Método belga de construir un Partido Comunista en el siglo XXI

Método belga de construir un Partido Comunista en el siglo XXI

Método belga de construir un Partido Comunista en el siglo XXI

Llama la atención el Partido del Trabajo de Bélgica (PTB) que opera un país corazón de la OTAN y la Unión Europea.

Mientras la mayoría de los jóvenes burgueses que se hicieron altisonantes maoístas en el mayo del 68 parisino volvieron a su clase más reaccionarios que antes, un grupo de jóvenes belgas se tomaron en serio su maoísmo y bastantes se convirtieron en obreros de fábrica y crearon un partido revolucionario. “Todo el Poder a los Obreros” (TPO en francés, AMADA en flamenco con bellas resonancias en español), que en 1979 se convirtió en PTB.

Mientras la contrarrevolución acabó con el campo socialista liderado por la URSS y, de paso, con no pocos partidos comunistas, el “Estado de Bienestar”, el keinesiasmo y muchos avances sociales e ideas progresistas, el indómito pero pequeño PT belga se mantuvo fiel al socialismo. Su presidente Ludo Martens tituló en 1994, la editorial de su órgano Solidaire que “el comunismo es el porvenir de la Humanidad. Otro militante afirmó que el partido “seguirá con más fuerza que antes reivindicando la tradición comunista y el proyecto de sociedad socialista. Con la caída del campo socialista en el Este, el capitalismo ha mostrado toda su crueldad”. Había que tener muchos principios para hacerlo.

El partido realizó un esfuerzo de investigación sobre las razones de este salto atrás de la Humanidad. Se orientó en dos direcciones: mantener la confianza en el socialismo marxista y agrupar a las fuerzas comunistas del Mundo. En vez de disolverse se refuerza creando la Liga Antimperialista, su organización estudiantil que denominan en desafío al anticomunismo “Movimiento Marxista-Leninista” (MML) y aumentando su trabajo con la clase obrera y el pueblo. Las investigaciones de Ludo Martens y otros cuadros como Herwig Lerouge, Maria Macavigan que dirigía la excelente revista Études Marxistes, Michel Collon que era redactor jefe del periódico Solidaire, Jo Cottenier y otros contribuyen a cohesionar el partido y dar confianza a no pocos comunistas golpeados en sus convicciones y moral.

El anticomunismo imperante le causa un retroceso electoral. Si en 1985 para el parlamento federal tuvieron 49.000 votos, en 1991 bajaron a 30.658, un 0,51 %. Pero lejos de rendirse plantea un programa anticapitalista y para el parlamento europeo en 1994 avanza. De 28.778 votos obtenidos en las elecciones europeas de 1991 (0,5 %), año de la caída de la URSS, pasan a 58.923 (1%). Incorporan a la campaña electoral a más de 1.500 simpatizantes y su propaganda llega a 700.000 personas en el peor momento del anticomunismo. Tres ex secretarios federales del Partido Comunista de Bélgica (PCB) llaman a incorporarse al PTB y 17 militantes pasan a sus filas. El PTB supera al “movimiento roji-verde” en la parte flamenca que ofrece un blando discurso de rendición ideológica que sólo obtiene un 0,4 %.
El cambio de orientación que se produce en el VI Congreso en 2008 viene precedido por una investigación del hoy presidente del partido, Peter Mertens, sobre la situación de la clase obrera. Mertens, que en los 90 fue presidente del MML y se forma como sociólogo recupera la manera marxista de construir el programa político: sobre la base de un conocimiento exhaustivo de la sociedad que el Partido pretende dirigir al socialismo.
Fueron las investigaciones de Plejánov “El socialismo y la lucha política”, de 1883, y de Lenin “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, de 1899, lo que les permitió elaborar el programa aprobado por el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en 1903. Fue la investigación de Gramsci sobre la Cuestión Meridional de 1925 lo que le permitió enfocar al Partido Comunista Italiano en la vía adecuada. La investigación de Mao sobre La Revolución china y el Partido Comunista de China de 1937 la base de la línea que llevó a la toma del poder. El discurso “La historia me absolverá”, de Fidel, en 1952 se convierte en el programa de la revolución triunfante.

Mertens publica en 2005 un análisis sociológico marxista titulado “La clase obrera en la era de las multinacionales”, enfilado en desmentir las tesis revisionistas de Negri y Hardt y del entonces presidente del Partido de la Izquierda Europea (PIE) Bertinotti que negaba a la clase obrera y la necesidad de un partido que la represente y dirija. Mertens describe la clase obrera belga y su relación con los cambios económicos, tecnológicos y sociales de la era de lo que el posmodernismo llama “globalización” y el marxismo el “capitalismo imperialista a escala mundial”.
Esta investigación y reflexión colectiva conduce a su 8º Congreso, en 2008, que lo convierte en un partido comunista firme en sus principios pero a la vez flexible y renovado. El partido abandona la línea de fuerte resistencia ideológica a la contrarrevolución mundial de los 90, deja de priorizar la construcción de su cohesión porque ya la ha conseguido, y se acerca a las preocupaciones concretas de la clase trabajadora. Y no abandona el objetivo estratégico de construir una sociedad socialista libre de explotación.

La subida electoral es espectacular tras este gran cambio: si en 2006 obtienen 15 electos en las elecciones comunales, en 2012 son 47. Si en 2010 obtiene al parlamento federal 101.000 votos, en 2014 recibe 250.000 votos (3,72 %), pero en 2019 ya son 584.621 votos (8,62%) y 566.274 al Parlamento europeo, obteniendo un diputado.

En 2013 Mertens, elegido presidente del PTB, señala que el “socialismo no es un libro de recetas…no tenemos respuesta a todos los problemas, pero estamos seguros de que con la gente encontraremos las mejores respuestas”. Señala asimismo que por su organización y manera de actuar se sienten más cercanos al PC portugués que a ningún otro.

El PTB evidencia que un partido revolucionario bien organizado, que no se deje intimidar y que aprenda del socialismo científico, puede obtener un apoyo cada vez mayor en la Europa capitalista.

José Antonio Egido: Sociólogo

Carta a mi abuelo Thèo Dejace

Carta a mi abuelo Thèo Dejace

Carta a mi abuelo Thèo Dejace

“Te agradezco cada día el haberme inculcado verdaderos valores y la necesidad de comprometerse”.

Mi querido abuelo,

Me encuentro delante de una extraña tarea: hablar de ti cuando nos hemos conocido tan poco. Yo no tenía más que siete años cuando tú te fuiste, aunque los lazos que habíamos tejido eran fuertes. Estoy segura de que el equipo de Herri redactará un artículo biográfico riguroso y objetivo sobre tu vida y tus combates.
Entonces, ¿por qué no escribir simplemente una carta, esta carta que tú no recibirás nunca, pero que permitirá a los lectores interesados hacerse una idea del hombre, del amigo, del padre, del abuelo que tú eras, incluyendo algunas anécdotas recogidas en nuestra familia, o en los archivos familiares.

La primera historia que me viene a la cabeza es la imagen de un joven que acompaña a su padre a la escuela al mediodía. Porque tu padre, que era pintor de obra, había decidido asistir a la escuela vespertina para examinarse, con el fin de obtener su certificado de la escuela primaria. Y tú estabas a su lado ese día, orgulloso de él y ya muy consciente de la importancia capital de los estudios en la vida.
El amor por la lectura, por la cultura, las artes, los viajes, y la conciencia de la necesidad de informarse, de cultivarse sin olvidar de ejercer el espíritu crítico, serán valores que no te abandonarán nunca y que transmitirás a tu hija y a tu nieta años más tarde.

En agosto de 1914, tu padre, que se oponía a la guerra como Jean Jaures, porque se trataba de una guerra imperialista, será abatido. O, mejor dicho, será dado por desaparecido y no será hasta años más tarde cuando tu madre, después de innumerables búsquedas, sabrá que fue asesinado por soldados alemanes junto a otros civiles, cerca de Fort Loncin, en Ans. Tu hermano pequeño, Leonard, y tú, os encontrasteis desde entonces huérfanos de padre, y animados, cada uno a su manera, por esa rabia, contra las injusticias, cualesquiera que éstas sean.

Vuestros caracteres eran muy diferentes (tú la calma, el hombre serio, y armado de convicciones sociales bien ancladas; él, el alborotador, dotado de un gran corazón con la voluntad infatigable de pelear con aquellos que le habían quitado a su padre…) pero ambos os adorabais, y, sobre todo, os admirabais por aquello en lo que os estabais convirtiendo: en dos hombres de principios.

Después de tus estudios de instructor y profesor de educación física, a los 19 años, ejerciste muchos oficios, incluso aquel de… policía. Mama y yo nos hemos preguntado siempre de que manera habías obtenido ese puesto, que no casaba en absoluto con tus ideas. Pero bueno, los contratos de profesor no llovían y te hacía falta un trabajo alimentario para ayudar a tu madre, viuda de guerra. Sin embargo, serás relevado muy rápido.

Tu comisario no vio con buenos ojos que tú rechazaras denunciar a los vehículos mal estacionados. Se te obligó, bajo vigilancia, a poner las multas. El resultado fue que entre tus denuncias, sólo se contemplaban las de los coches de lujo, con la excepción del carro de un comerciante de verduras. En los siguientes días viste desfilar por la comisaría, con habanos y ropa elegante, a todos los propietarios ricos de los coches denunciados.

El comisario eliminó todas las multas, salvo la del comerciante de verduras. Nunca más pusiste una denuncia, a nadie. Y tu rebeldía no hizo más que crecer. Para rematar a tu comisario, te hiciste sorprender escuchando con atención el discurso del orador durante una ronda policial en el barrio universitario de Lieja, en la plaza del 20 de agosto. Y aplaudiste con entusiasmo a ese hombre, porque simpatizabas con sus palabras. Tu “pobre” comisario te convocó de inmediato para preguntarte porqué aplaudiste al orador en cuestión. “porque encontré que sus ideas eras justas”. Fue lo que le respondiste.

Fue sólo entonces cuando supiste que habías escuchado y apreciado el discurso de Joseph Jacquemotte, presidente del joven Partido Comunista de Bélgica. ¡Y ése fue el final de tu carrera en la Policía!
Tras ese periodo, ejerciste durante un tiempo otro oficio insólito para aquellos que te conocían bien: el de empleado de banca. ¡No puede ser, cuando lo oí, creía que se trataba de una broma! Tú detestabas las matemáticas, tú, el literario que prefería de lejos en tus pocos momentos libres escribir poemas, dibujar y leer.

Es imposible seguir este texto sin detenerme en la II Guerra Mundial. Tu hermano y tú os comprometisteis en la lucha contra los nazis, que habían invadido la mayor parte de Europa. Leonard se alistó en la Royal Air Force británica, la RAF, donde llegó a ser teniente aviador. Desgraciadamente cayó abatido por un as de la Luftwaffe en una misión de reconocimiento meteorológico, en 1942.

Tú no conociste el destino de tu hermano hasta tiempo después, porque entraste en la clandestinidad en 1940. Fue algo obligado: eras un resistente, miembro activo del PCB, y figurabas en una lista de personas buscadas por los nazis. Durante toda la ocupación trabajaste en la sombra, con tus camaradas y fundasteis juntos el “Frente Valón por la Liberación del País”, que se rebautizó como “Frente de la Independencia”.

Durante esos años negros, en los que el peligro amenazaba en cada instante, te escapaste por dos veces de una detención. Algunos de tus camaradas cayeron en las ratoneras, detenidos y torturados por la Gestapo, que les martirizó. Cuando bastantes años después supiste que uno de tus amigos más próximos, Constant, tenía graves problemas en un brazo como secuela de las torturas a las que fue sometido, lloraste como un niño, porque todo pasó por ti, porque los nazis esperaban que diera un nombre, el tuyo, que nunca dio.

Podría escribir páginas y páginas sobre tu militancia contra la guerra, sobre tus mandatos como diputado, como senador, como consejero municipal en la ciudad de Lieja y detallar tu trabajo de sindicalista. Pero mi objetivo no es ése. Yo prefiero que los lectores de Herri comprendan hasta qué punto fuiste animado durante toda tu vida por un ideal: aquel de la justicia social, de la igualdad de derechos para cada uno, por la voluntad de explicar las cosas de manera didáctica cuando se te preguntaba algo. Un hombre sencillo, sonriente, y al que le gustaba escuchar. Es la imagen principal que guardo de ti: un hombre de 1,78 metros, una estatura que resultaba impresionante para la niñita que te llamaba desde abajo, con los ojos. Cualquiera que haya hablado de ti, incluidas personas opuestas a las ideas comunistas que tú defendías, ha insistido en tu rigurosa honestidad, en tu simpatía y tu sencillez. Tu cargos nunca se te subieron a la cabeza, y siempre circulaste –muy mal por cierto, mi abuela se acuerda con frecuencia todavía-, en el Citroën 2CV, o 3CV, lo que era fuente frecuente de diversión entre tus conocidos.

Ahora yo soy una adulta. Tú te fuiste hace más de treinta años. Y yo me pregunto a menudo cómo habrías reaccionado frente a los acontecimientos que han agitado la actualidad desde que tú no estás: la caída del muro de Berlín, el fin de la URSS, las diversas guerras organizadas por los EEUU en Irak o en Siria, la crisis económica mundial, la subida importante de los partidos nazis o ultranacionalistas por toda Europa, sin olvidar el conflicto entre Israel Palestina, por no citar más que algunos ejemplos. Yo no puedo ni quiero responder en tu lugar. Sin embargo, aunque yo no me he afiliado a ningún partido político para militar, te agradezco cada día el haberme inculcado verdaderos valores y la necesidad de comprometerse frente a los problemas que nos conciernen a todos.

Hoy, menos que nunca, nadie puede ocultar la cabeza bajo el ala y aplicar la política del avestruz frente a las amenazas cada vez más graves causadas por las crisis políticas y sociales. En Valonia y en Bruselas, un niño de cada cuatro vive bajo el nivel de pobreza. Partidos racistas, neonazis, ganan votos en cada elección, aquí, en Bélgica, y ocupan puestos importantes en los distintos escalones políticos, locales, nacionales, o europeos.

En esta primavera de 2020, yo espero que esta carta pueda ayudar, humildemente, para que no nos olvidemos de dónde venimos, qué combates contra el fascismo, en Italia, o en España, fundamentales, librasteis tú y tus camaradas. Tú formabas parte, junto a otros, de un comité encargado de acoger en Lieja a los niños de la República española entre 1936 y 1939. Y vuestros combates contra el nazismo en el resto de Europa. Mi generación tiene una deuda enorme hacia todos vosotros, los combatientes de toda una vida….

No lo olvidemos.

Tu nieta
Aude D`Ambrosio

Profesora de francés e historia en Lieja

Tres niñas en Bélgica

Tres niñas en Bélgica

Tres niñas en Bélgica

“Cientos y cientos de familias belgas fueron generosos con los Niños de la Guerra Española .”

Porque el Gobierno de la República y el Vasco lo permitían, nuestros padres, allí, en la vorágine de la guerra, podían habernos enviado a las tres niñas, a las tres Sagarzazu, bien a Inglaterra, bien a Francia, bien a México, bien a la URSS, o bien a no sé cuántos países más, exceptuando —claro está—, los del nacional social-fascismo, es decir, Alemania e Italia. Podían, sí, pero no pusieron reparos a la propuesta de Cruz Roja de enviarnos a Bélgica, esa tan pequeña y simpática nación, independizada de los Países Bajos hacía algo más de cien años.

No creo que conocieran mucho del país. Acaso y sin más argumentos, les gustó la coincidencia de la primera sílaba con la de nuestros nombres.
—¡Por favor! ¡Por favor! Reclamaba nuestra ama deslizando lágrimas el día del embarque, allí. Supongamos tres niñas: Belén, Beatriz, y Begoña. Esta última, supongamos que soy yo, la más pequeña. Supongamos también que somos hermanas, nacidas en Donosti y que, de tener una cuarta, de seguro también se llamaría Be… Acaso, Bernarda. Pero esto último no importa para la historia que deseo relatar.

En Santurce, en la dársena del puerto, allí en la escalerilla del buque “Habana” a punto de soltar amarras: ¡Que no las separen! ¡Por favor! ¡Siempre juntas a todas partes! ¡Que no las separen! Diez años tenía Belén, ocho Beatriz y seis yo; como ya he indicado, la más pequeña, la Bego. Aita lloraba por dentro, y yo, aunque aún niña, lo podía percibir. Él por fuera sonreía. Con sus manos rudas y tiernas a la par, nos acariciaba en la cabeza, a las tres.
Aita sabía que eso de —la no separación—, sería difícil, y así fue. ¡Cuidaos! ¡Cuidad de vuestra hermana! Aún es muy pequeña! —Proclamaba—. Sabía que las tres éramos pequeñas pero había que repartir responsabilidades, la mía era obedecer a las mayores.

—Regresaréis pronto, en cuanto esto termine. De aquí no nos moveremos, os estaremos esperando —decía nuestra Ama—.
Yo lo quise creer, al menos hasta que la lejanía del buque lo hizo casi imposible. Con mirada de aguilucho emocionado comprobé que, efectivamente, allí seguían. No paraban de agitar el pañuelo. Sí, allí seguían. Pero…
Pobre Ama, ¿cómo iba ella a saberlo? No podría esperarnos. Una de esas bombas, de las muchas que llovieron sobre Bilbao, acaso esa de la que nosotras pudimos librarnos, acabo con su vida, con su esperanza de recuperarnos. ¡Pobre Ama!

En Bélgica nos aguardaban familias de acogida. Gentes sencillas y solidarias, decorosas. Gentes que repudiaban el golpe militar de Franco. Gentes que deseaban dar acogida y protección a unos niños que, con toda probabilidad hubieran sido víctimas de las bombas rebeldes, de la maquinaria de muerte.

En Amberes pisamos tierra belga. De allí, un grupo de niños y niñas, aproximadamente la mitad del centenar de la primera expedición, con destino a Bruselas. En el otro medio, nosotras, las tres hermanas, con destino a Gante. Ama y Aita parecían tener razón —siempre juntas.
Sólo lo parecía.
El pequeño salón del teatro donde se produjo el reparto y aceptación de niños…, repleto. Familias bondadosas, sonrientes. Deseosas de repartir amor, amor solidario y desprendido. En esa primera distribución, más familias de acogida que niños por acoger. Familias generosas pero —y ese era nuestro caso—, obstaculizadas de acarrear al unísono con tres niñas. El deseo de nuestra Ama se hacía imposible. Tres niñas, tres familias. La mía, en su generosidad, compartiendo un reducido apartamento de un tercer piso, en un pequeño dormitorio junto a dos criaturas de aún menor edad que la mía. Éramos niños y, aunque nos adaptamos, en mi borrosidad recuerdo esas primeras semanas como días difíciles. Además de la edad y la separación de mis hermanas, el idioma era una barrera.

Cuando parecía que el tiempo conseguía borrar obstáculos, llegó la tragedia familiar. El padre, encofrador en las alturas, sufrió un grave accidente laboral. El percance lo inhabilitaba para el trabajo.

A continuación, algo inevitable, nueva familia de acogida, nuevo comienzo. Es una pena, guardo un recuerdo muy difuso de los niños, también de sus padres. Quizás, de haberse evitado el accidente, mi futuro hubiera sido distinto. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Quién sabe?

Melchor y Brigitte, en esta ocasión un matrimonio sin niños. Con ellos crecí. En escaso tiempo el idioma dejó de ser un obstáculo. Mi nueva familia residía en Dendermonde, a unos cuarenta kilómetros. Aumentó la lejanía con mis hermanas, no volví a verlas en mucho, mucho tiempo.
Ellas siguieron en Gante hasta el final de la Guerra Civil. Luego con ayuda de Cruz Roja Internacional regresaron a Donosti, con nuestro Aita. Allí se enteraron de la tragedia del bombardeo en Bilbao, de que éramos huérfanas de madre. Dicen que aún siendo como eran niñas, recuerdan muy emotivo el reencuentro. Yo no lo hice hasta muchos años después. En la nueva familia fui tratada con mucha ternura, como si de unos padres y una hija verdadera se tratara. El cariño resultó mutuo, recíproco, en ambas direcciones.

Quizás sin ser muy conscientes, con el paso del tiempo, fueron olvidando el carácter temporal de la acogida. Eran tiempos convulsos en toda Europa, la guerra española había terminado y daba comienzo otra igual de cruel aunque de mayor envergadura. Ya no eran tiempos de regreso. Los alemanes invadían Bélgica y yo seguí creciendo, descubriendo mí mundo de acogida bajo el cobijo de Melchor y Brigitte, mis protectores, ¿mis aitas?

Ellos, al igual que cientos y cientos de familias belgas fueron generosos con los Niños de la Guerra Española. Lo fueron infinitamente más que nosotros, los europeos de ahora en la actual guerra siria, donde, sin pudor, miramos para otro lado ante la desgracia de miles y miles de niños «sin acogida»

Por aquellos días se rumoreaba que muchos padres de los niños españoles habían sido víctimas de los bombardeos y de la represión franquista. Como a un clavo ardiendo —así me lo explicaron años después—, se aferraron a la idea de apadrinar a una niña huérfana. Se equivocaron al menos en un cincuenta por ciento. Reconozco que mi corazón, al menos en el cariño que de él emana, quedó partido en dos, mitad en Dendermonde, mitad en Donosti.

Tardé muchos años en regresar a Euskal Herria. Lo hice con mi marido, un arquitecto al que conocí y del que me enamoré en la universidad de Lovaina. Los dos éramos estudiantes, naturalmente, yo ya no era la misma Begoña de entonces, la más pequeña de las tres hermanas vascas. Resultó muy pero que muy emotivo abrazar y besar, abrazar y recibir en la cabeza caricias de mi aita, abrazar y besar a Belén y a Beatriz. También juntas, relatar antiguas historias de Bélgica
Pero esa sí, esa es otra narración.

Relato inspirado en crónicas entresacadas de sus protagonistas.

Vladimir Merino Barrera
Escritor

Seraing la roja

Seraing la roja

«Seraing la roja»

¿Y de qué habló Eisenstein a los obreros de Searing la roja, en su propio teatro?

Las películas de los hermanos Dardenne, conocidos directores de cine belgas, comienzan siempre con la expresión: “En el pueblo de Seraing, cerca de Lieja”, al modo de nuestro Don Quijote y su célebre “En un lugar de La Mancha”.

Se trata de una manera de arrancar el relato que no es indiferente al sitio, y de esa manera, al anclar la historia en Seraing, se nos quiere decir de entrada que nos van a contar algo sobre la vida de la clase obrera del territorio de Lieja. Igual que Cervantes, con La Mancha, nos indica ya desde el principio que vamos a adentrarnos en un territorio extenso, impreciso entre la realidad y la fábula, el de las novelas de caballerías. El mismo mecanismo. Precisar, apuntar bien el tiro de entrada.

Porque Seraing en Bélgica es una población simbólica de la vida trabajadora, de la construcción de un espacio donde ésta conquistó su hegemonía, y gracias a su fuerza, a su victoria parcial, pudo llevar a cabo esa labor de alumbrar sus formas de vida proletarias autónomas, donde al mismo tiempo que se iba formando su cultura de clase, tomaba conciencia de sí misma, se fortalecía, y levantaba su voz.

Y aquí vamos a contar la historia, la pequeña historia de su teatro, del teatro de Seraing, como espacio destacado de ese esfuerzo constructor de la hegemonía en el terreno de la cultura. En 1925, los Caballeros del Trabajo, una formación sindical que estuvo inspirada en su origen por cierto misticismo sobre la fraternidad obrera, y por influencias masonas, un sindicato que había conseguido una fuerte implantación entre los mineros belgas, compró el teatro de Seraing por 325.000 francos belgas. Ese teatro fue el escenario principal de la vida asociativa obrera de la región de Lieja, y de la evolución política del sindicato, orientado finalmente hacía el marxismo revolucionario, hacia el comunismo.

En 1928, al sindicato le restaban aún por pagar 150.000 francos de la cantidad acordada por la venta, y el propietario exigió el pago de esa deuda. Los Caballeros del Trabajo no disponían de esa cantidad de dinero, y si no la satisfacían, se encontrarían ante el riesgo de perder su teatro, el teatro obrero. En esa tesitura, a Julien Lahaut, un destacado dirigente del sindicalismo en Seraing, donde era concejal, y figura emergente en el Partido Comunista de Bélgica, se le ocurrió pedir a Lozovski, responsable de la Internacional Sindical Roja, los sindicatos creados por la Internacional Comunista, un préstamo para pagar el teatro. Argumentó que Seraing era la mayor plaza fuerte roja en Bélgica, y que ese espacio era capital para el crecimiento de la cultura y la vida autónoma de su clase obrera. Lozovski accedió, la Internacional Sindical Roja dio el dinero y así pudieron terminar de comprar el teatro.

Durante muchos años ese teatro fue el escenario para las más importantes citas y actos comunistas. El mismo teatro sirvió de capilla ardiente en los funerales de Julien Lahaut, asesinado por un comando fascista en 1950, cuando era diputado en el parlamento y presidente del Partido Comunista Belga.

Serguei Eisenstein, el célebre director de “El acorazado Potemkin”, cuenta en su memorias, escritas en 1946, cómo él estuvo en Seraing, en el recorrido de un viaje por Europa occidental. Literalmente dice: “Los meses pasan… 1930. París. Mitad de febrero. Ya he impartido conferencias en Londres. He pasado unas jornadas en Bélgica, donde me he expresado delante de los obreros, en un célebre suburbio de Lieja. Su nombre, Seraing la roja, habla por sí mismo. Escapando de la curiosidad sin límites de la policía yo abandono la patria de Till Eulenspiegel un poco antes de lo que me había imaginado. Eso me impide ir a Ostende, respondiendo a la amable invitación del viejo James Ensor. Me da mucha pena porque me encantan sus aguafuertes grotescos, donde los esqueletos y las personas se enlazan en arabescos fantásticos, prolongando en el seno del siglo XX las tradiciones de esos bizarros y extraños ancestros flamencos como Hiéronymus Bosc”.

El cineasta estuvo en Seraing a finales de enero o principios de febrero de 1930. Y como él cuenta, fue obligado por la policía a abandonar Bélgica, por ser considerado un propagandista revolucionario soviético. Sin apartarnos del guión, y ya que fue expulsado por la policía como un agente exterior, vale la pena contar cómo fue ese viaje de Eisenstein por Europa.

Serguei, acompañado por su ayudante Alexandrov, y por su operador de cámara Tissé, salieron de Moscú el 19 de agosto de 1929, y llegaron a Berlín dos días después. Cada uno de ellos llevaba 25 dólares en el bolsillo, nada más. El objetivo del viaje era asistir al estreno en la capital alemana de su último film, “La línea general”. Y después partir a los EEUU, para aprender cine sonoro en el país que lo había inventado. Sin embargo, hasta el 6 de mayo de 1930, no obtienen los visados para poder viajar a los Estados Unidos. Durante esos nueve meses, hasta que parten de Cherburgo en barco hacia Nueva York, permanecen en Europa sin regresar a la URSS, viajando e impartiendo charlas, aceptando invitaciones, que les permiten ir sobreviviendo con muy poco dinero, por Alemania, Suiza, Inglaterra, Holanda, Francia, Bélgica.

¿Y de qué habló Eisenstein a los obreros de Searing la roja, en su propio teatro?

En el teatro de Searing la roja, Eisenstein proyectó una copia de la “La línea general”, que el trío llevaba en sus maletas. Aunque todas las películas de Eisenstein son películas históricas, ésta, “La línea general” trata de una historia contemporánea, contando los inicios de las campañas de colectivización agraria en la Unión Soviética. Y por primera vez en su cine, Eisenstein pone en primer plano a un personaje individual central, la campesina Marfa Lapkina. Marfa, víctima de las tradiciones feudales y del oscurantismo reinantes, apenas puede sobrevivir. Marfa, frente a ese destino de miseria, se adhiere enseguida a las primeras propuestas cooperativistas. Unas iniciativas que cuentan con muy pocos partidarios al comienzo de la campaña, seis en el caso de Marfa, y que entran en conflicto con los campesinos acomodados del lugar, los kulaks; pero también con algunos cooperativistas que quieren apropiarse de los primeros beneficios obtenidos gracias a la unión y a la llegada de las máquinas al campo. Hay una cierta crítica a la burocracia que nace en el nuevo estado soviético. A todo lo largo de la película, insistentemente, Eisenstein no cesará de decirnos que el éxito de la idea del cooperativismo y por extensión del socialismo que está alumbrándose, depende de la introducción de la tecnología más moderna, pero también de la preparación cultural, ideológica, de los individuos implicados en esa construcción.

Así habla de su película el propio Eisenstein:

“El cine tiene el deber de coger por los pelos al espectador aturdido, y con un gesto decidido situarlo frente a los problemas actuales (…) “La línea general” es la primera película monumental rodada sobre temas agrícolas y campesinos. La realización de esta película es una tentativa para destacar y poner de relieve los problemas campesinos de la manera más directa y a ras de tierra, que revisten una importancia política y social colosales (…) Obligar a tener un comportamiento activo, para cumplir los planes de aumento de ordeño de leche y los de los depósitos de selección de grano, ésa es la tarea que nos impusimos. Y es todavía insuficiente.

El cine del Occidente burgués hace propaganda del amor a la patria, del amor a Dios, y del viajante honesto erige un monumento al soldado “desconocido”. Nosotros debemos obligar a nuestro gran público a amar el trabajo apagado de cada día, a amar al toro de raza, a amar al tractor que avanza junto a la piel descarnada. ¿Conoce Occidente las incomparables conquistas de nuestros ciudadanos en el frente “pacífico” interior, lo que hacemos en nuestro país? ¿Y nosotros? ¿Y el espectador de la ciudad? ¿Sabemos lo que pasa en la batalla por la cosecha? La batalla por lo nuevo (…) De la máquina para desnatar al toro de raza, del toro al tractor. ¡Dos, diez, cien tractores! ¡Que los ojos de nuestros espectadores se inflamen viendo la desnatadora metálica del koljos!”

Tras las grandes epopeyas revolucionarias de sus películas anteriores: Potemkim, Octubre, su cine no ha cambiado. Eisenstein no diferencia la información de la construcción, todo está unido. Conocer es el primer paso para cambiar. Su cine pretende la transformación de las mentalidades, participando en la producción de una cultura nueva, para el paso del hombre cargado con las viejas creencias, a un mundo nuevo que nace con la Revolución.

El relato de lo que pasó con la visita de Eisenstein y su proyección en el teatro de Searing, nos lo brinda con una breve crónica, el periodista Hubert Rassart en “La Tribune”, un semanario de las Uniones Socialistas de Searing y su cuenca industrial.

“Vimos a Eisenstein en ese pequeño teatro, tal cual nos lo habían enseñado. La frente alta bajo una cabellera alborotada como una matorral, con toda su figura iluminada por una risa de niño que muestra una alegría ardiente y sana, las espaldas altas y anchas, satisfecho en su traje amplio y cómodo; un hombre inquieto, grácil, que se acerca con saltitos a la primera fila para agradecer la curiosidad de los espectadores. Habla y el público se abandona. Todo le vale: el conocimiento profundo del sujeto, la ausencia de afectación… Cuenta una buena historia; ayudado con su risa natural y franca; con el discurso lento que pone gravedad en las palabras y sobre las imágenes; incluso con el niño que gimotea en un rincón, ¿Es que hay aquí niños zaristas? –pregunta-. Es el detonante, tras el que todos ríen; Eisenstein toma a su auditorio y lo conduce sin fatigarlo, distrayéndolo, hacia la concepción de su “cine de masas”.

Durante todo su viaje por Europa, impartiendo conferencias, es probable que en Seraing fuera la única ocasión en la que se expresara delante de un público tan abrumadoramente obrero. Si se hubiera encontrado más veces frente a tal público, Sergueï Eisenstein no habría reflejado ese hecho como algo singular e inédito en sus Memorias.

Seraing, a pesar de la debilidad y el declive que experimentó el comunismo belga, siempre siguió siendo una fuerte plaza roja. En las elecciones de 1946, en Searing, el Partido Comunista de Bélgica es el partido más votado, con el 39,49 % de los votos, y todavía hoy queda un rescoldo de aquellas llamas, el Partido del Trabajo Belga, el PTB, obtuvo en 2018, el 24,21 %. Pero el teatro obrero de Seraing la roja, no se pudo salvar, no sobrevivió a los tiempos difíciles. Se transformó, y fue convertido en la sede de un establecimiento comercial. Se perdió su esplendor de espacio proletario, se disipó el eco de tantas palabras de lucha allí pronunciadas, se desvaneció el recuerdo de “La línea general” y del paso de Eisenstein.

En 1999, mientras se realizaban unas labores de limpieza y almacenaje, apareció, enrollado en un rincón, el telón del escenario original, decorado con una pintura de Lenin y el pueblo llevando banderas rojas. El viejo fantasma parecía reaparecer para decir que sólo estaba agazapado, escondido, que volvía y que volvería a recorrer la vieja Europa, que no estaba todo perdido ni olvidado.

Miguel Usabiaga

Arquiteco -Escritor
Director de Herri

Las compañeras de Antonio Gramsci

Las compañeras de Antonio Gramsci

Las compañeras de Antonio Gramsci

“En Samara se conocen la familia Schucht y Lenin, que vive allí y frecuenta el mismo círculo marxista. Se hacen grandes amigos. Lenin lleva a la familia a San Petersburgo”.

Al realizar un recorrido por la vida de Antonio, del hombre ya formado que se incorpora a la lucha política en la ciudad de Turín; al seguirle por las calamidades y desgarros que esa toma de conciencia va a acarrear en su vida personal, alejamiento de Italia, cárcel, enfermedades; tomamos conciencia de un hombre frágil, quizá por el accidente infantil en su Cerdeña natal cuando tras caerse de un árbol quedó con la espalda afectada de por vida, lo que ocasionó su pequeña estatura; o por los periodos de hambre que sufrió cuando fue a estudiar a Turín, sin recursos económicos, cuando sólo podía comer algo, muy poca cosa, una vez al día, mientras pasaba un frío terrible que le hacía dormir con el abrigo puesto, en su cuartucho de mala muerte, evitando hablar con nadie porque le temblaba la voz a causa de la debilidad; quizá todo eso fue lo que lo convirtió en un hombre vulnerable, una vulnerabilidad que, cuando sus convicciones y coherencia comunistas lo llevaron a la cárcel, permitió que se quebrantara su salud. Y al hacer ese viaje por el periplo de Antonio en los momentos más duros, sabiendo todo lo anterior, no podemos ver en él sino un superviviente, alguien que luchaba cada día por no caer, por seguir adelante; y en ese arduo trabajo de sobrevivir en un cárcel fascista, nos aparecen junto a él dos mujeres, a veces incluso las confundimos, dos hermanas que estuvieron siempre a su lado, son las muchachas soviéticas Julia Schucht, su esposa, y Tatiana Schucht, su cuñada.

Muchas veces la vida del héroe eclipsa a las personas que lo hacen posible, en general sus compañeras, y creo que ése es el caso de Gramsci, en el que la personalidad del filósofo, del dirigente comunista, del pensador, oculta todo su entorno. Pero si Antonio no hubiera contado con la ayuda de Tatiana, por ejemplo, sus “Cuadernos de la cárcel” probablemente se habrían perdido, pues fue ella quien los sacó de la prisión clandestinamente. ¿Y quiénes eran esas hermanas Schucht?

A pesar del equívoco provocado por el apellido de apariencia alemana, eran dos ciudadanas soviéticas. Tatiana y Julia, junto con Nadine, Eugenia, Asya, y Vittorio, eran la prole de Apollon Schucht y de Yulia Ghirschfeld. La familia Schucht era descendiente de Johann Schucht, un médico alemán que había emigrado a Rusia desde Sajonia, en el siglo XVII. El padre de Apollon fue oficial de caballería en el ejército del zar, muriendo en una batalla de los rusos contra Turquía, en Bulgaria. Apollon comenzó a seguir los pasos de su padre e ingresó en la escuela de caballería Nicolaiev, del ejército, recibiendo a la vez una sólida formación musical, que le permitió convertirse en un excelente pianista.

En la escuela militar tomó contacto con organizaciones socialistas, que tenían como estrategia crear círculos revolucionarios en las academias militares, para formar cuadros dispuestos a servir a la Revolución y no a reprimirla. Apollon se suma a esa labor proselitista entre los cadetes de su brigada de artillería, hasta que, al ser descubiertas sus actividades por la policía, es expulsado del instituto armado. Frecuenta los cirulos revolucionarios obreros de San Petersburgo donde conoce a Yulia, que también es una ferviente revolucionaria, hija de un conocido abogado judío de San Petersburgo. Yulia ha terminado los estudios en el instituto Mariiski, y asiste a los cursos universitarios para mujeres. El carácter combativo y rebelde de Yulia queda reflejado con la muerte del zar Alejandro II; estando en clase se comunica la noticia a los alumnos, Yulia es la única que no se arrodilla a rezar. Apollon y Yulia, tras casarse, demasiado fichados por la policía, deciden salir de San Petersburgo. Pasan un tiempo en Moscú, y después en la ciudad siberiana de Samara, donde Apollon se emplea en el banco estatal. En Samara se conocen la familia Schucht y Lenin, que vive allí y frecuenta el mismo círculo marxista. Se hacen grandes amigos.

Lenin lleva a la familia a San Petersburgo, entonces formada por las tres hijas mayores, Nadine, Tatiana y Eugenia, ya que Apollon no puede ir porque pesa sobre él en ese momento la condena de destierro en Siberia. Cuando éste castigo finaliza, Apollon va San Petersburgo, donde nace pronto una nueva hija del matrimonio, Asya, de la que Lenin es el padrino. Poco después la familia emigra a Suiza. Al exilio, donde había una efervescencia de marxistas rusos, donde estaba Plejanov, y pronto llegaría Lenin.

Eugenia, hermana de Tatiana y Julia Schucht, nos da en sus memorias una imagen imborrable de Lenin en Ginebra, en el clima de esos años, que vale la pena retener:
“Recuerdo la fiesta nacional en Ginebra, cuando en las calles habían organizado un desfile de máscaras. Resonaban cantos y risas, la gente tiraba confeti y juguetes con forma de verduras. Era diciembre de 1905 y de repente en la calle vimos venir hacia nosotros a Ilich (Vladimir Ilich Ulianov, Lenin), también él enmascarado, con una cazadora forrada de piel. Sus manos estaban llenas de pequeños confetis de papel redondos como guisantes, corría cubriendo de confeti a las personas que estaban a su alrededor y reía a carcajadas. Al pasar, rápidamente, cerca de mí, me lanzó una lluvia de aquellos alegres circulitos. Había mucha alegría, pero lo que se me quedó grabado en el alma fue su risa contagiosa. Me parece volver a oír ahora esa risa alegre, dulce, pura, de Ilich”.

Esa impresión de la risa tan seductora de Lenin, la menciona también Lunatcharski en su libro “Así era Lenin”, y Nadja Krupskaia en sus memorias. La familia Schucht permanece un tiempo en Suiza, luego emigra a Francia y posteriormente a Roma. Apollon y Yulia se reparten las áreas educativas de los hijos, Apollon cultiva en ellos el amor hacia la música y la literatura, y Yulia el interés por la ciencia, por la naturaleza. Y tienen su recompensa, Tatiana, que toca el violonchelillo, se matricula en la facultad de ciencias naturales de Roma, y Julia estudia violín en el prestigioso Liceo Musical Santa Cecilia de Roma, formación que termina con éxito. En 1916 toda la familia regresa a Rusia, excepto Tatiana, que se queda en Roma porque compagina sus estudios en la facultad con el trabajo en un instituto. Apollon se incorpora al trabajo en el partido bolchevique, y es el contable del partido en Moscú. Tras la Revolución se ocupa en la nacionalización de los bancos, y es nombrado director del Tesoro del nuevo Banco Nacional de la República Soviética. Yulia, su esposa, trabaja en un nuevo periódico “Bednotá” (Pobreza). A finales de 1919, Apollon, Yulia, y su hija Julia, marchan a vivir a Ivanovo, un gran polo industrial. Gracias a eso se van a conocer Antonio Gramsci y Julia Schucht en octubre de 1922. Antonio asiste al IV Congreso de la Internacional Comunista, en Moscú. Y como es tradición, llevan a los delegados extranjeros a visitar los grandes centros industriales del país. Y es así como Antonio visita Ivanovo.

Julia se había afiliado al partido bolchevique en septiembre de 1917, un mes antes de la Revolución.

Trabaja como profesora de violín en Moscú y da conciertos con gran éxito. Tras el traslado a Ivanovo, continúa dando clases de violín en el instituto musical, toca en la orquesta de la ciudad, sigue con su militancia en el Partido Comunista, y es diputada en el Consejo de la ciudad. En septiembre de 1922, Julia conoce a Antonio en el sanatorio de Serebriany Bor, cercano a Ivanovo. Antonio se encuentra ingresado por un colapso nervioso. Su organismo no ha aguantando los esfuerzos del viaje desde Italia, y las tensiones vividas por los enfrentamientos en el Congreso de la Internacional. En Serebriany Bor los enfermos están instalados en cabañas de madera, Gramsci comparte la suya con Clara Zetkin, también recuperándose de de la fatiga. En la cabaña de al lado está Eugenia Schucht, hermana de Julia, gravemente enferma. Eugenia le contaba de esta manera, a una amiga, en presencia de Julia, el primer encuentro de Julia con Antonio:

“…algunos días más tarde llegó Julia y se encontraron.
-Aquí está, Antonio, ésta es mi hermana Julia. Y éste es el compañero Antonio Gramsci.
-¿Su hermana habla italiano?
-Pregúnteselo usted mismo, no se preocupe, ella le entenderá. Julia ha estudiado en el Liceo Musical de Roma –dije.
Pero Julia tenía prisa aquel día y nos dejó al rato.
-¡Qué rostro magnífico tiene su hermana! –dijo Antonio al quedarnos solos-, tiene algo de bizantino, ¿verdad?
En ese momento Julia interrumpió la narración de Eugenia, y sonriendo añadió:
-Tenía prisa porque debía coger el tren para Ivanovo-Voznesiensk, donde vivía entonces. Pero en la siguiente visita le llevé a Antonio un libro, un cuento de De Amicis, traducido por la hermana de Lenin, Anna Ulianova”.

En octubre de 1922, en una de las primeras cartas después de conocerse, Julia le escribe:

“Profesor: hoy he “encontrado el sol”. Desde que regresé a Ivanovo, encontré un tiempo feo, gris… Hoy también me he empapado por completo, de los pies a la cabeza…. Y, sin embargo, estoy segura de haber visto el sol. He ido también a la conferencia de la juventud comunista (¡los jóvenes, en Ivanovo!) Me he comprado un par de zapatos y los estoy mirando… ¡Tengo miedo de que al ponérmelos no sepa ni cómo mover los pies! ¿Qué más he hecho hoy? Nada. Usted habrá trabajado. En el Komintern, sobre un artículo… ¿Quizá en Serebriany Bor habrá estado haciendo una rueda (una miniatura de carro sardo que hacía Gramsci a navaja)? Me gustaría ver cómo el heroísmo y el cuchillo del compañero Gramsci crea unas ruedas únicas en el mundo, que serán capaces de hacer crujir los estados burgueses”. Antonio y Julia se enamoraron. Julia recordaba así sus primeros encuentros:

“Él me contó entonces muchos episodios de su vida y de la lucha de los obreros y campesinos italianos y… me enseñó cómo juegan los niños en Cerdeña… era muy bueno haciendo rebotar piedras en el agua del rio de Moscú”.

Antonio y Julia se casan el 23 de septiembre de 1923. El 10 de agosto nace Delio, su primer hijo. La pareja está lejos, Antonio en Viena, por indicaciones del Komintern y Julia en Moscú. En 1925 la familia de Antonio, Julia y Delio se reúne, primero en Moscú, y luego, a partir de octubre, en Roma, adonde va a vivir Julia, encontrando trabajo en la embajada soviética. En junio de 1926 Julia regresa a Moscú, embarazada, donde dará a luz, el 31 de agosto, a su hijo Giuliano, que nunca verá a su padre; pues Antonio es detenido por la policía fascista el 8 de noviembre de ese año, 1926. A partir de ese momento, la relación de Julia con Antonio encarcelado, es una relación epistolar, con momentos de mayor intercambio y periodos más silenciosos.

Tatiana, que había seguido todo el tiempo en Roma, cursando la carrera de ciencias naturales y enseñando ciencias naturales, matemáticas, francés y ruso en el Instituto Crandon, se convertirá en el ángel de la guarda de Antonio, tras su detención. Su gran capacidad intelectual le permite mantener una relación muy fluida con el dirigente comunista, en numerosas cartas y en las visitas en la cárcel. Antonio conoce a Tatiana a principios de febrero de 1926, y desde el primer encuentro le causa una gran impresión, tejiéndose entre ellos una profunda amistad. Tatiana comienza a trabajar poco después en la embajada soviética de Roma. Colabora con Antonio, aún libre, en la traducción de algunos ensayos y artículos. Tras ser detenido, mientras espera sentencia, Antonio pena en la cárcel de San Vitore, en Milán; y Tatiana es nombrada representante del comercio soviético en Milán, por lo que se traslada a vivir allí, de manera que está cerca de Antonio y puede asegurar que no le falten alimentos ni medicinas.

Tras la sentencia de veinte años de condena, el 19 de julio de 1928, Antonio es trasladado a la cárcel de Turi. Al final del año 1929 Tatiana se traslada a Turi, donde vivirá seis meses, para seguir cerca de Antonio, a quien le permiten visitar en siete ocasiones durante ese periodo, en visitas de media hora de duración, de pie, en un cobertizo del patio de la cárcel y en presencia de un guardia. En julio de 1930 Tatiana vuelve a Roma, y a su trabajo en la embajada soviética. Viaja varias veces a Turi para visitar a Antonio. En diciembre de 1933 trasladan a Gramsci a la enfermería de la prisión de Civitavecchia primero, y luego a la clínica del doctor Cusumano en Formia. Allí le vista Tatiana cada semana. En agosto de 1935 ingresan a Gramsci en la clínica Quisisana de Roma. Durante este periodo Tatiana se dedica por entero a cuidar de Antonio. El 25 de abril de 1937 llega la orden de libertad condicional para Antonio, le llega en unas condiciones de suma gravedad. Esa misma noche, la primera noche que debía ser libre, sufre una hemorragia cerebral. Muere dos días después, la mañana del 27 de abril. Tatiana le acompaña permanentemente. Gracias a ella tenemos numerosas cartas de Antonio que suponen una enorme riqueza cultural; y sus 32 “Cuadernos de la cárcel”, la vastísima obra intelectual de 2.848 páginas, existen porque Tatiana, ayudada por Piero Sraffa, pudieron sustraerlos de la clínica a pesar de las prohibiciones e inspecciones policiales. Los cuadernos fueron llevados Moscú y allí confiados a Palmiro Togliatti.

Julia Schucht con sus hijos Delio y Giuliano

Rueda Sarda

Calle en la que vivió la familia Schucht en Ginebra

 

Miguel Usabiaga

Arquitecto – Escritor
Director de Herri

«El processone», el gran proceso contra  los comunistas en 1928, una farsa judicial

«El processone», el gran proceso contra los comunistas en 1928, una farsa judicial

«El processone», el gran proceso contra los comunistas en 1928, una farsa judicial

En noviembre de 1926, tras ser ilegalizado el Partido Comunista de Italia (PCd’I) en el marco de las leyes fascistas, el régimen del Duce crea el Tribunal Especial para la Seguridad del Estado. Este tribunal, que no tiene nada de democrático, es un organismo puramente represivo para condenar a las penas más duras a los militantes antifascistas, y principalmente a los comunistas.

Inmediatamente, entre sus primeras medidas tomadas, el Tribunal Especial añade un nuevo cargo contra Antonio Gramsci, ya encarcelado desde el 8 de noviembre de ese año 1926, para que comparezca con otros 21 militantes comunistas. Se les acusa de conspiración, instigación a la guerra civil, apología del crimen e incitación al odio de clase.

En enero de 1927 Gramsci es trasladado de la prisión de Ustica a la de San Vittore en Milán. El viaje dura tres semanas en condiciones muy difíciles para la salud, extremadamente frágil, de Gramsci. Permanece en San Vittore durante toda la instrucción del juicio, período durante el cual puede contar con el importante apoyo de su amigo, el economista Piero Sraffa, que obtiene un derecho de visita a la prisión de Milán, como “compañero de escuela” de Antonio. Sraffa se pone en contacto con el PCI clandestino, al que informa de la situación del preso ya enfermo y sujeto a malos tratos por parte de los fascistas.

Para recabar la solidaridad internacional, Sraffa y Angelo Tasca, miembro del Comité Central del PCd’I, redactan conjuntamente un artículo difundido en el “Manchester Guardian” en forma de carta al redactor jefe; “Los métodos del fascismo. El caso de Antonio Gramsci”, en el que denuncian, de manera particular, la degradación física y psicológica de Antonio.

Entre el 28 de mayo y el 4 de junio de 1928, 22 comunistas son “juzgados” en Roma, entre los que se encuentran importantes dirigentes del partido: Gramsci, Terracini y Scoccimarro. Los fascistas no tienen absolutamente ninguna prueba contra Gramsci y sus camaradas, a pesar de las torturas sufridas para arrancarles falsas confesiones que no obtendrán.

En esta farsa judicial los papeles repartidos son los siguientes: Alessandro Saporti, presidente del tribunal; Enrico Macis, juez de instrucción; Gaetano Tei, abogado militar; Michele Isgro, fiscal. El gran juicio es abierto a la prensa y asisten algunos corresponsales extranjeros, como un corresponsal del “Manchester Guardian”, un periodista del “Petit Parisien” y un representante de la Agencia Soviética Tass.
Terracini es el portavoz de los acusados. Lee una declaración oficial en la que ironiza sobre el régimen fascista:

“El hecho puro y simple de la existencia del Partido Comunista es suficiente, por sí mismo, para poner en peligro grave e inminente al poderoso régimen: ¡A un Estado tan fuerte, al Estado totalitario, al Estado tan armado!”

En cuanto a Gramsci, a la pregunta del Presidente Saporti, que se regodea en sus acusaciones, responde:

“Confirmo mis declaraciones a la policía. Fui arrestado a pesar de ser un diputado en funciones. Soy comunista y mi actividad política se ha hecho pública como diputado y como escritor de L’Unità (diario del PCd’I fundado por el propio Gramsci). No realicé actividades clandestinas de ningún tipo porque, aunque lo hubiera querido, me habría resultado imposible. Desde hace años, siempre he tenido a seis agentes cerca de mí, con la tarea declarada de escoltarme a la salida, o custodiarme si me quedaba en casa; nunca me han dejado solo; y, con el pretexto de la protección, se ejercía una vigilancia contra mí, lo que hoy se convierte en mi mejor defensa. Solicito que el prefecto y el supervisor de Turín sean escuchados como testigos para testimoniar sobre esta cuestión. Si, por otra parte, ser comunista significa ser responsable, yo lo acepto.”

Más adelante, durante el juicio, añadirá que “todas las dictaduras militares, puesto que están destinadas a la guerra, están condenadas al fracaso, lo que tendrá como consecuencia que el proletariado tome la dirección del país.” Irritado por las continuas interrupciones del fiscal, el líder comunista se dirigirá a los jueces diciendo: “Condenaréis a Italia a la ruina y nosotros, los comunistas, tendremos que salvarla.”

De esta farsa judicial, muy poco conocida por el público, sin embargo, hay una frase que sí ha permanecido a través de los años; la pronunciada por el fiscal Isgro refiriéndose a Gramsci:
«¡Debemos impedir que este cerebro funcione durante 20 años!».

Tras las comparecencias y el juicio en la sala, llega el período de las dudas para los acusados, la incertidumbre sobre las penas que les caerán. Gramsci no se hace ilusiones desde el principio. En una carta escrita a su madre el 30/04/28 ya advierte:

“No os preocupéis ni tengáis miedo, no importa qué condena me pongan: creo que será entre los 14 y los 17 años, pero podría ser aún más grave, precisamente porque no hay pruebas contra mí. ¿Qué es lo que no puedo haber cometido sin dejar pruebas?”

En efecto, las penas que les caerán serán duras, muy duras: 20 años, 5 meses y 4 días para Gramsci y Scoccimaro. Más de 22 años para Terracini a quien se le cobra así su papel de líder, de representante de los acusados durante el juicio.
Gracias a una petición presentada por su hermana Teresina, Antonio es trasladado el 19 de julio a Turi, un establecimiento penitenciario destinado a los detenidos enfermos. Estará allí hasta noviembre de 1933. Allí escribirá sus “Cuadernos de la cárcel”, a partir de febrero de 1929; obras sacadas clandestinamente gracias a la intervención de Tatiana Schucht, su cuñada.

Antonio Gramsci, con la salud destrozada como consecuencia del Mal de Pott y de una tuberculosis pulmonar, muere el 27 de abril de 1937, tras una hemorragia cerebral que sufre el mismo día en el que recuperaba la libertad.

Aude D´Ambrosio
profesora de francés e historia en Lieja.

 

 

GRAMSCI AQUÍ CON NOSOTROS

GRAMSCI AQUÍ CON NOSOTROS

Gramsci aquí, con nosotros

“De una manera política, emocional, poética, militar, Antonio Gramsci fue una bandera que estuvo muy presente en nuestra Guerra Civil, entre los más de cuatro mil italianos antifascistas”.

Si recorremos la biografía de Antonio Gramsci, podemos comprobar que nunca estuvo físicamente en España, en Euskadi. Sin embargo, de una manera política, emocional, poética, militar, Antonio Gramsci fue una bandera que estuvo muy presente en nuestra Guerra Civil, entre los más de cuatro mil italianos antifascistas (4.122) que vinieron a combatir a Franco en las filas de las Brigadas Internacionales, y que se dejaron aquí más de seiscientos muertos. Y, además, dentro de la XIII Brigada Internacional se encuadró una batería de cañones a la que se bautizó como “Batería Antonio Gramsci”, una unidad de artillería equipada por dos cañones de 110, y cañones Vickers Armstrong del 75. Esta batería entró en combate en los frentes de Teruel, Porcuna, Huesca, y en las batallas de la zona Centro-Sur.

Las Brigadas Internacionales como tales, no estuvieron en Euskadi. Porque tras su formación, en octubre de 1936, su cuartel de instrucción se ubica en Albacete, que es donde acuden todos los internacionalistas para recibir formación militar y de armas, de la que carecían por completo. Entran por los Pirineos y Catalunya; porque para entonces Euskadi y el norte están aislados del resto de la zona republicana, por Navarra y Castilla, en manos franquistas.

Por esa razón no pudieron venir las unidades militares de los internacionalistas. Pero sí vinieron algunos jefes, que tuvieron presencia en el Ejército vasco. En este HERRI, dedicado a la figura de Antonio Gramsci, queremos homenajear la memoria de tantos antifascistas italianos, la mayoría del Partido Comunista Italiano que fundara Antonio Gramsci, que acudieron a ayudar a la República desde el primer momento. Como aquel contingente de italianos de la primera hora, que llegó a Irún en los primeros días del golpe militar, contándose en la ciudad fronteriza al menos 24 italianos, de los que 7 se dejaron la vida defendiendo la libertad en Irún: Bertoni, Diviach, Donati, Gojak, Gorizia, Martini y Zustovich. Y entre los jefes militares, el más relevante fue Nino Nanetti, comunista italiano, perseguido como Gramsci por Mussolini, por lo que había tenido que escapar a Francia, desde donde llegó.

Nino Nanetti nació en Bolonia en 1906. Era obrero meta-lúrgico de profesión. En 1923, tras haberse producido la llamada «marcha sobre Roma», Nanetti comenzó a militar en el movimiento socialista, manteniendo una gran actividad en la clandestinidad. En 1924 es herido con una grave conmoción cerebral, en un enfrentamiento con los fascistas en Bolonia. En 1925, es herido en un brazo en un nuevo enfrentamiento con los fascistas en su ciudad. En ese clima de persecución de la dictadura fascista ya instalada en Italia, evoluciona hacia el comunismo, siendo uno de los dirigentes de la juventud comunista italiana. En junio de 1927 es detenido por las autoridades fascistas.

Pasa un tiempo en prisión y luego es confinado en la isla de Lipari, donde está hasta febrero de 1930. Ante el riesgo de ser arrestado de nuevo, en otoño de 1931 decide escapar a Francia, instalándose en Toulouse y trabajando como obrero mecánico. Cuando se produce el llamamiento a formar las Brigadas Internacionales para ayudar a la República española, Nino acude de inmediato. Tras instruirse en el cuartel de Albacete y ya formando parte de las Brigadas, participa en la defensa de Madrid, y en la exitosa batalla de Guadalajara. En el combate se destacan sus cualidades militares y organizativas, por los que es puesto al mando de varias unidades, la 35 Brigada mixta, y luego la 12 División, que está compuesta de 3 Brigadas con 12 batallones cada una, más un regimiento de caballería, dos trenes blindados y un batallón de ingenieros. En total más de 10.000 soldados a sus órdenes.

En la primavera de 1937 solicita ser enviado a Bizkaia, donde la situación es muy grave; tras aceptarse su petición es enviado por la República para reforzar la dirección del ejército en Euskadi. Colabora con el irunés Manuel Cristóbal Errandonea, que tras la formación del ejército vasco comanda la VI Brigada mixta, formada por 4 Batallones: el “Rosa Luxemburgo”, el “UGT nº13”,; el Amuategui; y el “Rebelión de la Sal”. Cuando Cristóbal Errandonea es herido en junio de 1937 en las posiciones del Cinturón de Hierro de Bilbao, se le da a Nino Nanetti el mando de los cuatro batallones de la VI Brigada. Participa en los combates en el Cinturón de Hierro, y en la defensa de Bilbao. Tras la caída de la capital, se reestructuran las unidades en retirada y le es confiado el mando de la 2ª División Vasca, siendo herido el 16 de junio por la metralla de un bombardeo franquista sobre el cuartel general republicano en Zalla. Es sustituido al mando de sus tropas de la 2ª División Vasca, tras su herida, por otro irunés, por el último general del alarde de San Marcial y juez de Irún, Nicolás Guerendiain. Evacuado al hospital de Santander, Nino Nanetti muere el 21 de julio de 1937, a la edad de 31 años.
Así describe en sus memorias la vida y muerte de Nino Nanetti la célebre revolucionaria italiana Teresa Noce.

La muerte de Nino Nanetti

No recuerdo la fecha en que llegaron las noticias de la muerte de Nino Nanetti, que cayó en el frente de Bilbao. Sólo recuerdo mi llanto desesperado boca abajo en la cama. Porque Nanetti, además de ser un compañero, era un amigo querido al que quería como a un hermano. Y como había sucedido muchos años antes con la muerte de mi hermano, repetí que Nino no debía ni podía morir. Era demasiado joven, demasiado bueno, demasiado bello.

Nino tenía 31 años, pero la suya había sido la vida de un luchador proletario, un comunista. Si esa corta vida tuvo el encanto cautivador de las vidas aventureras y heroicas fue porque había sabido en un corto período de tiempo, transformarse de un trabajador mecánico en un líder comunista, en un comandante militar, yendo de la fábrica a la academia, cruzando ilegalmente las fronteras de media Europa, de Italia a la Unión Soviética, de Francia a España.
A los 16 años de edad, el joven trabajador boloñés, desafiando a las escuadras fascistas, a las porras y al aceite de ricino, se había unido a la juventud socialista de su ciudad. En su fábrica además de los jóvenes socialistas, eran activos los comunistas, y aún más numerosos los jóvenes sin partido, o los católicos. Con éstos, Nino discutía todos los días para unirlos, para defender los restos de libertad que el fascismo aún no había logrado reprimir. En las luchas y discusiones surgió un problema con particular claridad en la conciencia de Nino, “la necesidad de unir a las fuerzas antifascistas”, de modo que él fue el organizador del frente unificado juvenil comunista-socialista-católico de Bolonia. Desde ese primer embrión de la unidad de los trabajadores, se le delegó para viajar a la Unión Soviética junto con otros jóvenes italianos de diversas corrientes antifascistas.

Regresó de la URSS fortalecido políticamente e ideológicamente, pero para evitar el arresto debió abandonar Bolonia. Se fue a Génova, donde fue detenido y confinado a Lipari. Después de los años de confinamiento, reanudó su actividad antifascista pero era demasiado conocido y debió exiliarse, pasando al trabajo clandestino.

El 18 de julio de 1936, la fecha del comienzo de la guerra civil española, Nanetti estaba en Toulouse. Y Toulouse estaba demasiado cerca de España para que Nino pudiera resistir la llamada de la lucha abierta contra el fascismo. Pocas horas después, el 19 de julio, Nino cruzó la frontera. El primero de un gran contingente de voluntarios antifascistas para combatir junto al pueblo español. Inmediatamente corrió al frente como un simple miliciano. Luego, la Juventud española le encargó formar el primer “Batallón de la juventud”. En ese momento Nanetti ya había combatido en Tardienta organizando lo que los falangistas llamaron a la “Batería fantasma” y que en realidad estaba compuesta por un cañón montado sobre un camión y operado por dos hombres: Nino y un compañero español.

Combatió en Huesca y volvió nuevamente a Tardienta. Organizó el “Batallón de la juventud” (unos 500 hombres), lo instruyó, se convirtió en su comisario político y lo condujo al frente, donde la batalla era más intensa, en el Madrid asediado por el enemigo. Combatió en todas partes y terminó tomando el mando militar de la unidad. Así adquirió la capacidad de un verdadero comandante de un ejército popular. Organizó la defensa de la Sierra y fue nombrado teniente coronel, al mando de seis batallones. De batalla en batalla se convierte en comandante de brigada y en Guadalajara en comandante de división. Una “División” que en realidad todavía no existía y que Nino tuvo que organizar en pleno fragor del combate. Después de haber tomado al enemigo cinco ciudades, Nanetti se encuentra a la cabeza de diez mil hombres, todos españoles, excepto el comandante de brigada, Zanoni, un socialista italiano. Fue esa División la que, bajo la dirección de Nanetti, organizó la primera academia militar para la formación de cuadros de trabajadores.
Cuando en Bizkaia y en el frente de Bilbao la situación empeoró, Nino solicitó ser enviado con urgencia a esa región. Durante largos meses, los mineros de Asturias y Galicia, junto con los católicos de Bizkaia y Euskadi, habían defendido firmemente las últimas posiciones alrededor del puerto de Bilbao. Conservar la ciudad era de capital importancia para la suerte de la republica. La petición de Nanetti fue aceptada y el joven comandante comparte partió para la que sería su última misión. Como proletario y como comunista estaba listo para la lucha y para la muerte. Para la lucha que lo esperaba cruel y mortal, para la muerte que iba a golpearlo a los 31 años, después de un mes de terrible sufrimiento.

Teresa Noce

Canción Partisanos.: Escanear
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Gramsci el jefe de la Revolución Socialista Italiana

Gramsci el jefe de la Revolución Socialista Italiana

Gramsci el jefe de la Revolución Socialista Italiana

El grupo de L´Ordine Nuovo del que Gramsci era su figura principal contaba con el apoyo que Lenin le dio en el Segundo Congreso de la IC en 1920.

Antonio Gramsci ha hecho diversos aportes sobresalientes a la causa de la Revolución socialista. El más importante pero no el único es haber interpretado creadoramente las verdades universales del marxismo-leninismo1 a la realidad particular y compleja de su país en el momento histórico que le tocó vivir construyendo tanto el Partido y la Internacional Comunista (IC) como el programa de la Revolución socialista italiana2.
La Italia donde nació, luchó y murió Gramsci era uno de los países más recientemente constituidos de Europa occidental. Dividido en dos regiones distintas, Norte y Sur. Había conocido una forma específica de revolución burguesa que condujo a su unificación en 1870 y a la derrota política (que no social) de las fuerzas feudales conservadoras. El capitalismo moderno industrializó el triángulo Génova-Milán-Turín. El sur napolitano e insular sardo y siciliano no se había sacudido las relaciones semi feudales heredadas de 4 siglos de dominio de la rama Sicilia de los Borbones españoles.
Gramsci, afiliado al Partido Socialista italiano (PSI) en 1913 con 21 años. Se convirtió en uno de los 12 miembros del comité que dirigió la lucha de los Consigli di fabbrica (consejos obreros) en Turín3. Decenas de miles de obreros participaron en el llamado “Bienio Rojo” (1918-1920) influenciado por la Gran Revolución rusa, que cambió la historia de Italia. La revista fundada por él mismo en 1919, L´Ordine Nuovo, alcanzó dos objetivos: uno orientar dicho movimiento y otro, que madurasen las condiciones políticas para crear el, hasta hoy, más importante partido comunista de Occidente, el italiano. Gramsci explicó que la buena acogida entre los obreros de su revista se debió a que “en los artículos del periódico encontraban una parte de sí mismos, su parte mejor”4. En setiembre de 1920 se alió al napolitano Amadeo Bordiga para romper con el PSI y crear el Partido Comunista en su Congreso fundacional de Livorno de enero de 1921.

En el nacimiento del PC de Italia (PCd´I) Gramsci no fue el líder principal sino Bordiga y el grupo en torno a la revista Il Soviet. Antonio fue uno de los 15 miembros de su primer Comité Central. Sin embargo, el grupo de L´Ordine Nuovo, del que Gramsci era su figura principal, contaba con el apoyo que Lenin le dio en el Segundo Congreso de la IC en 1920: “Debemos decir simplemente a los camaradas italianos que la orientación de la Internacional Comunista corresponde a la de los militantes de L’Ordine Nuevo y no a la de la mayoría actual de los dirigentes del partido socialista y su grupo parlamentario”5. Lenin discrepaba con la táctica ultraizquierdista de Bordiga y su rechazo a participar en la lucha parlamentaria lo que le alejaba del grueso de la clase obrera. Gramsci se convierte en el verdadero líder del PCd´I al triunfar en el III Congreso de Livorno realizado en enero de 1926 y vencer la tendencia ultraizquierdista que impedía el desarrollo del Partido.
La falta de experiencia política de la joven clase obrera y de los nuevos partidos comunistas que rompían con el reformismo de la vieja socialdemocracia de la IIª. Internacional obligaba a Gramsci a una dura lucha teórica y política, a organizar la formación política de la militancia y a intervenir en la construcción de la nueva Internacional Comunista (IC) que era concebida como un partido mundial con una única dirección y una estrategia adecuada a cada contexto nacional. Observa que Italia no haya habido nunca “una educación política, sino una espantosa confusión de ideas”6. Todo en las difíciles condiciones de la dictadura fascista apoyada por la burguesía para cortar el empuje revolucionario de la clase obrera y campesina. Gramsci fue unitario siguiendo la orientación de la IC de colaborar con “los mejores elementos proletarios del sindicalismo y del anarquismo”7 . Abrió L´Ordine Nuovo a los anarquistas y se mostró favorable a colaborar con ellos y los socialistas en la organización de masas de los Arditi del Popolo (Atrevidos del Pueblo) para frenar la violencia fascista.

De 1923 a 1924 Gramsci luchó en Moscú y en Viena para organizar el Partido en condiciones de clandestinidad, derrotar la línea errónea que lo dirigía y reforzar la IC en condiciones de reflujo de las luchas obreras. Conocer en persona la construcción socialista soviética ratificó su confianza en el socialismo: ”El espectáculo cotidiano que tuve en Rusia de un pueblo que crea una vida nueva, nuevas costumbres, nuevas relaciones, una nueva manera de pensar y de abordar nuevos problemas, me conduce hoy a ser más optimista sobre nuestro país y su futuro”8. Su continua producción política y teórica se produce al calor de las necesidades de la lucha revolucionaria a la que se dedica en cuerpo y alma. En este proceso se va convirtiendo en el dirigente más lúcido de la Revolución italiana y uno de los más destacados de Europa.

Lo calificamos de “jefe de la Revolución italiana” porque supo sistemáticamente descubrir las tareas prioritarias de cada momento histórico que le tocó vivir, concebir la forma que adquiriría el socialismo en las condiciones particulares italianas y construir el Partido que necesitaba la clase obrera para dirigir el proceso social de su país.
Gramsci fue acusado de intentar trasplantar la revolución rusa a las condiciones tan distintas de Italia. Rechazó ese argumento.

Su capacidad política le hizo ver lo que había de universal en la teoría general del marxismo-leninismo, sin desdeñar el estudio de otras experiencias revolucionarias de su época, como las luchas obreras en Inglaterra. Pero, insisto, el eje de su actividad política fue la Revolución socialista en Italia, la toma del poder político por los trabajadores y la construcción no de una República burguesa parlamentaria, ni siquiera “antifascista”, sino socialista. Escribe en mayo de 1919: “El Estado proletario no es la seudodemocracia burguesa, forma hipócrita de la dominación oligárquica financiera, sino la democracia proletaria que emancipará a las masas trabajadoras, no el parlamentarismo sino el autogobierno de las masas a través de sus propios sistemas de representación; no la burocracia de oficio, sino órganos administrativos creados por las propias masas, con la participación real de las masas en la administración del país y en la empresa de edificación socialista. La forma concreta del Estado es el poder de los Consejos y de las organizaciones del mismo tipo”9.

Se puede constatar que ni en vida y menos tras su muerte logró el objetivo político propuesto: llevar a Italia al socialismo. Sin embargo, alcanzó objetivos estratégicos. Construyó, como hemos dicho, el Partido Comunista más importante que contribuyó a esa gesta universal que fueron las Brigadas Internacionales a favor de la República española, antesala de las grandes luchas antifascistas que culminaron con la victoria en 1945. Construir la imponente fuerza partisana, la Brigada Garibaldi y otras unidades, que fue fundamental para derrotar al fascismo en su país. Hacer emerger por primera vez a la clase trabajadora como un actor político fundamental en la Italia de la posguerra. Además, contribuyó a reforzar la preciosa experiencia de la IC que fue una escuela y estado mayor para las revoluciones triunfantes en el siglo XX en todos los continentes. Fue una barrera de protección de la Unión Soviética cuya defensa fue una de las prioridades de la acción política de Gramsci. Por si fuera poco, desarrolló en tanto que conocimiento científico la teoría marxista en varios campos planteados por la lucha de clases. Manuel Sacristán escribe que “Los Cuadernos de la cárcel no valen sólo por su contenido (con ser éste muy valioso)… valen también como símbolo de la resistencia de un “cerebro” excepcional a la opresión, el aislamiento y la muerte”10. Gramsci desarrolló una intensa actividad como dirigente obrero en la época del Bienio Rojo, como organizador partidario tanto a nivel italiano como internacional, como constructor de la primera experiencia socialista mundial, en tanto que tomó parte en Moscú en la actividad del “Partido mundial” que dirigía dicha construcción y además desarrolló la ciencia y la teoría política marxista en algunos aspectos ideológicos que fueron apuntados los fundadores clásicos pero que requerían y siguen requiriendo de nuevas investigaciones en contacto con las realidades cambiantes.

Gramsci no llegó a la claridad ni profundidad de los clásicos fundadores. Tampoco es el único dirigente marxista europeo en el siglo XX que haya brillado con tanta luz. Por lo tanto, no es el único que deba ser estudiado y conocido por las nuevas generaciones de luchadores europeos marxistas y comunistas. El siglo XX ha conocido una experiencia muy rica de luchas proletarias, sociales, nacionales y populares en todos los confines europeos que produjeron resultados altamente provechosos para la causa de la emancipación humana. Incluso en este XXI más sombrío no son pocas las experiencias interesantes que se producen como resultado de las luchas y actividades sociales avanzadas.

Gramsci ha sido el mejor “producto” de la intensa lucha desplegada por la clase obrera italiana, el mejor dirigente originado en el impacto en Italia de la Revolución de Octubre y uno de los mejores teóricos marxistas de un país donde el marxismo, gracias al Partido que supo construir en los años 20 y 30 con sus camaradas, se convirtió sino en “hegemónico” (imposible hasta la toma del poder político y convertir a la clase trabajadora en dominante) pero sí en una visión del mundo ampliamente difundida, extendida y compartida, haciendo de su sociedad mucho más progresista y avanzada que, por ejemplo, la nuestra, donde por razones históricas, el pensamiento conservador y todavía semi feudal está bien asentado en la sociedad.
Gramsci realizó aportaciones en ese surco abierto por el marxismo desde mediados del siglo XIX que siguen plenamente vigentes en lo que la ideología dominante llama la era “posmoderna” pero que no es sino la maduración del capitalismo de los monopolios, genialmente descrito por Lenin, que es hoy más dominado por unos pocos grandes monopolios que en vida, no sólo de Lenin sino del mismo Gramsci. Es por eso que el grado que Gramsci alcanzó en vida como “jefe de la Revolución socialista italiana” y uno de los más destacados impulsores de la revolución socialista europea le sigue conviniendo plenamente.

1.- Verdades que hacen de este planteamiento teórico clásico porque supera las coyunturas históricas y atraviesa el tiempo al haber sabido descubrir las leyes profundas que rigen el desarrollo de la Historia y la sociedad y haber desentrañado la naturaleza del modo de producción capitalista y porque es una herramienta útil para comprender el momento presente.

2.- Punto en el que insiste José Aricó en su prólogo al libro Gramsci. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1962.

3.- Palmiro Togliatti, Gramsci, Editori Reuniti, Roma, 1967, p. 69.

4.- “El programa de l’Ordine Nuovo”, Antología traducida por Manuel Sacristán, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2010. P, 86.

5.-Maria Antonieta Macchiocchi, Gramsci y la Revolución de Occidente, Siglo XXI editores, México, 1976, p. 73.

6.- Artículo “La cuestión italiana y el Komintern” escrito en 1922, página 19 del libro recopilatorio Antonio Gramsci. La Construcción del Partido Comunista 1922-1926, Dédalo Editores, Madrid, 1978.

7.- “Carta al Partido Socialista Italiano” firmada por el presidente del Comité ejecutivo de la Internacional Comunista Zinoviev y por Bujarin y Lenin. http://www.marxists.org/francais/inter_com/1920/08/italie.htm

8.- Página 82 del libro de Macchiocchi.

9.- Publicado por Gramsci en L’Ordine Nuovo el 24 de mayo de 1919 y citado por Macchiocchi en la página 158 de su libro.

10.-Manuel Sacristán, “El Undécimo cuaderno de Gramsci en la cárcel”, Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria Editorial, Barcelona, 1987.

José Antonio Egido, Sociólogo

El desierto dolor.

El desierto dolor.

El desierto dolor.

“El aleteo de las hojas, la hierba mecida, la danza de las ramas, el cabeceo de las palmeras en el viento, unas asienten, otras niegan… y te parece que algo falta.”

Y por delante y por detrás, millas y millas de oscuridad, pero de ese día en que todo cambia recuerdas cada detalle.

Recuerdas que era sábado mañana azul y que una nube paseaba sola el cielo. Recuerdas que, aunque has trasnochado, algo, no sabes qué, te ha despertado y temprano para ser sábado ya estás desenredando el cabello mojado trás la ducha y contemplando el paisaje a través de la ventana que da a los huertos tras la casa. El aleteo de las hojas, la hierba mecida, la danza de las ramas, el cabeceo de las palmeras en el viento, unas asienten, otras niegan… y te parece que algo falta.

¿Un presentimiento? Quizá. Pero es que tú eres triste, es tu condición, y rara sí, te lo ha dicho otra “rareza” desde una de sus frases pegada en la pared de una copistería, esa frase que termina diciendo, Bueno, espero que si lees esto sepas que sí, que es verdad, estoy aquí y soy tan extraña como tú.
Este llamamiento tan generoso, sentirse concernida, reconocida, acompañada la tiene conmovida… ¿Quién no querría llegar desde tan lejos, desde otro tiempo, llegar con su voz a otro y estremecerlo así? Ella sí. Y desde entonces solo quiere saber de Frida y volver, otra vez, a la escritura.

Recuerda las gotas de agua que resbalan sobre la espalda camino de su habitación. Despejar la mesa de estudio de “lo serio”, de los apuntes de esa carrera que no termina y sacar y poner sobre la mesa los útiles del gran juego, los libros, las notas, los esbozos de relatos y cuentos, la copia de una lámina de un cuadro de Frida, La columna rota, que le ha distraído a su hermana, que estudia arte. Con esa copia lleva unos días entrenando la mirada y le cuenta a su otra y va anotando lo que se le ocurre, en confianza de raras. E imagina que Frida ríe o le dice algo en mejicano inventado, Pero qué seriosa eres.

Pero hoy, relee las anotaciones, las frases sin hilván que sobre ese cuadro tiene anotadas, La mujer que se adentra en el desierto dolor estoica, comedida, recogiendo elegante la falda como si fuese a un baile… La mujer que se adentra en el desierto sol alto dolor que no declina… La mujer que se adentra toda una vida ya, recompuesto una y otra vez el corsé sobre la columna rota, que ya es de fierro… Estas frases sin hilo de relato nada le dicen, y es que ella está en lo que le parece que le falta al paisaje, no al del cuadro, este desierto conmovido y tan roto como la mujer rota, manando llanto, lo que le falta a su paisaje.

Y vuelve a mirar el cuadro y a Frida a los ojos, buscando la inmensa mirada y es entonces el grito. El grito de su madre en la planta baja de la casa, ese grito que ella ya ha oído de su madre cuando murió su abuela, ese grito que desde entonces sabe que solo provoca la Parca, y que sabe que unos caen, cortados sus hilos, para no levantarse, y otros caen de rodillas y meses o años después, aciertan a levantarse. Y sabe como si ese grito llevase un nombre, que el que ha muerto es su padre, el que daba cuerda a la caja de música de su pequeño mundo, y que era la música ese algo que parecía faltarle a su paisaje.

Y ella está ahora de rodillas y hay un vacío, un fundido en negro en el que le parece haber recorrido el fondo del ojo y por una abertura, un detrás pero dentro de la cabeza, haberse deslizado y caído en la sima del tiempo, sobre huesos todavía calientes, de los tuyos, y que de allí sale el grito que como un hilo sale de una boca y entra en otra y de otra sale y entra en otra, de todos los que seremos y hemos sido.

Y piensa que Frida podría pintar ese cuadro, esa sima del tiempo de calaveritas mejicanas bajo la casa y ese hilo que sale de una calaverita, la más vieja, y después de salir y entrar y de salir y entrar de calaveríta en calaverita, llegar hasta su madre y de su madre a ella y de ella a sus hermanos, que ya han llegado a la casa, encanecidos de golpe los mayores, ángeles viejos los pequeños… Y pintaría conmovido, tan cuarteado y tan roto como nosotros el paisaje de palmeras, que sigue absurdo e indiferente su danza, para que fuese más fácil adentrarse en el desierto dolor tan desierto y tan largo que se nos viene.

Alicia Noland
Escritora

 

La vida de Frida Kahlo.

La vida de Frida Kahlo.

La vida de Frida Kahlo.

“Le gustaba afirmar que habia nacido en 1910, no porque quisiera parecer más joven, sino porque fue el año de la Revolución mexicana y ella era ante todo una revolucionaria.”

Magdalena Carmen Frieda Kahlo y Calderón. Nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, entonces un suburbio de la ciudad de México. Frieda, quien de adulta optó por quitar la “e” de su nombre para que tuviera menos apariencia germana, fue la tercera de las cuatro hijas del fotógrafo de origen alemán Guillermo Kahlo, que había emigrado a México en 1891, y de Matilde Calderón, mestiza de orígenes españoles e indígenas mexicanos, y segunda esposa de Guillermo.

A pesar de la claridad sobre la fecha de su llegada al mundo, que consta en su certificado de nacimiento, a Frida le gustaba decir que había nacido en 1910, porque era la fecha de la revolución mexicana; y ella, desde muy joven, se consideraba sobre todo una revolucionaria.

Después de dar a luz a Frida, su madre Matilde enfermó, y no pudo cuidar de su hija recién nacida, por lo que la puso a cargo de una nodriza indígena mexicana. Frida, de adulta, siempre dijo que el gran amor, visceral, atávico, que sentía por su país, se debía a que había sido amamantada con leche de México desde que nació. Una idea que plasmó gráficamente en su cuadro de 1937, “Mi nana y yo”.
La infancia de Frida transcurrió en el México revolucionario, sumido en una gran agitación política, que, a partir de 1920 se transformó en una guerra civil. La clase media ilustrada buscaba más libertades políticas, y los campesinos peleaban por el reparto de la tierra, para que la revolución arrebatara a los terratenientes y sus capataces, las haciendas, para que les concedieran los derechos básicos. Tierra y libertad, fue el telón de fondo de la revolución mexicana, en el que se orientó la cada vez mayor conciencia política de Frida.

FECHAS SEÑALADAS

1913. A los seis años de edad Frida contrae la polio-mielitis, tras la que le quedará la secuela de la pierna derecha deformada y más corta, y el pie derecho torcido.
Frida asiste al Colegio Alemán, una escuela infantil alemana en la Ciudad de México.

1922. Frida comienza sus estudios en la prestigiosa Escuela Nacional Preparatoria, donde es una de las 25 niñas de un total de 2.000 alumnos. Se orienta hacia la medicina. El gobierno mexicano promueve la pintura de murales en edificios públicos como canal para educar a la población analfabeta, para trasmitirles los valores de la Revolución, naciendo así el frutífero muralismo mexicano. Esto es decisivo en su vida, porque conocerá a Diego Rivera por primera vez cuando éste trabaja en su mural “La creación” en el anfiteatro de su escuela. Frida se une a “Los Cachuchas”, grupo de jóvenes con ideas socialistas y mexicanistas, que debía su nombre al gorro de tela que gustaban llevar, como símbolo de subversión contra el rígido código de vestir de la época. Es en este año cuando Frieda cambia su nombre por Frida.
1924. Frida ayuda a su padre en el estudio de fotografía, y aprende los procesos y las técnicas del oficio.

1925. Frida trabaja en el estudio del impresor Fernando Fernández, quien, viendo sus dotes artísticas, la anima a dibujar.
El 17 de septiembre, Frida resulta gravemente herida en un accidente.

1927. Frida se afilia al Partido Comunista Mexicano. Aunque ella cuenta en sus diarios que ya se había afiliado a la juventud comunista en 1920, es decir, a sus 13 años. Conoce más a fondo a Diego Rivera, que la pinta como una revolucionaria armada dentro de la obra “El arsenal”, del conjunto muralista “Corrido de la revolución proletaria”, que Diego pinta en la Secretaría de Educación Pública. Se enamora de Diego Rivera.

1929. Se casa con Diego el 21 de agosto de 1929, y deja de vivir en la Casa Azul, su casa de la infancia, trasladándose con Diego a Cuernavaca, donde él está pintando un mural.

1930. Frida tiene un aborto como consecuencia de un embarazo inviable. Se traslada con Diego a San Francisco, donde éste ha recibido un encargo de trabajo. La pierna derecha comienza a provocarle cada vez más dolores.

1932. Se trasladan a Detroit, donde Diego ha recibido otro encargo. El segundo embarazo de Frida también se muestra inviable y termina con un aborto espontáneo el 4 de julio.

1933. En marzo van a vivir a Nueva York, donde Diego tiene el contrato para pintar un mural en el Rockefeller Center.
1934. Otro embarazo de Frida, el tercero, termina infelizmente al tercer mes de gestación. Le operan el pie derecho, del que le amputan varios dedos. Vuelve a México.

1935. Se separa de Diego Rivera, al conocer que ésta ha tenido un romance con Cristina Kahlo, la hermana pequeña de Frida.

1936. Vuelve a unirse con Diego Rivera.

1937. El 9 de enero llega a México León Trotski, con su esposa, la revolucionaria Natalia Sedova. Frida los aloja transitoriamente en su Casa Azul, donde ha vuelto a vivir.

1938. Conoce al surrealista André Breton, que la visita en México. Expone por primera vez en solitario en la Julien Levy Gallery de Nueva York, adonde viaja para la exposición. Muestra 25 obras, de las que vende la mitad.

1939. Regresa a México, reinstalándose en la Casa Azul. Su obra se expone en la Colle Gallery de Paris, con gran éxito, y promovida por André Breton. Gracias a él los pintores surrealistas la consideran una como ellos, a pesar de que Frida siempre niegue pertenecer a tal movimiento, considerándose completamente realista, dice que sólo pinta lo que le pasa.

1940. Viaja a San Francisco para tratar sus dolores con el doctor Eloesser, a quien conoció en su viaje de 1930. El 8 de diciembre, en los EE. UU, vuelve a casarse por segunda vez con Diego Rivera.

1941. Muere su padre, a quien estaba muy unida, Guillermo Kahlo, de un infarto de miocardio.

1943. Frida comienza a dar clases en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado. Aunque debido a los problemas de salud, los alumnos deben asistir muchas veces a sus clases en la Casa Azul.

1944. Frida obtiene el segundo premio de la exposición de arte anual, con su cuadro “Moisés”.

1948. Se vuelve a afiliar al Partido Comunista de México, del que se había alejado en 1929.

1950. Frida pasa nueve meses en el hospital, donde la someten a siete operaciones en la columna vertebral.

1951. Queda casi confinada a moverse en silla de ruedas, y a tomar muchos analgésicos, contra sus constantes dolores.

1952. Se implica en el movimiento mundial por la paz. Participa en manifestaciones.

1953. Se inaugura una gran exposición en solitario en la galería Lola Álvarez Bravo, de Ciudad de México. En agosto del amputan la pierna derecha por debajo de la rodilla, debido a que, por problemas de riego, se le había gangrenado.

1954. El 2 de julio participa en una manifestación por la paz y contra la intervención de los EE. UU. en Guatemala. Es su última aparición en público. La madrugada del 13 de julio, tras haber sufrido una fiebre elevada durante varios días, fallece en su cama de la Casa Azul. El parte oficial dictamina una embolia pulmonar.

En 1927. Diego Rivera, pinta a Frida Kahlo como una revolucionaria armada dentro de la obra “El arsenal”, del conjunto muralista “Corrido de la revolución proletaria”