Frida y Diego.

Frida y Diego.

Frida y Diego.

“He sufrido dos accidentes graves en mi vida. Uno en el que un tranvía me atropelló … el otro es Diego”.

Cómo se conocieron, cuál fue realmente el primer contacto entre Diego y Frida, dónde anidó esa primera célula de un amor tan intenso?
Frida le había visto por primera vez cuando Diego Rivera trabajaba en su mural “La creación” en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, donde estudiaba Frida. Seguramente allí se instaló el deseo de la búsqueda del gran artista, que le había impactado con su trabajo. Más adelante lo conoció más de cerca en las fiestas que realizaba la fotógrafa italo-mexicana, Tina Modotti, luego gran amiga de ambos pintores.

Frida quedó impresionada al ver a Diego balancear un tocadiscos en una de esas fiestas, al ver su fuerza, su alegría expansiva. Pero el verdadero punto de partida de la relación se daría poco después, cuando Frida fue a buscarlo a los andamios de la Secretaría de Educación, donde Diego pintaba otra serie de murales, para pedirle una opinión sobre su pintura. Frida Kahlo se lo contó a Ana Cecillia Treviño, conocida como Bambi, en una entrevista para el diario “Excélsior”.

“Le llevé cuatro cuadritos a Diego que estaba en los andamios de la Secretaría de Educación y sin más ni más le dije: “Diego baje” y así, como es tan humilde, tan amable, bajó. “Mire yo no vengo a coquetearle ni nada, aunque sea usted un mujeriego, vengo a enseñarle mi pintura. Si le interesa me lo dice, si no le interesa, también, para ponerme a trabajar en otra cosa para mis padres”. Entonces me dijo: Mire me interesa mucho su pintura, sobre todo este retrato de usted que es el más original. Los otros tres me parecen influenciados de lo que usted ha visto. Vaya a su casa pinte un cuadro y el domingo que entra voy a verla y le diré. Así lo hice y dijo: Usted tiene talento”.

Así fue Diego asistió no sólo ese domingo, sino muchos otros, y de esa manera, Kahlo y Rivera fueron entrelazando sus vidas. Poco después se casaron. Diego no era un hombre guapo, era más bien era feo, gordo y grande con ojos saltones, pero tenía un carisma sensacional que le confería un enorme poder de seducción. Además, era inteligente, idealista, talentoso y Frida quedó prendida de aquella desbordante personalidad.
Frida describiría este amor de una manera rotunda, como algo ya imprescindible en su vida, definitivo.
“He sufrido dos accidentes graves en mi vida. Uno en el que un tranvía me atropelló … el otro es Diego”.

FRIDA DESCRIBE A DIEGO

“Con su cabeza asiática, sobre la que nace un pelo oscuro, tan delgado y fino que parece flotar en el aire, es un niño grandote, inmenso, de cara amable y mirada triste. Sus ojos saltones, oscuros, inteligentísimos y grandes, están difícilmente detenidos. Casi fuera de las órbitas por párpados hinchados y protuberantes como de batracio, sirven para que su mirada abarque un campo visual mucho más amplio, como si estuvieran construidos especialmente para un pintor de espacios y de multitudes y muy pocas veces desaparece de su boca búdica y de labios carnosos una sonrisa irónica y tierna, flor de su imagen.

Viéndolo se piensa inmediatamente en un niño rana, parado sobre las patas de atrás, sus hombros infantiles, angostos y redondos, terminan en unas manos maravillosas, pequeñas y de fino dibujo, sensibles y sutiles como antenas, que comunican con el universo entero. Es asombroso que esas manos hayan servido para pintar tanto y trabajen todavía infatigablemente. Su forma es la de un monstruo entrañable”.

Unica grabación radiofónica de Frida Kahlo. Escanear para escuchar

 

Las 21 Condiciones

Las 21 Condiciones

Las 21 Condiciones

“La Internacional Comunista se ha ganado las simpatías de la inmensa mayoría de los trabajadores
conscientes del mundo entero y se está convirtiendo en una fuerza cada vez más poderosa.”

formuló ninguna condición precisa para la admisión de los partidos a la Tercera Internacional. Cuando el primer congreso fue convocado, en la mayoría de los países solamente había corrientes y grupos comunistas.

El segundo congreso de la Internacional Comunista se reúne en circunstancias distintas. Actualmente en la mayor parte de los países no hay solamente corrientes y grupos comunistas, sino partidos y organizaciones comunistas.

A menudo se formula la petición de admisión a la Internacional Comunista por parte de partidos y grupos que hasta hace poco pertenecían todavía a la Segunda Internacional, pero que en realidad no se han convertido en comunistas. La Segunda Internacional ha quebrado definitivamente. Los partidos con una posición intermedia y los grupos centristas, al darse cuenta de que la Segunda Internacional es del todo irrecuperable, intentan encontrar apoyo en la Internacional Comunista, que cada vez es más fuerte. Pero a la vez que hacen esto esperan mantener una “autonomía” suficiente que les permita continuar la vieja política oportunista o “centrista”. La Internacional Comunista, en cierta medida, se está poniendo de moda.

El deseo de algunos de los principales grupos “centristas” de adherirse a la Internacional Comunista es una prueba indirecta del hecho de que ésta se ha ganado las simpatías de la inmensa mayoría de los trabajadores conscientes del mundo entero y de que se está convirtiendo en una fuerza cada vez más poderosa.

Sobre la Internacional Comunista se cierne el peligro de una contaminación de elementos inestables e indecisos que todavía no han repudiado completamente la ideología de la Segunda Internacional.

Además, en alguno de los partidos más consistentes (Italia, Suecia, Noruega, Yugoslavia, etc.) en los que la mayoría se ha adherido al punto de vista comunista, persiste todavía una corriente reformista y socialpacifista que espera solamente el momento propicio para volver a levantar la cabeza y empezar el sabotaje activo de la revolución proletaria, ayudando de esta manera a la burguesía y a la Segunda Internacional.

Ningún comunista debe olvidar la lección de la revolución húngara. El proletariado húngaro ha pagado un carísimo precio por la fusión de los comunistas húngaros con los socialdemócratas llamados de “izquierda”.

Por eso el segundo congreso de la Internacional Comunista juzga necesario formular con absoluta precisión las condiciones para la admisión de nuevos partidos, e indicar a los partidos que ya se han adherido los deberes que tienen.

El segundo Congreso de la Internacional Comunista pone las siguientes condiciones de adhesión a la Internacional Comunista:
1.- Toda la actividad de propaganda y agitación debe ser de naturaleza auténticamente comunista y conforme al programa y a las decisiones de la Internacional Comunista. Toda la prensa de partido debe estar bajo la dirección de comunistas de mucha confianza que hayan dado prueba de devoción a la causa del proletariado. La dictadura del proletariado no debe ser considerada simplemente como una fórmula de uso corriente para repetirla mecánicamente, hay que propugnarla de un modo que haga comprensible su necesidad a cualquier obrero u obrera común, a cualquier soldado o campesino, partiendo de los hechos de sus vidas cotidianas, los cuales nos tienen que servir continuamente como argumento en nuestra prensa.

Los periódicos y demás publicaciones, así como todas las editoriales del partido, deben estar completamente subordinadas al presidium del partido, independientemente del hecho de que en un momento dado el partido sea legal o clandestino. No se puede permitir que las editoriales abusen de independencia y desarrollen una línea política que no esté en absoluta armonía con la línea política del partido.

En los artículos de la prensa, en las asambleas públicas, en los sindicatos y en las cooperativas, donde quiera que los adherentes a la Internacional Comunista estén presentes, es necesario denunciar, sistemática e implacablemente, no sólo a la burguesía, sino también a sus servidores, los reformistas de cualquier tipo.

2.- Cualquier organización que quiera adherirse a la Internacional Comunista debe quitar por norma a reformistas y centristas de todos los cargos de responsabilidad dentro del movimiento obrero (organizaciones de partido, comités de redacción, sindicatos, grupos parlamentarios, cooperativas, órganos de gobierno locales, etc.) y sustituirlos con comunistas probados, incluso aunque, sobre todo al inicio, sea necesario sustituir oportunistas “expertos” por simples trabajadores de base.

3.- En casi todos los países de Europa y América la lucha de clase está entrando en la fase de la guerra civil. En esta situación los comunistas no pueden de ninguna manera depender de la legalidad burguesa. Estos están obligados a crear por todas partes una organización clandestina paralela que en el momento decisivo ayudará al partido a cumplir su deber con la revolución. En todos los países en los que los comunistas no están en condiciones de operar legalmente, a causa del estado de sitio o de leyes de excepción, es absolutamente necesario combinar la actividad legal con la clandestina.

4.- Dentro del deber de divulgar las ideas comunistas merece mención especifica el desempeño de dicho deber en el ejército, con una actividad de propaganda sistemática y enérgica. Allí donde tal labor de agitación se vea impedida por las leyes de excepción, hay que llevarla a cabo clandestinamente. El rechazo a desempeñar semejante tarea equivaldría a repudiar el deber revolucionario y es incompatible con la pertenencia a la Internacional Comunista.

5.- Es necesario hacer un trabajo de agitación sistemático y programado en el campo. La clase obrera no puede consolidar su victoria si no se asegura, por medio de su propia línea política, el apoyo del proletariado rural y de al menos una parte de los campesinos más pobres, así como la neutralidad de parte de la población rural restante. Actualmente la actividad comunista en las zonas rurales está adquiriendo una importancia de primer orden. Es necesario llevarla a cabo principalmente con la ayuda de los trabajadores comunistas de la ciudad y del campo que tengan relación estrecha con éste. El descuidar este trabajo o abandonarlo en las manos de los nada fiables semireformistas equivale a renunciar a la revolución proletaria.

6.- Todo partido que quiera pertenecer a la Internacional Comunista tiene la obligación de desenmascarar no solamente al socialpatriotismo declarado, sino también la falsedad y la hipocresía del socialpacifismo, de hacer ver sistemáticamente a los trabajadores que sin el abatimiento revolucionario del capitalismo ninguna corte internacional de arbitraje, ningún acuerdo para la limitación de armamento, ninguna reorganización “democrática” de la Sociedad de las Naciones, podrá impedir nuevas guerras imperialistas.

7.- Los partidos que quieran adherirse a la Internacional Comunista tienen la obligación de reconocer la necesidad de una ruptura completa y absoluta con el reformismo y con la línea política de “centro”, y de propugnar todo lo que se pueda esta ruptura entre los propios miembros. Sin esto no es posible ninguna línea política coherentemente comunista.

La Internacional Comunista exige rotunda y categóricamente que tal ruptura se produzca lo antes posible. La Internacional Comunista no puede permitir que oportunistas tristemente famosos como Turati, Modigliani, Kautsky, Hilferding, Hillquit, Longuet, MacDonald, etc., tengan el derecho de pasar por miembros de la Internacional Comunista. Esto no podría dejar de llevar a la Internacional Comunista a un estado de ruina similar al de la Segunda Internacional.

8.- Los partidos comunistas de países en los que la burguesía está en posesión de colonias y oprime otras naciones es necesario que tengan una actitud particularmente explícita y clara sobre la cuestión de las colonias y los pueblos oprimidos. Todo partido que quiera formar parte de la Internacional Comunista tiene la obligación de desenmascarar los trucos y engaños de sus “propios” imperialistas en las colonias, de apoyar no solo de palabra sino con hechos todo movimiento de liberación en las colonias, de pedir que los imperialistas de su país sean expulsados de tales colonias, de infundir en los trabajadores de su propio país una actitud de verdadera fraternidad con los trabajadores de las colonias y los pueblos oprimidos, y de hacer sistemáticamente una labor de propaganda entre las tropas de su propio país para que no colaboren con la opresión de los pueblos coloniales.

Comunista debe desarrollar una actividad sistemática y duradera en los sindicatos, en los consejos obreros y en los comités de empresa, en las cooperativas y en las otras organizaciones de masa de trabajadores. Se necesita constituir dentro de dichas organizaciones células comunistas que por medio de un trabajo constante e infatigable conquisten para la causa del comunismo a los sindicatos, etc. En su labor cotidiana las células tienen que dar a conocer en todas partes las traiciones de los socialpatriotas y la irresolución de los centristas. Las células comunistas deben estar completamente subordinadas al conjunto del partido.

10.- Todo partido que pertenezca a la Internacional Comunista tiene la obligación de entablar una lucha inexorable contra la “Internacional” de Ámsterdam de sindicatos amarillos. Debe difundir con todo vigor entre los sindicalistas la necesidad de una ruptura con la Internacional amarilla de Ámsterdam. Debe hacer todo lo posible por apoyar a la Asociación internacional de sindicatos rojos, asociada a la Internacional Comunista, actualmente en vía de formación.

11.- Los partidos que quieran adherirse a la Internacional Comunista tienen la obligación de someter a revisión los componentes de sus grupos parlamentarios y destituir a todos los elementos desleales, de hacer que tales grupos estén subordinados al presidium del partido no solo de palabra sino en los hechos, exigiendo que cada parlamentario individual comunista subordine toda su actividad a los intereses de una propaganda y una agitación auténticamente revolucionarias.

12.- Los partidos que pertenezcan a la Internacional Comunista deben basarse en el principio del centralismo democrático. En el momento actual de dura guerra civil el Partido comunista sólo podrá realizar su cometido si su organización está lo más centralizada posible, si se impone dentro de ella una disciplina férrea y si el centro dirigente del partido, apoyado en la confianza de sus miembros, tiene fuerza y autoridad y se le dota de los más amplios poderes.

13.- Los partidos comunistas de los países en los que los comunistas operan en la legalidad de vez en cuando deben emprender un trabajo de depuración (reinscripción) entre los miembros del partido para desembarazarse de todos los elementos pequeños burgueses que se hayan infiltrado.

14.- Todo partido que quiera adherirse a la Internacional Comunista tiene la obligación de apoyar incondicionalmente todas las repúblicas soviéticas en la lucha contra las fuerzas contrarrevolucionarias. Los partidos comunistas deben llevar a cabo una propaganda explícita para impedir el envío de municiones a los enemigos de las repúblicas soviéticas; además deben realizar una labor de propaganda, con todos los medios, tanto legales como ilegales, entre las tropas enviadas a sofocar las repúblicas obreras.

15.- Los partidos que todavía mantienen los viejos programas socialdemócratas tienen la obligación de someterlos a revisión lo antes posible, y de redactar, teniendo en cuenta las condiciones particulares de su país, un nuevo programa comunista que esté en conformidad con las decisiones de la Internacional Comunista.

Como norma el programa de cada partido perteneciente a la Internacional Comunista debe ser ratificado por un congreso regular de la Internacional Comunista o por el Comité Ejecutivo. Si el programa de un partido no obtuviese la ratificación del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, el partido en cuestión tiene el derecho de apelar al congreso de la Internacional Comunista.

16.- Todas las decisiones de los congresos de la Internacional Comunista, así como las decisiones de su Comité Ejecutivo, son vinculantes para todos los partidos pertenecientes a la Internacional Comunista. La Internacional Comunista, que opera en una situación de dura guerra civil, debe tener una estructura mucho más centralizada que la de la Segunda Internacional. Naturalmente la Internacional Comunista y su Comité Ejecutivo deben tener en cuenta en todas sus actividades la diversidad de situaciones en las que se encuentra cada partido para luchar y actuar, y deben tomar decisiones vinculantes para todos únicamente cuando tales decisiones sean posibles.

17.- En este sentido, todos los partidos que quieran adherirse a la Internacional Comunista deben cambiar de nombre. Todo partido que quiera pertenecer a la Internacional Comunista debe llamarse: Partido Comunista de tal o cual país (sección de la Internacional Comunista). El hecho del nombre no es solamente una cuestión formal, sino una cuestión exquisitamente política y de gran importancia. La Internacional Comunista ha declarado la guerra a todo el mundo burgués y a todos los partidos de la socialdemocracia amarilla. La diferencia entre los partidos comunistas y los viejos partidos “socialdemócratas” o “socialistas” oficiales, que han traicionado la bandera de la clase obrera, debe hacerse comprensible para cualquier simple trabajador.

18.- Todos los principales órganos de prensa de partido de todos los países tienen la obligación de publicar todos los documentos oficiales importantes del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.
19.- Todos los partidos pertenecientes a la Internacional Comunista y los que han hecho la petición de admisión tienen la obligación de convocar lo antes posible, y en cualquier caso dentro de los cuatro meses siguientes al segundo congreso de la Internacional Comunista, un congreso extraordinario para examinar todas estas condiciones de admisión. Por este motivo todas las centrales de partido deben comprobar que las decisiones del segundo congreso de la Internacional Comunista han sido comunicadas a todas las organizaciones locales.

20.- Los partidos que ahora quieren entrar en la Internacional Comunista, pero que no han cambiado todavía radicalmente su vieja estrategia, antes de entrar en la Internacional Comunista deben hacer que su comité central y todos los organismos dirigentes centrales estén compuestos por no menos de dos tercios de compañeros que ya antes del segundo congreso propugnaran públicamente e inequívocamente la entrada de su partido en la Internacional Comunista. Se pueden hacer excepciones con el consenso del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista también tiene el derecho de hacer excepciones en el caso de los representantes centristas mencionados en el párrafo 7.

21.- Los miembros del partido que rechacen como principio las condiciones y tesis elaboradas por la Internacional Comunista deben ser expulsados del partido.

Lo mismo es válido en especial para los delegados a los congresos extraordinarios.

Moscú 30 de julio de 1920
II Congreso de la Internacional Comunista

 

 

El Primer subsidio

El Primer subsidio

El primer subsidio

“¿Vive aquí el Comisario popular Kollontay? Tengo que verle. Traigo aquí este papelito para él, del bolchevique principal, de Lenin.”

 EL PRIMER SUBSIDIO
Aquel Octubre de 1917 era gris, ventoso. El viento agitaba las copas de los árboles en el jardín del Smolny, del edificio de interminables y tortuosos pasillos y grandes y luminosas salas, con ese vacío propio de las estancias oficiales, donde se llevaba a cabo un trabajo intenso, que el mundo no había conocido nunca. Hacía dos días que el Poder había pasado a manos de los Soviets. Del Palacio de Invierno eran dueños los obreros y los soldados. El gobierno de Kerenski no existía ya. Pero cada uno de nosotros comprendía que aquello era solamente el primer peldaño de la dura escalera que conducía a la emancipación de los trabajadores y a la creación de una República nueva, laboriosa, sin precedente en la tierra

.
El Comité Central del Partido de los bolcheviques se alojaba en una pequeña habitación lateral con una mesa sencilla en el centro, periódicos en las ventanas y en el suelo y unas cuantas sillas. No sé ya para qué había llegado yo allí entonces, pero sí recuerdo que Vladímir Ilich no me dejó siquiera plantear la cuestión. Al verme, decidió en el acto que yo debía hacer algo más necesario que aquello que me proponía.
—Vaya ahora mismo a encargarse del Ministerio de Asistencia Social del Estado. Hay que hacerlo inmediatamente.
Vladímir Ilich estaba tranquilo, casi alegre. Bromeó un poco y, en seguida, pasó a ocuparse de otro asunto.
No recuerdo por qué fui para allá sola, sólo se me quedó grabado en la memoria el húmedo día de octubre en que llegué a la puerta del Ministerio de Asistencia Social del Estado, que se encontraba en la calle de Kazán. El portero, de elevada estatura y buena presencia, con barba canosa y galoneado uniforme, entreabrió la puerta y me examinó de pies a cabeza.
—¿Quién de sus jefes está aquí ahora? —traté de informarme.
—Las horas de visita para las peticiones han terminado —me respondió tajante el galoneado viejo de buena presencia…
—Pero yo no vengo a hacer ninguna petición. ¿Quién hay aquí de los altos funcionarios?
—Ya le han dicho a usted, en ruso, que se recibe a las solicitantes desde la una hasta las tres, y ahora, mire el reloj, son más de las cuatro.
Yo insistí, él se mantuvo en sus trece. De nada sirvieron razones. Las horas de visita habían terminado. Y tenía orden de no dejar pasar a nadie.
A pesar de la prohibición, intenté subir por la escalera.
Pero el testarudo viejo se alzó ante mí como un muro impenetrable, sin dejarme avanzar ni un paso.
Y me tuve que ir sin conseguir nada, porque tenía prisa para acudir a un mitin. Y los mítines en aquellos días eran lo más importante, lo fundamental. Allí, entre las masas de soldados y desposeídos de la ciudad, se decidía la cuestión de la existencia del Poder soviético, de si lo mantendrían los obreros y campesinos con capotes de soldado o vencería la burguesía.
A la mañana siguiente, muy tempranito, sonó el timbre de la vivienda donde me había instalado al salir de la cárcel en que me metiera Kerenski. El timbrazo era insistente.
Abrimos. Apareció un mujik pequeñajo con zamarrilla, laptis* y barba.
—¿Vive aquí el Comisario popular Kollontay? Tengo que verle. Traigo aquí este papelito para él, del bolchevique principal, de Lenin.
Miro y veo que efectivamente en el trozo de papel hay escrito, de puño y letra de Vladímir Ilich:
“Entréguele cuanto le corresponda por el caballo, de los fondos de Asistencia Social del Estado”.
El mujik, cachazudo, iba contando todo. En tiempos del zar, en vísperas de Febrero le habían requisado ya el caballo para necesidades de la guerra. Le prometieron pagárselo a precio razonable. Pero pasó el tiempo, y no recibió aviso alguno de pago. Entonces, el mujik fue a Piter** y estuvo dos meses llamando a las puertas de todas las instituciones del Gobierno Provisional, sin ningún resultado. Le mandaban, como a una pelota, de una oficina a otra. Derrochó paciencia hasta que se le acabó el dinero. Y en aquel momento se enteró, de pronto, de que había unos hombres, llama-dos bolcheviques, que devolvían a los obreros y a los campesinos todo lo que les habían quitado los zares y los terratenientes, así como lo que le había sido arrebatado al pueblo durante la guerra. Para ello, sólo hacía falta recibir un papelito del bolchevique principal, de Lenin. Aquel mujik pequeñajo había encontrado a Vladímir Ilich, en el Smolny. Antes de que empezara a clarear, le había hecho levantarse y había conseguido el papelito que me mostraba, pero que no me entregaba.
—Cuando reciba el dinero, lo entregaré. Y mientras tanto, mejor será que lo tenga yo. Es lo más seguro.
¿Qué hacer con el mujik pequeñajo y su caballo? Pues el Ministerio continuaba en manos de los funcionarios del Gobierno Provisional. Eran tiempos raros: el Poder estaba ya en manos de los Soviets, el Consejo de Comisarios del Pueblo era bolchevique pero las instituciones oficiales, como vagones lanzados, seguían por los raíles de la política del Gobierno Provisional.
¿Cómo hacerse cargo del Ministerio? ¿Por la fuerza? Todos huirían, y nos quedaríamos sin funcionarios.
Decidimos proceder de otra manera: celebrar una reunión de delegados del sindicato de empleados subalternos. Lo presidía el mecánico I. Egórov. El sindicato era muy particular —un verdadero surtido de profesiones— y lo integraban cuantos, con arreglo a la plantilla correspondiente trabajaban en calidad de personal subalterno: carteros, hermanas de la caridad, encarga-dos de las estufas, contables, escribientes, mecánicos, obreros y obreras de la fábrica de naipes, guardas y practicantes.
Examinamos la situación. Se actuó de un modo ejecutivo. Elegimos un Consejo, y a la mañana siguiente fuimos a hacernos cargo del Ministerio.
Entramos. El portero de los galones, que no simpatizaba con los bolcheviques, no había asistido a la reunión. Su gesto era desaprobatorio, pero nos dejó pasar. Empezamos a subir por la escalera; en dirección contraria a nosotros, descendía un río de funcionarios, mecanógrafas, tenedores de libros, jefes… Bajaban corriendo, precipitadamente, no querían ni mirarnos. Nosotros para arriba, ellos para abajo. El sabotaje de los funcionarios había comenzado. Quedaron solamente algunas personas. Manifestaron que estaban dispuestas a trabajar con nosotros, con los bolcheviques. Entramos en los despachos y en las oficinas del Ministerio. Todo estaba vacío. Las máquinas de escribir abandonadas, los papeles tirados por el suelo. Y los libros de entradas y de salidas habían sido recogidos. Estaban encerrados. Y no teníamos las llaves. Tampoco estaban allí las llaves de la Caja.
¿Quién las tendría? ¿Cómo íbamos a trabajar sin dinero? La asistencia social del Estado era una institución cuya labor no era posible detener, pues abarcaba los asilos, a los mutilados de guerra, los talleres de ortopedia, los hospitales, los sanatorios, las leproserías, los reformatorios, los colegios de señoritas y las casas de ciegos… ¡Enorme campo de acción! De todas partes presionaban, exigían… Y no teníamos las llaves. Pero el más tenaz de todos era el mujik pequeñajo que había venido con el papelito de Lenin. Cada mañana, apenas amanecía, ya estaba en la puerta.
—¿Qué hay del pago del caballo? Era muy bueno. De no haber sido tan fuerte y tan sufrido, no pondría tanto empeño en que me lo pagaran.
Al cabo de dos días, aparecieron las llaves. La primera salida de la Caja de Asistencia Social fue el pago del caballo que el gobierno zarista arrebatara, con engaños y a la fuerza, al campesino aquel, al mujik pequeñajo, que con tanta tenacidad había sabido percibir íntegramente, con arreglo al papelito de V I. Lenin, la cantidad que le correspondía.

Alexandra Kollontay
*. Calzado, parecido a unas abarcas.
**. Piter: Petrógrado.

Publicamos este magnífico relato de Alexandra Kollontay, porque ilustra como pocos cómo era aquel momento de idealismo y cambios por la base, de trasformaciones completas de la sociedad, desatado por la Revolución de Octubre. Alexandra fue una de las protagonistas de ese tiempo, siendo elegida Comisaria del Pueblo para la Asistencia Social, en el primer gobierno soviético. Amiga y colaboradora de Lenin, de Insessa Armad, y de Clara Zetkin, participó junto a ellas en la gestación de la III Internacional, de la que trata este número de Herri, ocupándose junto a ambas mujeres de desarrollar una sección de mujeres en la Internacional comunista.
“El Congreso de la Internacional Comunista constata que sólo la lucha común de obreros y obreras puede garantizar el éxito de todas las tareas propuestas, así como la victoria definitiva del proletariado mundial y la abolición definitiva del régimen capitalista. El aumento colosal de la mano de obra femenina en todas las ramas de la economía, el hecho de que al menos la mitad de todas las riquezas producidas a escala mundial procedan del trabajo femenino, además del importante papel, por todos reconocido, que las obreras desempeñan en la edificación de la nueva sociedad comunista, en la reforma de la vida familiar, en la realización de la educación socialista, comunitaria, de los niños, cuyo objetivo consiste en preparar a ciudadanos trabajadores e impregnados de espíritu solidario para la república de los consejos, son todos ellos factores que imponen a todos los partidos que se adhieran a la Internacional Comunista el deber imperativo de emplear todas sus fuerzas y energía para atraer a las obreras al Partido y de utilizar todos los medios para educarlas en el sentido de la nueva sociedad y de la ética comunista desde el punto de vista social y familiar. La dictadura del proletariado sólo se puede realizar y mantener con la participación enérgica y activa de las obreras.”
Intervención de Alexandra Kollontay en el I Congreso de la Internacional Comunista. Moscú, 6 de marzo de 1919.

La trayectoria revolucionaria de Alexandra, es muy dilatada. Nació en San Petersburgo el 31 de marzo de 1872, en un entorno acomodado, ya que su madre era descendiente de una próspera familia finlandesa con negocios madereros, y el padre un general zarista, que, sin embargo, imbuido de un espíritu liberal y abierto en el ámbito familiar, le inculcó la curiosidad por el estudio, la historia, la política. Tomó contacto con la Revolución tras la sangrienta represión de la revuelta de 1905 frente al palacio de invierno, que presenció en persona. Escribió artículos de condena en la prensa rusa y comenzó una labor para organizar a las entre las mujeres trabajadoras. Se opuso frontalmente a la Gran Guerra de 1914-1918, lo que le llevó a las filas bolcheviques., los más consecuentes opositores al patriotismo criminal que llevaba a la contienda fraticida. Desde el Comité Central apoyó a Lenin en las famosas Tesis de abril, que indicaban el camino insurreccional, la superación de la fase burguesa y el paso a la revolución socialista apoyándose en el poder democrático de los soviets. Como Comisaría del Pueblo para la Asistencia Social fue una de las personas que más trabajaron para conseguir los derechos y libertades de las mujeres, modificando aspectos de las leyes que hacían a la mujer una subordinada del hombre, le negaban el derecho al voto y la hacían ganar menos salario y trabajar en peores condiciones que los varones. La Revolución consiguió poner las bases para igualdad real entre hombres y mujeres, liberando las relaciones familiares y las relaciones sexuales. Se aprobaron el divorcio y el aborto, otorgando a las mujeres beneficios sociales en forma de salarios de maternidad, guarderías y hogares para los niños. Se desarrollaron campañas de información para dar a conocer a las mujeres sus nuevos derechos. Y de todos esos cambios generados por la Revolución rusa, Alexandra fue la principal impulsora. Terminó sus días políticos como embajadora de la URSS en México, Noruega y Suecia, jubilándose en 1945.

Alexandra Kollontay

Redacción de Herri

POEMA NANAS DE LA CEBOLLA

POEMA NANAS DE LA CEBOLLA

POEMA NANAS DE LA CEBOLLA

De Miguel Hernández.

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

Escanear para escuchar

 

 

POEMA ROSARIO DINAMITERA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

POEMA ROSARIO DINAMITERA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

POEMA ROSARIO DINAMITERA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.

Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario,
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, Rosario.

Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella!

Rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.

Escanear paa escuchar

 

POEMA EUZKADI DE MIGUEL HERNÁNDEZ

POEMA EUZKADI DE MIGUEL HERNÁNDEZ

POEMA EUZKADI
DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Italia y Alemania dilataron sus velas
de lodo carcomido,
agruparon, sembraron sus luctuosas telas,
lanzaron las arañas más negras de su nido.

Contra España cayeron y España no ha caído.

España no es un grano,
ni una ciudad, ni dos, ni tres ciudades.
España no se abarca con la mano
que arroja en su terreno puñados de crueldades.

Al mar no se lo tragan los barcos invasores,
mientras existe un árbol el bosque no se pierde,
una pared perdura sobre un solo ladrillo.
España se defiende de reveses traidores,
y avanza, y lucha, y muerde
mientras le quede un hombre de pie como un cuchillo.

Si no se pierde todo no se ha perdido nada.

En tanto aliente un español con ira
fulgurante de espada,
¿se perderá? ¡Mentira!

Mirad, no lo contrario que sucede,
sino lo favorable que promete el futuro,
los anchos porvenires que allá se bambolean.
El acero no cede,
el bronce sigue en su color y duro,
la piedra no se ablanda por más que la golpean.

No nos queda un varón, sino millones,
ni un corazón que canta: ¡soy un muro!,
que es una inmensidad de corazones.

En Euzkadi han caído no sé cuántos leones
y una ciudad por la invasión deshechos.
Su soplo de silencio nos anima,
y su valor redobla en nuestros pechos
atravesando España por debajo y encima.

No se debe llorar, que no es la hora,
hombres en cuya piel se transparenta
la libertad del mar trabajadora.

Quien se para a llorar, quien se lamenta
contra la piedra hostil del desaliento,
quien se pone a otra cosa que no sea el combate,
no será un vencedor, será un vencido lento.

Español, al rescate
de todo lo perdido.
¡Venceré! has de gritar sobre cada momento
para no ser vencido.

Si fuera un grano lo que nos quedara,
España salvaremos con un grano.
La victoria es un fuego que alumbra nuestra cara
desde un remoto monte cada vez más cercano.

Testamento Poético

Testamento Poético

Testamento Poético

Dedicatoria de “Vientos del pueblo” por Miguel Hernández.

Vicente: A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres.

Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarrras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere, deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido. Ante la sombra de dos poetas, nos levantamos otros dos, y ante la nuestra se levantarán otros dos de mañana. Nuestro cimiento será siempre el mismo: la tierra. Nuestro destino es parar en las manos del pueblo. Sólo esas honradas manos pueden contener lo que la sangre honrada del poeta derrama vibrante. Aquel que se atreve a manchar esas manos, aquellos que se atreven a deshonrar esa sangre, son los traidores asesinos del pueblo y la poesía y nadie los lavará: en su misma suciedad quedarán cegados.

Tu voz y la mía irrumpen del mismo venero. Lo que echo de menos a mi guitarra, lo hallo en la tuya.
Pablo Neruda y tú me habéis dado imborrables pruebas de poesía, y el pueblo hacia el que tiendo todas mis raices, alimenta y ensancha mis ansias y mis cuerdas con el soplo cálido de sus movimientos nobles.

Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Hoy, este hoy de pasión, de vida, de muerte, nos empuja de imponente modo a ti, a mí, a varios, hacia el pueblo. El pueblo espera a los poetas con las orejas y el alma tendidas al pie de cada siglo.

Dedico este libro a Vicente Aleixandre

Andrés Martín

Andrés Martín

Andrés Martín

Secretario general de la F.C.D.O, Federación Cultural Deportiva Obrera de España, y Secretario técnico de las Olimpiadas Populares de Barcelona.

No somos justos

a F.C.DO fue un organismo creado por la Inter-nacional Deportiva Roja (IDR) en 1931, como una de las organizaciones paralelas auspiciadas por la Internacional Comunista; y se convirtió en el verdadero motor del deporte obrero y popular en España. Fue también el embrión del Comité Catalán por el Deporte Popular (CCDP), el impulsor principal de las Olimpiadas Populares.
Así describe Andrés Martín, su trabajo al frente de la F.C.D.O:
“Corresponde a la FCDO unir las fuerzas de los deportistas y crear una gran organización deportiva y cultural del Frente Popular, con la contribución de todos los elementos progresistas, explotando las grandes posibilidades que ofrece el hecho de tener en España un gobierno de izquierda”.
Lamentablemente se produjo el golpe militar que abortó las Olimpiadas y cortó la labor de las FCDO, obligando a todos sus activistas a convertirse en milicianos. La guerra contra la que habían organizado las Olimpiadas Populares, que sentían amenazante y tan cerca, se presentó de sopetón para refrendar su dramático pronóstico. Andrés murió fusilado en Cáceres el 20 de septiembre de 1936.

Necrológica de Andrés Martín en la prensa republicana

¡HONOR A NUESTROS HÉROES!
El comandante André Martín, dirigente nacional de juventudes y Secretario de la F.C.D.O
Ha caído Andrés Martín, uno de los miembros más destacados de la actual dirección de la Federación de Juventudes Socialistas Unificadas, miembro desde hace años del Buró del Comité Central de la U.J.C. y actualmente secretario general de la F.C.D.O.
Ha caído como caen los valientes, sin retroceder un solo paso, al frente de sus dos compañías del batallón “Pasionaria”. Herido de gravedad, continuó firme hasta que cayó prisionero y fue fusilado inmediatamente por los regulares de Yagüe.
Con él pierde la juventud uno de sus mejores dirigentes, pero su esfuerzo no ha sido estéril. La dura resistencia que opuso a la columna de Yagüe facilitó extraordinariamente la acción de nuestras Milicias. Su obra de los últimos días, la organización del batallón “Pasionaria”, se mantiene más potente que nunca, y vengará a su comandante.

Paulina Abramson, fue la compañera y esposa de Andrés Martín. Nacida en 1915 en Argentina, hija de Benjamín Abramson, un emigrado político que en 1910 huyó de la Rusia zarista por una condena a muerte. Tras la Revolución de octubre, la familia partió de Buenos Aires, en 1932, para volver a la URSS e incorporarse a la construcción del socialismo. La vida de los Abramson, entusiastas revolucionarios, no fue sin embargo un camino fácil en la Unión Soviética, sino que estuvo plagado de fatalidades. Paulina, sin apenas conocer el idioma ruso, comenzó a frecuentar en Moscú el club para emigrados políticos para italianos, húngaros, polacos, alemanes, latinoamericanos, españoles. Allí conoció a Andrés Martín, que usaba el nombre ficticio de Enrique Pérez en la clandestinidad moscovita, y era representante de Unión de Juventudes Comunistas de España en la Internacional Juvenil Comunista. Se enamoraron, y se casaron cuando Paulina contaba con sólo 21 años. Ambos fueron a España a defender la República, Andrés falleció en el combate, y Paulina fue intérprete del célebre periodista de Pravda Mijail Koltsov, del gran cineasta Roman Karmen, en sus estancias por España. Así describe Paulina el ambiente en el que conocieron y a su primer amor.

“Mi primer amor fue Enrique, su verdadero nombre Andrés Martín, durante la guerra mandó el batalló Pasionaria. Fue hecho prisionero y fusilado. Sus amigos eran también los míos y cuando nos reuníamos se entablaban interminables y apasionantes charlas políticas sobre la realidad del mundo circundante que se encontraba muy distante del mundo ideado por estos jóvenes modestos, que jamás se jactaban de sus hazañas, estudiaban y trabajaban mucho. Para mí era un modelo y un ejemplo a seguir. Yo aceptaba todo lo que oía, nunca refuté, porque quería tener los conocimientos, el valor y la osadía de los que me rodeaban. Quería transformar el mundo, al igual que ellos, dispuesta a sacrificar mi vida, y, como ellos, también me preparaba para las cárceles. Lo que me daba inmenso desasosiego era pensar en las futuras torturas. Conocía por boca de estos jóvenes todos los azares del mundo de las futuras revoluciones. En la sección de la Juventud Comunista de la Unión Soviética se encontraban los ideólogos con quienes los representantes de otras secciones consultaban y no daban un paso sin el visto bueno de aquéllos. Sentían adoración por los dirigentes juveniles soviéticos. A veces me parecía que los consideraban semidioses”

Paulina Abramson
Mosaico roto.
Ediciones “Compañía literaria”

 

El Himno de los juegos olímpicos de Barcelona

El Himno de los juegos olímpicos de Barcelona

El Himno de los juegos olímpicos de Barcelona

HIMNE DE L’OLIMPIADA POPULAR Josep M. de Sagarra (1894-1961) Música compuesta por Hanns Eisler.

HIMNO EN CATALÁN

No és per odi, no és per guerra
que venim a lluitar a cada terra.
Sota el cel blau
l’únic mot que ens escau
és un crit d’alegria i de pau.

Fora enveges, fora noses!
Afirmem contra el viure estret
el nostre dret
a fer un aire més net,
a fer un món més ple de roses.

Cors enlaire! Llum als braços!
Sempre àgils i ardits, els nostres passos!
Donem-nos les mans
per sentir-nos germans
sota el verd dels llorers triomfants!

Força i vida, primavera,
ritme, gràcia, esforç i voluntat,
tots hem triat
en l’esclat del combat
perquè ens facin de bandera!

Pel més àgil, pel més destre
sigui el sol immortal
de la palestra.
Sigui aquest sol
que ens aplega en un vol
per cremar la mentida i el dol!

Contra els baixos crits innobles,
aixequem cap al cel les nostres mans!
Vibrin els cants
perquè es tornin més grans
i més lliures els pobles!

HIMNO EN CASTELLANO

por lo que venimos a luchar a cada tierra. Bajo el cielo azul
la única palabra que nos va
es un grito de alegría y de paz.

¡Fuera envidias, fuera lo que estorba!
Afirmemos contra el vivir estrecho
nuestro derecho
a hacer un aire más neto,
a hacer un mundo más lleno de rosas.

¡Arriba, corazones! ¡Luz a los brazos!
Siempre ágiles y audaces, nuestros pasos.
¡Démonos las manos
para sentirnos hermanos
bajo el verde de los laureles triunfando!

¡Fuerza y vida, primavera,
esfuerzo y voluntad, gracia y ritmo,
todos hemos elegido
del combate en su estallido
para que nos hagan de bandera!

Para el más ágil, para el más diestro
sea el sol inmortal
de la palestra.
¡Sea este sol
que nos congrega en un vuelo
para quemar la mentira y el duelo!

¡Contra los bajos gritos rastreros,
alcemos al cielo nuestras manos!
¡Vibren los cantos
para que se vuelvan más grandes
y libres los pueblos!

Traducción de Marc Granell
Poeta

 

Los otros juegos olímpicos de Barcelona

Los otros juegos olímpicos de Barcelona

Los otros juegos olímpicos de Barcelona.

“Eduardo Vivancos” Artículo escrito originalmente en catalán en el año 1992 y aparecido en la revista “Flama”, órgano del Casal Català de Toronto.

Los Juegos de la XXV Olimpiada han hecho de Barcelona el punto de mira de millones de personas alrededor del mundo. Parece como si Barcelona hubiera sido redescubierta. Todo el mundo habla de ella. La prensa y la televisión nos han traído imágenes que parecen venir de un país de maravillas. Imágenes de la ciudad entera, de sus monumentos distintivos, del Barrio Gótico, de la Villa Olímpica, del flamante Palau Sant Jordi, de las numerosas instalaciones deportivas y del Estadio Olímpico de Montjuïc.

Estadio de Montjuïc, para algunos de mi generación lleno de recuerdos y de cierta nostalgia. Mentalmente veo este estadio como era hace 56 años. Grupos de jovencitos entusiasmados y llenos de ilusiones íbamos allí diariamente para entrenarse, con el propósito de poderse clasificar y poder participar en la Olimpiada de Barcelona. Sí, digo bien, en la Olimpiada de Barcelona, que había de tener lugar hace exactamente 56 años, a pesar de que ahora no se hable mucho de aquel acontecimiento. Pero antes de continuar la historia de aquella olimpiada, desgraciadamente frustrada por trágicas circunstancias, giremos las hojas del libro del tiempo y repasemos brevemente la historia de los Juegos Olímpicos modernos.

Su iniciador fue el francés Pierre de Coubertin, un humanista que creía que la participación de hombres de todo el mundo en competiciones deportivas aportaría un espíritu de amistad, de hermandad y de comprensión entre los participantes fuera cual fuera su origen étnico, sus creencias y su posición social. Digamos de paso que los objetivos idealistas de Pierre de Coubertin no se han realizado completamente y los Juegos han quedado muy a menudo desvirtuados por manipulaciones políticas, racismo, intolerancia, comercialismo y la ambición de querer ganar a toda costa, utilizando para conseguirlo, medios muy poco éticos, en contraste con el deseo expresado para Coubertin cuando dijo: “Lo más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar, sino participar; lo más importante en la vida no es el triunfo, sino el esfuerzo por conseguirlo”.

El ideal que Pierre de Coubertin propone a los participantes no se identifica sólo con la victoria, sino con el espíritu caballeroso del deporte, su práctica desinteresada, la aceptación cortés de la suerte, favorable o adversa, la colaboración amistosa entre las naciones, las razas y los hombres en general, objetivos que constituyen elementos morales de un valor elevado y que el público sabe igualmente apreciar.

La primera Olimpiada moderna tuvo lugar en Atenas en el año 1896 y desde entonces, excepto los años de las dos guerras mundiales, se celebra cada cuatro años en una ciudad diferente. Ya desde el principio del movimiento olímpico, los barceloneses han demostrado un interés muy grande por los Juegos. Cuando se construyó el estadio de Montjuïc en el año 1929, fue con la intención de poseer las instalaciones requeridas para poder organizarlos. En efecto, Barcelona presentó, a su debido tiempo, la candidatura para celebrar los Juegos de la XI Olimpiada prevista para el año 1936.

El Comité Olímpico Internacional se reunió en Barcelona el año 1931, pero sus miembros no llegaron a ponerse de acuerdo. Fue un año más tarde, en Los Ángeles, cuando por votación se eligió Berlín. Esta ciudad obtuvo 43 sufragios contra 16 para Barcelona y 8 abstenciones. En aquel momento en Alemania había un régimen políticamente centrista que parecía poder organizar los Juegos con cierta garantía de imparcialidad, pero en enero de 1933 Adolf Hitler ocuparía el poder y enseguida introduciría leyes de carácter racista. La imparcialidad ya no era posible a pesar de las promesas hechas por Hitler a Baillet-Latour, presidente del Comité Olímpico Internacional.

El 15 de septiembre de 1935 Hitler proclamó las Leyes de Nuremberg, privando a los judíos de la nacionalidad alemana y al mismo tiempo intensificó la persecución feroz contra todos sus opositores políticos. Estas circunstancias crearon una atmósfera de malestar. Muchos deportistas se negaron a ser instrumentos de la máquina de propaganda nazi y en muchos países se crearon comisiones a fin de encontrar una alternativa a los Juegos de Berlín. El lugar idóneo era Barcelona que, como hemos dicho más arriba, ya había presentado su candidatura unos años antes.

Como resultado se creó el Comité de la Olimpiada Popular de Barcelona bajo la presidencia de Josep Antoni Trabal; el secretario fue Jaume Miravitlles, conseller de la Generalitat de Catalunya y la fecha prevista fue del 19 al 26 de julio. Pronto llegarían adhesiones de Francia, Estados Unidos, Suiza, Canadá, Grecia, Suecia, Marruecos y muchos otros. Por razones obvias no llegaron adhesiones de Alemania pero, en cambio, se inscribieron muchos alemanes que residían fuera de su país y a los cuales estaba vedada la participación en los Juegos de Berlín.

La tarde del sábado 18 de julio, el estadio de Montjuïc hervía de actividad. Muchos atletas extranjeros se encontraban allí para entrenarse y para confraternizar con otros participantes de los Juegos. También se encontraban muchos jóvenes barceloneses miembros de la sección deportiva del Ateneo Enciclopédico Popular, de la Escuela del Trabajo de Barcelona y de otros clubes locales. Estos jovencitos tenían que practicar ejercicios gimnásticos para ser presentados al día siguiente.

Los contactos entre los dos grupos eran muy interesantes e instructivos a pesar de los evidentes problemas lingüísticos. La mayor parte de los forasteros no hablaban nada de español. Algunos de ellos empleaban palabras que acababan de aprender y que pronunciaban terriblemente dando lugar a interpretaciones divertidas. Yo mismo intenté emplear los pocos conocimientos que tenía del francés, pero sin mucho éxito. Maneras afables y calurosos estrechamientos de mano reemplazaban las palabras.

El ambiente era muy fraternal. Por primera vez en mi vida tuve la oportunidad de relacionarme directamente con personas de otros países. Aquella experiencia reforzó mi convicción de que era deseable fomentar el sentimiento de amistad entre persones de diversos orígenes étnicos y nacionales. El entusiasmo y la euforia flotaban sobre el estadio pero, desgraciadamente, mitigados por un sentimiento de temor y de tensión. Durante todo el día corrían rumores muy alarmantes sobre una inminente rebelión militar.

El gobierno aseguraba que tenía la situación controlada, pero ninguno se lo creía. Cuando los jóvenes gimnastas se preparaban para practicar sus ejercicios, uno de los organizadores anunció con voz afligida: “Unas manos fascistas han saboteado las instalaciones eléctricas. Resolveremos el problema y mañana todo estará listo para la inauguración de los Juegos”.

Paralelamente a las competiciones deportivas iba a tener lugar la Olimpiada Cultural y ya se habían previsto más de 3000 manifestaciones folclóricas. Entre los participantes en las actividades culturales se encontraba el gran violonchelista Pau Casals.

La noche del 18 de julio Pau Casals dirigía los ensayos de la Novena Sinfonía de Beethoven que la orquesta, con la colaboración del coro del Orfeó Gracienc, iba a ejecutar al día siguiente en el Teatro Grec de Montjuïc en la inauguración de la Olimpiada. Durante el ensayo se presentó un emisario oficial que, con la voz alterada, gritó: “Suspendan el ensayo. Tenemos noticias de que esta noche habrá un alzamiento militar en toda España. El concierto y la Olimpiada han sido suspendidos. Abandonen todos, inmediatamente, el local”.
Casals se quedó consternado. Se dirigió a los músicos y a los coristas y les dijo: “No sé cuándo nos volveremos a reunir; os propongo que, antes de separarnos, todos juntos ejecutemos la sinfonía”, y levantando la batuta continuó el ensayo, terminando en la parte final que dice:

Abrazaos,hombres,
ahora que un gran beso
inflama los cielos…

“¡Qué momento tan emocionante! y qué contraste” recordaba el maestro unos años más tarde. “Nosotros cantábamos el himno inmortal de la hermandad, mientras que en las calles de Barcelona, y de muchas otras ciudades, se preparaba una lucha que tanta sangre haría verter”.
La coral también había ensayado el himno de la Olimpiada Popular, escrito por el poeta Josep María de Segarra, himno que se iba a cantar ante miles de personas precisamente el día 19 de julio:

Bajo el cielo azul
la única palabra apropiada
un grito de alegría, Paz.

Pero en lugar del himno de la Paz aquel día los barceloneses sentirían el sonido de un continuo tiroteo y, a las cinco y cuarto de la mañana, un llamamiento patético desde la emisora de Radio Barcelona: “Barceloneses, el momento tan temido ha llegado; el ejército, traicionando su palabra y su honor, se ha levantado contra la República. Para los ciudadanos de Barcelona ha llegado la hora de las grandes decisiones y de los grandes sacrificios: destruir este ejército faccioso. Que cada ciudadano cumpla su deber”. “Visca la Generalitat de Catalunya! Visca la República!”.

Muchos de los atletas olímpicos participaron activamente en la lucha contra el fascismo, y una buena parte de ellos no volvería a pisar nunca más las pistas de un estadio. Así se acabó, antes de empezar, lo que podía haber sido la gran Olimpiada Popular de Barcelona, preparada con tanto entusiasmo y tanta ilusión por hombres de buena voluntad que de buena fe creían en el ideal olímpico y humano.