«Guernica, Gernikara?»
La voluntad de Picasso era clara: El “Guernica” debería ir a Madrid con la República. Y así lo dejó expresado también su mujer por escrito ante diferentes requerimientos.
Abordar el debate sobre la ubicación oportuna para exponer el “Guernica” de Picasso requiere de una reflexión y un análisis que tienen que ver más con el “cómo” que con el “dónde” por la trascendencia significativa que tiene esta obra universal y que intentaré abordar en este artículo.
El “Guernica” es mucho más que la denuncia universal de la guerra y la violación de los derechos humanos y es mucho más que la representación del terrible bombardeo sobre la localidad de Bizkaia. No se trata ni de la denuncia de la guerra en abstracto, ni simplemente de la denuncia del bombardeo de nuestra querida Gernika en concreto.
Ambas interpretaciones son utilizadas hoy en día por algunos actores políticos para defender sin rigor la preferencia de ubicación del cuadro, reduciendo el debate a una cuestión casi chovinista: el Guernica en España, el Guernica en Euskadi. Seguramente quienes se quedan en la superficie para defender cualquiera de estas dos posiciones sin más análisis, lo hacen para ganar adeptos a su causa convirtiendo una obra de profundo significado en una simple bandera nacional –de uno u otro signo-, vacía de contenido.
Si el Guernica no puede ser entendido sin la población que le dio nombre, lo cual es cierto, menos aún puede ser entendido sin el contexto histórico en el que es creado, puesto que la propia obra es producto directo de ese contexto.
El “Guernica” fue un encargo que realizó en enero de 1937 el gobierno de la República a iniciativa del artista Josep Renau, militante del PCE y director de Bellas Artes de aquel Gobierno legítimo asediado por un golpe militar, que se apoyaba en dos importantes potencias bélicas del momento, como eran la Alemania Nazi y la Italia fascista.
La iniciativa, anterior al bombardeo de Gernika, tenía como objetivo que la obra que Picasso realizase se expusiera en representación de España en la Exposición Internacional de 1937 en Paris como denuncia de los horrores que estaban cometiendo contra la población civil quienes con la ayuda de potencias extranjeras habían comenzado una agresión al gobierno democrático y contra la población española en todo el Estado.
Pablo Picasso, también militante comunista, se identificaba en el gobierno republicano del Frente Popular y realizó con esta obra esa gran aportación a aquel gobierno asediado.
La obra fue expuesta en aquella excepcional Exposición Internacional de Paris de 1937 como denuncia de la barbaridad que se estaba cometiendo contra la democracia y la paz en España. En tiempos de propaganda, el cometido de la obra como el de todo el pabellón de la República Española era informar y dar a conocer al mundo lo que pasaba en nuestro país, dar a conocer como la democracia republicana estaba siendo violentada por las armas pasando por encima de los DDHH de la población.
El bombardeo de Gernika que da lugar al nombre de la obra, fue una acción terrible que los fascistas lanzaron contra la población civil para doblegar a la República y a las fuerzas democráticas. Bombardeos que se realizaron en diferentes ciudades en Euskadi y en España y que en el caso de Gernika y de otros lugares, tuvieron resultados especialmente devastadores.
El malagueño Pablo Picasso, inmerso en el encargo del Gobierno Republicano, plasmó en ese momento toda la barbarie de la guerra y toda la atrocidad desplegada en Gernika, en una obra que colocaba el bombardeo de Gernika como símbolo de la denuncia de lo que estaba sucediendo en España. La obra fue, por lo tanto, concebida como una denuncia de aquella agresión bélica que estaba sufriendo el pueblo en aquella guerra.
El “Guernica” es propiedad de la población del conjunto de todos los pueblos de España agredidos por aquel levantamiento fascista y golpista, y no puede ser entendida sólo como una recreación del terrible bombardeo sobre nuestra Gernika. Es eso, pero es mucho más que eso, y de ahí su valor universal.
Debemos entender el valor simbólico que tiene el “Guernica” de Picasso para todas las ciudadanas vascas, en especial para las de Gernika, de la misma manera que debemos entender su valor universal como denuncia de las atrocidades de las guerras y las vulneraciones de los derechos humanos. Pero sobretodo, debemos entender que el “Guernica” es una creación artística surgida de la necesidad política de denunciar y dar a conocer al mundo lo que pasaba en aquella guerra, lo cual sigue siendo necesario hoy en día en un Estado donde las victimas de aquel levantamiento siguen enterradas en cunetas y fosas comunes, y los responsables yacen en lugares de culto público.
El “Guernica” debe seguir cumpliendo en 2019 aquella función que tenía en 1937: Denunciar la bárbara e ilegítima agresión fascista que se emprendió contra los pueblos para derribar un gobierno democrático y popular, violando los DDHH más elementales como en el caso del bombardeo de Gernika.
Por tanto, la obra podría estar perfectamente expuesta en Gernika, desde luego que si, como lo puede estar en Madrid, pero lo importante no es tanto “el dónde” sino el “cómo”, puesto que lo fundamental es que la obra y su historia sean conocidas y entendidas. De lo contrario estaremos vaciando de contenido una obra fundamentalmente política creada con una finalidad política clara.
Desde un punto de vista historiográfico, la obra es inseparable del pabellón de España de la Expo de 1937 en París, es difícilmente discutible que el pabellón es el máximo referente espacial en esa materia. Lo más importante del “dónde” debe estar el “Guernica” es precisamente el “cómo” debe ser expuesto el cuadro, contextualizado con un pabellón que era un grito al mundo sobre la agresión fascista a los pueblos de España y contra el legítimo y democrático gobierno de la II República.
Una segunda consideración que debemos valorar está relacionada con la voluntad del autor de la obra. Que si bien no es el argumento más importante, puesto que la obra nos pertenece a todas y todos, si es una cuestión a tener en cuenta cuando hablamos de una obra producida por alguien que se comprometió políticamente en la defensa de su pueblo y de la democracia, pagándolo con el exilio como tantos otros.
Es habitual encontrarse con la versión “oficial” de este asunto basada en que la voluntad de Pablo Picasso era que la obra volviese a España cuando llegasen la democracia y las libertades. Esto es cierto pero sólo parcialmente, puesto que la intención del autor era que el lienzo formara parte de la memoria visual y artística de la guerra civil y que no lo quería en cualquier España.
Volvemos por lo tanto de nuevo al “cómo” a la hora de abordar el “dónde” también cuando ponemos el foco en la voluntad del autor.
Picasso se opuso a las intenciones de Carrero Blanco de llevarlo a Madrid en 1968 haciéndose públicas unas célebres declaraciones del autor: «El Guernica solamente volverá a España con la República». La voluntad de Picasso era clara: El “Guernica” debería ir a Madrid con la República. Y así lo dejó expresado también su mujer por escrito ante diferentes requerimientos.
Es cierto que existe cierto debate en torno a una vieja reivindicación resumida en una consigna bastante popular en Euskadi: “Guernica Gernikara”. Una propuesta en torno al lugar donde se debería exponer el cuadro que surgió de las propias filas del PCE-EPK en el año 1980 en un contexto muy diferente al actual, cuando lo verdaderamente importante era que el cuadro tornase a España.
La primera propuesta aprobada por el Parlamento Vasco solicitando el traslado del cuadro a Gernika la realizó el entonces parlamentario y Secretario General del PCE-EPK Roberto Lertxundi en 1980, cuando la obra todavía estaba en el museo MOMA de Nueva York, y ante la evidencia de que una vez finalizada la dictadura todo indicaba el ansiado retorno de la obra después de décadas de exilio.
La obra de Picasso finalmente regreso a España aunque desgraciadamente y contra la voluntad de Picasso, no lo hizo ni a la República ni al museo del Prado como a él le hubiera gustado. Pero lo fundamental debe ser el “cómo” se ubica el cuadro para que siga siendo la denuncia del terrible y sanguinario golpe fascista de 1936, tal y como nació la obra. Sin ese entorno, dará igual que el cuadro esté en Madrid, en Gernika o en Málaga –por poner tres lugares que han sido reivindicados por diferentes actores como lugares oportunos para su exposición-, porque la obra vaciada de contenido no tiene lugar adecuado, su lugar es precisamente su contenido.
El Guernica debería estar expuesto por lo tanto en la III República en un entorno didáctico basado en el pabellón de España en la Exposición Universal de 1937 en Paris, para la comprensión de qué sucedió con el alzamiento militar de 1936 contra el gobierno del Frente Popular, la democracia de la II República y contra las mujeres y hombres de los pueblos de España, víctimas de la barbarie fascista.
Ésta y no otra, es la respuesta a la pregunta ¿Dónde debería estar el “Guernica”? Mientras tanto, la excelente Pinacoteca en la que se encuentra actualmente el “Guernica” en vez de llevar el nombre de una Señora Griega que no ha hecho nada por la cultura, podría llevar perfectamente el nombre de “Museo Público de Arte Contemporáneo Josep Renau”.
Jon Hérnandez
Secretario General
del Partido Comunista de Euskadi
Parlamentario de Elkarrekin Podemos
en el Parlamento Vasco