Thèo Dejace Biografía

Thèo Dejace Biografía

Thèo Dejace Biografía

“Lo que más aprecio de mis 22 años como parlamentario en Bruselas,
y como concejal en Lieja, es mi participación en las grandes luchas obreras”.

Nace el 7 de marzo de 1906 en Lieja, en el seno de una familia obrera. Su padre, que es pintor de obra, marxista y sindicalista, sigue en la escuela de adultos la formación primaria que no ha podido recibir en la escuela.

Su padre, cuando estalla la gran guerra en 1914, se declara antibelicista, denuncia su carácter imperialista, y da bebida y comida a los soldados, tanto belgas como alemanes, cuando suben la calle del Calvario hacia el fuerte Loncine. Es detenido y fusilado por las tropas alemanas, que nunca revelarán su arresto y su asesinato.

Su esposa queda viuda con dos hijos, Thèo de 8 años y Léonard de 5 años. Thèo se orienta en la enseñanza y termina sus estudios de maestro en la Escuela Normal de Jonfosse, Lieja, en 1925.

Le interesa la literatura, el arte, y se convierte en marxista gracias a las publicaciones de la Internacional de la Enseñanza (I.T.E) Completa su formación en la Universidad Obrera de París. Su amor por el deporte le lleva a convertirse en profesor de educación física. Sin embargo, el paro que acecha a su promoción, le hace buscarse un empleo en la policía municipal de Lieja, y luego como empleado de banca.

En 1929 consigue emplearse en un puesto adecuado a su formación como instructor de educación física. En 1940 se inscribe en el Partido Comunista y pasa a la clandestinidad. Hasta entonces era miembro de la Joven Guardia Socialista y del Partido Socialista de Lieja, del Comité de Intelectuales Antifascistas, y del Acuerdo Universal por la Paz, que en Lieja cuenta con 100.000 miembros. Continúa en la clandestinidad, para escapar de los invasores nazis, durante toda la II Guerra Mundial. Por mandato del Partido Comunista, es el promotor del Frente Valón par la Liberación del País, llamado también Frente de la Independencia. Que se desarrolla con gran éxito, y termina agrupando a todos los partidos antifascistas.

Tras la guerra, es uno de los cinco secretarios nacionales de la nueva FGTB, el sindicato donde se han unido los dos grandes sindicatos existentes. Y es uno de los fundadores de la Federación Sindical Mundial. Es miembro del Bureau Político del PCB, y elegido en 1946 diputado en el parlamento de Bélgica por Lieja, para el que es reelegido hasta 1968. Siendo nombrado en ese año senador honorario. También será concejal en Lieja hasta 1976. Desde ese año se dedica a labores de afirmación de la memoria histórica, aquella gloriosa del lucha del PCB y del Frente de la Independencia.

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Thèo Dejace en el espejo. 25 mayo 1984

He colaborado en del periódico del PCB, “Le Drapeau Rouge” (La Bandera Roja) desde 1940, y en otras publicaciones obreras y sindicales. También en el periódico “Front”, clandestino, del Frente por la Independencia, publicado durante la guerra. No tengo religión. Toda mi familia es marxista leninista y atea. Nunca fui masón.

No tengo una fortuna. Mi esposa es pensionista, y yo tengo una pensión media. Nos ocupamos de nuestra hija Yvonne, y de su niña de 2 años, Aude, y de una hermana ciega de mi mujer. Siempre he aceptado vivir con un salario más bajo que aquel de un obrero cualificado.

Lo que más aprecio de mis 22 años como parlamentario en Bruselas, y como concejal en Lieja, es mi participación en las grandes luchas obreras, y en las luchas por la democracia y por la paz, por los esfuerzos para la distensión entre el Este y el Oeste, y la solidaridad con el Tercer Mundo.

Thèo Dejace siempre mantuvo su actividad de base en la célula del PCB, “Andrè Bensberg”. Y en un Comité de barrio desde 1968, donde se unían comunistas, cristianos, socialistas, para mejorar las condiciones de vida vecinales. Impulsó, con su amigo René Klutz, grupos de solidaridad con Chile, Nicaragua, Afganistán, Angola, Mozambique, Líbano, Vietnam, Kampuchea libre, Polisario. Y dirigió el Círculo Cultural de belgas e inmigrantes, “Círculo Libertad”.

Cuando a sus 78 años los médicos de diagnosticaron arteriosclerosis y párkinson, y le recomendaron cesar su gran actividad, le costó mucho, tras sesenta años de vida entregada a la militancia. Antes de morir, dejó su deseo expreso, para sus sucesores, de que continuaran el camino de trabajar por el comunismo, la democracia y la paz.

Tres niñas en Bélgica

Tres niñas en Bélgica

Tres niñas en Bélgica

“Cientos y cientos de familias belgas fueron generosos con los Niños de la Guerra Española .”

Porque el Gobierno de la República y el Vasco lo permitían, nuestros padres, allí, en la vorágine de la guerra, podían habernos enviado a las tres niñas, a las tres Sagarzazu, bien a Inglaterra, bien a Francia, bien a México, bien a la URSS, o bien a no sé cuántos países más, exceptuando —claro está—, los del nacional social-fascismo, es decir, Alemania e Italia. Podían, sí, pero no pusieron reparos a la propuesta de Cruz Roja de enviarnos a Bélgica, esa tan pequeña y simpática nación, independizada de los Países Bajos hacía algo más de cien años.

No creo que conocieran mucho del país. Acaso y sin más argumentos, les gustó la coincidencia de la primera sílaba con la de nuestros nombres.
—¡Por favor! ¡Por favor! Reclamaba nuestra ama deslizando lágrimas el día del embarque, allí. Supongamos tres niñas: Belén, Beatriz, y Begoña. Esta última, supongamos que soy yo, la más pequeña. Supongamos también que somos hermanas, nacidas en Donosti y que, de tener una cuarta, de seguro también se llamaría Be… Acaso, Bernarda. Pero esto último no importa para la historia que deseo relatar.

En Santurce, en la dársena del puerto, allí en la escalerilla del buque “Habana” a punto de soltar amarras: ¡Que no las separen! ¡Por favor! ¡Siempre juntas a todas partes! ¡Que no las separen! Diez años tenía Belén, ocho Beatriz y seis yo; como ya he indicado, la más pequeña, la Bego. Aita lloraba por dentro, y yo, aunque aún niña, lo podía percibir. Él por fuera sonreía. Con sus manos rudas y tiernas a la par, nos acariciaba en la cabeza, a las tres.
Aita sabía que eso de —la no separación—, sería difícil, y así fue. ¡Cuidaos! ¡Cuidad de vuestra hermana! Aún es muy pequeña! —Proclamaba—. Sabía que las tres éramos pequeñas pero había que repartir responsabilidades, la mía era obedecer a las mayores.

—Regresaréis pronto, en cuanto esto termine. De aquí no nos moveremos, os estaremos esperando —decía nuestra Ama—.
Yo lo quise creer, al menos hasta que la lejanía del buque lo hizo casi imposible. Con mirada de aguilucho emocionado comprobé que, efectivamente, allí seguían. No paraban de agitar el pañuelo. Sí, allí seguían. Pero…
Pobre Ama, ¿cómo iba ella a saberlo? No podría esperarnos. Una de esas bombas, de las muchas que llovieron sobre Bilbao, acaso esa de la que nosotras pudimos librarnos, acabo con su vida, con su esperanza de recuperarnos. ¡Pobre Ama!

En Bélgica nos aguardaban familias de acogida. Gentes sencillas y solidarias, decorosas. Gentes que repudiaban el golpe militar de Franco. Gentes que deseaban dar acogida y protección a unos niños que, con toda probabilidad hubieran sido víctimas de las bombas rebeldes, de la maquinaria de muerte.

En Amberes pisamos tierra belga. De allí, un grupo de niños y niñas, aproximadamente la mitad del centenar de la primera expedición, con destino a Bruselas. En el otro medio, nosotras, las tres hermanas, con destino a Gante. Ama y Aita parecían tener razón —siempre juntas.
Sólo lo parecía.
El pequeño salón del teatro donde se produjo el reparto y aceptación de niños…, repleto. Familias bondadosas, sonrientes. Deseosas de repartir amor, amor solidario y desprendido. En esa primera distribución, más familias de acogida que niños por acoger. Familias generosas pero —y ese era nuestro caso—, obstaculizadas de acarrear al unísono con tres niñas. El deseo de nuestra Ama se hacía imposible. Tres niñas, tres familias. La mía, en su generosidad, compartiendo un reducido apartamento de un tercer piso, en un pequeño dormitorio junto a dos criaturas de aún menor edad que la mía. Éramos niños y, aunque nos adaptamos, en mi borrosidad recuerdo esas primeras semanas como días difíciles. Además de la edad y la separación de mis hermanas, el idioma era una barrera.

Cuando parecía que el tiempo conseguía borrar obstáculos, llegó la tragedia familiar. El padre, encofrador en las alturas, sufrió un grave accidente laboral. El percance lo inhabilitaba para el trabajo.

A continuación, algo inevitable, nueva familia de acogida, nuevo comienzo. Es una pena, guardo un recuerdo muy difuso de los niños, también de sus padres. Quizás, de haberse evitado el accidente, mi futuro hubiera sido distinto. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Quién sabe?

Melchor y Brigitte, en esta ocasión un matrimonio sin niños. Con ellos crecí. En escaso tiempo el idioma dejó de ser un obstáculo. Mi nueva familia residía en Dendermonde, a unos cuarenta kilómetros. Aumentó la lejanía con mis hermanas, no volví a verlas en mucho, mucho tiempo.
Ellas siguieron en Gante hasta el final de la Guerra Civil. Luego con ayuda de Cruz Roja Internacional regresaron a Donosti, con nuestro Aita. Allí se enteraron de la tragedia del bombardeo en Bilbao, de que éramos huérfanas de madre. Dicen que aún siendo como eran niñas, recuerdan muy emotivo el reencuentro. Yo no lo hice hasta muchos años después. En la nueva familia fui tratada con mucha ternura, como si de unos padres y una hija verdadera se tratara. El cariño resultó mutuo, recíproco, en ambas direcciones.

Quizás sin ser muy conscientes, con el paso del tiempo, fueron olvidando el carácter temporal de la acogida. Eran tiempos convulsos en toda Europa, la guerra española había terminado y daba comienzo otra igual de cruel aunque de mayor envergadura. Ya no eran tiempos de regreso. Los alemanes invadían Bélgica y yo seguí creciendo, descubriendo mí mundo de acogida bajo el cobijo de Melchor y Brigitte, mis protectores, ¿mis aitas?

Ellos, al igual que cientos y cientos de familias belgas fueron generosos con los Niños de la Guerra Española. Lo fueron infinitamente más que nosotros, los europeos de ahora en la actual guerra siria, donde, sin pudor, miramos para otro lado ante la desgracia de miles y miles de niños «sin acogida»

Por aquellos días se rumoreaba que muchos padres de los niños españoles habían sido víctimas de los bombardeos y de la represión franquista. Como a un clavo ardiendo —así me lo explicaron años después—, se aferraron a la idea de apadrinar a una niña huérfana. Se equivocaron al menos en un cincuenta por ciento. Reconozco que mi corazón, al menos en el cariño que de él emana, quedó partido en dos, mitad en Dendermonde, mitad en Donosti.

Tardé muchos años en regresar a Euskal Herria. Lo hice con mi marido, un arquitecto al que conocí y del que me enamoré en la universidad de Lovaina. Los dos éramos estudiantes, naturalmente, yo ya no era la misma Begoña de entonces, la más pequeña de las tres hermanas vascas. Resultó muy pero que muy emotivo abrazar y besar, abrazar y recibir en la cabeza caricias de mi aita, abrazar y besar a Belén y a Beatriz. También juntas, relatar antiguas historias de Bélgica
Pero esa sí, esa es otra narración.

Relato inspirado en crónicas entresacadas de sus protagonistas.

Vladimir Merino Barrera
Escritor

Julien Lahaut símbolo de la moral Revolucionaria

Julien Lahaut símbolo de la moral Revolucionaria

Julien Lahaut símbolo de la moral Revolucionaria

“Un hombre que llevaba el sol en su bolsillo y daba un trocito a cada uno.”.

El movimiento obrero en Bélgica, y en concreto en Valonia, en la zona de Lieja, fue muy poderoso y combativo. Un movimiento con gran influencia comunista, que tuvo además gestos de extraordinaria solidaridad con la República española, acogiendo a muchos de los niños republicanos que fueron evacuados para protegerlos de la guerra. Y en ese movimiento obrero belga destaca el perfil de un hombre, Julien Lahaut, nuestra portada de Herri.

¿Y quién era Julien Lahaut?

Nos lo cuenta Juliette Broder, nacida en 1924, militante antifascista desde los 15 años de edad, compañera de militancia muy cercana a Julien en el PCB, y posteriormente activista en el PTB.

Toda la vida me acordaré de la mañana de 19 de agosto de 1950. Lo veo como si fuera ayer, el camarada llamando a mi puerta a las 5 de la mañana con lágrimas en los ojos para decirme que habían asesinado a Julien. Bajo el nazismo habíamos conocido esa experiencia, saber que tal o cual camarada, próximo o lejano, había desaparecido en la noche y la niebla.

Se desencadenó un amplio movimiento de solidaridad, en Francia, en Italia en Alemania, en Inglaterra, donde los obreros mostraron su indignación con huelgas, manifestaciones. Las fábricas de toda Bélgica se detuvieron, los comerciantes bajaron las persianas, y más de 300.000 personas acompañaron a Julien hasta el cementerio de Seraing. Aquellos que estuvieron presentes lo recordarán siempre. La muchedumbre de hombres y mujeres, con gente subida a los arboles, sobre los tejados, y casi todos llevando una flor roja o un trapo rojo.

Esa cólera, ese dolor, es el mismo que todavía conmueve a los obreros, comunistas o no, cuando recuerdan el asesinato de Julien. ¿Por qué? ¿Qué había tan apreciable en Julien para que el olvido no se instale en su memoria?

La historia de Lahaut es la de toda una vida al servicio de su clase, de fidelidad sin tacha a su ideal. Julien se indignaba por las mismas cosas que el pueblo, quería lo que quiere el pueblo. Por eso el pueblo se reconoció en él, porque Julien era el pueblo. Tenía en la clase obrera, en su papel, en su porvenir, una confianza que incluso en los momentos más oscuros, los más difíciles, estallaba, irradiando una confianza que era luminosa, contagiosa, educadora. Para la clase obrera Julien era alguien que estaba siempre en primera fila del combate, que se entregaba por entero. Durante toda su vida mostró a su clase el camino de su liberación.

Contar la vida de Julien Lahaut es contar la historia de las luchas obreras en Bélgica. Fue en su familia cuando vivió los primeros sufrimientos y combates de su clase. Su padre, que fundó el primer sindicato de los metalúrgicos de Cockeril, dirigió la huelga de 1891, por lo que fue despedido. La miseria se instaló entonces en su hogar, cuando Julien tenía 7 años, y jamás la olvidaría.
En 1898, a los 14 años, Julien es un obrero metalúrgico. No tarda es convertirse en un líder sindical. En todas las luchas, en las huelgas de 1902, 1908, 1913, 1919, 1920, 1921 1932, 1936, está al frente. Perseguido, detenido, y condenado, pasa 43 meses en prisión.

En 1914, millones de hombres, hermanos de clase, fueron a la muerte para que el capital internacional se enriqueciera. En cada país, los dirigentes del partido socialista aplaudieron la masacre a cambio de unas carteras ministeriales. Sólo el partido bolchevique denuncia la traición de la II Internacional, dirige el combate contra la guerra imperialista, y da la consigna de su transformación en guerra civil revolucionaria.

En Bélgica, el diputado socialista Pìerson proclama. “la guerra suspende la lucha de clases”, y la prensa socialista llama a todos a la defensa de la “pequeña” Bélgica en contra del imperialismo alemán”. Julien, desamparado como tantos obreros, lo ve todo bajo esa agresión a Bélgica; se alista, y en 1916 es enviado a Rusia, donde permanecerá 2 años. Es un momento decisivo en su vida, porque va a vivir la Revolución Rusa, que recibe con un extraordinario entusiasmo, asimilando, definitivamente, la traición de la socialdemocracia. La necesidad de la única vía revolucionaria, de la dictadura proletaria, que él va a vivir en acción, a través de los soviets.

1921 es otra fecha esencial. Fue expulsado del sindicato de metalúrgicos, del que había sido elegido secretario de la sección de Lieja en 1908, porque se negó, después de una huelga de admirable firmeza obrera, a seguir a los dirigentes socialdemócratas en su capitulación ante los patronos, Esa huelga de 1921 quedó como un ejemplo en la memoria colectiva del pueblo. 1921 es la crisis, es el paro, y es un momento en el que los patrones quieren recuperar aquello que concedieron bajo la presión en los años precedentes.

Pasan a la ofensiva, para imponer recortes de salarios, y ampliar la jornada de trabajo. En ese contexto, 9.000 obreros de Ougrée-Marihaye van a la huelga durante 9 meses. El sindicato, la federación de metalúrgicos de Lieja, apoya la huelga, pero después de 7 semanas, cede. Los católicos y liberales, que comparten gobierno con los socialistas, amenazan a éstos con que si la huelga no cesa, se les excluirá del gabinete. Los dirigentes sindicales capitulan, dicen a los huelguistas que proseguir con la huelga compromete la reconstrucción del país, que no se hace huelga en plena crisis. Ante la traición del sindicato, Julien constituye un comité de huelga, del que es elegido presidente.

A Julien se le verá por todas partes, animando a cada uno, organizando las reuniones, en la cabeza de las manifestaciones, haciendo de la “pasarela” de Seraing la roja, una tribuna que se hará famosa en todo el país. Tres meses después de ser daclarada la huelga, los dirigentes sindicales reducen a la mitad las indemnizaciones,

conduciendo a los huelguistas y a sus familias al hambre. Como solidaridad, los hijos de los huelguistas se vuelven los niños de toda Bélgica. Y son enviados a otras zonas del país, para alojarse en casas de familias obreras de Flandes, Bruselas, Valonia. Para acabar con la huelga, la burguesía prepara un golpe definitivo. Detienen a Julien y, descabezado el comité, los dirigentes sindicales ordenan la vuelta al trabajo. Los obreros han aguantado 9 meses en condiciones heroicas.

Vuelven, pero no se doblegan. Mientras Julien está en prisión, el partido socialista, llamado Partido Obrero Belga, le expulsa, bajo la acusación de haber persistido en la huelga contra sus instrucciones, y de haber señalado ante la clase obrera a aquellos que decía que la habían traicionado. Coherente con sus vivencias,, en 1923 se integra en el partido comunista.

Julien internacionalista. Dirigió la campaña de solidaridad con la República española, participando en cientos de mítines, proclamando su consigna: “después de Madrid será Praga, y después de Praga será Bruselas”. Recorrió las calles de Lieja, de Mons, de Charleroi, a la cabeza de las manifestaciones, reclamando víveres y armas para España. Denunció en el parlamento la no intervención promovida por los socialistas, lo que significaba la entrega de la España republicana a Franco. Y cuando los primeros niños españoles, arrancados del hambre y los bombardeos, llegaron a Bélgica, Julien se llevó a 3 de ellos a vivir en su casa.

Julien antifascista. El 1 de mayo de 1933 los obreros de Lieja, bajo su dirección, fueron al consulado alemán de Lieja donde, desde hacía varios días, ondeaba una bandera nazi. Entre el alboroto, aupada por la gente, la camarada Françoise Longchamp, arranca la bandera nazi. Unos días después, en la cámara de los diputados, Julien denuncia los crímenes hitlerianos, el peligro fascista, y muestra que la única vía para vencer al fascismo es la unidad en la base sobre una posición de clase, y, ante los diputados asombrados, despliega la bandera con la esvástica nazi arrancada en Lieja, la rompe en la tribuna y proclama: “Aquí tenéis la bandera nazi que en Lieja han arrancado los obreros comunistas y socialistas unidos, hagáis lo que hagáis ellos seguirán la lucha en el país contra los traidores y los lacayos de Hitler”. El embajador de Hitler protestó, los ministros belgas se disculparon sumisos, pero el pueblo comprendió que la punta de lanza de la lucha contra el fascismo, eran los comunistas

El 3 de octubre de 1935 Mussolini invadió Etiopía. Desde los escalones del pabellón italiano de la Exposición Universal de Bruselas, Julien arengó a la multitud contra el fascismo, en un momento de máxima afluencia, un domingo por la tarde. Fue arrestado, y condenado a 15 días de cárcel, pero miles de personas comprendieron su mensaje.

En 1947, cuando aquellos que promovían la guerra fría pretendían denigrar la valentía del partido comunista durante la resistencia; Julien les gritó “No toquéis al partido de los fusilados”, y su grito denunciaba a todos aquellos que callaron, a todos los que colaboraron con los nazis, con cualquier matiz que esa colaboración tuviera. Aquellos que por su vergüenza intentaban ensuciar la imagen del partido que estuvo a la cabeza de la resistencia antifascista. Una de las calumnias más difundidas era que los comunistas solo comenzaron a resistir cuando los nazis invadieron la URSS, el 21 de julio de 1944. Pero hay hechos que no se pueden negar, y que demuestran lo contrario, como la práctica de Julien. El 5 de enero de 1941, el nazi belga Leon Degrelle intentó una marcha sobre Lieja. Su error fue no haber tenido en cuenta a la clase obrera, al partido comunista, a Julien. 7.000 manifestantes con Julien Lahaut a la cabeza, se acercaron al palacio de Coronmeuse donde Degrelle terminaba su acto con un vibrante “Heil Hitler”. Soldados alemanes, con las bayonetas caladas, defendían el lugar de la concentración de Degrelle. Lo que no detuvo a los manifestantes. Los Rexistas tienen que huir, abucheados por la multitud, Degrelle en su coche, con los cristales rotos.

Por iniciativa del partido comunista, el 16 de mayo de 1941, 100.000 proletarios de la cuenca de Lieja, a pesar de la ocupación nazi, abandonaron el trabajo, con Julien al frente. Esa huelga fue un éxito desde el punto de vista de la reivindicación, y un eslabón entre la lucha reivindicativa y la lucha antifascista. El periódico clandestino “Tiempos nuevos”, del partido comunista, lo refleja: “Rebelándose contra la miseria, los huelguistas llevan una lucha altamente política, la clase obrera acaba de dar un ejemplo inestimable, ha demostrado que incluso en plena guerra, la maquina política y militar puede ser forzada a retroceder. Así, el proletariado de Bélgica, ha justificado su lugar en la dirección de la lucha popular por la independencia del país. Solo él tiene la fuerza para guiar a las masas”.

Julien es detenido en junio 1941. Comienza su calvario. Primero encerrado en la ciudadela de Huy, de donde intenta escapar 4 veces, y finalmente en los siniestros campos de Neuengamme y Mauthausen. Julien es un ejemplo de moral revolucionaria, y en los campos de la muerte es donde mejor se demuestra, donde su moral de comunista alcanzó su grado más alto. En medio de las privaciones, atormentado por el hambre, golpeado, maltratado, agotado por el trabajo, enfermo de tifus, fue digno siempre del honor que le hicieron los comunistas belgas, que, organizados en los campos, le confiaron la dirección de su movimiento. Se trataba de mantener intacto el espíritu de resistencia, el sentido político y la moral de combate, en unas condiciones abominables. Resistió al enemigo, organizó la solidaridad, mantuvo un optimismo de hierro, que supo transmitir a su entorno. Un detenido, muy alejado de las posiciones políticas de Julien, un príncipe polaco, el teniente Czetwertynski, dijo de él: “es un hombre que llevaba el sol en su bolsillo y daba un trocito a cada uno”.

“Ya está mis camaradas, no pudieron con nosotros, ahora, más que nunca, la lucha sigue”. Fue lo que dijo a sus compañeros reunidos, cuando Mauthausen fue liberado, el 28 de abril de 1945.

1950. La guerra fría. En los países capitalistas la gran burguesía saca la cabeza después de haber temblado ante la idea de que la Resistencia, el pueblo, le ajustara las cuentas tras la liberación. Pero incluso con el apoyo del imperialismo americano, la burguesía tiene mucho miedo de la clase obrera. Busca un hombre fuerte, capaz a la vez de imponer los dictados del imperialismo americano, y de domar las veleidades de la clase obrera. ¿Quién mejor que Leopold III para ese papel? El pueblo apodó a Leopold III el rey de los incívicos, que es como se llamaba a los colaboradores con el nazismo.
Leopoldo III nunca ocultó sus simpatías por la extrema derecha, y por un estado fuerte. Y esto, la clase obrera y los demócratas lo saben, y no se lo perdonan, igual que no perdonan su política de neutralidad con la Alemania nazi, ni su capitulación frente al invasor en mayo de 1940. Ni su llamamiento al pueblo belga a reemprender el trabajo con calma, bajo la ocupación. Convencido de la victoria nazi, Leopold III esperaba gobernar bajo la protección de los alemanes. Todo eso lo sabe la clase obrera, como sabe por qué la gran burguesía necesita su regreso.

Para el pueblo, rebelarse contra el regreso de Leopold III, significaba continuar la lucha contra el fascismo, contra un reinado autoritario, contra la extrema derecha, contra el dominio de las finanzas, por la democracia y la justicia social.

Y es del pueblo de quien surgió el grito de ¡Viva la República!, ese grito resonaba en Bruselas, plaza de los Mártires, en las manifestaciones, en Lieja, en Charleroi. Republica burguesa o monarquía es parecido mientras el poder siga en manos del capital. Pero la consigna

¡Viva la República! tenía un contenido progresista, antifascista, de un paso adelante, que no se escapa en ese momento ni al pueblo ni a sus enemigos.
El viernes 11 de agosto de 1950, Julien es el portavoz del pueblo, cuando hace resonar el grito ¡Viva la República! en la cámara de diputados. Y dio en el blanco, retransmitido por la radio, en el cine, en el país, en el mundo entero.

Julien supo una vez más servirse del parlamento para hacer de él una tribuna del pueblo, con destino al pueblo. Para la burguesía, para la extrema derecha, para la CIA, eso era demasiado, hacía demasiado tiempo que el viejo agitador era el obstáculo que había que eliminar. Y es lo que hicieron el 18 de agosto de 1950 a las 9,20 de la noche.

Juliette Broder

El viento se levanta

El viento se levanta

El viento se levanta

“Entrevista a David Pestieau, vicepresidente del PTB ”.

Entrevista a David Pestieau, vicepresidente del PTB, realizada por LVSL (Le Vent Se Lève): El PTB aparece últimamente como una importante fuerza política en Bélgica. Sin embargo, este crecimiento se basa en un trabajo desde hace años, que realmente comenzó en 2008, cuando el PTB adopta una especie de cambio estratégico. Ya no habla directamente de clase obrera, sino de “gente”, con el lema “La gente antes que los beneficios”. A menudo se critica a los partidos populistas en Europa por abandonar el análisis de clase en favor de las llamadas “nuevas lateralidades”.

¿Cómo ve la relación entre la reconfiguración de vuestro discurso y el mantenimiento de un esquema intelectual de lucha de clases?

David Pestieau. No hemos abandonado el análisis de clase: si se leen los documentos de nuestro Congreso de Renovación en 2008 y del Congreso de Solidaridad de 2015, se puede observar que la clase obrera está en el centro de la reflexión. La clase obrera para nosotros es la clase de todas aquellas personas que venden su mano de obra para poder vivir: en Bélgica hay 4 millones de personas asalariadas. Por supuesto, la situación no es la misma que hace 50 años. Sin embargo, en cierto modo, aunque pueda resultar chocante a algunos, la clase obrera es aún más grande que antes, más diversa y más dispersa. Ya no se trata sólo de las grandes empresas del pasado. Hoy en día hablamos de grandes cadenas productivas con subcontratas y subcontratas de las subcontratas, con lo que existe una mayor interdependencia entre las empresas y un mayor fraccionamiento de los grupos de trabajo. Fundamentalmente, la contradicción entre el capital y el trabajo sigue ahí, pero es menos visible, está menos concentrada. Desde este punto de vista, nos definimos como partido marxista y partimos del análisis de clase. La clave para el trabajo de la izquierda radical es cómo dar una nueva conciencia de clase a los trabajadores, dispersos e inseguros. Una enorme labor. No estamos de acuerdo con la idea de que las clases hayan desaparecido en un magma llamado “pueblo”. Por otro lado, estamos de acuerdo en que la clase obrera no es consciente de que forma parte de una clase o de que puede cambiar la sociedad. Por lo tanto, la clave es recuperar, concienciar, movilizar y organizar a esta clase trabajadora. Debemos inventar palabras que nos coloquen de nuevo en esa contradicción. Cuando elegimos el eslogan “La gente antes que los beneficios”, ponemos a “la gente” en el centro, pero sobre todo destacamos la contradicción con el beneficio. Nuestro trabajo en los últimos años ha sido combinar una comunicación que permita llegar a todo el mundo, para evitar el lenguaje para los entendidos, para ser comprensibles, y por otro lado no limitarnos a las consignas: queremos hacer pensar a la gente, ir más allá. Caminamos en la dirección de un partido marxista moderno, que está tratando de ver cómo es posible reanudar la lucha por la reconquista de la hegemonía cultural de ciertos conceptos, palabras y conciencias en pleno siglo XXI, cuando las fuerzas de la izquierda están a la defensiva.

LVSL: ¿Cómo manejan la contradicción entre el renacimiento de los conceptos marxistas que pueden haber sido abandonados y la afirmación de la modernidad política?

David Pestieau. Nos dimos cuenta de que no éramos lo suficientemente escuchados, a pesar de que planteábamos análisis serios y profundos de la crisis del sistema capitalista. En especial, estudiamos cómo llevar a cabo acciones sociales que involucrasen a miles de personas, y la manera de lanzar nuestro mensaje. Antes, llevábamos un conjunto de ideas, conceptos, que lanzábamos sobre la gente, en lugar de tratar de presentar estas ideas al ritmo al que podían ser digeridas. Tenemos un mensaje, un trasfondo, un análisis global; y en cada etapa, en cada período, tratamos de ver qué podemos poner en la agenda política, qué temas impulsarán el debate en cada contexto específico. (..) También invertimos mucho tiempo en consultar a la gente, para averiguar qué les preocupa. Si hablamos de cosas que no les preocupan, podemos seguir hablando todo lo que queramos, que no funcionará. Hay que empezar con las cosas que les preocupan, y luego ampliar el alcance.

LVSL: Habéis establecido un sistema para el pago de dietas a los cargos públicos del PTB, que cobran el salario medio belga. ¿Qué importancia tiene ese sistema para vosotros? ¿Es una cuestión de estrategia política?

David Pestieau. Ante todo, responde a nuestra visión de la sociedad y nuestra ideología. Nuestra idea del activismo es que, si no vives como piensas, terminas pensando como vives. Si ganas 6.000 o 10.000 euros al mes, que es el salario de un diputado o de un ministro, pierdes tu conexión con la realidad. Antes de entrar en el plató de TV, tienes que preguntar al chofer cuánto cuesta la barra de pan. (..) Esta ruptura entre la clase política y la población es enorme. Para afirmar que representamos a los trabajadores y a la gente, debemos seguir viviendo como todos los demás. Hay que vivir en barrios populares, tener el mismo salario y poder sentir las mismas cosas. (..) Todos nuestros cargos públicos viven con salarios de trabajador medio, lo que también permite al partido tener un cierto grado de independencia financiera ya que el excedente se devuelve a las arcas del partido. No queremos depender totalmente de las dotaciones públicas, que comenzamos a recibir desde hace tres años. Yo no soy un cargo público, soy un liberado del PTB. Y se me aplica el mismo principio: gano un salario medio y vivo en un barrio obrero.

LVSL: Su figura, Raoul Hedebouw, no es el presidente del partido, “sólo” uno de sus portavoces. ¿Qué revela esto sobre su análisis del problema del Cesarismo en la política?

David Pestieau. Debido a nuestra tradición colectiva, nos enfrentamos a un problema: los medios de comunicación y el espacio político están ocupados por personalidades, por personas a las que se promociona. Intentamos destacar regularmente al PTB como colectivo. Pero ahora sabemos que eso no funciona si no se apuesta por dar a conocer a algunas personas. En 2005, decidimos popularizar a dos personas: al presidente del partido Peter Mertens, principalmente en la zona de habla holandesa, y al portavoz nacional del partido, Raoul Hedebouw, principalmente en la zona de habla francesa. Por eso decidimos “jugar el juego” y concentrar la comunicación, al menos inicialmente, en estas personas. Pero siempre con la idea de que representen la palabra del colectivo. Así, las grandes orientaciones que nuestros portavoces transmiten a los medios de comunicación son discusiones colectivas. (..) Estamos absolutamente en desacuerdo con cualquier tipo de cesarismo o con la idea del hombre providencial. Especialmente porque es algo ajeno a lo que defendemos como visión política, como marxistas somos personas que creemos en lo colectivo.

Volvamos a la manera en la que os implicáis en las luchas sociales, sobre el terreno, en la construcción de alternativas. Pensemos en “Manifiesta”, en vuestras numerosas organizaciones juveniles y en las nuevas revistas. ¿Es parte de una estrategia para construir una forma de contra-sociedad?

David Pestieau. Por un lado, están las luchas sociales. La cuestión de las luchas sociales está obviamente en el ADN de nuestro partido, es decir, creemos que, si queremos lograr grandes cambios en la sociedad, debemos desarrollar una correlación de fuerzas óptima. La gente, las masas, son las que hacen historia, dijo Marx. A través de los grandes movimientos sociales se pueden producir cambios profundos y transformaciones históricas. Por lo tanto, es lógico que invirtamos energía en el trabajo social, ya sea a nivel sindical, a nivel de asociaciones, de barrios, etc…. Creemos que los trabajadores, los jóvenes, los diversos actores de la clase obrera, deben implicarse en los asuntos públicos, políticos; deben ser actores políticos, no consumidores de política. El segundo elemento es que creemos que el desarrollo de esta lucha social también se lleva a cabo en conjunción con la lucha de ideas. Creamos “Manifiesta”, que se inspira en las fiestas como las organiza-das por otros partidos comunistas del mundo como la fiesta de “L´Humanité” en Francia o la fiesta del “Avante” en Portugal y que consiguieron hacer de las fiestas populares la convergencia entre la cultura popular y el debate político. El objetivo quizá no es crear una contra-sociedad, sino, en todo caso, una contra-hegemonía cultural. Para concentrar en un solo lugar los diferentes aspectos, ya sea la lucha contra la injusticia social, contra el racismo, por la paz, por el clima, por los derechos democráticos, los diferentes temas en los que tratamos de trabajar. Intentamos llevarlos al festival, que organiza conjuntamente nuestro periódico “Solidaire” y nuestra organización Médecine pour le peuple –Medicina para el pueblo-.

LVSL: Medicina para el Pueblo también es bastante peculiar, ¿puede decirnos algo al respecto?

David Pestieau. Son centros de salud que nacieron de la observación de que en Bélgica nos enfrentamos a una medicina liberal, una medicina de servicio, es decir, que la gente acudía a sus médicos, a menudo pagaban una importante suma de dinero y no siempre recibían cuidados adecuados porque cuanto más pacientes veían, más dinero recibían. Tratamos de lanzar otro modelo, y los llamamos médicos del pueblo. El PTB creó el primer centro de salud médico en 1971. Ahora hay 11 centros de salud ubicados en vecindarios pobres. Son médicos que han decidido hacer medicina social y medicina gratuita. También se han creado otros centros médicos por personas que no están en el PTB, que comparten principios similares. Hoy en día, existe un sistema denominado “paquete” que afecta a 250.000 pacientes en Bélgica, en el que las personas pueden ser tratadas de forma gratuita al registrarse en un centro médico local. En nuestros 11 centros médicos, atendemos aproximadamente a 25.000 pacientes, gracias a médicos que en su mayoría son miembros del PTB y que han decidido atender a la población y proporcionar acceso a la atención sanitaria.

LVSL: Volvamos a la política general belga. En la actualidad tenéis las encuestas a favor, al menos en la parte francófona. Algunos medios de comunicación belgas intentan trazar un escenario portugués de aquí a las próximas elecciones de 2019. Raoul Hedebouw dijo en la RTBF que “no estaremos en el poder en los próximos 10 o 15 años”. Siempre evitáis la cuestión de tomar el poder. ¿Qué visión tienes de este escenario?

David Pestieau. Respondería con una pequeña broma de Mitterrand, que decía que “gobernar no es tener el poder”. Lo dijo para justificar su incapacidad de actuar ante una serie de decisiones políticas. Creo que el gobierno no refleja el poder real en la sociedad capitalista de hoy. El poder estatal es un conjunto donde está el gobierno, pero también una masa extremadamente grande de grupos de presión de multinacionales que están presentes, directa o indirectamente en los gabinetes ministeriales (..) Estamos diciendo que el actual juego electoral nos está llevando a situaciones en las que podemos estar en el gobierno, pero no podemos ejercer un poder real. Esto es muy importante, porque determina nuestra estrategia como fuerza de izquierdas. Si queremos un profundo cambio en la sociedad, si queremos distribuir la riqueza de otra manera, y no se entiende esta realidad, cometeremos un error estratégico.

La izquierda radical en Europa ha conocido esta experiencia en Grecia. Hemos visto un Gobierno, el de Syriza, que fue elegido casi con mayoría absoluta en escaños, con un programa anti-austeridad relativamente radical, pero no lo pudo poner en marcha. Podemos discutir su programa, pero no podemos negar que entraba en confrontación con los dogmas neoliberales. El resultado práctico es que tenían el gobierno, pero no el poder. Angela Merkel y la Comisión Europea conocían todas las decisiones de antemano, porque los altos funcionarios griegos trabajaban para el establishment europeo; vimos cómo el establishment griego y europeo presionaba al gobierno de Alexis Tsipras a través del estrangulamiento económico. (..) La estrategia en Grecia era gobernar sin tocar el poder real. Esto les obligaba en cierto momento a abandonar la UE o a doblegarse y aceptar los dictados de Ángela Merkel, cosa que hicieron. Y tuvieron que aplicar un programa opuesto al que presentaron a las elecciones, es decir, aplicaron el programa de la Unión Europea. No es una historia de hace un siglo, sino reciente, de 2015…

Constatamos que si queremos una estrategia que aborde las cuestiones actuales, es decir, la gran crisis del capitalismo, la crisis política, la crisis climática, la crisis democrática, la crisis en las relaciones internacionales; tendremos que cuestionar el poder en su conjunto. Y simplemente estamos diciendo que, si queremos ser capaces de sacudir este poder un poco, tiene que haber un contrapoder suficientemente fuerte. Y este contrapoder no es sólo tener un buen resultado en las elecciones, también es tener un movimiento en la sociedad y una organización, una capacidad de influir en la hegemonía ideológica para tener posiciones lo suficientemente fuertes. Salir a la calle si hay chantaje económico, tener medios alternativos que puedan hacer dar otra versión a la de los grandes medios privados que pertenecen a multimillonarios. Así que no nos concentremos en las encuestas.

Aunque tengamos el éxito electoral que nos dan esas encuestas, debemos ser capaces de poner en marcha una política realmente diferente. Estamos diciendo a todo el mundo, y honestamente, que, si no somos capaces de construir un contrapoder mínimo y si no tenemos las condiciones para imponer cierto número de políticas, entonces corremos el riesgo de asistir a un escenario tipo Syriza. Es decir: ser elegidos con mucha esperanza por el pueblo y tener que llevar a cabo en el gobierno las políticas contrarias a las defendimos al salir elegidos.

La promesa de la Izquierda Belga

La promesa de la Izquierda Belga

«La promesa de la Izquierda Belga»

Entrevista con Peter Mertens, presidente del Partido del Trabajo Belga.

Conversación con Mario Cuenda García, y Tommaso Segantini. Publicada en Jacobin Magazine. 2 de febrero 2017.

¿Qué ha influido en tu evolución como militante político?

Di mi primer paso como activista político en las campañas antifascistas de los 80. En aquellos años, el Vlaams Blok, un partido secesionista de extrema derecha bien organizado, estaba ganando terreno en el norte de Bélgica. Mucha gente que estaba enfadada y desilusionada con los partidos políticos tradicionales gravitaba hacia la derecha. Ante esos acontecimientos, hubo un extenso movimiento antifascista y antirracista, en el cual empecé mi militancia política. Fue en 1991, durante las manifestaciones contra la Primera Guerra del Golfo, cuando di con el Partido del Trabajo de Bélgica, al que me uní poco después.
Respecto a los autores y personalidades que han influido en mí, había tenido la oportunidad, durante mis años en la universidad de Amberes, de tener tres profesores marxistas, de filosofía, economía e historia. Por ejemplo, mi asignatura de economía se centró en El Capital de Karl Marx, y fue durante ese periodo cuando me interesé por la economía política de Marx. ¡Hoy en día, estudiar a Karl Marx con tanta profundidad en la universidad parece completamente imposible!

El PTB entró en el parlamento federal de Bélgica por primera vez en 2014 con dos diputados de un total de 150. Desde entonces, ha trabajado desde la oposición, y está creciendo bastante en las encuestas, especialmente en la región de Valonia. ¿Cuál es tu evaluación de los dos primeros años del PTB en el parlamento federal, y cuáles son tus expectativas de cara al futuro?

El PTB no tiene historia parlamentaria. Durante los últimos dos años hemos constatado que no es en el parlamento donde se elaboran las decisiones más importantes. Más bien, parece que son mucho más importantes al respecto las reuniones informales con lobistas en los restaurantes de los alrededores.
Gracias a nuestra entrada en el parlamento en 2014 nuestro partido ha accedido a una suma de dinero público disponible para partidos políticos, aún cuando otros partidos tratan de hacer más complicado nuestro acceso a esos fondos. El PTB es el único partido en Bélgica que está mayoritariamente financiado por sus afiliados: 3/4 de nuestra financiación viene de ellos. Para nosotros es muy importante porque nos mantiene independientes de los poderosos grupos de presión y las multinacionales. Por supuesto, no tenemos muchos recursos financieros. El funcionamiento de nuestro partido se apoya, en gran medida, en el trabajo de voluntarios. Queremos mantener nuestra identidad marxista, pero aún así es importante que profesionalicemos el partido y modernicemos nuestro enfoque. Aparte de estas cuestiones, creo que está reconocido que el PTB hace un buen trabajo. Incluso los medios de derechas escriben que siempre estamos presentes y activos y que somos una fuerza efectiva de oposición.
Respecto a nuestro enfoque de trabajo en el parlamento, nuestro lema es “calle-parlamento-calle”. Para nosotros, el parlamento no es un fin en sí mismo. No es la fase final de nuestra lucha política. Es extremadamente importante para nosotros que nuestras secciones locales sobre el terreno, en municipios y en el interior de las empresas, prioricen sus problemas y propuestas de modo que podamos traer su voz a las instituciones políticas. También tenemos nuestro propio centro de investigación, que coordina nuestra investigación en varios ámbitos. Combinamos, por tanto, una presencia sobre el terreno con una investigación académica profunda para hacer propuestas a través de las instituciones. Si nuestras propuestas son rechazadas, empezamos de nuevo desde las calles y la gente. En términos generales, nos oponemos a la visión “parlamentarista” de la política según la cual todo el trabajo y el movimiento social depende de lo que pase dentro del parlamento. Para nosotros, las iniciativas extraparlamentarias y el trabajo sobre el terreno sigue siendo la prioridad y el grueso de nuestra lucha.

El sistema político y el marco institucional de Bélgica es muy peculiar. El país se caracteriza por un sistema federal muy fragmentado, en el que los partidos políticos tienen que negociar y formar coaliciones continuamente para gobernar o conseguir que sus medidas se aprueben. En este contesto, ¿qué puede hacer un partido de izquierda radical como el PTB para avanzar e implementar sus propuestas?

Hay dos partes en esta pregunta. Primero, sobre el sistema político belga: el PTB es el único partido nacional en el país, lo que es absurdo. En Suiza, Alemania y otros países con un sistema federal los partidos políticos están organizados a nivel nacional. En Bélgica, los partidos están atados a su región geográfica o lingüística, mientras que el gobierno es federal por naturaleza; este sistema complica realmente el funcionamiento de las instituciones políticas del país.

La posición del PTB es que es necesario re-federalizar, es decir volver a poner bajo control federal, muchos ámbitos de la política. Eso tiene mucho más sentido. Un ejemplo es la cuestión medioambiental. Para nosotros, ésta y otras cuestiones deberían ser tratadas a nivel federal. Somos el único partido en el país que mantiene esta posición.

La segunda parte de la pregunta es sobre hasta qué punto el PTB podría potencialmente ser parte del gobierno en el futuro. Nuestra posición es que en el contexto de hoy en día, no tenemos las condiciones necesarias para gobernar. Déjame que explique por qué. La cuestión crucial para nosotros es que, si gobernáramos, necesitamos condiciones políticas para romper con la política europea actual. Si el necesario equilibrio de fuerzas en Europa no está ahí, si no tenemos compañeros sólidos y determinados que se opongan radicalmente a la austeridad europea, creo que seríamos aplastados por las instituciones europeas.

No nos oponemos a la participación en el poder y la toma de decisiones como una cuestión de principios. A nivel local somos parte de coaliciones gobernantes, pero si somos gobierno a nivel federal, queremos tener el panel completo de instrumentos y opciones disponibles. Si las decisiones más importantes son tomadas, como ocurre hoy en día, por la Comisión Europea y la “lobbycracia” europea, nuestro rango de acción sería muy limitado.

El caso de Grecia puede ser una lección útil. Se libró una guerra económica total contra Alexis Tsipras y Syriza. Las instituciones europeas incluso cortaron los suministros monetarios al país. Respeto a Tsipras, y entiendo que la situación en Grecia era muy difícil. Sin embargo, también creo que la capitulación de Syriza, que está actualmente implementando un tercer memorando impuesto por la troika, ha sido un gran golpe para la izquierda en Europa. Es también una cuestión de responsabilidad. Si la izquierda accede al poder y aplica políticas neoliberales, allanaría el camino para la extrema derecha. Esto es exactamente lo que ocurrió en Francia. Françóis Hollande y sus políticas son los principales causantes del ascenso del Frente Nacional.

La campaña del referéndum en el Reino Unido ilustró la dificultad de la izquierda radical a la hora de proponer soluciones al estado actual de la Unión Europea. Por un lado, los partidos euroescépticos de extrema derecha, a través de calumnias xenófobas y ultranacionalistas, esencialmente quieren reventarla y destruirla; por otro lado, los partidos liberales y socialdemócratas defienden radicalmente el statu quo. ¿Cuál es la posición del PTB respecto a la Unión Europea? ¿Es posible, en tu opinión, alterar el equilibrio de poder en Europa y presionar hacia una reforma radical?

En 2011 escribí un libro titulado “Comment osent-t-ils?” (¿Cómo se atreven?). Fue un gran éxito aquí en Bélgica. En el libro contemplaba tres opciones respecto al futuro de Europa. El primer escenario era una Europa más dictatorial, con más políticas similares al Partido de Estabilidad o el Six-Pack determinados por Berlín y Frankfurt.

El segundo escenario era un peligroso ascenso de las fuerzas nacionalistas, que haría implosionar a Europa. La izquierda no debe caer en ninguna de esas dos trampas. Como marxista, y viniendo de una tradición auténtica de izquierdas, creo que tenemos que intentar cambiar radicalmente Europa desde dentro. No debemos dinamitar la idea de Europa por completo, sino, como un ingeniero que trabaja en la construcción de un puente, dinamitar las columnas malas. Defender una posición de salida de la Unión Europea en Bélgica, el corazón de Europa, no va a elevar mucho la conciencia del público, pienso yo. La situación es obviamente diferente en países de la periferia del continente y entiendo que para ellos la posibilidad de salir de la eurozona puede ser un tema de debate.

Tenemos que cambiar Europa en sus mismos principios; hacer reformas pequeñas o simbólicas no es suficiente. Un cambio radical implica considerar los papeles del BCE y de la Comisión, eliminar el Pacto de Estabilidad y hacer otras muchas cosas. Necesitamos una Europa construida sobre la solidaridad entre los países europeos.

¿La izquierda europea debería elaborar una estrategia unitaria y coordinada a nivel europeo para avanzar en una visión común y en propuestas concretas? ¿El futuro pasa por un movimiento pan-europeo que pueda presionar por reformas radicales en los diferentes países?

Sí, creo que debemos llegar a un punto semejante en el futuro. En el Parlamento Europeo, ya está la Izquierda Unida Europea-Grupo de Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL), que está compuesto por diferentes partidos de izquierdas en Europa. Ahora tenemos un colaborador parlamentario que colabora con el GUE/NGL en el Parlamento Europeo, aún cuando no tenemos eurodiputados todavía. Además, algún tipo de intercambio existe ya a este nivel.

Están teniendo lugar discusiones en el seno de la izquierda en Europa respecto a qué estrategias adoptar de cara a producir un cambio. Personalmente, creo que vivimos en un periodo intermedio de cambio. Esto significa que en los próximos años habrá otros intentos honestos, pero más bien limitados, de cambio, como hizo Tsipras, que serán aplastados, en mi opinión. Por ejemplo, apoyamos a Jeremy Corbyn en el Reino Unido, porque ha traído un soplo de aire fresco al Partido Laborista, pero su rango de acción permanece bastante constreñido por su propio partido y el sistema político británico.

Ésas son el tipo de experiencias intermedias que todavía necesitamos en Europa para poder definir una estrategia propia. Pero en general, respecto a tu pregunta, estoy de acuerdo en que necesitamos mayor coordinación. La izquierda europea tiene que trabajar unida, aprender de las experiencias pasadas negativas y avanzar.

Los partidos de extrema derecha están en auge en Europa e incluso aquí en Bélgica ellos están creciendo en las encuestas. Estos partidos a menudo parecen monopolizar el discurso acerca de temas como la seguridad, la inmigración o los asuntos exteriores, presionando el tablero político hacia la derecha. ¿Cómo contrarrestar esta hegemonía cultural de derechas?

Construyendo nuestra propia hegemonía. En 1991 el Vlaams Blok ganó el 33% del voto en Amberes. Nuestra estrategia con el frente antifascista por entonces fue movilizar constantemente contra el Vlaams Blok. Gracias a nuestras iniciativas, se instaló un cordón sanitario contra ellos en muchos espacios públicos, como las universidades. Conseguimos resultados, pero no derrotamos al racismo. Algunos años después nos preguntábamos “¿dónde está nuestra hegemonía?”. No se encontraba por ningún lado porque perdimos a los votantes socialdemócratas, que se movieron hacia la extrema derecha. Hoy en día los votantes están disgustados con las élites dominantes que gobiernan Europa y son fácilmente atraídos por fuerzas políticas que usan a los grupos más marginados de la sociedad, como los refugiados y los inmigrantes, a modo de chivos expiatorios. En la izquierda no solo hemos rechazado firmemente este tipo de discurso, sino que es crucial que avancemos en nuestro propio discurso y lo apoyemos con hechos. Un fuerte discurso antiestablisment es necesario desde la izquierda.

Tenemos que ser más ambiciosos y explicar a la gente que el verdadero enemigo está por encima de ellos, no por debajo. Por supuesto, es difícil hacer entender este mensaje porque el inmigrante es visible, mientras que los capitalistas están ocultos en Panamá o en oficinas que no están a la vista. Su trabajo es ser invisibles. La gente está de acuerdo en que la acumulación de capital por parte del uno por cierto más rico es injusta, esa especulación financiera de los bancos continúa y enriquece a una élite minúscula, mientras las condiciones de vida de la gran mayoría se deterioran o no mejoran. La gente entiende que el sistema actual no funciona. Creo que esta conciencia existe, pero a menudo se expresa de una forma poco clara o contradictoria. Es nuestro trabajo elevar la conciencia y redirigir la ira de la gente en la dirección correcta. De lo contrario, será gente como Marine Le Pen quien explote el sufrimiento de la gente. Por último, en la izquierda, también tenemos que dar ejemplo. Todos los líderes representativos de nuestro partido viven con 1.600 o 1.900 euros al mes. Hemos establecido un programa llamado “médicos para el pueblo” que consiste en once pequeños centros médicos donde nuestros médicos atienden gratis a pacientes en barrios desfavorecidos.

Gracias a este tipo de iniciativas, gente que potencialmente podría ser atraída por la extrema derecha ve que el PTB no sólo parlotea, sino que también se compromete en acciones concretas. Estamos en proceso de construir nuestra propia fuerza, nuestra propia originalidad, y por tanto nuestra propia hegemonía.

Una de las razones por las que el PTB está creciendo en las encuestas en Valonia es porque creo que estamos, lento pero seguro, construyendo nuestra hegemonía cultural y la gente es atraída por ello. Somos un partido auténtico y dinámico y que da esperanza a la gente.