Mateo Obra, jefe de la guerrilla en Bilbao.
“Cuando fue detenido en la comisaría le arrancaron la piel a tiras, pero se mantuvo digno y no reveló ninguno de los secretos que conocía”.
Mateo Obra era originario de la región
castellana de Guadalajara, apenas tenía 16 años cuando se incorporó voluntario al ejército de la república durante la guerra civil. En el exilio en Francia se incorporó desde el primer momento de la Resistencia y terminó siendo uno de los más destacados jefes de guerrillas.
Pasó por una escuela de cuadros, y volvió a España clandestinamente en el periodo de los “Maquis” en 1945. Fue el jefe de uno de los destacamentos guerrilleros de Santander. Fue el organizador y jefe del llamado grupo de guerrilleros “Malumbre”. Se desplaza con una guerrilla a la zona minera de Vizcaya. Capturado por las fuerzas de la guardia civil en la operación de Lujua, fue condenado a muerte por un tribunal militar y ejecutado el mes de Junio de 1949 en la cárcel Larringa de Bilbao. Era un muchacho tranquilo nacido en el año 1921 en una familia de modestos campesinos que se vieron obligados a abandonar su casa de labranza a causa de la guerra en 1936. Mateo, que siempre deseaba aprender sin cesar, se puso a su vez a enseñar a los destacamentos guerrilleros, a aportar sus experiencias de la lucha armada antifascista y su agudo sentido de la guerrilla. Era muy apreciado y querido. Sus camaradas decían de él que era un verdadero brujo en el manejo de los explosivos, detonadores, trampas y emboscadas, etc. El combate a la granada, el conocimiento de las armas clásicas, la táctica del uso de la sorpresa, el tirar y desaparecer, no eran ningún secreto para los hombres de su destacamento. Sin embargo, la preocupación fundamental de Mateo no era la de formar técnicos, sino la de formar cuadros. Es decir, gentes capaces de comprender a los hombres, a ayudarles a organizar de manera satisfecha la vida de la pequeña sociedad que era una unidad guerrillera. Personalmente mantenía contactos frecuentes con Mateo. Unas veces en Bilbao, otras veces en Santander y también en plena montaña. Circulaba sin ningún nerviosismo, con mucha serenidad, en estas ciudades donde pululaban fuertes contingentes de la policía.
La última vez que nos vimos fue en la cueva que hay a la altura de Basurto que era una de las bases de la guerrilla bilbaína. Cuando fue detenido en la comisaría le arrancaron la piel a tiras, pero se mantuvo digno y no reveló ninguno de los secretos que conocía. Al contrario, se hizo responsable de todas las acciones de su destacamento. Este coraje y sus ideas de progreso pesaron mucho en los días inmediatos. Los nombres de Mateo y de su camarada Fari estaban señalados con una cruz roja por el Sr. Riestra, gobernador civil en la época quien manifestó que se imponía un castigo ejemplar. Mateo no se hacía ninguna ilusión sobre su suerte. Sentía preocupación por sus ancianos padres. Cuando éstos llegaron a Bilbao lo irreparable se había consumado. No obtuvieron la autorización para poder abrazar a su hijo. Les entregaron los últimos objetos que poseía Mateo. Un abrigo azul, y una cajita negra con agujas e hilo de coser. Cuando fue fusilado en junio de 1949 tenía 28 años.
Del libro “Combates por la libertad”
Victoriano Vicuña, alias “Julio Oria”.
Comandante de guerrilleros