Herri sigue con paciencia Revolucionaria.

Herri sigue con paciencia Revolucionaria.

Herri sigue con paciencia Revolucionaria.

El número de ERI dedicado a Pasionaria era uno de los más esperados por la redacción de nuestra publicación.

Programado con la idea de salir a la calle cuando ya la revista se hubiera asentado y tuviera un poso, una vida propia. Creemos que así es y aquí está este número dedicado a la figura más destacada del comunismo vasco en toda nuestra prolija historia. Sin embargo, nadie imaginaba la situación excepcional, y por momentos kafkiana, en la que este número finalmente ha visto la luz y a la que no puede ser indiferente nuestra editorial de este mes.

La pandemia que sufrimos ha impactado en la vida de la gente y nos ha llevado a asumir con naturalidad expresiones como “nueva normalidad” en un entorno donde las mascarillas, que antes solo veíamos en hospitales y en la visita al dentista, han pasado a ser parte del paisaje cotidiano. O donde apelamos a la distancia física entre las personas como medida preventiva ante el contagio de un virus de fácil propagación que se ha convertido en protagonista absoluto de la actualidad, incluso política.

Desde la óptica de ERI cobra particular relevancia el impacto de la pandemia en el mundo de la cultura y en concreto de las publicaciones escritas, que sin duda están sufriendo un duro golpe por más que pueda parecer una cuestión secundaria si tenemos en cuenta el impacto en la salud pública, el empleo o la carestía de la vida. Sin embargo no podemos evitar poner el foco en este editorial precisamente en el ámbito al que pertenece esta publicación y recordar la situación límite que vive el mundo de la cultura en estos momentos. En el ámbito económico es uno de los sectores más afectados y en cambio ha sido uno de los sectores menos atendidos por las medidas excepcionales adoptadas, especialmente por un Gobierno Vasco que básicamente ha utilizado los recursos que ya estaban contemplados en los presupuestos para ayudar al sector cultural a través de una partida por cierto introducida en los mismos por la coalición Elkarrekin Podemos. A partir de ahí poco más.

ERI es una publicación por el momento modesta que no está tan sujeta a la dependencia del mercado como otras publicaciones, puesto que son las y los militantes del Partido Comunista y nuestros suscriptores los que sostienen la base económica que nos permite editar nuestros números, siendo nuestra presencia en quioscos y librerías más una necesidad ideológica que económica, como ya hemos explicado en alguna ocasión. Queremos que ERI se venda en todos los quioscos y librerías de Navarra y la CAV para que esté al alcance de todo el mundo, para que nuestros contenidos sean conocidos y leídos. Nuestras ventas no influyen en una cuenta de resultados sino en la capacidad que tengamos de cumplir nuestro objetivo de convertir a ERI en una publicación relevante y esperada cada mes en los quioscos.

La redacción y las plumas colaboradoras de nuestra revista no dependen tampoco de las ventas de ERI puesto que nadie cobra de estas tareas, somos todas y todos voluntarios. Pero son muchas las personas cuyos salarios e ingresos están en juego en el mundo de la cultura en estos momentos y a ERI le preocupa sobremanera esta cuestión y con ellas y ellos queremos solidarizarnos en esta ocasión. Nuestra tarea será seguir escribiendo, seguir publicando y seguir aportando desde ERI a la vida de la cultura y el pensamiento en nuestro país.

Seguiremos en los quioscos y esperaremos con paciencia revolucionaria el día que no sea necesaria la precaución de no pasarse ERI de mano en mano por riesgo al contagio. Es una característica fundamental de publicaciones como la nuestra, que adquiridas por un comprador o un suscriptor pasan de mano en mano entre las amistades, en lugares de trabajo, en la universidad, en un colectivo social o entre familiares. Porque ERI también quiere pasar de mano en mano, no se conforma con estar en los escaparates de los quioscos sino que quiere ser una revista viva, compartida, colectiva frente a lo individual.

Capearemos las contradicciones de un tiempo en el que los comunistas también pedimos y fomentamos la distancia física entre las personas como medida de salud pública mientras seguimos diciendo “agrupémonos todos en la lucha final” o apelamos al “uníos hermanos proletarios”. Porque también ahí ha impactado esta pandemia, algo que no puede pasar desapercibido para quienes defendemos lo común, lo colectivo frente a lo individual.

Así lo hemos visto en la reciente campaña electoral, donde si algo ha sido diferente para las y los comunistas ha sido la falta del contacto directo con la gente, el ausente reparto de propaganda en mano en los barrios, fabricas y pueblos, en la escasez y tamaño de los mítines donde se encuentran los militantes más activos y los simpatizantes más esporádicos y en la falta del boca a boca con mascarilla por medio. No habrá sido determinante para el mal resultado electoral que ha cosechado Elkarrekin Podemos-IU, pero ha sido desde luego la principal diferencia para las y los comunistas. Y de la misma manera ERI, como la ideología de las y los comunistas, necesita de lo común, del contacto directo entre las personas y de lo colectivo.

Mientras tanto, os dejamos con el número dedicado a nuestra querida Dolores. La más querida por la militancia comunista. La mujer cuya voz sigue poniendo los pelos de punta si escuchamos la grabación de sus intervenciones en público. La que levantaba masas cada vez que se dirigía a ellas. La flor del siglo XX.

JON HERNÁNDEZ

Secretario General
del Partido Comunista de Euskadi

Método belga de construir un Partido Comunista en el siglo XXI

Método belga de construir un Partido Comunista en el siglo XXI

Método belga de construir un Partido Comunista en el siglo XXI

Llama la atención el Partido del Trabajo de Bélgica (PTB) que opera un país corazón de la OTAN y la Unión Europea.

Mientras la mayoría de los jóvenes burgueses que se hicieron altisonantes maoístas en el mayo del 68 parisino volvieron a su clase más reaccionarios que antes, un grupo de jóvenes belgas se tomaron en serio su maoísmo y bastantes se convirtieron en obreros de fábrica y crearon un partido revolucionario. “Todo el Poder a los Obreros” (TPO en francés, AMADA en flamenco con bellas resonancias en español), que en 1979 se convirtió en PTB.

Mientras la contrarrevolución acabó con el campo socialista liderado por la URSS y, de paso, con no pocos partidos comunistas, el “Estado de Bienestar”, el keinesiasmo y muchos avances sociales e ideas progresistas, el indómito pero pequeño PT belga se mantuvo fiel al socialismo. Su presidente Ludo Martens tituló en 1994, la editorial de su órgano Solidaire que “el comunismo es el porvenir de la Humanidad. Otro militante afirmó que el partido “seguirá con más fuerza que antes reivindicando la tradición comunista y el proyecto de sociedad socialista. Con la caída del campo socialista en el Este, el capitalismo ha mostrado toda su crueldad”. Había que tener muchos principios para hacerlo.

El partido realizó un esfuerzo de investigación sobre las razones de este salto atrás de la Humanidad. Se orientó en dos direcciones: mantener la confianza en el socialismo marxista y agrupar a las fuerzas comunistas del Mundo. En vez de disolverse se refuerza creando la Liga Antimperialista, su organización estudiantil que denominan en desafío al anticomunismo “Movimiento Marxista-Leninista” (MML) y aumentando su trabajo con la clase obrera y el pueblo. Las investigaciones de Ludo Martens y otros cuadros como Herwig Lerouge, Maria Macavigan que dirigía la excelente revista Études Marxistes, Michel Collon que era redactor jefe del periódico Solidaire, Jo Cottenier y otros contribuyen a cohesionar el partido y dar confianza a no pocos comunistas golpeados en sus convicciones y moral.

El anticomunismo imperante le causa un retroceso electoral. Si en 1985 para el parlamento federal tuvieron 49.000 votos, en 1991 bajaron a 30.658, un 0,51 %. Pero lejos de rendirse plantea un programa anticapitalista y para el parlamento europeo en 1994 avanza. De 28.778 votos obtenidos en las elecciones europeas de 1991 (0,5 %), año de la caída de la URSS, pasan a 58.923 (1%). Incorporan a la campaña electoral a más de 1.500 simpatizantes y su propaganda llega a 700.000 personas en el peor momento del anticomunismo. Tres ex secretarios federales del Partido Comunista de Bélgica (PCB) llaman a incorporarse al PTB y 17 militantes pasan a sus filas. El PTB supera al “movimiento roji-verde” en la parte flamenca que ofrece un blando discurso de rendición ideológica que sólo obtiene un 0,4 %.
El cambio de orientación que se produce en el VI Congreso en 2008 viene precedido por una investigación del hoy presidente del partido, Peter Mertens, sobre la situación de la clase obrera. Mertens, que en los 90 fue presidente del MML y se forma como sociólogo recupera la manera marxista de construir el programa político: sobre la base de un conocimiento exhaustivo de la sociedad que el Partido pretende dirigir al socialismo.
Fueron las investigaciones de Plejánov “El socialismo y la lucha política”, de 1883, y de Lenin “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, de 1899, lo que les permitió elaborar el programa aprobado por el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en 1903. Fue la investigación de Gramsci sobre la Cuestión Meridional de 1925 lo que le permitió enfocar al Partido Comunista Italiano en la vía adecuada. La investigación de Mao sobre La Revolución china y el Partido Comunista de China de 1937 la base de la línea que llevó a la toma del poder. El discurso “La historia me absolverá”, de Fidel, en 1952 se convierte en el programa de la revolución triunfante.

Mertens publica en 2005 un análisis sociológico marxista titulado “La clase obrera en la era de las multinacionales”, enfilado en desmentir las tesis revisionistas de Negri y Hardt y del entonces presidente del Partido de la Izquierda Europea (PIE) Bertinotti que negaba a la clase obrera y la necesidad de un partido que la represente y dirija. Mertens describe la clase obrera belga y su relación con los cambios económicos, tecnológicos y sociales de la era de lo que el posmodernismo llama “globalización” y el marxismo el “capitalismo imperialista a escala mundial”.
Esta investigación y reflexión colectiva conduce a su 8º Congreso, en 2008, que lo convierte en un partido comunista firme en sus principios pero a la vez flexible y renovado. El partido abandona la línea de fuerte resistencia ideológica a la contrarrevolución mundial de los 90, deja de priorizar la construcción de su cohesión porque ya la ha conseguido, y se acerca a las preocupaciones concretas de la clase trabajadora. Y no abandona el objetivo estratégico de construir una sociedad socialista libre de explotación.

La subida electoral es espectacular tras este gran cambio: si en 2006 obtienen 15 electos en las elecciones comunales, en 2012 son 47. Si en 2010 obtiene al parlamento federal 101.000 votos, en 2014 recibe 250.000 votos (3,72 %), pero en 2019 ya son 584.621 votos (8,62%) y 566.274 al Parlamento europeo, obteniendo un diputado.

En 2013 Mertens, elegido presidente del PTB, señala que el “socialismo no es un libro de recetas…no tenemos respuesta a todos los problemas, pero estamos seguros de que con la gente encontraremos las mejores respuestas”. Señala asimismo que por su organización y manera de actuar se sienten más cercanos al PC portugués que a ningún otro.

El PTB evidencia que un partido revolucionario bien organizado, que no se deje intimidar y que aprenda del socialismo científico, puede obtener un apoyo cada vez mayor en la Europa capitalista.

José Antonio Egido: Sociólogo

Carta a mi abuelo Thèo Dejace

Carta a mi abuelo Thèo Dejace

Carta a mi abuelo Thèo Dejace

“Te agradezco cada día el haberme inculcado verdaderos valores y la necesidad de comprometerse”.

Mi querido abuelo,

Me encuentro delante de una extraña tarea: hablar de ti cuando nos hemos conocido tan poco. Yo no tenía más que siete años cuando tú te fuiste, aunque los lazos que habíamos tejido eran fuertes. Estoy segura de que el equipo de Herri redactará un artículo biográfico riguroso y objetivo sobre tu vida y tus combates.
Entonces, ¿por qué no escribir simplemente una carta, esta carta que tú no recibirás nunca, pero que permitirá a los lectores interesados hacerse una idea del hombre, del amigo, del padre, del abuelo que tú eras, incluyendo algunas anécdotas recogidas en nuestra familia, o en los archivos familiares.

La primera historia que me viene a la cabeza es la imagen de un joven que acompaña a su padre a la escuela al mediodía. Porque tu padre, que era pintor de obra, había decidido asistir a la escuela vespertina para examinarse, con el fin de obtener su certificado de la escuela primaria. Y tú estabas a su lado ese día, orgulloso de él y ya muy consciente de la importancia capital de los estudios en la vida.
El amor por la lectura, por la cultura, las artes, los viajes, y la conciencia de la necesidad de informarse, de cultivarse sin olvidar de ejercer el espíritu crítico, serán valores que no te abandonarán nunca y que transmitirás a tu hija y a tu nieta años más tarde.

En agosto de 1914, tu padre, que se oponía a la guerra como Jean Jaures, porque se trataba de una guerra imperialista, será abatido. O, mejor dicho, será dado por desaparecido y no será hasta años más tarde cuando tu madre, después de innumerables búsquedas, sabrá que fue asesinado por soldados alemanes junto a otros civiles, cerca de Fort Loncin, en Ans. Tu hermano pequeño, Leonard, y tú, os encontrasteis desde entonces huérfanos de padre, y animados, cada uno a su manera, por esa rabia, contra las injusticias, cualesquiera que éstas sean.

Vuestros caracteres eran muy diferentes (tú la calma, el hombre serio, y armado de convicciones sociales bien ancladas; él, el alborotador, dotado de un gran corazón con la voluntad infatigable de pelear con aquellos que le habían quitado a su padre…) pero ambos os adorabais, y, sobre todo, os admirabais por aquello en lo que os estabais convirtiendo: en dos hombres de principios.

Después de tus estudios de instructor y profesor de educación física, a los 19 años, ejerciste muchos oficios, incluso aquel de… policía. Mama y yo nos hemos preguntado siempre de que manera habías obtenido ese puesto, que no casaba en absoluto con tus ideas. Pero bueno, los contratos de profesor no llovían y te hacía falta un trabajo alimentario para ayudar a tu madre, viuda de guerra. Sin embargo, serás relevado muy rápido.

Tu comisario no vio con buenos ojos que tú rechazaras denunciar a los vehículos mal estacionados. Se te obligó, bajo vigilancia, a poner las multas. El resultado fue que entre tus denuncias, sólo se contemplaban las de los coches de lujo, con la excepción del carro de un comerciante de verduras. En los siguientes días viste desfilar por la comisaría, con habanos y ropa elegante, a todos los propietarios ricos de los coches denunciados.

El comisario eliminó todas las multas, salvo la del comerciante de verduras. Nunca más pusiste una denuncia, a nadie. Y tu rebeldía no hizo más que crecer. Para rematar a tu comisario, te hiciste sorprender escuchando con atención el discurso del orador durante una ronda policial en el barrio universitario de Lieja, en la plaza del 20 de agosto. Y aplaudiste con entusiasmo a ese hombre, porque simpatizabas con sus palabras. Tu “pobre” comisario te convocó de inmediato para preguntarte porqué aplaudiste al orador en cuestión. “porque encontré que sus ideas eras justas”. Fue lo que le respondiste.

Fue sólo entonces cuando supiste que habías escuchado y apreciado el discurso de Joseph Jacquemotte, presidente del joven Partido Comunista de Bélgica. ¡Y ése fue el final de tu carrera en la Policía!
Tras ese periodo, ejerciste durante un tiempo otro oficio insólito para aquellos que te conocían bien: el de empleado de banca. ¡No puede ser, cuando lo oí, creía que se trataba de una broma! Tú detestabas las matemáticas, tú, el literario que prefería de lejos en tus pocos momentos libres escribir poemas, dibujar y leer.

Es imposible seguir este texto sin detenerme en la II Guerra Mundial. Tu hermano y tú os comprometisteis en la lucha contra los nazis, que habían invadido la mayor parte de Europa. Leonard se alistó en la Royal Air Force británica, la RAF, donde llegó a ser teniente aviador. Desgraciadamente cayó abatido por un as de la Luftwaffe en una misión de reconocimiento meteorológico, en 1942.

Tú no conociste el destino de tu hermano hasta tiempo después, porque entraste en la clandestinidad en 1940. Fue algo obligado: eras un resistente, miembro activo del PCB, y figurabas en una lista de personas buscadas por los nazis. Durante toda la ocupación trabajaste en la sombra, con tus camaradas y fundasteis juntos el “Frente Valón por la Liberación del País”, que se rebautizó como “Frente de la Independencia”.

Durante esos años negros, en los que el peligro amenazaba en cada instante, te escapaste por dos veces de una detención. Algunos de tus camaradas cayeron en las ratoneras, detenidos y torturados por la Gestapo, que les martirizó. Cuando bastantes años después supiste que uno de tus amigos más próximos, Constant, tenía graves problemas en un brazo como secuela de las torturas a las que fue sometido, lloraste como un niño, porque todo pasó por ti, porque los nazis esperaban que diera un nombre, el tuyo, que nunca dio.

Podría escribir páginas y páginas sobre tu militancia contra la guerra, sobre tus mandatos como diputado, como senador, como consejero municipal en la ciudad de Lieja y detallar tu trabajo de sindicalista. Pero mi objetivo no es ése. Yo prefiero que los lectores de Herri comprendan hasta qué punto fuiste animado durante toda tu vida por un ideal: aquel de la justicia social, de la igualdad de derechos para cada uno, por la voluntad de explicar las cosas de manera didáctica cuando se te preguntaba algo. Un hombre sencillo, sonriente, y al que le gustaba escuchar. Es la imagen principal que guardo de ti: un hombre de 1,78 metros, una estatura que resultaba impresionante para la niñita que te llamaba desde abajo, con los ojos. Cualquiera que haya hablado de ti, incluidas personas opuestas a las ideas comunistas que tú defendías, ha insistido en tu rigurosa honestidad, en tu simpatía y tu sencillez. Tu cargos nunca se te subieron a la cabeza, y siempre circulaste –muy mal por cierto, mi abuela se acuerda con frecuencia todavía-, en el Citroën 2CV, o 3CV, lo que era fuente frecuente de diversión entre tus conocidos.

Ahora yo soy una adulta. Tú te fuiste hace más de treinta años. Y yo me pregunto a menudo cómo habrías reaccionado frente a los acontecimientos que han agitado la actualidad desde que tú no estás: la caída del muro de Berlín, el fin de la URSS, las diversas guerras organizadas por los EEUU en Irak o en Siria, la crisis económica mundial, la subida importante de los partidos nazis o ultranacionalistas por toda Europa, sin olvidar el conflicto entre Israel Palestina, por no citar más que algunos ejemplos. Yo no puedo ni quiero responder en tu lugar. Sin embargo, aunque yo no me he afiliado a ningún partido político para militar, te agradezco cada día el haberme inculcado verdaderos valores y la necesidad de comprometerse frente a los problemas que nos conciernen a todos.

Hoy, menos que nunca, nadie puede ocultar la cabeza bajo el ala y aplicar la política del avestruz frente a las amenazas cada vez más graves causadas por las crisis políticas y sociales. En Valonia y en Bruselas, un niño de cada cuatro vive bajo el nivel de pobreza. Partidos racistas, neonazis, ganan votos en cada elección, aquí, en Bélgica, y ocupan puestos importantes en los distintos escalones políticos, locales, nacionales, o europeos.

En esta primavera de 2020, yo espero que esta carta pueda ayudar, humildemente, para que no nos olvidemos de dónde venimos, qué combates contra el fascismo, en Italia, o en España, fundamentales, librasteis tú y tus camaradas. Tú formabas parte, junto a otros, de un comité encargado de acoger en Lieja a los niños de la República española entre 1936 y 1939. Y vuestros combates contra el nazismo en el resto de Europa. Mi generación tiene una deuda enorme hacia todos vosotros, los combatientes de toda una vida….

No lo olvidemos.

Tu nieta
Aude D`Ambrosio

Profesora de francés e historia en Lieja

Thèo Dejace Biografía

Thèo Dejace Biografía

Thèo Dejace Biografía

“Lo que más aprecio de mis 22 años como parlamentario en Bruselas,
y como concejal en Lieja, es mi participación en las grandes luchas obreras”.

Nace el 7 de marzo de 1906 en Lieja, en el seno de una familia obrera. Su padre, que es pintor de obra, marxista y sindicalista, sigue en la escuela de adultos la formación primaria que no ha podido recibir en la escuela.

Su padre, cuando estalla la gran guerra en 1914, se declara antibelicista, denuncia su carácter imperialista, y da bebida y comida a los soldados, tanto belgas como alemanes, cuando suben la calle del Calvario hacia el fuerte Loncine. Es detenido y fusilado por las tropas alemanas, que nunca revelarán su arresto y su asesinato.

Su esposa queda viuda con dos hijos, Thèo de 8 años y Léonard de 5 años. Thèo se orienta en la enseñanza y termina sus estudios de maestro en la Escuela Normal de Jonfosse, Lieja, en 1925.

Le interesa la literatura, el arte, y se convierte en marxista gracias a las publicaciones de la Internacional de la Enseñanza (I.T.E) Completa su formación en la Universidad Obrera de París. Su amor por el deporte le lleva a convertirse en profesor de educación física. Sin embargo, el paro que acecha a su promoción, le hace buscarse un empleo en la policía municipal de Lieja, y luego como empleado de banca.

En 1929 consigue emplearse en un puesto adecuado a su formación como instructor de educación física. En 1940 se inscribe en el Partido Comunista y pasa a la clandestinidad. Hasta entonces era miembro de la Joven Guardia Socialista y del Partido Socialista de Lieja, del Comité de Intelectuales Antifascistas, y del Acuerdo Universal por la Paz, que en Lieja cuenta con 100.000 miembros. Continúa en la clandestinidad, para escapar de los invasores nazis, durante toda la II Guerra Mundial. Por mandato del Partido Comunista, es el promotor del Frente Valón par la Liberación del País, llamado también Frente de la Independencia. Que se desarrolla con gran éxito, y termina agrupando a todos los partidos antifascistas.

Tras la guerra, es uno de los cinco secretarios nacionales de la nueva FGTB, el sindicato donde se han unido los dos grandes sindicatos existentes. Y es uno de los fundadores de la Federación Sindical Mundial. Es miembro del Bureau Político del PCB, y elegido en 1946 diputado en el parlamento de Bélgica por Lieja, para el que es reelegido hasta 1968. Siendo nombrado en ese año senador honorario. También será concejal en Lieja hasta 1976. Desde ese año se dedica a labores de afirmación de la memoria histórica, aquella gloriosa del lucha del PCB y del Frente de la Independencia.

Theodegasherri2

Thèo Dejace en el espejo. 25 mayo 1984

He colaborado en del periódico del PCB, “Le Drapeau Rouge” (La Bandera Roja) desde 1940, y en otras publicaciones obreras y sindicales. También en el periódico “Front”, clandestino, del Frente por la Independencia, publicado durante la guerra. No tengo religión. Toda mi familia es marxista leninista y atea. Nunca fui masón.

No tengo una fortuna. Mi esposa es pensionista, y yo tengo una pensión media. Nos ocupamos de nuestra hija Yvonne, y de su niña de 2 años, Aude, y de una hermana ciega de mi mujer. Siempre he aceptado vivir con un salario más bajo que aquel de un obrero cualificado.

Lo que más aprecio de mis 22 años como parlamentario en Bruselas, y como concejal en Lieja, es mi participación en las grandes luchas obreras, y en las luchas por la democracia y por la paz, por los esfuerzos para la distensión entre el Este y el Oeste, y la solidaridad con el Tercer Mundo.

Thèo Dejace siempre mantuvo su actividad de base en la célula del PCB, “Andrè Bensberg”. Y en un Comité de barrio desde 1968, donde se unían comunistas, cristianos, socialistas, para mejorar las condiciones de vida vecinales. Impulsó, con su amigo René Klutz, grupos de solidaridad con Chile, Nicaragua, Afganistán, Angola, Mozambique, Líbano, Vietnam, Kampuchea libre, Polisario. Y dirigió el Círculo Cultural de belgas e inmigrantes, “Círculo Libertad”.

Cuando a sus 78 años los médicos de diagnosticaron arteriosclerosis y párkinson, y le recomendaron cesar su gran actividad, le costó mucho, tras sesenta años de vida entregada a la militancia. Antes de morir, dejó su deseo expreso, para sus sucesores, de que continuaran el camino de trabajar por el comunismo, la democracia y la paz.

Tres niñas en Bélgica

Tres niñas en Bélgica

Tres niñas en Bélgica

“Cientos y cientos de familias belgas fueron generosos con los Niños de la Guerra Española .”

Porque el Gobierno de la República y el Vasco lo permitían, nuestros padres, allí, en la vorágine de la guerra, podían habernos enviado a las tres niñas, a las tres Sagarzazu, bien a Inglaterra, bien a Francia, bien a México, bien a la URSS, o bien a no sé cuántos países más, exceptuando —claro está—, los del nacional social-fascismo, es decir, Alemania e Italia. Podían, sí, pero no pusieron reparos a la propuesta de Cruz Roja de enviarnos a Bélgica, esa tan pequeña y simpática nación, independizada de los Países Bajos hacía algo más de cien años.

No creo que conocieran mucho del país. Acaso y sin más argumentos, les gustó la coincidencia de la primera sílaba con la de nuestros nombres.
—¡Por favor! ¡Por favor! Reclamaba nuestra ama deslizando lágrimas el día del embarque, allí. Supongamos tres niñas: Belén, Beatriz, y Begoña. Esta última, supongamos que soy yo, la más pequeña. Supongamos también que somos hermanas, nacidas en Donosti y que, de tener una cuarta, de seguro también se llamaría Be… Acaso, Bernarda. Pero esto último no importa para la historia que deseo relatar.

En Santurce, en la dársena del puerto, allí en la escalerilla del buque “Habana” a punto de soltar amarras: ¡Que no las separen! ¡Por favor! ¡Siempre juntas a todas partes! ¡Que no las separen! Diez años tenía Belén, ocho Beatriz y seis yo; como ya he indicado, la más pequeña, la Bego. Aita lloraba por dentro, y yo, aunque aún niña, lo podía percibir. Él por fuera sonreía. Con sus manos rudas y tiernas a la par, nos acariciaba en la cabeza, a las tres.
Aita sabía que eso de —la no separación—, sería difícil, y así fue. ¡Cuidaos! ¡Cuidad de vuestra hermana! Aún es muy pequeña! —Proclamaba—. Sabía que las tres éramos pequeñas pero había que repartir responsabilidades, la mía era obedecer a las mayores.

—Regresaréis pronto, en cuanto esto termine. De aquí no nos moveremos, os estaremos esperando —decía nuestra Ama—.
Yo lo quise creer, al menos hasta que la lejanía del buque lo hizo casi imposible. Con mirada de aguilucho emocionado comprobé que, efectivamente, allí seguían. No paraban de agitar el pañuelo. Sí, allí seguían. Pero…
Pobre Ama, ¿cómo iba ella a saberlo? No podría esperarnos. Una de esas bombas, de las muchas que llovieron sobre Bilbao, acaso esa de la que nosotras pudimos librarnos, acabo con su vida, con su esperanza de recuperarnos. ¡Pobre Ama!

En Bélgica nos aguardaban familias de acogida. Gentes sencillas y solidarias, decorosas. Gentes que repudiaban el golpe militar de Franco. Gentes que deseaban dar acogida y protección a unos niños que, con toda probabilidad hubieran sido víctimas de las bombas rebeldes, de la maquinaria de muerte.

En Amberes pisamos tierra belga. De allí, un grupo de niños y niñas, aproximadamente la mitad del centenar de la primera expedición, con destino a Bruselas. En el otro medio, nosotras, las tres hermanas, con destino a Gante. Ama y Aita parecían tener razón —siempre juntas.
Sólo lo parecía.
El pequeño salón del teatro donde se produjo el reparto y aceptación de niños…, repleto. Familias bondadosas, sonrientes. Deseosas de repartir amor, amor solidario y desprendido. En esa primera distribución, más familias de acogida que niños por acoger. Familias generosas pero —y ese era nuestro caso—, obstaculizadas de acarrear al unísono con tres niñas. El deseo de nuestra Ama se hacía imposible. Tres niñas, tres familias. La mía, en su generosidad, compartiendo un reducido apartamento de un tercer piso, en un pequeño dormitorio junto a dos criaturas de aún menor edad que la mía. Éramos niños y, aunque nos adaptamos, en mi borrosidad recuerdo esas primeras semanas como días difíciles. Además de la edad y la separación de mis hermanas, el idioma era una barrera.

Cuando parecía que el tiempo conseguía borrar obstáculos, llegó la tragedia familiar. El padre, encofrador en las alturas, sufrió un grave accidente laboral. El percance lo inhabilitaba para el trabajo.

A continuación, algo inevitable, nueva familia de acogida, nuevo comienzo. Es una pena, guardo un recuerdo muy difuso de los niños, también de sus padres. Quizás, de haberse evitado el accidente, mi futuro hubiera sido distinto. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Quién sabe?

Melchor y Brigitte, en esta ocasión un matrimonio sin niños. Con ellos crecí. En escaso tiempo el idioma dejó de ser un obstáculo. Mi nueva familia residía en Dendermonde, a unos cuarenta kilómetros. Aumentó la lejanía con mis hermanas, no volví a verlas en mucho, mucho tiempo.
Ellas siguieron en Gante hasta el final de la Guerra Civil. Luego con ayuda de Cruz Roja Internacional regresaron a Donosti, con nuestro Aita. Allí se enteraron de la tragedia del bombardeo en Bilbao, de que éramos huérfanas de madre. Dicen que aún siendo como eran niñas, recuerdan muy emotivo el reencuentro. Yo no lo hice hasta muchos años después. En la nueva familia fui tratada con mucha ternura, como si de unos padres y una hija verdadera se tratara. El cariño resultó mutuo, recíproco, en ambas direcciones.

Quizás sin ser muy conscientes, con el paso del tiempo, fueron olvidando el carácter temporal de la acogida. Eran tiempos convulsos en toda Europa, la guerra española había terminado y daba comienzo otra igual de cruel aunque de mayor envergadura. Ya no eran tiempos de regreso. Los alemanes invadían Bélgica y yo seguí creciendo, descubriendo mí mundo de acogida bajo el cobijo de Melchor y Brigitte, mis protectores, ¿mis aitas?

Ellos, al igual que cientos y cientos de familias belgas fueron generosos con los Niños de la Guerra Española. Lo fueron infinitamente más que nosotros, los europeos de ahora en la actual guerra siria, donde, sin pudor, miramos para otro lado ante la desgracia de miles y miles de niños «sin acogida»

Por aquellos días se rumoreaba que muchos padres de los niños españoles habían sido víctimas de los bombardeos y de la represión franquista. Como a un clavo ardiendo —así me lo explicaron años después—, se aferraron a la idea de apadrinar a una niña huérfana. Se equivocaron al menos en un cincuenta por ciento. Reconozco que mi corazón, al menos en el cariño que de él emana, quedó partido en dos, mitad en Dendermonde, mitad en Donosti.

Tardé muchos años en regresar a Euskal Herria. Lo hice con mi marido, un arquitecto al que conocí y del que me enamoré en la universidad de Lovaina. Los dos éramos estudiantes, naturalmente, yo ya no era la misma Begoña de entonces, la más pequeña de las tres hermanas vascas. Resultó muy pero que muy emotivo abrazar y besar, abrazar y recibir en la cabeza caricias de mi aita, abrazar y besar a Belén y a Beatriz. También juntas, relatar antiguas historias de Bélgica
Pero esa sí, esa es otra narración.

Relato inspirado en crónicas entresacadas de sus protagonistas.

Vladimir Merino Barrera
Escritor