Marina Ginestá
La atleta miliciana que en los ojos tenía fuego
No somos justos
Marina Ginestá fue un auténtico icono de la resistencia durante la Guerra Civil, se convirtió en un referente gracias a una fotografía en la que aparece vestida de miliciana en la terraza del Hotel Colón de Barcelona. La imagen muestra a una muchacha de 17 años con una mirada desafiante, despeinada, con un fusil al hombro y, como comentó Alba Martínez, “en los ojos tenía fuego”.
El retrato realizado por Hans Gutmann se convirtió, con el paso de los años, en una fotografía que trascendió por todo lo que representaba. Era una instantánea tomada en julio de 1936 en la que se simbolizaba el triunfo obrero sobre la sublevación fascista contra la II República. Su figura fue portada del libro “Trece rosas”.
Pero lo que poca gente sabe es que Marina Ginestá fue atleta. El dato lo sacó a la luz pública Daniel Justribó, autor de un libro sobre los inicios del atletismo femenino catalán (“Feminitat, Esport, Cultura” pioneres de l’atletisme català 1921-1938) Además, es evidente el compromiso Ginestá y de las JSUC (Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña) al que ella pertenecía, en la celebración de la Olimpiada Popular que tendría lugar en el mes de julio de 1936.
La protagonista de la foto estuvo en el anonimato hasta que en 2008 un documentalista de la Agencia EFE, Xulio Garcia Bilbao, emprendió una búsqueda activa en los archivos de la Guerra Civil de Salamanca. Xulio García logró, después de una intensa investigación, dar con el nombre de la protagonista y con su posterior paradero en París.
Marina Ginestá había nacido en Toulouse (Francia) el 29 de enero de 1919 en el seno de una familia obrera y muy comprometida políticamente. Sus padres eran sastres que habían emigrado a Francia. El padre, Bruno Ginestá, era miembro del Comité de la Federación Catalana del vestido de UGT y fue secretario del Comité de enlace CNT-UGT de Cataluña. Su madre, Empar Coloma, fue miembro del Partido Comunista y de la Agrupación Femenina de Propaganda Cooperativista. Su abuela materna era Micaela Chalmeta (también conocida como Amparo Martí, por ser ese su seudónimo), una intelectual muy comprometida con el socialismo y cooperativismo a principios del siglo pasado.
Marina siguió los pasos de sus ancestros y tuvo una fuerte implicación política, pero también deportiva. Esta segunda, quizá motivada por la primera.
En 1932 se concedieron, por parte del COI, los JJ.OO de 1936 a Berlín, en detrimento de Barcelona. La votación arrojó una victoria contundente de la candidatura alemana, pero la llegada de Hitler al poder, un año más tarde, desembocó en fuertes críticas y se instrumentó una oposición política a todos los niveles. El poder político no era ajeno al potencial propagandístico del deporte e intentó instrumentarlo en beneficio propio, así que las primeras medidas de corte racista tomadas por Hitler sublevaron a muchos sectores.
La historiografía escrita por los vencedores siempre resalta la supuesta humillación que sufrió Hitler al ver a un atleta de raza negra como Jesse Owens venciendo en cuatro pruebas. Este mito perduró sin tener en cuenta que fue Hitler el que más se benefició y que fue la Alemania nazi, y no Owens, la verdadera ganadora de esos JJ.OO. Hizo propaganda, negó la participación a atletas judíos y, a nivel deportivo, Alemania arrasó en el medallero.
La oposición a los JJ.OO fue muy grande en los países y partidos de izquierda, pero en EE.UU también se produjo una fuerte división. La palabra boicot merodeó hasta el último momento y muchos sectores se opusieron a la participación, incluyendo los embajadores de Alemania y Austria.
En este escenario prebélico se decide organizar una Olimpiada Popular que sirviera de contrapeso a la máquina propagandística del nazismo. La elección de Barcelona podía ser debida a que fuera precisamente esta ciudad la que había sido la rival de Berlín en la elección de los JJ.OO. Además, era una ciudad con tradición deportiva, obrera, asociativa y con unas instalaciones deportivas de gran nivel. El Estadio de Montjuic había sido inaugurado en 1929 y era un marco perfecto para las pruebas atléticas.
El organizador fue el CCEP (Comitè Català Pro Esport Popular), agrupación de entidades deportivas y culturales barcelonesas que había nacido poco después de las elecciones de febrero de 1936, que llevaron al Frente Popular al poder, con el fin del desarrollo y fomento del deporte entre los trabajadores.
Entre los actos que organizaron previos a la Olimpiada Popular es donde participaba por primera vez Marina Ginestá. La prueba tuvo lugar en el Camp de la Bordeta el 15 de septiembre de 1935, en las pruebas de 80 metros, 600 metros y salto de longitud dentro de un festival pro Olimpiada Popular que se iba a celebrar días después y distinta a la que se iba a celebrar en 1936.
Según indica Daniel Justribó, éstas son sus marcas: 12 segundos en 80 metros, 2’15”02 en 600 metros y 3.85 metros en salto de longitud, unos buenos registros para esa época y, sobre todo, para una principiante. Justribó señala que su motivación quizás no era del todo deportiva y sí más ligada al movimiento popular de lucha. Las fuentes de la época le atribuyen el club ‘Poniente’, que no era ningún club, sino que en realidad era el nombre del bar donde se reunían sus compañeros comunistas y socialistas.
La República había concedido derechos a la mujer, por primera vez tenían derecho a voto, divorcio y llegaron a tener aborto en Cataluña. El deporte no fue ajeno a esta ola aperturista y democrática que tuvo en el atletismo un eslabón más. Durante la II República, tenían lugar los primeros Campeonatos de España femeninos y la igualdad dejaba de ser una utopía. Sin embargo, la llegada del franquismo arrinconó a la mujer en el deporte y pasó a relegarla ya que lo fundamental, para ellos, era tener hijos y cuidar de la familia. En el mundo del atletismo, la oscuridad atlética femenina dura desde el año 36 hasta el 63, año en el que volvieron a permitir unos Campeonatos de España femeninos.
Ginestá pertenecía a uno de los dos núcleos atléticos que había durante la República, el de Cataluña. El otro núcleo atlético, menos numeroso en cantidad, estaba en Madrid.
La Olimpiada Popular suponía un proyecto innovador y rupturista con el modelo deportivo imperante. El deporte nacía en las Islas Británicas de la mano de la aristocracia. Los movimientos obreros, a los que pertenecía Ginestá, plantearon un modelo de deporte más popular y no solo de las clases altas. Su modelo llevaba a la creación de instalaciones públicas, el acceso de todas las clases sociales a la misma y un elemento muy importante era la progresiva implantación del deporte femenino. Esta idea tampoco era generalizada en los movimientos antifascistas. Los anarquistas, de fuerte tradición e implantación en Cataluña, nunca tuvieron interés por el deporte. Pero la Olimpiada Popular tuvo más que ver con una idea de contrapeso a la propaganda nazi.
Finalmente, tuvo que suspenderse debido a que un día antes de su inicio se producía el golpe de estado fascista. Ahí acabó el sueño de muchos deportistas. Según Santacana y Pujadas, los deportistas participantes eran unos 6000, unos 3000 eran gallegos, catalanes y vascos. Además, 20.000 espectadores y 23 países participantes eran los que estaban previstos. Entre los atletas que iban a participar se encontraba Onni Niskanen, que con el tiempo se convertiría en el entrenador de Abebe Bikila y Mamo Wolde, entre otros. Sin embargo, el Golpe de Estado lo halló de viaje a Barcelona.
La Olimpiada Popular, además de una vertiente deportiva, también tendría una vertiente cultural con más de 3000 actuaciones en la llamada ‘Olimpiada Cultural’. Entre las actuaciones previstas se contaba la presencia del violonchelista Pau Casals. Así narró uno de los atletas los hechos y vivencias de esos días. “Éramos tan ingenuos que pensamos que el levantamiento era en contra de la Olimpiada Popular, tardamos días en darnos cuenta de lo que en realidad estaba sucediendo”, relata Ginestá.
Volviendo a la foto, se produce en el inicio de la Guerra Civil. Las fuerzas golpistas se atrincheran en el Hotel Colón, en la plaza de Cataluña. A su rendición, le piden que tome el fusil para hacer la foto. Varias fuentes señalan que ella entró en combate durante la Guerra Civil, pero ella lo desmintió. En una entrevista a TVE relataba que le dijeron que subiera a la terraza con un fusil, que luego devolvería: “a los 17 años no estaba en condiciones de hacer la guerra”, comentaba Ginestá en una entrevista a TVE. .
La realizó Hans Gutmann, un fotógrafo comunista alemán que había llegado a Barcelona a cubrir la Olimpiada Popular, pero que se quedó con el inicio de la sublevación e inmortalizó pasajes de la Guerra Civil hasta que la contienda acabó. Gutmann acabaría exiliado, como tantos otros, en México.
Durante la Guerra Civil, Ginestá ejerció de periodista y de traductora de Mijail Koltsov, corresponsal del diario Pravda. Ginestá sufrió mucho al ver la muerte de cerca y más aún cuando perdió a su novio en el paso de los Pirineos en su huida de España. Esta escenografía recuerda a los millares de españoles que huían del genocidio franquista, entre ellos la figura de Machado y su madre, que acabarían falleciendo a los pocos días de pasar los Pirineos, como consecuencia de las duras condiciones.
Ginestá se encuentra en Francia con sus padres, que habían estado en el Campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Su sola mención estremece. De Francia, huyeron a la República Dominicana pero en 1946 tuvo que volver a marchar por la persecución del dictador Rafael Trujillo. De ahí marchó, con sus padres, a Venezuela. Ellos acabarían su días allí pero ella regresaría a Europa, en concreto a Prades (Francia) y, luego, a Bélgica y Holanda pero, mayoritariamente, a París, donde acabaría falleciendo.