La Huelga General de 1951 en Navarra, las mujeres frente al franquismo.
Los efectos de la pandemia de la Covid-19 y las consecuencias en la economía mundial de la guerra que desde hace medio año se viene librando cruentamente en el este de Europa, entre otras cuestiones macroeconómicas que ya se vislumbraban en el horizonte meses atrás, han ocasionado una desbocada inflación que está empobreciendo a las familias trabajadoras de nuestro país. Pero esta problemática no es nueva. El sistema capitalista es un sistema voraz y destructivo que cíclicamente necesita de crisis económicas para auto-regularse en la persecución de su máximo objetivo; extraer, maximizar y acumular riqueza en unas pocas manos privilegiadas en detrimento de una amplia mayoría social. A principios de la década de los cincuenta, la clase trabajadora de Navarra vivió una situación socio-económica algo similar a la que estamos padeciendo en nuestros días, en la cual mediante el atrevido liderazgo de las mujeres pamplonesas se llegó a la primera Huelga General en la comunidad foral.
Aquella Pamplona de la posguerra era una ciudad provinciana y gris, clerical y ultra católica, en la que el recuerdo de la aún cercana en el tiempo Guerra Civil, y su posterior y terrorífica represión, asfixiaban social y mentalmente a una ciudadanía en su mayoría empobrecida y víctima de la congénita escasez. Recordemos que Pamplona, y Navarra en general, sin contar con un frente de guerra como tal tras el golpe de estado contra la II República Española sufrieron una descomunal represión; más de 3.400 personas fueron asesinadas o hechas desaparecer forzosamente, y en torno a 20.000 personas fueron represaliadas de múltiples formas (encarceladas, víctimas de sanciones económicas y expropiaciones, destierros, exilios, etc.). Sin lugar a dudas, poco más de una década después de aquellos sangrientos años, la llama reivindicativa o revolucionaria estaba completamente extirpada de nuestra tierra. ¿O no?
Durante el periodo de la autarquía franquista el conjunto del estado español vivió un periodo de gran desabastecimiento de alimentos y de bienes básicos. Muchas familias, las esquilmadas y represaliadas por el franquismo, veían agravada atrozmente su coyuntura social y económica por su condición de ser «las familias de los rojos». Muchas de ellas, con el cabeza de familia asesinado, desaparecido o encarcelado eran sacadas en solitario adelante por unas titánicas madres de familias. En aquel contexto, las autoridades del franquismo, alejadas por supuesto de cualquier idea social o de progreso, implementaron un sistema de racionamiento que a su vez contribuía a engrasar de forma paralela los engranajes de un mercado negro del estraperlo. Las empobrecidas familias represaliadas en muchas ocasiones se veían desesperadamente abocadas a recurrir a un mercado ilegal implementado y gestionado por las familias represoras.
El mes de mayo de 1951 un conjunto de movilizaciones y huelgas se produjeron en las principales ciudades españolas a consecuencia de la paupérrima situación económica; el coste de los alimentos incrementaba en más de un 30%, frente a los salarios, cuyo poder adquisitivo se desplomaba al 40% de los existentes en el año 1936.
El día 7 de mayo se rumoreaba en Pamplona que las docenas de huevos iban a costar en torno a 12 y 15 pesetas. Lejos de cumplirse aquellas ya altas previsiones, las empobrecidas amas de casa llegaron al Mercado del Ensanche, y se sobresaltaron al comprobar que el coste de la docena de huevos ascendía a las 17 pesetas, algo inasumible para la gran mayoría. La reacción no se hizo esperar, y aquellas enfurecidas mujeres, quizá porque ya no tenían nada más que perder, boicotearon la venta de aquellos huevos y en una arriesgada acción desconocida en Pamplona desde la II República, 300 de ellas partieron en una improvisada manifestación hasta la entonces sede del Gobierno Civil (actual Delegación del Gobierno de la Plaza de las Merindades). Ante el sorpresivo e inusual tumulto ocasionado por aquella manifestación conformada íntegramente por mujeres, el Gobernador Provincial del Movimiento, Luis Valero, tuvo que atender a una representación de aquellas mujeres que exigían el establecimiento de unos precios asequibles al conjunto de la población. Como se podía esperar, la reunión con el líder falangista fracasó, y aquellas bravas mujeres fueron disueltas y perseguidas, siendo incluso varias de ellas heridas por arma de fuego. Durante aquella jornada y las posteriores hasta una docena de esas amas de casa fueron detenidas.
La indignación por lo ocurrido, rápidamente prendió la mecha de una hasta entonces atemorizada y abatida clase trabajadora, produciéndose casi de inmediato llamamientos a la solidaridad, surgiendo casi de manera espontánea la propuesta de ir a la Huelga General. Durante los días 8, 9 y 10 de mayo se vivieron innumerables piquetes y manifestaciones dando surgimiento a la primera Huelga General en Navarra, llegando a ser secundada por unas 30.000 personas. La movilización obrera tuvo también seguimiento más allá de la Comarca de Pamplona, produciéndose paros, cierres y movilizaciones también en localidades como Estella, Tudela o Sangüesa. Las movilizaciones sorprendieron por completo a las autoridades franquistas, las cuales tuvieron que solicitar efectivos de fuera de Navarra para apagar las movilizaciones. La represión fue brutal. Decenas de personas fueron heridas por arma de fuego y unas 300 personas fueron detenidas y concentradas en la Plaza de Toros de la capital navarra.
Tras intensos y agitados días, el 11 de mayo se dio por finalizada la considerada como primera Huelga General en Navarra con dos importantes victorias para la clase trabajadora de Navarra. Una nada desdeñable victoria material; los empresarios y el régimen tuvieron que claudicar y asumir las reclamaciones salariales, abonar las jornadas de huelga y suprimir las cartillas de racionamiento. Y una importantísima victoria política; por primera vez desde el final de Guerra Civil la clase trabajadora de Navarra (organizada aún de forma muy débil en torno a organizaciones de trabajadores cristianas, sectores desencantados del carlismo, y embriones de organizaciones de izquierdas y nacionalistas), lograba una inconmensurable victoria social y política frente a un poderoso franquismo en uno de sus principales feudos territoriales.
El régimen franquista, aunque sin demasiado éxito a la vista de la progresiva conflictividad obrera de las décadas posteriores, temeroso de que aquella reivindicativa semilla germinara, abrió un largo proceso judicial contra 24 personas. Años después, en 1958, 14 de ellas fueron condenadas a penas de prisión de entre 1 y 6 meses, no obstante, fueron indultadas sin llegar a ingresar en prisión.
Tras aquellos acontecimientos, a pesar de la clandestinidad impuesta por la dictadura, poco a poco la clase trabajadora de Navarra fue fortaleciendo su organización, dando lugar a infinidad de conflictos y movilizaciones durante las décadas posteriores. En nuestros días, en un contexto muy distinto pero con una problemática quizá algo similar, debemos rescatar una enseñanza de aquellas heroicas amas de casa; hasta en las circunstancias más adversas la movilización y la organización de la mayoría social trabajadoras son las mejores herramientas para conquistar nuestras más necesarias aspiraciones.
Carlos Guzmán Pérez: Coordinador General de Izquierda Unida de Navarra