París, tomar el cielo por asalto.
“Se debía haber emprendido inmediatamente la ofensiva contra Versalles”.
La apreciación que Marx hace de la Comuna de París,
corona sus cartas a Kugelmann. Y esta apreciación es particularmente instructiva si la comparamos con los métodos empleados por los socialdemócratas rusos de ala derecha. Plejánov, que después de diciembre de 1905 exclamó con pusilanimidad: y ¡No se debía haber empuñado las armas!”, tenía la modestia de compararse con Marx, afirmando que también Marx frenaba la revolución en 1870.
Sí, también Marx la frenaba. Pero fíjense en el abismo que hay entre Plejánov y Marx en la comparación hecha por el primero.
En noviembre de 1905, un mes antes de que llegase a su punto culminante la primera ola revolucionaria rusa, Plejánov no sólo no advertía resueltamente al proletariado, sino que, por el contrario, afirmaba sin ambages que era necesario aprender a manejar las armas y armarse. Pero cuando un mes más tarde estalló la lucha, Plejánov, sin sombra de análisis de su papel e importancia en la marcha general de los acontecimientos, de su enlace con las formas anteriores de lucha, se apresuró a pasar por un intelectual arrepentido gritando: “¡No se debía haber empuñado las armas!”
En septiembre de 1870, medio año antes de la Comuna, Marx advirtió francamente a los obreros franceses, diciéndoles en el famoso Manifiesto de la Internacional que la insurrección sería una locura. Marx puso al descubierto de antemano las ilusiones nacionalistas respecto a la posibilidad de que el movimiento se desarrollase en el mismo sentido que en 1792. Marx supo decir muchos meses antes, y no ya después de los acontecimientos: “No se debe empuñar las armas”.
Pero, ¿qué posición asumió Marx cuando esta obra desesperada, según su propia declaración de septiembre, empezó a tomar vida en marzo de 1871? ¿Acaso Marx aprovechó esta ocasión (como lo hizo Plejánov con respecto a los acontecimientos de diciembre) únicamente en “detrimento” de sus adversarios, los proudhonistas y blanquistas que dirigían la Comuna? ¿Acaso se puso a gruñir como un bedel: “ya os decía yo, ya os advertía, y ahí tenéis vuestro romanticismo, vuestros delirios revolucionarios”? ¿Acaso Marx se dirigió a los comuneros como Plejánov a los luchadores de diciembre con su sermón de filisteo autosatisfecho: “No se debía haber empuñado las armas”?
No. El 12 de abril de 1871 Marx escribió una carta llena de entusiasmo a Kugelmann, carta que con gran placer colgaríamos en la casa de cada socialdemócrata ruso, de cada obrero ruso que supiera leer.
Marx, que en septiembre de 1870 consideraba la insurrección como una locura, en abril de 1871, al ver el carácter popular y de masas del movimiento, lo trata con la máxima atención de quien participa en los grandes acontecimientos que marcan un paso adelante en el histórico movimiento revolucionario mundial.
Esto —dijo Marx— es un intento de destrozar la máquina burocrática militar, y no simplemente de entregarla a otras manos. Y Marx canta un verdadero hosanna a los “heroicos” obreros de París dirigidos por proudhonistas y blanquistas. “¡Qué flexibilidad —escribió Marx—, qué iniciativa histórica y qué capacidad de sacrificio tienen estos parisienses!” (pág. 88)… “La historia no conoce todavía otro ejemplo de heroísmo semejante”.
La iniciativa histórica de las masas es lo que más aprecia Marx. ¡Oh, si nuestros socialdemócratas rusos aprendieran de Marx a valorar la iniciativa histórica de los obreros y campesinos rusos en octubre y diciembre de 1905!
A un lado, el homenaje a la iniciativa histórica de las masas por parte del más profundo de los pensadores, que supo prever medio año antes el revés; y al otro, el rígido, pedantesco, falto de alma: “¡No se debía haber empuñado las armas!” ¿No se hallan acaso tan distantes como la tierra del cielo?
Y en su calidad de participante en la lucha de masas, en la que intervino con todo el entusiasmo y pasión que le eran inherentes, desde su exilio en Londres, Marx emprende la tarea de criticar los pasos inmediatos de los parisienses “valientes hasta la locura” y “dispuestos a tomar el cielo por asalto”.
¡Oh, cómo se habrían mofado entonces de Marx nuestros actuales sabios “realistas” de entre los marxistas que, en 1906-1907, se mofan en Rusia del romanticismo revolucionario! ¡Cómo se habría burlado esta gente del materialista, del economista, del enemigo de las utopías que admira el “intento” de tomar el cielo por asalto! ¡Cuántas lágrimas, cuántas risas condescendientes, cuánta compasión habrían prodigado todos estos hombres enfundados respecto a las tendencias motinescas, utopistas, etc., etc., con motivo de semejante apreciación del movimiento dispuesto a asaltar el cielo!
Pero Marx no estaba penetrado de la “archisabiduría de los gobios, que temen analizar la técnica de las formas superiores de la lucha revolucionaria, y analizó, precisamente, estas cuestiones técnicas de la insurrección. ¿Defensiva u ofensiva?, pregunta, como si las operaciones militares se desarrollasen a las puertas de Londres. Y responde: sin falta, la ofensiva, “se debía haber emprendido inmediatamente la ofensiva contra Versalles… .”
Esto lo escribía Marx en abril de 1871, unas semanas antes del grande y sangriento mes de mayo…
Los insurrectos que se lanzaron a la obra “loca” de tomar el cielo por asalto (septiembre de 1870) “debieron haber emprendido inmediatamente la ofensiva contra Versalles”.
“No se debía haber empuñado las armas” en diciembre de 1905, para defenderse por la fuerza contra los primeros intentos de arrebatar las libertades conquistadas… |
¡Sí, no en vano se comparaba Plejánov con Marx!
“El segundo error —continúa Marx en su crítica de carácter técnico—, consiste en que el Comité Central” (es decir, la dirección militar; tomen nota, pues se trata del CC de la Guardia Nacional) “renunció demasiado pronto a sus poderes…”
Marx sabía prevenir a los dirigentes contra una prematura insurrección. Pero ante el proletariado que asaltaba el cielo, adoptaba la actitud de consejero práctico, de participante en la lucha de las masas que elevan todo el movimietto a un grado superior, a pesar de las teorías falsas y los errores de Blanqui y Proudhon.
“De cualquier manera —escribía Marx—, la insurrección de París, incluso en el caso de ser aplastada por los lobos, cerdos y viles perros de la vieja sociedad, constituye *la proeza más gloriosa de nuestro partido desde la época de la insurrección de junio”.
Y Marx, sin ocultar al proletariado mi uno solo de los errores de la Comuna, dedicó a esta proeza una obra que hasta hoy día es el mejor guía para la lucha por el “cielo”; y el espanto más temido por los “cerdos”, liberales y radicales.
Plejánov dedicó a diciembre una “obra” que se ha convertido casi en el evangelio de los demócratas constitucionalistas.
Sí, no en vano se comparaba Plejánov con Marx. Kugelmann respondió a Marx, manifestándole, por lo visto, algunas dudas, haciendo alusiones a lo desesperado de la empresa, al realismo en oposición al romanticismo; en todo caso, comparaba la Comuna, la insurrección, con la manifestación pacífica del 13 de junio de 1849 en París.
Marx inmediatamente (el 17 de abril de 1871), da una severa réplica a Kugelmann.
“Naturalmente —escribe—, sería sumamente cómodo hacer la historia universal si la lucha se pudiese emprender sólo con infalibles probabilidades de éxito”.
En septiembre de 1870, Marx calificaba la insurrección de locura. Pero, cuando las masas se sublevan, Marx quiere marchar con ellas, aprender al lado de las masas, en el curso mismo de la lucha, y no dedicarse a darles consejos burocráticos. Marx comprende que los intentos de prever de antemano, con toda precisión, las probabilidades de éxito, no serían más que charlatanería o vacua pedantería. Marx pone, por encima de todo, el que la clase obrera crea la historia mundial heroicamente, abnegadamente y con iniciativa. Marx consideraba a la historia desde el punto de vista de sus creadores, sin tener la posibilidad de prever de antemano, de un modo infalible, las probabilidades de éxito, y no desde el punto de vista del filisteo intelectual que viene con la moraleja de que “era fácil prever…, no se debía haber empuñado…”
Marx sabía apreciar también el hecho de que hay momentos en la historia en que la lucha desesperada de las masas, incluso por una causa sin perspectiva, es indispensable para los fines de la educación ulterior de estas masas y de su preparación para la lucha siguiente.
A nuestros quasi-marxistas actuales, a los que gustan citar a Marx al tuntún, con el único fin de utilizar su apreciación del pasado y no de aprender de él a crear el futuro, les es completamente incomprensible, incluso ajena en principio, semejante manera de plantear el problema. Plejánov ni siquiera pensó en ella al emprender, después de diciembre de 1905, la tarea de “frenar…”
Pero Marx plantea precisamente este problema, sin olvidarse en lo más mínimo de que, en septiembre de 1870, él mismo consideraba como locura la insurrección.
“Los canallas burgueses de Versalles —escribe Marx—, plantearon ante los parisienses la alternativa: aceptar el reto a la lucha o entregarse sin luchar. La desmoralización de la clase obrera en este último caso habría sido una desgracia mucho mayor que el perecimiento de cualquier número de líderes”,
Con esto terminaremos nuestro breve esbozo sobre las enseñanzas de una política digna del proletariado, tal como nos las ofrece Marx en sus cartas a Kugelmann.
Lenin
Del prefacio de las “Cartas de C. Marx a L. Kugelmann”.
5 de febrero de 1907