Enrique Ruano, estudiante antifranquista, luchador  que dio su vida por la Libertad y la democracia.

Enrique Ruano, estudiante antifranquista, luchador que dio su vida por la Libertad y la democracia.

Enrique Ruano, estudiante antifranquista, luchador que dio su vida por la Libertad y la democracia.

“Por Margot Ruano, hermana de Enrique, para Herri. 12 abril 2021”

Debo decir que el escribir éstas líneas me causa un profundo sentimiento de una larga ausencia y de tristeza por tener que escribirlas, porque nunca tenían que haberse escrito, porque la muerte de Enrique es la expresión última de la injusticia, de la violencia criminal gratuita e impune para sus autores materiales, y de quienes la justificaron, cubrieron, falsearon o mintieron a la hora de informar sobre ella, y en las páginas de imprenta de los diarios de 1969 intentaron desacreditar su vida y en el colmo de la vileza, arrastrar su honor, para justificar su suicidio, puesto que no podían hablar de un asesinato político porque vivíamos en dictadura.
Las muertes por ideas políticas son absolutamente rechazables, la de Enrique Ruano fue cruel e incomprensible, solo justificable en el contexto de la dictadura franquista.

El asesinato de Enrique el 20 de enero de 1969, dejó una huella que nunca podrán borrar, y su memoria, el testimonio de su sacrificio por la democracia, quedó anclado para siempre en la memoria de una gran generación de universitarios y demócratas, convirtién-dose en un símbolo de la lucha por la libertad, porque quienes le arrebataron la vida, sólo consiguieron convertirle en un ejemplo para las futuras generaciones de luchadores por la democracia.

No hay palabras que pudieran mitigar el dolor y el sufrimiento de sus padres y hermanas, así como de su compañera Lola González Ruiz; esta muerte nos afectó, muchas veces sin entender nada, y mi padre murió a consecuencia del “dolor infinito por la muerte incomprensible e inasumible de su hijo Enrique”, 6 años más tarde, en 1975. Mi madre me dijo “no se muere de pena ni de tristeza por la muerte de un hijo” y luchó por sus 2 hijas hasta el 2002 en que falleció.

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Quiero destacar en este artículo las palabras de Álvaro Gil Robles, Profesor de Derecho de la UCM y muy amigo de Enrique:
“Discutíamos sobre literatura, marxismo, el movimiento universitario, la resistencia al franquismo y la necesidad de llegar a establecer en España una verdadera democracia, era un verdadero demócrata, un intelectual por formación y creía en la necesidad de un compromiso activo para alcanzar un día el fin de la dictadura. Realizaba un análisis marxista, pertenecía al FELIPE, (Frente de Liberación Popular,) pero jamás le escuché sobre el pasar de la resistencia y la acción pacífica contra la dictadura, al uso de violencia alguna”.
Enrique no murió por algo estéril o vano, murió y luchó por construir un futuro en paz y libertad, es como una vieja canción revolucionaria, su canción, nuestra canción y mañana la seguiremos cantando junto a Enrique, porque jamás silenciarán su voz….
Enrique fue siempre un auténtico corredor de fondo, luchó por sus grandes pasiones, amó la libertad, la política y la vida hasta el final, la lectura, el cine… era generoso, solidario, compañero, amigo de sus amigos, fue ante todo persona, “un gran ser humano”, coherente y fiel a su ideología, le gustaba debatir, participar, compartir y aprender siempre, y todo ello iba constituyendo su bagaje político, social y humano.
Enrique tenía una gran ansiedad que compartía con todos nosotros, ese hacer las cosas muy deprisa, como “si el tiempo le fuera a arrebatar su propio tiempo”, su búsqueda, su curiosidad y su capacidad para vivir la vida y llegar a amarla.
Enrique hablaba de la Vida, no de la muerte, apostó por la vida, por esa pequeña cuota de felicidad que tenemos permitida, y lo arriesgó “todo”, pagando un alto precio, su propia vida, y se la arrebataron, pero a pesar de ello, venció día a día, sin límites en su entrega, venció en su batalla final porque no pudieron silenciar su voz, siendo fiel a sus proyectos y quizá a sus sueños.

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Enrique luchó para que las generaciones futuras nacieran en libertad y democracia. Ya sabemos que no vivieron estos hechos, y que muchos de ellos los desconocen, porque no habían nacido, pero deben aprender y llegar a conocer esta parte de la historia de nuestro País, y ser conscientes de lo que hemos vivido y luchado. Estos jóvenes han nacido en democracia (fecha clave: 20 de noviembre de 1975, muerte de Franco), y no les ha costado conquistar la Libertad, como a nosotros, la generación anterior. El peligro radica en que no sean conscientes de estos años de la historia de nuestro País, de su País, y no lleguen a valorarlo, pero yo tengo la esperanza de que luchen por una Sociedad y un futuro mejor, lleno de paz y libertad.

Fueron tiempos de “lucha y esperanza”, como escribió Manuel Garí, gran amigo de Enrique y compañero político del F.L.P. y asimismo, finalizó una de sus intervenciones políticas con “unos versos de Luis Llach, de hace años,

Campanadas a media noche.
Asesinos de razones, de vidas,
Nunca tengáis reposo a lo largo de vuestros días,
Y que en la muerte, os persigan vuestras memorias.

Enrique sabía que los tiempos estaban cambiando, como cantó Bob Dylan en aquella década de los años 60, y que lo firme hoy, no sería firme mañana, como nos dejó escrito en su Loa a la dialéctica “Bertolt Brecht”.
Los estudiantes en 1969, creíamos poder cambiar el curso de la historia, al igual que los universitarios franceses en Mayo del 68 ante las barricadas en la Sorbonne, en Paris, aunque en ambos países, las luchas tuvieron trágicos resultados, pero para Europa fue un año decisivo y asimismo para los estudiantes de nuestro País, y esta lucha política quedó profundamente arraigada en Enrique y Lola.

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La historia de la vida de Enrique estaría inacabada si no escribiéramos en estas líneas, del gran amor de Enrique y Lola. Viví este amor entre Enrique y Lola, en aquellos duros y sombríos tiempos, en esos años de Facultad, 1967, 1968 y 1969.
Sé que se amaron y este fue el amor más importante de sus vidas, amor que se prolonga hasta su detención el 17 de enero de 1969, en el que fueron conducidos a la Puerta del Sol, sede de la brigada político social (BPS), siendo sometidos durante 3 días a numerosos interrogatorios por dicha brigada, y Enrique fue llevado a un piso en la c/General Mola 60, hoy Príncipe de Vergara de Madrid, para efectuar un Registro en dicho piso y cuando descendía por las escaleras interiores de dicha Dirección General de Seguridad, Enrique se encontró con mi madre y le dijo “yo estoy bien pero cuidad mucho a Lola” y bajo la cazadora de Enrique, colgada en una pared vacía y fría de la celda que había ocupado Enrique, estaba escrita la palabra “Lola”, quizá como última palabra de expresión de amor hacia ella.

Una hora más tarde, Enrique Ruano era asesinado por la brigada político social, policía del régimen franquista, arrojándole por el patio interior desde el 7º piso, de dicha vivienda, habiéndole disparado con anterioridad durante el registro negativo efectuado, como describe el Fallo de la Sentencia de 19 de julio de 1996 de la Audiencia Provincial, Juzgado de Instrucción nº 5 de Madrid, Sumario 6/69 (emitiendo un Voto Particular, en que se habla de la “bala” inserta en el cuerpo de Enrique, que no constó en la autopsia falseada de 1969) , y sí consta cuando se efectúa una nueva autopsia, reabierto el Sumario, en democracia, el 20 de enero de 1989. No hay palabras para muertes tan crueles como injustas.
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La vida de Lola, transcurre entre sus “dos grandes amores”, Enrique Ruano, asesinado el 20 de enero de 1969, y Javier Sauquillo, Abogado Laboralista, casado con ella, asesinado el 24 de enero de 1977 en los Asesinatos de los Abogados Laboralistas de Atocha, en Madrid, donde Lola vio morir a Javier y a sus compañeros, quedando ella gravemente herida, y no recuperándose durante toda su vida, la cual llevó con una dignidad íntegra y en silencio, pero como escribió Pedro Altares “jamás doblegarán la voluntad de Lola”, fue una gran luchadora política por la libertad y la democracia, hasta su muerte.

Como veréis, todos los “Hechos o Asesinatos” transcurren durante el mes de Enero, el 20 de enero de 1969 Asesinato de Enrique Ruano, el 24 de enero de 1977 Asesinatos de Atocha, donde muere Javier Sauquillo y 4 compañeros de despacho, y hoy, 42 años más tarde, como si hubieran quedado “balas retardadas en la recámara” en las pistolas de los asesinos, como escribió su amigo y periodista José María Calleja, muere Lola González Ruiz, el 27 de enero de 2015, de un cáncer de pulmón
A “Finales de Enero”, de Javier Padilla, nos habla de un Enero helador marcado por estos hechos desgarradores, nos habla de una gran historia, tres vidas truncadas y una tragedia, dos de ellos asesinados muy jóvenes, Enrique y Javier, nos habla de un tiempo en la historia de nuestro País, y de una prensa amordazada por la dictadura, de Lola anclada en el pasado y la muerte, nos habla de los que no tuvieron voz y hoy no viven, y del miedo al olvido y de la Transición.

Uxue A. Educadora social en una residencia.

Uxue A. Educadora social en una residencia.

Uxue A. Educadora social en una residencia.

“Reproducción de la entrevista realizada por la revista de la Juventud Comunista “Agitación” a Uxue A, educadora social en una residencia de Iruña.”

La asistencia y cuidado a los mayores es un sector conocido por su alta privatización y consecuente precarización. En Nafarroa esta situación no es diferente, ya que casi la mitad de las plazas residenciales que se ofertan (un 46’7% en 2018) se encuentran gestionadas por empresas privadas. Un sector del ámbito de los cuidados, tradicionalmente asociado a la esfera del hogar y totalmente feminizado e invisibilizado, que no por casualidad sufre de condiciones laborales que distan mucho de ser dignas.
Hablamos con Uxue, educadora social que trabaja en una residencia privada para la asistencia a personas mayores desde hace unos meses, como cuidadora gerontológica.

Si hay algo que caracteriza a las crisis sanitarias es la histeria y la desinformación. ¿Cómo se ha estado gestionando esto desde las instituciones de la Comunidad Foral a la hora de dar directrices y de establecer protocolos que protejan tanto a pacientes como al personal de las residencias?

Los problemas a la hora de la comunicación y el establecimiento de directrices es la desconexión de las instituciones sanitarias con las trabajadoras de las residencias, ya que la mayoría son privadas y que si por algo se caracterizan son por sus pésimas condiciones laborales (aprovechándose de un trabajo no profesionalizado, invisibilizado y feminizado), la supeditación del cuidado a el interés económico y en este momento, en dónde centran las prioridades estos centros a la hora de aplicar las medidas preventivas. En definitiva, es la externalización de los servicios de cuidados una de las principales problemáticas, si no la más importante, que existe en este sentido.
La máxima de los centros ha sido mantener el número de usuarios intacto, la reducción de ciertos servicios externos de la residencia debido a las normas de acceso y salida, y que responden en primera instancia a garantizar los beneficios por encima de cualquier otro aspecto. En este sentido hemos sido las propias trabajadoras las que hemos tenido que aterrizar los protocolos generales de prevención (tanto de usuarios, como de trabajadoras), ya que la residencia no contaba ni siquiera con protocolos mínimos de seguridad en materia de prevención de riesgos y la planificación de la gestión de la crisis que había realizado era cuanto menos, insuficiente.
Esto ha implicado grandes problemáticas, por una parte, la sobrecarga de trabajo al tener que establecer los protocolos de prevención de contagio, que no es labor de la plantilla sino de la empresa. Y por otra, porque las trabajadoras no tenemos la formación suficiente en Prevención de Riesgos Laborales y una deficiente o mala aplicación de ciertas medidas podría haber supuesto un problema de salud pública, de la que por supuesto, nos habríamos responsabilizado nosotras ya que la empresa no ha querido garantizar las condiciones de seguridad necesarias.

¿Cómo consideras que es la situación respecto a las condiciones de seguridad?

Una de las mayores problemáticas es que la plantilla de cuidadoras gerontológicas está exclusivamente formada por mujeres. Debido a la precarización e invisibilización del sector, no gozamos de condiciones de seguridad, pero en general tampoco de unas condiciones laborales dignas.
Más allá de las problemáticas derivadas de la aplicación de protocolos de seguridad y Equipos de Protección Individual se sigue observando en la gestión del centro una cierta pasividad a la hora de reflexionar sobre la seguridad del centro ante un problema de salud pública. Se nos han garantizado los EPI adecuados, pero a base, primero de planificarlos nosotras y segundo, presionando continuamente a la empresa para que hiciese una planificación en torno al abastecimiento.
Hemos tenido turnos en los que a mitad de jornada nos hemos quedado sin material suficiente para continuar desarrollando nuestro trabajo, y muchas veces nos hemos tenido que exponer al contagio, ya que no podíamos dejar, por ejemplo, a usuarios sin satisfacer necesidades básicas como la higiene. Este tipo de situaciones nos lleva directamente a la necesidad de poner en el espacio público la centralidad de la vida como un asunto prioritario. La calidad de vida de nuestras mayores por una parte, y la nuestra como trabajadoras tienen que ser el centro de la acción del servicio de una residencia.

Hablando de derechos laborales, ¿Cómo ha repercutido la situación del COVID-19 en la carga de trabajo del personal sanitario? ¿Cómo lo está gestionando la empresa para la que trabajas?

Cuando se inició el estado de alarma y la residencia decidió cerrar al exterior las instalaciones, la empresa también dio de baja a las compañeras de la plantilla que formaban parte de la población de riesgo, lo que supuso disminuir la plantilla de cuidadoras gerontológicas casi a la mitad. A priori esto fue una decisión compartida, ya que garantizaba la seguridad de aquellas trabajadoras sensibles y desde las instituciones se flexibilizó la contratación para el sector sociosanitario.
Sin embargo, dicha flexibilización se priorizó exclusivamente durante las primeras semanas a la sanidad pública, lo que provocó que la plantilla que quedamos tras las bajas tuviera que asumir ese trabajo. Las trabajadoras sociosanitarias, una vez más, somos las grandes olvidadas. Esto se tradujo en la imposición de horas extra de fuerza mayor y distribución irregular de las jornadas laborales, llegando a tener, por ejemplo, jornadas de 12 horas repartidas en horarios de mañana, tarde y noche (entrar de 06:00 a 14:00 y 16:00 a 20:00 y múltiples variantes).

A esta sobrecarga de trabajo se sumaba al aumento de ratios por cuidadora y una disminución absoluta de la calidad de atención al cuidado de las personas mayores que se encuentran en la residencia. La salud laboral de las plantillas se ha visto enormemente afectada, tanto física como psicológicamente.
Las excesivas jornadas y su irregularidad no solo han provocado problemas de fatiga y agotamiento, así como problemas articulares debido al tipo de trabajo que se realiza, sino que el uso de las propias EPI de forma tan continuada también ha provocado problemas de salud. La coyuntura de crisis sanitaria, los contagios dentro de la residencia y el miedo que ha provocado dicha situación, la formación insuficiente ante un riesgo biológico de estas características, la falta de atención psicológica, la incompatibilidad de conciliación fuera de la jornada laboral, lidiar con situaciones altamente traumáticas (muertes de usuarios, la repercusión de la crisis en la salud mental de los usuarios y el efecto sobre nuestro trabajo, etc.)… se ha traducido en la aparición de problemas psicológicos como altas tasas de ansiedad, e incluso depresión, dentro de la plantilla.
La gestión del centro no ha existido, se ampara continuamente en el estado de alarma para justificar que la salud de la plantilla mejorará cuando se recupere la normalidad, en vez de poner a nuestra disposición, por ejemplo, un servicio de atención psicológica. Pero con esta justificación se ahorra la necesidad de aplicar medidas y dedicar recursos económicos a que se garantice la salud de la plantilla.

¿Qué experiencias de organización entre las trabajadoras se han dado en tu centro de trabajo? ¿Crees que se dan las condiciones para que se pueda organizar a la plantilla en vuestro centro?

La primera semana de estado de alarma unas cuantas trabajadoras nos juntamos al finalizar un turno para hablar sobre cómo estaba la situación en la residencia, aunque no teníamos como objetivo conformarla como un espacio de organización. Todas estábamos preocupadas por la responsabilidad que recaía en nuestros hombros, y la incertidumbre con la que trabajábamos. Decidimos que, si la empresa no iba a garantizar nuestra seguridad, debíamos hacerlo nosotras. Y ahí empezó todo y a pesar de la situación de miedo e incertidumbre en las que nos vemos inmersas a día de hoy, hemos decidido que la organización debe tener carácter permanente.

La garantía de que la asamblea continúe después del cese del estado de alarma pasa necesariamente por los cuidados, uno de los objetivos principales de las asambleas, después de cohesionarnos para hacer frente a las negligencias de nuestro centro. El aliento que suponía la unidad de la plantilla fue la que permitió, en mayor medida, que pudiéramos analizar que la situación que estábamos viviendo nada tenía que ver con la crisis sanitaria sino con nuestra posición como mujeres y sobre todo como clase trabajadora. Y es que, en realidad, nuestro sector siempre ha tenido unas condiciones laborales pésimas.

La organización no ha cesado en ningún momento, manteniendo reuniones periódicas y realizando interlocuciones con la empresa para llegar a acuerdos, sobre todo en materia preventiva y de salud, ya que son las cuestiones más prioritarias actualmente. A pesar de la sobrecarga de trabajo que supone la organización y la situación que estamos viviendo, los cuidados y el apoyo entre la plantilla son el oxígeno necesario para no cesar en nuestra propia escalada de organización, que tenemos muy claro que seguirá creciendo poco a poco.

Clandestinidad política.Cara y cruz de una misma historia.

Clandestinidad política.Cara y cruz de una misma historia.

Clandestinidad política.Cara y cruz de una misma historia.

La idea de dedicar un número de nuestra revista al tema de la clandestinidad tiene su origen en el papel tan relevante que esta “situación política” ha tenido y tiene en la historia y vida tanto del movimiento comunista en su globalidad, como en la del propio Partido Comunista de Euskadi y del PCE en su conjunto.
El movimiento comunista surgió en condiciones de persecución y rechazo a sus ideas y acción por parte de aquella clase dominante, a cuya desaparición llamaban los comunistas que proponían una sociedad sin clases. Por eso tal vez, aquello que recorría Europa según el Manifiesto, era un espectro, un fantasma, y no otra cosa más visible. Estaba ahí, omnipresente pero sin presencia física, atemorizando a “las potencias de la vieja Europa, al Papa y al zar, a Metternich y Guizot, a los radicales franceses y a los polizontes alemanes”, pero en una situación de clandestinidad ideológica y política que sería revolucionada con el propio llamamiento de Marx y Engels a expresar “a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas” en el famoso Manifiesto.
A partir de ahí, la historia del movimiento comunista y de todos los Partidos Comunistas del mundo ha estado fuertemente marcada por la persecución política, ideológica y física en diferentes grados y con mayor o menor virulencia y violencia en cualquier lugar del planeta. Esto ha marcado el carácter del movimiento sin lugar a dudas, y ha obligado a sus organizaciones a desarrollar una serie de características muy marcadas a la hora de existir y funcionar en situaciones de clandestinidad.
El producto de esa historia de persecución es una realidad trágica, indeseable para las y los protagonistas, y con consecuencias y desenlaces fatales para la vida de muchas mujeres y hombres entregados a la causa de un mundo mejor. Y paradójicamente, la dura realidad de la clandestinidad contiene a la vez una suerte de épica histórica personal y colectiva de gran riqueza e interés en términos sociológicos, políticos y que duda cabe, culturales. Una fuente constante de inspiración para generaciones sucesoras, un sentimiento de orgullo para la cohesión colectiva de una lucha que se hace en común y no desde el individualismo, y semilla para la regeneración partidaria de organizaciones comunistas.
En nuestro caso, a pesar de haber transcurrido ya cuatro décadas desde la última legalización del Partido Comunista, la clandestinidad es algo que sigue muy presente y que marca aún la acción y el pensamiento, de quienes militan en una organización cuyo devenir histórico ha transcurrido durante la mitad de su existencia en esa clandestinidad en la que tienen que funcionar aquellas organizaciones que son ilegalizadas, pero cuyos militantes no están dispuestos a renunciar.
No queremos que el lector se confunda; no hacemos apología de la clandestinidad, la cual es una forma de acción política para mantenerse en las condiciones más adversas, pero siempre por voluntad ajena, la de quienes impiden por la fuerza que ejerzamos nuestro derecho a la práctica política y revolucionaria. La libertad de pensamiento y la libertad de acción política deben ser un tesoro irrenunciable que hay que defender y cuidar. La práctica política de nuestras ideas es un derecho fundamental e irrenunciable que debe ser ejercido en total ausencia de persecución y censura cualesquiera que sean sus formas.
Sin embargo, la larga experiencia de la lucha de las y los comunistas en las situaciones de clandestinidad debe ser estudiada y utilizada por sus organizaciones para aportar a los mismos fines por los que se practicó esa singular acción política en dichas circunstancias. Y junto a ello, o como parte de ello tal vez, no renunciar ni a la caracterización fiel y real de una situación de gran dureza vital y orgánica para los seres humanos que la protagonizan, ni a la épica, también real que existe detrás de las luces y sombras de esa misma historia.
Ambas, la caracterización de una realidad humanamente “no deseable” y la épica de la práctica de la defensa de las convicciones en las situaciones más adversas, son partes necesarias y no sólo no contradictorias, sino complementarias de las clandestinidades políticas.

Jon Hernández

La responsabilidad del escritor

La responsabilidad del escritor

La responsabilidad del escritor

Ponencia de Gabriel Celaya en el Congreso Cultural de La Habana. Enero 1968.

Durante la década del sesenta la Poesía social entró en crisis. Creo que esto se debía, más que al agotamiento de sus posibilidades, a la gran difusión que alcanzó pese a los malos augurios con que había nacido. Al cansancio que produce cualquier corriente literaria dominante y a la proliferación de epígonos que, como ocurre siempre, acabaron por convertir en un cliché lo que había comenzado como un deslumbrante descubrimiento, debe añadirse que el clima de furor y esperanza en que había nacido la primera Poesía social se había ido extinguiendo con el paso de unos años en los que no se produjo el tan esperado cambio de nuestra Sociedad sino tan sólo una derivación hacia una incipiente sociedad de consumo. Una vez más pudo comprobarse cómo las superestructuras culturales dependen de la base socio-económica en que se producen. Así vimos cómo unos poetas que seguían creyéndose rebeldes al stablishment fueron volviéndose acomodaticios.

Creo que la última vez que me pronuncié públicamente como «poeta social» fue, un poco forzado por las circunstancias, durante mi estancia en la Cuba de Fidel.

LA RESPONSABILIDAD DEL ESCRITOR
(Ponencia en el Congreso Cultural de La Habana. Enero 1968)

Aunque los investigadores y técnicos científicos son indudablemente intelectuales, como ha subrayado Fidel, su acción es de un orden distinto a la de los escritores y artistas. Los investigadores y técnicos científicos transforman la naturaleza y la reali-
dad objetiva, y con ello hacen posible el advenimiento de un hombre nuevo. Los escritores y artistas, en cambio, actúan sobre algo tan impreciso como la conciencia de los hombres, y es modificando esa conciencia y el viejo modo de ver el mundo como contribuyen de hecho a la transformación de éste. Las dos formas de acción son igualmente valiosas, creadoras y necesarias. Es más, transformar el mundo y cambiar la conciencia son dos acciones implicadas en una misma dialéctica de lo real. No obstante hay una problemática característica del escritor.

El problema fundamental para el intelectual responsable está en la diferencia de nivel cultural y de formación que existe entre él y el Tercer Mundo, o entre él y ese otro Tercer Mundo que es gran parte del proletariado en los países industrializados capitalistas. El intelectual oscila así entre dos extremos igualmente peligrosos.

El primer extremo es el de quienes producen una literatura barata y esquemática pensando que éste es el modo de lograr la audiencia de las grandes masas. Su error es evidente. Todos sabemos que al pueblo hay que darle siempre lo mejor porque hacer otra cosa sería desconfiar de su capacidad receptiva e ignorar la maravillosa intuición artística de que da testimonio el arte popular. No podemos olvidar por otra parte que el escritor crea su público, como crea conciencia haciendo patente lo que estaba latente o informulado, y es en este sentido un educador.
No quiero decir con esto que las obras literarias deban ser obras de tesis, esquemáticas ilustraciones de ideas o cantos incondicionales a la Revolución. Cualquier tema puede tratarse de un modo revolucionario porque lo importante no está en el asunto, sino en la toma de conciencia del escritor.
Es precisamente escribiendo obras libres, siempre que entendamos con Engels que “la libertad es la comprensión de la necesidad”, como se crean, no sólo obras que por libres son mejores, sino también obras que crean más conciencia revolucionaria que las escritas sobre la falsilla de un dogmatismo. Pues no podemos olvidar hasta qué punto el infierno de la mala Literatura está empedrado de buenas intenciones. Y con obras desprovistas de calidad no se ayuda ni al Tercer Mundo, ni al pueblo de ningún país.

El otro extremo, opuesto al que critico, y no menos peligroso que él, es aquel en que se puede incurrir partiendo del principio justo de que una obra literaria debe ser ante todo una obra bien hecha. Hay quienes separan su actividad de ciudadanos y su quehacer de escritores poniendo en la primera su militancia político-social pero escribiendo al margen de cualquier preocupación de este tipo. Tal dualismo, en la situación urgente de hoy, es inadmisible y prácticamente imposible para un escritor con verdadera conciencia revolucionaria. Lo que ocurre es que en todos los países, salvo en la URSS, la mayoría de ]os intelectuales procede de la burguesía, y esa impronta no se borra con un mero cambio revolucionario de ideas, por muy sincero que éste sea. Es cierto que, como decía Marx, en un texto archiconocido «así como una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días, un sector de la burguesía se pasa al proletariado, particularmente ese sector de los ideólogos burgueses que se han elevado teóricamente hasta la comprensión del conjunto del movimiento histórico», pero es cierto también que las actitudes dualistas que acabo de señalar son un ejemplo de la facilidad casi inconsciente con que esos intelectuales de origen burgués recaen en su condición de clase. Se repite así lo que denunciaba Lenin en los intelectuales de vanguardia de su época: «Su condición “no de casta” no excluye en lo más mínimo el origen de clase de sus ideas.»

Entiendo que es fundamental para el intelectual, no sólo en cuanto por sentido de su responsabilidad quiere ayudar al Tercer Mundo, sino también en cuanto quiere que su obra sea valiosa y significativa, mantenerse en contacto con el mundo subdesarrollado y en general con el pueblo, pero son estos quienes actualmente están haciendo la Historia. El intelectual, precisamente porque usufructa una preparación cultural superior a la del pueblo y tiene conciencia “del conjunto del movimiento histórico moderno” está obligado a levantar al pueblo y marchar un paso delante de él. Pero si creyéndose un adelantado, pierde, por suficiencia, el contacto que la vanguardia debe mantener con la base, y olvida que en ésta se halla la energía impulsora que lo moviliza todo, v también lo que el escribe, teoriza y se queda solo en su abstracción y su esteril utopismo. La participación en la lucha armada, en la lucha clandestina o en el trabajo manual, según las circunstancias, son indispensables para mantener un contacto real con el pueblo y corregir la tendencia al «mandarinismo» de los intelectuales.
Teniendo en cuenta lo que llevo dicho, entiendo que la posición correcta del intelectual responsable ante el Tercer Mundo se debe definir sobre la base de estos dos puntos:

1) El Tercer Mundo, en el plano internacional, y el proletariado dentro de los paises industrializados capitalistas, son el motor de la Historia Contemporánea, y de ese motor deben tomar su impulso los intelectuales. Sólo en la medida en que tomen conciencia de esa fuerza serán también una fuerza progresista y crearán una obra auténtica.

2) El intelectual, al sumirse en el pueblo, debe conservar despierto su sentido crítico, pues tal sentido es el que le define como intelectual, y el que precisamente le permite ayudar al mundo subdesarrollado y al pueblo en general.

Nada de «alondras mongolas» por lo tanto. Pero nada tampoco de un neutralismo que tiene más de abstención que de disposición para la critica positiva. Porque el intelectual es ante todo un hombre, y ningún hombre puede hoy día ser neutral.

Pese a los cambios naturales que con el tiempo se han pro­ducido en mi obra, los presupuestos de la Poesía social, si en­tendemos por ésta la lucha contra los mitos de la Metapoesia, la inspiración mágica, el prurito de originalidad, el personalismo, el hermetismo, el perfectismo formalista, la inmortalidad literaria, etc., me parece aún válida.

Blas de Otero; se apagó su luz,  pero nos queda su palabra.

Blas de Otero; se apagó su luz, pero nos queda su palabra.

Blas de Otero; se apagó su luz, pero nos queda su palabra.

 «José Andrés Alvaro Ocáriz, autor del libro “El Madrid de Blas de Otero”.

Blas de Otero no sólo es un buen poeta, uno de los mejores y más desconocidos de la literatura española, sino que, además, luchó por la libertad y la justicia en los oscuros años de la dictadura franquista y se convirtió en un símbolo de la España que vivía en una especie de exilio interior.

A pesar de que durante la guerra civil luchó en el ejército franquista * en Guadalajara y formó parte del destacamento que entró en Valencia, a través de su poesía pretende tender un puente entre las dos Españas para que no se vuelva a producir la tragedia de una guerra civil.

Otero nació en Bilbao en el seno de una familia acomodada, pero, a los pocos años, la familia se traslada a vivir a Madrid. Otero sale de un ambiente cerrado y clerical y descubre que el mundo no es tan siniestro como le hacían ver los jesuitas.

Aquellos hombres me abrasaron, hablo / del hielo aquel de luto atormentado, / la derrota del niño y su caligrafía / triste, trémula flor desfigurada. / Madre, no me mandes más a coger miedo / y frío ante un pupitre con estampas 1
En Madrid descubre que se puede ser feliz y allí conocerá incluso su primer amor.
Madrid, divinamente / suenas, alegres días / de la confusa adolescencia, / (…) / rotos recuerdos / de mil novecientos veintisiete, / treinta, / pueblo derramado aquel 14 / de abril, alegre, / puro, heroico Madrid, cuna y sepulcro / de mi revuelta adolescencia.
Su padre fallece en la capital y la familia tiene que volver a Bilbao. Además de estudiar, creará sus primeros poemas, que se insertan en su etapa religiosa y en los que son palpables las influencias de Fray Luis de León y de San Juan de la Cruz.
Volverá a Madrid y el contacto con miembros de la Generación del 27 va a suponer un cambio en su poesía, que se vuelve existencialista; es decir, se pregunta sobre el sentido de la vida de la persona en el mundo y sobre si esta vida tiene sentido.

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte, / al borde del abismo, estoy clamando / a Dios. Y su silencio, retumbando, / ahoga mi voz en el vacío inerte. / Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte / despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo / oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando / solo. Arañando sombras para verte. / Alzo la mano, y tú me la cercenas. / Abro los ojos: me los sajas vivos. / Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. / Esto es ser hombre: horror a manos llenas. / Ser —y no ser— eternos, fugitivos. / ¡Ángel con grandes alas de cadenas!

Posteriormente, entrará en su etapa social, siendo uno de los principales representantes de lo que se ha denominado poesía social. Es el paso del “yo” al “nosotros”. Como expresará el propio poeta:

“Me siento terriblemente solidario de la realidad social, lo que me impide sentirme solitario. Vea usted mi dedicatoria de Pido la paz y la palabra. Es la antítesis de la famosa frase de dedicación de Juan Ramón Jiménez, “A la minoría, siempre”. Yo lo dedico a la inmensa mayoría. Y creo que no tenemos otro camino los poetas o los escritores en general. Hay que hacer el camino inverso, romper las pequeñas capillas literarias, aumentar el número de los escogidos. Yo recojo de la inmensa mayoría mis inquietudes y mis temas y también mis palabras, y lo devuelvo todo. El subjetivismo es poco provechoso aun cuando tiene una función de base. En un momento dado, antes de Pido la paz y la palabra, mi inspiración provenía de los temas llamados “eternos”, metafísicos, el hombre entre la vida y la muerte. Pero encontré mi centro de gravedad, como he dicho, y en él me apoyo. Es la España concreta, actual. Y la vuelta al Romancero y a Machado en el uso del lenguaje que entiende el pueblo.”

“Antes de Pido la paz y la palabra, el contenido de mis poemas respondía a una exigencia de tipo existencial. Mi tema era, más o menos, metafísico: el hombre entre la vida y la muerte. Los dos grandes misterios: el fuego, o la ceniza. Vea, por ejemplo Epítasis. Todos estos poemas tienen una forma fundamentalmente clásica. Hay muchos sonetos de estos en Ancia. Ahora ha arraigado en mi poesía otro tema y mi palabra ha experimentado un gran cambio: lo social aparece delante de mí como una preocupación única, acuciante, épica. Como una bocanada de aire, la presencia de los hombres en su tierra, en su entidad social y política. Y el lenguaje se acerca a ellos, y escribo con una aparente sencillez, pero sólo aparente, porque estas formas populares, estas canciones que expresan su vida, sus amores, sus penas, encierran la más alta poesía. También porque vengo de una gran literatura, en mis poemas están todos los escritores que he admirado, lo que me han nutrido y permanecen en mi voz: Fray Luis de León y Machado, entre los españoles; Whitman y Nâzim Hikmet entre los extranjeros.”

Esta realidad social le va a llevar a una nueva fe, la comunista, y esto se va a manifestar en su obra:

Apreté la voz / como un cincho, alrededor / del verso. / (Salté / del horror a la fe) / Apreté la voz. / Como una mano / alrededor del mango de un martillo / o de la empuñadura de una hoz.

Aquí, en la República Popular China, / aprendes a labrar una palabra, / abierta de par en par / para todos los hombres. / He aquí el alto horno / de Wuhán, donde muchachos llameantes / te muestran, sin palabras, tu tarea. / ¡Ah tarde donde el cielo se desploma, / deshilachado por un hacha roja! / Ancho como el Yangtsé, el poema / -agua, viento largo, puente tendiendo el brazo- / se dirige a la orilla de los hombres. / He aquí, / cielo fundido, frondas / donde un nuevo abecedario abre sus ramas. / Cantas con los soldados, / ruedas / en el cochecito de paja de los niños. / Trabajo, libertad conquistada, / saber que el poema es nuestro, que todo cuanto hablamos / viene del pueblo o al pueblo va, palabra / viva, abriéndose, cerrándose alrededor del mundo.

Niños / de la Unión / Soviética, cantad conmigo. / Vida nueva, jardín / del mundo. /Quiero vivir / y laborar, / para mí, para ti. / Niños / de España, / anudad vuestros pañuelos / a la luz roja del alba.

Porque diste sentido a nuestros pasos / sobre la tierra, / y barriste las ruinas del pasado / y arrancaste de cuajo la miseria; / porque los niños llevan en las manos / la vida nueva, / ven el porvenir con ojos claros / y beben la verdad como agua fresca; / porque plantaste un árbol y otro árbol / en las trincheras, / y es posible soñar porque el trabajo / trocó los sueños en verdades bellas. / Porque humanaste con tu luz el campo / feraz de las ideas, / brillen estas palabras desde el Báltico / a la inmensa Siberia.

América, / deja que diga: origen virgen, verso / original, / libertad conquistada, / jamás, nunca mi voz contra tu frente, / mi mano nunca frente a ti, guitarra / del océano, / paloma / con dos alas: una de guerra y otra de guerrillas. / América, cárcava de la historia, / Pueblo Nuevo / naciendo en ciegas simas, sierra madre / y maestra, / ten / mi mano y mi canción, / muchacha erguida como un fusil, / obrero / campesino de ti mismo, estatua / auténtica de la libertad, / defendida / por todos los pueblos de la tierra. / África / levanta, día a día, su diadema, / Asia se extiende soberanamente, / todos / los pueblos blanden hacia ti sus frondas, / Cuba valiente, invulnerable,/ dueña / de tu tierra, y tu aire y tu alegría.

Sirvan estas líneas para recordar “al hombre / aquel que amó, vivió, murió por dentro / y un buen día bajó a la calle: entonces / comprendió: y rompió todos sus versos,“ y que daba todos sus versos por un ser humano en paz.

*Blas de Otero cuenta así aquello: “Vino el 18 de julio… Antes de llegar a la edad militar, me incorporé a los batallones vascos. A la toma de Bilbao me quedé allí y después de pasar por un campo de prisioneros me enviaron al Regimiento de Artilleria de Logroño, y luego al frente de Levante. Mi desarrollo ideológico ha sido muy lento y por entonces no tenía las ideas muy claras. Escribía cientos de poemas que destruí casi todos.”