Astigarrabía

Astigarrabía

Astigarrabía.

“Lider de la huelga de marineros y ministro comunista.”

El sindicato mayoritario entre los pescadores de Pasaia, e impulsor de la huelga general que desembocó en la masacre de Ategorrieta, era un sindicato autónomo, “La Unión Marítima”, conocida popularmente como “La Unión”, que tenía como secretario a Juan Astigarrabía Andonegui, futuro ministro comunista del Gobierno vasco durante la guerra; y una clara predominancia comunista en la dirección, al igual que la tiene otro sindicato autónomo de San Sebastián, la FLSO (Federación Local de Sociedades Obreras), dirigida por el también comunista Jesús Larrañaga.

La huelga
El conflicto desatado por la reivindicación de las mejoras laborales de los marineros y pescadores, no se había resuelto, a pesar de varios intentos de mediación entre patronal y sindicato, facilitados por los alcaldes de San Sebastián, de Pasaia, y del propio ministro de industria de la República, Albornoz; sino que, por el contrario, se había agravado con la detención de algunos marineros participantes en piquetes.

Y los pescadores, su sindicato, sus familias, decidieron realizar una manifestación hasta San Sebastián, para mostrar su unidad, exigir la libertad de los detenidos, y entregar una nota recordando sus reivindicaciones al gobernador civil. La manifestación partió de Pasaia a las diez y media de la mañana, llegó hasta el alto de Miracruz donde fue detenida por soldados del regimiento Sicilia al mando de un capitán. Las mujeres y niños que encabezaban la manifestación transmitieron a los soldados su pretensión de solicitar la libertad para sus compañeros detenidos ante el gobernador civil, y les rogaron que les dejaran pasar.

Los soldados bajaron sus bayonetas, para que las mujeres, los niños, y después los hombres, se fueran filtrando entre la tropa, ante la inacción de los militares, y de esa manera la manifestación logró pasar, ovacionando a los soldados. Doscientos metros más adelante, junto al reloj de Ategorrieta les esperaba otro obstáculo; un retén de la Guardia Civil.

Su jefe comunicó a los manifestantes la prohibición de avanzar. A continuación, la Guardia Civil realizó dos toques de atención y una descarga al aire; tras la que, sin mediar más tiempo, descargó otra de fusilería contra los manifestantes.

El comunista Astigarrabía, presente en la manifestación, contará después que, al llegar al primer cordón, el de los soldados del regimiento Sicilia, y en el forcejeo final que se produjo hasta abrirse paso, los manifestantes decían a los soldados: “¿Es que vais a disparar contra el pueblo?”, y los soldados les respondieron mostrando sus cartucheras vacías. Estaban sin munición, así que por parte del ejército se trataba de una misión sólo de amedrentamiento.
Astigarrabía contaba cómo fue su participación en los acontecimientos previos a la sangrienta manifestación:
“Yo estaba en la cárcel con otros muchos comunistas, con los Zapirain, Lizarraga, casi todo el elenco comunista de San Sebastián, donde coincidimos con los aprehendidos en un intento de asalto al Gobierno Civil, enfrente del María Cristina, hecho por los republicanos y anarquistas sin contar con nadie, y entre los cuales estaba, precisamente, el que luego habría de ser un buen camarada y un excelente guerrillero, de Irún, como era Cristóbal Errandonea. Como decía, cuando vino la República, estábamos en la cárcel, allí captamos a Cristóbal, que era uno de los asaltantes al Gobierno Civil junto con el doctor Bago, el periodista Campoamor, y con algunos más. En la cárcel, Cristóbal se dio cuenta de la discriminación de que era objeto por parte de los intelectuales y se acercaba cada vez más a nosotros, y nosotros hicimos también nuestra labor de catequesis.

Así es que entró en la cárcel como republicano y salió como comunista, y buen comunista, por cierto. Al día siguiente de proclamarse la República fuimos liberados de la cárcel, y, enseguida, me encuentro con que los pescadores de Pasajes, los de altura, formaban un sindicato de cuatro mil asociados, compuesto por sus secciones de oficio, sección de maquinistas y fogoneros, patronos de pesca y costa, marineros rasos, rederos, etc. Quieren ir a la huelga. El secretario retribuido que tenían era Zugazagoita, que luego fue director de «El Socialista». Vienen a buscarme para que me ponga al frente del sindicato, y les digo yo: «¡Pero bueno!, si la mayoría de los elementos sindicados ahí son anarquistas. ¿Cómo es que buscan a un comunista?». Dicen: «no, es que tenemos confianza en ti y tú tienes experiencia en estas cosas».

Consulto con el partido y me dicen que tenía que hacerlo. A pesar de mi amplio bagaje marinero, porque había navegado por todos los mares durante ocho años en la Marina, el sindicato exigía que uno hubiera estado enrolado en un barco pesquero. Así que me enrolé en un barco pesquero e hice un viaje hasta Castro Urdiales. Al regreso ya había cumplido una de las estipulaciones básicas del reglamento. Les dije: «El día primero de mayo vamos a declarar la huelga». Y, efectivamente, el día primero de mayo, di la orden de declarar la huelga. Y todo el mundo la suscribió como un solo hombre. Hubo sus forcejeos, hubo algunas tonterías que hicieron algunos compañeros, como aquella de traer cargado un camión de redes, cordeles, estacas, etc., hasta el propio solar, al lado del sindicato, y darle fuego allí. Y les pregunté que por qué no lo han quemado allá cerca de Orio, donde lo habían capturado, y no traerlo cerca de aquí, en Pasaia, para comprometer al sindicato. Fui a Madrid, a una conferencia que había convocado el departamento de la Subdirección de Pesca, y vi que allí de lo que se trataba era, simplemente, de ganar tiempo a ver quién se cansaba primero. Debo decir que la rentabilidad de la pesca en aquel entonces era tremendamente superior a cualquier otra actividad, puesto que se amortizaban los barcos en seis u ocho viajes a los caladeros del Gran Sol. Nosotros pedíamos, entre otras cosas, un salario para los marineros de trescientas pesetas al mes, y un descanso, cuando se llegaba a tierra, de tantos días como domingos hubieran pasado en el mar los marinos. Ésas eran las reclamaciones básicas. Como esto no se resolvía, todo era una cuestión de aguantar la cosa. Así es que yo me desplacé a Madrid y entonces se aprovechó la ocasión para levantar una campaña contra mí, diciendo que se me habían ocupado talones del Banco de Barcelona y una serie de mentiras, alentadas por el gobierno. Cuando creyeron que habían creado la atmósfera suficiente, me dejaron libre, porque no había ningún cargo contra mí. Vi que toda aquella mojiganga de conferencias en el departamento de Pesca había sido hecha para sacarme a mí de Pasajes y, mientras tanto, maniobrar en el sentido de desmoralizar a la gente. Entonces cogí precipitadamente el Exprés y me presenté en Pasajes en el momento mismo que se estaba celebrando una asamblea de pescadores. Cuando llegué, todo el mundo se puso en pie a aplaudir, y dijeron: «¡Camarada no hay otra salida que la de aguantar todavía!» «Podemos aguantar y, además, estoy seguro que ganaremos, así es que ¡adelante!», dije yo. Y efectivamente, cuando vieron que la maniobra les había fallado, empezaron las conciliaciones. Largo Caballero, que era el Ministro de Trabajo, intervino en el asunto y les dijo: «Eso se arregla en cuanto Vds. echen a Astigarrabia de la Secretaría del Sindicato». Si la cuestión se resolvía simplemente con el hecho de que yo dimitiera de mi posición, les dije: «Aceptado». Entonces yo dimití. Y la cosa se arregló, además, con la condición de que se nombrara un secretario socialista. No quiero decir qué fue lo que hizo este secretario socialista, por no envenenar más la atmósfera, suficientemente envenenada en nuestro país. Ésta era la primera huelga, la primera huelga de la República. Porque fue catorce días después de proclamarse la República, cuando se realizó precisamente esta huelga de los pescadores de Pasajes.”

La confianza a la que se refiere Astigarrabía, la experiencia por la que le querían los pescadores, se la había ganado por su prestigio como organizador de huelgas; como cuenta él mismo:

“Precisamente mi primera actuación como agitador, más que como orador, fue en relación con la Papelera de Oarso. Yo trabajaba entonces de encofrador. Había regresado de Madrid, hasta donde había sido empujado por el acoso policíaco. De cada trabajo me expulsaban, cuando la policía se enteraba de dónde trabajaba, iban donde el patrón con amenazas y hacían que se me despidiera. Así me ocurrió, cuando trabajaba en ferrocarriles.
Trabajé en varios sitios, hasta de lavacoches, y de todos me despedían. En Madrid, donde trabajé, primero de cerrajero, y luego de carpintero encofrador, me sorprendió la crisis, la famosa crisis de los años 29, 30 y 31, y tuve que regresar a San Sebastián. En San Sebastián no había tanta crisis y entré a trabajar en la construcción de la Papelera de Oarso, donde trabajaban setecientos obreros. Había mucho malestar. Yo había sido nombrado por el Partido Comunista corresponsal de un semanario, que se editaba en Madrid, llamado «La Antorcha».

En el lugar de trabajo repartíamos «La Antorcha» y todos los manifiestos subversivos que se nos ocurrían en nuestras mentes un poco soñadoras, hasta que fui englobando alrededor de mí a una serie de elementos más o menos decididos que querían provocar una huelga. Después de una serie de citaciones y explicaciones, por fin, se logró una unanimidad y se declaró una huelga general contra la constructora más poderosa que había en Guipúzcoa, Antonio Mendizabal.

Era la última huelga, podríamos decir, del período de transición, de la defenestración de Primo de Rivera y la serie de gobiernos sucesivos interinos, que se produjeron después de la retirada de Primo de Rivera. La ganamos al cien por cien y entre otras cosas obtuvimos: una elevación de salarios del treinta y cinco por ciento, porque Guipúzcoa era el lugar, la provincia de España, que, en la construcción, tenía los salarios más bajos. Y la vida más cara, como consecuencia del manejo del Concierto Económico que excluía el derecho territorial, que era muy bajo, hoy inexistente, en beneficio de los patronos. En Vizcaya durante mucho tiempo no se aplicó el derecho territorial, y sin embargo, cargaba la mano sobre los productos de consumo de masas, sobre los productos importados de la misma España, salvo alguna preferencia que se daba a Navarra para sus vinos. Siendo la provincia donde los salarios eran más bajos y los precios más altos.

San Sebastián era una ciudad muy cara, y creo que sigue siéndolo, no era de extrañar que hubiera malestar en las masas obreras y que se nos presentara un amplio frente de actuación para la pequeña minoría, que nosotros representábamos. Así es que afincamos nuestra actividad, sobre todo, en la masa sindical organizada, en la Casa del Pueblo, que era la unión sindical que englobaba sindicatos de la U.G.T., sindicatos autónomos, etc. Y tal era nuestra actividad que en todos los Congresos conseguíamos vencer a los socialistas hasta que éstos decidieron escindir el movimiento sindical local y crear su propia sindical ugetista exclusivamente. A tenor de cierto prestigio que adquirí en la dirección de la huelga de Oarso, yo tenía bastante predicamento en toda esa zona de Pasajes Ancho, Rentería, Trincherpe, etc. Y con ocasión de que Calvo Sotelo, que estaba haciendo su propaganda bajo el slogan demagógico de «antes España roja que España rota», venía a hablar en San Sebastián en el frontón Urumea, se nos planteó a ver si podíamos hacer algo para impedir que Calvo Sotelo hablara en San Sebastián. Nos quedaban veinticuatro horas para poder montar algo que impidiera el acceso a la tribuna del Sr. Calvo Sotelo, y la verdad es que conseguimos paralizar toda la zona industrial del este de San Sebastián, desde Oyarzun hasta Herrera, incluyendo Pasajes de San Juan, Molinao, Rentería y Pasajes Ancho. Ante una situación en la que parecía que iba aumentando la peligrosidad y el sentido subversivo, el Sr. Aldasoro, que era el gobernador civil de Guipúzcoa en aquel momento, puso la situación en manos de la autoridad militar.

Se declaró el Estado de Guerra, y hubo transferencia de poder del gobernador civil a la del gobernador militar. Al socaire de este Estado de Guerra, se suspendió el mitin de Calvo Sotelo, conseguimos nuestro objetivo, y, naturalmente, debo decir que no nos acompañó nadie, nadie, ni siquiera en una declaración. Los socialistas parece que adujeron que era un movimiento desestabilizador de la República, de la recién nacida, y de todas las tonterías que decían alrededor de la República. Conseguimos nuestro objetivo, y aparecí en el panorama guipuzcoano, y, sobre todo, en los donostiarras, como una especie de especialista en huelgas.”

Biografía
Hemos leído las palabras de Astigarrabía sobre la huelga de los pescadores de Pasaia, sobre su experiencia sindical, su biografía completa es muy interesante.

Nacido en San Sebastián en 1901, Astigarrabía se crío en la calle Campanario de la Parte Vieja, cerca de la subida al castillo de Urgull. Cuando tenía cinco años falleció su madre, Valentina, y su padre, afectado por la tragedia, a la que se juntó una gran crisis de trabajo en la zona, emigró a Galicia para emplearse de remachador en los astilleros de Ferrol. Su padre, Gregorio, natural de Deva, era un hombre muy ligado al mar, pescador y patrón de costa entre Donostia y Bayonne, además de dominar algunos oficios de astillero, carpintero de ribera, remachador.

Astigarrabía no marchó con su padre y quedó en Donostia al cuidado de su abuela, pasando a vivir en la calle Euskalerría, también en la Parte Vieja. Hasta que a la edad de diez años marchó a Galicia para reunirse con su padre.

Le costó adaptarse a la nueva tierra, a la nueva familia que su padre había formado en Ferrol, con una madrastra y varios hermanastros, lo que afectó a su rendimiento escolar. A los quince años, para salir de su inadaptada situación de adolescente, decide enrolarse en la Marina. Primero en el Nautilus, que era un buque escuela, una corbeta de tres palos, un primor de barco, en el que estuvo enrolado dos años, adquiriendo conocimientos de marinería y náutica, llegando a ser cabo de mar.

Con ese barco hizo varios viajes a Canarias. Después pasó a estar enrolado en el Torpedero 41, y de ahí pasó a formar parte de la tripulación del acorazado España, como señalero, y timonel. En el España viajó a América en el cuatrocientos aniversario del descubrimiento del estrecho de Magallanes. Dobló el cabo de Hornos, y navegó por el Pacífico chileno. En el servicio militar de la Marina pasó ocho años, hasta sus veinticuatro, a mediados de los años veinte, que es cuando regresa a su ciudad natal, y donde, conmovido por la revolución rusa, se interesa por el comunismo, por sus ideas, por sus fundamentos filosóficos. En 1925 entra en el Partido Comunista de España, formando con algunos miembros escindidos de la juventud socialista, la Federación Vasco-Navarra.

Su experiencia directa, psíquica como dirá él, en el comunismo, comienza en San Sebastián, en los sindicatos. Como por orden directa de la Internacional Comunista todo comunista está obligado a pertenecer a algún sindicato, en San Sebastián se organizan en la FLSO, Federación Local de Sociedades Obreras, con sede en la calle Puerto de la Parte Vieja. Es la época de la dictadura de Primo de Rivera.

Reparten folletos, hojas subversivas, lo que provoca que tenga que vivir bajo una persecución continua, política y económica, es decir, con cárcel, y expulsión de los trabajos, por las amenazas de la policía hacia el patrón que lo hubiera contratado para que lo despidieran. Miembro de la dirección del PCE; en 1935 es el primer secretario general elegido para el recién fundado Partido Comunista de Euskadi.

Durante la guerra civil será el único ministro comunista en el Gobierno vasco del Lehendakari Aguirre, siendo Consejero de Obras Públicas. Tras la caída de Bilbao y en el análisis de las causas que se produce en las filas comunistas, se le reprocha haber sido demasiado complaciente con las tesis nacionalistas de entregar la gran industria bilbaina intacta al enemigo, en lugar de destruirla, por lo que su figura política se eclipsa. Tras la derrota republicana se exilia en Panamá, y finalmente en Cuba, tras la revolución, donde imparte clases de marxismo en la universidad.

Milguel Usabiaga: Director de Herri / Arquitecto, Escritor

Comunistas y el movimiento obrero donostiarra en los años 30

Comunistas y el movimiento obrero donostiarra en los años 30

Comunistas y el movimiento obrero donostiarra en los años 30

El grupo inicial de Donostia de la Federación Vasco-Navarra del Partido Comunista de España en 1927 estaba formado por 11 comunistas que se abocaron a la organización social y sindical: Juan Astigarrabia, Jesús Miguel, Rafael Marín, Ricardo Urondo, Pastor, Moriones, Félix Cuenca, Jesús Larrañaga y los hermanos Luis, Agustín y Sebastián Zapiraín.

Se convirtieron en cuadros sindicales de los sectores de madera, comercio, alimentación, artes gráficas, metal y construcción. Trabajaban en la Federación Local de Sociedades Obreras (FLSO) de San Sebastián que tenía su sede en el número 7 de la calle del Puerto en la Parte Vieja. En mayo de 1930 participaron en el Primero Mayo que había estado prohibido por la Dictadura de Primo de Rivera. El 5 de mayo tuvo lugar una huelga de peones y de los trabajadores de la empresa de vagones Múgica.

El 15 de mayo se pusieron en huelga los trabajadores del sector de la Madera que chocaron con las fuerzas de policía. El 18 de mayo la FLSO realizó una manifestación para pedir la libertad de los obreros detenidos que salió de la Plaza de Guipúzcoa, recorrió el Bulevar y llegó al gobierno civil en la Calle Oquendo. El 2 de setiembre la policía hirió a un trabajador de pescaderías al reprimir una manifestación de este sector. El herido murió y la FLSO convocó huelga general de 24 horas en protesta por este suceso. En esta agitación se ganó gran simpatía de las masas Jesús Larrañaga Churruca como me relató para mi investigación sobre Jesús, el camarada hoy fallecido Victorio Vicuña, conocido en la resistencia como “Julio Oria”: “Donde iba se hacía querer enseguida. En sus intervenciones improvisaba. Cogía el elemento sobre el cual estaba centrada la gente y sabia conectar con el sentimiento de la gente con una habilidad tremenda”.

Frontón Urumea
El 1 de mayo de 1931 el Partido Comunista realizó un mitin en el Frontón Urumea para incorporarse a la manifestación de la FLSO por el centro de la ciudad. Abrían la marcha 14 taxis con banderas republicanas, la Banda Municipal, la bandera de la FLSO y estandartes de varios gremios profesionales. Los comunistas cerraban el cortejo cantando la Internacional y dando vivas a Rusia. En el gobierno civil entregaron un pliego de 10 puntos correspondiente al programa del partido.

Los comunistas dirigieron la huelga de pescadores de Pasajes de mayo de 1931. Juan Astigarribia era el presidente del sindicato de pescadores. Estos trabajadores sufrían duras condiciones de explotación. Pedían un salario mensual de 300 pesetas, un descanso de tantos días como domingos hubieran pasado faenando en el mar y una jornada laboral de 14 y 15 horas. Los patronos se negaron a aceptar las demandas. El día 27, más de 2.000 manifestantes caminaron de Pasai San Pedro hacia Donostia. En la cabeza una pancarta decía: “Queremos pan para nuestros hijos”. A la cabeza iban los comunistas Juan Astigarribia, Jesús Larrañaga y Luis Zapirain. En el Alto de Miracruz un cordón de soldados del Regimiento de infantería les dejaron pasar. Pero en Ategorrieta una barrera de guardias civiles abrió fuego contra los manifestantes pacíficos. Hubo una decena de muertos y una treintena de heridos. El Comité de Huelga formado por miembros del PCE y de la CNT y de los pescadores de Pasaia y Donostia convocó huelga general.

Fuerzas militares irrumpieron en una taberna de Martutene donde se reunía dicho Comité y detuvo a 11 personas. Jesús Larrañaga y dos camaradas más lograron escaparse lanzándose por un terraplén. El gobernador militar proclamó el estado de guerra en toda Guipúzcoa. El Sindicato de Obreros Vascos ligado al nacionalismo católico y el PSOE se opusieron a la huelga. El dirigente anarquista Manuel Chiapuso me contó: “Fernando Sasiaín que en aquel momento era alcalde de San Sebastián me dijo en Bayona estando un día en el Gobierno vasco que más culpable que Astigarrabia fue Larrañaga porque le insistió a Astigarribia. Según parece Astigarribia tenía reservas para hacer esa marcha sobre San Sebastian y Larrañaga fue quien le empujó”. Esta versión confirma la opinión de dirigente audaz que de Jesús me dio su camarada Sebastián Zapirain: “así como era dinámico para la acción, arrojado, sin ningún temor de nada, en otro ángulo era un hombre que todo lo tomaba con sonrisa”. Era el líder más relevante de la clase obrera de Donostia y su comarca y en medio de los acontecimientos trágicos derivados de la sublevación fascista del 18 de julio de 1936 se convertiría en el líder comunista vasco más carismático y uno de los más heroicos del Partido Comunista de España.

Las elecciones a Cortes constituyentes realizadas el 28 de junio de 1931 en la que la lista del PCE en las que estaba el secretario del Partido José Bullejos, Juan Astigarribia y Jesús Larrañaga recibió 1.301 votos, pero la influencia que el Partido iba adquiriendo en las masas iba en ascenso entre la clase trabajadora y superaba ese número de votos.

En 1932 el PCE realizó en Donostia su Conferencia Sindical a escala de toda España. 350 delegados aprobaron constituir la Confederación General de Trabajo Unitario (CGTU). Los comunistas locales no descuidaron el trabajo de agitación social. Protagonizaron audaces acciones en la ciudad para llamar la atención de la condición de los obreros desempleados y pedir que se atendiesen sus demandas. En Donostia había censados 650 obreros parados y 6.990 en el conjunto de la provincia.
Zapirain me describió el carácter del trabajo que realizaba el Partido: “Nosotros éramos más socio-políticos que político-sociales. Nuestra lucha no era si somos un partido testimonial o un partido de carreras o una alternativa de poder. Lo nuestro era resolver los problemas sociales, la revolución social. A diferencia de otros partidos, el nuestro se asentaba mucho en los sindicatos. Hacíamos mucha vida social reivindicativa y no había comunista, sobre todo en Guipúzcoa, que no tuviese a su vez un cargo sindical”.

José Antonio Egido: Sociólogo

“Lucha Obrera”, ayer y hoy.

“Lucha Obrera”, ayer y hoy.

“Lucha Obrera”, ayer y hoy.

«Hablar de la lucha obrera es hablar de la columna vertebral del movimiento comunista, tanto en el plano ideológico como en la práctica cotidiana de las organizaciones comunistas de todos los países durante más de un siglo de historia del movimiento.»

Cerramos el año con un número de HERRI centrado en un tema que no podía ser más sugerente y motivador para nuestro equipo de redacción y para nuestros colaboradores habituales. Y estamos convencidos que igual de atractivo será para nuestros lectores habituales y para aquellos que os encontráis con esta publicación por primera vez.

Hablar de la lucha obrera es hablar de la columna vertebral del movimiento comunista, tanto en el plano ideológico como en la práctica cotidiana de las organizaciones comunistas de todos los países durante más de un siglo de historia del movimiento. Si bien en este número ante la limitación lógica de espacio, nos centramos en algunos destacados conflictos obreros que se han dado en este país en el último siglo, algunos más conocidos y otros menos, pero de los cuales aún quedan cosas por decir y estudiar, como comprobará el lector a lo largo de este nuevo número de HERRI.

Todos estos conflictos sobre los que se desarrollan los artículos de nuestra última publicación de este año 2022, han jugado un papel fundamental en el devenir de la clase obrera, aunque por distintas razones unos son enormemente populares y conocidos y otros tal vez no tanto. Esperamos hacer un poco de “justicia” en este sentido al abordar determinados conflictos que estuvieron más o menos olvidados durante un tiempo, o que al menos estuvieron a la sombra de los más populares. También somos conscientes de que el lector nos podrá reprochar que faltan otros que merecen ser tratados en una revista como esta. Sin duda no le faltará razón pero la realidad material, o mejor dicho, la falta de espacio obliga a hacer una selección que no pretende ser la mejor, pero sí acertada.
También esperamos que nuestra publicación sirva para arrojar algo de luz sobre algunas cuestiones en torno a algunos de estos conflictos obreros y sus protagonistas, puesto que en ocasiones la transmisión de lo que pasó o no pasó, o del papel que jugaron algunos de sus protagonistas individuales o colectivos no ha sido siempre fiel a lo ocurrido y en no pocas ocasiones se han utilizado las diferentes interpretaciones o lecturas que de unos mismos hechos se pueden hacer, para utilizar políticamente los mismos.

En cualquier caso, para una publicación del Partido Comunista es como decíamos, un auténtico placer traer a la letra impresa algunos de los conflictos protagonistas de la historia del movimiento obrero vasco navarro del que hemos sido y somos parte protagonista de nuestro nacimiento, y que supone la sabia de la que nos nutrimos cada día en nuestras convicciones y ocupaciones políticas. Y como siempre solemos insistir, no se trata sólo de conocer nuestra historia, la historia del movimiento obrero, la historia de la lucha de clases, que también. Se trata de conocerla como parte de lo que somos y hacemos, para mantener la conciencia colectiva de ser clase trabajadora y para extraer aprendizajes que sean útiles en la lucha actual.

Mientras cerramos este número se dan numerosos conflictos obreros en nuestro país, desde las masivas huelgas del metal en Bizkaia o la lucha general de los sindicatos de clase por la subida de salarios ante una inflación desbocada provocada por los beneficios empresariales, a decenas de conflictos en pequeñas empresas o en contratas de servicios públicos externalizados. En este último caso destacan de manera especial las grandes olvidadas de la lucha obrera, las mujeres, protagonistas del conflicto de la limpieza de Osakidetza y de edificios públicos de varios ayuntamientos, del servicio de ayuda a domicilio, de las residencias de mayores y de varios conflictos importantes.

En todos estos conflictos que deben encontrar nuestro apoyo y solidaridad de clase, están presentes de alguna manera los protagonistas del 3 de Marzo, de la matanza de Ategorrieta, de la huelga de mujeres en Pamplona en los años cincuenta o de los obreros de las grandes luchas en la ría de Bilbao. Al igual que ayer, sólo podemos hoy acabar esta editorial diciendo

Gora langileon borroka.

Jon Hernández: Secretario General
del Partido Comunista de Euskadi

Mesa redonda sobre ¡Cava y Calla!

Mesa redonda sobre ¡Cava y Calla!

Mesa redonda sobre ¡Cava y Calla!

“La persistencia en conseguir un mundo mejor y la capacidad de afrontar retos, resistencias y
derrotas aplicando la consigna de ¡Cava y calla! .

Génesis de la obra:
Pepe Gálvez: Lo más natural al empezar a hablar de una obra es explicar ¿por qué y cómo nace?. En este caso como se trata de la biografía de una persona, de Marcelo Usabiaga, creo que lo que toca es que Manel y Sento expliquéis como lo conocisteis y la huella que os dejó ese conocimiento.

Manel Granell: Conocimos a Marcelo en 2009 en la presentación del libro de Luis Vilar-Sancho, “Cuando Valencia fue capital de la República”. Luis tenía a un lado a un antiguo combatiente de la guerra civil, requeté, al otro lado estaba Marcelo Usabiaga, combatiente también, comunista. Ambos tenían 95 años.
Tras la presentación, rodeamos a Marcelo que comenzó a contar cosas de su vida. Quedamos fascinados y le citamos para cenar con él al día siguiente. En aquella cena nos cautivó la personalidad, la bondad y la fidelidad a un ideal que marcó toda su vida de luchador antifascista. Le invitamos a que volviese a Valencia meses más tarde a nuestra tertulia republicana y allí siguió contándonos su azarosa e impresionante vida. Tras su muerte en 2015 la tertulia lleva su nombre.

Pepe: ¿Y como surgió la idea de realizar la novela gráfica?
Manel: Pues fue una idea de su hijo Miguel que acababa de publicar La joven guardia, extenso relato de las vivencias y recuerdos de su padre y pensó que se podía realizar una novela gráfica sobre dicho libro. Le sugirió dibujar el cómic a Sento Llobell, miembro de la tertulia. Sento estaba inmerso en un amplio proyecto y me propuso que fuera yo el dibujante, con él asesorando, corrigiendo y aportando su gran experiencia en el terreno del cómic.
Faltaba un elemento fundamental, realizar el guión. Hablando con mi cuñado Juanjo López me comentó que era amigo de un guionista que vivía en Barcelona. Ambos, siendo estudiantes en Valencia habían sido detenidos y torturados en la caída del PCPV de 1971.

Pepe: Ahí entro yo, que en cuanto Juanjo me explica de que va, me apunto al proyecto como guionista. En mi caso el conocimiento de Marcelo, lo hago a través de lo que me explicáis vosotros y de la lectura de los libros de Miguel sobre su padre .

Una consigna por título

Manel Granell: Y luego tuvimos una reunión en Zaragoza de los implicados en la obra. Miguel acudió desde San Sebastián, Pepe desde Barcelona y Sento y yo desde Valencia. Allí se fijaron las coordenadas, apartados, concepto….incluso surgió el título: ¡Cava y calla!, una frase que acompañó a Marcelo toda su vida, nos pareció perfecta y contundente como título de la obra.
Sento Llobel: – Hay personas que tienen una fe total en sus convicciones, Marcelo era una de ellas. Parecen no dudar nunca de sus obligaciones con los demás y con su conciencia. Su vida da buena muestra de ello. “Cava y Calla” era su íntima consigna vital.
Pepe: Y además tenía una gran virtud como título, la de llamar la atención, la de interpelar a la potencial mirada lectora sobre el contenido del libro. El caso es que después ya entramos en la fase de documentación, esa que está oculta pero sobre la que se sostiene el relato.

La documentación

Manel: El trabajo de documentación, para mí, es fundamental. Hay que intentar que el lector se sitúe cómodamente en la acción y el momento que estás narrando. Sin llegar a ser obsesivo, que puede desvirtuar la lectura, había, creo, que recrear lo que pudo ser aquello que vivió Marcelo.
Los escenarios de los diferentes lugares en los que transcurre ¡Cava y calla! son “reales”, al menos “creíbles” así como las armas, vehículos, ropajes… Por eso meses más tarde, acompañados por la fotógrafa Mayte Piera viajamos a Euskadi a recorrer con Miguel escenarios de la vida de Marcelo, Irún, Pikoketa, Arrona….

Pepe: Se trataba de hacer una especie de inmersión en la realidad que vivió Marcelo, de conocerla y hacerla un poco nuestra para después poder recrearla después con credibilidad. De hecho, en una obra como ésta que quiere reflejar una realidad social, geográfica y temporal determinada, la documentación no es algo que se limita a una fase previa sino que aparece continuamente, sobre todo para el dibujante.

Sento: Creo que si estás dibujando no puedes pretender un realismo total, yo no puedo ni quiero. Para mí es la expresividad inherente al dibujo, la “opinión gráfica” lo que me interesa. Partiendo de esa base lo que siempre busco es una mera verosimilitud cuando pienso en la documentación y ritmo entre imagen y texto cuando pienso en narración. Seamos conscientes de que en una novela gráfica es todo artificio (arte). De estas cosas hablábamos Manel y yo, cuando la documentación excesiva trataba de bloquearnos.

Pepe: El viaje a Euskadi nos vino muy bien también en otro aspecto muy importante, el de formar equipo, porque íbamos a hacer una obra a seis manos. Además no sólo era la primera vez que trabajaríamos juntos, sino que lo haríamos desde la distancia, yo en Barcelona ellos en Valencia-Sagunto.

La realización

Pepe: Hablemos ahora de la realización,. A diferencia de cuando se trata de una obra de ficción, en esta ocasión no teníamos que inventar nada, sino seleccionar los diferentes momentos significativos de la vida de Marcelo que queríamos que aparecieran en el libro,. A partir de ahí y sobre la base de lo escrito por Miguel en La joven guardia, y en otros libros, me puse a convertirlos en propuestas de secuencias gráficas, con sus correspondientes diálogos, que enviaba a Manel y Sento, muchas veces acompañadas de documentación gráfica. Y muchas veces mis guiones eran enriquecidos por sus aportaciones.

Manel: En cuanto al sistema de trabajo, podríamos decir, que ha sido tradicional por mi parte, papel, grafito, tinta…
Incluso renuncié a las tramas tras algunas pruebas. El ordenador solo se ha utilizado para colocar los bocadillos y los textos de apoyo. He querido que la obra tuviera un aspecto de realismo.
La labor de Sento ha sido fundamental, podemos decir que sin él no habría ¡Cava y calla!. Todos los bocetos pasaban por su mano. Opinaba y sugería cambios y correcciones. Incluso realizaba unos sencillos esquemas a partir de los guiones de Pepe.

Sento: Manel es tradicional en sus formas de expresión.

Al final ha logrado que su trabajo se redujera a una pelea solo entre el blanco y el negro. Una actitud radical sin concesiones a los medios tonos ni al color que yo le sugería al principio.
Mi amigo es un trabajador responsable que ha cumplido siempre los plazos estrictamente. Yo me he limitado a ayudarle puntualmente, dada mi mayor experiencia en esto de las narraciones gráficas

Implicación

Pepe: No sé vosotros pero el escribir el guión y revivir las experiencias de Marcelo hace que de alguna manera las sienta mías y me afecten como si fueran cercanas, aunque sean extrañas a lo que hoy vivimos. No deja de impresionar esa vecindad continua con la muerte en plena juventud, y al mismo tiempo ese intento continuo de construir vida, de amar y de ser amado.

Manel: Sin duda la parte del libro que más me ha impacto es lo sucedido en Pikoketa. He intentado reflejar el dramatismo, lo tremendo de estos hechos, el fusilamiento despiadado de un grupo de jóvenes.
Los fusilamientos de Paterna, las torturas de Melitón Manzanas, la detención en la estación de Valencia son otros momentos que personalmente me han motivado mucho.
Sento: Una vida intensa como ésta, me hace pensar también en los momentos intermedios, esos que parecen no tener acción dramática, los silencios en la celda, el momento de espera a la inmediata tortura, que sabes que va a venir. Esos momentos de no acción también deberíamos reflejarlos en las páginas. Quizás en un próximo libro.

Pepe: Lo que planteas me parece muy sugerente, como dices quizás en un próximo libro.

Memoria y viñetas

Pepe: ¿Qué os parece que puede aportar este libro a la recuperación de la memoria democrática de nuestra sociedad?

Manel: Creo que el cómic tiene una importancia enorme en la recuperación de la memoria democrática. Durante décadas miles de voces no se han podido escuchar o se han escuchado en voz muy baja. El desconocimiento general de nuestra historia reciente es impresionante. Gracias a los tebeos parte de aquellas voces se están empezando a oír.

¿Cuánta gente, joven y no tan joven ha sabido que republicanos españoles han luchado contra el nazismo?

¿Qué un hombre de Borriana, Amado Granell, fue el primero en entrar en París para liberarlo? Gracias a la obra del popularísimo Paco Roca cosas así se están sabiendo. Y descubrir estas cosas hace que la gente se interese por otros temas similares descubriendo un mundo hasta ahora tapado. Afortunadamente se están publicando obras con esta temática que ya es casi un género dentro del mundo del cómic.

Sento: Cuando los tebeos pasaron, de ser un producto destinado solo a un público infantil y juvenil, para convertirse en libros para adultos, los temas cambiaron mucho. Primero las narraciones para adultos eran historias sicalípticas, eróticas, porno, etc… sencillamente cosas prohibidas a los menores. Con el tiempo se ha ido normalizando la temática para adultos y cada día es más parecido a los géneros que encontramos en literatura o cine. Las mal intencionadas mentiras que el régimen de la dictadura franquista vertió sobre la denominada guerra civil española nos impulsa a muchos autores a compensar, la vil propaganda que se difundió en su tiempo, con historias verídicas que en muchos casos hemos oído de nuestros padres y abuelos. Hay que lograr revertir las mentiras y cambiarlas por los datos que los historiadores y los protagonistas han aportado a este tema.

Manel: ¡Cava y calla! aporta un grano de arena en esta recuperación. Lo veo en las presentaciones que hacemos en librerías y centros culturales y cívicos.
Gente que se sorprende con la vida intensa y dramática de Marcelo. Que se sorprende de que le hayamos conocido, de que sea real.
Pero lo fundamental es cuando muestran interés y quieren saber más. Se dan cuenta de que hay muchas vidas y momentos por descubrir y que son historias apasionantes, crueles, tremendas y próximas.
La esperanza de que ¡Cava y calla! sea un acicate para indagar y conocer más es, en definitiva, lo que nos mueve.

Sento: Estoy de acuerdo contigo, Manel. Me sorprende la incultura ilimitada de mis conciudadanos, sobre la historia pero también en otros muchos temas.
Ver concursos de cultura general en la tele es muy triste, sobre todo porque ya no existe la vergüenza de ser inculto.
En 1995 estuve trabajando un tiempo en una empresa publicitaria en EEUU. Un día llegó un alto ejecutivo (de los que cobraban sueldos astronómicos) y me dijo que una empresa quería lanzar unas nuevas pizzas con nombres de generales romanos como, Julio Cesar o Napoleón. Lo dijo sin despeinarse y cuando le informamos de que Napoleón no era romano sino francés no mostró la más mínima vergüenza y se fue a seguir ganando dinero. Me sorprendió aquel desprecio radical por la cultura, que yo creía que no existía en España.
Pero hoy el orgullo de ser inculto ya está aquí. ¡Menos mal que no todo el mundo es así!
La lucha contra la desmemoria histórica es necesaria, es básica para cambiar poco a poco el país… creo que tenemos que seguir cavando y cavando y cavando… como aconsejaba Marcelo Usabiaga.

Pepe: Es que según mi opinión esta sociedad ha sido sometida a un desmemoria programada. Desmemoria de lo vivido por una parte de la sociedad. Desmemoria de la razón de los derrotados en la guerra de España del 36-39, de los que sufrieron la feroz represión posterior que se prolongó durante cuarenta años de dictadura y de los que construyeron la democracia en las fábricas, universidades, barrios… Y sobre esa desmemoria crece la extrema derecha y el peligro de involuciones antidemocráticas. Por eso estoy plenamente de acuerdo con lo que planteáis, tanto sobre la necesidad de recuperar la memoria democrática como de la utilidad del cómic para ello. Sólo añadiré un aspecto que me merece la pena destacarse, la importancia de referentes personales positivos frente a la consigna “cuñadista” de todos son iguales. Así, la trayectoria vital de Marcelo nos comunica la importancia de la coherencia, de los valores que practicó, la persistencia en conseguir un mundo mejor y la capacidad de afrontar retos, resistencias y derrotas aplicando la consigna de ¡Cava y calla! .

La vida del Che a cuchillo

La vida del Che a cuchillo

La vida del Che a cuchillo.

 ““Uno de los cometidos del comic es el de crear los grandes mitos contemporáneos” Hugo Pratt.

Admitiendo como válida esta sentencia del gran dibujante de comics Hugo Pratt, parece que uno de los personajes que mejor encarnan este potencial de creación del mito, es Che Guevara, el hombre, el guerrillero, el idealista. Uno de los iconos principales del siglo XX. Y entre los varias obras en este formato de novela gráfica, donde convergen el icono real con la fábrica de mitos, sobresale uno, el comic realizado en Argentina, en 1967, a escasos meses de la muerte del Che, por Héctor Oesterheld como guionista, junto a Alberto Breccia y su hijo Enrique Breccia, como dibujantes, con el título “Vida del Che”. Su historia ilustra el miedo del gobierno de la dictadura argentina a la capacidad subversiva de esta obra, de la imagen del Che.

Alberto Breccia se encargó de ilustrar la parte más documentada de la historia, la que abarca desde el nacimiento de Ernesto hasta su partida al Congo. Y Enrique Breccia se ocupó de ilustrar “el libro del Che en Bolivia”. En la primera parte, la narración transcurre en tercera persona, mientras que en la parte que dibujó Enrique, “habla” el Che, en primera persona, ya que está basada en su Diario.
Contar con dos dibujantes distintos para una obra única, pudiera parecer un problema, pero no lo fue en absoluto. Al contrario, como había imaginado Héctor Oesterheld, las partes de cada uno, la de Alberto y la de Enrique, irían intercaladas, y era necesario que el estilo de dibujo fuera absolutamente diferente para ayudar al lector a distinguir -también desde lo gráfico-, las distintas etapas por las que pasaba el personaje. Héctor escribió dos guiones de 35 páginas, cada uno por separado, uno para Alberto y otro para Enrique. Eran guiones muy simples donde sólo figuraban los diálogos, pero sin las habituales “descripciones gráficas” de toda historieta, para dejar a los dibujantes entera libertad de creación.

El estilo usado por Alberto fue más tradicional y descriptivo, mientras el de su hijo Enrique más expresionista, para lo cual aprovechó la xilografía, que se distingue por los contrastes violentos hechos en blanco y negro puros, sin la utilización de grises. Ese “estilo” se prestaba más a la violencia del combate y a la creciente oscuridad de la historia a medida que ésta se acercaba a la muerte.
Enrique Breccia comentaba cómo fue de entregado y militante su trabajo:
“No gané ni un mango por mis 35 páginas, porque para lograr el efecto de grabado en madera dibujaba sobre una cartulina enyesada de tres milímetros de espesor. Casi sin usar el lápiz, ponía la tinta china negra con un pincel grueso y luego raspaba con la punta de un cuchillo. Eran cartulinas inglesas que costaban mucho y lo que me pagaban por página era menos de la mitad de lo que me salía cada hoja”.
Y reflejaba así su trabajo para dibujar las horas finales del Che en Bolivia, cuando es herido, capturado y luego asesinado:

“La única documentación que teníamos era un ejemplar del diario cubano Gramma. Fue muy útil para mi viejo que debía dibujar lugares y personajes reales, pero a mí no me sirvió, porque la cara de Guevara es muy sencilla de dibujar, y todo el resto era selva, fuego y furia.

Fueron tres meses de trabajo continuo, de pura adrenalina y discusiones frecuentes. Hector protestaba porque yo hacía demasiado feos a los campesinos bolivianos (embrutecidos era la palabra que usaba) y yo le respondía que no estaba dibujando un western donde todos son lindos. Pero además le dije que lo hacía deliberadamente después de enterarme de que en 10 meses de campaña no se había sumado ni un solo campesino a su columna. “¡Estás volviéndote loco! ¿quién te creés que sos, el reclutador de Guevara?”, contestaba Hector enfurecido. Por supuesto tenía razón. Sin darme cuenta me estaba dejando “ganar” más y más por el personaje a medida que avanzaba el trabajo. No sólo porque tenía 21 años y aquellos eran tiempos de mucha ebullición política, sino porque ideológicamente hablando, me definía como peronista, pero hacía poco que había dejado Tacuara y en el momento de hacer el Che estaba en la Federación Gráfica Bonaerense, el “luche y vuelve” y todo eso: yo era un “guiso” político con patas.

Lo que Hector más admiraba en Guevara era su compromiso y coherencia políticas, y por la pasión que ponía al escribir el guión eso era evidente. Me decía: “quiero que haya poesía en los combates”, y sin duda logró lo que se proponía. Además admiraba al Che como escritor. Afirmaba convencido que el “diario del Che en Bolivia” era una obra maestra.
Ya pasaron 50 años, y sin embargo recuerdo con toda nitidez cada día de trabajo y cada charla, porque a medida que avanzaba me comprometía más con el personaje, las imágenes -sin proponérmelo porque el apuro no dejaba tiempo para reflexiones intelectuales…–, se hacían más y más extremas en términos gráficos, y hoy me parece que no fue casual que usara un cuchillo para dibujarlas.

Por otro lado, la mayor preocupación del editor Carlos Pérez era que la diferencia de estilos hiciera incomprensible la historia, pero nosotros tres terminamos convenciéndolo de lo contrario y luego el éxito de ventas nos dio la razón. Jorge Álvarez, el otro socio editor, le dijo a Héctor que, dadas las circunstancias políticas del país, le parecía más prudente para él que su nombre no apareciera, pero Hector se negó rotundamente. No recuerdo cual fue la posición de mi padre, pero a mí me gustó la postura de Héctor, y dejándome llevar por la desmesura -que mi juventud explica pero no disculpa-, le pedí a Álvarez firmar una por una mis 35 páginas porque estaba orgullosísimo de mi laburo, pero él se negó diciéndome con sensatez que bastaba con nuestros nombres en la tapa. En realidad lo que pasaba era que yo no lo consideraba un simple “trabajo”, tanto es así que luego de eso ninguna otra historieta logró que me sintiera tan profunda y totalmente involucrado en todo sentido, y no hubo otro trabajo que dejara en mí una huella indeleble, que no se atenuó ni un poco en medio siglo.

Apenas la edición apareció en los quioscos, el diario La Nación publicó un editorial titulado “Confusión”, donde advertía sobre los peligros de la captación ideológica. Es curioso que un diario conservador viera con claridad lo que los editores de historietas no veían: el potencial de penetración masiva del género como vehículo de difusión de ideas. La Nación en su editorial advertía directamente sobre “el peligro” de la existencia de una historieta sobre un personaje revolucionario como el Che. Vida del Che salió a la venta en enero de 1968, y apenas unos meses más tarde el ejército allanó la editorial, secuestró todos los originales y nunca supimos qué fue de ellos. Al aparecer los destruyó. Aunque un tiempo después, un alto directivo de la Editorial Atlántida que era amigo de Guillermo Borda, ministro del interior del dictador militar Onganía, me aseguró que ese funcionario tenía enmarcada en su casa una página mía de dos cuadros, en la que el Che le ordena a su verdugo que dispare. ”Sin embargo, a pesar de la destrucción de los militares, el comic pudo resucitar. Enrique Breccia salvó y conservó los originales propios, los del trabajo de los autores. Con la vuelta de la democracia y a 20 años de su lanzamiento, la historieta tuvo una reedición de lujo. Hubo también otras reediciones, y una de las más conocidas fue lanzada en 2008 con el nombre de “Che, vida de Ernesto Che Guevara”.

Héctor fue uno de los miles de desaparecidos por la dictadura argentina; seguramente su labor de guionista del comic sobre el Che, tuvo su importancia, aunque parece que la principal razón de su asesinato fue su militancia en Montoneros.

Hector Oesterheld había pasado a la clandestinidad a finales de 1976, desde donde finalizó el guion de El Eternauta II. El 27 de abril de 1977 fue secuestrado por las fuerzas armadas en La Plata. Ya habían sido secuestradas y asesinadas sus cuatro hijas: Diana de 24 años, Beatriz de 19, Estela de 25 y Marina de 18. Dos de ellas, Marina y Estela, estaban embarazadas. Se convirtió en uno de los miles de desaparecidos durante la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional. También desaparecieron tres de sus yernos. Suele asegurarse que su desaparición se debió al malestar que producía a los militares la crítica social presente en toda su obra, su biografía del Che Guevara, al alto compromiso político de la última parte de El Eternauta, a su militancia en Montoneros o a una combinación de todos estos motivos, pero las causas reales se desconocen, ya que la dictadura militar no celebraba juicios ni guardaba registros de tales operaciones. De su paso por centros clandestinos de detención como el llamado «El Vesubio» entre noviembre de 1977 y enero de 1978 han quedado testimonios:

“Su estado era terrible. Permanecimos juntos mucho tiempo. […] Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de Héctor se refiere a la Nochebuena del 77. Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y para fumar un cigarrillo. Y nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces Héctor dijo que por ser el más viejo de todos los presos, quería saludar uno por uno a todos los presos que estábamos allí. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos. Héctor Oesterheld tenía sesenta años cuando sucedieron estos hechos. Su estado físico era muy, muy penoso”.
Eduardo Arias.

También estuvo detenido en los centros clandestino llamado “El Sheraton”. No se conocen a ciencia cierta las circunstancias ni la fecha precisa de la muerte de Oesterheld, aunque se supone que tuvo lugar en 1978.