La tribuna de Lenin
de El Lissitzky
Una de las imágenes más relacionadas con la iconografía de Lenin es la de estar en la calle, en una tribuna elevada hablando al público ante una concentración numerosa de personas. Con la llegada del nuevo estado social tras la revolución de octubre y la posterior guerra civil, el nuevo orden debía transmitir su ideario a una población mayoritariamente analfabeta, circunstancia a la que su unía la extensión del país, con los medios de comunicación mínimos propios de la época.
Esto obliga a replantearse las nuevas formas comunicación y de expresión que debían guiar y responder a las necesidades políticas. Una de estas nuevas formas fueron los trenes de “agitprop”. Hubo barcos, pero los trenes fueron el principal vehículo utilizado, una infraestructura que ya se había utilizado durante la guerra civil. Estos trenes se desplazaban a través del país dotados con una biblioteca, un aula, una cantina, una sala para el partido, una sala de proyecciones, y una imprenta. Su llegada a los remotos lugares suponía un desembarco deslumbrante: los vagones iban totalmente decorados exteriormente con imágenes de una propaganda política colorida, se proyectaba cine (por primera vez en muchos sitios), y se realizaban mítines con oradores. Además, la pequeña imprenta, permitía la generación y duplicación de carteles propagandísticos, que eran arrojados por las ventanas, a medida que el tren pasaba por pueblos y aldeas.
Junto a las necesidades de llevar el ideario, la cultura, a la población, se formula una nueva estética para todas las acciones, como reflejo del nuevo orden. La vanguardia artística entiende que el artista puede ser un agente más del cambio social en esa revolución, y se compromete a fondo. La cartelería se concibe con una utilización nueva de la imagen, en pintura, fotografía, o combinadas ambas en fotomontajes. Y no sólo la que contiene un fin político, sino que abarca a todos los ámbitos sociales y sus necesidades; traduciéndose en anuncios de películas, portadas de libros, anuncios de comidas, tabaco, etc.
Uno de los aspectos centrales de la nueva comunicación era la realización de mítines, para los que se utilizaban tribunas de madera provisionales, llamadas arengarios. La novedad principal es que en estos actos se unían la voz y el cine; con el planteamiento de primar los sentidos de la vista y el oído, para llegar al máximo número de asistentes. Para ello se investiga en varias líneas: Alexander Rodchenko proyecta kioscos de prensa en los que su cubierta servía como tribuna para oradores y con mástiles para la colocación de carteles. Gustav Klutsis, fotógrafo, diseña tribunas de cine-foto, y radio oradores, elementos urbanos en los que se ubicaban aparatos de radio con distintos altavoces para lograr mayor alcance.
Estas labores las desarrollan multitud de artistas en muchos campos, englobados en lo que se denomina “constructivismo”. Uno de ellos es El Lissitzky (1890-1941): arquitecto, fotógrafo, diseñador de carteles, escenógrafo, comisario de exposiciones, etc. Un artista total, que plantea claramente la cultura de la imagen como vehículo del mensaje.
El Lissitzky, ruso de origen judío, se había formado como arquitecto en la Alemania de Weimar, y era profesor de la Vhujtemas (talleres de enseñanza superior de Arte y técnica). Sus investigaciones formales, experimentales, nunca perderán de vista el contexto político y social, y tanto en las exposiciones que organiza, como en la literatura que escribe, argumenta que son las necesidades sociales nuevas, nacidas del régimen socialista, las que originan la nueva arquitectura tanto en formas, como en necesidades: clubs obreros, nueva vivienda comunitaria, fábricas, etc. Su trabajo de organizador de la parte rusa de la Exposición de la Prensa de Colonia (Pressa) en 1928, es considerado un punto de inflexión para otras exposiciones soviéticas en occidente, por su innovadora pantalla justo en la entrada, las imágenes crudamente realistas de la vida soviética y por sus audaces consignas políticas.
“La tribuna de Lenin” de El Lissitzky es seguramente una de las imágenes más icónicas de la arquitectura constructivista soviética de este periodo, junto a la Torre de la III Internacional de Tatlin, y al pabellón de la URSS de Melnikov para la Exposición de París de 1925.
El proyecto de “La tribuna de Lenin” se redacta en 1929, y propone un arengario para oradores de carácter universal. No está proyectada para ningún sitio en concreto, y aunque está reflejado el propio Lenin en los dibujos de la obra, deberíamos recordar la simbología que dicha imagen representa, tal como apunta el poeta Maiakovsky, “cuando hablamos de Lenin nos referimos al partido”. Se ha señalado que El Lissitzky contribuyó sobremanera a la utilización de la imagen de Lenin como parte de la mitología soviética, casi al mismo nivel que la hoz y el martillo.
“La tribuna Lenin” es una construcción de unos 25 metros de alto –altura similar a un edificio de 6 plantas–, formada por una estructura inclinada de barras, en apariencia metálicas, apoyada sobre un dado macizo de hormigón. Toda la construcción está coronada por un gran plano vertical blanco de unos 5 metros de alto, sobre en el que se ha escrito “PROLETARIN” (Proletarios), plano con una triple función: por un lado el panfletario, sirviendo de apoyo de la cartelería política; como pantalla sobre la que proyectar textos, imágenes o cine; y por último para funcionar como amplificador de la voz del orador hacia los asistentes. En un nivel inferior al panel pero en la parte alta de la estructura, se sitúa una plataforma cerrada con paneles de fibrocemento sobre la que se situaba el orador, en la imagen original, el propio Lenin. Completando la instalación otra plataforma móvil, un ascensor, dotada también de un mecanismo de elevación y recogida del gran plano superior, según se desprende de las secciones dibujadas.
La importancia de este objeto arquitectónico, radica en el nuevo sistema de referencias arquitectónicas utilizadas. La nueva arquitectura soviética toma unos referentes nuevos: los de las estructuras industriales. La tribuna se perfila casi como una grúa industrial. Así lo expresa Ginzburg, arquitecto ruso de gran peso en la arquitectura de esa época, refiriéndose a la arquitectura residencial: “la arquitectura industrial, al estar más próxima a las fuentes del entendimiento moderno de la forma, debe ejercer su influencia sobre la arquitectura doméstica, que es la más tradicional y estancada de todas. Es de la arquitectura industrial, más que de cualquier otra cosa, de la que podemos esperar unas indicaciones realistas, sobre cómo pueden encontrarse estos caminos. De lo que estamos hablando aquí es de añadir al paisaje ya existente de la modernidad (la maquina y las construcciones ingenieriles e industriales) el último eslabón de la cadena arquitectónica: unos edificios residenciales y públicos que estén a la altura de esas construcciones”
La nueva arquitectura soviética ejerció una clara influencia en Europa. En un periódico francés, con motivo de una exposición de arquitectura soviética, se señala su fascinación de ésta por conceptos nuevos y diferentes, como el hecho de “oponer el hierro y la madera, materiales proletarios, a la aristocracia de la piedra”. La arquitectura moderna europea también estaba seducida por el vidrio y el acero, pero su utilización venía determinada por su posibilidad de construir espacios diáfanos y muros ligeros, no como una valoración del material en sí mismo, como postulan los constructivistas, para los que el material es mensaje con voz propia.
El interés de una obra, no construida, como “La tribuna de Lenin”, está en su carácter de manifiesto, en el que se aúnan las nuevas técnicas con la poética de lo productivo, y también como símbolo de la ideología como elemento de producción artística.
Lorenzo Goikoetxea: Arquitecto