La sorpresa Belga

La sorpresa Belga

La sorpresa Belga

Nos encontramos en el año 2017, casi 10 años desde el comienzo de la crisis. Toda Europa está ocupada por partidos del establishment y de extrema derecha… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles belgas resiste todavía al invasor…
Más allá del paralelismo con Astérix y Obélix, el fenómeno del PTB -Partido del Trabajo de Bélgica-, está sorprendiendo a políticos y politólogos tanto por su emergencia como por su naturaleza. Nos explicamos: con las elecciones federales de 2019 aproximándose, nadie apostaba por que un partido de origen maoísta llegase al asombroso primer puesto en la región francófona de Valonia y al tercero en la región mixta de Bruselas –en la región flamenca tiene más dificultades-.

Desde luego tampoco se esperaba la velocidad con la que ha ido creciendo este último año, donde ha pasado de unos discretos 8%, 5% y 3% en Valonia, Bruselas y Flandes respectivamente en enero de 2016, a colocarse actualmente en el 24%, 14%, y 7%, en las mismas regiones. Podemos proporcionar tres explicaciones interconectadas de este acelerado éxito: sus representantes y liderazgos, su comunicación política y discurso, y su organización e implantación.

La génesis de este partido liderado por el sociólogo Peter Mertens no se emplaza en el marco del resto de partidos de extrema izquierda “old-school”, esto es, nacidos a principios de siglo XX con las movilizaciones obreras, sino que se trata de un partido surgido de las movilizaciones estudiantiles de los 60 en Bélgica. Agrupados en torno al comunista Ludo Martens, los estudiantes maoístas crearon en 1979 el núcleo del PTB, en clara oposición a la izquierda de entonces.

Una de las claves de la aceptación de este partido por parte del electorado está en los candidatos y el trabajo de comunicación política que hay detrás. Por un lado, estos representantes poseen rasgos similares a los de la población que quieren representar. No en vano el líder intelectual Peter Mertens, aparte de escribir varios libros que servirán de base teórica del partido, pasó su juventud fregando escaleras como “técnico de limpieza”.

Entre sus representantes encontramos sobre todo jóvenes, mujeres, inmigrantes y simples trabajadores, que son “entrenados” en liderazgo y análisis político en su potente centro de investigación, el Instituto de Estudios Marxistas.
Otro ejemplo es el perfil público del actual portavoz nacional, Raoul Hedebouw, que ha crecido de manera exponencial debido a sus contundentes intervenciones y las campañas que encabeza. Sus intervenciones emplean un lenguaje directo y polémico, similar al de los primeros años de Podemos, pero con menos ambigüedad y siguiendo una marcada estrategia política donde la imagen, la “marca” del partido, es esencial para comprender el porqué de su éxito.

Si bien la forma es importante, el contenido es determinante: un discurso anti-establishment, contra la “lobbycracia” europea y pro-industria, a la vez que ecologista, son sus insignias. Lo simbólico también ocupa un espacio importante ya que sus representantes se bajan el sueldo a 1.600 €, la media nacional, y se trata del único partido financiado mayoritariamente por sus afiliados.Dicho éxito también se debe a un hecho insólito en la política belga: no sólo las ponencias y discursos de los representantes del PTB son mitad en francés y mitad en flamenco, sino que la totalidad del partido está organizado en torno a este eje integrador de las dos culturas. Es el único partido nacional, es decir, que tiene presencia en todas las zonas, que interviene en todas las lenguas y que intenta representar todos los intereses lingüisticos y culturales.

Esto se combina con una efectiva implantación en los trabajadores belgas. Entre los trabajadores sindicados, insiders, pero también entre los outsiders, teniendo muy en cuenta la realidad social belga. Peter Mertens es conocido por su ensayo “La clase obrera en la era de las multinacionales”, donde hace un análisis exhaustivo del trabajo y los trabajadores en el siglo XXI y propone nuevas y no tan nuevas herramientas para los nuevos desafíos.

El documento del PTB “Un Partido Flexible” utiliza los conceptos tradicionales de táctica y estrategia, pero establece también una orientación sindicalista muy acentuada y actualizada, comprendiendo y analizando las nuevas condiciones toyotistas, deslocalizadas y precarizadas de la nueva industria y la terciarización.

Otro fuerte está en la relación entre la comunicación política y su organización. Concretamente, en la manera en la que combinan la sala de estar (la comunicación política directa y simple de cara al electorado trabajador), con la cocina (organización interna leninista-jacobina de firmes principios y flexible en la práctica). De esta manera, pese a que nominalmente –de cara al público-, no son un partido comunista, organizativamente son un partido clásico de vanguardia. Unos principios y estructura tan rígidos conllevarían el riesgo de una esclerotización y burocratización, pero éste parece ser uno de los puntos más trabajados en lo interno del PTB.

Todos estos elementos vienen a completar el puzzle del éxito del PTB, que se adelanta en Valonia al tradicional Partido Socialista, que como en Francia, alcanza su mínimo histórico. A pesar de su falta de experiencia parlamentaria y de su política de no alianzas, el PTB se yergue como una alternativa firme en la izquierda belga, en un momento en que la gente se siente enfadada y desilusionada con los partidos políticos tradicionales y gravita hacia la derecha.

Fidel Oliván Navarro
Politólogo y Sociólogo
Blog Polikracia

Seraing la roja

Seraing la roja

«Seraing la roja»

¿Y de qué habló Eisenstein a los obreros de Searing la roja, en su propio teatro?

Las películas de los hermanos Dardenne, conocidos directores de cine belgas, comienzan siempre con la expresión: “En el pueblo de Seraing, cerca de Lieja”, al modo de nuestro Don Quijote y su célebre “En un lugar de La Mancha”.

Se trata de una manera de arrancar el relato que no es indiferente al sitio, y de esa manera, al anclar la historia en Seraing, se nos quiere decir de entrada que nos van a contar algo sobre la vida de la clase obrera del territorio de Lieja. Igual que Cervantes, con La Mancha, nos indica ya desde el principio que vamos a adentrarnos en un territorio extenso, impreciso entre la realidad y la fábula, el de las novelas de caballerías. El mismo mecanismo. Precisar, apuntar bien el tiro de entrada.

Porque Seraing en Bélgica es una población simbólica de la vida trabajadora, de la construcción de un espacio donde ésta conquistó su hegemonía, y gracias a su fuerza, a su victoria parcial, pudo llevar a cabo esa labor de alumbrar sus formas de vida proletarias autónomas, donde al mismo tiempo que se iba formando su cultura de clase, tomaba conciencia de sí misma, se fortalecía, y levantaba su voz.

Y aquí vamos a contar la historia, la pequeña historia de su teatro, del teatro de Seraing, como espacio destacado de ese esfuerzo constructor de la hegemonía en el terreno de la cultura. En 1925, los Caballeros del Trabajo, una formación sindical que estuvo inspirada en su origen por cierto misticismo sobre la fraternidad obrera, y por influencias masonas, un sindicato que había conseguido una fuerte implantación entre los mineros belgas, compró el teatro de Seraing por 325.000 francos belgas. Ese teatro fue el escenario principal de la vida asociativa obrera de la región de Lieja, y de la evolución política del sindicato, orientado finalmente hacía el marxismo revolucionario, hacia el comunismo.

En 1928, al sindicato le restaban aún por pagar 150.000 francos de la cantidad acordada por la venta, y el propietario exigió el pago de esa deuda. Los Caballeros del Trabajo no disponían de esa cantidad de dinero, y si no la satisfacían, se encontrarían ante el riesgo de perder su teatro, el teatro obrero. En esa tesitura, a Julien Lahaut, un destacado dirigente del sindicalismo en Seraing, donde era concejal, y figura emergente en el Partido Comunista de Bélgica, se le ocurrió pedir a Lozovski, responsable de la Internacional Sindical Roja, los sindicatos creados por la Internacional Comunista, un préstamo para pagar el teatro. Argumentó que Seraing era la mayor plaza fuerte roja en Bélgica, y que ese espacio era capital para el crecimiento de la cultura y la vida autónoma de su clase obrera. Lozovski accedió, la Internacional Sindical Roja dio el dinero y así pudieron terminar de comprar el teatro.

Durante muchos años ese teatro fue el escenario para las más importantes citas y actos comunistas. El mismo teatro sirvió de capilla ardiente en los funerales de Julien Lahaut, asesinado por un comando fascista en 1950, cuando era diputado en el parlamento y presidente del Partido Comunista Belga.

Serguei Eisenstein, el célebre director de “El acorazado Potemkin”, cuenta en su memorias, escritas en 1946, cómo él estuvo en Seraing, en el recorrido de un viaje por Europa occidental. Literalmente dice: “Los meses pasan… 1930. París. Mitad de febrero. Ya he impartido conferencias en Londres. He pasado unas jornadas en Bélgica, donde me he expresado delante de los obreros, en un célebre suburbio de Lieja. Su nombre, Seraing la roja, habla por sí mismo. Escapando de la curiosidad sin límites de la policía yo abandono la patria de Till Eulenspiegel un poco antes de lo que me había imaginado. Eso me impide ir a Ostende, respondiendo a la amable invitación del viejo James Ensor. Me da mucha pena porque me encantan sus aguafuertes grotescos, donde los esqueletos y las personas se enlazan en arabescos fantásticos, prolongando en el seno del siglo XX las tradiciones de esos bizarros y extraños ancestros flamencos como Hiéronymus Bosc”.

El cineasta estuvo en Seraing a finales de enero o principios de febrero de 1930. Y como él cuenta, fue obligado por la policía a abandonar Bélgica, por ser considerado un propagandista revolucionario soviético. Sin apartarnos del guión, y ya que fue expulsado por la policía como un agente exterior, vale la pena contar cómo fue ese viaje de Eisenstein por Europa.

Serguei, acompañado por su ayudante Alexandrov, y por su operador de cámara Tissé, salieron de Moscú el 19 de agosto de 1929, y llegaron a Berlín dos días después. Cada uno de ellos llevaba 25 dólares en el bolsillo, nada más. El objetivo del viaje era asistir al estreno en la capital alemana de su último film, “La línea general”. Y después partir a los EEUU, para aprender cine sonoro en el país que lo había inventado. Sin embargo, hasta el 6 de mayo de 1930, no obtienen los visados para poder viajar a los Estados Unidos. Durante esos nueve meses, hasta que parten de Cherburgo en barco hacia Nueva York, permanecen en Europa sin regresar a la URSS, viajando e impartiendo charlas, aceptando invitaciones, que les permiten ir sobreviviendo con muy poco dinero, por Alemania, Suiza, Inglaterra, Holanda, Francia, Bélgica.

¿Y de qué habló Eisenstein a los obreros de Searing la roja, en su propio teatro?

En el teatro de Searing la roja, Eisenstein proyectó una copia de la “La línea general”, que el trío llevaba en sus maletas. Aunque todas las películas de Eisenstein son películas históricas, ésta, “La línea general” trata de una historia contemporánea, contando los inicios de las campañas de colectivización agraria en la Unión Soviética. Y por primera vez en su cine, Eisenstein pone en primer plano a un personaje individual central, la campesina Marfa Lapkina. Marfa, víctima de las tradiciones feudales y del oscurantismo reinantes, apenas puede sobrevivir. Marfa, frente a ese destino de miseria, se adhiere enseguida a las primeras propuestas cooperativistas. Unas iniciativas que cuentan con muy pocos partidarios al comienzo de la campaña, seis en el caso de Marfa, y que entran en conflicto con los campesinos acomodados del lugar, los kulaks; pero también con algunos cooperativistas que quieren apropiarse de los primeros beneficios obtenidos gracias a la unión y a la llegada de las máquinas al campo. Hay una cierta crítica a la burocracia que nace en el nuevo estado soviético. A todo lo largo de la película, insistentemente, Eisenstein no cesará de decirnos que el éxito de la idea del cooperativismo y por extensión del socialismo que está alumbrándose, depende de la introducción de la tecnología más moderna, pero también de la preparación cultural, ideológica, de los individuos implicados en esa construcción.

Así habla de su película el propio Eisenstein:

“El cine tiene el deber de coger por los pelos al espectador aturdido, y con un gesto decidido situarlo frente a los problemas actuales (…) “La línea general” es la primera película monumental rodada sobre temas agrícolas y campesinos. La realización de esta película es una tentativa para destacar y poner de relieve los problemas campesinos de la manera más directa y a ras de tierra, que revisten una importancia política y social colosales (…) Obligar a tener un comportamiento activo, para cumplir los planes de aumento de ordeño de leche y los de los depósitos de selección de grano, ésa es la tarea que nos impusimos. Y es todavía insuficiente.

El cine del Occidente burgués hace propaganda del amor a la patria, del amor a Dios, y del viajante honesto erige un monumento al soldado “desconocido”. Nosotros debemos obligar a nuestro gran público a amar el trabajo apagado de cada día, a amar al toro de raza, a amar al tractor que avanza junto a la piel descarnada. ¿Conoce Occidente las incomparables conquistas de nuestros ciudadanos en el frente “pacífico” interior, lo que hacemos en nuestro país? ¿Y nosotros? ¿Y el espectador de la ciudad? ¿Sabemos lo que pasa en la batalla por la cosecha? La batalla por lo nuevo (…) De la máquina para desnatar al toro de raza, del toro al tractor. ¡Dos, diez, cien tractores! ¡Que los ojos de nuestros espectadores se inflamen viendo la desnatadora metálica del koljos!”

Tras las grandes epopeyas revolucionarias de sus películas anteriores: Potemkim, Octubre, su cine no ha cambiado. Eisenstein no diferencia la información de la construcción, todo está unido. Conocer es el primer paso para cambiar. Su cine pretende la transformación de las mentalidades, participando en la producción de una cultura nueva, para el paso del hombre cargado con las viejas creencias, a un mundo nuevo que nace con la Revolución.

El relato de lo que pasó con la visita de Eisenstein y su proyección en el teatro de Searing, nos lo brinda con una breve crónica, el periodista Hubert Rassart en “La Tribune”, un semanario de las Uniones Socialistas de Searing y su cuenca industrial.

“Vimos a Eisenstein en ese pequeño teatro, tal cual nos lo habían enseñado. La frente alta bajo una cabellera alborotada como una matorral, con toda su figura iluminada por una risa de niño que muestra una alegría ardiente y sana, las espaldas altas y anchas, satisfecho en su traje amplio y cómodo; un hombre inquieto, grácil, que se acerca con saltitos a la primera fila para agradecer la curiosidad de los espectadores. Habla y el público se abandona. Todo le vale: el conocimiento profundo del sujeto, la ausencia de afectación… Cuenta una buena historia; ayudado con su risa natural y franca; con el discurso lento que pone gravedad en las palabras y sobre las imágenes; incluso con el niño que gimotea en un rincón, ¿Es que hay aquí niños zaristas? –pregunta-. Es el detonante, tras el que todos ríen; Eisenstein toma a su auditorio y lo conduce sin fatigarlo, distrayéndolo, hacia la concepción de su “cine de masas”.

Durante todo su viaje por Europa, impartiendo conferencias, es probable que en Seraing fuera la única ocasión en la que se expresara delante de un público tan abrumadoramente obrero. Si se hubiera encontrado más veces frente a tal público, Sergueï Eisenstein no habría reflejado ese hecho como algo singular e inédito en sus Memorias.

Seraing, a pesar de la debilidad y el declive que experimentó el comunismo belga, siempre siguió siendo una fuerte plaza roja. En las elecciones de 1946, en Searing, el Partido Comunista de Bélgica es el partido más votado, con el 39,49 % de los votos, y todavía hoy queda un rescoldo de aquellas llamas, el Partido del Trabajo Belga, el PTB, obtuvo en 2018, el 24,21 %. Pero el teatro obrero de Seraing la roja, no se pudo salvar, no sobrevivió a los tiempos difíciles. Se transformó, y fue convertido en la sede de un establecimiento comercial. Se perdió su esplendor de espacio proletario, se disipó el eco de tantas palabras de lucha allí pronunciadas, se desvaneció el recuerdo de “La línea general” y del paso de Eisenstein.

En 1999, mientras se realizaban unas labores de limpieza y almacenaje, apareció, enrollado en un rincón, el telón del escenario original, decorado con una pintura de Lenin y el pueblo llevando banderas rojas. El viejo fantasma parecía reaparecer para decir que sólo estaba agazapado, escondido, que volvía y que volvería a recorrer la vieja Europa, que no estaba todo perdido ni olvidado.

Miguel Usabiaga

Arquiteco -Escritor
Director de Herri

Anguita sigue vivo

Anguita sigue vivo

«Anguita sigue vivo»

En nuestra lucha colectiva, en nuestra lucha organizada. También por lo tanto en su partido, el Partido Comunista.

Corría el año mil novecientos noventa y siete cuando en la Facultad de Historia un grupo de estudiantes nos apiñabamos en una mesa en la cafetería durante largas horas de palabras, debates, conversaciones casi siempre en torno a la política, la historia, la filosofía y también los más banales temas cotidianos. Diversidad ideológica dentro de un amplio espectro progresista, y uno, el que escribe, afiliado a una organización política llamada PCE, o mejor dicho a sus juventudes y a una cosa llamada Izquierda Unida.

Una de esas conversaciones tornó cierto día sobre una figura conocida popularmente como “el califa rojo”, ex alcalde de Córdoba y máximo responsable de las dos organizaciones donde yo militaba. Había bastante unanimidad en las valoraciones de esta persona y un compañero contaba la anécdota sobre la opinión que Anguita suscitaba en su abuelo, hombre de costumbres y tradiciones arraigadas en nuestra tierra, católico practicante y votante más que probable del PNV. “Qué bien habla este hombre, cómo me gusta todo lo que dice este hombre, cuánta razón tiene este señor. Qué pena que sea comunista, sino, le votaría”.

La anécdota refleja muy bien aquello que el propio Julio Anguita expresaba con aquello de “quererme menos y votarme más” que a buen seguro ha vuelto a rondar en la cabeza de muchas y muchos simpatizantes y militantes del PCE y de IU durante los dolorosos días posteriores al fallecimiento del Califa Rojo el pasado 16 de Mayo, ante la abrumadora oleada de reconocimiento a su figura expresada desde los más diversos rincones y latitudes ideológicas.

Hay quienes deducen que la mejor manera de convencer al abuelo de mi amigo para que vote las ideas y el programa político de Anguita, es decir, las ideas y el programa del Partido Comunista, es esconder precisamente la palabra Comunista y al Partido Comunista. “¡Como si mi abuelo fuera tonto!” respondería mi amigo.

Julio Anguita se nos ha ido suscitando mucho recono-cimiento y simpatía por su trayectoria política y personal sin esconder su condición, sus ideas o su filiación política. De hecho es su filiación y su militancia en un partido, el Comunista, y en su proyecto de convergencia creado allá por 1986 bajo el nombre de Izquierda Unida, lo que ha posibilitado que tras su pérdida física todo el mundo en este país supiera quién era Julio Anguita.


Han sido millones las muestras de duelo y reconocimiento a nuestro ex Secretario General y Ex Coordinador Federal en IU. Han sido muchas y muchos los mensajes también poniendo en valor las políticas y posicionamientos de Julio durante su etapa como Secretario del Partido y como Coordinador de IU y portavoz en el Congreso de los Diputados. El cariño mostrado estos días desde tantos lares tiene mucho que ver con su forma de hacer política, radical en el contenido pero sin estridencias ni circo romano. Un estilo que se ganó el respeto de propios y extraños.

Muchos de los mensajes que se podían leer tanto en los medios de comunicación como en las tan presentes hoy en día redes sociales, nos muestran la enorme huella que deja Julio en la clase trabajadora de nuestro país. Pero también nos advierten de la importancia de cuidar la idea de lo colectivo y de la transmisión de los valores colectivos en nuestra sociedad. Ha sido muy habitual estos días leer cosas como “el único político que valía la pena”, “el único político que dijo las cosas claras”, “Anguita fue el único que se opuso a Maastricht” o alabanzas como “muere el último político de los de antes, de los de verdad” y cosas por el estilo.

Por eso nos parece importante recordar desde Herri que Julio Anguita era la voz de un sujeto colectivo, de un Partido, de una organización y de mucha gente, con carné partidario o no, que compartía esas ideas y esos posicionamientos. Si lo fiamos todo a las figuras personales, por únicas y excepcionales que sean como en el caso de nuestro querido Julio Anguita, sin tener en cuenta que son parte de algo colectivo, no sabremos continuar su camino y nos encontraremos huérfanos políticamente tras la desaparición física.

La tradición comunista nos enseña que el mejor homenaje es continuar la lucha, porque ésta nunca es individual y nos corresponde a todas y todos aportar nuestra parte, nuestro granito de rebeldía para conseguir ese sueño por el que luchó Julio y por el que aseguró que merecía la pena hasta morir.

Anguita sigue vivo en nuestra lucha colectiva, y, porque no decirlo, en nuestra lucha organizada. También por lo tanto en su Partido, el Partido Comunista.

JON HERNÁNDEZ

Secretario General
del Partido Comunista de Euskadi

La salida de la crisis

La salida de la crisis

«La salida de la crisis»

Se trata de que esta vez no la paguen los de siempre.

Ante esta crisis que estamos viviendo, la sociedad precisa dos tipos de respuestas políticas. Respuestas en el ámbito sanitario, para controlar la pandemia y salvar el máximo de vidas posibles en el corto plazo, pero también para estar realmente preparados para la protección de las personas en el medio plazo. Y respuestas de ámbito económico y social para frenar el impacto de la crisis en la economía, pero sobre todo para evitar que el impacto recaiga como siempre sobre las capas más vulnerables de la sociedad y sobre el conjunto de la clase trabajadora.

En el ámbito sanitario, si algo nos ha dejado claro esta crisis, es la importancia de tener sistemas de salud públicos potentes y autosuficientes capaces de dar respuesta a las necesidades sanitarias de una sociedad que tiene que recurrir al ámbito privado en no pocas ocasiones para la atención de cuestiones que podría atender un modelo público diseñado sin miedo a dejar sin clientes a las empresas particulares del ámbito sanitario y auxiliares del mismo.

Y eso pasa por una sanidad donde no se extenalicen servicios, ni sanitarios, ni auxiliares, como pasa actualmente en Euskadi. Y pasa por una plantilla que no tenga que soportar una inaceptable tasa de temporalidad superior al 30%, y también pasa por unas buenas condiciones laborales, incluidas las salariales. Y decimos esto último porque parece que algunos ya empiezan a deslizar el mantra con el que nos bombardearon en el inicio de la anterior crisis sobre los supuestos privilegios de los funcionarios para justificar luego recortes, extenalizaciones y privatizaciones.

Durante esta crisis ha existido el riesgo real de un colapso en el sistema sanitario, riesgo mayor donde mayores recortes y privatizaciones ha sufrido la sanidad pública. Y eso debería mostrarnos el camino a seguir cuando la sanidad privada representa ya el 30% del gasto total sanitario tanto en el País Vasco como en Navarra. Y también debería suponer un cambio en el modelo de residencias con el que contamos, que ha demostrado ser uno de los puntos débiles del modelo socio sanitario en ambas comunidades, estando precisamente caracterizado por su alta privatización y sobre la base de la precariedad laboral.

En el ámbito económico la crisis nos está mostrando que es posible adoptar medidas para evitar que los efectos negativos de una crisis recaigan básicamente sobre la espalda de los y las trabajadoras. Medidas de choque aprobadas bajo el paraguas del Estado de alarma del gobierno de coalición existente en Madrid, que aunque insuficientes caminan en la buena dirección, y sobre todo en la dirección contraria a las medidas tomadas en la anterior crisis, las cuales aunque ya nos hayamos olvidado, se nos presentaron como las únicas posibles.

Medidas que aunque podamos y debamos señalar como insuficientes ante lo que tenemos por delante, están siendo muy potentes y acertadas. Están evitando despidos masivos, están garantizando prestaciones a quienes no las tenían y cobertura económica pública a millones de personas que lo necesitan. Y sobre todo están suponiendo una ruptura con el dogma de salida de la anterior crisis, el famoso dogma neoliberal. Y eso debe suponer un cambio de rumbo en las políticas que venimos padeciendo durante años que ha de mantenerse y acentuarse tras finalizar el Estado de alarma.

En Euskadi de momento no parece calar ese cambio de rumbo. El Gobierno Vasco se ha mantenido a rebufo en las medidas de protección económica y social, limitándose a hacer básicamente lo de siempre y poner algo de dinero para no quedar en evidencia ante la oleada de medidas aprobadas en Madrid y de las que se está beneficiando mucha gente que lo necesita en Euskadi. Por no hablar de algunas chapuzas como los juegos del hambre practicados con las ayudas a los autónomos por parte del ejecutivo Urkullu.

El lehendakari habla de tres años para recuperar tasas de empleo mientras dice que la creación del mismo es la mejor política social, pero la gente no va a disponer de ese tiempo. Esta vez no va ser suficiente con planes de empleo porque esta vez no vale con superar la crisis con el esfuerzo de la clase trabajadora. Si la respuesta del Gobierno Vasco va a ser esa, lo más probable es que signifique que la crisis la vuelvan a pagar los de siempre.

Esta vez se trata de que la crisis no la paguen los de siempre y eso pasa porque la paguen otros. Para lo cual tenemos algunas competencias nada desdeñables tanto en el País Vasco como en la Comunidad Navarra. Se llama fiscalidad. Esta vez hay que responder a la crisis repartiendo los recursos utilizando una herramienta valiosa como es la fiscalidad. Un fiscalidad que para empezar no permita que se aporte menos por la obtención de beneficios empresariales que por la obtención de salarios.

Las medidas urgentes que viene aprobando el Gobierno de España bajo el Estado de alarma para detener el impacto de la crisis en la clase trabajadora y en la mayoría social, están suponiendo un enorme esfuerzo del Estado para con los de abajo y no como habitualmente para con la banca y el capital. Superada la pandemia, el objetivo debe ser que ese esfuerzo lo pague quién puede y debe, precisamente banca y capital.

 

Las cenizas de Gramsci

Las cenizas de Gramsci

Las cenizas de Gramsci

Pier Paolo Pasolini

Pier Paolo Pasolini rinde con este poemario, escrito entre 1951 y 1956, un homenaje a su hermano Guido, que tomó las armas contra el fascismo y que, en 1945, murió como partisano en combate. Guido, adelantado a su hermano en los aspectos sociales, fue quien acercó a Pier Paolo a las inquietudes políticas, a la toma de conciencia, cuando ambos eran aún adolescentes.

Pier Paolo se sitúa frente a la tumba de Antonio Gramsci y a la de su hermano, para dialogar con ellos, con la historia de Italia, con sus luchas, sus luces, su memoria, su herencia, y dedicarles sus conmovedores poemas.
Volver ahora a visitar a Gramsci con la voz de Pasolini significa vivificar la memoria de ambos, de todos los luchadores, de aquellos hombres con luz en los tiempos sombríos, y que abrieron caminos; personas como Antonio Gramsci, que se sobrepusieron a todas las dificultades personales para perseguir y llevar adelante sus ideales, como lo apunta Pasolini en las estrofas del primer poema:

“Tú joven, en aquel mayo en que el error
significaba aún la vida, en aquel mayo italiano
que a la vida agregaba al menos ardor,
…. humilde hermano- con tu flaca mano
dibujabas el ideal que ilumina
…. este silencio”

Canto 1

No es de mayo este impuro aire
que el oscuro cementerio extranjero
hace aún más oscuro, o lo ilumina

con ciegas claridades…este cielo
de babas sobre techos amarillentos
que en semicírculos inmensos velan

las curvas del Tíber, los turquesas
montes del Lacio…Expande una mortal
paz, desamorada como nuestros destinos

entre las viejas murallas el otoñal
mayo. En él está el gris del mundo
el fin del decenio en el que nos aparece

entre las inmundicias concluido el profundo
e ingenuo esfuerzo de rehacer la vida,
el silencio, putrefacto e infecundo…

Tú joven, en aquel mayo en que el error
significaba aún la vida, en aquel mayo italiano
que a la vida agregaba al menos ardor,

por lo menos despreocupado e impuramente sano de nuestros padres-no padre, pero
humilde hermano- con tu flaca mano
dibujabas el ideal que ilumina

(pero no para nosotros: tú muerto, y nosotros
muertos igualmente, contigo, en el húmedo
jardín) este silencio. No puedes,

lo ves? que descansar en este lugar
extraño, aún confinado. Tedio
patricio te rodea. Y desteñido

sólo te llega algún golpe de martillo
de los talleres del Testaccio aquietado
en el atardecer entre miserables techos, desnudos

montones de lata, hierros viejos, donde
canta inútilmente un muchachón que concluye
su jornada, mientras alrededor la lluvia cesa.

Canto 3

Un trapo rojo como aquel
enroscado en el cuello de los partisanos
y cerca de la tumba, sobre el terreno calcinado

diferentemente rojos, dos geranios.
Allí yaces, señalado con adusta elegancia
no católica, en el elenco de los extraños

muertos: Las cenizas de Gramsci…A la esperanza y a la vieja desconfianza te acerco,
caminante sin rumbo en esta flaca tierra, frente

a tu tumba, a tu espíritu apresado
acá entre estos liberados(O existe algo
diferente, quizás de mayor éxtasis

y también de mayor humildad, ebria simbiosis
adolescente de sexo y muerte…)
y desde este país en el que no tuvo descanso

tu alerta, percibo qué error
aquí en la quietud de las tumbas- junto
a qué razón -en el inquieto destino

nuestro- tuviste escribiendo las supremas
páginas en los días de tu asesinato.
Aquí para testimoniar el semen

aún no esparcido del antiguo dominio,
estos muertos aferrados a una posesión
que ahonda en los siglos su abominación
y su grandeza: y al mismo tiempo obsesión
esa vibración de yunques, sordamente
sofocada y profunda -del humillado

barrio- para verificar el fin.
Y heme aquí…pobre, vestido
con ropas que los pobres espían en las vidirieras

de chillón fulgor, y que han perdido
la suciedad de perdidas calles
de los bancos de tranvías que vuelven

confuso mi día: mientras siempre más raras
son estas vacaciones, en el tormento
de mantenerme vivo; y si me ocurre

de amar el mundo no es más que por un violento
e ingenuo amor sensual
así como, confundido adolescente, en una época

lo odié, si me hería el mal
burgués a mi burgués: y ahora, dividido
-contigo- objeto parece

de rencor y sí casi de místico
desprecio, la parte que tiene el poder?
sin embargo sin tu rigor, subsisto

porque no elijo. Vivo en la apatía
de la eclipsada postguerra: amando el mundo que odio- su miseria

despreciable y perdida- por un oscuro escándalo
de la conciencia…

Pasolini declama
“Las cenizas de Gramsci”