Restauración
Es duro, pero hay que elegir entre ser bisagra
o ser proyecto de poder popular.
Ahora, con independencia de los ciclos electorales, pero sin olvidar el sesgo que marcan, sería el momento de caracterizar la coyuntura que se abre. Coyuntura en sentido marxista, no como sinónimo de actualidad y, mucho menos, de rabiosa actualidad. ¿Cuáles serán sus líneas de fuerza fundamentales? ¿Cuál sería el papel de la izquierda?
La crisis de régimen no está suturada todavía. Es decir, se siguen dando los factores que hablaban de la tensión crítica entre restauración y ruptura, si bien, y eso lo demuestran también las elecciones, están ganando la hegemonía las fuerzas que representan una versión moderada de la restauración, frente a las fuerzas rupturistas y frente a las que representan una restauración abrupta. Y en el centro de esa capacidad política se ha situado el PSOE, mientras Unidos Podemos ha perdido gran parte de su fuerza determinante.
El sistema, para mantener en sus términos esenciales la Constitución del 78 y su forma de Estado, regida por una monarquía parlamentaria, necesita restaurar el fin de ciclo del bipartidismo y, en el mismo sentido, necesita normalizar las condiciones sociales y económicas que han surgido tras la larga crisis, iniciada en 2008. La “restauración amable”, a la que va a proceder el PSOE, eso sí, retocaría en algunos casos, quizás sin demasiada profundidad, los efectos de normas tan brutales como las dos reformas laborales o la ley mordaza, sin derogarlas, según parece. Y lo haría, con la ayuda de las estrategias de blanqueamiento al uso, en las que también estamos cayendo nosotros, en nombre de la izquierda y del progresismo, no en nombre del neoliberalismo de rostro humano. Lo haría en nombre de lo sensatamente posible teniendo en cuenta la pulsión inevitable de los mercados financieros y la Europa del euro.
¿Cuál sería en este contexto el papel de la llamada izquierda transformadora? Quizás, lo mismo que antes empezó a perder el marbete de “revolucionaria”, ahora empezaría a perder el de “transformadora” si no se sitúa adecuadamente. Se trata, por tanto, de elegir entre ser una parte (eso sí, crítica), del bloque restaurador, o, de contrario, no aceptar los términos de la segunda transición, que nos va a dar a elegir entre ultraderecha y capitalismo sensato; oferta que se nos va a hacer desde el republicanismo monárquico del PSOE y desde la sensatez del capitatalismo amable y moderno, con las instituciones
convertidas en puertas giratorias de los que no se presentan a las elecciones.
Es duro, pero hay que elegir entre ser bisagra o ser proyecto de poder popular.
Felipe Alcaraz Masats, Escritor
Exdiputado en el Parlamento Andaluz
y en el Congreso de los diputados por Izquierda Unida
Exsecretario general del Partido Comunista Andaluz