Entrevista a Pablo Picasso

Entrevista a Pablo Picasso

Entrevista a Pablo Picasso

Entrevista a Pablo Picasso, por Jerome Seckler
publicada en el «New Masses» el 13 de Marzo de 1945

Pablo Picasso, el pintor español inició a los catorce años en Barcelona, sus estudios de pintura, que más tarde continuaría en Madrid. En 1901 se trasladó a París, donde instaló su estudio en Montmartre. Allí se vería influenciado por pintores como Tolouse-Lautrec y Degas. Desarrolló su propio estilo a través de las numerosas transformaciones experimentadas a lo largo de su increíblemente productiva carrera. Sólo en la primera década del siglo atravesó los periodos azul, rosa y precubista antes de embarcarse en el cubismo, movimiento que fundó junto con el pintor francés George Braque y que rechazaba las formas tradicionales de representación basadas en la perspectiva. Sin embargo, Picasso y Braque terminarían rompiendo en 1914.

Durante los años veinte, mientras seguía pintando al estilo cubista, Picasso diseñó vestuario para los Ballets russes de Diaghilev. Uno de sus cuadros más famosos, el Guernica (1937), expresaba su horror ante un bombardeo de la ciudad vasca del mismo nombre en la guerra civil española. Fue nombrado director del Museo de Prado durante la etapa de la República, desde 1936 hasta 1939, aunque estuvo ausente de Madrid esos años. Pasó la mayor parte de la II Guerra Mundial en París y se unió al partido comunista tras la liberación de la ciudad. Esta toma de posición fue la que motivó el interés de New Masses. La última etapa de su carrera la pasó experimentando con diferentes técnicas, como la litografía, la escultura y la cerámica, además de crear numerosos tapices.

A lo largo de los últimos diez años había discutido, analizado y debatido sobre Picasso con mis amigos hasta la exasperación. La única conclusión a la que lográbamos llegar era que Picasso, en sus llamados «periodos», reflejaba muy acertadamente las contradicciones de aquellos tiempos turbulentos, pero se limitaba a eso, no a pintar nada capaz de realzar nuestra comprensión de la época. Diversos artistas y críticos que se ganan la vida poniendo etiquetas a la gente le identificaron con una amplia variedad de escuelas -surrealismo, clasicismo, abstracción, exhibicionismo, e incluso contorsionismo-. Pero detrás de este montón de cultas estupideces, esa gente nunca explicó a Picasso. Nunca ha dejado de ser un enigma.

De repente se produjo el bombazo. En las últimas horas de la España leal a la República, Picasso pintó su Guernica, y con esta obra mural se erigió como un poderoso y penetrante pintor de la protesta social. Pero fue la única muestra. Con el tiempo, Francia entró en guerra, pero en los cuadros de Picasso no hubo ni atisbo de la furiosa respuesta en el Guernica. Entonces se produjo el desastre militar francés y la humillante ocupación alemana. Circularon historias desagradables acerca de Picasso. Que vivía bien en París con los alemanes; que colaboraba con la Gestapo, y que ésta, a cambio, le permitía seguir pintando sin molestarle; que vendía falsificaciones a los nazis, obras que firmaba él pero que realizaban sus discípulos, incluso corrió la voz de que había muerto. Desde la liberación de París, Picasso continuó siendo una figura completamente rodeada de misterio y oscuridad. En octubre, inmediatamente después de la liberación, se hizo pública una nota impactante: Picasso se había hecho miembro del Partido Comunista. Ese mismo mes se organizó en el París liberado una impresionante exposición de arte contemporáneo francés. Una de las salas-compuesta por setenta y cuatro cuadros y cinco esculturas, realizados en su mayor parte durante la ocupación-fue especialmente dedicada a Picasso. La exposición me sorprendió. Allí estaba el Picasso del Guernica, poderoso, bellísimo, un pintor de la vida y de la esperanza. Me emocionó tanto su trabajo que decidí ir a verle. Conseguí la dirección a través de un joven artista francés que le conocía. Cuando llegué a su estudio me informaron, tras un intercambio de murmullos en otra habitación, que Picasso «no estaba en casa». Su secretario me dio explicaciones: «Con tantos acontecimientos, Picasso lleva dos meses sin pintar. Ahora desea tranquilidad para ponerse a trabajar». Finalmente mi amigo me consiguió la entrevista a Pablo Picasso. a las 11.30, una mañana de sábado, me presenté en el estudio. Me hicieron pasar y me indicaron que esperara para hacer la Entrevista a Pablo Picasso. Picasso ocupa los dos últimos pisos de un edificio de cuatro plantas carente de pretensiones y cercano al Sena. Hay que atravesar uno de los agujeros del muro que hacen las veces de puertas, y subir tres pisos por una estrecha y sinuosa escalera de paredes desnudas y escalones de madera desgatados. El lugar ha sido su hogar y su estudio durante los últimos ocho años. Se accede directamente a uno de los estudios, una habitación en la que se agrupan desordenadamente varios caballetes, lienzos y libros. Mientras esperaba reparé en una de sus pinturas recientes, situada en un caballete: la representación de una jarra de metal sobre una mesa. Sujeto con una chincheta en la parte superior había un pequeño esbozo a lápiz de la composición, que la pintura reproducida hasta la última línea y detalle. Aunque no se trataba más que de un boceto rápido, se había atenido a él tan estrictamente que las líneas que en el apunte sobresalían en una esquina de la mesa lo hacían también en el cuadro. Pregunté a su secretario si Picasso había tenido problemas con los alemanes. Me contestó: «Como todo el mundo, lo hemos pasado mal». A Picasso no le habían permitido exponer. En una ocasión, la Gestapo le había acusado de ser en realidad un hombre llamado Leipzig. Picasso se limitó a insistir en su respuesta: «No, yo soy Picasso, nada más». Los alemanes dejaron de molestarle, pero en ningún momento dejaron de vigilarle. Aun así, Picasso mantuvo un estrecho contacto con el movimiento clandestino de resistencia. Transcurridos unos diez minutos, Picasso bajó del estudio de la planta superior y vino directo hacia mí. Me echó una mirada rápida y luego clavó sus ojos en los míos. Llevaba un traje de color gris claro, una camisa de algodón azul con corbata y un pañuelo amarillo en el bolsillo del pecho. Tenía las manos pequeñas, pero fuertes. Me presenté, y al momento me tendió la mano. Su sonrisa era cálida, sincera y hablaba sin pelos en la lengua, lo que me hizo sentir cómodo de inmediato. Comenté que su trabajo siempre me había interesado y, al mismo tiempo, confundido. Le expliqué cómo había comprendido de repente, en su reciente exposición, lo que quería contar. Mi deseo era conocerle personalmente y preguntarle si mi análisis de su obra le parecía correcto y, caso de ser así, escribir sobre ella para contribuir a su divulgación en Estados Unidos. Seguidamente le expliqué mi interpretación de «EL MARINO», que había tenido ocasión de admirar en el Salón Liberación. Le dije que creía que se trataba de un autorretrato -el traje, la red, la mariposa roja, mostraban a Picasso como una persona en busca de una solución para su época, intentando hallar un mundo mejor- y que el uniforme de marinero indicaba su participación activa en el esfuerzo. Me escuchó con atención y finalmente respondió:

-Sí, soy yo, pero no pretendía darle ningún significado político.

Le pregunté por qué se había retratado vestido de marinero.

-Porque siempre llevo una camiseta de marinero. ¿Lo ve? -fue su respuesta.

Se desabrochó la camisa y tiró de su ropa interior. ¡Era blanca con rayas azules!.

-¿Y la mariposa roja? -insistí- . ¿El color no tiene una intención deliberadamente política?

-No en especial -replicó-. ¡Si es así, será cosa de mi subconsciente!

-Pero tiene que tener un significado concreto -porfié-, lo admita o no. Lo que hay en su subconsciente es resultado de su pensamiento consciente. No es posible escapar de la realidad.

Me observó un instante antes de responder:

-Sí, es posible y normal.

Picasso quiso saber entonces si yo era escritor. Le dije la verdad: no lo era, nunca antes había escrito. Trabajaba la madera por vocación, y también era pintor, pero únicamente como distracción, porque de algo tenía que vivir. Picasso se echó a reír.

-Ya, lo comprendo.

Le pregunté si tenía su consentimiento para escribir un artículo sobre él.

-Sí -contestó-. ¿Para qué publicación?

Le expliqué que la Entrevista a Pablo Picasso era para New Masses. Sonrió y dijo: -Lo conozco. Lanzó una mirada hacia la puerta abierta. Había varias personas esperándole -subamos un momento al estudio- dijo.

Ascendimos por una escalera hasta el estudio principal, donde en realidad desarrollaba su trabajo. La habitación estaba limpia y ordenada. No tenía la apariencia polvorienta y caótica del cuarto de abajo.

Comenté a Picasso que mucha gente mantenía que ahora, debido a su nueva militancia, se había convertido en un líder cultural y político para el pueblo, y que su influencia a favor del progreso podía ser tremenda. Se puso serio y asintió.

-Sí, soy consciente de ello.

Le comenté que en Nueva York habíamos discutido su obra con frecuencia, especialmente el Guernica (cedido en préstamo al Museo de Arte Moderno de Nueva York). Le hablé de lo que representaban el toro, el caballo, las manos con las antorchas, etcétera, así como el origen de los símbolos en la mitología española. Mientras yo me explayaba, él asentía con la cabeza.

-Sí, el toro ahí representa la brutalidad; el caballo, al pueblo -confirmó-. En esos casos he recurrido al simbolismo, pero no en los otros.

También le expliqué mi interpretación de dos de los cuadros de la última exposición. En uno de ellos había un toro, una luz, una paleta y un libro. El toro, opinaba yo, no podía ser otra cosa que la imagen del fascismo; la luz, con su resplandor, la paleta y el libro eran reflejo de las cosas por las que luchábamos, la cultura y la libertad. La obra mostraba el feroz enfrentamiento que tenía lugar entre ambos.

-No -respondió Picasso-. El toro no es el fascismo, aunque sí la brutalidad y la oscuridad.

Apunté que su trabajo parecía avanzar hacia un simbolismo transformado, quizá más simple, de más clara comprensión, en su lenguaje propio y personal.

-Mi trabajo no es simbólico -me respondió-. Sólo el Guernica lo es, pero en ese caso se trata de una alegoría. Por eso recurrí al caballo, al toro y demás. Esa obra busca la expresión y la solución de un problema, y ése es el motivo de que emplease el simbolismo. Algunos definen como «surrealista» mi pintura de un determinado periodo -continuó-. Yo no soy surrealista. Nunca he estado fuera de la realidad. Siempre he vivido en su esencia (literalmente, en lo «real de la realidad»). Si alguien desease expresar la guerra tal vez lo más elegante y literario fuera dibujar un arco y una flecha, porque es una imagen estéticamente atractiva. ¡Yo, en cambio, si quisiera representar la guerra emplearía una ametralladora! Ahora es el momento, en este periodo de cambios y revolución, de pintar de manera revolucionaria y no como antes.

Entonces me miró directamente a los ojos y me preguntó:

– Vous me croirez? (¿Me creerá usted?).

Le dije que comprendía muchas de las obras de la exposición, pero que había unas pocas que no entendía en absoluto. Me volví hacia un cuadro con un desnudo y un músico que había estado colgado en el Salón de Octubre. Se encontraba a mi izquierda, apoyado contra la pared. Era un lienzo grande y torcido, de alrededor de 1,5 por 2 metros.

– Ése, por ejemplo -apunté-. No sé qué quiere decir en absoluto.

– No es más que un desnudo y un músico -replicó-. Lo pinté para mí. Cuando uno contempla un desnudo hecho por otra persona, observa que reproduce las formas de un modo tradicional, y para la gente eso representa un desnudo. Pero yo lo expreso de manera revolucionaria. En ese cuadro no hay ningún significado abstracto. Es simplemente un desnudo con un músico.

– ¿Por qué pinta de un modo tan difícil de comprender para la gente? -le pregunté.

-Pinto así -me respondió- porque mi pintura es fruto de mi pensamiento. He trabajado durante años para obtener este resultado y si diese un paso atrás (mientras hablaba, retrocedió un paso) sería una ofensa al pueblo (la palabra francesa fue «offense»), porque lo que hago es coherente con mi pensamiento. No puedo emplear recursos convencionales sólo para darme la satisfacción de ser comprendido. No quiero descender a un nivel inferior. Usted es pintor. Comprende que es prácticamente imposible explicar por qué hace uno esto o lo otro. Yo me expreso a través de la pintura, y no soy capaz de hacerlo mediante palabras. No puedo dar una explicación del porqué he hecho algo de una determinada manera. En mi caso, si realizo un boceto de una mesa pequeña (al instante agarró una para ilustrar sus palabras) percibo cada detalle. Observo su tamaño, su grosor, y lo traduzco a mi modo.

Indicó con una mano el otro extremo de la habitación, donde había un gran lienzo que representaba una silla (también había estado expuesto en el Salón Liberación), y continuó.

Ya ve como lo hago. Resulta divertido, porque la gente descubre en la pintura cosas que uno no pone en ella. Hace auténtico encaje de bolillos. Pero no importa, porque es estimulante que las perciban y la esencia de lo que puedan haber visto está, de hecho, en el cuadro.

Quise saber cuándo podría verle de nuevo, y me contestó que estaría encantado de recibirme en cualquier momento que desease. Nos estrechamos las manos y me marché.

 

EL PABELLÓN ESPAÑOL DE LA EXPOSICIÓN MUNDIAL DE PARIS DE 1937

EL PABELLÓN ESPAÑOL DE LA EXPOSICIÓN MUNDIAL DE PARIS DE 1937

EL PABELLÓN ESPAÑOL DE LA EXPOSICIÓN MUNDIAL DE PARIS DE 1937

UN EDIFICIO PARA UNA IDEA.UN “ARTE-FACTO” DE PERSONAS PARA UN COMPROMISO

Se suele hacer siempre referencia a que en el pabellón de España de la Exposición Universal de París de 1937 estuvo expuesto el Guernica de Picasso, y es cierto, pero ese edificio efímero fue algo más que un contenedor del manifiesto picassiano, fue la materialización de una idea en la que participaron muchos actores con un idea común. Probablemente tanto su ubicación fuera del tablero real de la Guerra Civil, como su característica temporal han desdibujado la importancia de representación de la España Republicana que supuso ante el mundo en un momento tan significado como el verano de 1937 en el que estuvo vivo.

La Exposición Universal de Paris.
Las exposiciones Universales vienen desarrollándose desde el S. XIX. Inicialmente con el fin de generar relaciones comerciales entre los países exponentes, donde conseguían un entorno de publicidad general favorable dados los escasos canales de comunicación de la época. A principios del s. XX las exposiciones habían adquirido una derivada más enfocada a la exaltación nacional que a la comercial, como así sucedió en las exposiciones americanas previas a la europea de 1937. Es importante contextualizar la de Paris en un clima de tensión general latente entre países europeos: son los años previos a la Guerra Mundial, con una Europa en situación de crisis general en lo económico y con un gran dinamismo de reivindicación social.
La exposición de Paris, tenía como lema “Artes y técnicas en la Vida Moderna”, y se ubicó en el centro de Paris, en los mismos terrenos de la antigua exposición que legó la torre Eiffel en 1887, pero ampliados; se dedicaron más de 100 Hectáreas de superficie, participando 44 países, y en su construcción llegan a trabajar 20.000 trabajadores, lo que da una idea de la magnitud del evento, tanto a nivel participativo como económico.

La exposición se realiza en un momento en el que el debate cultural está también agitado. Algunos artistas se replantean el papel que deben jugar en la sociedad, tras el artista al servicio del poder como había sido hasta poco antes, se plantean su labor ya en términos de colectividad, en busca de un arte para el pueblo. Un planteamiento que origina una lucha cultural entre los viejos próceres y los nuevos artistas, que se evidencia en situaciones como el caso de Le Corbusier y su pabellón ”des temps nouveaux” para esta exposición; trabajo que se le encarga porque no puede quedar fuera de la misma una figura reconocida internacionalmente, pero se le relega en un lugar casi inaccesible: en los límites de la exposición, llegando a ocultarse en un momento de visitas de algunas autoridades. Circunstancia similar se da en los pabellones de Alemania y la URSS, con gran presencia en tamaño y ubicación, enmarcados en un clasicismo grandilocuente y torpe, que tienen un sitio privilegiado en la entrada de la exposición, enfrentados uno contra otro casi como metáfora de lo que iba a ocurrir en unos pocos años. Propuestas formales alejadas de los pabellones de Alemania, del arquitecto Mies Van der Rohe en la exposición de Barcelona en 1929; o el de Melnikov de la URSS en el mismo Paris, en 1925; exponentes de una nueva arquitectura moderna que han trascendido a la historia arquitectónica. Al nuevo arte le costaba hacerse sitio.

El Gobierno de España y el pabellón. .

Los preparativos de la exposición por parte de las autoridades españolas quedan en segundo plano, cuando un año antes estalla la guerra civil. Las prioridades son otras, y la embajada española de Paris es un centro neurálgico para la compra de material militar, dificultada sobremanera por la política de “no intervención” general, y no parece haber tiempo para un edificio efímero, un capricho frívolo en circunstancias tan graves. Es la intervención del nuevo embajador Luis de Araquistaín, nombrado en septiembre de 1936, antes embajador en Alemania y diputado socialista, lo que hace tomar consciencia de la posibilidad de utilizar el evento como plataforma propagandística de la situación del Gobierno de la República y casi como “aviso a navegantes” de lo que asomaba en Europa.
La Exposición tenía fecha de inauguración en mayo de 1937 pero el pabellón se inaugura el 12 de julio de 1937 ya empezada la misma. A finales de 1936, siete meses antes de la inauguración, lo que da la idea de la carrera contrarreloj que se iniciaba, el embajador solicita la designación de un arquitecto y de una partida para la obra. Su toque de atención a Madrid hace que en diciembre de 1936 se nombre al arquitecto Luis Lacasa, con un encargo no definido claramente, que estaba entre arquitecto y comisario de la exposición. Lacasa, arquitecto de perfil social como reflejan sus escritos, y con experiencia de trabajo en el ámbito europeo, había trabajado en Alemania y había tenido relación con el centro de vanguardia Bauhaus, que había sido cerrado en 1933 por los nazis. Una vez en Paris la embajada le propone que colabore con José Luis Sert, también arquitecto, con experiencia parisina, ya que había trabajado el estudio de Le Corbusier, y conocía perfectamente el medio profesional de la construcción francesa, y que en ese momento se encontraba en Paris, trabajando para el Patronato Nacional de Turismo y para la Generalitat de Catalunya en varios stands temáticos para la exposición universal. Posteriomente, el cargo de comisario de la exposición queda definido en la persona de José Gaos específicamente. El equipo que rodeó al comisario se compuso de intelectuales de prestigio: desde escritores como Max Aub y José Bergamín, que fueron comisarios adjuntos, o el pintor Hernando Viñes que actuó como secretario. Completaban el grupo el director general de Bellas Artes, Josep Renau, cartelista y fotomontador; el cineasta Luis Buñuel; y los escultores Alberto Sánchez y Julio González, así como el pintor Joan Miró.

Ambos arquitectos dan inicio a la preparación de los croquis ante un solar de dimensiones escasas, irregular en desnivel, con una serie de árboles que había que respetar, y con un presupuesto mínimo fruto de una economía de guerra obligada. Ambos toman decisiones de carácter trascendental, que van desde la forma de construcción que debe ser “seca”, esto es de montaje de piezas, que favorecerá una mayor rapidez de construcción, a la formalización del mismo, como una arquitectura moderna, lejos de columnas y frontones clásicos, un arquitectura de los nuevos tiempos, al servicio del contenido, apoyándolo y resaltándolo.

No se puede resumir más el fin y el contenido del pabellón de la Republica, que leyendo las palabras de Luis Araquistaín el 27 de febrero colocando la primera piedra:

“parece que algunos se han extrañado de que en plena guerra la España Republicana encuentre el tiempo y el estado de ánimo para presentarse a esta manifestación de la cultura del trabajo. (..) Para la España Republicana la guerra sólo es un accidente, un mal impuesto y transitorio, que no le impide, de ninguna manera, continuar creando obras espirituales y materiales. Es precisamente por esto por lo que quiere vivir, por lo que lucha: por ser libre en la creación intelectual, en la justicia social y en la prosperidad material. Por eso debe vencer. Nuestro pabellón será el mejor ejemplo y la mejor justificación de su continuidad histórica. Veremos como el pueblo español debe vencer porque posee, como Minerva, todas las armas: las de la libertad, las de la cultura y las del trabajo.”

Esta triada de creación intelectual, justicia social y prosperidad material, es el resumen en torno a lo que gira todo el pabellón y el espíritu que guió a todos los participantes, cada uno desde su capacidad, como señalaremos posteriormente. La República presentó un pabellón de reducidas dimensiones y medios, pero exponente de la arquitectura moderna puntera; con un contenido en artes plásticas excepcional, con las primeras figuras internacionales españoles: Picasso, Miró, Julio González, Alberto Sánchez , Buñuel y otros; con una exposición de trabajos folklóricos y populares que interesó tanto, que tras finalizar la exposición, se trasladó dicha exposición al Museo del Hombre parisino, a solicitud de este; y con una interesante exposición socio económica sobre carteles y fotomontajes que mostraban los logros en esos campos de la Republica, incluyendo un mapa en cristal a gran tamaño que señalaba mediante iluminación el desarrollo de la guerra civil. No se podía olvidar que había una guerra y el pabellón era un frente más.

El pabellón un “arte-facto” de personas para un compromiso

El pabellón de España era de reducidas dimensiones como se ha comentado pero tenía una presencia propia importante, situado tras los pabellones grandilocuentes en lo formal de Alemania y Rusia, aparecía con una escala humana de planta baja y dos plantas aun lado del recorrido. Cada planta contaba con unos 300 metros cuadrados, diseñado con un recorrido nítido explicativo de su contenido y que no ofrecía dudas de su mensaje desde que el viandante llegaba a su acceso y se internaba en él.

Justo a los pies del pabellón el visitante se encontraba con una escultura de Alberto (Albero Sánchez) de 12,50 m de alto en tonos rojizos como un tótem proclama, que se titulaba “el pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella”, que en su textura recordaba a los surcos de arados de la tierra colocados en vertical y coronados por una estrella, el carácter simbólico del trabajo del campo y sus aspiraciones sociales es evidente. Tanto la escultura como el autor eran excepcionales. El escultor había nacido en una familia humilde y no tuvo educación escolar, trabajó desde los siete años como porquerizo, repartidor de pan, aprendiz de herrero, zapatero, escayolista, y panadero; hasta que en su madurez, como autodidacta se dedicó a la escultura, trabajó de profesor de pintura, y fue enviado por el gobierno en 1938 con este papel con los niños exiliados en Moscú, donde falleció en 1962. Es importante señalar la implicación del escultor en el pabellón y su idea, ya que tras instalar la escultura, quedó a trabajar en la obra del pabellón, que iba contrarreloj, como un albañil mas cobrando el sueldo correspondiente a dicho oficio.

En el jardín exterior previo al pabellón, además de la escultura de Alberto, se situaban dos esculturas de Picasso, “Gran cabeza de mujer” y “Dama Oferente”; y también la genial “Montserrat” de Julio González, esta escultura es todo un símbolo, ya que por un lado es un homenaje a la mujer madre y trabajadora, muy activa durante la guerra civil, alistándose también en las milicias, y por otro lado con su nombre establece una referencia con el origen catalán del autor.

El pabellón presentaba una fachada neutra, con materiales metálicos y paneles de madera, fruto tanto de la elección de la arquitectura moderna como imagen, como por la necesidad de rapidez en su ejecución. Sobre la fachada se colocaban, en el más puro “agit-prop” mensajes relativos a la Guerra Civil y el papel de la Republica, reproduciendo cartelería republicana que se cambiaba diariamente.
La planta baja era porticada y libre y justo a la izquierda se situaba el Gernika de Picasso delante de la fuente de mercurio de Alexander Calder.

Si bien se ha escrito mucho y bien sobre el Gernika y Picasso, desde el punto de vista que nos trata, sólo apuntaremos los datos referidos su relación con el pabellón. Picasso en aquel momento era director del museo del Prado desde octubre de 1936, aunque nunca tomó posesión del cargo por las razones de la contienda.

Se ha debatido si el Gernika como tal fue un encargo expreso o no, lo cierto es que había un encargo no definido para Picasso por parte del Gobierno de la Republica, pero no recibe un encargo formal hasta los inicios de la definición del pabellón por parte del comisariado del mismo, en el que se le encarga un “mural de 36 metros cuadrados“, dimensionado ya, enfocado a la ubicación del mismo en el pabellón. Curiosamente dada esta dimensión y para una mejor visión de la obra, los arquitectos eliminan el pilar del vano frente a la pintura, para permitir una visión general del mismo, aunque curiosamente dicho pilar sigue apareciendo en todos los planos que se reproducen. Picasso participa no sólo con la pintura mural sino con cinco esculturas más, con una presencia muy importante, pero lo más importante para él, es que se implica directamente en el proyecto, siendo una presencia habitual en la obra del edificio, asistiendo tanto con los arquitectos como con Miró. Para Picasso era una manera de estar en la España en guerra aunque muy lejos de allí, como un “miliciano de la cultura” como se le ha definido en ocasiones. Reflejo de esa identificación con la causa son títulos de sus obras como ”Sueño y mentira de Franco”, para un grabado que se vendía en la tienda del pabellón, o el propio título del Gernika.

“La pintura no ha sido hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo.” -Pablo Picasso

En una entrevista en una exposición de carteles de Nueva York sobre la guerra civil española Picasso declaraba lo siguiente: “La guerra de España es la batalla presentada por la reacción contra el pueblo, contra la libertad. Toda mi vida como artista no ha sido otra cosa más que una lucha continua contra la reacción y la muerte del arte. ¿Cómo podría pensar nadie ni siquiera por un momento que yo pudiera estar de acuerdo con la reacción y la muerte?… En el mural en el que estoy trabajando y al que llamaré Guernica, y en todas mis obras recientes, expreso con claridad mi aborrecimiento hacia la casta militar que ha sumido a España en un océano de dolor y de muerte”.

Justo enfrente en el mismo espacio, y opuesto al Gernika, en la zona de tienda y venta de libros, se situaba un retablo homenaje a Federico García Lorca y entre ambos quedaba la fuente de mercurio de Alexander Calder, el único artista
no español que contribuía con su obra, saltándose las bases de la exposición que no permitía dichas intervenciones. La obra se trata de una fuente de líquido negro grisáceo como es el mercurio, que hacía referencia a la producción de un material muy valorado en ese momento, del que España era el primer productor europeo a través de las minas de Almadén en Ciudad Real.

Siguiendo con el recorrido natural de visita, al salir del espacio porticado, se llegaba a un gran espacio al aire libre que servía de zona de actuaciones, cine, y recepciones. El espacio se cubría con unos grandes toldos , al más puro estilo mediterráneo, hábil decisión proyectual de los arquitectos, tanto por la economía de medios como por la utilización de un sistema constructivo histórico en climas cálidos que genera sombra y permite que el aire caliente se mitigue, y Paris en verano es un sitio caluroso. Se evidenciaba aún más el carácter mediterráneo con el uso en el suelo de baldosas de terracota cerámica y con dos enrejados metálicos en los laterales. En el frente, se respetaba el árbol que formaba a pasar parte del escenario como un elemento arquitectónico más.

un recorrido que llevaba a la planta segunda y más alta. Como curiosidad constructiva, la planta de cubierta del edificio del pabellón estaba configurada por un sistema de aspersores, entre la cubierta y el falso techo, que refrigeraban el aire que circulaba por ella y que servía tanto para refrigerar la propia cubierta como para enfriar un aire que pasaba al interior mediante ventiladores, sistema de tradición árabe aplicado a un edificio moderno.

Esta segunda planta consistía en una planta libre acabada en paneles de cemento en techos, con paredes de fibrocemento y con suelos enmoquetados con una estera del mismo material de los sacos del campo. En esa planta se situaban las exposiciones de artes plásticas y de artes populares, colocadas sobre un montaje muy novedoso basado en grandes fotomontajes, y configurada por paneles que obligaban a un recorrido hasta la escalera de descenso a la planta inferior. Estas exposiciones iban renovándose para mostrar los máximos objetos posibles y que llegaban con cuentagotas dadas las dificultades del transporte desde España.

Las artes plásticas se centraban en cuadros y esculturas realizadas por profesionales del “arte”, con un carácter culto, y en muchas ocasiones con temáticas que reflejaban la propia guerra civil, y por otro lado las artes populares que iban desde cerámicas a trajes populares, realizados por artesanos de carácter popular. La Generalitat y el Gobierno de Euskadi dispusieron de sendos espacios propios para la exposición de sus contenidos. En una parte del recorrido, había un balcón que comunicaba la planta primera con la segunda, enmarcando un mapa de la península que mostraba el devenir de la guerra, y que unía conceptualmente las dos plantas, los elementos culturales de la segunda y la de las actuaciones sociales de la primera. Se accedía a la escalera de descenso acompañando a un panel que contenía una frase del Quijote: “Uno debe exponer su vida por la libertad”, no había equívocos en la intención del pabellón.

Mientras se desciende la escalera para acceder a la planta inferior el visitante se encontraba de frente con la obra de Miró “payés catalán en revolución”, también llamada “el segador”, una obra pintada sobre los propios paneles del pabellón de gran colorido pero con un gran trasfondo trágico y que se perdió con el desmantelamiento del mismo. Miró era gran amigo de Jose Luis Sert, el arquitecto coautor, del que fue padrino de su boda junto con Le Corbusier, y a su vez también era muy amigo de Picasso. Parece cierto que Miró no tenía mucha conciencia política, pero en estos momentos trágicos, se implicó desde el primer momento en la filosofía general, como el mismo señala : “participé en el pabellón porque me sentía humanamente solidarizado con lo que representaba”. Se le permite elegir el sitio de la obra, y ubica la pintura en el rellano de la escalera, de una manera muy escenográfica, dadas las dimensiones de la pintura, de 5,50 x 3,60 metros, su iluminación cenital de luz natural, y la obligada vista de frente de todos los visitantes al descender.

En la planta primera se exhibían los logros sociales y económicos de la Republica en lo tocante a economía, sanidad, agricultura, educación, industria, etc. Toda esta información se presenta mediante fotomontajes que dieron una personalidad propia a la presentación de estos temas, y como un inmejorable canal de propaganda con gran trascendencia en medios. Esta exposición se necesitaba iluminar, pero al ser un piso intermedio no se podía realizar superiormente como la anterior, por lo que, los arquitectos permiten pasar la luz desde las fachadas mediante un ventanal corrido, que permite también una ventilación cruzada de refresco. Las exposiciones, dado su de carácter, se podían ubicar mediante paneles móviles sin ocupar las fachadas, y además con sus juegos de vidrio impreso. Todo un avance, que permitió también que la iluminación natural llegase al interior de la planta.

De esta planta se salía a una plataforma en la que se colocaban paneles alusivos al frente y que se cambiaban cada día. Éstos quedaban enmarcadas por tres mástiles que recogían tres banderas, la republicana la senyera y la ikurriña. La Generalitat y el Gobierno Vasco tenían comisiones propias integradas en la dirección del pabellón y con contenidos propios. Desde esa plataforma se accedía mediante una escalera a la salida del pabellón.

La exposición universal finalizó oficialmente el 25 de noviembre, y si bien en un momento hubo vientos de ampliación de la misma, lo cierto es que las labores de demolición empezaron a realizarse aproximadamente en enero del 1938. El pabellón fue desmontado en condiciones desoladoras, sólo quedaron los arquitectos y el contable para realizar dicho trabajo, llegando a comunicar que no tenían despacho para poder trabajar , circunstancia que fue resuelta. A la dificultad de la falta de medios se aunaba el acicate del gobierno francés para su desmontaje y se sumaba la dificultad de expedición de destino de los elementos del pabellón: yendo algunos a las sedes del Gobierno, a Valencia y a Barcelona; y quedándose algunas piezas en Paris. Se desconoce bien que pasó con parte del continente y contenido, si bien han ido apareciendo en ocasiones fruto de la casualidad. El día 13 de julio de 1938 se da por cerrado el expediente y algunos pagos que habían retrasado su liquidación definitiva.

Las personas
De las circunstancias que acompañaron a los artistas que trabajaron en el pabellón son fácilmente conocidas, pero, desde mi punto de vista, interesa saber que paso con los arquitectos que dieron forma al pabellón.

Quedando libres del encargo los arquitectos tomaron caminos diferentes. Josep Luis Sert se quedó en Paris, donde se había casado con su esposa española, que estuvo trabajando como apoyo en la tienda del pabellón, pero en condiciones limite de trabajo. Se dio el caso de que se partió una pierna y no tenía dinero para sacarse una radiografía. Hay que apuntar que los sueldos de los arquitectos delegados por la Republica eran unos sueldos normales de carácter administrativo, no de estrellas, y aunque Sert era de familia pudiente, su tío era el gran pintor José María Sert, la familia le dio la espalda a José Luis porque su esposa no era del nivel social que ellos consideraban “apropiado” para él. Incluso hubo un incidente diplomático surrealista con el Vaticano en el que se señalaba en una carta: ”tampoco deja de sorpréndeme que un sobrino del Conde de Sert sea arquitecto de la Exposición. Cierto que según me informan de todas partes ese joven es comunista, pero yo de los Condes comunistas tengo ciertas reservas mentales.”

Esta relación con el comunismo probablemente viene desde su asociación en Barcelona con Josep Torres Clavé, arquitecto con el que realiza varios edificios y de marcado compromiso político que pasó desde la creación del sindicato de arquitectos, la nacionalización de la Escuela de Arquitectura, hasta su muerte en el frente de Teruel.

Lo cierto es que, tras atravesar muchos pesares, Sert y su esposa no pueden volver a España, Barcelona ha caído en enero del 39 y parten con nombre falso a Cuba desde donde después de unos meses pasó a EE.UU. donde gracias a sus relaciones con arquitectos internacionales, Sert pudo dedicarse a la docencia y trabajar como arquitecto de éxito en todo el mundo.

Volvió a España en el 75 y estuvo a caballo con sede en EE.UU. hasta su muerte en 1979.

La vida de Luis Lacasa es otra, vuelve a España, a Barcelona y es movilizado con su quinta, si bien había formado anteriormente parte de la sección de Agit-prop del 5º regimiento. Como muchos, sale por la frontera francesa siendo internado en el campo de Argeles, de donde es liberado gracias a la intervención de algunos arquitectos franceses. Se traslada a Moscú trabajando en la Academia de Arquitectura donde realiza numerosos informes de urbanismo occidental. En España, el Ministerio de Vivienda, mediante la  Orden de 9 de julio de 1942,  por la que se imponen sanciones a los arquitectos, condena a Luis Lacasa y a otros dos más, a la inhabilitación perpetua para el ejercicio público y privado de la profesión. En 1954 se traslada a China hasta 1960, en que vuelve a Moscú. Realiza un viaje a Madrid en 1960 de donde es expulsado al cabo de un mes, de manera precipitada y urgente, aunque se le había empezado a organizar un homenaje por parte de algunos jóvenes arquitectos. Fallece en 1966 en Moscú.

Su talla intelectual queda fuera de dudas, y su relación con artistas que lo valoraban, queda más que demostrada en estas tres reseñas: en 1931 García Lorca publica en la revista Occidente un bello poema surrealista titulado ‘Vaca’ dedicado expresamente a Luis Lacasa. Rafael Alberti escribe un soneto titulado “A Luis Lacasa’”, en el que escribía: «España sin morir espera. Pronto, arquitecto, sobre su aire puro, podrás tranquilo y con tu sabia mano levantarle otra nueva primavera”. Y Pablo Neruda, en su Elegía de 1971, tras la muerte de Lacasa, escribe: «Allí en Moscú bajo la nieve, yace el duro esqueleto de mi buen compañero, compañero».

Probablemente este escrito no haya sido más que un excusa para poder contar la vida de Luis Lacasa y de otros intervinientes en el pabellón, es imposible abarcarlos a todos, pero es el exponente de persona comprometida con una profesión y una causa de la que a lo largo del escrito hemos querido transmitir: más allá de la obra hay personas con compromisos en tiempos trágicos, el homenaje debe ser a ellos no solo a su obra.

Lorenzo Goikoetxea Arquitecto

Poema de Gabriel Celaya

Poema de Gabriel Celaya

Poema de Gabriel Celaya

Con, de, en, tras Pablo, Pablo Picasso

Cuando la vida embiste o rompe dentro
a toda luz, con todo sarcasmo,
Pablo Picasso-

Donde el mundo descompone su sistema
y en un clavo que da cuelga el harapo,
Pablo Picasso-

Tras las visibles mentiras del mundo
siempre en blanco,
lo invisible y al rojo de tus cuadros,
Pablo Picasso-

En este cielo-infierno de los medios,
bajo un sol de justicia, toreando,
Pablo Picasso-

Con la estructura del ojo ferozmente
mineral, y sin engaños declarando,
Pablo Picasso-

Tras nuestro mundo aparente,
con la evidencia del rayo,
en la estructura mordiente,
donde se erizan los actos,
cuando, con, en, tras, yo digo
Pablo
Pablo Picasso-

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Pablo Neruda, Llegada a puerto Picasso

Pablo Neruda, Llegada a puerto Picasso

Pablo Neruda, Llegada a puerto Picasso

Poema de Pablo Neruda a Pablo Picasso

DESEMBARQUÉ en Picasso a las seis de los días de
otoño, recién
el cielo anunciaba su desarrollo rosa, miré alrededor,
Picasso
se extendía y encendía como el fuego del amanecer.
Lejos atrás
quedaban las cordilleras azules y entre ellas
levantándose en el valle el Arlequín de ceniza.
He aquí: yo venía de Antofagasta y de Maracaibo,
yo venía de Tucumán
y de la tercera Patagonia, aquella de dientes helados
roídos por el trueno, aquella de bandera
sumergida en la nieve perpetua.

Y yo entonces desembarqué, y vi grandes mujeres
de color de manzana
en las orillas de Picasso, ojos desmedidos, brazos
que reconocí:
tal vez la Amazonia, tal vez era la Forma.

Y al oeste eran titiriteros desvalidos rodando hacia
el amarillo,
y músicos con todos los cuadros de la música, y aún
más, allá la geografía
se pobló de una desgarradora emigración de mujeres,
de aristas,
de pétalos y llamas,
y en medio de Picasso entre las dos llanuras y el
árbol de vidrio,
vi una Guernica en que permaneció la sangre como
un gran río, cuya corriente
se convirtió en la copa del caballo y la lámpara:

ardiente sangre sube a los hocicos,
húmeda luz que acusa para siempre.

Así, pues, en las tierras de Picasso de Sur a Oeste,
toda la vida y las vidas hacían de morada
y el mar y el mundo allí fueron acumulando
su cereal y su salpicadura.

Encontré allí el arañado fragmento
de la tiza, la cáscara del cobre,
y la herradura muerta que desde sus heridas
hacia la eternidad de los metales crece,
y vi la tierra entrar como el pan en los hornos
y la vi aparecer con un hijo sagrado.

También el gallo negro de encefálica espuma
encontré, con un ramo de alambre y arrabales,
el gato azul con su abanico de uñas,
el tigre adelantado sobre los esqueletos.

Yo fui reconociendo las marcas que temblaron
en la desembocadura del agua en que nací.
Primero fue esta piedra con espinas, en donde
sobresalió, ilusoria, la rama desgarrada,
y la madera en cuya rota genealogía
nacen las bruscas aves de mi fuego natal.

Pero el toro asomó desde los corredores
en el centro terrestre, yo vi su voz, llegaba
escarbando las tierras de Picasso, se cubría
la efigie con los mantos de la tinta violeta,
y vi venir el cuello de su oscura catástrofe
y todos los bordados de su baba invencible.

Picasso de Altamira, Toro del Orinoco,
torre de aguas por el amor endurecidas,
tierra de minerales manos que convirtieron
como el arado, en parto la inocencia del musgo.

Aquí está el toro de cuya cola arrastra
la sal y la aspereza, y en su ruedo
tiembla el collar de España con un sonido seco,
como un saco de huesos que la luna derrama.

Oh circo en que la seda sigue ardiendo
como un olvido de amapolas en la arena
y ya no hay sino día, tiempo, tierra, destino
para enfrentarse, toro del aire desbocado.
Esta corrida tiene todo el morado luto,
la bandera del vino que rompió las vasijas:
y aún más: es la planta de polvo del arriero
y las acumuladas vestiduras que guardan
el distante silencio de la carnicería.
Sube España por estas escaleras, arrugas
de oro y de hambre, y el rostro cerrado de la
cólera
y aún más, examinad su abanico: no hay
párpados.
Hay una negra luz que nos mira sin ojos.

Padre de la Paloma, que con ella
desplegada en la luz llegaste al día,
recién fundada en su papel de rosa,
recién limpia de sangre y de rocío,
a la clara reunión de las banderas.

Paz o paloma, apostura radiante!

Círculo, reunión de lo terrestre!

Espiga pura entre las flechas rojas!
Súbita dirección de la esperanza!
Contigo estamos en el fondo revuelto
de la arcilla, y hoy en el duradero
metal de la esperanza.
“Es Picasso”,
dice la pescadora, atando plata,
y el nuevo otoño araña
el estandarte
del pastor: el cordero que recibe una hoja
del cielo en Vallauris,
y oye pasar los gremios a su colmena, cerca
del mar y su corona de cedro simultáneo.

Fuerte es nuestra medida cuando
arrojamos -amando al simple hombre-
tu brasa en la balanza, en la bandera.
No estaba en los designios del escorpión tu
rostro.
Quiso morder a veces y encontró tu cristal
desmedido,
tu lámpara bajo la tierra
y entonces?
Entonces por la orilla de la tierra crecemos,
hacia la otra orilla de la tierra crecernos.

Quien no escuche estos pasos oye tus pasos. Oye
desde la infinidad del tiempo este camino.
Ancha es la tierra. No está tu mano sola.
Ancha es la luz. Enciéndela sobre nosotros.

La paloma de la paz de Picasso, nació en Wroclaw, Polonia, 1948

La paloma de la paz de Picasso, nació en Wroclaw, Polonia, 1948

La paloma de la paz de Picasso, nació en Wroclaw, Polonia, 1948

La paloma de la paz de Picasso, y nuestro combate en la Europa del Este hoy.

Al observar las diferentes “Palomas por la paz” que Picasso diseñó para el Movimiento por la Paz hasta 1962, me doy cuenta de que la Paloma de la Paz es parte de mí, de nuestro patrimonio mental. Crecimos, los que nacimos de 1948 a 1989, con esta imagen enraizada en nuestra memoria, duplicada en los libros escolares, carteles, literatura infantil, sellos y postales (que las jóvenes generaciones internet no conocen, las colecciones de sellos jugaron un papel importante en la producción del imaginario, hasta nuestra generación, nacida en los años 70). Un símbolo tan familiar y un obvio que eclipsó totalmente la rama de olivo de la antigua Grecia. Incluso hoy, los habitantes de Wroclaw, a pesar de treinta años de fascinación ultraliberal de Polonia, están orgullosos de haber sido el centro del mundo intelectual y político en el Congreso Mundial de Intelectuales por la Paz, del 25 al 28 de agosto de 1948. Ellos están orgullosos de la estancia de tantos intelectuales prestigiosos en su ciudad y especialmente de la estancia de Pablo Picasso. Incluso, aunque el famoso diseño de la paloma realizado en las servilletas de papel del Hotel Monopol es ya un mito; es importante mencionar también que Picasso realizó y ofreció a la ciudad de Wroclaw un dibujo de la “Joven polaca”, que hoy en día se puede ver en el Museo Nacional de Varsovia, y se interesó en la cerámica y artesanía polacas. La ciudad de Wroclaw todavía estaba en ruinas, al igual que Varsovia y Gdansk, pero la idea del Congreso Mundial por la Paz, llevada a cabo por el intelectual comunista Jerzy Borejsza, trataba de internacionalizar Polonia, para resaltar el esfuerzo de los polacos en la reconstrucción de su país, para evitar la ruptura mundial de la Guerra Fría y, finalmente, para evitar que el mundo volviera a ser un terreno de caza aterrador para una nueva guerra cuyos pueblos pagarían el precio. El Congreso de Wroclaw fue un éxito a pesar de que no pudo detener la Guerra Fría dirigida por los estados poderosos que consagró la división del mundo intelectual entre los bloques del Este y del Oeste. El Congreso permitió la constitución del comité de preparación para el Congreso Mundial de Partidarios de la Paz, cuya paloma fue el símbolo y el lanzamiento del llamado de Stokholm contra la carrera armamentista atómica.

Yo crecí de 1971 a 1989 en una sociedad que todavía estaba atormentada por la guerra, entre películas de guerra para adultos y para niños, con el culto a los Héroes Resistentes, -fueran comunistas o no, el arte y el cine polaco de los años 70 y 80 exhibieron obras sobre la Insurrección de Varsovia, liderada por el Ejército Nacional, contra la URSS y contra los nazis-. El 1 de septiembre, el año escolar comenzaba con una “llamada”: una reunión de todos los niños en el patio de la escuela para conmemorar el 1 de septiembre de 1939: un homenaje a los muertos, un recordatorio del horror de la guerra y una sirena estridente y triste rasgando el aire sobre la escuela de nuestro vecindario. El 12 de octubre siguiente tendríamos que celebrar el “día del soldado polaco”, fecha de la primera batalla liderada por el ejército polaco en la URSS en Lenino; el 17 de enero, la liberación de Varsovia por el Ejército Rojo antes de encadenar el 8 de mayo y 22 de julio, Fiesta Nacional de la Polonia Popular que conmemoraba el comienzo de la Liberación de Polonia con el Comité Polaco de Liberación Nacional PKWN. En la escuela leíamos la literatura de la guerra: Zofia Nalkowska y su relato de los campos de concentración; el clásico “Popiol i Diament” (“Cenizas y diamantes”), de Jerzy Andrzejewski; los terribles poemas de Krzysztof Kamil Baczynski, joven estudiante del liceo Batory asesinado en la Insurrección de Varsovia, como tantos otros de esta generación de “Columbuses” (nombre basado en Cristóbal Colón, descubridores como él, porque descubrieron Polonia, la Polonia independiente. Término acuñado con éxito por el libro “Kolumbowie rocznik 20”, otro famoso libro de Roman Bratny sobre la Resistencia polaca) Sin mencionar los poemas del poeta comunista Wladyslaw Broniweski, de quien aprendíamos con el corazón su triste “Bagnet na bron” (“La bayoneta en tu arma”) a la edad de 12 años; y la canción desgarradora de Konstanty Ildefons Galczynski sobre “los soldados de Westerplatte que fueron directamente al cielo de “cuatro en cuatro”.

A veces la escuela nos pedía que escribiéramos re-dacciones, preguntando a nuestros abuelos sobre sus memorias de guerra. Recuerdo una redacción de éstas, en 1982, cuando tenía 11 años. Me vuelvo a ver haciendo las preguntas a mi abuelo Mieczyslaw Gronek, que se negaba a hablar sobre los horrores de la guerra cuando él era un partisano. Me cantó torpemente una canción de partisanos, para después decirme, con pudor, que todo aquello no era un juego, y en su lugar me contó una anécdota positiva: cómo habían escondido un cerdo en un sótano debajo del granero mientras los nazis confiscaban toda la comida a los campesinos. No fue hasta mucho después que supe que este escondite se usaba para salvar a los compatriotas judíos y fue sólo después de la muerte de mi abuelo cuando mi abuela habló de sus amigos judíos asesinados con toda la población de la ciudad de Tarnobrzeg. Me veo sentada en el regazo de mi querido abuelo, diciéndome que no puedo saber cómo me habría comportado en estos tiempos violentos de heroísmo extremo. En mi generación, rodeados de rock, consumo, drogas aquí y allá, “dinero y apariencia”, estábamos cansados por el recuerdo de la guerra.

Habíamos llegado felizmente a los años 1988-1989, los de la transformación “democrática”, convencidos de que al exigir la partida de las divisiones soviéticas de nuestro país, al promover la reunificación pacífica de Alemania, y al construir la “Casa Común de Europa” querida por Gorbachov; vamos a disfrutar por fin de la insolente prosperidad con la que Occidente, el otro bloque, se burlaba de nosotros. Teníamos sed de viajar, escribir y publicar, para hacer fotos y películas libremente sin pasar por las tijeras de los severos caballeros de la calle Mysia (Oficina de Censura). Ciertamente, a los 17 años, con mi bachillerato de la escuela secundaria Batory en la mano, y comenzando mis estudios de historia, ya había comprendido que Solidarnosc era un movimiento más bien conservador dirigido por personas bastante irresponsables; pero tenía fe en nuestra cultura patriótica y una fe en la “democracia” y la inteligencia colectiva del pueblo. No sabía que yo no estaba preparada para lo que me iba a pasar, a mí y a todo mi país: destrucción económica, desempleo, dislocación cultural, remodelación social y política por Occidente, prostitución masiva y pornografía, y la guerra, la verdadera guerra finalmente, con la destrucción de países enteros, hogares destruidos, mujeres y niños en las carreteras bajo las bombas, milicias de hombres sedientos de sangre, violaciones como arma de guerra, luego una “pseudo paz” desgarrada por negociaciones controladas por los poderosos ; los acuerdos de Dayton no tienen nada que ver con la Verdadera Paz de los Pueblos simbolizada por la Paloma de Picasso. Estoy hablando, por supuesto, de la guerra devastadora en Yugoslavia, pero también de las guerras en Georgia, Osetia, Abjasia, Ingusetia, Armenia, Chechenia, Moldavia, Tayikistán, Argelia y los horrores terroristas en Rusia y Francia (1995-96). Afganistán a lo lejos, pero el primer lugar de todas las manipulaciones por parte de la superpotencia estadounidense y todos los peores horrores contra la población civil.

La guerra en Yugoslavia nos dejó estupefactos, aturdidos e inmóviles. ¿Cómo admitir que un país que amamos y respetamos en el “bloque oriental”, por su indudable antifascismo, su política económica original y finalmente su independencia frente a los bloques puede desaparecer en tales convulsiones? Los europeos del Este estaban en silencio frente a este terror -excepto Tadeusz Mazowiecki, un ex primer ministro que intentó publicitar los abusos cometidos por las milicias sin demonizar a los serbios-. Tal vez ése era el objetivo, callarnos para siempre. Nunca más los intelectuales de Europa del Este desempeñaron ningún papel en la geopolítica de Europa. Por otra parte, ¿qué intelectuales? En mi generación, no somos más que disidentes proletarizados, exiliados en Occidente como migrantes, gerentes y funcionarios al servicio de Occidente, o precarizados en alguna ONG, pagada por Soros. Hoy sería imposible rehacer en Polonia un Congreso Mundial de Intelectuales para la Paz, ni en ningún país del Este, excepto en Rusia.

Habiendo sobrevivido a todo esto, equipada con mi feroz voluntad de sobrevivir al capitalismo y del viático “nunca más los malditos años 90”, me esfuerzo por reconstruir una izquierda, un proyecto comunista, una “Polonia Popular 2.0” como dicen mis amigos del KPP (Partido Comunista Polaco). Habiendo comprendido que ya no tenemos excusas para la desinformación, en la era de Internet; juré, como los militantes de la nueva izquierda yugoslava, que nunca dejaremos que los imperialistas occidentales manipulen a nuestros ciudadanos, metiendo armas en sus manos para matar a nuestro vecino. Nunca más las jóvenes Olga Sucic y Suada Dilberovic, asesinadas el 6 de abril de 1992 por francotiradores desconocidos e impunes en el puente sobre el Drina en Sarajevo, durante la manifestación de paz que habían organizado, el que fue el macabro inicio de la guerra en Bosnia. Es por todo esto por lo que entendí de inmediato qué era el “Maidan” ucraniano y corrí lo más rápido posible a Odessa cuando la masacre del 2 de mayo de 2014, para apoyar a las familias de las víctimas. Unir a activistas por la paz con mis amigos en Europa y evitar más masacres por parte de milicias fascistas. Luché con las armas de la paz contra las masacres perpetradas por los ejércitos de Kiev en Donbás y apoyé a todos los que pudieron visitar el Donbás y documentar lo que ocurría. Estas razones guían mi preocupación por la política de guerra de Washington, que busca explotar una vez más nuestra Europa Oriental herida junto al Medio Oriente devastado. Estoy luchando contra las bases de la OTAN, la presencia de las fuerzas armadas estadounidenses, de sus servicios secretos en Polonia, de la mano que tienen en nuestro Estado, nuestra diplomacia, el ejército y los servicios secretos polacos. Combato contra la represión y el encarcelamiento de mis camaradas comunistas del KPP, contra la destrucción de nuestra memoria popular, de los monumentos y cementerios soviéticos, contra la «rebautización» anticomunista de calles y lugares públicos. Me opongo a la entronización oficial de las milicias fascistas de NSZ como “héroes de la libertad” por la propaganda del gobierno actual. Pero la represión toma un giro más europeo: Mateusz Piskorski, político polaco que critica la sumisión de Polonia a los Estados Unidos, es perseguido por estas ideas y su actividad política pacífica y pasó 3 años en prisión sin juicio acusado de “espionaje pro ruso”. Los chalecos amarillos franceses fueron saqueados, mutilados, torturados por la policía francesa, encarcelados en masa por un poder judicial a instancias de los políticos. Una anciana y un joven fueron asesinados por la policía. Julian Assange, periodista y editor que publicó la evidencia de los crímenes de Estados Unidos, ha sido encarcelado durante años y corre el riesgo de ser deportado de Europa a Guantánamo en cualquier momento por los gobiernos de una burguesía europea sumisa y cómplice.

Los pueblos se levantan contra la injusticia, la guerra y la persecución, como en 1936, 1948. Pero necesitamos un Partido Comunista fuerte y una Nueva Internacional para tener éxito.

Monika Karbowska
Militante del KPP (Partido Comunista Polaco), y feminista.
Diplomada en Historia de las relaciones internacionales. Universidad de la Sorbona, Paris.
Activista internacionalista en el movimiento
“Otro mundo es posible”.