Praga 1959 Bilbao 2020

Praga 1959 Bilbao 2020

Praga 1959 Bilbao 2020

«Las mujeres sostienen la mitad del cielo”.

Intervención de Luis Mari Ormazabal, camarada Zabala en la clandestinidad, delegado de Euskadi en el VI Congreso del PCE celebrado en Praga en diciembre de 1959 y enero de 1960.

Camaradas: Yo también quiero informar al Congreso de la actividad de nuestras mujeres, ya que ninguna de ellas se encuentra presente para poder hacerlo. En la campaña por la amnistı́a un grupo de mujeres de presos ha realizado una labor infatigable. Visitaron a los directores de la prensa local, a los cónsules extranjeros, organizaciones católicas, párrocos y al obispo. Es interesante que os exponga brevemente cómo se desarrollaron algunas de estas visitas.

El cónsul americano dijo que estaba dispuesto a ayudarlas pero que le dijeran con franqueza, qué eran ellas.”Comunistas”- respondió una-, aunque en realidad las que la acompañaban no eran del Partido. Sorprendido el cónsul exclamó: “¡Y cómo se atreven Vds. a venir aquı́!”. “¿No es América el paı́s de la libertad?”. “Sı́, pero nosotros no podemos inmiscuirnos en los asuntos de España. Sus maridos han sido condenados de acuerdo con las leyes españolas”.

Cuando llegaron al Consulado inglés, el cónsul ya estaba prevenido por su colega americano. Pero contrariamente a éste, las recibió con amabilidad, tomando nota del relato que le hicieron sobre los castigos impuestos a los presos de Burgos el 18 de junio, y al terminar les dijo: “Esto será dado a conocer por la BBC la próxima semana. Si Vds. la escuchan, podrán comprobarlo”. Efectivamente ası́ fue. Al despedirlas les recomendó: “Siempre que tengan algo de interés que comunicarme encontrarán abiertas las puertas del Consulado. No es preciso que vengan tan numerosas. A mı́ me gusta conocer lo que sucede en España, no sólo por lo que se dice oficialmente, y dirigiéndose a un armario, les mostró “MUNDO OBRERO”, °METAL” de Vizcaya y otros materiales del Partido. (aplausos)

Al Obispado fueron acompañadas de dos sacerdotes. El obispo dijo, que según sus informaciones no habı́a presos políticos en España, pero que se daban cuenta de que esto no era cierto, ya que ellas aseguraban tener sus maridos presos. Que sentı́a no poder autorizar a los sacerdotes como le pedı́an, ya que los sacerdotes no podı́an mezclarse en cuestiones polı́ticas. No obstante si ellas les proporcionaban la relación de los presos polı́ticos de Vizcaya, él escribirı́a al ministro de Justicia Sr. Iturmendi, aunque añadió, que esas cartas irı́an a parar sin duda a cesto de los papeles.

Sin embargo, uno de los sacerdotes que las acompañaban les prometió recoger firmas en su parroquia, cosa que efectivamente hizo. Este mismo sacerdote cuando la madre del camarada José Marı́a Laso se lamentaba de que su hijo, que era un santo, estaba condenado al infierno por ser comunista respondió: “Si como Vd. dice su hijo es un santo y por todo lo que de él me ha contado veo que es un hombre generoso y admirable, Ias puertas del cielo se abrirán para él mejor que para otros que se dicen muy cristianos. Verdaderamente me agradarı́a conocerle aun siendo comunista. Dicho sacerdote les aconsejó la recogida de firmas en un Convento de Franciscanos, donde se encuentran algunos eclesiástı́cos, represaliados desde la toma de Bilbao, con huellas en sus cuerpos a causa de las torturas a que fueren sometidos por los franquistas.

Cuando visitaron al párroco de San Antón, éste les dijo que no podı́a hacer lo que le pedı́an… Una de las mujeres exclamó: “¿Cómo dice Vd. que no pueden hacer nada? ¿No son los curas los que mandan en España?”. “¡Ay hija mı́a, qué equivocada estás! Y bajando la voz añadió: “Pero si esto es una dictadura. Nosotros tenemos que hacer como todo el mundo: oı́r, ver y callar.”

¿Quiénes son estas camaradas? La organizadora del grupo es un mujer que lleva 14 años separada de su marido por las rejas de la cárcel. Para ayudarle ingresó en una fábrica transformándose en una obrera. Cuando hace unos meses se le propuso su ingreso en el Partido, dijo sorprendida: “Pero, ¿es que yo puedo ser comunista? Voy a dar a mi marido la mejor alegrı́a de su vida”. En la primera visita que hizo a la cárcel, se lo comunicó y efectivamente este camarada, aunque tampoco a él se le habı́a ocurrido nunca proponérselo, le dijo: “Te felicito, estudia mucho para que cuando yo salga en libertad, puedas enseñarme, después de tantos años de aislamiento me será muy necesaria tu ayuda”. Esta misma camarada, el 17 de junio, vı́spera de la Huelga Nacional se levantó a las 5 de la mañana y regó de octavillas el camino de la fábrica que se encuentra precisamente en una zona muy industrial. (aplausos)

Cuando llegó la Guardia Civil ya no quedaban octavillas, habı́an sido recogidas por los obreros que pasaban camino del trabajo. Mujeres como éstas son un verdadero tesoro para el Partido. Pero justo es reconocer que aún no damos toda la importancia que merece la labor del Partido entre las mujeres, a la organización y desarrollo de los grupos de mujeres comunistas. Nadie mejor que ellas puede movilizar a las mujeres trabajadoras contra las consecuencias del Plan de Estabilización, por la solidaridad con los presos y por el éxito de la campaña por la amnistı́a. Para todo comunista debe ser un orgullo que su compañera sea también una camarada. (aplausos).

Procedencia: “VI Congreso del PCE. Transcripción de las intervenciones. Archivo Histórico del PCE.

Bilbao 2020

Fui elegido delegado para representar a Euskadi en el VI Congreso del Partido Comunista de España, celebrado en Praga, año de 1959. Llegado el momento de mi intervención, diserté sobre los Sindicatos Verticales, donde estábamos inmersos a raı́z de la consigna recibida del Partido.

Asimismo, también esbocé la necesidad perentoria de incorporar en la lucha, toda la fuerza potencial de las mujeres, pues ellas representan la inmensa mayorı́a. “Las mujeres sostienen la mitad del cielo”. Ellas tienen la facultad de poseer, además de la maternidad; los valores intrı́nsecos e inefables, tales como el amor, la ternura, el afecto, la consideración, la abnegación, el sacrificio, la resiliencia hasta cotas inimaginables. Lo he visto, lo he vivido.

Después de valorar todos estos alicientes supremos, les expuse la solución inexcusable de que sin las mujeres no lograrı́amos conseguir la tan deseada Revolución. No nos engañemos. O hacemos la Revolución junto a las mujeres o no habrá Revolución. “Recapacitad sobre estas palabras en este dı́a tan especial”. Ası́ de claro. Hubo muchos aplausos, incluso en algún momento tuve que parar mi intervención. Pero, no se hizo nada. Pasaron los años…. y el tiempo está de mi parte (triste consuelo) Ahora todos andan corriendo tras la estela que dejan las mujeres en este mar de las posibilidades. Vanguardia permanente a encauzar, en el torbellino que se vislumbra en los prometedores horizontes que acompañan los vientos de una utopı́a inmarcesible.

La guerra: delirio de sangre
las mujeres no se amilanaron
levantaron la moral
de los supervivientes,
con lo mucho que poseı́an,
con lo que no tenı́an:
eran unas valientes.
Surgieron de la tierra
con el alba desnuda,
nos enseñaron
a recordar el futuro,
que en las tinieblas ilumina la soledad ultrajada,
bajo el silencio de la Dictadura
cual vomitivo de amargura;
auspiciaron el porvenir,
de la batalla callada
con los gritos del alma,
surgió de la nada
un dosel de esperanza.
La barbarie fue mucha,
que lo digan los tiempos
que marcaron los tempos,
de las mujeres en lucha.

Luis Mari Ormazabal

Un nombre para la historia: Clara Zetkin

Un nombre para la historia: Clara Zetkin

Un nombre para la historia:
Clara Zetkin

«La mujer proletaria lucha mano a mano con el hombre de su clase contra la sociedad capitalista».

No me resulta fácil hablar de Clara Zetkin sin rebelarme, por el olvido al que ha sido injustamente condenada. Esta figura histórica, trascendental en los orı́genes del socialismo revolucionario y en la lucha obrera alemana, ha sido abandonada a un rincón de la memoria de unas pocas utópicas. Pero lo que realmente me entristece e indigna es que Clara siga siendo ignorada por parte de la izquierda del siglo XXI y también invisibilizada, por esas mujeres que se arrogan el liderazgo del movimiento feminista actual, que parece tener como objetivo, desvincular definitivamente, la lucha por la liberación de la mujer de la lucha de clases.

Analizando la historia, la evolución de los movimientos feministas y el enfrentamiento ideológico que a menudo se advierte entre los diversos grupos existentes, no es desafortunado hacer en la actualidad los mismos análisis y planteamientos que en su dı́a hizo Clara Zetkin, para encontrar explicación a las diferentes reivindicaciones de unos y otros, e identificar sin dificultad a los integrados por trabajadoras y amas de casa con conciencia de clase, de los integrados por la clase burguesa.

Tampoco es difı́cil descubrir que, parte del peso de la liberación de la mujer burguesa cayó, y sigue en parte recayendo, sobre las espaldas de la mujer proletaria, que es quien libera a la mujer burguesa del yugo de las tareas domésticas -incluido muchas veces el cuidado de los miembros enfermos de la familia- por salarios vergonzosos. Sin ir más lejos, en este mayo confinado venı́a una oferta de trabajo en los siguientes términos: “Se necesita interna, que justifique que, o bien ha pasado el coronavirus o no es portadora del mismo.

El sueldo es de 500 euros mensuales y un dı́a libre semanal. Puede ser extranjera con papeles o sin ellos”. Aunque nos resistamos a admitirlo, a pesar de los cambios de sensibilidad social y legislativa de los últimos años, esta es una realidad de explotación laboral con la que convivimos sin escandalizarnos. Quizás el hecho de que Clara Zetkin considerase al ama de casa como prestadora de servicios a la sociedad, y por lo tanto parte del tejido productivo, es lo que marque la diferencia entre ambos movimientos.

Muchas mujeres que trabajan fuera del hogar, cuyos salarios no son precisamente la media de la mayorı́a, se ven obligadas a recurrir a la contratación de empleadas del hogar, convirtiéndose en patronas. Por lo tanto la valoración de esos servicios corre a cargo de las empleadoras. Esa devaluación del valor del trabajo de la mujer denominada “ama de casa”, cuyo labor consiste en cuidar de los miembros de la familia, mantener la limpieza de la casa, administrar un salario, hacer la comida, lavar, planchar, etc… -por supuesto siempre y cuando esta decisión “laboral” haya sido tomada en libertad y consensuada- no la excluye de formar parte de la clase trabajadora y, como consideraba Clara Zetkin, parte del tejido productivo.

Estoy casi segura que la no desvinculación de Clara de la liberación femenina de la lucha de clases, y el reconocimiento del trabajo de la mujer en el hogar, fue lo que movió a las ONU a prescindir del término Trabajadora, cuando declaró en 1975 el 8 de marzo el “Dı́a Internacional de la Mujer”. 

Para Clara Zetkin el modelo de familia creada por la alta burguesı́a, carece desde su origen de presupuestos morales. Por el contrario para Clara la familia debe estar formada como unidad moral y no económica y la función de madre y educadora, reafirma en la mujer su determinación para la lucha; por eso es imprescindible contar con ella. Afirma que la emancipación de la mujer proletaria debe ser una lucha junto al hombre de su clase; mientras que la burguesa lucha contra el hombre de su clase.

Eso no quiere decir, según Clara, que la proletaria no apoye las reivindicaciones del movimiento femenino burgués, al que reconoce como el instrumento que pueda facilitar el acceso del proletariado al poder polı́tico. Por lo tanto, para Clara, es justo exigir que, en la misma medida, el movimiento femenino burgués apoye las reivindicaciones de las mujeres proletarias. Ya en su dı́a Clara intentó fusionar ambas tendencias, en aras de un movimiento feminista más fuerte, pero dicha fusión resultó inviable.

En la actualidad parece que ambas tendencias se han unificado, teniendo como denominador común la violencia de género, pero esto es un espejismo. A pesar de la creación de juzgados especı́ficos, formados por mujeres, y juicios rápidos, quienes conocemos el funcionamiento de muchos de ellos, hemos podido comprobar en qué condiciones se enfrenta una mujer de escasos recursos o sin ellos, a este proceso, en donde se ve obligada a tener la asistencia de la abogada de turno que le toque a suerte en dicho juzgado, sin poder contratar una abogada especialista en este tipo de procesos.

Ası́ pone no sólo su vida sino su futuro, en manos de una letrada que a veces se persona sin haber leı́do ni un renglón de la denuncia de su representada, y mucho menos conocer sus antecedentes de violencia en el hogar, ni como pudo salvar la vida en el caso que se juzga. Ante la indefensión se dictan sentencias que a cualquier persona le sobrecogen; unos pocos metros de alejamiento, ningún seguimiento del caso, condenas mı́nimas, negativas a dar la orden de que se mantenga informada a la vı́ctima, etc…

Esto nunca sucederı́a en el caso de que esa misma vı́ctima formase parte de “otra clase social”, ya que tendrı́a una defensa justa y razonable. Todo esto puede sonar polı́ticamente incorrecto, pero no estoy reflejando más que la verdad y evitando generalizar, cosa que siempre resulta injusta. Lo que me reafirma en la teorı́a de que no se puede desligar la defensa de los derechos de la mujer de la lucha de clases, porque habrá una gran mayorı́a de mujeres que se verán privadas de los derechos que otras gozan. Si recurrimos a las estadı́sticas, podremos comprobar a que “extracto social” pertenecen la mayorı́a de las vı́ctimas.

La obra “La mujer y el socialismo” de August Bebel, causó en Clara una enorme influencia, refiriéndose a la obra con la exclamación de: “¡ha sido un evento, un acontecimiento!”. Dicha influencia se evidenció en el discurso que pronunció el 16 de octubre de 1896, en donde por primera vez ponı́a en claro las relaciones vinculantes de la que ella denominaba “cuestión femenina”, con el desarrollo histórico y se afirmaba en que: “solamente podemos conquistar el futuro si las mujeres combaten al lado de los hombres”. Como trabajadora y madre de familia, siempre tuvo presente la “cuestión femenina” en todos sus discursos, y luchó para salvaguardar la dignidad de la mujer en el trabajo y en el hogar.

Su iniciación en el marxismo se produjo durante su exilio en Parı́s. Fue allı́ donde en carne propia sufrió las penurias que hasta entonces le habı́an sido ajenas. Fueron unos años durı́simos para Clara y su familia; su compañero Osip Zetkin – del que Clara adoptó su apellido-, y los dos hijos de ambos. Pero lejos de sucumbir ante la precaria situación, se iba reafirmando en sus convicciones marxistas; convicciones que defendió hasta el final de sus dı́as, como queda reflejado en su último discurso de apertura ante el Parlamento Alemán (Reichstag) el 30 de agosto de 1932, donde incitaba con voz desgarrada a las masas internacionales de proletarios a luchar contra el fascismo. Poco después tuvo que exiliarse a Rusia, patria de su compañero Osip, muriendo cerca de Moscú el 20 de junio de 1933.

Clara fundó en 1891 el primer periódico feminista que se publicaba en Europa, el DIE GLEICHHTI –cuya traducción al castellano es IGUALDAD- donde ella era redactora y todo el personal laboral mujeres. Desde sus páginas, no se limitó a defender el derecho al voto femenino universal, sino que exhortó a las mujeres a posicionarse contra la guerra.

En 1915 organizó en Berna (Suiza) una Conferencia de Mujeres Socialistas contra la guerra, encabezando ası́ la oposición frente a la lı́nea oficial de su partido. Entendiendo que la formación a la que pertenecı́an estaba alejándose de los principios marxistas, que eran su seña de identidad. Ese mismo año inicia, junto Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, la reagrupación de la izquierda de la socialdemocracia, que culminó en la formación de una corriente interna que se denominó “Movimiento Espartaquista”.

En ese momento firmaron su sentencia de muerte, ya que muchos fueron asesinados vilmente, como sucedió con Karl Liebknecht y su gran amiga Rosa Luxemburgo. No obstante quince dı́as antes, el 30 de diciembre de 1918, los tres compañeros habı́an fundado en Berlı́n el Partido Comunista de Alemania, en donde Clara militó hasta el final de su vida. En 1920 es elegida Presidenta del Movimiento Internacional de las Mujeres Socialistas y participa en el II Congreso de la Internacional Comunista. En 1921 entra a formar parte del Comité Ejecutivo y del Presidium de la III Internacional. En 1924 asume la presidencia del Socorro Rojo Internacional y en 1931 participa en Berlı́n en el Congreso Internacional del Socorro Obrero, del que formaba parte su hijo mayor, que acudió como médico, al frente republicano de nuestra guerra civil. Esto sólo son pinceladas de su intensa vida polı́tica y que demuestra que su actividad y compromiso con el movimiento obrero sólo culminó con su muerte.

Su legado intelectual es amplı́simo, en donde plasma y analiza escrupulosamente sus convicciones marxistas, con claridad y sin concesiones. Sus discursos e intervenciones, ası́ como sus escritos, son de un gran valor literario; estructurados magistralmente y en un cuidado lenguaje, entendible para hombres y mujeres de cualquier condición. Siempre alejada del discurso hueco y altisonante que predomina en nuestros dı́as, donde se mercadea sin ningún pudor, donde se navega entre ambigüedades y deslealtad para con la verdad. Clara en cambio siempre fue transparente en su prosa, sensible al sufrimiento ajeno, consecuente con la moral marxista, pacifista, valiente y rotunda a la hora de denunciar las injusticias. Reitero que, el destacado papel de Clara en el movimiento obrero alemán, fue determinante.

La intensa actividad que desarrolló durante los años 20, a pesar de su frágil salud, demuestra que en ella la edad intervenı́a en su mente de forma positiva y que, hasta el fin de sus dı́as mantuvo una lucidez intelectual absoluta. Eso quedó demostrado con creces en una de sus últimas intervenciones públicas, el dı́a 30 de agosto de 1932, cuando por ser la diputada de mayor edad, tuvo que pronunciar el discurso de apertura del Reicchstag – Parlamento Alemán-.

Su intervención fue desgarradora, incitando a las masas internacionales a luchar contra el fascismo, mientras comprobaba como los votos de miles de proletarios a los que dedicó su vida defendiendo sus derechos, habı́an hecho posible el triunfo del Partido Nazi. Su reclamación resultó estéril y poco después tuvo que exiliarse a Rusia (patria de su primer compañero del que ella habı́a adoptado su apellido), donde falleció meses después, el 20 de junio de 1933, a la edad de 76 años. La dimensión intelectual y polı́tica de Clara, supuso que se tomase su cerebro y se trasladase al Instituto Cerebral de la Academia de Ciencias de la URSS, a fin de llevar a cabo un estudio del mismo.

Este Instituto, fundado por un cientı́fico refugiado alemán, estaba dedicado al estudio de las masas cerebrales de personajes que destacaron en los diversos campos en los que el ser humano desarrolla todo su potencial intelectual, polı́tico, cultural y cientı́fico. Cabe destacar que fue el primer cerebro de mujer analizado. Dos dı́as después de su fallecimiento, numerosos delegados del movimiento obrero internacional y cientos de miles de moscovitas, acompañaron a Clara en su último viaje hasta la muralla del Kremlin, lugar en el que sus restos mortales fueron depositados.

Remontándonos al 27 de agosto de 1910, con motivo de la celebración de la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, que se celebró en Copenhague (Dinamarca) y al que acudieron más de cien delegadas de diecisiete paı́ses; representantes de partidos polı́ticos, sindicatos y organizaciones de mujeres, a instancias de las delegadas estadounidenses, Clara Zetkin propuso declarar el dı́a 8 de marzo como “Dı́a Internacional de la Mujer Trabajadora”; dicha propuesta fue aprobada por unanimidad.

Se habı́a elegido esa fecha, porque el 8 de marzo de 1857 en Nueva York se organizó una marcha con de cientos de trabajadoras del textil, reclamando salarios dignos y mejores condiciones de trabajo. Esta jornada reivindicativa se saldó con la muerte de dos centenares de trabajadoras, como consecuencia de la sangrienta y brutal represión policial.

Un año después de la declaración del 8 de marzo como “Dı́a Internacional de la Mujer Trabajadora”, fue también Nueva York el escenario sangriento de la lucha de las mujeres, donde murieron calcinadas ciento veintitrés obreras y veintitrés obreros del textil -este último dato siempre se omite– La mayorı́a de las vı́ctimas, mujeres y hombres, eran adolescentes y jóvenes inmigrantes, cuyas edades oscilaban entre los 14 y 21 años, que protestaban no sólo por los bajos salarios, sino por las condiciones de insalubridad en las que trabajaban. Estos hechos sucedieron un 25 de marzo.

Quienes, de una forma u otra, militan activamente en opciones polı́ticas, sindicales o sociales, deben tratar de recuperar figuras como la de Clara Zetkin que, por su trayectoria polı́tica, intelectual y humana, pueden servir de referente y señalar el camino a seguir, mediante el testimonio de su propia experiencia y el legado valiosı́simo de su pensamiento al que, la diversidad temática de sus artı́culos lo enriquece y universaliza. Clara huye de la contemporización que evita el compromiso vinculante y, su lenguaje fluido, forma parte de la propia lucha de clases; las acerca hasta la identificación.

Esperemos que algún dı́a se le haga justicia y que el 8 de marzo luzcamos, orgullosas y orgullosos, su retrato en nuestro pecho, en señal de agradecimiento por una vida entregada a la defensa de los derechos humanos más elementales.

 Alicia Martı́nez del Burgo Vigo,

 Primavera confinada del 2020

Mensaje de despedida a los voluntarios de las Brigadas Internacionales

Mensaje de despedida a los voluntarios de las Brigadas Internacionales

Mensaje de despedida a los voluntarios de las Brigadas Internacionales

Es muy difı́cil pronunciar unas palabras de despedida dirigidas a los héroes de las Brigadas Internacionales, por lo que son y por lo que representan. Un sentimiento de angustia, de dolor infinito, sube a nuestras gargantas atenazándolas… Angustia por los que se van, soldados del más alto ideal de redención humana, desterrados de su patria, perseguidos por la tiranı́a de todos los pueblos…

Dolor por los que se quedan aquı́ para siempre, fundiéndose con nuestra tierra y viviendo en lo más hondo de nuestro corazón aureolados por el sentimiento de nuestra eterna gratitud.

De todos los pueblos y todas las razas, vinisteis a nosotros como hermanos nuestros, como hijos de la España inmortal, y en los dı́as más duros de nuestra guerra, cuando la capital de la República española se hallaba amenazada, fuisteis vosotros, bravos camaradas de las Brigadas Internacionales, quienes contribuisteis a salvarla con vuestro entusiasmo combativo y vuestro heroı́smo y espı́ritu de sacrificio.

Y Jarama y Guadalajara, y Brunete y Belchite, y Levante y el Ebro cantan con estrofas inmortales el valor, la abnegación, la bravura, la disciplina de los hombres de las Brigadas Internacionales.

Por primera vez en la historia de las luchas de los pueblos se ha dado el espectáculo, asombroso por su grandeza, de la formación de las Brigadas Internacionales para ayudar a salvar la libertad y la independencia de un paı́s amenazado, de nuestra España.

Comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, hombres de distinto color, de ideologı́a diferente, de religiones antagónicas, pero amando todos ellos profundamente la libertad y la justicia, vinieron a ofrecerse a nosotros incondicionalmente.

Nos lo daban todo; su juventud o su madurez o su experiencia; su sangre y su vida, sus esperanzas y sus anhelos… Y nada nos pedı́an. Es decir, sı́: querı́an un puesto en la lucha, anhelaban el honor de morir por nosotros. ¡Banderas de España!… ¡Saludad a tantos héroes, inclinaos ante tantos mártires!…

¡Madres!… ¡Mujeres! Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando; cuando el recuerdo de los dı́as dolorosos y sangrientos se esfume en un presente de libertad, de paz y de bienestar; cuando los rencores se vayan atenuando y el orgullo de la patria libre sea igualmente sentido por todos los españoles, hablad a vuestros hijos; habladles de estos hombres de las Brigadas Internacionales. Contadles cómo, atravesando mares y montañas, salvando fronteras erizadas de bayonetas, vigiladas por perros rabiosos deseosos de clavar en ellos sus dientes, llegaron a nuestra patria como cruzados de la libertad, a luchar y a morir por la libertad y la independencia de España, amenazadas por el fascismo alemán e italiano. Lo abandonaron todo: cariños, patria, hogar, fortuna, madre, mujer, hermanos, hijos y vinieron a nosotros a decirnos: «¡Aquı́ estamos»!, vuestra causa, la causa de España es nuestra misma causa, es la causa de toda la humanidad avanzada y progresiva».

Hoy se van; muchos, millares, se quedan teniendo como sudario la tierra de España, el recuerdo saturado de honda emoción de todos los españoles.

¡Camaradas de las Brigadas Internacionales! Razones polı́ticas, razones de Estado, la salud de esa misma causa por la cual vosotros ofrecisteis vuestra sangre con generosidad sin lı́mites os hacen volver a vuestras patrias a unos, a la forzada emigración a otros. Podéis marcharos orgullosos. Sois la historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad y de la universalidad de la democracia, frente al espı́ritu vil y acomodaticios de los que interpretan los principios democráticos mirando hacia las cajas de caudales o hacia las acciones industriales que quieren salvar de todo riesgo.

No os olvidaremos, y, cuando el olivo de la paz florezca, entrelazado con los laureles de la victoria de la República española, ¡volved!…

Volved a nuestro lado, que aquı́ encontraréis patria los que no tenéis patria, amigos, los que tenéis que vivir privados de amistad, y todos, todos, el cariño y el agradecimiento de todo el pueblo español, que hoy y mañana gritará con entusiasmo:

¡Vivan los héroes de las Brigadas Internacionales!

 Dolores Ibárruri. 1-XI-1938

El único camino

El único camino

El único camino

“No es la hermana, la novia ni la compañera. Es algo más, la clase obrera”.

Generaciones de militantes revolucionarios, antifascistas, demócratas, comunistas, se acercaron a la lucha arrastrados por la fuerza del ejemplo de esa mujer, Dolores Ibárruri, Pasionaria, admirados por su vida dedicada a una causa, la de la liberación humana. Tal fue mi caso. Después del mito, de su impacto, venı́a la labor de acercarse a su obra, de conocer su vida real, que lejos de difuminarlo, lo agrandaba aún más. Ese camino empezaba con la lectura de su obra autobiográfica, “El único camino”.

Recuerdo su infancia en Gallarta, marcada por la vida de los mineros, sus terribles condiciones de existencia, sus luchas para mejorarlas, las huelgas en las que arrojaban dinamita a la policı́a. Sin renunciar a la dinamita, quizá Dolores supo que en esa lucha hacı́a falta también el verbo, convencer con la palabra, y comenzó a asistir a las charlas del Centro Obrero de Gallarta. Allı́ escuchaba, bebı́a materialmente todo lo que decı́an los oradores, y luego, a veces, intervenı́a, pero lo hacı́a como un entrenamiento, para foguearse en episodios futuros.

El clima de esa aldea de Bizkaia era revolucionario, socialista, pero también muy católico; una fe que en los años mozos pareció influirla mucho, pero que en realidad, cuando Dolores se hizo con un criterio propio sobre la vida, apenas le dejó huella. Dolores abandonó la escuela a los quince años, y, a pesar de sus anhelos por ser maestra y de ser una brillante estudiante, tuvo que aprender el oficio de costurera y trabajar durante tres años como muchacha de servicio. No tardó en casarse, el único fin predestinado para la mujer entonces, la continuación de la vida gris, triste, penosa y esclava de sus madres.

Lo hizo con un minero, como no podı́a ser de otra forma, un buen hombre, también revolucionario y con varias detenciones a su espalda, pero sin el nervio de insumisión ante la injusticia que ya atesoraba Dolores, y que hizo que se quedara atrás cuando su militancia se hizo más intensa, prevaleciendo en ella la lucha sobre la estrecha vida matrimonial. Entre tanto tuvieron hijos, y era tal la pobreza en la que vivı́an, que cuando murió su pequeña Amagoia tuvieron que enterrarla en una caja de sardinas porque no tenı́an dinero para un féretro, a pesar de que entonces, 1923, ya se hablaba del dinero que los comunistas recibı́an de Moscú.

De los seis hijos que tuvo, con enfermedades y sin dinero para medicinas, con hambre y miseria, pronto sólo le quedaron vivos dos, Rubén y Amaia. Su palabra, aprehendida en el Centro Obrero de Gallarta, en la biblioteca de la Casa del Pueblo de Somorrostro, en los muchos mı́tines y reuniones que se producı́an en una época de intensa lucha minera, crecı́a, se hacı́a más popular, hasta que fue reclamada para escribir un artı́culo en el periódico “El minero vizcaı́no”. Corre la Semana Santa, en esa época unas fechas de gran recogimiento, y Dolores, madre de 23 años que ha conocido la pérdida, el desgarro, el dolor en sı́ y por doquier; firma el artı́culo, para evitar su verdadero nombre en un ambiente de persecuciones y violencia, con el apodo de Pasionaria.

Lo mismo hará en sus colaboraciones posteriores para “La lucha de clases”, y ya, a partir de 1920 en el periódico comunista de Bilbao “La bandera roja”, cuando Dolores ingresa en el partido comunista. Tı́mida, o quizá muy exigente con la palabra, siempre se muestra nerviosa ante un discurso, y muchas veces prefiere que hable un compañero, aunque su palabra no tiene igual. Su voz metálica, profunda, precisa, parece reproducir el eco del mineral de sus montes, los sonidos del trabajo, sus lamentos, sus quejas y anhelos; suena a verdad y entusiasma a las masas, a los obreros, que la identifican como suya.

Elegida diputada por el Frente Popular en la minera Asturias, su primera acción será sacar de la cárcel de Oviedo a los centenares de presos detenidos desde la huelga de octubre de 1934. Los saca literalmente, ante las dudas de las autoridades y tras un tenso tira y afloja, recorre los pasillos y galerı́as agitando el manojo de llaves que le entrega —bajo su única responsabilidad como le advierte—, el administrador de la prisión. ¡Camaradas, todos a la calle, todos a la calle! —grita Pasionaria—, que de tanta emoción no conseguı́a acertar con las llaves en la cerradura y tenı́a que ser ayudada por los propios presos desde el otro lado de las rejas.

El valor de su palabra para el pueblo quedó sellado con sangre en la guerra. Su célebre “NO PASARÁN”, constituyó uno de los estı́mulos principales para la defensa de la República, y se extendió por todo el mundo como un emblema de las nuevas libertades conquistadas, para las mujeres, para los obreros; un estandarte para todos los oprimidos del mundo que miraban a España, a su lucha, como una lucha que les era propia.

Por primera vez en el mundo, todos los oprimidos de la tierra se unieron frente al enemigo, para salvar la libertad, y por eso vinieron miles de brigadistas internacionales para defender la causa de la República española, que era su causa. Las palabras de Dolores en su despedida permanecen en el corazón de todo internacionalista: “No os olvidaremos, y, cuando el olivo de la paz florezca, volved a nuestro lado, que aquı́ encontraréis patria los que no tenéis patria; amigos los que tenéis que vivir privados de amistad; y todos, todos, el cariño y el agradecimiento de todo el pueblo español, que hoy y mañana gritará con entusiasmo: ¡Vivan los héroes de las Brigadas Internacionales!”

En el frente con el general Walter y Francisco Antón 

Del exilio en Moscú algún camarada traı́a alguna vez algún recuerdo. Era una mujer muy sencilla —contaban—, una etxekoandre de la que era difı́cil escapar sin comer un par de huevos fritos con patatas en su casa moscovita. La añoranza de su Euskadi era enorme, y sólo las convicciones firmes de la lucha, del deber, la calmaban. El 22 de mayo de 1977 intervino en su primer mitin tras el regreso a España; fue en Bilbao, y con la libertad apenas acariciada, más su enorme nostalgia, explotó en sus lágrimas toda esa emoción contenida.

¿Qué poeta no la ha cantado?
Nicolás Guillen, Miguel Hernández, Ana Belén, Joan Baez,
Gabriel Celaya, Rafael Alberti, cualquier soñador, cualquier
revolucionario, cualquiera de nosotros,
¿Quién no le ha entregado un poema secreto, una
canción?
Frente a ella todos somos iguales, como le cantara Alberti
el dı́a de su muerte:
¿Quién no la quiere?
No es la hermana, la novia ni la compañera. Es algo más, la
clase obrera”. Todo eso era Pasionaria

Miguel Usabiaga

Arquitecto – Escritor Director de Herri

COVID desde dentro

COVID desde dentro

COVID desde dentro

Pandemia, qué pandemia?, ¿cómo, qué está pasando?, ¿que nos tenemos que quedar en casa, todos?, ¿pero por qué, y cuánto tiempo?

Me pilló desprevenida, estaba distraı́da con otras cosas, estaba viviendo, estaba además, en un momento importante de mi vida, aunque supongo que todos lo son de alguna manera, a mı́ me pilló, como a la mayorı́a de la gente, desprevenida. Aprovecho la oportunidad que me han dado, para aportar una visión desde dentro, desde mi vivencia y desde el sentimiento.

No soy ninguna entendida en el tema, no soy epidemióloga, ni doctora en nada, soy una enfermera que trabaja en el servicio de Urgencias de un hospital de Osakidetza.

Me encanta mi trabajo, siempre he tenido claro que me gustaba. De pequeña, solı́a ver series de médicos, bueno y ahora también, jugaba a operar y a curar, y sin darme cuenta, estaba en un hospital, correteando por los pasillos buscando las habitaciones.

De los servicios en donde he trabajado, el que más me gusta, es el de Urgencias porque la monotonı́a no existe, porque me gusta sentirme útil y porque en estos servicios el resultado es rápido y gratificante. No hay nada más recompensante que salvar la vida, quitar el dolor a quien lo padece o poder aliviarle en un momento de ansiedad o miedo.

Cuando empezó todo esto y nos tocó ir a trabajar, reinó la incertidumbre, ¡todo eran dudas, no sabı́amos nada! Cada dı́a, al comienzo del turno, nos reunı́an y nos explicaban la situación. Hay que protegerse con mascarillas, batas, gafas… intentar averiguar si ese paciente podrı́a ser un caso de alta o baja sospecha, era nuestra misión. Hablábamos de pacientes que provenı́an de China, Irán, después Italia…etc. Se elaboraban protocolos para el dı́a, esto es para hoy, nos decı́an, mañana será otro.

Mientras tanto, el confinamiento, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Cada cual a la suya, cada uno con los suyos, y comienza el miedo, miedo a contagiar a tu familia, ¡qué responsabilidad! Los sanitarios no lo verbalizamos, no decimos tenemos miedo, pero lo tenemos. En una ocasión, comentando con los compañeros de turno, ninguno podı́amos dormir y, te vas alejando, tomando conciencia del alcance de la situación. Sólo necesitaba un abrazo.

Hicimos coreografı́as de baile, muchas, nunca he bailado tanto, me he reı́do tanto y nunca me he sentido tan perteneciente a un colectivo, ¿qué pasa? Ahora nos aplauden en los balcones, ensalzan nuestra dedicación, nos admiran, ¡somos héroes! Confieso que me he emocionado muchas veces cuando iba a trabajar, imagino que los soldados cuando desfilaban entre vı́tores al ir a la guerra, sentirı́an lo mismo, una sensación agridulce.

Es mi deber, no tengo dudas, estoy contenta de ser lo que soy porque ahora es mi turno de poder sentirme orgullosa de serlo. No soy diferente a mis compañeros, estamos todos unidos y por una causa común.¡ A por ellos!!

Tengo compañeras que se han contagiado, les he leı́do el miedo en los ojos y he llorado, llorado de amor y reconocimiento a todos ellos, he llorado en mi soledad del peso de la responsabilidad, de comprensión hacia los pacientes en su soledad y sufrimiento, pero también he llorado al escuchar los aplausos, al recibir los mensajes de mis amigos y os aseguro, que el reconocimiento es el mejor premio que se pueda dar a nadie. 

Gracias

Olatz Uriarte
Enfermera en el servicio hospitalario
de Urgencias de Osakidetza