Dos historias paralelas
Vera Kujareva. Editora “Ediciones Irreverentes”. Traductora y Licenciada en Biblioteconomı́a y Documentación en en la Universidad de Minsk. República Belarus.
Algunos nombres históricos siempre estarán envueltos en cierto halo de heroı́smo casi mitológico, algo inalcanzable, incluso incomprensible, para las generaciones de jóvenes, los chicos y chicas de hoy. Dedicar su vida, todas sus fuerzas, a la lucha por la verdad. Incluso sacrificar a su parte más preciada, sus hijos, a la misma causa, porque no puede ser de otro modo.
Y más aún es de extrañar hoy en dı́a que dos paı́ses, la antigua Unión Soviética y España, tan distintos y tan lejanos, se unan en un “episodio” del pasado, una única lucha, contra el fascismo, unos ideales, y un nombre de mujer, Dolores Ibárruri.
Al principio del siglo XX, la mujer, al igual que el hombre, estaba empezando a concienciarse en la lucha por su libertad, por la libertad de sus hijos, de sus familias. A los dos lados de Europa, les ha tocado a las mujeres tomar parte en la lucha sin vacilar, sin menospreciar sus fuerzas, sus capacidades intelectuales y fı́sicas, en la clandestinidad, más tarde en el frente o en la retaguardia; un único propósito movı́a a los que ponı́an las esperanza en la vida libre, en un Estado libre.
Nos fascina la idea de que una mujer, en aquél entonces, desde la España negra y profunda, se interese por el marxismo y conozca los hechos de la Rusia revolucionaria, que estudie, escriba sus propios textos y llame a la lucha a otras mujeres imprescindibles en el desarrollo de España. Hay mucha información por descubrir de las mujeres de mi tierra y su labor en la revolución.
La española Dolores Ibárruri a través del su trabajo en el Partido Comunista, se convierte en el sı́mbolo en la Segunda República y de la lucha antifascista, en la que recibe apoyo del Estado soviético, y une su vida con la URSS en plena Guerra Patria, o como la llaman en otras partes de Europa, en plena Segunda Guerra Mundial. A las mujeres en la guerra y en la lucha les ha tocado la peor parte.
Descubrimos las historias que se entrelazan en este perı́odo tan dramático y nos demuestran su valentı́a, su heroı́smo, su dedicación a la causa. Hay algunos testimonios de lo cerca que estuvieron los dos pueblos en esa batalla por la libertad.
Se llamaba Floric, o Florián en castellano. Fue hijo de una mujer rusa. Su padre, Ramón Casanellas, fue secretario general del Partido Comunista de Cataluña. Cuando en España se levantaron las masas, Floric, que tenı́a 12 años, dijo: “Mi sitio es allí, tengo que seguir el labor empezada por mi padre”.
En este momento su madre comprendió que no va a poder sujetar a su hijo. Se iba de viaje desde Moscú crecido, casi como un hombre maduro. De forma traicionera los fascistas mataron a su padre. Está decidido. El va a ser piloto de avión, aunque sólo tiene 16 años. Los pilotos para la República se forman en la Unión Soviética. De nuevo Moscú. Qué pena que no se encuentre allı́ su madre. Los jóvenes militares preparan en unos meses todo el programa de estudios. Hijo de una mujer rusa, Ramón Florian Casanellas, defendiendo los cielos de Madrid cae heroicamente por España en las tierras españolas. Cuenta con 18 años.
La madre recibió la noticia de su muerte durante uno de los combates junto con las brigadas internacionales. Allı́ la llamaban Marı́a Julia. Poca gente conocı́a el verdadero nombre de la traductora. Era María Aleksándrovna Fort. “No puedo impedir a mi hijo que haga lo mismo que hago yo”, decı́a Marı́a.
Cuando la situación, con el paso de los dı́as, se vuelve más insostenible en España, una de las tareas más importantes es salvar a los niños, el futuro de la República.
La organización de la evacuación de los niños se la encomiendan a la camarada Dolores. En la Unión soviética estarán a salvo. Allı́, a principios del año 35 aparecen Amaya y Rubén, los hijos de Dolores Ibarruri, a salvo de la persecución policial y de la cárcel.
Rubén estudia para ser el piloto de avión. Y sólo pasados los años, su madre supo que siendo casi un niño cruzó las fronteras hasta llegar a España, ocultando su apellido y la edad, se afilió al ejército de Modesto, luchó hasta el último dı́a.
Volvió a la URSS, sabiendo que la lucha no habı́a terminado, con el conocimiento de que, mientras exista el fascismo, su peligro crece con el tiempo. Tenı́a conciencia que hay que perfeccionar los conocimientos militares para luchar con éxito. Rubén destacó en la batalla cerca de Borisov, frenando el ataque de los nazis en el territorio bielorruso.
Del hospital vuelve enseguida al frente, delante les esperaba la batalla de Stalingrado. Murió el 3 de septiembre del 1942, hijo de madre española, de Dolores Ibarruri, cayó en combate por la Unión soviética.
¡No pasarán! Y no pasaron.
“Recuerda siempre ser fiel a nuestros ideales, estés preparado sacrificar tu vida por ellos hasta el final”, escribı́a Dolores a su hijo desde el Madrid asediado. Dos madres, las madres, miles de madres a las que tocó la peor suerte en esta vida, en aquellos años, sacrificar a sus hijos por la lucha por sus ideas. A las que el destino les dejó tumbas y fotos amarillentas.
Marı́a Aleksándrovna Fort era una mujer joven, miembro de la lucha clandestina, y del Partido Comunista desde el 1917, jefa de un destacamento de los guerrilleros, y al final de su carrera, oficial del ejército soviético.
Dolores Ibárruri, hija de un minero de Bizkaia, convertida en una revolucionaria. Miembro del Comité Central, presidente del Partido Comunista de España.
¿Podrían estas mujeres tener hijos distintos?
No es de extrañar que estas mujeres luchadores hayan dado al mundo a tales héroes. No es de extrañar que nuestras historias hayan tenido tanto en común. Que España estaba más cerca que nunca.