Entrevista a Walter Baier

Entrevista a Walter Baier

Entrevista a Walter Baier

Presidente del Partido de la Izquierda Europea, European Left
La izquierda real europea

Javier Moreno, profesor en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla y coordinador de la comisión política del PCE. Participa activamente en la red “transform! europe” en representación de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM), ha entrevistado para la revista Herri al presidente del Partido de la Izquierda Europea, el comunista austriaco Walter Baier.

S i en 2021 fue una sorpresa que el Partido Comunista de Austria (KPÖ) se hiciera con la alcaldía de Graz, segunda ciudad del país, el meritorio resultado cosechado en las elecciones al parlamento regional de Salzburgo el pasado mes de abril, con un 11,7% de apoyos (un 21,5% en la misma ciudad de Salzburgo), supuso la consolidación de una tendencia que ha hecho que muchos partidos de la izquierda europea posen su mirada en sus camaradas austríacos.

El KPÖ tiene una historia marcada por la lucha contra el fascismo y por la independencia nacional, siendo por ello ilegalizado desde el año 1933 hasta 1945. Sin embargo, no siempre ha conseguido el respaldo popular suficiente para estar presente en las instituciones austríacas. Desde 1959 no sienta a ningún representante en el parlamento federal, y su presencia municipal y regional ha sido anecdótica hasta hace bien poco.

Conversamos con Walter Baier, quien fuera presidente del KPÖ desde 1994 hasta 2006, año en que ocupara la coordinación de la red europea de fundaciones de partidos de izquierda transform! europe. Desde el año pasado, Baier abandonó la coordinación de esta red de think tanks para liderar el Partido de la Izquierda Europea.

El punto de vista de este hijo de supervivientes de Auschwitz y Dachau y experto en austro-marxismo, que combina perspectiva histórica y una mirada internacional de la izquierda, seguro que puede destacar algunos elementos claves para entender este auge de la izquierda austríaca.

J.M. En primer lugar, una primera cuestión que inspira el tema central de este número de la revista Herri ¿cómo valoras la situación actual de la izquierda en Austria tras los últimos resultados cosechados por el KPÖ? ¿Cuál dirías que son las claves de este éxito?

A pesar de su marginación política durante la Guerra Fría, el KPÖ nunca fue un partido sectario. A mediados de los años sesenta desarrolló la idea de una “vía austriaca independiente al socialismo” y anticipó elementos del eurocomunismo. Con la invasión de los ejércitos del Pacto de Varsovia a la República Socialista Checoslovaca, este experimento se canceló y le siguió una fase de repliegue dogmático. No obstante, pudieron mantenerse muchas de sus posiciones en los sindicatos, las universidades y los movimientos sociales. A principios de los años noventa, el partido logró reformarse contra la resistencia interna.

Un segundo elemento es que el KPÖ fue capaz de ampliar sus alianzas locales mediante políticas inteligentes e innovadoras y personas de referencia con credibilidad, lo que culminó en sensacionales victorias electorales en Graz y Salzburgo. Además, en 2019 los Jóvenes Verdes se separaron de su partido matriz y encontraron un nuevo hogar político en el KPÖ. En su último congreso, el KPÖ eligió a sus principales representantes para dirigir el Partido, lo que se demostró un movimiento inteligente y valiente, ya que dio al KPÖ una nueva dinámica y permitió superar las divisiones existentes dentro del propio Partido.

J.M. ¿Es esta subida algo coyuntural o se puede afirmar que hay una tendencia consolidada que seguirá dando sus frutos en las próximas citas electorales?

Eso esperamos. En el ámbito local hay posibilidades de lograr un éxito similar al de Graz en las elecciones municipales de la ciudad de Salzburgo el próximo mes de marzo. A nivel nacional, las cosas son más difíciles. El panorama político es cambiante y las encuestas dan al neofascista FPÖ un 30%. Esto le convertiría en el partido más fuerte del Parlamento. Además, dentro del conservador Partido Popular existe la tendencia a formar un gobierno conjunto con los neofascistas. Por otro lado, las guerras de Ucrania y Oriente Próximo han desplazado el clima político general hacia la derecha.

Por otra parte, el Partido Comunista de Austria ha logrado una buena posición de partida gracias a su defensa consecuente de los derechos de los trabajadores y de todas las personas socialmente desfavorecidas. Es posible, aunque en modo alguno seguro, que triunfe en las elecciones al Parlamento Europeo y en las elecciones al Consejo Nacional, previstas como tarde para otoño. Pero, independientemente de ello, el KPÖ ha logrado renovar su afiliación y su liderazgo en los últimos años. En mi opinión, la tarea más importante es consolidar y continuar este progreso.

J.M. El KPÖ presume de ser uno de los partidos comunistas más antiguos del mundo (1918) y su historia es la historia de la lucha por la democracia y la paz. Ahora se presenta a las elecciones como KPÖ+, donde el añadido “+” simboliza la incorporación de otros partidos y gente independiente en sus candidaturas ¿cómo se ha vivido esta evolución y qué papel puede tener en los recientes resultados?

A pesar de sus éxitos actuales, el KPÖ no es la única fuerza política a la izquierda de la socialdemocracia y los Verdes. La política de apertura a otros movimientos de izquierda ha demostrado su eficacia en la entrada masiva de jóvenes verdes en el KPÖ y debe continuar. Por otro lado, las condiciones en las distintas partes de Austria son diferentes. En Graz, el KPÖ tiene éxito con unos candidatos fiables y consolidados, pero tradicionalmente compite exclusivamente bajo su nombre de partido; en Salzburgo ha simbolizado su crecimiento con el añadido del “+”; y en Viena fue capaz de más que cuadruplicar sus resultados en los consejos de distrito en las últimas elecciones municipales de 2020 mediante una alianza con un partido de izquierdas de reciente creación.

J.M. La historia del movimiento comunista austríaco ha estado marcada por los debates teóricos inaugurados por la revolución rusa y que tienen el original itinerario desarrollado por los autores del denominado austro-marxismo. Sin ánimo de abrir un debate que se nos escaparía a los límites físicos de nuestro número ¿se pueden encontrar influencias teóricas del austromarxismo en la práctica política actual de los comunistas austríacos?

El austromarxismo constituyó la base ideológica de la socialdemocracia austriaca en el periodo de entreguerras. El tema central era encontrar una vía hacia el socialismo en el marco de la democracia por la que luchaba el movimiento obrero. El austromarxismo ocupó así una posición intermedia entre el revisionismo socialdemócrata y el bolchevismo. Emblemática de este experimento es la política social y comunal de la Viena Roja. Esta inspira aún hoy la política local, incluida la del Partido Comunista.

También se pueden identificar influencias teóricas. Describir esto en detalle iría más allá del alcance de esta entrevista. Sin embargo, la idea del desarrollo de una nación austriaca -independiente de Alemania- que dio identidad al KPÖ estuvo influida por la teoría austromarxista sobre la cuestión nacional, en particular por la de Otto Bauer. El concepto de un socialismo integral que trascendiera las corrientes tradicionales del movimiento obrero, así como las teorías sobre el Estado y su transformación, se incorporaron a la renovación programática del KPÖ.

J.M. Aprovechando tu posición privilegiada para analizar la evolución de la izquierda europea en las últimas dos décadas, por su papel primero en transform! europe y ahora en el PIE ¿cuál es la aportación de la mirada austríaca a los problemas y retos que afronta la izquierda en Europa?

La apertura del austromarxismo a la izquierda europea, incluso mediante la traducción de obras clave[1] como las producidas por transform! europe, es sin duda una “contribución austriaca”. Estas obras, como las de Otto Bauer y Karl Renner sobre la cuestión nacional, son interesantes no sólo por las cualidades intelectuales de sus autores, sino también porque se basan en las experiencias de un movimiento de masas y fueron escritas para un movimiento de masas que representaba al 90% de la clase obrera en los años veinte.

J.M. Conversábamos hace poco sobre las relaciones entre España y Austria en la historia del movimiento comunista, y tomábamos como ejemplo la participación de Joseph Orlistch, que llegó a ser conocido en el patio de la prisión de Burgos como el “alcalde de Floridsdorf”. La historia de Orlistch, antiguo concejal de la ciudad de Klagenfurt, brigadista internacional y miembro de la resistencia tras la IIGM, ha quedado registrada en la historia ficcionada “El Alcalde de Floridsdorf” de Miguel Usabiaga, director de nuestra revista ¿cómo valoras esta relación y que hitos podríamos destacar en la misma?
La conexión más importante entre los movimientos comunistas de nuestros países, que sigue viva hoy en día, es la participación de 1.400 austriacos en las Brigadas Internacionales y la formación del Batallón 12 de Febrero, compuesto principalmente por austriacos. 250 austriacos perdieron la vida en suelo español.

Para muchos socialistas y comunistas austriacos que vinieron a España como voluntarios, se trataba de la continuación de la lucha tras la derrota de la clase obrera austriaca en febrero de 1934 y la erradicación de la condición de Estado de Austria mediante la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi (conocido como Anschluss) en marzo de 1938.

Tras la derrota de la República, muchos de ellos continuaron la lucha en la Resistencia francesa, con los partisanos yugoslavos o en los campos de concentración. Tal vez sea esta también una característica especial del comunismo austriaco, excepcionalmente internacionalista y europeísta para un partido pequeño de un país pequeño.

J.M. Finalmente, para concluir, te invitamos a que de manera abierta nos dejes un mensaje sobre las perspectivas futuras de los comunistas en un mundo que actualmente vuelve a confrontar el horror de la guerra y la violación de los derechos humanos.

La creciente brecha entre ricos y pobres, incluso a escala mundial, las catástrofes naturales derivadas de la relación rota entre la sociedad capitalista y la naturaleza y las guerras son síntomas del difícil periodo de transición en que ha entrado la humanidad. Lo viejo no quiere morir y lo nuevo aún no termina de nacer.

Me parece que lo más importante en este periodo es asegurar la posibilidad de lo nuevo evitando el peligro de una guerra mundial sigilosa. Un nuevo frente de guerra fría atraviesa Europa. Debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para evitar que se convierta en una guerra caliente. El objetivo más importante es, por tanto, poner fin a las guerras actuales y mantener la paz.

 

Javier Moreno

 

Entrevista a Karl Marx

Entrevista a Karl Marx

Entrevista a Karl Marx

En el diario “The World”. Nueva York, 18 de julio de 1871
R. Landor.

Le pidieron que investigara sobre la Internacional obrera y he tratado de hacerlo. No es empresa fácil. En estos momentos Londres es, sin duda, el cuartel general de la Internacional, pero los ingleses se han asustado y todo les huele a Internacional. Con las sospechas del público, naturalmente, ha aumentado la prudencia de la Asociación, y si quienes están al frente tienen algún secreto que ocultar, no cabe duda de que son capaces de hacerlo. Me he dirigido a dos de sus jefes, he hablado libremente con uno de ellos y a continuación refiero lo más sustancioso de nuestra conversación.

Me he convencido de una cosa: que es una asociación de obreros auténticos, pero quienes les dirigen son teóricos y políticos pertenecientes a otra clase social …

Karl Marx es alemán, profesor de filosofía, tiene vastos conocimientos recabados tanto de la observación de la vida como de los libros. Yo diría que, en el sentido común de la palabra, nunca ha sido un obrero. El ambiente y el aspecto son los de un miembro acomodado de la “middle class”. La sala donde fui introducido la tarde de la entrevista parecía la típica morada de un próspero agente de bolsa que, dotado de medios, empezase a hacer fortuna. Era el retrato del bienestar, la casa de un hombre de gusto y de posibilidades, pero sin denotar el carácter del propietario. Encima de la mesa, un bonito álbum de vistas del Rin daba pistas sobre su nacionalidad. Atisbé cautelosamente el florero de una mesita por si había una bomba. Esperaba oler a petróleo, pero lo que aspiré fue un perfume de rosas. Contrariado, volví a sentarme, preparándome para lo peor. Entró, me saludó cordialmente y nos sentamos frente a frente. Sí, tengo ante mí a la revolución en carne y hueso, al fundador y espíritu conductor de la Internacional, al hombre que advertía que hacer la guerra a la clase obrera significaba crearse problemas: en una palabra, al apologista de la Comuna de París.

¿Tienen presente el busto de Sócrates, aquel que prefirió morir antes que prestar fe a los dioses de su tiempo, el hombre cuya frente, de bello perfil encaja mal en una silueta roma, achatada, como separada por un gancho que hace de nariz?
Pues bien, tengan presente este busto, tiñan de negro la barba, dándole unas pinceladas de gris, pongan esa cabeza sobre un cuerpo robusto, de mediana estatura, y tendrán delante al profesor. Cubran con un velo la parte superior de la cara y podrían estar en compañía de un buen parroquiano. Descubran la característica esencial, la frente enorme, y de inmediato advertirán que habrán de lidiar con la más temible de las fuerzas compuestas: un soñador que piensa, un pensador que sueña. Al lado de Marx había otro hombre, me pareció que también alemán aunque, dado su buen dominio de nuestro idioma, tampoco podría asegurarlo. ¿Le servía de testigo al profesor? Creo que sí. El «Consejo», sabedor de la entrevista, le pediría después al profesor un informe: la «Revolución» sospecha en primer lugar de sus agentes, razón por la que se necesitaba un testigo.

Fui rápidamente al grano. El mundo, le dije, no parece saber muy bien qué hay detrás de la Internacional; la odia, pero es incapaz de explicar qué es lo que realmente odia. Algunos, que creen haber penetrado más pro-fundamente que otros en esas tinieblas, afirman que es una especie de Jano bifronte, con la sonrisa honrada y benévola del obrero a un lado y el ojo taimado del conjurado al otro.

Le rogué a Marx que desvelara el secreto oculto en esta teoría. El estudioso sonrió, y me pareció advertir una risita bajo su bigote ante la idea de que existiese semejante temor.

MARX — Querido señor, no hay ningún secreto que desvelar (empezó así, en una versión muy pulida del dialecto de Hans Breitmann), más allá del secreto de la estupidez humana en quienes se empecinan en seguir desconociendo que nuestra asociación actúa públicamente v que sobre su actividad se publican informes exhaustivos para todo aquel que se moleste en leerlos. Con un penique puede usted comprar nuestros Estatutos, y si está dispuesto a gastar un chelín puede comprar opúsculos en los que descubrirá sobre nosotros casi todo lo que sabemos nosotros mismos.
LANDOR — «Casi», puede ser. Pero ¿no será precisamente ese «casi» la cuestión más importante? Quiero ser muy franco con usted y hacer las preguntas como las haría quien ve estas cosas desde fuera: la actitud de general hostilidad hacia su organización ¿no demuestra algo más que la malévola ignorancia de las masas? A pesar de su respuesta, quiero repetirle la pregunta: ¿qué es la Internacional?
MARX — Basta con fijarse en los hombres que la componen: son obreros.
LANDOR — Sí, pero los soldados no siempre son fautores del gobierno que les manda. Conozco a algunos miembros de su asociación y no me cuesta nada creer que son de una pasta distinta de la de los conspiradores, Además, un secreto compartido por millones de hombres deja de ser un secreto. Pero, ¿y si estos hombres fueran meros instrumentos en manos de un puñado de audaces, que —permítaseme la expresión—, no se andan, en cuando a los medios, con chiquitas?
MARX — No hay ninguna prueba de que sea así.
LANDOR — ¿Y la reciente insurrección de París?
MARX — En primer lugar le ruego que demuestre que ha sido una conjura y que lo ocurrido no ha sido la lógica consecuencia de las circunstancias. Pero aún si admitiéramos que fue una conjura, le ruego que demuestre que la Asociación Internacional ha formado parte de ella.
LANDOR — La presencia de muchos miembros de la Asociación en la Comuna.
MARX — Lo mismo podría decirse que ha sido una conjura de masones, dada su nada desdeñable participación individual. No me extrañaría que el papa descargase en los masones toda la responsabilidad de la insurrección. Pero tratemos de hallar otra explicación. La insurrección de París la han hecho los obreros parisinos. Por consiguiente sus jefes y sus ejecutores solo han podido ser los obreros más capacitados. Los obreros más capacitados forman parte de la Asociación Internacional, pero dicha asociación, como tal, no puede considerarse responsable de sus actos.
LANDOR — El mundo ve las cosas de otro modo. Se habla de instrucciones secretas llegadas de Londres e incluso de ayuda económica. ¿Puede decirse que la supuesta acción pública de la asociación excluye por completo la posibilidad de contactos secretos?

 

MARX — ¿Alguna vez ha habido una asociación que no actúe bien mediante contactos confidenciales, bien mediante contactos públicos? Pero hablar de instrucciones secretas enviadas desde Londres, en el sentido de decretos «en materia de fe o de moral» emanados de un supuesto centro conspirativo al servicio de una suerte de poder pontificio, sería desconocer completamente la naturaleza de la Inter-nacional, significaría ver en la Internacional una forma de gobierno centralizado, cuando en realidad la forma organizativa de la Internacional garantiza el más amplio margen de iniciativa e independencia local. De hecho, la Internacional no es un gobierno de la clase obrera; es más una federación que un órgano de comando.
LANDOR — ¿Cuál es el fin de esa federación?
MARX — La emancipación económica de la clase obrera mediante la conquista del poder político. El uso de este poder para alcanzar objetivos sociales. Nuestros objetivos tienen que ser lo bastante amplios como para abarcar todas las formas de acción de la clase obrera. Si les hubiésemos dado un carácter particular habríamos tenido que adaptarlos a las necesidades de una sola sección, de la clase obrera de una sola nación. Pero ¿se puede inducir a los hombres a unirse en nombre de los intereses de unos pocos? Si nuestra asociación lo hiciese, ya no tendría derecho a llamarse Internacional. La asociación no impone ninguna forma determinada de movimiento político. Solo requiere que dicho movimiento vaya dirigido a una sola e idéntica meta final. Reúne una red de asociaciones colaterales que se extiende por todo el ancho mundo del trabajo. En cada lugar del mundo se manifiestan aspectos particulares del problema; los obreros lo tienen en cuenta y buscan la solución más oportuna. Las asociaciones obreras no pueden ser idénticas de un modo absoluto y hasta el último detalle, de Newcastle a Barcelona, de Londres a Berlín. En Inglaterra, por ejemplo, la clase obrera tiene el camino despejado para desarrollar su poder político del modo que considere más conveniente. Allí donde se puede alcanzar la meta del modo más rápido y seguro con manifestaciones pacíficas, la insurrección sería una estupidez. En Francia parece que la plétora de las leyes opresivas y el antagonismo mortal entre las clases harán necesaria una solución violenta de las divergencias sociales. Que acabe sucediendo tal cosa, es algo que incumbe a la clase obrera de ese país. La Internacional no se arroga el derecho a dar órdenes sobre este asunto, ni siquiera a dispensar consejos. Pero expresa a cada movimiento su simpatía y le garantiza ayuda en el ámbito de sus propios estatutos.
LANDOR — ¿Qué clase de ayuda es ésa?
MARX — Lo explicaré con un ejemplo: una de las formas de lucha más usadas por el movimiento de emancipación es la huelga. Antes, cuando estallaba una huelga en un país, se sofocaba trayendo mano de obra de otros países. La Internacional ha logrado impedirlo casi por completo. Es informada de la huelga planeada, pasa las informaciones a sus miembros v así ellos saben que el lugar donde se está desarrollando la lucha es tabú. De modo que los patronos de las fábricas se ven obligados a contar solo con sus obreros. En la mayoría de los casos los huelguistas no necesitan más ayuda que esa. El pago de cuotas y las colectas internas de las asociaciones a las que pertenecen directamente les permiten subsistir. Si la situación se vuelve demasiado crítica y la huelga ha sido aprobada por la Internacional, se ponen a su disposición los fondos necesarios sacándolos de la caja común. Es así como hace pocos días la huelga de los cigarreros de Barcelona se ha saldado con una victoria. Pero la asociación no está interesada fundamentalmente en las huelgas, aunque las apoye en determinadas circunstancias. Resumamos brevemente: la clase obrera sigue siendo pobre en medio del creciente bienestar, se hunde en la miseria rodeada un lujo cada vez mayor. La miseria material deforma a los obreros moral y físicamente, y no pueden contar con ninguna ayuda exterior. Por eso es para ellos una necesidad ineludible hacerse cargo personalmente de su situación. Deben modificar las relaciones entre ellos mismos, y entre ellos y los capitalistas y terratenientes, lo que significa que deben cambiar la sociedad. Esta es la meta común de todas las organizaciones obreras conocidas. Las ligas obreras y campesinas, los sindicatos, las sociedades de ayuda mutua, las cooperativas de consumo y de producción no son sino medios para alcanzar esta meta. Es tarea de la Internacional forjar una verdadera solidaridad entre estas organizaciones. Su influencia empieza a sentirse por doquier. Dos periódicos difunden sus ideas en España, tres en Alemania y otros tantos en Austria y Holanda, seis periódicos en Bélgica y seis en Suiza. Y ahora que le he explicado lo que es la Internacional quizá podrá hacerse una opinión de las supuestas conjuras.

LANDOR -— ¿Mazzini forma parte de su organización?

MARX — (riendo) ¡Claro que no! No habríamos llegado tan lejos si nuestras ideas no hubieran sido un poco mejores que las suyas.

LANDOR — Me sorprende usted. Estaba firmemente convencido de que sus ideas eran de lo más avanzado.

MARX — Él solo representa la vieja idea de la república burguesa y nosotros no queremos tener nada que ver con la burguesía. Se ha quedado tan atrás, con respecto al movimiento contemporáneo, como esos profesores alemanes a quienes, pese a todo, se les sigue considerando en Europa unos apóstoles de la «democracia desarrollada» del futuro. No cabe duda de que lo fueron en el pasado, quizá de 1848, cuando la clase media alemana, en el significado inglés del término, aún no había alcanzado un verdadero desarrollo, como en cambio había sucedido en Inglaterra. Pero ahora se han entregado en cuerpo y alma a la reacción y el proletariado ya no les reconoce.

LANDOR — Muchos creen haber descubierto en su organización elementos del positivismo.

MARX — Ni por asomo. Tenemos positivistas entre nosotros y también los hay fuera de nuestra organización, que se muestran muy activos. Pero eso no es mérito de su filosofía, que no desea tener nada en común con el poder del pueblo tal como lo entendemos nosotros. Su filosofía pretende sustituir la vieja jerarquía por una nueva.

LANDOR — Me parece, entonces, que los jefes del movimiento internacional moderno habrán tenido que elaborar una filosofía propia, lo mismo que han creado una asociación propia.

MARX — Exacto. Nuestra guerra contra el capital, por ejemplo, nunca saldría victoriosa si derivásemos nuestra táctica de la economía política de alguien como Stuart Mill. Él desentrañó cierto tipo de relación entre el trabajo y el capital. Nosotros queremos demostrar que se puede construir otro tipo de relación.

LANDOR — ¿Y los Estados Unidos?

MARX — Los centros principales de nuestra acción, por ahora, están en el Viejo Mundo, en Europa. Hasta el momento muchas circunstancias han impedido que la cuestión obrera alcanzase en Estados Unidos una importancia tal que relegase las demás a un segundo plano. Pero estas circunstancias desaparecen rápidamente y, con la expansión de la clase obrera en Estados Unidos, empieza a abrirse camino la idea de que allí, como en Europa, existe una clase obrera distinta del resto de la sociedad, divorciada del capital.

LANDOR — Parece que la solución esperada en nuestro país, sea cual sea, podrá alcanzarse sin los métodos violentos de la revolución. El método inglés de encauzar la agitación en las asambleas y en la prensa mientras la minoría no se convierte en mayoría me parece un buen augurio.

MARX — Sobre este punto yo no soy tan optimista. La burguesía inglesa siempre ha estado dispuesta a aceptar el veredicto de la mayoría cuando ha tenido el monopolio electoral. Pero puede estar seguro de que, en cuanto se vea en minoría en cuestiones de importancia vital, estallará una nueva guerra por el mantenimiento de la esclavitud.

Lo global y lo local

Lo global y lo local

Lo global y lo local

Vivimos en un momento histórico caracterizado por una gran recomposición geopolítica global que viene determinada por la extensión y dominio del capitalismo financiero en una nueva fase agresiva de desarrollo, que ha extendido y  agravado la situación de miseria planetaria, atacando las condiciones de vida mundiales y poniendo en peligro la propia supervivencia del planeta tierra.

Así, hemos asistido a un gravísimo retroceso en las Américas con los gobiernos de Estados Unidos, Brasil, Chile, Argentina, etc., o la reciente intentona golpista en Venezuela, que pone de manifiesto la consolidación de un poder mundial de corte neofascista, que también se va extendiendo por muchos países de  Europa, suponiendo un cambio estructural que dinamita las viejas democracias occidentales liberales.

La extrema derecha crece con un discurso patriarcal, basado en el odio y el enfrentamiento entre los pueblos, el miedo, la xenofobia, la militarización de los conflictos, con una manipulación mediática basada en el engaño para el control de las masas y de nuestros pensamientos. Nos impone una sociedad programada, la sociedad post industrial, en la cual el poder de gestión consiste en la previsión y modificación de opiniones, actitudes, conductas y modelaje de la personalidad y de la cultura.

Y en este contexto, la gran movilización electoral de la clase trabajadora, del movimiento feminista, de pensionistas y otros movimientos en nuestro país ha conseguido frenar las expectativas de las fuerzas conservadoras y autoritarias que pretenden imponernos un capitalismo neofascista (*)

Efectivamente, estos resultados son el reflejo de las grandes movilizaciones desarrollados en la última etapa, destacando la del movimiento feminista que ha sido capaz de marcar la agenda política con sus reivindicaciones, no sólo en relación a las demandas de las propias mujeres, sino también a  su propio protagonismo, sin el cual ya no es posible plantear un nuevo proyecto de país. Otras movilizaciones como la de las personas pensionistas con una vitalidad y constancia extraordinarias que han puesto de manifiesto y denunciado los intereses de la banca y de la derecha para desmantelar el sistema público de pensiones y hacerse con el  gran negocio de las pensiones privadas.

Mientras tanto en Euskadi, la derecha española del PP pierde su presencia en las elecciones generales, al tiempo que la derecha vasca del PNV consigue ganar espacio electoral mediante un discurso del “buen hacer”, pactista, sin muchos conflictos y apuntalando el modelo económico capitalista y el modelo fiscal injusto que beneficia a las elites económicas vascas. Los numerosos y recientes escándalos de corrupción, de clientelismo y filtraciones de los exámenes en Osakidetza o el desmantelamiento de la industria vasca, no les han pasado factura.

El conflicto nacional que ha estado centrado en el conflicto territorial, obviando el conflicto social, ha reforzado a las burguesías nacionales y a las fuerzas de ultraderecha, impidiendo una acumulación de fuerzas de la clase trabajadora del conjunto del Estado.

Estos resultados electorales señalan la necesidad de avanzar en un acuerdo político, en el que tanto  IU como el PCE tienen que jugar un papel principal, que normalice la cuestión territorial mediante un gran acuerdo para acercar a las fuerzas de la izquierda independentista a un proyecto nacional y de estado federal en torno a una estrategia cuyo eje sea el  de confrontación capital-trabajo y el eje democrático del derecho a decidir.

Nuestra tarea más inmediata pasa por frenar el avance de las fuerzas conservadoras y autoritarias que pretende imponernos el modelo de capitalismo financiero ultra neoliberal y  para eso es fundamental acertar en la estrategia que permita hacerlo realidad en nuestro país, contribuyendo con ello a hacerlo también realidad en el conjunto de Europa y en el mundo.

Una  vez cerrado el ciclo electoral con las elecciones del  26 de Mayo, nos tocará reflexionar sobre el recorrido y el nivel de cumplimiento de nuestros acuerdos en torno a la unidad popular y hasta donde hemos sido capaces de llegar.  La XI Asamblea de IU acordó trabajar por la Unidad popular, concebida de una forma no exclusivamente electoral y si como la idea de construir un “bloque histórico”, o sea una alianza social, política y electoral comprometida con un proceso de ruptura democrática en nuestro país.

Sabemos que poner en pie una fuerte unidad popular que acompañe y apoye, como un auténtico contrapoder a las instituciones, no es tarea fácil que requiere de tiempo y mucha dedicación.  Hemos hecho lo más fácil, ponernos de acuerdo para afrontar los diferentes procesos electorales, una tarea no exenta de complejidades y dificultades. Pero nos queda mucho por hacer. Por ello cobra total actualidad la necesidad de ampliar nuestras alianzas por la base, lo que hemos llamado unidad popular que tiene que ir más allá de los acuerdos electorales para hacerla realidad en el ámbito cotidiano, con las fuerzas sindicales, vecinales, movimientos sociales y con los colectivos en lucha, el feminismo, el ecologismo y un largo etcétera.

Izquierda Unida a lo largo de su historia ha hecho una aportación muy valiosa: el reconocimiento de la pluralidad de la izquierda y la necesidad de organizarnos en torno a un programa unitario de luchas y reivindicaciones. Hoy esta receta es más necesaria que nunca y aglutinaría a todos los movimientos en lucha. Sería un grave error caer en la tentación de encorsetar, uniformar o pretender organizar bajo unas mismas siglas toda la diversidad y riqueza de la izquierda, del movimiento sindical y de los movimientos sociales.

El camino de la unidad no es fácil, pero se cimenta en las luchas, la convivencia, el respeto a la diferencia y la voluntad rotunda de  poner en pie un instrumento útil para la emancipación de la humanidad.

 

Isabel Salud

Coordinadora de Ezker Anitza-IU

 

(*) Al redactar estas líneas aún no conocemos los resultados de las elecciones del 26 de Mayo