Boucau, Villa Solidaria
Desde las primeras elecciones municipales celebradas, allá por los años 20, en Boucau ganaron los comunistas. Elección tras elección. Era un lugar de fuerte presencia obrera, por estar situada en ese municipio una gran acería, las “Forjas del Adour”. Los reiterados triunfos comunistas, junto al vigor de su organización local, hicieron de Boucau una especie de soviet francés, que, gracias a estar muy cerca de la frontera española sirvió como ayuda a todos los fugitivos políticos de España y Portugal.
Tras la aplastada revolución de octubre de 1934 en Asturias, los militantes más comprometidos intentaban escapar a Francia, para evitar la represión. Para ello contaban con la colaboración del Partido Comunista y de la Juventud Comunista. El último eslabón de esa cadena de solidaridad comunista enlazaba Donostia e Irún. Los asturianos fugitivos llegaban a Donostia, desde donde eran dirigidos por algún camarada a Irún en tren. El camarada los recibía la mayoría de las veces en la puerta de la iglesia de San Ignacio, en Gros, aunque a veces también en la puerta de la catedral del Buen Pastor. La consigna era consigna era conocida por los fugitivos: su guía llevaría un diario, “La Voz de Guipúzcoa”, doblado bajo el brazo. El camarada se dirigía hacia la estación de tren, y los asturianos lo seguían. En el vagón debían ir cerca de él, viéndole, pero separados.
Aunque a veces cometían la imprudencia de juntarse, lo que en una ocasión, por mediar un chivatazo a la policía, les costó la detención y caída de todo el grupo, los fugitivos y también el guía, por ir junto a ellos. En Irún descendían del tren, y los esperaba otro camarada, con la misma consigna, que relevaba al primer guía y los llevaba a un escondite para aguardar allí hasta el momento del paso. El paso, convenido previamente para una determinada hora y día, normalmente se hacía con un contrabandista profesional, apodado “Mantecas”, que cobraba un dinero por sus servicios. Cuando “Mantecas” los pasaba la frontera, en el otro lado los esperaban camaradas franceses, que los llevaban a Boucau, donde estaba el centro de esa red de la solidaridad. Allí los hospedaban, y luego los dispersaban por otros lugares de Francia. E incluso algunos fugitivos de octubre de 1934, como los cuatro de Mondragón, acusados de asesinar a Oreja, pasaron por Boucau, y desde allí marcharon a la Unión Soviética, para protegerse. Tomas Zubizarreta solía ser el último enlace, y Marcelo Usabiaga el eslabón entre Donostia e Irún.
A Boucau no sólo llegaron los fugitivos de Asturias en octubre de 1934, también era un lugar de acogida para los estudiantes comprometidos políticamente que huían del dictador portugués Salazar, en esos años treinta. Para los estudiantes operaba otra red, no la comunista, sino la que prestaba la FUE, la Federación Universitaria y Escolar, el sindicato estudiantil de izquierdas, que tenía lazos con sus camaradas portugueses y les ayudaba a escapar a Francia, antes de que fueran detenidos. Algunas veces, la FUE usaba el mismo enlace final, con el contrabandista “Mantecas”; pero otras eran los mismos militantes estudiantiles quienes los pasaban a Francia, sobre todo si era verano.
Porque si era verano era más fácil disimular el paso de la frontera por el mar, de playa a playa, como si fueran simples bañistas. En esas ocasiones, un camarada irunés pasaba previamente a Francia y entregaba la ropa del o de los fugitivos, a los camaradas de la juventud comunista francesa; y regresaba, para reunirse con el portugués o los portugueses. Y luego, juntos, pasaban nadando de la playa de Hondarribia a la de Ondarraitz en Hendaya, donde los esperaban los franceses con la ropa. El irunés regresaba nadando y todo parecía una asunto ocioso del verano. El destino de esos portugueses era el mismo: Boucau, donde serían recibidos, alojados, y finalmente distribuidos a otros lugares.
Boucau también tuvo un vecino ilustre, André Moiné. Un histórico dirigente comunista francés, y amigo personal de Jesús Larrañaga.
Jesús Larrañaga, el popular líder comunista guipuzcoano, comisario político de todo el Ejército del norte en la Guerra Civil, y que fue fusilado en enero de 1942 en las tapias del cementerio de la Almudena madrileño, tras ser detenido cuando vino desde Sudamérica para incorporarse a la lucha clandestina contra Franco. Jesús se hizo comunista en Boucau.
Cuando Jesús era un aprendiz en la fábrica de elementos auxiliares de los ferrocarriles, la CAF de Beasain, se implicó en una gran huelga que tuvo lugar en la empresa, y perdió el empleo. Jesús provenía del campo de las juventudes nacionalistas, y, aunque estaba despertando a la lucha obrera., su conciencia política y social aún estaban sin definir. Sin trabajo, Larrañaga se fue a Boucau, porque sabía que allí había una gran siderurgia y, con lo que había aprendido en la CAF, pensó que podía obtener trabajo, como así ocurrió. Llegó a Boucau como una aprendiz obrero, nacionalista, y salió de allí como un dirigente comunista. Resultaron decisivos para su cambio: la camaradería que vio en aquel municipio, la vida con los sindicalistas de la fábrica, la amistad de André Moiné.
Recuerdo que la primera vez que visité Boucau fui en bicicleta desde Donostia, con dos amigos ciclistas. Era una buena excursión, de unos ciento veinte kilómetros en total, sesenta de ida y otros tantos de vuelta. En casa había escuchado a mi padre, Marcelo, contar aquellas cosas que pasaban en Boucau, y eso había construido en mí, sobre ese nombre, sobre ese lugar, un mito. Nos adentramos en bicicleta por la zona fabril, me acuerdo muy bien, tengo la imagen física nítida de aquellas fábricas, talleres, edificaciones de ladrillo viejo, carreteras polvorientas.
Nos sentamos a almorzar, para recuperar la energía para el regreso, en el zaguán de un taller cerrado. En la pared de la fábrica de enfrente había una gran pintada: “Vive la dictadure du proletariat”. Aunque era un concepto que nuestro partido ya había dejado atrás en su elaboración teórica, me gustó, y me indicó que estaba en un lugar distinto.
Valgan estas líneas para subrayar, con el ejemplo histórico de Boucau, la importancia del poder municipal, no sólo para la gestión de los asuntos urbanísticos, o de política local; sino que en él se incardina y tiene una presencia la gran política.
Imaginemos que aquellos fugitivos refugiados en Boucau son los actuales emigrantes, los que se juegan la vida con los cayucos, en el Bidasoa, en las tripas de cualquier camión.
Miguel Usabiaga
Director de Herri / Arquitecto, Escritor