciendo el debate a una cuestión casi chovinista: el Guernica en España, el Guernica en Euskadi. Seguramente quienes se quedan en la superficie para defender cualquiera de estas dos posiciones sin más análisis, lo hacen para ganar adeptos a su causa convirtiendo una obra de profundo significado en una simple bandera nacional –de uno u otro signo-, vacía de contenido.

Si el Guernica no puede ser entendido sin la población que le dio nombre, lo cual es cierto, menos aún puede ser entendido sin el contexto histórico en el que es creado, puesto que la propia obra es producto directo de ese contexto.

El “Guernica” fue un encargo que realizó en enero de 1937 el gobierno de la República a iniciativa del artista Josep Renau, militante del PCE y director de Bellas Artes de aquel Gobierno legítimo asediado por un golpe militar, que se apoyaba en dos importantes potencias bélicas del momento, como eran la Alemania Nazi y la Italia fascista. 

La iniciativa, anterior al bombardeo de Gernika, tenía como objetivo que la obra que Picasso realizase se expusiera en representación de España en la Exposición Internacional de 1937 en Paris como denuncia de los horrores que estaban cometiendo contra la población civil quienes con la ayuda de potencias extranjeras habían comenzado una agresión al gobierno democrático y contra la población española en todo el Estado.

Pablo Picasso, también militante comunista, se identificaba en el gobierno republicano del Frente Popular y realizó con esta obra esa gran aportación a aquel gobierno asediado. 

La obra fue expuesta en aquella excepcional Exposición Internacional de Paris de 1937 como denuncia de la barbaridad que se estaba cometiendo contra la democracia y la paz en España. En tiempos de propaganda, el cometido de la obra como el de todo el pabellón de la República Española era informar y dar a conocer al mundo lo que pasaba en nuestro país, dar a conocer como la democracia republicana estaba siendo violentada por las armas pasando por encima de los DDHH de la población.

El bombardeo de Gernika que da lugar al nombre de la obra, fue una acción terrible que los fascistas lanzaron contra la población civil para doblegar a la República y a las fuerzas democráticas. Bombardeos que se realizaron en diferentes ciudades en Euskadi y en España y que en el caso de Gernika y de otros lugares, tuvieron resultados especialmente devastadores.

El malagueño Pablo Picasso, inmerso en el encargo del Gobierno Republicano, plasmó en ese momento toda la barbarie de la guerra y toda la atrocidad desplegada en Gernika, en una obra que colocaba el bombardeo de Gernika como símbolo de la denuncia de lo que estaba sucediendo en España. La obra fue, por lo tanto, concebida como una denuncia de aquella agresión bélica que estaba sufriendo el pueblo en aquella guerra.

El “Guernica” es propiedad de la población del conjunto de todos los pueblos de España agredidos por aquel levantamiento fascista y golpista, y no puede ser entendida sólo como una recreación del terrible bombardeo sobre nuestra Gernika. Es eso, pero es mucho más que eso, y de ahí su valor universal.

Debemos entender el valor simbólico que tiene el “Guernica” de Picasso para todas las ciudadanas vascas, en especial para las de Gernika, de la misma manera que debemos entender su valor universal como denuncia de las atrocidades de las guerras y las vulneraciones de los derechos humanos. Pero sobretodo, debemos entender que el “Guernica” es una creación artística surgida de la necesidad política de denunciar y dar a conocer al mundo lo que pasaba en aquella guerra, lo cual sigue siendo necesario hoy en día en un Estado donde las victimas de aquel levantamiento siguen enterradas en cunetas y fosas comunes, y los responsables yacen en lugares de culto público.

El “Guernica” debe seguir cumpliendo en 2019 aquella función que tenía en 1937: Denunciar la bárbara e ilegítima agresión fascista que se emprendió contra los pueblos para derribar un gobierno democrático y popular, violando los DDHH más elementales como en el caso del bombardeo de Gernika.

Por tanto, la obra podría estar perfectamente expuesta en Gernika, desde luego que si, como lo puede estar en Madrid, pero lo importante no es tanto “el dónde” sino el “cómo”, puesto que lo fundamental es que la obra y su historia sean conocidas y entendidas. De lo contrario estaremos vaciando de contenido una obra fundamentalmente política creada con una finalidad política clara.

Desde un punto de vista historiográfico, la obra es inseparable del pabellón de España de la Expo de 1937 en París, es difícilmente discutible que el pabellón es el máximo referente espacial en esa materia. Lo más importante del “dónde” debe estar el “Guernica” es precisamente el “cómo” debe ser expuesto el cuadro, contextualizado con un pabellón que era un grito al mundo sobre la agresión fascista a los pueblos de España y contra el legítimo y democrático gobierno de la II República.

Una segunda consideración que debemos valorar está relacionada con la voluntad del autor de la obra. Que si bien no es el argumento más importante, puesto que la obra nos pertenece a todas y todos, si es una cuestión a tener en cuenta cuando hablamos de una obra producida por alguien que se comprometió políticamente en la defensa de su pueblo y de la democracia, pagándolo con el exilio como tantos otros.

Es habitual encontrarse con la versión “oficial” de este asunto basada en que la voluntad de Pablo Picasso era que la obra volviese a España cuando llegasen la democracia y las libertades. Esto es cierto pero sólo parcialmente, puesto que la intención del autor era que el lienzo formara parte de la memoria visual y artística de la guerra civil y que no lo quería en cualquier España.

Volvemos por lo tanto de nuevo al “cómo” a la hora de abordar el “dónde” también cuando ponemos el foco en la voluntad del autor.

Picasso se opuso a las intenciones de Carrero Blanco de llevarlo a Madrid en 1968 haciéndose públicas unas célebres declaraciones del autor: «El Guernica solamente volverá a España con la República». La voluntad de Picasso era clara: El “Guernica” debería ir a Madrid con la República. Y así lo dejó expresado también su mujer por escrito ante diferentes requerimientos.

Es cierto que existe cierto debate en torno a una vieja reivindicación resumida en una consigna bastante popular en Euskadi: “Guernica Gernikara”. Una propuesta en torno al lugar donde se debería exponer el cuadro que surgió de las propias filas del PCE-EPK en el año 1980 en un contexto muy diferente al actual, cuando lo verdaderamente importante era que el cuadro tornase a España.

La primera propuesta aprobada por el Parlamento Vasco solicitando el traslado del cuadro a Gernika la realizó el entonces parlamentario y Secretario General del PCE-EPK Roberto Lertxundi en 1980, cuando la obra todavía estaba en el museo MOMA de Nueva York, y ante la evidencia de que una vez finalizada la dictadura todo indicaba el ansiado retorno de la obra después de décadas de exilio.

La obra de Picasso finalmente regreso a España aunque desgraciadamente y contra la voluntad de Picasso, no lo hizo ni a la República ni al museo del Prado como a él le hubiera gustado. Pero lo fundamental debe ser el “cómo” se ubica el cuadro para que siga siendo la denuncia del terrible y sanguinario golpe fascista de 1936, tal y como nació la obra. Sin ese entorno, dará igual que el cuadro esté en Madrid, en Gernika o en Málaga –por poner tres lugares que han sido reivindicados por diferentes actores como lugares oportunos para su exposición-, porque la obra vaciada de contenido no tiene lugar adecuado, su lugar es precisamente su contenido.

El Guernica debería estar expuesto por lo tanto en la III República en un entorno didáctico basado en el pabellón de España en la Exposición Universal de 1937 en Paris, para la comprensión de qué sucedió con el alzamiento militar de 1936 contra el gobierno del Frente Popular, la democracia de la II República y contra las mujeres y hombres de los pueblos de España, víctimas de la barbarie fascista.

Ésta y no otra, es la respuesta a la pregunta ¿Dónde debería estar el “Guernica”? Mientras tanto, la excelente Pinacoteca en la que se encuentra actualmente el “Guernica” en vez de llevar el nombre de una Señora Griega que no ha hecho nada por la cultura, podría llevar perfectamente el nombre de “Museo Público de Arte Contemporáneo Josep Renau”.

Jon Hérnandez

Secretario General
del Partido Comunista de Euskadi
Parlamentario de Elkarrekin Podemos
en el Parlamento Vasco

 

 

Restauración

Restauración

Restauración

Es duro, pero hay que elegir entre ser bisagra
o ser proyecto de poder popular.

Ahora, con independencia de los ciclos electorales, pero sin olvidar el sesgo que marcan, sería el momento de caracterizar la coyuntura que se abre. Coyuntura en sentido marxista, no como sinónimo de actualidad y, mucho menos, de rabiosa actualidad. ¿Cuáles serán sus líneas de fuerza fundamentales? ¿Cuál sería el papel de la izquierda?

La crisis de régimen no está suturada todavía. Es decir, se siguen dando los factores que hablaban de la tensión crítica entre restauración y ruptura, si bien, y eso lo demuestran también las elecciones, están ganando la hegemonía las fuerzas que representan una versión moderada de la restauración, frente a las fuerzas rupturistas y frente a las que representan una restauración abrupta. Y en el centro de esa capacidad política se ha situado el PSOE, mientras Unidos Podemos ha perdido gran parte de su fuerza determinante.

El sistema, para mantener en sus términos esenciales la Constitución del 78 y su forma de Estado, regida por una monarquía parlamentaria, necesita restaurar el fin de ciclo del bipartidismo y, en el mismo sentido, necesita normalizar las condiciones sociales y económicas que han surgido tras la larga crisis, iniciada en 2008. La “restauración amable”, a la que va a proceder el PSOE, eso sí, retocaría en algunos casos, quizás sin demasiada profundidad, los efectos de normas tan brutales como las dos reformas laborales o la ley mordaza, sin derogarlas, según parece. Y lo haría, con la ayuda de las estrategias de blanqueamiento al uso, en las que también estamos cayendo nosotros, en nombre de la izquierda y del progresismo, no en nombre del neoliberalismo de rostro humano. Lo haría en nombre de lo sensatamente posible teniendo en cuenta la pulsión inevitable de los mercados financieros y la Europa del euro.

¿Cuál sería en este contexto el papel de la llamada izquierda transformadora? Quizás, lo mismo que antes empezó a perder el marbete de “revolucionaria”, ahora empezaría a perder el de “transformadora” si no se sitúa adecuadamente. Se trata, por tanto, de elegir entre ser una parte (eso sí, crítica), del bloque restaurador, o, de contrario, no aceptar los términos de la segunda transición, que nos va a dar a elegir entre ultraderecha y capitalismo sensato; oferta que se nos va a hacer desde el republicanismo monárquico del PSOE y desde la sensatez del capitatalismo amable y moderno, con las instituciones
convertidas en puertas giratorias de los que no se presentan a las elecciones.

Es duro, pero hay que elegir entre ser bisagra o ser proyecto de poder popular.

Felipe Alcaraz Masats, Escritor

Exdiputado en el Parlamento Andaluz
y en el Congreso de los diputados por Izquierda Unida
Exsecretario general del Partido Comunista Andaluz

Picasso y Herri

Picasso y Herri

Picasso y Herri

El Partido Comunista, incluso en ese momentoterrible de la Guerra Civil, daba una enorme importancia a la cultura, a la información, a la transmisión de ideas y conocimientos

¿Por qué un número sobre Picasso? Será una pregunta que algunos se formulen al ver nuestra revista en los quioscos. ¿Por qué sobre un autor tan conocido, divulgado, sobre el que ya se ha escrito tanto? ¿Qué cosas nuevas van a aportar? Por eso, esa curiosidad natural, esa duda, merece una explicación. Desde Herri, una publicación cuya pretensión, como decıámos en el número inicial, es la de prestar un servicio en la batalla de la cultura para ensanchar el campo de los partidarios de la transformación social, pensamos que uno de los aspectos esenciales de esa batalla es el de recuperar lo mejor de nuestra tradición, a nuestros mejores pensadores y artistas. Muchos de estos pensadores, artistas, gentes que estuvieron en nuestras filas, compañeros de viaje, camaradas, que tuvieron carreras exitosas en el campo de trabajo intelectual o artıśtico, tan exitosas que el “establisment”, el sistema, ha conseguido hacer de ellos iconos, iconos desprovistos y vaciados de las ideas de compromiso social, de las ideas revolucionarias, que siempre les animaron.

Es el caso de Picasso, y será el caso de otros, como Frida Kahlo, como Miguel Hernández, todos ellos comunistas militantes, convencidos. Herri va a visitarlos con esa óptica, la de su compromiso, que borrado, diluido por su incomodidad, se presenta hoy en dıá como nuevo. Vamos a revisitarlos, como en este número de Picasso, para recuperarlos, y reapropiarnos de aquellos que son nuestros, y que nunca debimos permitir que se neutralizaran y disociaran sus ideas revolucionaras, de las artıśticas. Y lo hacemos, como será una constante de Herri, por respeto a nuestra historia, y porque, recuperándolos ıńtegros, esos artistas, muy conocidos todos, representan un enorme potencial de simpatia hacia nuestra causa. Esa tendencia, la de recuperar en números monográficos a los más brillantes exponentes de la cultura, “famosos” que militaron en nuestras filas hasta el final de sus días, será una constante en la trayectoria futura de la revista, para hacer justicia, con ellos, y con nuestra memoria, tantas veces descuidada. Intercalados, en otros números hablaremos de temas diversos: de grandes maestros de nuestra teoría, como Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht; de militantes ilustres como Jesús Larrañaga; de acontecimientos y momentos de esplendor de nuestras organizaciones, como los de las Olimpiadas Populares de Barcelona en 1936; de temas de actualidad, como el auge de la izquierda transformadora en Bélgica; y de tantos otros. Una línea, una identidad de Herri, construida en base a números monográficos, porque pensamos que permiten profundizar en los temas seleccionados, y así servir mejor a las ideas de transformación, a la batalla de la cultura que decíamos. Aunque, junto a esos temas centrales siempre habrá un espacio para los elementos puntuales de la actualidad política.

Aprovechamos este editorial para contar algunos detalles que con el frenesí de alumbrar el primer número, quedaron sin explicar a los lectores. El primero, el de la cabecera. Herri, Eri, fue la cabecera histórica de una revista que editó el Partido Comunista de Euskadi durante la guerra. Una cabecera que se subtitulaba; “Revista semanal ilustrada, de política, economía, ciencia, información”. Es de reseñar la importancia que daba el Partido Comunista, incluso en ese momento terrible de la Guerra Civil, a la cultura, a la información, a la transmisión de ideas y conocimientos; sabedores de lo esencial que era para ganar adeptos para la causa que se libraba a muerte, para insuflar conciencia a la clase trabajadora, para enseñar a los obreros y campesinos por qué luchaban; una formación de conciencia “para sí”, indispensable para la victoria. La misma importancia que nosotros le damos en las nuevas condiciones y tiempos. Si queremos vencer, debemos hacer previamente una intenso trabajo de información, formación, cultura. Como homenaje a esa cabecera heroica, que no bajó la guardia ni en los tiempos más feroces, decidimos utilizar el mismo título, recuperarlo. Y como homenaje, también nos pareció oportuno inspirarnos para el logotipo de la nueva revista Herri, en el histórico. Entonces, sin haberse unificado el euskera en el “batua”, titulaban Herri en el dialectal, sin hache, y sin doble erre, con una erre simple acentuada.

A pesar de estar vigente ya un euskera académico, nos pareció muy interesante basarnos en el histórico, como una forma de atención con nuestra memoria y también por la potencia gráfica que tenía, actualizando el diseño con nueva tipografía y sobre fondo rojo, pero con clara inspiración en el antiguo. Los números históricos no sólo nos han servido de inspiración para el logotipo de la cabecera, sino que están presentes en la propia identidad de la revista. Si analizamos los números antiguos, comprobaremos la importancia que le dieron a la calidad gráfica, a las ilustraciones como apoyo de los textos, y a la potencia de las portadas; de hecho, la portada de nuestro primer número de la nueva época de Herri, el dedicado a Jesús Larrañaga, reproduce la portada del número 21, del 5 de junio de 1937. Y ambas cuestiones, calidad gráfica, portadas que no dejan indiferente, son centrales en la nueva revista para conseguir su identidad clara y diferenciada, para conseguir destacar en el sinfín de publicaciones de los quioscos, para ayudar al mensaje que la calidad de los textos transporta al lector.

Herri será esa mezcla de calidad gráfica en el interior, de portadas con una gran y preciosa fotografía sobre el tema que tratemos en cada número, predominantemente monográfico. Todo ello para aportar nuestro granito de arena en la gran escena de la lucha cultural por otro mundo más justo, que creemos que es posible, y al que llamamos socialismo, igual que le llamó Picasso.

Miguel Usabiaga

Arquiteco -Escritor
Director de Herri