El ‘Guernica’ de Picasso,
el Picasso de todos los bombardeos
Otros Gernikas continúan a día de hoy sin un cuadro-rosa de los vientos que los sitúe en el planeta azul.
Leer con el alma su firma conduce a pensar que primero fue Arte y, después, hombre preocupado por sus semejantes. Picasso rubricó el cuadro ‘Guernica’. Su impronta como el bombardeo aliado internacional, del estado nazi alemán y el estado fascista italiano junto a los militares golpistas, contra la villa foral vasca de igual nombre fue instantánea en todo el mundo en el sangriento 1937.
Otros Gernikas continúan a día de hoy sin un cuadro-rosa de los vientos que los sitúe en el planeta azul. Por cercanía personal, por ser el episodio histórico que más he labrado en décadas de periodismo, citaré como ejemplo Durango, raid ocurrido 26 días antes en nuestra histórica. No tuvo cuadro que le catapultara. Pero no tropezaré en el error de emitir preguntas innecesarias, de podios vanos.
Ninguna acción de bombardeo está por encima de ninguna otra. Como tampoco está justificada por el empirismo, es decir: Derechos Humanos y, por consiguiente, libertades. Todos los ataques bélicos contra civiles son picassianos, cubistas irrazonables, a pesar de no tener quien los bocete en más de 42 ocasiones como hiciera Pablo el andaluz, quien los pinte.
El autor malagueño es asilo de todos y cada uno de esos municipios huérfanos -pictóricamente hablando- bombardeados. De los miles de ataques aéreos y, también, de los de artillería. Y de los de aún por exhumar con siempre básicas nuevas investigaciones. La aportación de Picasso a la memoria y a los refugiados de la época tiene una importancia paralela a la de otros insignes así como anónimos comunistas (o presuntos). Expondré algunos casos que me vienen a la mente.
Así, gracias al marchante de Arte, Paul Rosenberg, el Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles de Londres consiguió recaudar fondos exponiendo el Guernica de Picasso -que a día de hoy en Madrid es intocable, inamovible, por lo tanto insolidario- por toda Inglaterra entre 1938 y 1939. Aquella labor continúa plausible.
Para entonces llevaba años fusilado Federico García Lorca, otro -posible- comunista. Su acervo rima por sí solo. Y la a la postre premio nobel chilena, la poetisa Gabriela Mistral, donó en 1938 los derechos de su famoso libro Tala en beneficio de niños vascos durante la Guerra Civil. Ella, la autodenominada India vasca, por su férrea defensa de todo lo indígena en América y por su ancestral segundo apellido Alcayaga, notorio de Euskadi. Posible comunista, ella también.
La misma ideología abrazó el también nobel y chileno, Pablo Neruda. El 4 de agosto se cumplen 80 calendarios de que el barco francés Winnipeg levara anclas con más de dos millares de personas refugiadas en campos de concentración. Eran españoles. Había también vascos. El poeta fue quien viajó de un país a otro recabando posibles para conducir el navío a Chile. Lo logró.
El objetivo llegó, no sin dificultades, a buen puerto fluvial un mes después. El origen dicen que partió de una misiva que el gaditano Rafael Alberti -comunista- remitió a su colega transatlántico. Neruda se entrevistó, entre otros, con los delegados del lehendakari José Antonio Aguirre -nacionalista vasco- en su país. Y con un joven socialista entonces llamado Salvador Allende, acudió el poeta a recibir en Valparaíso -jornadas antes arribaron a Arica- a los protagonistas de su poema Misión de amor. “De Francia tambaleante / por mi boca llamados / acudieron, Saavedra, dije, y vino el albañil, / Zúñiga, dije, y allí estaba, / Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa, / grité, ¡Alberti! y con manos de cuarzo acudió la poesía”.
Su solidaridad, como el cuadro de Picasso se hizo huella benéfica. Y en el Guernica caben aún más bombardeos, entregas y firmas históricas: una de las dos eses del apellido de Pablo, puede ser la de Antoine Saint-Exupéry, piloto galo que acudió a la España en guerra y acabaría firmando El Principito. Un ejemplo paralelo fue el de George Orwell. “Voy a matar fascistas porque alguien debe hacerlo”, enfatizó para el futuro el británico.
Todos y cada uno de ellos, de ellas, pusieron su grano de comino para combatir el odio, lo irracional de una guerra. Lo que algunos italianos fraguaron como fascismo. No en vano, sin Gernikas, sin Durangos ni Hiroshimas o Sirias -con cuadro o no- Picasso hubiera seguido siendo el pacifista comunista que dijo ser.
Iban Gorriti Periodista