«El processone», el gran proceso contra  los comunistas en 1928, una farsa judicial

«El processone», el gran proceso contra los comunistas en 1928, una farsa judicial

«El processone», el gran proceso contra los comunistas en 1928, una farsa judicial

En noviembre de 1926, tras ser ilegalizado el Partido Comunista de Italia (PCd’I) en el marco de las leyes fascistas, el régimen del Duce crea el Tribunal Especial para la Seguridad del Estado. Este tribunal, que no tiene nada de democrático, es un organismo puramente represivo para condenar a las penas más duras a los militantes antifascistas, y principalmente a los comunistas.

Inmediatamente, entre sus primeras medidas tomadas, el Tribunal Especial añade un nuevo cargo contra Antonio Gramsci, ya encarcelado desde el 8 de noviembre de ese año 1926, para que comparezca con otros 21 militantes comunistas. Se les acusa de conspiración, instigación a la guerra civil, apología del crimen e incitación al odio de clase.

En enero de 1927 Gramsci es trasladado de la prisión de Ustica a la de San Vittore en Milán. El viaje dura tres semanas en condiciones muy difíciles para la salud, extremadamente frágil, de Gramsci. Permanece en San Vittore durante toda la instrucción del juicio, período durante el cual puede contar con el importante apoyo de su amigo, el economista Piero Sraffa, que obtiene un derecho de visita a la prisión de Milán, como “compañero de escuela” de Antonio. Sraffa se pone en contacto con el PCI clandestino, al que informa de la situación del preso ya enfermo y sujeto a malos tratos por parte de los fascistas.

Para recabar la solidaridad internacional, Sraffa y Angelo Tasca, miembro del Comité Central del PCd’I, redactan conjuntamente un artículo difundido en el “Manchester Guardian” en forma de carta al redactor jefe; “Los métodos del fascismo. El caso de Antonio Gramsci”, en el que denuncian, de manera particular, la degradación física y psicológica de Antonio.

Entre el 28 de mayo y el 4 de junio de 1928, 22 comunistas son “juzgados” en Roma, entre los que se encuentran importantes dirigentes del partido: Gramsci, Terracini y Scoccimarro. Los fascistas no tienen absolutamente ninguna prueba contra Gramsci y sus camaradas, a pesar de las torturas sufridas para arrancarles falsas confesiones que no obtendrán.

En esta farsa judicial los papeles repartidos son los siguientes: Alessandro Saporti, presidente del tribunal; Enrico Macis, juez de instrucción; Gaetano Tei, abogado militar; Michele Isgro, fiscal. El gran juicio es abierto a la prensa y asisten algunos corresponsales extranjeros, como un corresponsal del “Manchester Guardian”, un periodista del “Petit Parisien” y un representante de la Agencia Soviética Tass.
Terracini es el portavoz de los acusados. Lee una declaración oficial en la que ironiza sobre el régimen fascista:

“El hecho puro y simple de la existencia del Partido Comunista es suficiente, por sí mismo, para poner en peligro grave e inminente al poderoso régimen: ¡A un Estado tan fuerte, al Estado totalitario, al Estado tan armado!”

En cuanto a Gramsci, a la pregunta del Presidente Saporti, que se regodea en sus acusaciones, responde:

“Confirmo mis declaraciones a la policía. Fui arrestado a pesar de ser un diputado en funciones. Soy comunista y mi actividad política se ha hecho pública como diputado y como escritor de L’Unità (diario del PCd’I fundado por el propio Gramsci). No realicé actividades clandestinas de ningún tipo porque, aunque lo hubiera querido, me habría resultado imposible. Desde hace años, siempre he tenido a seis agentes cerca de mí, con la tarea declarada de escoltarme a la salida, o custodiarme si me quedaba en casa; nunca me han dejado solo; y, con el pretexto de la protección, se ejercía una vigilancia contra mí, lo que hoy se convierte en mi mejor defensa. Solicito que el prefecto y el supervisor de Turín sean escuchados como testigos para testimoniar sobre esta cuestión. Si, por otra parte, ser comunista significa ser responsable, yo lo acepto.”

Más adelante, durante el juicio, añadirá que “todas las dictaduras militares, puesto que están destinadas a la guerra, están condenadas al fracaso, lo que tendrá como consecuencia que el proletariado tome la dirección del país.” Irritado por las continuas interrupciones del fiscal, el líder comunista se dirigirá a los jueces diciendo: “Condenaréis a Italia a la ruina y nosotros, los comunistas, tendremos que salvarla.”

De esta farsa judicial, muy poco conocida por el público, sin embargo, hay una frase que sí ha permanecido a través de los años; la pronunciada por el fiscal Isgro refiriéndose a Gramsci:
«¡Debemos impedir que este cerebro funcione durante 20 años!».

Tras las comparecencias y el juicio en la sala, llega el período de las dudas para los acusados, la incertidumbre sobre las penas que les caerán. Gramsci no se hace ilusiones desde el principio. En una carta escrita a su madre el 30/04/28 ya advierte:

“No os preocupéis ni tengáis miedo, no importa qué condena me pongan: creo que será entre los 14 y los 17 años, pero podría ser aún más grave, precisamente porque no hay pruebas contra mí. ¿Qué es lo que no puedo haber cometido sin dejar pruebas?”

En efecto, las penas que les caerán serán duras, muy duras: 20 años, 5 meses y 4 días para Gramsci y Scoccimaro. Más de 22 años para Terracini a quien se le cobra así su papel de líder, de representante de los acusados durante el juicio.
Gracias a una petición presentada por su hermana Teresina, Antonio es trasladado el 19 de julio a Turi, un establecimiento penitenciario destinado a los detenidos enfermos. Estará allí hasta noviembre de 1933. Allí escribirá sus “Cuadernos de la cárcel”, a partir de febrero de 1929; obras sacadas clandestinamente gracias a la intervención de Tatiana Schucht, su cuñada.

Antonio Gramsci, con la salud destrozada como consecuencia del Mal de Pott y de una tuberculosis pulmonar, muere el 27 de abril de 1937, tras una hemorragia cerebral que sufre el mismo día en el que recuperaba la libertad.

Aude D´Ambrosio
profesora de francés e historia en Lieja.

 

 

Carta de Antonio Gramsci desde la cárcel a su hermano Carlo

Carta de Antonio Gramsci desde la cárcel a su hermano Carlo

Carta de Antonio Gramsci, desde la cárcel a su hermano Carlo

Queridísimo Carlo, recibí juntas tu carta del 30 de agosto y la certificada del 2 de septiembre.
Gracias. de todo corazón. No sé qué te ha escrito Mario; me da la impresión de que te ha alarmado demasiado, mientras que yo pensaba que su visita contribuiría a tranquilizar a mamá. Me equivoqué.
Por otra parte, tu carta del 30 de agosto es realmente dramática. De ahora en adelante quiero escribirte a menudo, para tratar de convencerte de que tu estado de ánimo no es digno de un hombre (y tú ya no eres tan joven). Es el estado de ánimo de quien es presa del pánico, de quien ve peligros y amenazas por todas partes, y por eso se vuelve impotente para actuar en serio y vencer las dificultades reales, tras haberlas determinado bien y haberlas aislado de las imaginarias, creadas por la sola fantasía.
Y ante todo quiero decirte que tú y también los demás de casa me conocéis muy poco y por tanto tenéis una idea completamente equivocada sobre mi fuerza de resistencia.
Me parece que hace ya casi veintidós años que dejé a la familia, y desde hace catorce años sólo volví a casa dos veces, en el 20 y en el 24. Ahora bien, durante todo ese tiempo no me he dedicado a vivir como un señor; todo lo contrario; a menudo atravesé períodos malísimos e incluso pasé hambre en el sentido más literal de la palabra. Llega un momento en que esto hay que decirlo, porque (…..) se consigue tranquilizar.

Probablemente me has envidiado un poco algunas veces porque yo he conseguido estudiar. Quiero recordarte sólo lo que me pasó en los años de 1910 a 1912. El año 10, como Nannaro había conseguido un empleo en Cagliari, fui a vivir con él. Recibí la primera mensualidad, y luego nada más; quedé completamente a cargo de Nannaro, que no ganaba más de 100 liras al mes. Cambiamos de pensión. Me dieron un cuartito que había perdido toda la cal a causa de la humedad y que sólo tenía un ventanuco que daba a una especie de pozo, más letrina que patio. Pronto advertí que así no podíamos seguir, por el malhumor de Nannaro, que siempre la tomaba conmigo. Empecé por no tomar el poco café de la mañana, luego retrasé la comida cada vez más, para ahorrar así la cena. Durante ocho meses comí una sola vez al día y llegué al final del tercer curso del Liceo en condiciones de grave desnutrición.

Sólo al final del curso escolar me enteré de que existía la beca del colegio Carlo Alberto, pero había que examinarse de todas las asignaturas de los tres años del Liceo; por tanto, debía hacer un enorme esfuerzo en los tres meses de vacaciones. Sólo tío Serafino se dio cuenta de las deplorables condiciones de debilidad en que me encontraba, y me invitó a vivir con él en Oristano, dándole clase a Delio, Estuve mes y medio y por poco me vuelvo loco. No podía estudiar para el examen, puesto que Delio me absorbía por completo, y la preocupación, sumada a la debilidad, me destrozaba.

Escapé a escondidas. Sólo me quedaba un mes para estudiar. Marché a Turín como si estuviera sonámbulo. Llevaba 55 liras en el bolsillo; de las 100 liras que me dieron en casa, había gastado 45 en el billete de tercera. Era cuando la Exposición, y tenía que pagar tres liras diarias sólo por un cuarto. Me abonaron el viaje en segunda, unas ochenta liras, pero no era como para ponerse a bailar porque los exámenes duraban unos quince días y eso significaba unas 50 liras sólo por la habitación. No sé cómo me las arreglé para pasar los exámenes, porque me desmayé dos o tres veces. Aprobé, pero empezaron los problemas. De casa tardaron unos dos meses en mandarme los papeles para la matrícula de la universidad, y mientras no me matriculara no me pagaban las 70 liras mensuales de la beca. Me salvó un bedel que me encontró una pensión de 70 liras, donde me fiaron; yo estaba tan acobardado que quería regresar haciendo que la policía me devolviera a casa. Recibía 70 liras y gastaba 70 en una pensión muy miserable. Y pasé el invierno sin abrigo, con un trajecito de entretiempo adecuado para Cagliari. Hacia marzo de 1912 estaba tan mal que durante unos meses dejé de hablar, porque al hacerlo me trabucaba. Y encima vivía justamente a orillas del Dora, y la niebla helada me destrozaba.

¿Por qué te he escrito todo esto?

Para que te convenzas de que me he encontrado en condiciones terribles, sin desesperarme por ello, otras veces. Toda esta vida me ha consolidado el carácter. Me convenció de que incluso cuando todo parece perdido hay que volver a poner tranquilamente manos a la obra, empezando otra vez desde el principio. Me convenció de que no hay que contar nunca más que consigo mismo y con las propias fuerzas; no esperar nada de nadie y no procurarse, por tanto, desilusiones. De que hay que proponerse sólo hacer lo que uno sabe y puede, y seguir el propio camino.
Mi posición moral es excelente: unos me creen un demonio, otros casi un santo. Yo no quiero jugar al mártir ni al héroe. Creo simplemente que soy un hombre medio, que tiene sus profundas convicciones y que no las cambia por nada del mundo.

Podría contarte alguna anécdota divertida. Durante los primeros meses que pasé aquí, en Milán, un oficial de prisiones me preguntó ingenuamente si era cierto que yo, de haber cambiado de chaqueta, habría sido ministro.

Le contesté sonriendo que ministro era demasiado, pero que subsecretario de Correos o de Obras Públicas habría podido serlo, dado que eran los cargos que daban en los gobiernos a los diputados sardos.
Se encogió de hombros y me preguntó por qué no había cambiado la chaqueta, tocándose la frente con el dedo. Se había tomado mi respuesta en serio y me creía loco de atar. Ánimo, pues, y no te dejes ahogar por el ambiente aldeano y sardo; hay que ser siempre superiores al ambiente en que se vive, aunque sin despreciarlo por ello ni creerse superiores.

Entender y razonar, no lloriquear. ¿Entendido? ¿Debo ser justamente yo, que estoy en la cárcel con perspectivas bastantes feas, quien dé ánimos a un joven que puede moverse libremente, desplegar su inteligencia en el trabajo cotidiano y hacerse útil?
Te abrazo afectuosamente junto con todos los demás de la casa.

Nino.

Lo que has prometido mandarme, mándalo en cuanto puedas, porque lo necesito de verdad. Espero que en adelante no tendré que recurrir a tu ayuda.

Película “Diarios de la Cárcel”

Gramsci en Cerdeña.

GRAMSCI AQUÍ CON NOSOTROS

GRAMSCI AQUÍ CON NOSOTROS

Gramsci aquí, con nosotros

“De una manera política, emocional, poética, militar, Antonio Gramsci fue una bandera que estuvo muy presente en nuestra Guerra Civil, entre los más de cuatro mil italianos antifascistas”.

Si recorremos la biografía de Antonio Gramsci, podemos comprobar que nunca estuvo físicamente en España, en Euskadi. Sin embargo, de una manera política, emocional, poética, militar, Antonio Gramsci fue una bandera que estuvo muy presente en nuestra Guerra Civil, entre los más de cuatro mil italianos antifascistas (4.122) que vinieron a combatir a Franco en las filas de las Brigadas Internacionales, y que se dejaron aquí más de seiscientos muertos. Y, además, dentro de la XIII Brigada Internacional se encuadró una batería de cañones a la que se bautizó como “Batería Antonio Gramsci”, una unidad de artillería equipada por dos cañones de 110, y cañones Vickers Armstrong del 75. Esta batería entró en combate en los frentes de Teruel, Porcuna, Huesca, y en las batallas de la zona Centro-Sur.

Las Brigadas Internacionales como tales, no estuvieron en Euskadi. Porque tras su formación, en octubre de 1936, su cuartel de instrucción se ubica en Albacete, que es donde acuden todos los internacionalistas para recibir formación militar y de armas, de la que carecían por completo. Entran por los Pirineos y Catalunya; porque para entonces Euskadi y el norte están aislados del resto de la zona republicana, por Navarra y Castilla, en manos franquistas.

Por esa razón no pudieron venir las unidades militares de los internacionalistas. Pero sí vinieron algunos jefes, que tuvieron presencia en el Ejército vasco. En este HERRI, dedicado a la figura de Antonio Gramsci, queremos homenajear la memoria de tantos antifascistas italianos, la mayoría del Partido Comunista Italiano que fundara Antonio Gramsci, que acudieron a ayudar a la República desde el primer momento. Como aquel contingente de italianos de la primera hora, que llegó a Irún en los primeros días del golpe militar, contándose en la ciudad fronteriza al menos 24 italianos, de los que 7 se dejaron la vida defendiendo la libertad en Irún: Bertoni, Diviach, Donati, Gojak, Gorizia, Martini y Zustovich. Y entre los jefes militares, el más relevante fue Nino Nanetti, comunista italiano, perseguido como Gramsci por Mussolini, por lo que había tenido que escapar a Francia, desde donde llegó.

Nino Nanetti nació en Bolonia en 1906. Era obrero meta-lúrgico de profesión. En 1923, tras haberse producido la llamada «marcha sobre Roma», Nanetti comenzó a militar en el movimiento socialista, manteniendo una gran actividad en la clandestinidad. En 1924 es herido con una grave conmoción cerebral, en un enfrentamiento con los fascistas en Bolonia. En 1925, es herido en un brazo en un nuevo enfrentamiento con los fascistas en su ciudad. En ese clima de persecución de la dictadura fascista ya instalada en Italia, evoluciona hacia el comunismo, siendo uno de los dirigentes de la juventud comunista italiana. En junio de 1927 es detenido por las autoridades fascistas.

Pasa un tiempo en prisión y luego es confinado en la isla de Lipari, donde está hasta febrero de 1930. Ante el riesgo de ser arrestado de nuevo, en otoño de 1931 decide escapar a Francia, instalándose en Toulouse y trabajando como obrero mecánico. Cuando se produce el llamamiento a formar las Brigadas Internacionales para ayudar a la República española, Nino acude de inmediato. Tras instruirse en el cuartel de Albacete y ya formando parte de las Brigadas, participa en la defensa de Madrid, y en la exitosa batalla de Guadalajara. En el combate se destacan sus cualidades militares y organizativas, por los que es puesto al mando de varias unidades, la 35 Brigada mixta, y luego la 12 División, que está compuesta de 3 Brigadas con 12 batallones cada una, más un regimiento de caballería, dos trenes blindados y un batallón de ingenieros. En total más de 10.000 soldados a sus órdenes.

En la primavera de 1937 solicita ser enviado a Bizkaia, donde la situación es muy grave; tras aceptarse su petición es enviado por la República para reforzar la dirección del ejército en Euskadi. Colabora con el irunés Manuel Cristóbal Errandonea, que tras la formación del ejército vasco comanda la VI Brigada mixta, formada por 4 Batallones: el “Rosa Luxemburgo”, el “UGT nº13”,; el Amuategui; y el “Rebelión de la Sal”. Cuando Cristóbal Errandonea es herido en junio de 1937 en las posiciones del Cinturón de Hierro de Bilbao, se le da a Nino Nanetti el mando de los cuatro batallones de la VI Brigada. Participa en los combates en el Cinturón de Hierro, y en la defensa de Bilbao. Tras la caída de la capital, se reestructuran las unidades en retirada y le es confiado el mando de la 2ª División Vasca, siendo herido el 16 de junio por la metralla de un bombardeo franquista sobre el cuartel general republicano en Zalla. Es sustituido al mando de sus tropas de la 2ª División Vasca, tras su herida, por otro irunés, por el último general del alarde de San Marcial y juez de Irún, Nicolás Guerendiain. Evacuado al hospital de Santander, Nino Nanetti muere el 21 de julio de 1937, a la edad de 31 años.
Así describe en sus memorias la vida y muerte de Nino Nanetti la célebre revolucionaria italiana Teresa Noce.

La muerte de Nino Nanetti

No recuerdo la fecha en que llegaron las noticias de la muerte de Nino Nanetti, que cayó en el frente de Bilbao. Sólo recuerdo mi llanto desesperado boca abajo en la cama. Porque Nanetti, además de ser un compañero, era un amigo querido al que quería como a un hermano. Y como había sucedido muchos años antes con la muerte de mi hermano, repetí que Nino no debía ni podía morir. Era demasiado joven, demasiado bueno, demasiado bello.

Nino tenía 31 años, pero la suya había sido la vida de un luchador proletario, un comunista. Si esa corta vida tuvo el encanto cautivador de las vidas aventureras y heroicas fue porque había sabido en un corto período de tiempo, transformarse de un trabajador mecánico en un líder comunista, en un comandante militar, yendo de la fábrica a la academia, cruzando ilegalmente las fronteras de media Europa, de Italia a la Unión Soviética, de Francia a España.
A los 16 años de edad, el joven trabajador boloñés, desafiando a las escuadras fascistas, a las porras y al aceite de ricino, se había unido a la juventud socialista de su ciudad. En su fábrica además de los jóvenes socialistas, eran activos los comunistas, y aún más numerosos los jóvenes sin partido, o los católicos. Con éstos, Nino discutía todos los días para unirlos, para defender los restos de libertad que el fascismo aún no había logrado reprimir. En las luchas y discusiones surgió un problema con particular claridad en la conciencia de Nino, “la necesidad de unir a las fuerzas antifascistas”, de modo que él fue el organizador del frente unificado juvenil comunista-socialista-católico de Bolonia. Desde ese primer embrión de la unidad de los trabajadores, se le delegó para viajar a la Unión Soviética junto con otros jóvenes italianos de diversas corrientes antifascistas.

Regresó de la URSS fortalecido políticamente e ideológicamente, pero para evitar el arresto debió abandonar Bolonia. Se fue a Génova, donde fue detenido y confinado a Lipari. Después de los años de confinamiento, reanudó su actividad antifascista pero era demasiado conocido y debió exiliarse, pasando al trabajo clandestino.

El 18 de julio de 1936, la fecha del comienzo de la guerra civil española, Nanetti estaba en Toulouse. Y Toulouse estaba demasiado cerca de España para que Nino pudiera resistir la llamada de la lucha abierta contra el fascismo. Pocas horas después, el 19 de julio, Nino cruzó la frontera. El primero de un gran contingente de voluntarios antifascistas para combatir junto al pueblo español. Inmediatamente corrió al frente como un simple miliciano. Luego, la Juventud española le encargó formar el primer “Batallón de la juventud”. En ese momento Nanetti ya había combatido en Tardienta organizando lo que los falangistas llamaron a la “Batería fantasma” y que en realidad estaba compuesta por un cañón montado sobre un camión y operado por dos hombres: Nino y un compañero español.

Combatió en Huesca y volvió nuevamente a Tardienta. Organizó el “Batallón de la juventud” (unos 500 hombres), lo instruyó, se convirtió en su comisario político y lo condujo al frente, donde la batalla era más intensa, en el Madrid asediado por el enemigo. Combatió en todas partes y terminó tomando el mando militar de la unidad. Así adquirió la capacidad de un verdadero comandante de un ejército popular. Organizó la defensa de la Sierra y fue nombrado teniente coronel, al mando de seis batallones. De batalla en batalla se convierte en comandante de brigada y en Guadalajara en comandante de división. Una “División” que en realidad todavía no existía y que Nino tuvo que organizar en pleno fragor del combate. Después de haber tomado al enemigo cinco ciudades, Nanetti se encuentra a la cabeza de diez mil hombres, todos españoles, excepto el comandante de brigada, Zanoni, un socialista italiano. Fue esa División la que, bajo la dirección de Nanetti, organizó la primera academia militar para la formación de cuadros de trabajadores.
Cuando en Bizkaia y en el frente de Bilbao la situación empeoró, Nino solicitó ser enviado con urgencia a esa región. Durante largos meses, los mineros de Asturias y Galicia, junto con los católicos de Bizkaia y Euskadi, habían defendido firmemente las últimas posiciones alrededor del puerto de Bilbao. Conservar la ciudad era de capital importancia para la suerte de la republica. La petición de Nanetti fue aceptada y el joven comandante comparte partió para la que sería su última misión. Como proletario y como comunista estaba listo para la lucha y para la muerte. Para la lucha que lo esperaba cruel y mortal, para la muerte que iba a golpearlo a los 31 años, después de un mes de terrible sufrimiento.

Teresa Noce

Canción Partisanos.: Escanear
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Gramsci el jefe de la Revolución Socialista Italiana

Gramsci el jefe de la Revolución Socialista Italiana

Gramsci el jefe de la Revolución Socialista Italiana

El grupo de L´Ordine Nuovo del que Gramsci era su figura principal contaba con el apoyo que Lenin le dio en el Segundo Congreso de la IC en 1920.

Antonio Gramsci ha hecho diversos aportes sobresalientes a la causa de la Revolución socialista. El más importante pero no el único es haber interpretado creadoramente las verdades universales del marxismo-leninismo1 a la realidad particular y compleja de su país en el momento histórico que le tocó vivir construyendo tanto el Partido y la Internacional Comunista (IC) como el programa de la Revolución socialista italiana2.
La Italia donde nació, luchó y murió Gramsci era uno de los países más recientemente constituidos de Europa occidental. Dividido en dos regiones distintas, Norte y Sur. Había conocido una forma específica de revolución burguesa que condujo a su unificación en 1870 y a la derrota política (que no social) de las fuerzas feudales conservadoras. El capitalismo moderno industrializó el triángulo Génova-Milán-Turín. El sur napolitano e insular sardo y siciliano no se había sacudido las relaciones semi feudales heredadas de 4 siglos de dominio de la rama Sicilia de los Borbones españoles.
Gramsci, afiliado al Partido Socialista italiano (PSI) en 1913 con 21 años. Se convirtió en uno de los 12 miembros del comité que dirigió la lucha de los Consigli di fabbrica (consejos obreros) en Turín3. Decenas de miles de obreros participaron en el llamado “Bienio Rojo” (1918-1920) influenciado por la Gran Revolución rusa, que cambió la historia de Italia. La revista fundada por él mismo en 1919, L´Ordine Nuovo, alcanzó dos objetivos: uno orientar dicho movimiento y otro, que madurasen las condiciones políticas para crear el, hasta hoy, más importante partido comunista de Occidente, el italiano. Gramsci explicó que la buena acogida entre los obreros de su revista se debió a que “en los artículos del periódico encontraban una parte de sí mismos, su parte mejor”4. En setiembre de 1920 se alió al napolitano Amadeo Bordiga para romper con el PSI y crear el Partido Comunista en su Congreso fundacional de Livorno de enero de 1921.

En el nacimiento del PC de Italia (PCd´I) Gramsci no fue el líder principal sino Bordiga y el grupo en torno a la revista Il Soviet. Antonio fue uno de los 15 miembros de su primer Comité Central. Sin embargo, el grupo de L´Ordine Nuovo, del que Gramsci era su figura principal, contaba con el apoyo que Lenin le dio en el Segundo Congreso de la IC en 1920: “Debemos decir simplemente a los camaradas italianos que la orientación de la Internacional Comunista corresponde a la de los militantes de L’Ordine Nuevo y no a la de la mayoría actual de los dirigentes del partido socialista y su grupo parlamentario”5. Lenin discrepaba con la táctica ultraizquierdista de Bordiga y su rechazo a participar en la lucha parlamentaria lo que le alejaba del grueso de la clase obrera. Gramsci se convierte en el verdadero líder del PCd´I al triunfar en el III Congreso de Livorno realizado en enero de 1926 y vencer la tendencia ultraizquierdista que impedía el desarrollo del Partido.
La falta de experiencia política de la joven clase obrera y de los nuevos partidos comunistas que rompían con el reformismo de la vieja socialdemocracia de la IIª. Internacional obligaba a Gramsci a una dura lucha teórica y política, a organizar la formación política de la militancia y a intervenir en la construcción de la nueva Internacional Comunista (IC) que era concebida como un partido mundial con una única dirección y una estrategia adecuada a cada contexto nacional. Observa que Italia no haya habido nunca “una educación política, sino una espantosa confusión de ideas”6. Todo en las difíciles condiciones de la dictadura fascista apoyada por la burguesía para cortar el empuje revolucionario de la clase obrera y campesina. Gramsci fue unitario siguiendo la orientación de la IC de colaborar con “los mejores elementos proletarios del sindicalismo y del anarquismo”7 . Abrió L´Ordine Nuovo a los anarquistas y se mostró favorable a colaborar con ellos y los socialistas en la organización de masas de los Arditi del Popolo (Atrevidos del Pueblo) para frenar la violencia fascista.

De 1923 a 1924 Gramsci luchó en Moscú y en Viena para organizar el Partido en condiciones de clandestinidad, derrotar la línea errónea que lo dirigía y reforzar la IC en condiciones de reflujo de las luchas obreras. Conocer en persona la construcción socialista soviética ratificó su confianza en el socialismo: ”El espectáculo cotidiano que tuve en Rusia de un pueblo que crea una vida nueva, nuevas costumbres, nuevas relaciones, una nueva manera de pensar y de abordar nuevos problemas, me conduce hoy a ser más optimista sobre nuestro país y su futuro”8. Su continua producción política y teórica se produce al calor de las necesidades de la lucha revolucionaria a la que se dedica en cuerpo y alma. En este proceso se va convirtiendo en el dirigente más lúcido de la Revolución italiana y uno de los más destacados de Europa.

Lo calificamos de “jefe de la Revolución italiana” porque supo sistemáticamente descubrir las tareas prioritarias de cada momento histórico que le tocó vivir, concebir la forma que adquiriría el socialismo en las condiciones particulares italianas y construir el Partido que necesitaba la clase obrera para dirigir el proceso social de su país.
Gramsci fue acusado de intentar trasplantar la revolución rusa a las condiciones tan distintas de Italia. Rechazó ese argumento.

Su capacidad política le hizo ver lo que había de universal en la teoría general del marxismo-leninismo, sin desdeñar el estudio de otras experiencias revolucionarias de su época, como las luchas obreras en Inglaterra. Pero, insisto, el eje de su actividad política fue la Revolución socialista en Italia, la toma del poder político por los trabajadores y la construcción no de una República burguesa parlamentaria, ni siquiera “antifascista”, sino socialista. Escribe en mayo de 1919: “El Estado proletario no es la seudodemocracia burguesa, forma hipócrita de la dominación oligárquica financiera, sino la democracia proletaria que emancipará a las masas trabajadoras, no el parlamentarismo sino el autogobierno de las masas a través de sus propios sistemas de representación; no la burocracia de oficio, sino órganos administrativos creados por las propias masas, con la participación real de las masas en la administración del país y en la empresa de edificación socialista. La forma concreta del Estado es el poder de los Consejos y de las organizaciones del mismo tipo”9.

Se puede constatar que ni en vida y menos tras su muerte logró el objetivo político propuesto: llevar a Italia al socialismo. Sin embargo, alcanzó objetivos estratégicos. Construyó, como hemos dicho, el Partido Comunista más importante que contribuyó a esa gesta universal que fueron las Brigadas Internacionales a favor de la República española, antesala de las grandes luchas antifascistas que culminaron con la victoria en 1945. Construir la imponente fuerza partisana, la Brigada Garibaldi y otras unidades, que fue fundamental para derrotar al fascismo en su país. Hacer emerger por primera vez a la clase trabajadora como un actor político fundamental en la Italia de la posguerra. Además, contribuyó a reforzar la preciosa experiencia de la IC que fue una escuela y estado mayor para las revoluciones triunfantes en el siglo XX en todos los continentes. Fue una barrera de protección de la Unión Soviética cuya defensa fue una de las prioridades de la acción política de Gramsci. Por si fuera poco, desarrolló en tanto que conocimiento científico la teoría marxista en varios campos planteados por la lucha de clases. Manuel Sacristán escribe que “Los Cuadernos de la cárcel no valen sólo por su contenido (con ser éste muy valioso)… valen también como símbolo de la resistencia de un “cerebro” excepcional a la opresión, el aislamiento y la muerte”10. Gramsci desarrolló una intensa actividad como dirigente obrero en la época del Bienio Rojo, como organizador partidario tanto a nivel italiano como internacional, como constructor de la primera experiencia socialista mundial, en tanto que tomó parte en Moscú en la actividad del “Partido mundial” que dirigía dicha construcción y además desarrolló la ciencia y la teoría política marxista en algunos aspectos ideológicos que fueron apuntados los fundadores clásicos pero que requerían y siguen requiriendo de nuevas investigaciones en contacto con las realidades cambiantes.

Gramsci no llegó a la claridad ni profundidad de los clásicos fundadores. Tampoco es el único dirigente marxista europeo en el siglo XX que haya brillado con tanta luz. Por lo tanto, no es el único que deba ser estudiado y conocido por las nuevas generaciones de luchadores europeos marxistas y comunistas. El siglo XX ha conocido una experiencia muy rica de luchas proletarias, sociales, nacionales y populares en todos los confines europeos que produjeron resultados altamente provechosos para la causa de la emancipación humana. Incluso en este XXI más sombrío no son pocas las experiencias interesantes que se producen como resultado de las luchas y actividades sociales avanzadas.

Gramsci ha sido el mejor “producto” de la intensa lucha desplegada por la clase obrera italiana, el mejor dirigente originado en el impacto en Italia de la Revolución de Octubre y uno de los mejores teóricos marxistas de un país donde el marxismo, gracias al Partido que supo construir en los años 20 y 30 con sus camaradas, se convirtió sino en “hegemónico” (imposible hasta la toma del poder político y convertir a la clase trabajadora en dominante) pero sí en una visión del mundo ampliamente difundida, extendida y compartida, haciendo de su sociedad mucho más progresista y avanzada que, por ejemplo, la nuestra, donde por razones históricas, el pensamiento conservador y todavía semi feudal está bien asentado en la sociedad.
Gramsci realizó aportaciones en ese surco abierto por el marxismo desde mediados del siglo XIX que siguen plenamente vigentes en lo que la ideología dominante llama la era “posmoderna” pero que no es sino la maduración del capitalismo de los monopolios, genialmente descrito por Lenin, que es hoy más dominado por unos pocos grandes monopolios que en vida, no sólo de Lenin sino del mismo Gramsci. Es por eso que el grado que Gramsci alcanzó en vida como “jefe de la Revolución socialista italiana” y uno de los más destacados impulsores de la revolución socialista europea le sigue conviniendo plenamente.

1.- Verdades que hacen de este planteamiento teórico clásico porque supera las coyunturas históricas y atraviesa el tiempo al haber sabido descubrir las leyes profundas que rigen el desarrollo de la Historia y la sociedad y haber desentrañado la naturaleza del modo de producción capitalista y porque es una herramienta útil para comprender el momento presente.

2.- Punto en el que insiste José Aricó en su prólogo al libro Gramsci. Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1962.

3.- Palmiro Togliatti, Gramsci, Editori Reuniti, Roma, 1967, p. 69.

4.- “El programa de l’Ordine Nuovo”, Antología traducida por Manuel Sacristán, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2010. P, 86.

5.-Maria Antonieta Macchiocchi, Gramsci y la Revolución de Occidente, Siglo XXI editores, México, 1976, p. 73.

6.- Artículo “La cuestión italiana y el Komintern” escrito en 1922, página 19 del libro recopilatorio Antonio Gramsci. La Construcción del Partido Comunista 1922-1926, Dédalo Editores, Madrid, 1978.

7.- “Carta al Partido Socialista Italiano” firmada por el presidente del Comité ejecutivo de la Internacional Comunista Zinoviev y por Bujarin y Lenin. http://www.marxists.org/francais/inter_com/1920/08/italie.htm

8.- Página 82 del libro de Macchiocchi.

9.- Publicado por Gramsci en L’Ordine Nuovo el 24 de mayo de 1919 y citado por Macchiocchi en la página 158 de su libro.

10.-Manuel Sacristán, “El Undécimo cuaderno de Gramsci en la cárcel”, Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria Editorial, Barcelona, 1987.

José Antonio Egido, Sociólogo

Hacer cumplir al gobierno y mantener la estrategia de ruptura

Hacer cumplir al gobierno y mantener la estrategia de ruptura

Hacer cumplir al gobierno y mantener la estrategia de ruptura

Se inicia una nueva etapa política en la que por primera desde los años 30 del pasado siglo en España hay un gobierno de coalición entre la socialdemocracia y la izquierda alternativa, con la entrada de Unidas Podemos -y de Izquierda Unida- en el Consejo de Ministros, un gobierno cuya formación ha sido apoyada por el PCE, que cuenta con dos ministerios dirigidos por integrantes de nuestro Partido. Existe en estos momentos una evidente satisfacción de los sectores populares, democráticos y progresistas por haberse alcanzado finalmente el acuerdo de gobierno de coalición.

Toca trabajar para que el acuerdo de gobierno alcance los objetivos propuestos, que no son otros que revertir las políticas neoliberales y de recortes de derechos y poner en marcha otras políticas diferentes que garanticen plenamente los contenidos de los derechos fundamentales, tanto políticos como sociales y económicos, con el fin de mejorar sustancialmente las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora. Podemos afirmar que es positivo que no se haya cerrado la crisis de régimen en forma desfavorable para la clase trabajadora, y también lo es que se diluya el llamado centro político, que no es otra cosa que la muleta en la que se apoyan los poderes económicos para atraerse a la parte más débil de las capas populares.
Se abre un escenario político que nos ofrece la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de la mayoría social, aumentando el Salario Mínimo, recuperando el valor adquisitivo las pensiones, derogando la LOMCE, la Ley Mordaza o la Reforma Laboral, al tiempo que se pueden profundizar las contradicciones del bloque dominante.

La cuestión es seguir siendo una fuerza rupturista y no caer en la tentación de querer convertirnos en la izquierda del régimen. Debemos conjugar el mantenimiento de la estrategia rupturista con una táctica que tiene que contemplar nuestra participación en el Gobierno con nuestra actuación social, sindical e institucional, para conseguir conjugar medidas que mejoren la vida del Pueblo con otras que generen contradicciones en el bloque dominante y nos permitan avanzar en alcanzar una correlación de fuerzas favorable a un nuevo marco constitucional, la República.

La clave en este momento es no olvidar que la crisis de régimen sigue abierta y que las fuerzas del bloque dominante que han perdido una batalla, no darán por perdida la guerra, que van a tratar de utilizar todos sus recursos para que este gobierno fracase y dar paso a un gobierno de la derecha más dura.

Esta estrategia deberá permitirnos también ampliar la base política y militante del proyecto de convergencia de la izquierda en torno a Unidas Podemos, un requisito imprescindible para soportar con éxito los retos políticos a los que nos enfrentamos y las innumerables contradicciones a las que nos someterá la acción de gobierno. No olvidamos que el Gobierno puede fracasar, no sólo por la presión de la derecha, sino que también puede fracasar si no cumple las expectativas de una base social que hoy está esperanzada. El ejemplo de Grecia está demasiado cerca en el tiempo, por lo tanto, la mejor defensa del Gobierno no es justificar todo lo que haga, sino trabajar en todos los ámbitos para que cumpla sus objetivos.

A la vista del contenido del acuerdo programático, nuestro enemigo principal será, sin duda, en los próximos meses el intento de desestabilización del gobierno por la derecha mediática y política, la ultraderecha y en general todas las fuerzas conservadoras al dictado del gran capital.

Y previsiblemente, serán innumerables los ataques de sectores izquierdistas que afirmarán que el acuerdo de coalición alcanzado es una traición a la clase obrera y supone habernos entregado a la socialdemocracia.
No viene mal recordar por lo tanto las palabras de Lenin en su obra “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”:
“Hay que aprovechar la menor posibilidad de obtener un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro, condicional. El que no comprenda esto no comprende ni una palabra de marxismo ni de socialismo científico contemporáneo, en general. El que no ha demostrado en la práctica, durante un intervalo de tiempo bastante considerable y en situaciones políticas bastante variadas, su habilidad para aplicar esta verdad en la vida no ha aprendido todavía a ayudar a la clase revolucionaria en su lucha por librar de la explotación a toda la humanidad trabajadora”.

“De todo esto se desprende imperiosamente la necesidad -una necesidad absoluta para la vanguardia del proletariado, para su parte consciente, para el Partido Comunista-, de recurrir a la maniobra, a los acuerdos, a los compromisos con los diversos grupos de proletarios, con los diversos partidos de los obreros y pequeños patronos.Toda la cuestión consiste en saber aplicar esta táctica para elevar y no para rebajar el nivel general de conciencia, de espíritu revolucionario, de capacidad de lucha y de victoria del proletariado.”

Redacción Herri