Gramsci el jefe de la Revolución Socialista Italiana
El grupo de L´Ordine Nuovo del que Gramsci era su figura principal contaba con el apoyo que Lenin le dio en el Segundo Congreso de la IC en 1920.
Antonio Gramsci ha hecho diversos aportes sobresalientes a la causa de la Revolución socialista. El más importante pero no el único es haber interpretado creadoramente las verdades universales del marxismo-leninismo1 a la realidad particular y compleja de su país en el momento histórico que le tocó vivir construyendo tanto el Partido y la Internacional Comunista (IC) como el programa de la Revolución socialista italiana2.
La Italia donde nació, luchó y murió Gramsci era uno de los países más recientemente constituidos de Europa occidental. Dividido en dos regiones distintas, Norte y Sur. Había conocido una forma específica de revolución burguesa que condujo a su unificación en 1870 y a la derrota política (que no social) de las fuerzas feudales conservadoras. El capitalismo moderno industrializó el triángulo Génova-Milán-Turín. El sur napolitano e insular sardo y siciliano no se había sacudido las relaciones semi feudales heredadas de 4 siglos de dominio de la rama Sicilia de los Borbones españoles.
Gramsci, afiliado al Partido Socialista italiano (PSI) en 1913 con 21 años. Se convirtió en uno de los 12 miembros del comité que dirigió la lucha de los Consigli di fabbrica (consejos obreros) en Turín3. Decenas de miles de obreros participaron en el llamado “Bienio Rojo” (1918-1920) influenciado por la Gran Revolución rusa, que cambió la historia de Italia. La revista fundada por él mismo en 1919, L´Ordine Nuovo, alcanzó dos objetivos: uno orientar dicho movimiento y otro, que madurasen las condiciones políticas para crear el, hasta hoy, más importante partido comunista de Occidente, el italiano. Gramsci explicó que la buena acogida entre los obreros de su revista se debió a que “en los artículos del periódico encontraban una parte de sí mismos, su parte mejor”4. En setiembre de 1920 se alió al napolitano Amadeo Bordiga para romper con el PSI y crear el Partido Comunista en su Congreso fundacional de Livorno de enero de 1921.
En el nacimiento del PC de Italia (PCd´I) Gramsci no fue el líder principal sino Bordiga y el grupo en torno a la revista Il Soviet. Antonio fue uno de los 15 miembros de su primer Comité Central. Sin embargo, el grupo de L´Ordine Nuovo, del que Gramsci era su figura principal, contaba con el apoyo que Lenin le dio en el Segundo Congreso de la IC en 1920: “Debemos decir simplemente a los camaradas italianos que la orientación de la Internacional Comunista corresponde a la de los militantes de L’Ordine Nuevo y no a la de la mayoría actual de los dirigentes del partido socialista y su grupo parlamentario”5. Lenin discrepaba con la táctica ultraizquierdista de Bordiga y su rechazo a participar en la lucha parlamentaria lo que le alejaba del grueso de la clase obrera. Gramsci se convierte en el verdadero líder del PCd´I al triunfar en el III Congreso de Livorno realizado en enero de 1926 y vencer la tendencia ultraizquierdista que impedía el desarrollo del Partido.
La falta de experiencia política de la joven clase obrera y de los nuevos partidos comunistas que rompían con el reformismo de la vieja socialdemocracia de la IIª. Internacional obligaba a Gramsci a una dura lucha teórica y política, a organizar la formación política de la militancia y a intervenir en la construcción de la nueva Internacional Comunista (IC) que era concebida como un partido mundial con una única dirección y una estrategia adecuada a cada contexto nacional. Observa que Italia no haya habido nunca “una educación política, sino una espantosa confusión de ideas”6. Todo en las difíciles condiciones de la dictadura fascista apoyada por la burguesía para cortar el empuje revolucionario de la clase obrera y campesina. Gramsci fue unitario siguiendo la orientación de la IC de colaborar con “los mejores elementos proletarios del sindicalismo y del anarquismo”7 . Abrió L´Ordine Nuovo a los anarquistas y se mostró favorable a colaborar con ellos y los socialistas en la organización de masas de los Arditi del Popolo (Atrevidos del Pueblo) para frenar la violencia fascista.
De 1923 a 1924 Gramsci luchó en Moscú y en Viena para organizar el Partido en condiciones de clandestinidad, derrotar la línea errónea que lo dirigía y reforzar la IC en condiciones de reflujo de las luchas obreras. Conocer en persona la construcción socialista soviética ratificó su confianza en el socialismo: ”El espectáculo cotidiano que tuve en Rusia de un pueblo que crea una vida nueva, nuevas costumbres, nuevas relaciones, una nueva manera de pensar y de abordar nuevos problemas, me conduce hoy a ser más optimista sobre nuestro país y su futuro”8. Su continua producción política y teórica se produce al calor de las necesidades de la lucha revolucionaria a la que se dedica en cuerpo y alma. En este proceso se va convirtiendo en el dirigente más lúcido de la Revolución italiana y uno de los más destacados de Europa.
Lo calificamos de “jefe de la Revolución italiana” porque supo sistemáticamente descubrir las tareas prioritarias de cada momento histórico que le tocó vivir, concebir la forma que adquiriría el socialismo en las condiciones particulares italianas y construir el Partido que necesitaba la clase obrera para dirigir el proceso social de su país.
Gramsci fue acusado de intentar trasplantar la revolución rusa a las condiciones tan distintas de Italia. Rechazó ese argumento.
Su capacidad política le hizo ver lo que había de universal en la teoría general del marxismo-leninismo, sin desdeñar el estudio de otras experiencias revolucionarias de su época, como las luchas obreras en Inglaterra. Pero, insisto, el eje de su actividad política fue la Revolución socialista en Italia, la toma del poder político por los trabajadores y la construcción no de una República burguesa parlamentaria, ni siquiera “antifascista”, sino socialista. Escribe en mayo de 1919: “El Estado proletario no es la seudodemocracia burguesa, forma hipócrita de la dominación oligárquica financiera, sino la democracia proletaria que emancipará a las masas trabajadoras, no el parlamentarismo sino el autogobierno de las masas a través de sus propios sistemas de representación; no la burocracia de oficio, sino órganos administrativos creados por las propias masas, con la participación real de las masas en la administración del país y en la empresa de edificación socialista. La forma concreta del Estado es el poder de los Consejos y de las organizaciones del mismo tipo”9.
Se puede constatar que ni en vida y menos tras su muerte logró el objetivo político propuesto: llevar a Italia al socialismo. Sin embargo, alcanzó objetivos estratégicos. Construyó, como hemos dicho, el Partido Comunista más importante que contribuyó a esa gesta universal que fueron las Brigadas Internacionales a favor de la República española, antesala de las grandes luchas antifascistas que culminaron con la victoria en 1945. Construir la imponente fuerza partisana, la Brigada Garibaldi y otras unidades, que fue fundamental para derrotar al fascismo en su país. Hacer emerger por primera vez a la clase trabajadora como un actor político fundamental en la Italia de la posguerra. Además, contribuyó a reforzar la preciosa experiencia de la IC que fue una escuela y estado mayor para las revoluciones triunfantes en el siglo XX en todos los continentes. Fue una barrera de protección de la Unión Soviética cuya defensa fue una de las prioridades de la acción política de Gramsci. Por si fuera poco, desarrolló en tanto que conocimiento científico la teoría marxista en varios campos planteados por la lucha de clases. Manuel Sacristán escribe que “Los Cuadernos de la cárcel no valen sólo por su contenido (con ser éste muy valioso)… valen también como símbolo de la resistencia de un “cerebro” excepcional a la opresión, el aislamiento y la muerte”10. Gramsci desarrolló una intensa actividad como dirigente obrero en la época del Bienio Rojo, como organizador partidario tanto a nivel italiano como internacional, como constructor de la primera experiencia socialista mundial, en tanto que tomó parte en Moscú en la actividad del “Partido mundial” que dirigía dicha construcción y además desarrolló la ciencia y la teoría política marxista en algunos aspectos ideológicos que fueron apuntados los fundadores clásicos pero que requerían y siguen requiriendo de nuevas investigaciones en contacto con las realidades cambiantes.
Gramsci no llegó a la claridad ni profundidad de los clásicos fundadores. Tampoco es el único dirigente marxista europeo en el siglo XX que haya brillado con tanta luz. Por lo tanto, no es el único que deba ser estudiado y conocido por las nuevas generaciones de luchadores europeos marxistas y comunistas. El siglo XX ha conocido una experiencia muy rica de luchas proletarias, sociales, nacionales y populares en todos los confines europeos que produjeron resultados altamente provechosos para la causa de la emancipación humana. Incluso en este XXI más sombrío no son pocas las experiencias interesantes que se producen como resultado de las luchas y actividades sociales avanzadas.
Gramsci ha sido el mejor “producto” de la intensa lucha desplegada por la clase obrera italiana, el mejor dirigente originado en el impacto en Italia de la Revolución de Octubre y uno de los mejores teóricos marxistas de un país donde el marxismo, gracias al Partido que supo construir en los años 20 y 30 con sus camaradas, se convirtió sino en “hegemónico” (imposible hasta la toma del poder político y convertir a la clase trabajadora en dominante) pero sí en una visión del mundo ampliamente difundida, extendida y compartida, haciendo de su sociedad mucho más progresista y avanzada que, por ejemplo, la nuestra, donde por razones históricas, el pensamiento conservador y todavía semi feudal está bien asentado en la sociedad.
Gramsci realizó aportaciones en ese surco abierto por el marxismo desde mediados del siglo XIX que siguen plenamente vigentes en lo que la ideología dominante llama la era “posmoderna” pero que no es sino la maduración del capitalismo de los monopolios, genialmente descrito por Lenin, que es hoy más dominado por unos pocos grandes monopolios que en vida, no sólo de Lenin sino del mismo Gramsci. Es por eso que el grado que Gramsci alcanzó en vida como “jefe de la Revolución socialista italiana” y uno de los más destacados impulsores de la revolución socialista europea le sigue conviniendo plenamente.
1.- Verdades que hacen de este planteamiento teórico clásico porque supera las coyunturas históricas y atraviesa el tiempo al haber sabido descubrir las leyes profundas que rigen el desarrollo de la Historia y la sociedad y haber desentrañado la naturaleza del modo de producción capitalista y porque es una herramienta útil para comprender el momento presente.
2.- Punto en el que insiste José Aricó en su prólogo al libro Gramsci. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1962.
3.- Palmiro Togliatti, Gramsci, Editori Reuniti, Roma, 1967, p. 69.
4.- “El programa de l’Ordine Nuovo”, Antología traducida por Manuel Sacristán, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2010. P, 86.
5.-Maria Antonieta Macchiocchi, Gramsci y la Revolución de Occidente, Siglo XXI editores, México, 1976, p. 73.
6.- Artículo “La cuestión italiana y el Komintern” escrito en 1922, página 19 del libro recopilatorio Antonio Gramsci. La Construcción del Partido Comunista 1922-1926, Dédalo Editores, Madrid, 1978.
7.- “Carta al Partido Socialista Italiano” firmada por el presidente del Comité ejecutivo de la Internacional Comunista Zinoviev y por Bujarin y Lenin. http://www.marxists.org/francais/inter_com/1920/08/italie.htm
8.- Página 82 del libro de Macchiocchi.
9.- Publicado por Gramsci en L’Ordine Nuovo el 24 de mayo de 1919 y citado por Macchiocchi en la página 158 de su libro.
10.-Manuel Sacristán, “El Undécimo cuaderno de Gramsci en la cárcel”, Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria Editorial, Barcelona, 1987.
José Antonio Egido, Sociólogo