Ruta Biográfica de Jesús Larrañaga

Ruta Biográfica de Jesús Larrañaga

Ruta Biográfica de Jesús Larrañaga

Jesús y sus 5 camaradas son fusilados el 21 de Enero de 1942 en la tapia del cementerio del Este, en Madrid

Nace el 17 de abril de 1901, en Urretxu, en una familia humilde, hijo de Joaquín, contratista de obras, y Margarita Churruca, planchadora. Joaquín, el padre, es originario de Azkoitia, del caserío “Goierri”, sobrenombre con el que Jesús será llamado en muchos ámbitos; Margarita, también de Azkoitia, es descendiente del héroe de Trafalgar, el almirante Cosme Damián Churruca. Jesús es el tercero de cuatro hermanos, Luis María, Esteban y María Josefa.

La familia, por los trabajos del padre, se instala en Beasain en 1903/04. En las “Casas de Arana”. Allí nace su hermana María Josefa (Maribel) En Beasain se desarrolla la vida de niño y adolescente de Jesús.

Los hermanos mayores, influidos por la madre, muy religiosa, toman el camino del seminario, se forman como jesuitas en Loiola, y marchan a América, a Bogotá. Mueren jóvenes, el mayor en América, y Esteban en un barco en el que regresaba de Colombia. Jesús también se inicia en el camino religioso, e ingresa en el Colegio Apostólico de Javier, en Sangüesa, Navarra, un paso previo al seminario. Es un estudiante muy brillante, allí está 3 cursos, entre 1912 y 1915, y siempre saca sobresaliente. Hace un curso de seminario, y otro en la Universidad Pontificia de Comillas, en Santander, en 1916-17.

En 1917 abandona los estudios religiosos, motivado por su rebeldía. Comienza a trabajar en la CAF de Beasain, de peón aprendiz.

En su vuelta al pueblo, se afilia a la Juventud Vasca-Euzko Gaztedia, en el batzoki de Ordizia. El vasquismo sentimental de su madre, en el que ha sido formado, le orienta en ese paso. Le influyen mucho las ideas de la insurrección irlandesa contra la corona británica en Pascua de 1916, y se alinea con el grupo “Gudari”, una sección izquierdista en el nacionalismo vasco, condenada por la dirección de la Comunión nacionalista.

En 1923 acude a un Congreso de la Juventud Vasca en Bilbao, que acentúa su izquierdismo, y contacta con los comunistas. Ingresa en el sindicato nacionalista y católico SOV (antecesor de ELA-STV).

Con su conciencia sindical debutante, participa en una importante huelga de la CAF por el aumento de los jornales. Como era un aprendiz, es despedido de la empresa.

Jesús va a Boucau, en Francia, donde ha oído que hay trabajo. Se coloca en las Forjas de l´Adour, una gran fundición. Boucau es un soviet, un pueblo con alcalde comunista, con plena hegemonía de esa ideología, y muy antiimperialista, opuesto a la guerra de Marruecos. Ese ambiente precipita un cambio radical en Jesús durante el año y medio que vive y trabaja en Boucau.

El padre de Jesús se va de casa y abandona a la familia.

Margarita, por vergüenza, no quiere seguir en Beasain. Encuentra un trabajo de portería en el número 16 de plaza del Buen Pastor, en Donostia. Colocándose también como planchadora en el hotel María Cristina. Allí va a vivir Jesús, en 1926, para consolar a la madre y hermana, encontrando trabajo en los talleres municipales de mantenimiento.

Influido por su experiencia en Boucau, ingresa en la Federación Vasco Navarra del PCE. El pequeño grupo de comunistas donostiarras se inserta en el movimiento sindical, en las FSLO, sitas en la calle Puerto nº 7, de las que pronto Larrañaga es su presidente.

El prestigio de Jesús en las luchas obreras de la ciudad crece, y es el comunista más célebre. El grupo de pioneros comunistas donostiarras está muy unido, es una cuadrilla que gusta de ir a las sidrerías para hacer proselitismo con alegría: Urondo, los hermanos Zapirain, Arriolabengoa, los hermanos Cuenca, Marín, De Miguel, Astigarrabía. Son frecuentes las detenciones en el grupo, también de Larrañaga, dando con sus huesos en la cárcel de Ondarreta. También frecuenta el periódico Euskadi roja, que se edita en Amara viejo, callejón de Aroka, que dirige ramón Ormazábal, y donde conoce al joven Marcelo Usabiaga, a quien toma cariño y le llama “el estudiante”.

foto carcel

«Se produce el alzamiento fascista. Larrañaga, muy querido y respetado por los obreros y  campesinos guipuzcoanos, es nombrado Comisario de Guerra de la Junta de Defensa, de Donostia y de Guipúzcoa».

Tras la caída de Donostia, Larrañaga se incorpora a la defensa de Guipúzcoa. Además de ser Comisario de Guerra de Guipúzcoa, se le da un batallón, el MAOC-1, del que es Comandante, y al que popularmente se le llamará batallón Larrañaga. Con este batallón hace toda la guerra del Norte, siendo además nombrado Comisario General de todo el ejército del Norte.

Derrotada Asturias, marcha a Valencia, donde hace una famosa intervención en el Comité Central del PCE. Y explica ante el buró político de Partido Comunista las causas de la derrota en el Norte, ante el que hace una autocrítica.

Es detenido al final de la guerra en Valencia, y encerrado en el campo de concentración de Albatera. Consigue mantener en secreto su identidad, y fugarse del campo, llegando a Francia, a Boucau primero, y después a Paris, donde se encuentra con su mujer, con su hija Rosa, con su hermana Maribel, y con sus sobrinos. Envía a toda la familia a la URSS, ante el riesgo de seguir en Francia por la guerra que se avecina y que ve inminente. Él se marcha a la Republica Dominicana, se instala en un chalet, en el nº 28 de la calle Juan Domingo de Santo Domingo. De ahí va  a Cuba, para unirse al grupo de de la dirección del Partido en el exilio.

Desde Cuba, parte a Lisboa como puente para llegar a España, con la misión de introducir un grupo dirigente para reorganizar el Partido Comunista en la clandestinidad. En Lisboa son detenidos y entregados a la policía española. En el juicio todo el grupo de 7 es condenado a muerte: Imanol Asarta, Isidoro Diéguez miembro del buró político de PCE, Girabau, Rodríguez, Barreiro, Gago, y Jesús Larrañaga. Sólo Jesús Gago, consigue evitar el paredón, siendo conmutada su pena en el último momento, Larrañaga le regala su cinturón. Sus compañeros presos en la prisión de Porlier, cuando oyen que se los llevan, les despiden cantando “La Internacional” desde sus celdas. Jesús y sus 6 camaradas son fusilados el 21 de enero de 1942 en la tapia del cementerio del Este, en Madrid

Jesús Larrañaga y la militarización del partido.

Jesús Larrañaga y la militarización del partido.

Jesús Larrañaga y la militarización
del partido.

Larrañaga, como Comisario de Guerra, fue el cerebro de la defensa de Gipuzkoa

 Partido Comunista de Euskadi es por su lucha antifascista, antifranquista, ya sea en el ámbito político, social o militar.
En 1934, el periódico “Euskadi Roja” llamaba a la creación en Euskadi de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC). Estas milicias pretendían ser una organización revolucionaria de masas; para alistarse había que tener 20 años y pertenecer a alguna organización política o sindical antifascista. Tal y como afirmaba el dirigente comunista Juan Modesto, “Son las MAOC una organización de autodefensa del pueblo, hijas del endurecimiento de la lucha”. En 1935 se celebró, de forma ilegal, el congreso fundacional del Partido Comunista de Euskadi en Bilbao. La victoria del Frente Popular en febrero de 1936 supuso un duro golpe para la derecha más reaccionaria, que comenzó a conspirar con los militares, y a atentar contra militantes comunistas, socialistas, anarquistas. Para enfrentar ese clima, y prepararse ante un golpe, el Comité Central del Partido Comunista de Euskadi decide crear formalmente las MAOC el día 6 de mayo de 1936. Desde los primeros días, los responsables de las milicias fueron Jesús Larrañaga y Manuel Cristóbal Errandonea. Al mando de estos dos últimos realizaron entrenamientos de tiro con escopeta a modo de instrucción militar en el monte Adarra y en Igeldo, en Mendizorrotz.
El golpe de estado del 18 de julio de 1936 supuso el comienzo de la Guerra Civil. En Donostia, las MAOC fueron, junto a las compañías “Roja de Alza” y la “Hoz y el Martillo” las primeras en movilizarse para defender la República. A estas compañías les acompañaron en su entusiasmo antifascista las milicias de la CNT. Jesús Larrañaga vio recompensada su popularidad y mando en las milicias, con la obtención del cargo de jefe de la Comisaria de Guerra de Gipuzkoa.
En Donostia, Irún, Usurbil, Astigarraga o Hernani fue vital la presencia de milicias comunistas, como las MAOC de Renteria, de Oria o la citada “1ª Compañía Roja de Alza”. Larrañaga, como Comisario de Guerra, fue el cerebro de la defensa de Gipuzkoa desde el primer día. Cristóbal Errandonea destacó heroicamente en la batalla de Irún, defendiéndose con apenas 600 fusiles, frente a los más de 3.500 soldados fascistas.
A finales de septiembre de 1936, casi todo el territorio guipuzcoano estaba en manos de los franquistas, salvo Eibar y Elgeta. En la primera semana de octubre se crea el Gobierno Vasco del Lehendakari Aguirre, y el Cuerpo de Ejército de Euzkadi. Dicho ejército, se compuso de aproximadamente 80 batallones, entre ellos 9 del Partido Comunista de Euskadi que fueron las siguientes: MAOC-1 “Larrañaga”, MAOC-2 “Guipúzcoa”, MAOC-3 “Lenin”, Leandro Carro, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Perezagua, Salsamendi y Gernikako Arbola. El MAOC-1, también denominado Larrañaga, estaba formado por milicianos de la Columna Larrañaga (las MAOC originarias) que operó las primeras semanas en Gipuzkoa. Mayoritariamente, se enrolaron milicianos de Hernani, Pasajes, Renteria, Altsasu y Bilbo.
El batallón Larrañaga fue uno de los primeros en formarse. Recibió rápidamente personal (camilleros, oficinistas, guardia y médicos), y armamento. Fue el primer destacamento vasco de refuerzo a Asturias. En Grullos tuvo su bautismo de fuego, a mediados de octubre de 1936. Permanecieron dos semanas en vanguardia, y cuando acabó la defensa de San Claudio, a final de octubre, fueron relevados y trasladados a Bilbao.
Noviembre de 1936 fue de descanso aparente, puesto que no pisaron la primera línea. Pero los batallones comunistas destacaban por su rígida disciplina: guardias diarias, lectura de novedades, traslados constantes en retaguardia, bajas y altas, ascensos por méritos de guerra. En diciembre participaron en la batalla de Villarreal, en Araba, donde sufrieron cerca de 150 muertos, que supusieron casi un tercio de bajas para el Larrañaga. El 17 de diciembre, fueron relevados con las fuerzas muy mermadas, volviendo a Bilbao.
Al comenzar el año 1937 recibieron la orden de volver al frente, a Campazar, en el sector de Elorrio, donde convirtieron dicha localidad en la base del batallón hasta mayo de 1937. En dicha época se contabilizó, a través de las nominas de las MAOC-1, el registro de 645 combatientes en el batallón, siendo 295 militantes del partido.
A finales de abril comienza el periodo con mayor actividad, 6 meses sin descanso donde se peleaba por cada palmo de tierra. Iniciado en Intxorta, donde sufrieron bombardeos de la aviación nazi y fascista italiana, para después trasladarse a Euba, a la famosa Cota 333, donde tuvo lugar una matanza en ambos lados de las trincheras. En mayo estuvieron en el monte Bizkargi y en San Pedro de Orduña, donde fueron constantes los ataques y contraataques.
En junio, las tropas antifascistas, y el MAOC-1 con ellas, están defendiendo Bilbao, a lo largo del Cinturón de Hierro. A mediados de mes la caída de la ciudad era inminente, y Larrañaga mandó a su batallón destruir las industrias bélicas, para no dejar a los franquistas ningún recurso para fabricar armas. Cuando fueron a volar los Altos Hornos, el batallón del PNV Gordexola, que previamente había pactado la traición con los fascistas italianos, abrió fuego de ametralladora contra el MAOC-1, que tuvo que desistir de la acción y huir, replegándose hasta Villaverde de Trucios, Cantabria.Tras la pérdida de Bilbao, desde Trucios, Larrañaga lanzó un discurso contra el Gobierno Vasco, acusándole de “abandonar Bilbao y de haber dejado en pie las industrias de guerra”. Como consecuencia, el 21 de agosto, Indalecio Prieto destituye a Jesús Larrañaga de su puesto de Comisario dentro del Ministerio de Defensa del Gobierno de Euzkadi.
A comienzos de julio, aún en Trucios, el batallón MAOC-1 Larrañaga, se integró en la recién creada XI Brigada Vasca. Sufrieron muchas bajas causadas por la aviación en la localidad santanderina, prácticamente en constante retirada. El desmoronamiento del frente norte trajo el caos y una nueva reorganización de los batallones. En agosto se crean las Brigadas Mixtas, y el ya disuelto Larrañaga formó parte de la 164 Brigada Mixta, siendo el primer batallón de dicha organización. Participaron en los combates en las inmediaciones de Reinosa y a final de agosto en Cabezón de la Sal, el último foco de resistencia en Cantabria.
Los dos meses finales de guerra en el norte los pasaron en Asturias. El 7 y 8 de septiembre combatieron en Llanes, junto al batallón de la CNT Isaac Puente. A mediados de mes destacaron en los combates del Mazuco, en el sector de Escamplero, donde tuvieron lugar enfrentamientos durísimos. El Larrañaga quedó emboscado en dicha posición por ser el último en seguir peleando, y allí el propio Jesús fue alcanzado por una bala en el glúteo. Herido, logro replegarse hasta territorio republicano y recuperarse en octubre del 37.
Octubre, el último mes que resistió el frente norte, fue una constante retirada hasta llegar al puerto del Musel. Allí consiguieron 3 barcos que sirvieron para evacuar el grueso del batallón el día 21 de octubre de 1937. Dos barcos fueron interceptados por los italianos y entregados a las autoridades franquistas en Cudillero. El tercero, donde viajaba Larrañaga con 400 combatientes más, consiguió evitar el control marítimo y llegó a la isla francesa de Yeu. En este último barco viajaba el archivo del Partido Comunista de Euskadi que fue arrojado al mar por miedo a ser capturados.
Desde Francia, Jesús y la mayoría de los combatientes siguieron hasta Barcelona, para volver a combatir al fascismo, año y medio más tarde desde que salieron de sus casas. Muchos no pudieron regresar nunca más con sus familias, porque se refugiaron en distintos países al finalizar la guerra, o porque siguieron la lucha en la clandestinidad, y les fue arrebatada la vida en un piquete de fusilamiento. Un recuerdo para todos ellos, entre los que se encuentra Jesús Larrañaga.
Aitzol Arroyo Tumas
Historiador

Perdedores sí, vencidos nunca

Perdedores sí, vencidos nunca

Perdedores sí, vencidos nunca

No somos justos con nuestros soldados republicanos
del ejército de Euskadi de 1936.

No somos justos
con nuestros soldados republicanos del Ejército de Euskadi de 1936. No lo somos ni cuando hablamos ni cuando escribimos o rodamos películas sobre ellos. No podemos permitir que se les llame “vencidos”. Ni nosotros ni sus hijas ni nietos ni biznietas podemos ya caer en el error histórico de decirlo. Vencido y perdedor, aunque sinónimos, no significan lo mismo

Lo son menos aún en un marco de guerra surgido por un golpe de Estado militar fallido como fue el de julio de 1936. ¿Estima usted que se sintieron vencidos alguna vez el cofundador del PCE-EPK Jesús Larrañaga, el miliciano Marcelo Usabiaga del batallón Rosa Luxemburgo, la irunesa Felipa Domínguez de las Milicias Vascas Antifascista, o mi tío-abuelo Rosendo Lozano, del batallón Perezagua?

No debemos hacer nunca nuestra la terminología de aquellos y aquellas que -no olviden-, fueron quienes hicieron frente a una democracia. Fraguaron su pérfido plan contra la legítima Segunda República. Aquellos militares aliados internacionales sublevados procedentes de España, Italia, Alemania, Marruecos y Portugal. Enfrente, en Euskadi tuvieron la tan férrea como utópica resistencia de un minúsculo ejército vasco con apoyos de bravos y soñadores asturianos, gallegos… e, incluso, de olvidados brigadistas internacionales, así como de otras ayudas extranjeras puntuales que merecen reconocimiento total.

Aquellos combatientes fueron, en realidad, baserritarras, torneros, arrantzales, escritores, mecánicos, dantzaris… que casi barbilampiños se alistaron a los batallones del denominado entonces Euzkadiko Gudarostea. También batallaron mujeres milicianas hasta que la presidencia del Gobierno Provisional de Euzkadi les negó -de forma incomprensible, su lucha en el frente.

Y aquellos espontáneos guerrilleros lo hicieron más por corazón que por desear ser soldados. Es decir, fueron combatientes con austera nómina, pero improvisados y no preparados. Y con el tiempo, hoy, para nuestra sociedad, desatendidos, pero esa es… otra guerra.

¡Vencidos -enfatizaba-, no es lo mismo que perdedores!
No lo es. El 1 de abril de 1939 o, para algunos ya el 24 de agosto de 1937 en Santoña, el bando republicano perdió la guerra. Es decir, el bando golpista internacional aliado -insisto en que arrimaron el hombro más de tres potencias militares aliadas-, la ganó. Hasta ahí todo correcto. Unos ganaron; otros perdieron. Sin embargo, siendo leales a la semántica y, sobre todo, a nuestros padres y abuelos, no hubo ni vencedores ni vencidos. Y aquí, además, se puede deducir en una curiosa paradoja. ¡Reflexionen!

Nuestros combatientes antimolistas, antifranquistas, antifascistas, antinazis no fueron vencidos porque no hicieron suya la ideología de los sublevados, de los a la postre, franquistas. Es decir, no fueron perdedores que al sentirse vencidos acabaron siendo antidemócratas. No se convirtieron en -aglutinándoles de alguna forma simplificada-, “fascistas”.

Si ustedes preguntan a los, al menos, 15 milicianos y gudaris que tenemos constancia que siguen vivos en 2019, les responderán que perdieron la guerra pero que siguen manteniendo sus ideas intactas: cada cual la suya y todos ellos con los Derechos Humanos como fin último y primero.

Sin embargo, cosas de la vida, muchos de aquellos ganadores -ya hemos desbaratado que fueran vencedores-, insisto, muchos de aquellos ganadores antidemócratas tratan desde 1975 y a día de hoy de reivindicarse como demócratas, como “demócratas de toda la vida”. Ellos, los hoy ganadores de aquella guerra internacional de 1936, son los perdedores, mal calificados “vencidos”.

Iban Gorriti

Licenciado en Periodismo

 

Coplas de Juan Panadero

Coplas de Juan Panadero

Coplas de Juan Panadero

A Larrañaga y a los Héroes caídos
en la Resistencia Española.

Rafael Alberti

La caja de mi guitarra
no es caja, que es calabozo,
penal donde pena España.

Las paredes de la cárcel
son de madera, madera,
de donde no sale nadie.

Las cuerdas son los barrotes,
la ventanita de hierro
por donde pasan mis voces.

Y las clavijas, ¿qué son
sino las llaves que aprietan
la luz de mi corazón?

ora me pongo a cantar
coplas que llevan más sangre
que arenas lleva la mar.

¡SANGRE de los guerrilleros,
mineros y campesinos,
soldados y marineros!

¡Toda la España leal,
la España de los caminos
que van a la libertad!

Guerrilleros de Galicia,
de Asturias y de Levante,
de Aragón y Andalucía!
¡Valientes de todas partes!

Canto ahora a los caídos,
a los que estando en la tierra
ya están naciendo en el trigo.

¿A qué llorar, si la pena
sólo al corazón le pone
más grillos y más cadenas?

Mi mejor luto será
echarme un fusil al hombro
y al monte irme a pelear.

Y allí por descanso, el suelo;
y allí por llanto, las balas,
y el corazón por pañuelo.

Que nada me desalienta,
que un guerrillero es un toro
en medio de una tormenta.

Y no me vengan a mí
Diciendo que un guerrillero
No es un toro hasta el morir.

Me hirieron, me golpearon
y hasta me dieron la muerte,
¡pero jamás me doblaron!

Que yo cien vidas daría
y otras tantas que tuviera
y el mismo morir tendría.

Ahora yo quiero nombrar,
no mi nombre, porque el mío
es como el de los demás.

¿A quién nombraré primero?
Nadie es segundo en mi lengua
cuando es de acero el acero.

Si uno es glorioso, en glorioso
al otro no hay quien le gane.
Si digo Gómez Gayoso,
ya estoy diciendo Seoane.

Canto fuerte, camaradas,
compañeros, canto fuerte,
Aunque esta copla es de muerte,
sin la garganta apretada.

¡Sangre de Gómez Gayoso,
sangre pura, sangre brava,
sangre de Antonio Seoane,
de Diéguez, de Larrañaga,
de Roza, Cristino y Vía,
valles de sangre, montañas!

¡Sangre de Agustín Zoroa!
¡Mar de sangre derramada!
¡Sangre de Manuela Sánchez…!
¡Sangre preciosa de España!

No quiero seguir nombrando
más sangre, pues mi guitarra
también se está desangrando.

Más aunque su voz se muera,
su voz seguirá cantando
a la España guerrillera.

Siempre seguirá cantando
y seguirá maldiciendo
hasta que el gallo del alba
grite que está amaneciendo.

Ya remontó la mañana.
¡Ya el aire se está poniendo
banderas republicanas!

La niña que regreso de la URSS

La niña que regreso de la URSS

La niña que regreso de la URSS

“Republicanos eran, o éramos, los niños que formamos
parte de la guerra civil y la perdimos”. Eduardo Haro Tecglen

Rosa: mejor, Rosita Larrañaga.

Cinco años tenía cuando, desde París, al cobijo de su madre —Carmentxu—, también de la abuela —Margarita—, con su pequeña muñeca de trapo descolorido, cruzaba Europa de oeste a este. No era fácil, tiempos de tormenta. Además, su padre no las acompañaba, eran otros sus derroteros.
—Es una imprudencia quedarnos aquí —insistía Jesús—. Para vosotras… ¿Dónde mejor que en la patria soviética?

No faltaba razón al dirigente republicano exiliado con toda su familia. El regreso a la España de Franco, imposible. Era necesario aguardar, ser pacientes, cuestión de tiempo, acaso no mucho. El ogro del fascismo, tras el triunfo bélico, aspiraba a más, España solo era el principio. El padre, el marido, tenía razón, Francia no era lugar seguro; el estigma de dirigente comunista los acompañaba, a él y a su familia. La esperanza estaba en que, tarde o temprano, las democracias europeas pondrían coto a la bestia y, entonces sí, entonces —acaso antes que después—, Franco tendría los días contados. Mientras tanto…

2.895 niños españoles, de ellos, la mitad paisanos vascos, a bordo del Habana, embarcados en Santurce, destino la URSS —Niños de la guerra—. Corría el 13 de junio de 1937. Ellos llegaron antes. La familia Larrañaga lo hacía con el tiempo justo, cuestión de meses, pocos, acaso semanas. El 1 de septiembre de 1939, Alemania invadía Polonia. Comenzaba el segundo campo de batalla. Con voracidad, La Peste se extendía por toda Europa.

Eran hijos de republicanos españoles; invitados de honor en la URSS. Rosita, también lo era. Convivió con ellos, conoció a Amaya, la hija de Pasionaria, acaso también, no lo sé con exactitud, a Carmen, mi madre. Hasta junio de 1941, resultaron días complejos —no podía ser de otro modo—, complejos, pero no trágicos. Luego, la ocupación nazi lo cambiaría todo. Hasta esa fecha, Rosita, a miles de kilómetros de su patria, de su casa, al igual que el resto de niños, recibía una educación esmerada. Si eran españoles, no debían olvidar sus raíces, su origen. Aprender el idioma ruso era necesario. Pero, claro, también lo era, mantener vivo el de Cervantes. Literatura española…, asignatura obligada para todos. Diecinueve años después, ya adultos, un 30% —hombres y mujeres por igual—, regresaron del exilio con carreras universitarias; algo impensable, especialmente para las mujeres, de haber sido educadas en España.
A pesar de su corta edad —apenas siete años—, algo le dice a Rosita que, quienes cercenaron su diminuto pasado, son los mismos que ahora, obligan a los cientos y cientos de españoles a huir hacia el interior de la extensa Rusia. Los alemanes están a las puertas de Moscú, también de Leningrado y Stalingrado. El éxodo que años atrás dio comienzo con el fin de la Segunda República, debe continuar. Las grandes ciudades, ambición de los invasores, han dejado de ser lugar seguro, las autoridades lo saben y, es de obligada cortesía, proteger, amparar a los invitados. A pesar de la guerra, con mil dificultades sobrepuestas, el refugio está en el este, camino de los Urales. Allí, los alemanes serán incapaces de llegar; si acaso, tiempo después, algunos lo harán en calidad de prisioneros. Conocerán la Siberia de los veinte, treinta, o más grados bajo cero. Mi madre decía que, a partir de los veinte, todo era igual, treinta, cuarenta…, no distinguías la diferencia. La bofetada en el rostro, la misma.

Pasan los años, Rosa Larrañaga ya no es aquella niña. La abuela ha fallecido. Paseando con su madre por la Plaza Roja, admirando la belleza arquitectónica de la Basílica de San Basilio, a su derecha las murallas del Kremlin, agarradas del brazo, Rosa pregunta por su padre —no es la primera vez—. Necesita, desea conocer quién y cómo era él. También, por qué lo fusilaron. Quiere saber cómo es la tierra que la vio nacer, esa desconocida a la que en pocos días regresará. Los gobiernos soviético y español, han firmado un tratado de repatriación. Tras casi dos décadas, la intermediación de Cruz Roja internacional, ha llevado a buen puerto las negociaciones.

Diecinueve años atrás, en tierra extraña, extranjera, misteriosa para todos, los niños fueron recibidos con extremo cariño. Provenían de un país castigado por el destino, humillado por la barbarie. En la nueva patria, encontraron afecto, calor, honra. Al regreso a España, algo así deseaban. ¡Qué equivocación! No fue fácil, desarraigo, humillación, interrogatorios policiales…, sospechas, suspicacias infundadas de las autoridades españolas. A pesar de todo, la vida seguía adelante. Rosa Larrañaga, como tantos, pudo regresar, no al reencuentro de una infancia y unos sueños inalcanzables, ambos, habían sido arrebatados, cercenados de raíz. Regresaba a un origen desconocido. A un lugar áspero y gris, a su país. Allí donde, a pesar de ser ya un imposible los besos y abrazos de su padre, aún permanecían con arraigo los fundamentos de su pasado.

Vladimir Merino
Escritor