Los brutos y sus juguetes

“Y, mientras tanto ¿qué hacemos?”. ¿Sobreviviremos? No lo sé, espero que sí ¿Hasta cuándo seguiremos mirando para otro lado? ¿Y si al final, ya no hay a donde mirar?.

Ahora que los BRUTOS del mundo, con vaya uste a saber qué interés, rompen pactos, destruyen tratados de no proliferación nuclear y, juegan a mandarnos a todos a la mierda, no es malo recordar que el pasado 6 de agosto, se ha cumplido el 74 aniversario del bombardeo de Hiroshima, y el 9 de agosto, el de Nagasaki. LOS MISMOS BRUTOS.

Se ha escrito mucho sobre las Guerras Mundiales, se han realizado numerosas películas (en especial desde la potente industria de Hollywood). No es casualidad.

Siempre he considerado a la literatura y al cine, hermosas herramientas del conocimiento, de la transmisión histórica de los acontecimientos más destacados. Incluso de aquellos que, sin haberlo sido, de modo discreto pero eficiente, han marcado nuestro devenir. Esto de ahora, a lo que aquí me quiero referir, no puede decirse que fuera un acto discreto.

Sin duda, sí puede afirmarse que, en la historia de nuestra especie animal y vertebrada, a veces tan delicada, a veces tan embrutecida, la fabricación y, posterior utilización de bombas atómicas, sí que ha marcado un antes y un después. Algo se escribió y algo se filmó sobre Hiroshima y Nagasaki (considero que no lo suficiente). Al día de hoy y, dados los recientes acontecimientos, dada la caída en desgracia de los antiguos tratados de no proliferación nuclear, dada la trivialidad con que los poderosos mandatarios —Trump de manera destacada—, frivolizan con las nuevas, poderosas y tremendamente onerosas armas de destrucción masiva —estas sí, estas son las verdaderas, las que nos pueden llevar a todos a la mierda, a la mierda nuclear—. Al día de hoy, digo, me sorprende la insensibilidad colectiva, la falta de reacción del mundo de la cultura, también del trabajo y, en definitiva, de toda una sociedad, acaso adormecida ante tamaña barbaridad.

Setenta y cuatro años han transcurrido desde aquellos aciagos días. Era lunes en Hiroshima, 166.000 personas ejecutadas de un plumazo. Era jueves en Nagasaki, 80.000 personas ejecutadas de otro plumazo. Si hay, que puede haber un tercer plumazo, los contaremos por millones. Eso claro está, si queda alguien para recitarlo.

Me sorprende, insisto, la insensibilidad social con que, año tras año, transcurre esta fecha en el calendario, en el más absoluto de los anonimatos. Y me sorprende aún más, la falta de reacción ciudadana, así como la de sus instituciones más representativas, ante la ausencia de pudor de algunos gobernantes, encantados y encandilados por, en sus desfiles militares, demostrar al otro, a ver quién la tiene más grande.

A datos del año 2017, EE.UU. posee 6.800 ojivas nucleares; Rusia posee 7.000, el resto, entre siete países se reparten 1135. ¿Qué pasará el día que empiecen a jugar con ellas?
Entre Hiroshima y Nagasaki, con solo dos y, de seguro con una tecnología primitiva si la comparamos con la actual, en total fallecieron —sin valorar los efectos secundarios— 246.000 japoneses. Con las actuales 15.000 ojivas ¿Nos faltará población para saciar el apetito de LOS BRUTOS?

Me temo que el árbol no nos deja ver el bosque. Ya no hablo de Chernóbil; hablo de mi ciudad, de la tuya; hablo de mi casa, de la tuya; hablo de mi familia, de la tuya. ¿Sobreviviremos? No lo sé, espero que sí. De seguro, con los actuales mandatarios, con menos posibilidades. «Método de persuasión ante el enemigo», nos argumentan. «Método intimidatorio ante el otro», se justifican. Mentira. La soberbia y la arrogancia los envuelve. Y, mientras tanto ¿qué hacemos? Yo no lo sé. Lo único que se me ocurre, es denunciar la falsedad, la hipocresía de todos cuantos, en defensa de su supuesto patriotismo, nos pueden llevar al vertedero.

¿Hasta cuándo seguiremos mirando para otro lado? ¿Y si al final, ya no hay a donde mirar? Capacidad y medios para conseguirlo tienen. Voluntad…, si es por la patria, ese sentimiento que utilizan como un kleenex de usar y tirar, creo que también.

Vladimir Merino, Escritor