Manifiesto

Manifiesto

Manifiesto

Texto del manifiesto oficial de la Olimpiada Popular de Barcelona.

En los últimos decenios, especialmente
después de la guerra mundial, el deporte se ha desarrollado como uno de los más importantes factores sociales y culturales en la vida de las naciones. La industrialización que en la mayoría de los países del mundo se producía con una rapidez vertiginosa y después, la completa mecanización de los procesos del trabajo que todavía no ha llegado a su fin; conjuntamente con el conocido bajo nivel de vida de las masas trabajadoras en la mayor parte de los países; han ejercido una influencia nefasta sobre la vida cotidiana de los pueblos laboriosos.

Las masas laboriosas intentan contrarrestar el efecto nocivo del duro trabajo profesional con la actividad deportiva, y por eso, con excepción de algunos países, se reconoce alrededor del mundo la importancia decisiva del deporte para la higiene y la cultura populares.

Por desgracia hay en la sociedad actual sectores que abusan del deporte explotándolo para sus fines militaristas y guerreros! Aprovechándose del afán y del entusiasmo hacia el deporte, conducen a la juventud al camino de la guerra! Bajo el pretexto de reforzar su cuerpo y de contribuir a la alegría de su vida, someten a los jóvenes sistemáticamente a una rigurosa disciplina militar y a una minuciosa preparación técnica y espiritual para las futuras guerras

.
Es especialmente en países fascistas como Alemania, Italia y otros, y también por las tendencias fascistas existentes en diferentes países, que se abusa del deporte para finalidades militaristas. Casi públicamente se instruyen los reclutas para los cuadros fascistas y para los ejércitos fascistizantes. El fascismo cambia el sentido y el contenido del deporte: de un movimiento progresivo por la paz y la fraternidad de los pueblos hace un instrumento de la maquinaria de guerra!
La Olimpiada instaurada hace millares de años y renacida en nuestra época, que siempre había mantenido su carácter de símbolo de la Fraternidad de los Hombres y de las razas, ahora pierde cada vez más este carácter.

Los Juegos Olímpicos que se preparan en Berlín son simplemente una falsificación vergonzosa, una burla del pensamiento olímpico. En un país donde millones de deportistas están privados de continuar su actividad social, donde millares de los mejores deportistas sufren en presidios y campos de concentración, donde la mayoría del pueblo laborioso es perseguida por sus convicciones o por su religión, donde se declara fuera de la ley a toda una raza, este país no es el sitio para acoger a loas verdaderos Juegos Olímpicos.

La OLIMPIADA POPUALR DE BARCELONA recoge la idea original y el espíritu olímpico y realizará esta magna iniciativa bajo el signo de la Fraternidad de los hombres y de los pueblos. La OLIMPIADA POPULAR reunirá en competiciones fraternales no solamente a las primeras figuras del deporte amateur de España, Cataluña y Euzkadi con los de otros países, sino que para lograr un provecho positivo para el desarrollo general de la actividad deportiva popular, dará también ocasión a los deportistas populares de más modestas categorías a medir sus fuerzas con los de otras regiones o países.

La OLIMPIADA POPULAR DE BARCELONA debe demostrar a las masas que aman el deporte, que no es el deporte chovinista y mercantilizado con su actividad basada en producciones sensacionales de “Vedettes”, sino que es el Movimiento Democrático Popular que surge con
su actividad de las amplias masas laboriosas, el que impulsa al progreso y al fomento de la Cultura

Cataluña y su Capital Barcelona deben ser el país y la ciudad escogidos para la celebración de esta grandiosa manifestación. El pueblo laborioso de Cataluña ha luchado heroicamente durante siglos contra la opresión social y nacional. Este pueblo que ha sabido y sabe luchar por su libertad, acogerá fraternalmente a los representantes de las masas laboriosas de otros países y se unirá con ellos en el solemne juramento de mantener para siempre el verdadero espíritu olímpico, luchando por la Fraternidad del los Hombres y de los Pueblos, por el Progreso, la Libertad, y la Paz.
DEPORTISTAS DE TODAS LA FEDERACIONES, CLUBS Y PEÑAS, ORGANIZADOS E INORGANIZADOS!

La preparación y la realización de la OLIMPIADA POPULAR son tareas vuestras! Participad con energía y entusiasmo!

PARTIDOS POLÍTICOS DEL FRENTE POPULAR!
ORGANIZACIONES SINDICALES, CULTURALES Y OTRAS!
PERIÓDICOS Y PERIODISTAS!

Vosotros que sois la expresión de la vida pública de las masas laboriosas y vosotros que formáis la opinión pública: Apoyad activamente la realización de esta grandiosa tarea que impulsa al Progreso y a la Cultura!

PUEBLO LABORIOSO!

La juventud entera, tus hijos y las futuras generaciones esperan tu apoyo! Apoya al DEPORTE POPULAR y a la preparación de la OLIMPIADA POPULAR! Participa en masa en los actos y festivales que se preparan!

¡VIVA EL AMPLIO MOVIMIENTO INTERNACIONAL DEL DEPORTE POPULAR!

¡VIVA EL VERDADERA PENSAMIENTO OLÍMPICO QUE AUNA A LOS PUEBLOS
Y A LAS RAZAS!

¡VIVA LA PAZ Y EL PROGRESO CULTURAL DE LA HUMANIDAD!

Las olimpiadas obreras

Las olimpiadas obreras

“Jakvo Schram” Publicado en “Sennaciulo”, octubre 2004.

En las instalaciones deportivas del distrito Hoboken, en Amberes, existe una nueva plaza. Su nombre será el de “Parque Jacques Schram”. De esta forma el distrito de Hoboken desea homenajear a mi tío, que durante toda su vida activa luchó para promocionar el deporte obrero. Durante muchos años fue delegado de la Olimpiada Popular o, como él siempre la llamó, los Juegos Obreros.

He hecho algunas investigaciones en el Instituto de Historia Social (AMSAB), y he encontrado textos muy valiosos, de los cuales extraigo la información para éste. Escribo con mucha rabia en el corazón. Decenas de veces acudí como joven ayudante de mi tío a las casas populares y a las instalaciones deportivas para mostrar las diapositivas que él había tomado durante diversas Olimpiadas Populares en las que había participado, y no puedo pensar en las imágenes sin que mi corazón se llene de pena por el gran ideal. Por el grupo de entusiastas comprometidos y cuya batalla se ha perdido ya por completo.

Juegos olímpicos burgueses – obreros
A fines del siglo XIX se fundó el movimiento deportivo obrero, muy parecido en su estructura a la variante neutral o burguesa. Sin embargo, de forma relativamente rápida tras su fundación el movimiento comenzó un proceso de fijación de su propio perfil ideológico. El movimiento pasó a manos de pensadores de izquierdas, con una ideología cada vez más concreta: que el deporte no es un sistema para ganar dinero o gloria, sino para mejorar la salud y las condiciones generales de vida. Entre los deportistas burgueses la variable económica desempeñaba un papel significativo, mientras que entre los deportistas obreros lo más importante eran las cinco reglas siguientes:
– primero – no se buscaba la competición en forma extrema, sino el espíritu de superación;
– segundo – el cultivo de los deportistas per se era perjudicial y se evitaba;
– tercero – fuerte rechazo de la comercialización del deporte y promoción del amateurismo de los deportistas;
– cuarto – el deporte debe servir a la masa, lo que significa que todas las personas deben tener la posibilidad de hacer deporte;
– quinto y último – por medio del deporte y de los consiguientes contactos internacionales alcanzar la paz mundial.
Los trabajadores, de inspiración socialista y comunista, entraron en competición con los clubes burgueses, argumentando que el deporte aficionado era el verdadero deporte, según el pasado mítico de “deporte auténtico”, “espíritu deportivo” y el cultivo armonioso del espíritu.

El gran medio de propaganda de los deportistas burgueses era evidentemente las Olimpiadas, donde se reunían en paz y armonía según el ideal olímpico. Pero tal como rebatían los deportistas obreros (socialistas y comunistas) y los defensores del verdadero deporte: las Olimpiadas eran sólo propaganda para los sentimientos nacionalistas, un espectáculo comercial donde el dinero contaba más que los movimientos corporales armoniosos. Las Olimpiadas no eran otra cosa que un reflejo del modelo social capitalista. La afirmación del Barón de Coubertin (fundador de los Juegos Olímpicos modernos en 1894) de que “el deporte obrero se aproxima más al ideal deportivo”, los deportistas rojos lo emplearon y publicitaron muy a menudo.

En 1931 el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió que los XI Juegos tendrían lugar en Berlín. En ese momento el gobierno alemán era políticamente de centro-derecha, y el Comité no previó que Hitler tomaría poco después el poder.
De hecho los nazis no estaban demasiado a favor de las Olimpiadas, ya que ellos preferían el movimiento gimnástico alemán, reaccionario y fuertemente estructurado según una versión nacionalista, donde se escuchaba música de marcha, y donde el ondear de las banderas y los símbolos era igual de importante que el propio deporte. Además, el presidente del Comité Olímpico Alemán Theodor Lewald y el secretario Carl Diem tenían familiares judíos. Los nazis exigieron inmediatamente después su expulsión del Comité.
Sin embargo, el 16 de marzo de 1933 Hitler aceptó a T. Lewald y al contrario de lo que éste preveía, Hitler presentó su pleno apoyo a las Olimpiadas.

No obstante, los problemas no desaparecieron completamente. Las reglas olímpicas prohibían cualquier forma de discriminación racial o religiosa, y a este respecto la Alemania hitleriana no gozaba de la mejor reputación.
Durante una reunión del COI de junio de 1933 en Viena, se estudió la situación. El centro de la discusión fue: ¿tenían cabida los judíos en el equipo olímpico alemán? Según los dos comisionados alemanes, Karl Ritter von Halt y Theodor Lewald no había ningún problema al respecto. Incluso dieron garantías por escrito. También durante la reunión del COI en Atenas, en mayo de 1934, se confirmaron las decisiones anteriores.

Como ahora sabemos la garantía alemana no era más que una maniobra política. Los judíos fueron ‘purgados’ de la vida pública y evidentemente también de los clubes deportivos. Debido a la ausencia de facilidades de entrenamiento se les despojó de cualquier posibilidad de participar en los Juegos Olímpicos. Se usaron también otros trucos. La atleta judía Gretel Bergmann que lo había hecho claramente mejor que su rival aria Elfriede Kaun no alcanzó la selección oficial por no estar registrada en un club deportivo. De hecho ningún judío, hombre o mujer, consiguió un lugar en el equipo alemán.

Aunque el COI estuvo satisfecho con sus decisiones, la mayoría afirma sin embargo que la Alemania fascista, con su propaganda antijudía, anticatólica, antisocialista y anticomunista, no era un lugar donde podían celebrarse los Juegos Olímpicos. Se produjeron protestas a nivel mundial. Las organizaciones judías desempeñaron en ellas un gran papel, especialmente en los Estados Unidos. En la vieja Europa, las protestas más fuertes vinieron de las federaciones deportivas obreras de izquierdas. Las federaciones internacionales socialistas y comunistas incluso olvidaron los vetos de muchos años. Durante una reunión general en Praga el 6 de septiembre de 1935 condenaron tanto el nazismo como los ya cercanos Juegos Olímpicos berlineses.

A pesar de la elección en mayo de 1936 de un gobierno frentepopulista en Francia bajo la presidencia del judío Léon Blum, el secretario de estado de deporte Léo Lagrange prometió continuar con los compromisos contraídos. Como compensación los deportistas obreros recibieron la promesa de que Francia daría un apoyo significativo a los juegos obreros alternativos de Barcelona.

En Bélgica el asunto consumió gran cantidad de tinta. En noviembre de 1935 la cúpula de las federaciones deportivas obreras se adhirió al Comité Internacional en defensa del Ideal Olímpico. De esta forma siguieron la dirección fijada por la Internacional Deportiva Obrera Socialista (SASI). Uno de los principales activistas en SASI era Louis Lalemand.
Curiosamente, en Gran Bretaña apenas hubo oposición a los Juegos de Berlín.
Barcelona 1936 como contra-Olimpiada

Durante los años 30 la vida deportiva y especialmente los deportistas obreros se vieron influidos por el Frente Popular. El “Esport Popular” catalán combinaba el deporte con la política. Se exigía que todos tuvieran acceso a una forma no comercial del deporte, donde los valores de igualdad, fraternidad, solidaridad y juego limpio no fueran conceptos vanos. Al mismo tiempo el deporte era un instrumento en la lucha política por una mayor democracia y contra los ideales fascistas.

Las diversas asociaciones deportivas de la región catalana se unieron en el año 1936 en el “Comitè Català pro Esport Popular”. Era una organización popular, sin ligaduras formales con las organizaciones políticas o sindicales.
Desde su fundación se comenzó a trabajar con gran entusiasmo en la organización de diversas manifestaciones deportivas. El plan más ambicioso era la Olimpiada Popular, que no debía ser únicamente un medio de propaganda del deporte aficionado, sino, sobre todo, una denuncia de los Juegos Olímpicos en la Alemania fascista. La idea inicial era que se organizaran a escala nacional, pero el entusiasmo en países como Francia y Bélgica ocasionó que finalmente la olimpiada alternativa tuviera un carácter internacional.

A pesar de que incluso hoy algunos afirman que la Olimpiada Popular española era una iniciativa del movimiento deportivo de la izquierda trabajadora, la historia debe ser contada adecuadamente. La mayoría de los participantes pertenecían a las asociaciones deportivas de izquierda, pero el proyecto era mucho más amplio. El Comité internacional en defensa del Ideal Olímpico pretendía unir a las personas contrarias a los Juegos berlineses. En la terminología actual hablaríamos de unión de tendencias progresistas y de izquierdas. La Federación deportiva catalana que lo organizaba era autónoma, no ligada a ningún partido político. De hecho la Olimpiada Popular fue una iniciativa de grupos de diversas tendencias que se encontraron en el común Ideal olímpico, la hermandad de los pueblos. Sólo la Olimpiada Popular representaría el carácter desprendido de los verdaderos Juegos Olímpicos: “el espíritu olímpico no estará en Berlín sino en Barcelona”, afirmaba la prensa de izquierdas.

La organización acarreó muchísimos problemas. A pesar de la falta de tiempo, el gran entusiasmo se encargó de que se llevara a cabo el gigantesco proyecto. El apoyo financiero vino de los gobiernos español, francés y catalán. También el ayuntamiento barcelonés proporcionó ayuda económica. Afortunadamente se disponía de la infraestructura de la Exposición Mundial del año 1929. Se inscribieron veintitrés delegaciones. Los países y las regiones sin independencia política como Argelia, Palestina, País Vasco recibieron en la Olimpiada Popular un status con los mismos derechos. De esta forma se deseaba subrayar la libertad de todos los pueblos.

Se crearon tres categorías de deportistas: los atletas de élite, los atletas expertos y los aficionados. Se deseaba conseguir la participación del mayor número posible de personas, independientemente de sus condiciones físicas. También se estimuló la participación de mujeres.
Las Olimpiadas Populares iban a comenzar el 19 de julio con diversas manifestaciones y fiestas y duraría una semana.

El 18 de julio – el día anterior a la inauguración oficial – se hizo un ensayo general. Muchos miembros del comité organizador estaban cansados y decidieron quedarse a dormir en el estadio.
Desgraciadamente el 19 de julio de 1936 entró en la historia por una causa totalmente distinta a la fiesta de la Olimpiada Popular.
Del diario de un atleta belga que participó en las Olimpiadas Obreras se puede leer: “Las calles están vacías bajo un sol abrasador (…) en la Plaza del Comercio chocamos con las primeras barricadas (…) cientos de metros más lejos vemos a unos sindicalistas armados (…) las barricadas aparecen cada 100 metros. Todas las calles laterales están bloqueadas (…) nos deslizamos a lo largo de las fachadas de las casas. Las balas silban a través de la plaza. Instintivamente doblamos la espalda y nos refugiamos en un portal (…) Vemos claramente cómo desde el campanario de una iglesia los francotiradores disparan por la espalda a los trabajadores que se encuentran tras las barricadas.”
Las olimpiadas berlinesas fueron un éxito colosal. Hitler quería impresionar al mundo y lo consiguió; Berlín lo superó todo.

Sólo en las últimas décadas los investigadores se hacen preguntas sobre todo el proyecto. En 1936 se consideró a los Juegos Olímpicos de Berlín como modelo para el futuro. También por esta razón la Olimpiada Popular se vio condenada a la oscuridad. Sofocada por la Guerra Civil Española, se convirtió en una insignificante nota a pie de página en una historia casi olvidada.
Sin embargo, la Olimpiada popular de Barcelona muestra la potencia que puede venir del compromiso y el entusiasmo. El valor de este ejemplo escapa a cualquier límite, provenga del tiempo o del espacio, es imperecedero.

 

Un estadio Olímpico para Montjuich

Un estadio Olímpico para Montjuich

Un estadio Olímpico para Montjuich

El estadio iba a serel telón de unos juegos internacionales a favor de la paz y contra el fascismo.

Decía el arquitecto italiano Aldo Rossi que los edificios son “el escenario del teatro de la vida”, donde se unen memoria, tiempo y lugar. Aprovechando el interés de la revista ERI de recordar las Olimpiadas Populares de Barcelona en 1936, pincelaremos esa memoria del estadio de Montjuich, que desde el inicio tuvo un destino olímpico, y que no lo pudo realizar hasta mucho tiempo después, en 1992.

En 1905 el arquitecto y político catalán Josep Puig i Cadafalch publicó un artículo reclamando una nueva Barcelona, materializada a través de una nueva exposición universal que sirviera para catapultarla hacia la modernidad y el futuro. Fue el embrión de un deseo que cuajó en la burguesía catalana. La experiencia de la exposición universal de 1898 en la misma ciudad, hizo que la propuesta prosperase en la clase política catalana. En 1913 desde el Ayuntamiento se creó una comisión para la organización del evento, siendo nombrados comisarios de la organización el mismo Josep Puig i Cadafalch, con el político Francesc Cambó y el empresario Juan Pich y Pon.. Se eligió el emplazamiento de Montjuich, a pesar del grave inconveniente de encontrarse en una montaña poblada de canteras. Los organizadores tuvieron la oposición de aquellos que habían especulado con la posibilidad de que la zona de las Glorias Catalanas fuera la elegida, comprando terrenos a la espera de poder venderlos a mejor precio para la exposición. El contenido de la exposición debía ser el de mostrar la industria catalana al mundo, al que se añadiría la construcción de un gran parque en Montjuich, con nuevas instalaciones deportivas, y un nuevo estadio; un conjunto para dar un impulso a la socialización de la cultura física en Barcelona..

El arquitecto Pedro Domenech i Roura, hijo del reconocido arquitecto modernista LLuis Domenech, fue el autor del proyecto del estadio que se convertiría en el segundo de mayor capacidad de Europa, con una capacidad de 60.000 espectadores..
El día de la inauguración, el periodista Masferrer, señala la clave del segundo acto de la operación:
“¡Vamos a movilizar al ejercito deportivo ¡ … Hagámonos dignos en ocasión de la exposición de 1929, de que el Estadio de Montjuich se considere el marco más adecuado para los juegos olímpicos de 1936, suprema y ultima aspiración del que suscribe.”
Ese fin último olímpico, queda claramente definido en la tribuna de autoridades el día del partido de inauguración, disputado entre una selección de futbolistas catalanes contra el campeón de la liga inglesa, el Bolton Wanderers. Junto al rey Alfonso XII estaba como principal invitado el presidente del COI, el conde de Baillet Latour, que fue nombrado padrino del estadio y puso la primera piedra en 1928, junto a ellos entre otras autoridades estaban el barón de Güell, miembro del Comité Olímpico Español, y el Barón de Polignac, representante del Comité Olímpico francés.
La candidatura de Barcelona se había formalizado en el año 1929. El conjunto deportivo de Montjuich, se completaba con la construcción de una piscina de 50 metros y unas pistas de baloncesto y boxeo, las bazas deportivas para apoyar las aspiraciones barcelonesas.
Las sesiones para elegir la sede de las Olimpiadas se realizaron en la propia ciudad condal, en 1931, con dos candidatos, Berlín y Barcelona. Berlín obtuvo 43 votos, y Barcelona 16, con ocho abstenciones. Quizá una compensación para resarcir la capitalidad olímpica que Berlín había tenido en 1916 y que la Guerra Mundial impidió realizar. Esta elección supuso una gran decepción para todo el sistema político y empresarial catalán.
Cuando en 1933 sube el partido nazi al poder en Alemania, sus políticas raciales, antisemitas, supusieron que los judíos alemanes fueran expulsados de los clubes deportivos, con la prohibición expresa de entrar en cualquier instalación. Estados Unidos y otros países se mostraron reacios a participar en los Juegos de Berlín, pero al final acudieron.

Se alzaron voces de boicot desde algunos países, pero la oposición principal fue la iniciada por los comunistas alemanes exiliados, surgió del movimiento obrero internacional. Los partidos comunistas y organizaciones sindicales de todo el mundo, que ya organizaban asociaciones deportivas obreras y realizaban eventos como las “Olimpiadas obreras” o las “Espartaquiadas”, en las que se pretendía trasmitir a los Juegos Olímpicos un carácter de solidaridad internacionalista, el deporte como caminos para la amistad entre los pueblos y no la rivalidad extrema, más propia del ideario burgués, de unos juegos nacidos en el seno del nacionalismo decimonónico. Los partidos de la izquierda europea, y especialmente los comunistas a través de la Internacional Deportiva Roja, unidos a los judíos expulsados de Alemania, e incluso algunas agrupaciones católicas, fueron los encargados de promover la Olimpiada Popular en contra de la Olimpiada nazi.
Barcelona, era perfecta para la candidatura alternativa. Había sido la ciudad que se había quedado sin los Juegos, por lo que existía un estado de frustración al respecto; y tanto el Gobierno de la II República Española, como el de la Generalitat de Cataluña, estaban a favor del boicot a Berlín. España fue el único país que tomo la postura de boicot total.
La participación para Barcelona fue enorme y con carácter internacional, se inscribieron 6.000 atletas de 22 países, incluyendo selecciones no estatales y otras representando a los judíos exiliados. Los equipos de Alemania e Italia estaban compuestos por exiliados de dichos países. La Olimpiada Popular que se diseñó inicialmente para realizarse entre los días 22 y 26 de julio de 1936; tuvo que ampliar su duración, dado el éxito de la convocatoria, y adelantó su comienzo al 19 de julio. El 18 de julio, cuando se produce el golpe de estado, ya estaban presentes en la ciudad la mayor parte de los participantes, con motivo los desfiles preparados por la ciudad. Ante la gravedad de la situación, los Juegos se suspendieron, y algunos deportistas, coherentes a sus ideales opositores a unas Olimpiadas fascistas, cambiaron las zapatillas por las botas militares. Fueron más de 200 atletas los que se unieron contra el intento de imponer el fascismo en España, formando parte de las milicias populares en la defensa de la ciudad, y más adelante de las Brigadas Internacionales..
A los pocos meses de iniciada la guerra, empezaron a llegar refugiados a Barcelona, principalmente de Sevilla, Córdoba y Guipúzcoa. El estadio olímpico comenzó a utilizarse como centro de primera acogida para esos contingentes civiles que huían, compuestos principalmente de mujeres y niños. En el libro “Flores de la Republica”, de Miguel Usabiaga, Luis Argote, entonces niño, recuerda aquellos momentos:

“En la capital catalana nos alojaron en el estadio olímpico de Montjuich. Entre la fachada y la parte inferior de la grada habían construido tabiques y puertas con madera y habían instalado una muchedumbre de refugiados vascos. Para un niño, aquella amalgama caótica era divertida. ¡todavía no pasábamos hambre¡ (..) había una cocina colectiva, y uno de los cocineros era de Irún y familiar de otro de los fusilados en Pikoketa. (..). Poco a poco el estadio se fue llenando demás y más gente. A los refugiados que nos alojaban allí, se sumaban los heridos, porque una parte fue habilitada como hospital de guerra.”
En las zonas cubiertas de pasillos y vestíbulos del estadio se conformó una pequeña ciudad, con dormitorios, un comedor colectivo, escuela y enfermería, con una capacidad de unas 2.000 personas. En las gradas, niños y mujeres desarrollaban la vida en un estadio vacío.
Tras la Guerra Civil el estadio se utilizó circunstancialmente para encuentros deportivos varios, quedando en un estado de abandono general toda la zona de la Exposición Universal, hasta que se recupera la idea de unos nuevos Juegos Olímpicos, 70 años después. El estadio brilló de esplendor en la inauguración de 1992, tras una rehabilitación del mismo y una reordenación de todo Montjuich en un anillo olímpico con nuevas edificaciones deportivas. A día de hoy, salvo eventos puntuales relacionados principalmente con la música, el estadio y las instalaciones olímpicas, vuelven a estar infrautilizadas, casi abandonadas.

El estadio iba a ser el telón de unos juegos internacionales a favor de la paz y contra el fascismo. Su derrota fue el preludio de una pesadilla. Lo que se perdió y lo que significaban, se resume en la actitud de Pau Casals cuando la noche del 18 de julio dirigía los ensayos del himno que compuso Hanns Eisler, y de la Novena Sinfonía de Beethoven, la que incluye el “himno de la alegría”; que la orquesta y el coro iban a ejecutar al día siguiente en la inauguración de la Olimpiada. Durante el ensayo se presentó un emisario oficial que informó de que el concierto y la Olimpiada habían sido suspendidos por el alzamiento militar. Casals se dirigió a los músicos y a los coristas y les dijo: “No sé cuando nos volveremos a reunir; os propongo que, antes de separarnos, todos juntos ejecutemos la sinfonía”. Años después contó que las lágrimas le impedían ver la partitura.

 

Lorenzo Goikoetxea

Arquitecto

 

Marina Ginestá, la atleta miliciana que en los ojos tenía fuego

Marina Ginestá, la atleta miliciana que en los ojos tenía fuego

Marina Ginestá

La atleta miliciana que en los ojos tenía fuego

No somos justos

Marina Ginestá fue un auténtico icono de la resistencia durante la Guerra Civil, se convirtió en un referente gracias a una fotografía en la que aparece vestida de miliciana en la terraza del Hotel Colón de Barcelona. La imagen muestra a una muchacha de 17 años con una mirada desafiante, despeinada, con un fusil al hombro y, como comentó Alba Martínez, “en los ojos tenía fuego”.

El retrato realizado por Hans Gutmann se convirtió, con el paso de los años, en una fotografía que trascendió por todo lo que representaba. Era una instantánea tomada en julio de 1936 en la que se simbolizaba el triunfo obrero sobre la sublevación fascista contra la II República. Su figura fue portada del libro “Trece rosas”.
Pero lo que poca gente sabe es que Marina Ginestá fue atleta. El dato lo sacó a la luz pública Daniel Justribó, autor de un libro sobre los inicios del atletismo femenino catalán (“Feminitat, Esport, Cultura” pioneres de l’atletisme català 1921-1938) Además, es evidente el compromiso Ginestá y de las JSUC (Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña) al que ella pertenecía, en la celebración de la Olimpiada Popular que tendría lugar en el mes de julio de 1936.

La protagonista de la foto estuvo en el anonimato hasta que en 2008 un documentalista de la Agencia EFE, Xulio Garcia Bilbao, emprendió una búsqueda activa en los archivos de la Guerra Civil de Salamanca. Xulio García logró, después de una intensa investigación, dar con el nombre de la protagonista y con su posterior paradero en París.
Marina Ginestá había nacido en Toulouse (Francia) el 29 de enero de 1919 en el seno de una familia obrera y muy comprometida políticamente. Sus padres eran sastres que habían emigrado a Francia. El padre, Bruno Ginestá, era miembro del Comité de la Federación Catalana del vestido de UGT y fue secretario del Comité de enlace CNT-UGT de Cataluña. Su madre, Empar Coloma, fue miembro del Partido Comunista y de la Agrupación Femenina de Propaganda Cooperativista. Su abuela materna era Micaela Chalmeta (también conocida como Amparo Martí, por ser ese su seudónimo), una intelectual muy comprometida con el socialismo y cooperativismo a principios del siglo pasado.

Marina siguió los pasos de sus ancestros y tuvo una fuerte implicación política, pero también deportiva. Esta segunda, quizá motivada por la primera.
En 1932 se concedieron, por parte del COI, los JJ.OO de 1936 a Berlín, en detrimento de Barcelona. La votación arrojó una victoria contundente de la candidatura alemana, pero la llegada de Hitler al poder, un año más tarde, desembocó en fuertes críticas y se instrumentó una oposición política a todos los niveles. El poder político no era ajeno al potencial propagandístico del deporte e intentó instrumentarlo en beneficio propio, así que las primeras medidas de corte racista tomadas por Hitler sublevaron a muchos sectores.

La historiografía escrita por los vencedores siempre resalta la supuesta humillación que sufrió Hitler al ver a un atleta de raza negra como Jesse Owens venciendo en cuatro pruebas. Este mito perduró sin tener en cuenta que fue Hitler el que más se benefició y que fue la Alemania nazi, y no Owens, la verdadera ganadora de esos JJ.OO. Hizo propaganda, negó la participación a atletas judíos y, a nivel deportivo, Alemania arrasó en el medallero.

La oposición a los JJ.OO fue muy grande en los países y partidos de izquierda, pero en EE.UU también se produjo una fuerte división. La palabra boicot merodeó hasta el último momento y muchos sectores se opusieron a la participación, incluyendo los embajadores de Alemania y Austria.

En este escenario prebélico se decide organizar una Olimpiada Popular que sirviera de contrapeso a la máquina propagandística del nazismo. La elección de Barcelona podía ser debida a que fuera precisamente esta ciudad la que había sido la rival de Berlín en la elección de los JJ.OO. Además, era una ciudad con tradición deportiva, obrera, asociativa y con unas instalaciones deportivas de gran nivel. El Estadio de Montjuic había sido inaugurado en 1929 y era un marco perfecto para las pruebas atléticas.

El organizador fue el CCEP (Comitè Català Pro Esport Popular), agrupación de entidades deportivas y culturales barcelonesas que había nacido poco después de las elecciones de febrero de 1936, que llevaron al Frente Popular al poder, con el fin del desarrollo y fomento del deporte entre los trabajadores.

Entre los actos que organizaron previos a la Olimpiada Popular es donde participaba por primera vez Marina Ginestá. La prueba tuvo lugar en el Camp de la Bordeta el 15 de septiembre de 1935, en las pruebas de 80 metros, 600 metros y salto de longitud dentro de un festival pro Olimpiada Popular que se iba a celebrar días después y distinta a la que se iba a celebrar en 1936.

Según indica Daniel Justribó, éstas son sus marcas: 12 segundos en 80 metros, 2’15”02 en 600 metros y 3.85 metros en salto de longitud, unos buenos registros para esa época y, sobre todo, para una principiante. Justribó señala que su motivación quizás no era del todo deportiva y sí más ligada al movimiento popular de lucha. Las fuentes de la época le atribuyen el club ‘Poniente’, que no era ningún club, sino que en realidad era el nombre del bar donde se reunían sus compañeros comunistas y socialistas.

La República había concedido derechos a la mujer, por primera vez tenían derecho a voto, divorcio y llegaron a tener aborto en Cataluña. El deporte no fue ajeno a esta ola aperturista y democrática que tuvo en el atletismo un eslabón más. Durante la II República, tenían lugar los primeros Campeonatos de España femeninos y la igualdad dejaba de ser una utopía. Sin embargo, la llegada del franquismo arrinconó a la mujer en el deporte y pasó a relegarla ya que lo fundamental, para ellos, era tener hijos y cuidar de la familia. En el mundo del atletismo, la oscuridad atlética femenina dura desde el año 36 hasta el 63, año en el que volvieron a permitir unos Campeonatos de España femeninos.

Ginestá pertenecía a uno de los dos núcleos atléticos que había durante la República, el de Cataluña. El otro núcleo atlético, menos numeroso en cantidad, estaba en Madrid.

La Olimpiada Popular suponía un proyecto innovador y rupturista con el modelo deportivo imperante. El deporte nacía en las Islas Británicas de la mano de la aristocracia. Los movimientos obreros, a los que pertenecía Ginestá, plantearon un modelo de deporte más popular y no solo de las clases altas. Su modelo llevaba a la creación de instalaciones públicas, el acceso de todas las clases sociales a la misma y un elemento muy importante era la progresiva implantación del deporte femenino. Esta idea tampoco era generalizada en los movimientos antifascistas. Los anarquistas, de fuerte tradición e implantación en Cataluña, nunca tuvieron interés por el deporte. Pero la Olimpiada Popular tuvo más que ver con una idea de contrapeso a la propaganda nazi.

Finalmente, tuvo que suspenderse debido a que un día antes de su inicio se producía el golpe de estado fascista. Ahí acabó el sueño de muchos deportistas. Según Santacana y Pujadas, los deportistas participantes eran unos 6000, unos 3000 eran gallegos, catalanes y vascos. Además, 20.000 espectadores y 23 países participantes eran los que estaban previstos. Entre los atletas que iban a participar se encontraba Onni Niskanen, que con el tiempo se convertiría en el entrenador de Abebe Bikila y Mamo Wolde, entre otros. Sin embargo, el Golpe de Estado lo halló de viaje a Barcelona.
La Olimpiada Popular, además de una vertiente deportiva, también tendría una vertiente cultural con más de 3000 actuaciones en la llamada ‘Olimpiada Cultural’. Entre las actuaciones previstas se contaba la presencia del violonchelista Pau Casals. Así narró uno de los atletas los hechos y vivencias de esos días. “Éramos tan ingenuos que pensamos que el levantamiento era en contra de la Olimpiada Popular, tardamos días en darnos cuenta de lo que en realidad estaba sucediendo”, relata Ginestá.

Volviendo a la foto, se produce en el inicio de la Guerra Civil. Las fuerzas golpistas se atrincheran en el Hotel Colón, en la plaza de Cataluña. A su rendición, le piden que tome el fusil para hacer la foto. Varias fuentes señalan que ella entró en combate durante la Guerra Civil, pero ella lo desmintió. En una entrevista a TVE relataba que le dijeron que subiera a la terraza con un fusil, que luego devolvería: “a los 17 años no estaba en condiciones de hacer la guerra”, comentaba Ginestá en una entrevista a TVE. .

La realizó Hans Gutmann, un fotógrafo comunista alemán que había llegado a Barcelona a cubrir la Olimpiada Popular, pero que se quedó con el inicio de la sublevación e inmortalizó pasajes de la Guerra Civil hasta que la contienda acabó. Gutmann acabaría exiliado, como tantos otros, en México.

Durante la Guerra Civil, Ginestá ejerció de periodista y de traductora de Mijail Koltsov, corresponsal del diario Pravda. Ginestá sufrió mucho al ver la muerte de cerca y más aún cuando perdió a su novio en el paso de los Pirineos en su huida de España. Esta escenografía recuerda a los millares de españoles que huían del genocidio franquista, entre ellos la figura de Machado y su madre, que acabarían falleciendo a los pocos días de pasar los Pirineos, como consecuencia de las duras condiciones.

Ginestá se encuentra en Francia con sus padres, que habían estado en el Campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Su sola mención estremece. De Francia, huyeron a la República Dominicana pero en 1946 tuvo que volver a marchar por la persecución del dictador Rafael Trujillo. De ahí marchó, con sus padres, a Venezuela. Ellos acabarían su días allí pero ella regresaría a Europa, en concreto a Prades (Francia) y, luego, a Bélgica y Holanda pero, mayoritariamente, a París, donde acabaría falleciendo.

 

 

Experiencias de unidad popular

Experiencias de unidad popular

Experiencias de unidad popular

“No se busca la competición en forma extrema, sino el espíritu de superación”.

Este número de la revista aborda de manera mo-nográfica el tema de las Olimpiadas Populares de Barcelona, y acierta al hacerlo, por ser muy necesario divulgar aquel acontecimiento aún tan desconocido, entre la población en general, e incluso entre nuestra gente, entre la gente de izquierdas. Y es necesario volver a visitarlo, darlo a conocer, por su relevancia y porque ese asunto del deporte popular y obrero, tan alejado de ese otro deporte de la “vedettes”, como dice el mismo Manifiesto de las Olimpiadas barcelonesas frustradas, fue un germen del gran movimiento político que alumbró al Frente Popular. La gran operación política de unidad de las izquierdas, que permitió el acceso de las clases subalternas al poder político, aunque fuera por el breve periodo entre febrero y julio de 1936, tuvo como campo de pruebas dos momentos estelares necesarios para la unidad popular, sin los que, me atrevo a decir, que no se hubiera conformado el Frente Popular.

Uno es la JSU, la unidad con la que se dotaron los jóvenes comunistas y socialistas, haciendo converger sus organizaciones, para caminar juntos por un nuevo camino revolucionario. Esa unidad de la JSU no se produjo al instante, ni en un laboratorio, sino que estuvo precedida de varios años de trabajo en común, mediante comités de enlace en la base, en los pueblos, actuando y ensayando su unidad de criterio ante los problemas reales de la vida de la clase trabajadora.

Esa unidad en la JSU disparó la adhesión hacia el cambio político y social, atrajo a sus filas a muchísimos jóvenes, llenó de nueva savia, de una desconocida alegría revolucionaria la actividad política juvenil. Transformar la vida para cambiar el mundo cobraba un sentido verdadero, entusiasta.

El otro germen imprescindible fue el del deporte obrero y popular, que culminó en la formación de la F.C.D.O, la Federación Cultual Deportiva Obrera. Ésta nació en 1931, recién instaurada la República, desde una indicación dada a los jóvenes comunistas españoles por la Internacional Deportiva Roja, un organismo con el que la Internacional Comunista pretendía llevar a las masas trabajadoras la idea de una vida sana, y ganar adeptos para la revolución socialista. En algunos países se pretendía contrarrestar la influencia reformista que hasta entonces tenía en la clase obrera la tendencia socialdemócrata, que también había creado sus organizaciones deportivas. No tanto en España, donde éstas eran prácticamente inexistentes.

El despegue de la FCDO en la sociedad española, su tremenda popularidad e influencia en la vida social, vino precedido, como en el caso de la JSU, por un trabajo común entre la clase obrera, en los clubs deportivos, sin sectarismo.

A eso ayudó sobremanera el cambio en el seno de la Internacional Comunista, cuando se pasó de la táctica de la oposición frontal, de “clase contra clase”, a la estrategia unitaria de los Frentes Populares. Eso creo una escuela de unidad que se propagó a todas las células comunistas. Del izquierdismo con el que se recibió a la República, en el que los comunistas en la Puerta del Sol gritaban el 14 de abril de 1931, ¡Abajo la Republica burguesa! ¡Vivan los Soviets!; se pasaba a ensanchar alianzas, a seducir, no sólo a los hermanos socialistas, sino a las fuerzas progresistas y avanzadas en la pequeña burguesía. El militante tipo cambió. Ya no obedecía al perfil del revolucionario profesional de identidad secreta, forjado en la clandestinidad y la persecución, escondido tras un sinfín de alias y seudónimos de guerra.

Ahora llegaban jóvenes a cara descubierta, normales, con su nombre, alegres, dichosos de emprender la lucha. Eran los primeros en defender a la Republica, antes burguesa, ahora un paso necesario para la transformación social.

El historiador marxista Eric Hobsbaw, hablando del tiempo de los Frentes Populares, que fue cuando él se adhirió al partido comunista británico, decía que aquellos que se habían incorporado a la lucha en ese momento álgido de la unidad popular, de apertura, de avance, de ofensiva de nuestras ideas, tenían una naturaleza especial.

Yo también lo creo. He conocido a muchos veteranos, que vivieron esos tiempos aquí, los tiempos de la unidad en la JSU, en la FCDO, en el Frente Popular, y todos tenían una mezcla de firmeza y ductilidad que los hacía muy fuertes, todos eran hombres llenos de luz en los momentos más sombríos, de sonrisa invulnerable, a pesar de las derrotas, de las torturas, gentes de mirada limpia, entregada al pueblo, llena de la unidad verdadera, cercanos al hombre nuevo que tantas veces hemos proclamado buscar.

Esa FCDO obtuvo un empujón enorme también cuando el Comité Olímpico Internacional, COI, designó como sede oficial para las Olimpiadas de 1936 a Berlín, en lugar de a Barcelona, que se postulaba y que era la candidata favorita. Al parecer, la burguesía hegemónica en ese órgano del COI, incluso la catalana presente en él, tuvo miedo ante una situación de revolución que ya preveían en el horizonte próximo para España.

La indignidad de celebrar unas Olimpiadas en el Berlín nazi, contraviniendo todos los principios del olimpismo, como bien subraya el Manifiestito de la Olimpiada Popular, provocó un gran movimiento para organizar los Juegos alternativos en Barcelona, como desagravio por la decisión del COI, y como expresión del auténtico olimpismo. Por eso se llamaron populares, porque extendían su alcance a toda la población antifascista, antirracista, antixenófoba, y no sólo obreras, como se habían llamado otros Juegos que ya se habían celebrado en Praga-1921, Francfort-1925, Viena-1931 y Berlín-1931 (Spartakiada), Moscú-1928 (Spartakiada), Y como se llamarían las que tendrían lugar después en Amberes-1937.

La FCDO fue el motor de ese movimiento. Se extendió por todas las ciudades y pueblos, instaurando comités pro-olimpiada de Barcelona. Otra estrategia de crecimiento fue la de la captación de clubs deportivos; los militantes de la FCDO que participaban en distintos clubs, intentaban que éstos se adhirieran a la FCDO, plateándolo en sus asambleas de socios.

Es lo que contaba Marcelo Usabiaga, que como miembro del Boxing Club de Irún propuso a éste su incorporación a la FCDO, cosa que el Boxing aceptó. Así fue creando una potente red social. Además de la labor de conseguir apoyos para Barcelona, las FCDO convocaron campeonatos y competiciones en las distintas modalidades deportivas. Propugnaban un deporte distinto, como decían en sus principios: “No se busca la competición en forma extrema, sino el espíritu de superación”.

La izquierda ha abandonado ese terreno, un espacio de fuerte alienación actual, paradigmática, donde se enajena al individuo en lugar de hacerlo crecer, empoderarse, superarse; convirtiéndolo en un consumidor, un ser pasivo, un adorador de las “vedettes” en un espacio mercantilista, donde se manejan cantidades estratosféricas de dinero, tan elevadas que se sitúan en otra realidad, que son repugnantes. La izquierda, que tuvo aquella osadía de inventar, ha abandonado el campo de batalla, no hay nada, nada de sus de valores en el deporte, ninguna influencia de nuestros ideales, del otro mundo que soñamos. Es su asignatura suspendida; y sin embargo, se ve todo tan claro…

«Hay que transformar la vida para cambiar el mundo»

Miguel Usabiaga

Arquitecto – Escritor, Director de Herri