Buscando a Golber.
“Un polaco, miembro de la primera dirección nacional de la JSU”.
Cuando escuché a Marcelo Usabiaga hablarme de un joven camarada de la JSU, un judío polaco llamado Adolfo Golber, con el que había compartido, en la dirección de la JSU, momentos dramáticos en la defensa de Asturias, inmediatamente se instaló en mí una enorme curiosidad.
Marcelo me contaba que, en esos últimos momentos de la derrota, a la gente más comprometida, a los que aguantaron hasta el final, se les planteó un problema: cómo huir para salvar la vida. Se encontraban en Gijón y con el enemigo, los fascistas, a las puertas. En ese dilema, la dirección de la JSU se partió en dos; hubo un grupo que decidió escapar por barco, en uno de los pocos barcos que quedaban en el puerto gijonés del Musel, y otro grupo que decidió huir por las montañas, en plan guerrillero, atravesando los montes de León, hasta encontrar territorio republicano.
A Marcelo esta fuga le pareció una temeridad, y, medio en broma medio en serio, decía que era porque a aquellos “guerrilleros” les dio miedo el mar. Entre éstos se encontraba Golber. Marcelo ya nunca más supo de él, aunque lo buscó y preguntó por él, durante el resto de la guerra, y en cada una de las cárceles que visitó tras la derrota. Como no encontró ningún rastro, se imaginó que había muerto, como tantos miles de republicanos, capturado y fusilado sin juicio en alguna fosa común de los montes leoneses. Le pregunté más detalles del chico con el que era visible que había forjado una hermosa amistad. Me dijo que no era muy alto, que era un poco gordito, con el pelo rizado y rubio. Que hablaba bien el idioma español, que provenía de la juventud comunista, que era estudiante de Derecho en Madrid antes de la guerra, y que no era, por tanto, en sentido estricto, un brigadista internacional, y que, como miembro de la dirección nacional de la JSU, había acudido a un congreso de unificación regional de la UJC y la FJS a Galicia el 18 de julio de 1936, donde le había pillado el alzamiento franquista, y de donde pudo escapar también por monte, no sin dificultades.
Sin duda ahí había una gran historia por contar, que era necesario contar. Pero lo que más me atrajo desde el primer momento, no fue la suma de aventuras que podía imaginar que había pasado el joven polaco por los montes de León, en su huida de los fascistas, hasta su, quizá, dramático final. Lo que más me llamó la atención fue que siendo un polaco, fuera miembro de la primera dirección nacional de la JSU. Eso le daba, a mi modo de ver, un empaque más verdadero, coherente, más consecuente, a esta nueva organización, que así se mostraba internacionalista de verdad, revolucionaria no sólo de palabra.
De inmediato me recordó a un ejemplo, donde la teoría y la práctica fueron juntas, el de Leo Frankel, ministro de trabajo en el gobierno obrero de la Comuna de Paris. La Comuna, que, además de las aspiraciones sociales de justicia, había nacido de la desesperación provocada por el largo asedio alemán de París y el disgusto que provocó en la población la rendición sin luchar. Un momento, en ese Paris de 1871, en el que los sentimientos nacionalistas, o incluso chovinistas, podrían haber sido muy fuertes, y aún así la Comuna “concedió a todos los extranjeros el honor de morir por una causa inmortal”. Nombró ministro de Trabajo a Leo Frankel, un obrero judio húngaro, y “honró a los heroicos hijos de Polonia, Dombrowski y Wroblewski, colocándolos a la cabeza de los defensores de París”, como dirá Karl Marx en “La Guerra Civil en Francia”.
Como en la Comuna, como a Leo Frankel, la JSU concedía a los extranjeros el honor de luchar, en primera fila, de ser capitanes, de esa causa inmortal que dijera Marx, aquí, entre nosotros, haciéndola universal, coherente con su principio internacionalista. Eso es lo que provocó mi inmediata simparía con aquella JSU.
Y me puse manos a la obra a buscar los rastros de Adolfo Golber. Como en las investigaciones históricas, sucedió un sentimiento agridulce, muy feliz por los hallazgos, y amargo por lo que no se encontraba. Fui encontrando pieza por pieza aquello de lo que Marcelo me había hablado. En el diario “El Pueblo Gallego” del sábado 18 de julio de 1936, encontré la siguiente nota:
“COMISIÓN PROVINCIAL DE UNIFICACIÓN”
El próximo domingo día 19 se celebrará en el “Danubio azul” a las cuatro de la tarde, un acto como clausura al Congreso Provincial de Unificación de la Juventudes socialistas de Pontevedra en el que intervendrán los oradores Ramón Conde por la Comisión provincial, Adolfo Golber y Segundo Serrano Poncela por la Comisión nacional.
A continuación, habrá un gran baile en el que intervendrá una afinada orquesta.”
Tal cual recordaba Marcelo, ahí estaba la primera pieza del rompecabezas. Hallé muchos anuncios, en la prensa madrileña de la época, de actos previos a la unificación juvenil, en los que se le anunciaba como orador en nombre de la juventud comunista. Encontré que fue detenido y encerrado en la cárcel de Monforte de Lemos, de donde consiguió escapar. Y lo mejor fue que encontré rastros posteriores a la caída de Asturias, participando de nuevp en el ejército popular, en Valencia, en Catalunya, a lo largo de 1938. De manera que pude darle la buena noticia a Marcelo de que Golber había sobrevivido a su aventura por la sierra leonesa. Sin embargo, a partir de ahí se perdía su pista, y no hallé nada posterior a la guerra, ni en los registros de prisiones. Quizá, escapó de la muerte tras la caída de Asturias, pero ésta le encontró después, siendo uno de los tantos asesinados en fosas, sin rastro.
Es la única explicación que encuentro, porque ese joven nacido en 1916 en Czestochowa, Polonia, era el secretario de cultura en la primera dirección de la JSU emanada tras la unificación de las juventudes comunistas y socialistas. Una persona conocida a la que habría resultado muy difícil esconderse en el régimen franquista, y tampoco habría evitado el fusilamiento o una larga condena de haber sido detenido. A finales de 1938, su huella desaparece. Mientras le buscaba, otro Golber imaginario se instaló en mi cabeza y dio pie a una novela. Pero eso es otro cantar.
«Sigo buscando su rastro, para rescatar su nombre en honor a su lucha por nuestra libertad, el honor de combatir por esa causa inmortal».
Miguel Usabiaga: Arquitecto – Escritor, Director de Herri.