Lo global y lo local

Vivimos en un momento histórico caracterizado por una gran recomposición geopolítica global que viene determinada por la extensión y dominio del capitalismo financiero en una nueva fase agresiva de desarrollo, que ha extendido y  agravado la situación de miseria planetaria, atacando las condiciones de vida mundiales y poniendo en peligro la propia supervivencia del planeta tierra.

Así, hemos asistido a un gravísimo retroceso en las Américas con los gobiernos de Estados Unidos, Brasil, Chile, Argentina, etc., o la reciente intentona golpista en Venezuela, que pone de manifiesto la consolidación de un poder mundial de corte neofascista, que también se va extendiendo por muchos países de  Europa, suponiendo un cambio estructural que dinamita las viejas democracias occidentales liberales.

La extrema derecha crece con un discurso patriarcal, basado en el odio y el enfrentamiento entre los pueblos, el miedo, la xenofobia, la militarización de los conflictos, con una manipulación mediática basada en el engaño para el control de las masas y de nuestros pensamientos. Nos impone una sociedad programada, la sociedad post industrial, en la cual el poder de gestión consiste en la previsión y modificación de opiniones, actitudes, conductas y modelaje de la personalidad y de la cultura.

Y en este contexto, la gran movilización electoral de la clase trabajadora, del movimiento feminista, de pensionistas y otros movimientos en nuestro país ha conseguido frenar las expectativas de las fuerzas conservadoras y autoritarias que pretenden imponernos un capitalismo neofascista (*)

Efectivamente, estos resultados son el reflejo de las grandes movilizaciones desarrollados en la última etapa, destacando la del movimiento feminista que ha sido capaz de marcar la agenda política con sus reivindicaciones, no sólo en relación a las demandas de las propias mujeres, sino también a  su propio protagonismo, sin el cual ya no es posible plantear un nuevo proyecto de país. Otras movilizaciones como la de las personas pensionistas con una vitalidad y constancia extraordinarias que han puesto de manifiesto y denunciado los intereses de la banca y de la derecha para desmantelar el sistema público de pensiones y hacerse con el  gran negocio de las pensiones privadas.

Mientras tanto en Euskadi, la derecha española del PP pierde su presencia en las elecciones generales, al tiempo que la derecha vasca del PNV consigue ganar espacio electoral mediante un discurso del “buen hacer”, pactista, sin muchos conflictos y apuntalando el modelo económico capitalista y el modelo fiscal injusto que beneficia a las elites económicas vascas. Los numerosos y recientes escándalos de corrupción, de clientelismo y filtraciones de los exámenes en Osakidetza o el desmantelamiento de la industria vasca, no les han pasado factura.

El conflicto nacional que ha estado centrado en el conflicto territorial, obviando el conflicto social, ha reforzado a las burguesías nacionales y a las fuerzas de ultraderecha, impidiendo una acumulación de fuerzas de la clase trabajadora del conjunto del Estado.

Estos resultados electorales señalan la necesidad de avanzar en un acuerdo político, en el que tanto  IU como el PCE tienen que jugar un papel principal, que normalice la cuestión territorial mediante un gran acuerdo para acercar a las fuerzas de la izquierda independentista a un proyecto nacional y de estado federal en torno a una estrategia cuyo eje sea el  de confrontación capital-trabajo y el eje democrático del derecho a decidir.

Nuestra tarea más inmediata pasa por frenar el avance de las fuerzas conservadoras y autoritarias que pretende imponernos el modelo de capitalismo financiero ultra neoliberal y  para eso es fundamental acertar en la estrategia que permita hacerlo realidad en nuestro país, contribuyendo con ello a hacerlo también realidad en el conjunto de Europa y en el mundo.

Una  vez cerrado el ciclo electoral con las elecciones del  26 de Mayo, nos tocará reflexionar sobre el recorrido y el nivel de cumplimiento de nuestros acuerdos en torno a la unidad popular y hasta donde hemos sido capaces de llegar.  La XI Asamblea de IU acordó trabajar por la Unidad popular, concebida de una forma no exclusivamente electoral y si como la idea de construir un “bloque histórico”, o sea una alianza social, política y electoral comprometida con un proceso de ruptura democrática en nuestro país.

Sabemos que poner en pie una fuerte unidad popular que acompañe y apoye, como un auténtico contrapoder a las instituciones, no es tarea fácil que requiere de tiempo y mucha dedicación.  Hemos hecho lo más fácil, ponernos de acuerdo para afrontar los diferentes procesos electorales, una tarea no exenta de complejidades y dificultades. Pero nos queda mucho por hacer. Por ello cobra total actualidad la necesidad de ampliar nuestras alianzas por la base, lo que hemos llamado unidad popular que tiene que ir más allá de los acuerdos electorales para hacerla realidad en el ámbito cotidiano, con las fuerzas sindicales, vecinales, movimientos sociales y con los colectivos en lucha, el feminismo, el ecologismo y un largo etcétera.

Izquierda Unida a lo largo de su historia ha hecho una aportación muy valiosa: el reconocimiento de la pluralidad de la izquierda y la necesidad de organizarnos en torno a un programa unitario de luchas y reivindicaciones. Hoy esta receta es más necesaria que nunca y aglutinaría a todos los movimientos en lucha. Sería un grave error caer en la tentación de encorsetar, uniformar o pretender organizar bajo unas mismas siglas toda la diversidad y riqueza de la izquierda, del movimiento sindical y de los movimientos sociales.

El camino de la unidad no es fácil, pero se cimenta en las luchas, la convivencia, el respeto a la diferencia y la voluntad rotunda de  poner en pie un instrumento útil para la emancipación de la humanidad.

 

Isabel Salud

Coordinadora de Ezker Anitza-IU

 

(*) Al redactar estas líneas aún no conocemos los resultados de las elecciones del 26 de Mayo