Arquitectura y Revolución
La mirada del Che.
por Lorenzo Goikoetxea: Arquitecto
La UIA (Unión Internacional de Arquitectos) es una organización no gubernamental que se funda en 1940 en Francia, a la que pertenecen la inmensa mayoría de los arquitectos del mundo, al haberse añadido la casi la totalidad de las asociaciones profesionales existentes.Esta agrupación viene organizando Congresos desde su creación, a la que acuden no sólo miembros las organizaciones agrupadas, si no más colectivos, desde las revistas de arquitectura a los profesores y estudiantes de arquitectura, o externos, según la temática del congreso.
En septiembre de 1963 la UIA celebra el VII Congreso Mundial de arquitectos en Cuba, siendo el primer congreso celebrado en América. Al mismo se inscribieron 430 extranjeros (de los cuales 395 eran estudiantes) y 432 cubanos (388 estudiantes). Se hicieron representar por delegados oficiales 57 Escuelas de Arquitectura y otras 17 escuelas enviaron delegados en calidad de observadores, representando un total de 43 países, en un momento en el que el bloqueo estadounidense hace difícil las conexiones con la isla. Fue el “Che” Guevara el que cierra dicho Congreso con un discurso que Herri reproduce íntegramente en las páginas de este número. En ese cierre apunta una reflexión sobre la profesión de arquitecto, Guevara señala que: “…Pretenderé definir, con mis escasos recursos ,qué entiendo yo por un arquitecto. Creo que un arquitecto -como prácticamente todo profesional-, es un hombre en quien se conjugan la cultura general de la Humanidad, alcanzada hasta ese momento, y la técnica general de la Humanidad, o la especial de cada pueblo…….. que la técnica es un arma, y que quien sienta que el mundo no es perfecto ni lo debiera ser, tiene, debe luchar porque el arma de la técnica sea puesta al servicio de la sociedad, y por eso rescatar antes a la sociedad para que toda la técnica sirva a la mayor cantidad posible de seres humanos, y para que podamos construir la sociedad del futuro, désele el nombre que se quiera”.
Esta reflexión del profesional comprometido con la sociedad sirve para todas las profesiones y el mismo Che, como médico que era, lo llevaba interiorizado, pero esa reflexión en un congreso de arquitectos, probablemente a nuestro entender tenía una segunda derivada, recordaremos que el padre del Che, Ernesto Guevara Lynch, abandonó los estudios de arquitectura para casarse, y su hermana menor, la favorita, Ana María es arquitecto, por lo que no le era una profesión extraña.
No sabemos si el Che era consciente de que, a lo largo de su recorrido vital, en muchos sitios en los que había tenido contacto, había estado rodeado de arquitectos que habían tomado ese compromiso social como parte de su vida, y en la mayoría de los casos habían pagado por ese compromiso. La misma ciudad de la Habana en la que se celebraba el congreso, apodada “la ciudad de la columnas” por el escritor Alejo Carpentier – que también inició estudios de arquitectura- fue el refugio en 1902 del padre de Alejo, de Georges Julien Álvarez Carpentier, arquitecto francés que había tomado partido en el Caso Dreyfuss a favor del el ingeniero, capitán y judío, Richard Dryefus injustamente acusado de traición, y es que dada la polarización social de la III República Francesa decidió trasladarse a Cuba para distanciarse y probablemente no verse represaliado por su elección.
El Che estuvo varios años en México antes del desembarco en la isla, como exiliado y trabajando en varios oficios: fotógrafo, investigador de Hospital e incluso impartiendo clases nocturnas, sin cobrar, en la Universidad Autónoma de Méjico (UNAM), periodista, vendedor de juguetes,…. Ese Méjico, que había vivido también una guerra civil, era el lugar de asilo de multitud de españoles exiliados de la guerra civil española, es seguro que tuvo contactos con ellos. Un ejemplo es el de Alberto Bayo, luchador republicano, que fue instructor del Che, del que dijo era su mejor alumno.
Tras la guerra civil, dentro del todo el éxodo republicano, hubo también arquitectos que debieron huir por su compromiso social. Se repartieron por todo el mundo, pero el grueso se repartió inicialmente en sudamérica. Es en ese México que abre los brazos a los españoles huidos a finales de los años 30 del siglo pasado, y dentro de ese variopinto grupo que abarcaba desde escritores a trabajadores, también habían llegado arquitectos españoles con compromiso social. Arquitectos que en su mayoría habían combatido en el Cuerpo de Ingenieros republicano y que tuvieron que iniciar una nueva vida, en la gran mayoría de los casos manteniendo su compromiso, algunos hasta el fín de sus días. No es tan seguro que pudiera tener contacto con ellos, pero algunos de estos arquitectos seguían comprometidos e incluso fueron profesores de la UNAM.
Recordaremos a uno entre tantos como ejemplo de compromiso desde una situación, casi domestica: Enrique Segarra Tomás. Segarra fue un arquitecto valenciano, amigo de Lorca, Alberti, Herrera, Fernandez Balvuena, en la residencia de estudiantes de Madrid, que se implica desde el principio en la FUE (Federación Universitaria Escolar), y es militante del PCE desde 1930, obteniendo el título de arquitecto en 1934. Se incorpora voluntario junto a su esposa Toni Idiazabal, una vez iniciada la guerra, asignado al Cuerpo de ingenieros con el grado de comandante principal de ingenieros, participando en las Jornadas de Propaganda promovidas por Max Aub, y fundando en 1936 en Valencia, el Sindicato de trabajadores de la arquitectura y la ingeniería. Durante la guerra, junto con otros arquitectos como Félix Candela y Ovidio Botella, juegan un papel destacado en construcciones militares, principalmente en la batalla del Ebro a las órdenes de Lister. Tras la derrota acaba en el Campo de Saint Cyprien en Francia , junto con casi todos los arquitectos que acabarán exiliados en Méjico.
Consigue llegar a México, donde recordaremos que la antigua población española elitista, tacha de rojos y ladrones a los exiliados, creando un ambiente de recelo general antes los nuevos emigrantes a pesar del apoyo institucional del Presidente Cárdenas. Acaba recalando al tiempo en la ciudad de Veracruz, donde a través de empresas de construcción acaba teniendo un hueco profesional. En todo este periplo mantiene contacto con sus compañeros del PCE y tras asentarse re-establece relaciones con Leon Felipe, Ángel Gaos, Wenceslao Roces, etc. creando la Casa de la República Española, el Frente Democrático español de Veracruz como centros de reunión de miembros de la cultura y de la política exiliada. Se hacen famosas sus arengas radiofónicas desde mediados de los años 40, entre las que destaca la anual del 14 de abril, en las que ejerce la critica política y la critica arquitectónica a la arquitectura franquista.
No hemos comentado aún, sus capacidades, para hacernos una idea, entre las que tenía, estaba haber cursado cursos de matemáticas aplicada y la educación de tocar varios instrumentos; disciplinas que aúna en artículos de carácter científico en los que aplica a la arquitectura los complejos cálculos de acústica para utilizar en salas audiovisuales, siendo el primer exiliado que publica artículos científicos en Méjico.
En los años siguientes además de ejercer de arquitecto, es profesor de la Facultad de ciencias y técnicas de comunicación de la Universidad veracruzana; donde se recuerda cómo los alumnos se pusieron en huelga para que le designasen director, cargo que exigía el nacimiento en Méjico, por lo que no podía serlo; y al final lo fue, con un eufemismo de titulación. Recuerdan cómo entre situaciones reivindicativas en los años 70, como director, a la critica y al exabrupto, señaló a los alumnos que la labor de un revolucionario era cultivarse, cultivar su inteligencia y ampliar su cultura, que ni Lenin ni Marx, ni otros, hubieran podido hacer su compromiso revolucionario al estudio. Unos alumnos señalan en su empecinamiento que : Entregamos nuestros «trabajos» y el maestro lamentó nuestro incumplimiento. Mendo entregó varios papelitos con notas ¡manuscritas! (con su grafología críptica) y yo el rollo cantusiano, malo como el más malo jamás escrito.
Segarra entonces nos volvió a decir lo de la educación y la cultura de los revolucionarios pero nosotros respondimos, con más ardor que la vez anterior, que creíamos en la urgencia de la lucha y en eso empeñábamos nuestras fuerzas.
Y, otra vez, el espíritu superior del maestro: reflexionó sobre nuestras palabras, se le llenaron los ojos de lágrimas y nos dijo que a su edad ya no podía darse el lujo de cuestionarse si toda su vida había estado equivocado, pero que tampoco iba a ser un obstáculo para que nosotros -quizá- probáramos que estábamos en lo cierto.
Nos regresó al mundo con un 9 de calificación a cada uno… y para siempre con el alma conmovida y una deuda moral que nunca fuimos capaces de resarcir.
Era un arquitecto, uno de tantos exiliados, que después de años aun continuaba con un compromiso político en todos sus aspectos vitales, en la medida que el Che señalaba.
Siguiendo la línea de arquitectos comprometidos, en un arquitecto se aúna ser el más importante arquitecto de todo el cono sur y ser a la vez el arquitecto más comprometido, hablamos de Oscar Niemeyer.
Niemeyer se titula en 1934 como arquitecto y se afilia en 1945 al Partido Comunista de Brasil. Desde un primer momento su quehacer profesional está comprometido con la arquitectura moderna, seguidor de Le Corbusier por un lado, por otro comprometido con la sociedad en la que desarro-lla su actividad, con profundas desigualdades sociales. Con una gran obra construida en Brasil y a nivel mundial, fue uno de los pocos arquitectos, por no decir el único, en la historia que ha podido diseñar y construir una capital de estado como hizo con Brasilia en 1960.
El día de la inauguración decide no estar en la tribuna de honor y quedarse abajo con los trabajadores que habían materializado la obra muestra de su firme y sincera convicción por transformar radicalmente el mundo que le tocó vivir. Durante la dictadura militar de Brasil, en 1965, doscientos profesores, entre ellos Niemeyer, dimiten en la Universidad de Brasilia, en protesta contra la política universitaria. Niemeyer se exilia en Europa en 1966, y en 1967 realiza el proyecto de la sede el Partido Comunista Francés, al que se vinculó al estar fuera de la tierra brasileña.
Su discurso manifestaba continuamente el compromiso de su hacer profesional «Nunca me callaré la boca. Nunca esconderé mis convicciones comunistas. Y quien me contrata como arquitecto conoce mis concepciones ideológicas…. (…) Hay que conocer ante todo la vida de los hombres, su miseria, su sufrimiento para hacer arquitectura de verdad».
Quizás fue el arquitecto más próximo a los postulados del Che como técnico comprometido, del que por cierto su archivo incluye cartas manuscritas de Guevara, sin que conozcamos si tuvieron relación, si la tuvo con Fidel viajando varias veces a Cuba.
Su actitud se resume en su frase: «No quiero cambiar la arquitectura, lo que quiero cambiar es esta sociedad de mierda».