COVID desde dentro

Pandemia, qué pandemia?, ¿cómo, qué está pasando?, ¿que nos tenemos que quedar en casa, todos?, ¿pero por qué, y cuánto tiempo?

Me pilló desprevenida, estaba distraı́da con otras cosas, estaba viviendo, estaba además, en un momento importante de mi vida, aunque supongo que todos lo son de alguna manera, a mı́ me pilló, como a la mayorı́a de la gente, desprevenida. Aprovecho la oportunidad que me han dado, para aportar una visión desde dentro, desde mi vivencia y desde el sentimiento.

No soy ninguna entendida en el tema, no soy epidemióloga, ni doctora en nada, soy una enfermera que trabaja en el servicio de Urgencias de un hospital de Osakidetza.

Me encanta mi trabajo, siempre he tenido claro que me gustaba. De pequeña, solı́a ver series de médicos, bueno y ahora también, jugaba a operar y a curar, y sin darme cuenta, estaba en un hospital, correteando por los pasillos buscando las habitaciones.

De los servicios en donde he trabajado, el que más me gusta, es el de Urgencias porque la monotonı́a no existe, porque me gusta sentirme útil y porque en estos servicios el resultado es rápido y gratificante. No hay nada más recompensante que salvar la vida, quitar el dolor a quien lo padece o poder aliviarle en un momento de ansiedad o miedo.

Cuando empezó todo esto y nos tocó ir a trabajar, reinó la incertidumbre, ¡todo eran dudas, no sabı́amos nada! Cada dı́a, al comienzo del turno, nos reunı́an y nos explicaban la situación. Hay que protegerse con mascarillas, batas, gafas… intentar averiguar si ese paciente podrı́a ser un caso de alta o baja sospecha, era nuestra misión. Hablábamos de pacientes que provenı́an de China, Irán, después Italia…etc. Se elaboraban protocolos para el dı́a, esto es para hoy, nos decı́an, mañana será otro.

Mientras tanto, el confinamiento, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Cada cual a la suya, cada uno con los suyos, y comienza el miedo, miedo a contagiar a tu familia, ¡qué responsabilidad! Los sanitarios no lo verbalizamos, no decimos tenemos miedo, pero lo tenemos. En una ocasión, comentando con los compañeros de turno, ninguno podı́amos dormir y, te vas alejando, tomando conciencia del alcance de la situación. Sólo necesitaba un abrazo.

Hicimos coreografı́as de baile, muchas, nunca he bailado tanto, me he reı́do tanto y nunca me he sentido tan perteneciente a un colectivo, ¿qué pasa? Ahora nos aplauden en los balcones, ensalzan nuestra dedicación, nos admiran, ¡somos héroes! Confieso que me he emocionado muchas veces cuando iba a trabajar, imagino que los soldados cuando desfilaban entre vı́tores al ir a la guerra, sentirı́an lo mismo, una sensación agridulce.

Es mi deber, no tengo dudas, estoy contenta de ser lo que soy porque ahora es mi turno de poder sentirme orgullosa de serlo. No soy diferente a mis compañeros, estamos todos unidos y por una causa común.¡ A por ellos!!

Tengo compañeras que se han contagiado, les he leı́do el miedo en los ojos y he llorado, llorado de amor y reconocimiento a todos ellos, he llorado en mi soledad del peso de la responsabilidad, de comprensión hacia los pacientes en su soledad y sufrimiento, pero también he llorado al escuchar los aplausos, al recibir los mensajes de mis amigos y os aseguro, que el reconocimiento es el mejor premio que se pueda dar a nadie. 

Gracias

Olatz Uriarte
Enfermera en el servicio hospitalario
de Urgencias de Osakidetza