Blas de Otero; se apagó su luz, pero nos queda su palabra.

 «José Andrés Alvaro Ocáriz, autor del libro “El Madrid de Blas de Otero”.

Blas de Otero no sólo es un buen poeta, uno de los mejores y más desconocidos de la literatura española, sino que, además, luchó por la libertad y la justicia en los oscuros años de la dictadura franquista y se convirtió en un símbolo de la España que vivía en una especie de exilio interior.

A pesar de que durante la guerra civil luchó en el ejército franquista * en Guadalajara y formó parte del destacamento que entró en Valencia, a través de su poesía pretende tender un puente entre las dos Españas para que no se vuelva a producir la tragedia de una guerra civil.

Otero nació en Bilbao en el seno de una familia acomodada, pero, a los pocos años, la familia se traslada a vivir a Madrid. Otero sale de un ambiente cerrado y clerical y descubre que el mundo no es tan siniestro como le hacían ver los jesuitas.

Aquellos hombres me abrasaron, hablo / del hielo aquel de luto atormentado, / la derrota del niño y su caligrafía / triste, trémula flor desfigurada. / Madre, no me mandes más a coger miedo / y frío ante un pupitre con estampas 1
En Madrid descubre que se puede ser feliz y allí conocerá incluso su primer amor.
Madrid, divinamente / suenas, alegres días / de la confusa adolescencia, / (…) / rotos recuerdos / de mil novecientos veintisiete, / treinta, / pueblo derramado aquel 14 / de abril, alegre, / puro, heroico Madrid, cuna y sepulcro / de mi revuelta adolescencia.
Su padre fallece en la capital y la familia tiene que volver a Bilbao. Además de estudiar, creará sus primeros poemas, que se insertan en su etapa religiosa y en los que son palpables las influencias de Fray Luis de León y de San Juan de la Cruz.
Volverá a Madrid y el contacto con miembros de la Generación del 27 va a suponer un cambio en su poesía, que se vuelve existencialista; es decir, se pregunta sobre el sentido de la vida de la persona en el mundo y sobre si esta vida tiene sentido.

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte, / al borde del abismo, estoy clamando / a Dios. Y su silencio, retumbando, / ahoga mi voz en el vacío inerte. / Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte / despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo / oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando / solo. Arañando sombras para verte. / Alzo la mano, y tú me la cercenas. / Abro los ojos: me los sajas vivos. / Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. / Esto es ser hombre: horror a manos llenas. / Ser —y no ser— eternos, fugitivos. / ¡Ángel con grandes alas de cadenas!

Posteriormente, entrará en su etapa social, siendo uno de los principales representantes de lo que se ha denominado poesía social. Es el paso del “yo” al “nosotros”. Como expresará el propio poeta:

“Me siento terriblemente solidario de la realidad social, lo que me impide sentirme solitario. Vea usted mi dedicatoria de Pido la paz y la palabra. Es la antítesis de la famosa frase de dedicación de Juan Ramón Jiménez, “A la minoría, siempre”. Yo lo dedico a la inmensa mayoría. Y creo que no tenemos otro camino los poetas o los escritores en general. Hay que hacer el camino inverso, romper las pequeñas capillas literarias, aumentar el número de los escogidos. Yo recojo de la inmensa mayoría mis inquietudes y mis temas y también mis palabras, y lo devuelvo todo. El subjetivismo es poco provechoso aun cuando tiene una función de base. En un momento dado, antes de Pido la paz y la palabra, mi inspiración provenía de los temas llamados “eternos”, metafísicos, el hombre entre la vida y la muerte. Pero encontré mi centro de gravedad, como he dicho, y en él me apoyo. Es la España concreta, actual. Y la vuelta al Romancero y a Machado en el uso del lenguaje que entiende el pueblo.”

“Antes de Pido la paz y la palabra, el contenido de mis poemas respondía a una exigencia de tipo existencial. Mi tema era, más o menos, metafísico: el hombre entre la vida y la muerte. Los dos grandes misterios: el fuego, o la ceniza. Vea, por ejemplo Epítasis. Todos estos poemas tienen una forma fundamentalmente clásica. Hay muchos sonetos de estos en Ancia. Ahora ha arraigado en mi poesía otro tema y mi palabra ha experimentado un gran cambio: lo social aparece delante de mí como una preocupación única, acuciante, épica. Como una bocanada de aire, la presencia de los hombres en su tierra, en su entidad social y política. Y el lenguaje se acerca a ellos, y escribo con una aparente sencillez, pero sólo aparente, porque estas formas populares, estas canciones que expresan su vida, sus amores, sus penas, encierran la más alta poesía. También porque vengo de una gran literatura, en mis poemas están todos los escritores que he admirado, lo que me han nutrido y permanecen en mi voz: Fray Luis de León y Machado, entre los españoles; Whitman y Nâzim Hikmet entre los extranjeros.”

Esta realidad social le va a llevar a una nueva fe, la comunista, y esto se va a manifestar en su obra:

Apreté la voz / como un cincho, alrededor / del verso. / (Salté / del horror a la fe) / Apreté la voz. / Como una mano / alrededor del mango de un martillo / o de la empuñadura de una hoz.

Aquí, en la República Popular China, / aprendes a labrar una palabra, / abierta de par en par / para todos los hombres. / He aquí el alto horno / de Wuhán, donde muchachos llameantes / te muestran, sin palabras, tu tarea. / ¡Ah tarde donde el cielo se desploma, / deshilachado por un hacha roja! / Ancho como el Yangtsé, el poema / -agua, viento largo, puente tendiendo el brazo- / se dirige a la orilla de los hombres. / He aquí, / cielo fundido, frondas / donde un nuevo abecedario abre sus ramas. / Cantas con los soldados, / ruedas / en el cochecito de paja de los niños. / Trabajo, libertad conquistada, / saber que el poema es nuestro, que todo cuanto hablamos / viene del pueblo o al pueblo va, palabra / viva, abriéndose, cerrándose alrededor del mundo.

Niños / de la Unión / Soviética, cantad conmigo. / Vida nueva, jardín / del mundo. /Quiero vivir / y laborar, / para mí, para ti. / Niños / de España, / anudad vuestros pañuelos / a la luz roja del alba.

Porque diste sentido a nuestros pasos / sobre la tierra, / y barriste las ruinas del pasado / y arrancaste de cuajo la miseria; / porque los niños llevan en las manos / la vida nueva, / ven el porvenir con ojos claros / y beben la verdad como agua fresca; / porque plantaste un árbol y otro árbol / en las trincheras, / y es posible soñar porque el trabajo / trocó los sueños en verdades bellas. / Porque humanaste con tu luz el campo / feraz de las ideas, / brillen estas palabras desde el Báltico / a la inmensa Siberia.

América, / deja que diga: origen virgen, verso / original, / libertad conquistada, / jamás, nunca mi voz contra tu frente, / mi mano nunca frente a ti, guitarra / del océano, / paloma / con dos alas: una de guerra y otra de guerrillas. / América, cárcava de la historia, / Pueblo Nuevo / naciendo en ciegas simas, sierra madre / y maestra, / ten / mi mano y mi canción, / muchacha erguida como un fusil, / obrero / campesino de ti mismo, estatua / auténtica de la libertad, / defendida / por todos los pueblos de la tierra. / África / levanta, día a día, su diadema, / Asia se extiende soberanamente, / todos / los pueblos blanden hacia ti sus frondas, / Cuba valiente, invulnerable,/ dueña / de tu tierra, y tu aire y tu alegría.

Sirvan estas líneas para recordar “al hombre / aquel que amó, vivió, murió por dentro / y un buen día bajó a la calle: entonces / comprendió: y rompió todos sus versos,“ y que daba todos sus versos por un ser humano en paz.

*Blas de Otero cuenta así aquello: “Vino el 18 de julio… Antes de llegar a la edad militar, me incorporé a los batallones vascos. A la toma de Bilbao me quedé allí y después de pasar por un campo de prisioneros me enviaron al Regimiento de Artilleria de Logroño, y luego al frente de Levante. Mi desarrollo ideológico ha sido muy lento y por entonces no tenía las ideas muy claras. Escribía cientos de poemas que destruí casi todos.”