La paloma de la paz de Picasso, nació en Wroclaw, Polonia, 1948
La paloma de la paz de Picasso, y nuestro combate en la Europa del Este hoy.
Al observar las diferentes “Palomas por la paz” que Picasso diseñó para el Movimiento por la Paz hasta 1962, me doy cuenta de que la Paloma de la Paz es parte de mí, de nuestro patrimonio mental. Crecimos, los que nacimos de 1948 a 1989, con esta imagen enraizada en nuestra memoria, duplicada en los libros escolares, carteles, literatura infantil, sellos y postales (que las jóvenes generaciones internet no conocen, las colecciones de sellos jugaron un papel importante en la producción del imaginario, hasta nuestra generación, nacida en los años 70). Un símbolo tan familiar y un obvio que eclipsó totalmente la rama de olivo de la antigua Grecia. Incluso hoy, los habitantes de Wroclaw, a pesar de treinta años de fascinación ultraliberal de Polonia, están orgullosos de haber sido el centro del mundo intelectual y político en el Congreso Mundial de Intelectuales por la Paz, del 25 al 28 de agosto de 1948. Ellos están orgullosos de la estancia de tantos intelectuales prestigiosos en su ciudad y especialmente de la estancia de Pablo Picasso. Incluso, aunque el famoso diseño de la paloma realizado en las servilletas de papel del Hotel Monopol es ya un mito; es importante mencionar también que Picasso realizó y ofreció a la ciudad de Wroclaw un dibujo de la “Joven polaca”, que hoy en día se puede ver en el Museo Nacional de Varsovia, y se interesó en la cerámica y artesanía polacas. La ciudad de Wroclaw todavía estaba en ruinas, al igual que Varsovia y Gdansk, pero la idea del Congreso Mundial por la Paz, llevada a cabo por el intelectual comunista Jerzy Borejsza, trataba de internacionalizar Polonia, para resaltar el esfuerzo de los polacos en la reconstrucción de su país, para evitar la ruptura mundial de la Guerra Fría y, finalmente, para evitar que el mundo volviera a ser un terreno de caza aterrador para una nueva guerra cuyos pueblos pagarían el precio. El Congreso de Wroclaw fue un éxito a pesar de que no pudo detener la Guerra Fría dirigida por los estados poderosos que consagró la división del mundo intelectual entre los bloques del Este y del Oeste. El Congreso permitió la constitución del comité de preparación para el Congreso Mundial de Partidarios de la Paz, cuya paloma fue el símbolo y el lanzamiento del llamado de Stokholm contra la carrera armamentista atómica.
Yo crecí de 1971 a 1989 en una sociedad que todavía estaba atormentada por la guerra, entre películas de guerra para adultos y para niños, con el culto a los Héroes Resistentes, -fueran comunistas o no, el arte y el cine polaco de los años 70 y 80 exhibieron obras sobre la Insurrección de Varsovia, liderada por el Ejército Nacional, contra la URSS y contra los nazis-. El 1 de septiembre, el año escolar comenzaba con una “llamada”: una reunión de todos los niños en el patio de la escuela para conmemorar el 1 de septiembre de 1939: un homenaje a los muertos, un recordatorio del horror de la guerra y una sirena estridente y triste rasgando el aire sobre la escuela de nuestro vecindario. El 12 de octubre siguiente tendríamos que celebrar el “día del soldado polaco”, fecha de la primera batalla liderada por el ejército polaco en la URSS en Lenino; el 17 de enero, la liberación de Varsovia por el Ejército Rojo antes de encadenar el 8 de mayo y 22 de julio, Fiesta Nacional de la Polonia Popular que conmemoraba el comienzo de la Liberación de Polonia con el Comité Polaco de Liberación Nacional PKWN. En la escuela leíamos la literatura de la guerra: Zofia Nalkowska y su relato de los campos de concentración; el clásico “Popiol i Diament” (“Cenizas y diamantes”), de Jerzy Andrzejewski; los terribles poemas de Krzysztof Kamil Baczynski, joven estudiante del liceo Batory asesinado en la Insurrección de Varsovia, como tantos otros de esta generación de “Columbuses” (nombre basado en Cristóbal Colón, descubridores como él, porque descubrieron Polonia, la Polonia independiente. Término acuñado con éxito por el libro “Kolumbowie rocznik 20”, otro famoso libro de Roman Bratny sobre la Resistencia polaca) Sin mencionar los poemas del poeta comunista Wladyslaw Broniweski, de quien aprendíamos con el corazón su triste “Bagnet na bron” (“La bayoneta en tu arma”) a la edad de 12 años; y la canción desgarradora de Konstanty Ildefons Galczynski sobre “los soldados de Westerplatte que fueron directamente al cielo de “cuatro en cuatro”.
A veces la escuela nos pedía que escribiéramos re-dacciones, preguntando a nuestros abuelos sobre sus memorias de guerra. Recuerdo una redacción de éstas, en 1982, cuando tenía 11 años. Me vuelvo a ver haciendo las preguntas a mi abuelo Mieczyslaw Gronek, que se negaba a hablar sobre los horrores de la guerra cuando él era un partisano. Me cantó torpemente una canción de partisanos, para después decirme, con pudor, que todo aquello no era un juego, y en su lugar me contó una anécdota positiva: cómo habían escondido un cerdo en un sótano debajo del granero mientras los nazis confiscaban toda la comida a los campesinos. No fue hasta mucho después que supe que este escondite se usaba para salvar a los compatriotas judíos y fue sólo después de la muerte de mi abuelo cuando mi abuela habló de sus amigos judíos asesinados con toda la población de la ciudad de Tarnobrzeg. Me veo sentada en el regazo de mi querido abuelo, diciéndome que no puedo saber cómo me habría comportado en estos tiempos violentos de heroísmo extremo. En mi generación, rodeados de rock, consumo, drogas aquí y allá, “dinero y apariencia”, estábamos cansados por el recuerdo de la guerra.
Habíamos llegado felizmente a los años 1988-1989, los de la transformación “democrática”, convencidos de que al exigir la partida de las divisiones soviéticas de nuestro país, al promover la reunificación pacífica de Alemania, y al construir la “Casa Común de Europa” querida por Gorbachov; vamos a disfrutar por fin de la insolente prosperidad con la que Occidente, el otro bloque, se burlaba de nosotros. Teníamos sed de viajar, escribir y publicar, para hacer fotos y películas libremente sin pasar por las tijeras de los severos caballeros de la calle Mysia (Oficina de Censura). Ciertamente, a los 17 años, con mi bachillerato de la escuela secundaria Batory en la mano, y comenzando mis estudios de historia, ya había comprendido que Solidarnosc era un movimiento más bien conservador dirigido por personas bastante irresponsables; pero tenía fe en nuestra cultura patriótica y una fe en la “democracia” y la inteligencia colectiva del pueblo. No sabía que yo no estaba preparada para lo que me iba a pasar, a mí y a todo mi país: destrucción económica, desempleo, dislocación cultural, remodelación social y política por Occidente, prostitución masiva y pornografía, y la guerra, la verdadera guerra finalmente, con la destrucción de países enteros, hogares destruidos, mujeres y niños en las carreteras bajo las bombas, milicias de hombres sedientos de sangre, violaciones como arma de guerra, luego una “pseudo paz” desgarrada por negociaciones controladas por los poderosos ; los acuerdos de Dayton no tienen nada que ver con la Verdadera Paz de los Pueblos simbolizada por la Paloma de Picasso. Estoy hablando, por supuesto, de la guerra devastadora en Yugoslavia, pero también de las guerras en Georgia, Osetia, Abjasia, Ingusetia, Armenia, Chechenia, Moldavia, Tayikistán, Argelia y los horrores terroristas en Rusia y Francia (1995-96). Afganistán a lo lejos, pero el primer lugar de todas las manipulaciones por parte de la superpotencia estadounidense y todos los peores horrores contra la población civil.
La guerra en Yugoslavia nos dejó estupefactos, aturdidos e inmóviles. ¿Cómo admitir que un país que amamos y respetamos en el “bloque oriental”, por su indudable antifascismo, su política económica original y finalmente su independencia frente a los bloques puede desaparecer en tales convulsiones? Los europeos del Este estaban en silencio frente a este terror -excepto Tadeusz Mazowiecki, un ex primer ministro que intentó publicitar los abusos cometidos por las milicias sin demonizar a los serbios-. Tal vez ése era el objetivo, callarnos para siempre. Nunca más los intelectuales de Europa del Este desempeñaron ningún papel en la geopolítica de Europa. Por otra parte, ¿qué intelectuales? En mi generación, no somos más que disidentes proletarizados, exiliados en Occidente como migrantes, gerentes y funcionarios al servicio de Occidente, o precarizados en alguna ONG, pagada por Soros. Hoy sería imposible rehacer en Polonia un Congreso Mundial de Intelectuales para la Paz, ni en ningún país del Este, excepto en Rusia.
Habiendo sobrevivido a todo esto, equipada con mi feroz voluntad de sobrevivir al capitalismo y del viático “nunca más los malditos años 90”, me esfuerzo por reconstruir una izquierda, un proyecto comunista, una “Polonia Popular 2.0” como dicen mis amigos del KPP (Partido Comunista Polaco). Habiendo comprendido que ya no tenemos excusas para la desinformación, en la era de Internet; juré, como los militantes de la nueva izquierda yugoslava, que nunca dejaremos que los imperialistas occidentales manipulen a nuestros ciudadanos, metiendo armas en sus manos para matar a nuestro vecino. Nunca más las jóvenes Olga Sucic y Suada Dilberovic, asesinadas el 6 de abril de 1992 por francotiradores desconocidos e impunes en el puente sobre el Drina en Sarajevo, durante la manifestación de paz que habían organizado, el que fue el macabro inicio de la guerra en Bosnia. Es por todo esto por lo que entendí de inmediato qué era el “Maidan” ucraniano y corrí lo más rápido posible a Odessa cuando la masacre del 2 de mayo de 2014, para apoyar a las familias de las víctimas. Unir a activistas por la paz con mis amigos en Europa y evitar más masacres por parte de milicias fascistas. Luché con las armas de la paz contra las masacres perpetradas por los ejércitos de Kiev en Donbás y apoyé a todos los que pudieron visitar el Donbás y documentar lo que ocurría. Estas razones guían mi preocupación por la política de guerra de Washington, que busca explotar una vez más nuestra Europa Oriental herida junto al Medio Oriente devastado. Estoy luchando contra las bases de la OTAN, la presencia de las fuerzas armadas estadounidenses, de sus servicios secretos en Polonia, de la mano que tienen en nuestro Estado, nuestra diplomacia, el ejército y los servicios secretos polacos. Combato contra la represión y el encarcelamiento de mis camaradas comunistas del KPP, contra la destrucción de nuestra memoria popular, de los monumentos y cementerios soviéticos, contra la «rebautización» anticomunista de calles y lugares públicos. Me opongo a la entronización oficial de las milicias fascistas de NSZ como “héroes de la libertad” por la propaganda del gobierno actual. Pero la represión toma un giro más europeo: Mateusz Piskorski, político polaco que critica la sumisión de Polonia a los Estados Unidos, es perseguido por estas ideas y su actividad política pacífica y pasó 3 años en prisión sin juicio acusado de “espionaje pro ruso”. Los chalecos amarillos franceses fueron saqueados, mutilados, torturados por la policía francesa, encarcelados en masa por un poder judicial a instancias de los políticos. Una anciana y un joven fueron asesinados por la policía. Julian Assange, periodista y editor que publicó la evidencia de los crímenes de Estados Unidos, ha sido encarcelado durante años y corre el riesgo de ser deportado de Europa a Guantánamo en cualquier momento por los gobiernos de una burguesía europea sumisa y cómplice.
Los pueblos se levantan contra la injusticia, la guerra y la persecución, como en 1936, 1948. Pero necesitamos un Partido Comunista fuerte y una Nueva Internacional para tener éxito.
Monika Karbowska
Militante del KPP (Partido Comunista Polaco), y feminista.
Diplomada en Historia de las relaciones internacionales. Universidad de la Sorbona, Paris.
Activista internacionalista en el movimiento
“Otro mundo es posible”.