El viento se levanta

El viento se levanta

El viento se levanta

“Entrevista a David Pestieau, vicepresidente del PTB ”.

Entrevista a David Pestieau, vicepresidente del PTB, realizada por LVSL (Le Vent Se Lève): El PTB aparece últimamente como una importante fuerza política en Bélgica. Sin embargo, este crecimiento se basa en un trabajo desde hace años, que realmente comenzó en 2008, cuando el PTB adopta una especie de cambio estratégico. Ya no habla directamente de clase obrera, sino de “gente”, con el lema “La gente antes que los beneficios”. A menudo se critica a los partidos populistas en Europa por abandonar el análisis de clase en favor de las llamadas “nuevas lateralidades”.

¿Cómo ve la relación entre la reconfiguración de vuestro discurso y el mantenimiento de un esquema intelectual de lucha de clases?

David Pestieau. No hemos abandonado el análisis de clase: si se leen los documentos de nuestro Congreso de Renovación en 2008 y del Congreso de Solidaridad de 2015, se puede observar que la clase obrera está en el centro de la reflexión. La clase obrera para nosotros es la clase de todas aquellas personas que venden su mano de obra para poder vivir: en Bélgica hay 4 millones de personas asalariadas. Por supuesto, la situación no es la misma que hace 50 años. Sin embargo, en cierto modo, aunque pueda resultar chocante a algunos, la clase obrera es aún más grande que antes, más diversa y más dispersa. Ya no se trata sólo de las grandes empresas del pasado. Hoy en día hablamos de grandes cadenas productivas con subcontratas y subcontratas de las subcontratas, con lo que existe una mayor interdependencia entre las empresas y un mayor fraccionamiento de los grupos de trabajo. Fundamentalmente, la contradicción entre el capital y el trabajo sigue ahí, pero es menos visible, está menos concentrada. Desde este punto de vista, nos definimos como partido marxista y partimos del análisis de clase. La clave para el trabajo de la izquierda radical es cómo dar una nueva conciencia de clase a los trabajadores, dispersos e inseguros. Una enorme labor. No estamos de acuerdo con la idea de que las clases hayan desaparecido en un magma llamado “pueblo”. Por otro lado, estamos de acuerdo en que la clase obrera no es consciente de que forma parte de una clase o de que puede cambiar la sociedad. Por lo tanto, la clave es recuperar, concienciar, movilizar y organizar a esta clase trabajadora. Debemos inventar palabras que nos coloquen de nuevo en esa contradicción. Cuando elegimos el eslogan “La gente antes que los beneficios”, ponemos a “la gente” en el centro, pero sobre todo destacamos la contradicción con el beneficio. Nuestro trabajo en los últimos años ha sido combinar una comunicación que permita llegar a todo el mundo, para evitar el lenguaje para los entendidos, para ser comprensibles, y por otro lado no limitarnos a las consignas: queremos hacer pensar a la gente, ir más allá. Caminamos en la dirección de un partido marxista moderno, que está tratando de ver cómo es posible reanudar la lucha por la reconquista de la hegemonía cultural de ciertos conceptos, palabras y conciencias en pleno siglo XXI, cuando las fuerzas de la izquierda están a la defensiva.

LVSL: ¿Cómo manejan la contradicción entre el renacimiento de los conceptos marxistas que pueden haber sido abandonados y la afirmación de la modernidad política?

David Pestieau. Nos dimos cuenta de que no éramos lo suficientemente escuchados, a pesar de que planteábamos análisis serios y profundos de la crisis del sistema capitalista. En especial, estudiamos cómo llevar a cabo acciones sociales que involucrasen a miles de personas, y la manera de lanzar nuestro mensaje. Antes, llevábamos un conjunto de ideas, conceptos, que lanzábamos sobre la gente, en lugar de tratar de presentar estas ideas al ritmo al que podían ser digeridas. Tenemos un mensaje, un trasfondo, un análisis global; y en cada etapa, en cada período, tratamos de ver qué podemos poner en la agenda política, qué temas impulsarán el debate en cada contexto específico. (..) También invertimos mucho tiempo en consultar a la gente, para averiguar qué les preocupa. Si hablamos de cosas que no les preocupan, podemos seguir hablando todo lo que queramos, que no funcionará. Hay que empezar con las cosas que les preocupan, y luego ampliar el alcance.

LVSL: Habéis establecido un sistema para el pago de dietas a los cargos públicos del PTB, que cobran el salario medio belga. ¿Qué importancia tiene ese sistema para vosotros? ¿Es una cuestión de estrategia política?

David Pestieau. Ante todo, responde a nuestra visión de la sociedad y nuestra ideología. Nuestra idea del activismo es que, si no vives como piensas, terminas pensando como vives. Si ganas 6.000 o 10.000 euros al mes, que es el salario de un diputado o de un ministro, pierdes tu conexión con la realidad. Antes de entrar en el plató de TV, tienes que preguntar al chofer cuánto cuesta la barra de pan. (..) Esta ruptura entre la clase política y la población es enorme. Para afirmar que representamos a los trabajadores y a la gente, debemos seguir viviendo como todos los demás. Hay que vivir en barrios populares, tener el mismo salario y poder sentir las mismas cosas. (..) Todos nuestros cargos públicos viven con salarios de trabajador medio, lo que también permite al partido tener un cierto grado de independencia financiera ya que el excedente se devuelve a las arcas del partido. No queremos depender totalmente de las dotaciones públicas, que comenzamos a recibir desde hace tres años. Yo no soy un cargo público, soy un liberado del PTB. Y se me aplica el mismo principio: gano un salario medio y vivo en un barrio obrero.

LVSL: Su figura, Raoul Hedebouw, no es el presidente del partido, “sólo” uno de sus portavoces. ¿Qué revela esto sobre su análisis del problema del Cesarismo en la política?

David Pestieau. Debido a nuestra tradición colectiva, nos enfrentamos a un problema: los medios de comunicación y el espacio político están ocupados por personalidades, por personas a las que se promociona. Intentamos destacar regularmente al PTB como colectivo. Pero ahora sabemos que eso no funciona si no se apuesta por dar a conocer a algunas personas. En 2005, decidimos popularizar a dos personas: al presidente del partido Peter Mertens, principalmente en la zona de habla holandesa, y al portavoz nacional del partido, Raoul Hedebouw, principalmente en la zona de habla francesa. Por eso decidimos “jugar el juego” y concentrar la comunicación, al menos inicialmente, en estas personas. Pero siempre con la idea de que representen la palabra del colectivo. Así, las grandes orientaciones que nuestros portavoces transmiten a los medios de comunicación son discusiones colectivas. (..) Estamos absolutamente en desacuerdo con cualquier tipo de cesarismo o con la idea del hombre providencial. Especialmente porque es algo ajeno a lo que defendemos como visión política, como marxistas somos personas que creemos en lo colectivo.

Volvamos a la manera en la que os implicáis en las luchas sociales, sobre el terreno, en la construcción de alternativas. Pensemos en “Manifiesta”, en vuestras numerosas organizaciones juveniles y en las nuevas revistas. ¿Es parte de una estrategia para construir una forma de contra-sociedad?

David Pestieau. Por un lado, están las luchas sociales. La cuestión de las luchas sociales está obviamente en el ADN de nuestro partido, es decir, creemos que, si queremos lograr grandes cambios en la sociedad, debemos desarrollar una correlación de fuerzas óptima. La gente, las masas, son las que hacen historia, dijo Marx. A través de los grandes movimientos sociales se pueden producir cambios profundos y transformaciones históricas. Por lo tanto, es lógico que invirtamos energía en el trabajo social, ya sea a nivel sindical, a nivel de asociaciones, de barrios, etc…. Creemos que los trabajadores, los jóvenes, los diversos actores de la clase obrera, deben implicarse en los asuntos públicos, políticos; deben ser actores políticos, no consumidores de política. El segundo elemento es que creemos que el desarrollo de esta lucha social también se lleva a cabo en conjunción con la lucha de ideas. Creamos “Manifiesta”, que se inspira en las fiestas como las organiza-das por otros partidos comunistas del mundo como la fiesta de “L´Humanité” en Francia o la fiesta del “Avante” en Portugal y que consiguieron hacer de las fiestas populares la convergencia entre la cultura popular y el debate político. El objetivo quizá no es crear una contra-sociedad, sino, en todo caso, una contra-hegemonía cultural. Para concentrar en un solo lugar los diferentes aspectos, ya sea la lucha contra la injusticia social, contra el racismo, por la paz, por el clima, por los derechos democráticos, los diferentes temas en los que tratamos de trabajar. Intentamos llevarlos al festival, que organiza conjuntamente nuestro periódico “Solidaire” y nuestra organización Médecine pour le peuple –Medicina para el pueblo-.

LVSL: Medicina para el Pueblo también es bastante peculiar, ¿puede decirnos algo al respecto?

David Pestieau. Son centros de salud que nacieron de la observación de que en Bélgica nos enfrentamos a una medicina liberal, una medicina de servicio, es decir, que la gente acudía a sus médicos, a menudo pagaban una importante suma de dinero y no siempre recibían cuidados adecuados porque cuanto más pacientes veían, más dinero recibían. Tratamos de lanzar otro modelo, y los llamamos médicos del pueblo. El PTB creó el primer centro de salud médico en 1971. Ahora hay 11 centros de salud ubicados en vecindarios pobres. Son médicos que han decidido hacer medicina social y medicina gratuita. También se han creado otros centros médicos por personas que no están en el PTB, que comparten principios similares. Hoy en día, existe un sistema denominado “paquete” que afecta a 250.000 pacientes en Bélgica, en el que las personas pueden ser tratadas de forma gratuita al registrarse en un centro médico local. En nuestros 11 centros médicos, atendemos aproximadamente a 25.000 pacientes, gracias a médicos que en su mayoría son miembros del PTB y que han decidido atender a la población y proporcionar acceso a la atención sanitaria.

LVSL: Volvamos a la política general belga. En la actualidad tenéis las encuestas a favor, al menos en la parte francófona. Algunos medios de comunicación belgas intentan trazar un escenario portugués de aquí a las próximas elecciones de 2019. Raoul Hedebouw dijo en la RTBF que “no estaremos en el poder en los próximos 10 o 15 años”. Siempre evitáis la cuestión de tomar el poder. ¿Qué visión tienes de este escenario?

David Pestieau. Respondería con una pequeña broma de Mitterrand, que decía que “gobernar no es tener el poder”. Lo dijo para justificar su incapacidad de actuar ante una serie de decisiones políticas. Creo que el gobierno no refleja el poder real en la sociedad capitalista de hoy. El poder estatal es un conjunto donde está el gobierno, pero también una masa extremadamente grande de grupos de presión de multinacionales que están presentes, directa o indirectamente en los gabinetes ministeriales (..) Estamos diciendo que el actual juego electoral nos está llevando a situaciones en las que podemos estar en el gobierno, pero no podemos ejercer un poder real. Esto es muy importante, porque determina nuestra estrategia como fuerza de izquierdas. Si queremos un profundo cambio en la sociedad, si queremos distribuir la riqueza de otra manera, y no se entiende esta realidad, cometeremos un error estratégico.

La izquierda radical en Europa ha conocido esta experiencia en Grecia. Hemos visto un Gobierno, el de Syriza, que fue elegido casi con mayoría absoluta en escaños, con un programa anti-austeridad relativamente radical, pero no lo pudo poner en marcha. Podemos discutir su programa, pero no podemos negar que entraba en confrontación con los dogmas neoliberales. El resultado práctico es que tenían el gobierno, pero no el poder. Angela Merkel y la Comisión Europea conocían todas las decisiones de antemano, porque los altos funcionarios griegos trabajaban para el establishment europeo; vimos cómo el establishment griego y europeo presionaba al gobierno de Alexis Tsipras a través del estrangulamiento económico. (..) La estrategia en Grecia era gobernar sin tocar el poder real. Esto les obligaba en cierto momento a abandonar la UE o a doblegarse y aceptar los dictados de Ángela Merkel, cosa que hicieron. Y tuvieron que aplicar un programa opuesto al que presentaron a las elecciones, es decir, aplicaron el programa de la Unión Europea. No es una historia de hace un siglo, sino reciente, de 2015…

Constatamos que si queremos una estrategia que aborde las cuestiones actuales, es decir, la gran crisis del capitalismo, la crisis política, la crisis climática, la crisis democrática, la crisis en las relaciones internacionales; tendremos que cuestionar el poder en su conjunto. Y simplemente estamos diciendo que, si queremos ser capaces de sacudir este poder un poco, tiene que haber un contrapoder suficientemente fuerte. Y este contrapoder no es sólo tener un buen resultado en las elecciones, también es tener un movimiento en la sociedad y una organización, una capacidad de influir en la hegemonía ideológica para tener posiciones lo suficientemente fuertes. Salir a la calle si hay chantaje económico, tener medios alternativos que puedan hacer dar otra versión a la de los grandes medios privados que pertenecen a multimillonarios. Así que no nos concentremos en las encuestas.

Aunque tengamos el éxito electoral que nos dan esas encuestas, debemos ser capaces de poner en marcha una política realmente diferente. Estamos diciendo a todo el mundo, y honestamente, que, si no somos capaces de construir un contrapoder mínimo y si no tenemos las condiciones para imponer cierto número de políticas, entonces corremos el riesgo de asistir a un escenario tipo Syriza. Es decir: ser elegidos con mucha esperanza por el pueblo y tener que llevar a cabo en el gobierno las políticas contrarias a las defendimos al salir elegidos.

La promesa de la Izquierda Belga

La promesa de la Izquierda Belga

«La promesa de la Izquierda Belga»

Entrevista con Peter Mertens, presidente del Partido del Trabajo Belga.

Conversación con Mario Cuenda García, y Tommaso Segantini. Publicada en Jacobin Magazine. 2 de febrero 2017.

¿Qué ha influido en tu evolución como militante político?

Di mi primer paso como activista político en las campañas antifascistas de los 80. En aquellos años, el Vlaams Blok, un partido secesionista de extrema derecha bien organizado, estaba ganando terreno en el norte de Bélgica. Mucha gente que estaba enfadada y desilusionada con los partidos políticos tradicionales gravitaba hacia la derecha. Ante esos acontecimientos, hubo un extenso movimiento antifascista y antirracista, en el cual empecé mi militancia política. Fue en 1991, durante las manifestaciones contra la Primera Guerra del Golfo, cuando di con el Partido del Trabajo de Bélgica, al que me uní poco después.
Respecto a los autores y personalidades que han influido en mí, había tenido la oportunidad, durante mis años en la universidad de Amberes, de tener tres profesores marxistas, de filosofía, economía e historia. Por ejemplo, mi asignatura de economía se centró en El Capital de Karl Marx, y fue durante ese periodo cuando me interesé por la economía política de Marx. ¡Hoy en día, estudiar a Karl Marx con tanta profundidad en la universidad parece completamente imposible!

El PTB entró en el parlamento federal de Bélgica por primera vez en 2014 con dos diputados de un total de 150. Desde entonces, ha trabajado desde la oposición, y está creciendo bastante en las encuestas, especialmente en la región de Valonia. ¿Cuál es tu evaluación de los dos primeros años del PTB en el parlamento federal, y cuáles son tus expectativas de cara al futuro?

El PTB no tiene historia parlamentaria. Durante los últimos dos años hemos constatado que no es en el parlamento donde se elaboran las decisiones más importantes. Más bien, parece que son mucho más importantes al respecto las reuniones informales con lobistas en los restaurantes de los alrededores.
Gracias a nuestra entrada en el parlamento en 2014 nuestro partido ha accedido a una suma de dinero público disponible para partidos políticos, aún cuando otros partidos tratan de hacer más complicado nuestro acceso a esos fondos. El PTB es el único partido en Bélgica que está mayoritariamente financiado por sus afiliados: 3/4 de nuestra financiación viene de ellos. Para nosotros es muy importante porque nos mantiene independientes de los poderosos grupos de presión y las multinacionales. Por supuesto, no tenemos muchos recursos financieros. El funcionamiento de nuestro partido se apoya, en gran medida, en el trabajo de voluntarios. Queremos mantener nuestra identidad marxista, pero aún así es importante que profesionalicemos el partido y modernicemos nuestro enfoque. Aparte de estas cuestiones, creo que está reconocido que el PTB hace un buen trabajo. Incluso los medios de derechas escriben que siempre estamos presentes y activos y que somos una fuerza efectiva de oposición.
Respecto a nuestro enfoque de trabajo en el parlamento, nuestro lema es “calle-parlamento-calle”. Para nosotros, el parlamento no es un fin en sí mismo. No es la fase final de nuestra lucha política. Es extremadamente importante para nosotros que nuestras secciones locales sobre el terreno, en municipios y en el interior de las empresas, prioricen sus problemas y propuestas de modo que podamos traer su voz a las instituciones políticas. También tenemos nuestro propio centro de investigación, que coordina nuestra investigación en varios ámbitos. Combinamos, por tanto, una presencia sobre el terreno con una investigación académica profunda para hacer propuestas a través de las instituciones. Si nuestras propuestas son rechazadas, empezamos de nuevo desde las calles y la gente. En términos generales, nos oponemos a la visión “parlamentarista” de la política según la cual todo el trabajo y el movimiento social depende de lo que pase dentro del parlamento. Para nosotros, las iniciativas extraparlamentarias y el trabajo sobre el terreno sigue siendo la prioridad y el grueso de nuestra lucha.

El sistema político y el marco institucional de Bélgica es muy peculiar. El país se caracteriza por un sistema federal muy fragmentado, en el que los partidos políticos tienen que negociar y formar coaliciones continuamente para gobernar o conseguir que sus medidas se aprueben. En este contesto, ¿qué puede hacer un partido de izquierda radical como el PTB para avanzar e implementar sus propuestas?

Hay dos partes en esta pregunta. Primero, sobre el sistema político belga: el PTB es el único partido nacional en el país, lo que es absurdo. En Suiza, Alemania y otros países con un sistema federal los partidos políticos están organizados a nivel nacional. En Bélgica, los partidos están atados a su región geográfica o lingüística, mientras que el gobierno es federal por naturaleza; este sistema complica realmente el funcionamiento de las instituciones políticas del país.

La posición del PTB es que es necesario re-federalizar, es decir volver a poner bajo control federal, muchos ámbitos de la política. Eso tiene mucho más sentido. Un ejemplo es la cuestión medioambiental. Para nosotros, ésta y otras cuestiones deberían ser tratadas a nivel federal. Somos el único partido en el país que mantiene esta posición.

La segunda parte de la pregunta es sobre hasta qué punto el PTB podría potencialmente ser parte del gobierno en el futuro. Nuestra posición es que en el contexto de hoy en día, no tenemos las condiciones necesarias para gobernar. Déjame que explique por qué. La cuestión crucial para nosotros es que, si gobernáramos, necesitamos condiciones políticas para romper con la política europea actual. Si el necesario equilibrio de fuerzas en Europa no está ahí, si no tenemos compañeros sólidos y determinados que se opongan radicalmente a la austeridad europea, creo que seríamos aplastados por las instituciones europeas.

No nos oponemos a la participación en el poder y la toma de decisiones como una cuestión de principios. A nivel local somos parte de coaliciones gobernantes, pero si somos gobierno a nivel federal, queremos tener el panel completo de instrumentos y opciones disponibles. Si las decisiones más importantes son tomadas, como ocurre hoy en día, por la Comisión Europea y la “lobbycracia” europea, nuestro rango de acción sería muy limitado.

El caso de Grecia puede ser una lección útil. Se libró una guerra económica total contra Alexis Tsipras y Syriza. Las instituciones europeas incluso cortaron los suministros monetarios al país. Respeto a Tsipras, y entiendo que la situación en Grecia era muy difícil. Sin embargo, también creo que la capitulación de Syriza, que está actualmente implementando un tercer memorando impuesto por la troika, ha sido un gran golpe para la izquierda en Europa. Es también una cuestión de responsabilidad. Si la izquierda accede al poder y aplica políticas neoliberales, allanaría el camino para la extrema derecha. Esto es exactamente lo que ocurrió en Francia. Françóis Hollande y sus políticas son los principales causantes del ascenso del Frente Nacional.

La campaña del referéndum en el Reino Unido ilustró la dificultad de la izquierda radical a la hora de proponer soluciones al estado actual de la Unión Europea. Por un lado, los partidos euroescépticos de extrema derecha, a través de calumnias xenófobas y ultranacionalistas, esencialmente quieren reventarla y destruirla; por otro lado, los partidos liberales y socialdemócratas defienden radicalmente el statu quo. ¿Cuál es la posición del PTB respecto a la Unión Europea? ¿Es posible, en tu opinión, alterar el equilibrio de poder en Europa y presionar hacia una reforma radical?

En 2011 escribí un libro titulado “Comment osent-t-ils?” (¿Cómo se atreven?). Fue un gran éxito aquí en Bélgica. En el libro contemplaba tres opciones respecto al futuro de Europa. El primer escenario era una Europa más dictatorial, con más políticas similares al Partido de Estabilidad o el Six-Pack determinados por Berlín y Frankfurt.

El segundo escenario era un peligroso ascenso de las fuerzas nacionalistas, que haría implosionar a Europa. La izquierda no debe caer en ninguna de esas dos trampas. Como marxista, y viniendo de una tradición auténtica de izquierdas, creo que tenemos que intentar cambiar radicalmente Europa desde dentro. No debemos dinamitar la idea de Europa por completo, sino, como un ingeniero que trabaja en la construcción de un puente, dinamitar las columnas malas. Defender una posición de salida de la Unión Europea en Bélgica, el corazón de Europa, no va a elevar mucho la conciencia del público, pienso yo. La situación es obviamente diferente en países de la periferia del continente y entiendo que para ellos la posibilidad de salir de la eurozona puede ser un tema de debate.

Tenemos que cambiar Europa en sus mismos principios; hacer reformas pequeñas o simbólicas no es suficiente. Un cambio radical implica considerar los papeles del BCE y de la Comisión, eliminar el Pacto de Estabilidad y hacer otras muchas cosas. Necesitamos una Europa construida sobre la solidaridad entre los países europeos.

¿La izquierda europea debería elaborar una estrategia unitaria y coordinada a nivel europeo para avanzar en una visión común y en propuestas concretas? ¿El futuro pasa por un movimiento pan-europeo que pueda presionar por reformas radicales en los diferentes países?

Sí, creo que debemos llegar a un punto semejante en el futuro. En el Parlamento Europeo, ya está la Izquierda Unida Europea-Grupo de Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL), que está compuesto por diferentes partidos de izquierdas en Europa. Ahora tenemos un colaborador parlamentario que colabora con el GUE/NGL en el Parlamento Europeo, aún cuando no tenemos eurodiputados todavía. Además, algún tipo de intercambio existe ya a este nivel.

Están teniendo lugar discusiones en el seno de la izquierda en Europa respecto a qué estrategias adoptar de cara a producir un cambio. Personalmente, creo que vivimos en un periodo intermedio de cambio. Esto significa que en los próximos años habrá otros intentos honestos, pero más bien limitados, de cambio, como hizo Tsipras, que serán aplastados, en mi opinión. Por ejemplo, apoyamos a Jeremy Corbyn en el Reino Unido, porque ha traído un soplo de aire fresco al Partido Laborista, pero su rango de acción permanece bastante constreñido por su propio partido y el sistema político británico.

Ésas son el tipo de experiencias intermedias que todavía necesitamos en Europa para poder definir una estrategia propia. Pero en general, respecto a tu pregunta, estoy de acuerdo en que necesitamos mayor coordinación. La izquierda europea tiene que trabajar unida, aprender de las experiencias pasadas negativas y avanzar.

Los partidos de extrema derecha están en auge en Europa e incluso aquí en Bélgica ellos están creciendo en las encuestas. Estos partidos a menudo parecen monopolizar el discurso acerca de temas como la seguridad, la inmigración o los asuntos exteriores, presionando el tablero político hacia la derecha. ¿Cómo contrarrestar esta hegemonía cultural de derechas?

Construyendo nuestra propia hegemonía. En 1991 el Vlaams Blok ganó el 33% del voto en Amberes. Nuestra estrategia con el frente antifascista por entonces fue movilizar constantemente contra el Vlaams Blok. Gracias a nuestras iniciativas, se instaló un cordón sanitario contra ellos en muchos espacios públicos, como las universidades. Conseguimos resultados, pero no derrotamos al racismo. Algunos años después nos preguntábamos “¿dónde está nuestra hegemonía?”. No se encontraba por ningún lado porque perdimos a los votantes socialdemócratas, que se movieron hacia la extrema derecha. Hoy en día los votantes están disgustados con las élites dominantes que gobiernan Europa y son fácilmente atraídos por fuerzas políticas que usan a los grupos más marginados de la sociedad, como los refugiados y los inmigrantes, a modo de chivos expiatorios. En la izquierda no solo hemos rechazado firmemente este tipo de discurso, sino que es crucial que avancemos en nuestro propio discurso y lo apoyemos con hechos. Un fuerte discurso antiestablisment es necesario desde la izquierda.

Tenemos que ser más ambiciosos y explicar a la gente que el verdadero enemigo está por encima de ellos, no por debajo. Por supuesto, es difícil hacer entender este mensaje porque el inmigrante es visible, mientras que los capitalistas están ocultos en Panamá o en oficinas que no están a la vista. Su trabajo es ser invisibles. La gente está de acuerdo en que la acumulación de capital por parte del uno por cierto más rico es injusta, esa especulación financiera de los bancos continúa y enriquece a una élite minúscula, mientras las condiciones de vida de la gran mayoría se deterioran o no mejoran. La gente entiende que el sistema actual no funciona. Creo que esta conciencia existe, pero a menudo se expresa de una forma poco clara o contradictoria. Es nuestro trabajo elevar la conciencia y redirigir la ira de la gente en la dirección correcta. De lo contrario, será gente como Marine Le Pen quien explote el sufrimiento de la gente. Por último, en la izquierda, también tenemos que dar ejemplo. Todos los líderes representativos de nuestro partido viven con 1.600 o 1.900 euros al mes. Hemos establecido un programa llamado “médicos para el pueblo” que consiste en once pequeños centros médicos donde nuestros médicos atienden gratis a pacientes en barrios desfavorecidos.

Gracias a este tipo de iniciativas, gente que potencialmente podría ser atraída por la extrema derecha ve que el PTB no sólo parlotea, sino que también se compromete en acciones concretas. Estamos en proceso de construir nuestra propia fuerza, nuestra propia originalidad, y por tanto nuestra propia hegemonía.

Una de las razones por las que el PTB está creciendo en las encuestas en Valonia es porque creo que estamos, lento pero seguro, construyendo nuestra hegemonía cultural y la gente es atraída por ello. Somos un partido auténtico y dinámico y que da esperanza a la gente.

La sorpresa Belga

La sorpresa Belga

La sorpresa Belga

Nos encontramos en el año 2017, casi 10 años desde el comienzo de la crisis. Toda Europa está ocupada por partidos del establishment y de extrema derecha… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles belgas resiste todavía al invasor…
Más allá del paralelismo con Astérix y Obélix, el fenómeno del PTB -Partido del Trabajo de Bélgica-, está sorprendiendo a políticos y politólogos tanto por su emergencia como por su naturaleza. Nos explicamos: con las elecciones federales de 2019 aproximándose, nadie apostaba por que un partido de origen maoísta llegase al asombroso primer puesto en la región francófona de Valonia y al tercero en la región mixta de Bruselas –en la región flamenca tiene más dificultades-.

Desde luego tampoco se esperaba la velocidad con la que ha ido creciendo este último año, donde ha pasado de unos discretos 8%, 5% y 3% en Valonia, Bruselas y Flandes respectivamente en enero de 2016, a colocarse actualmente en el 24%, 14%, y 7%, en las mismas regiones. Podemos proporcionar tres explicaciones interconectadas de este acelerado éxito: sus representantes y liderazgos, su comunicación política y discurso, y su organización e implantación.

La génesis de este partido liderado por el sociólogo Peter Mertens no se emplaza en el marco del resto de partidos de extrema izquierda “old-school”, esto es, nacidos a principios de siglo XX con las movilizaciones obreras, sino que se trata de un partido surgido de las movilizaciones estudiantiles de los 60 en Bélgica. Agrupados en torno al comunista Ludo Martens, los estudiantes maoístas crearon en 1979 el núcleo del PTB, en clara oposición a la izquierda de entonces.

Una de las claves de la aceptación de este partido por parte del electorado está en los candidatos y el trabajo de comunicación política que hay detrás. Por un lado, estos representantes poseen rasgos similares a los de la población que quieren representar. No en vano el líder intelectual Peter Mertens, aparte de escribir varios libros que servirán de base teórica del partido, pasó su juventud fregando escaleras como “técnico de limpieza”.

Entre sus representantes encontramos sobre todo jóvenes, mujeres, inmigrantes y simples trabajadores, que son “entrenados” en liderazgo y análisis político en su potente centro de investigación, el Instituto de Estudios Marxistas.
Otro ejemplo es el perfil público del actual portavoz nacional, Raoul Hedebouw, que ha crecido de manera exponencial debido a sus contundentes intervenciones y las campañas que encabeza. Sus intervenciones emplean un lenguaje directo y polémico, similar al de los primeros años de Podemos, pero con menos ambigüedad y siguiendo una marcada estrategia política donde la imagen, la “marca” del partido, es esencial para comprender el porqué de su éxito.

Si bien la forma es importante, el contenido es determinante: un discurso anti-establishment, contra la “lobbycracia” europea y pro-industria, a la vez que ecologista, son sus insignias. Lo simbólico también ocupa un espacio importante ya que sus representantes se bajan el sueldo a 1.600 €, la media nacional, y se trata del único partido financiado mayoritariamente por sus afiliados.Dicho éxito también se debe a un hecho insólito en la política belga: no sólo las ponencias y discursos de los representantes del PTB son mitad en francés y mitad en flamenco, sino que la totalidad del partido está organizado en torno a este eje integrador de las dos culturas. Es el único partido nacional, es decir, que tiene presencia en todas las zonas, que interviene en todas las lenguas y que intenta representar todos los intereses lingüisticos y culturales.

Esto se combina con una efectiva implantación en los trabajadores belgas. Entre los trabajadores sindicados, insiders, pero también entre los outsiders, teniendo muy en cuenta la realidad social belga. Peter Mertens es conocido por su ensayo “La clase obrera en la era de las multinacionales”, donde hace un análisis exhaustivo del trabajo y los trabajadores en el siglo XXI y propone nuevas y no tan nuevas herramientas para los nuevos desafíos.

El documento del PTB “Un Partido Flexible” utiliza los conceptos tradicionales de táctica y estrategia, pero establece también una orientación sindicalista muy acentuada y actualizada, comprendiendo y analizando las nuevas condiciones toyotistas, deslocalizadas y precarizadas de la nueva industria y la terciarización.

Otro fuerte está en la relación entre la comunicación política y su organización. Concretamente, en la manera en la que combinan la sala de estar (la comunicación política directa y simple de cara al electorado trabajador), con la cocina (organización interna leninista-jacobina de firmes principios y flexible en la práctica). De esta manera, pese a que nominalmente –de cara al público-, no son un partido comunista, organizativamente son un partido clásico de vanguardia. Unos principios y estructura tan rígidos conllevarían el riesgo de una esclerotización y burocratización, pero éste parece ser uno de los puntos más trabajados en lo interno del PTB.

Todos estos elementos vienen a completar el puzzle del éxito del PTB, que se adelanta en Valonia al tradicional Partido Socialista, que como en Francia, alcanza su mínimo histórico. A pesar de su falta de experiencia parlamentaria y de su política de no alianzas, el PTB se yergue como una alternativa firme en la izquierda belga, en un momento en que la gente se siente enfadada y desilusionada con los partidos políticos tradicionales y gravita hacia la derecha.

Fidel Oliván Navarro
Politólogo y Sociólogo
Blog Polikracia

Seraing la roja

Seraing la roja

«Seraing la roja»

¿Y de qué habló Eisenstein a los obreros de Searing la roja, en su propio teatro?

Las películas de los hermanos Dardenne, conocidos directores de cine belgas, comienzan siempre con la expresión: “En el pueblo de Seraing, cerca de Lieja”, al modo de nuestro Don Quijote y su célebre “En un lugar de La Mancha”.

Se trata de una manera de arrancar el relato que no es indiferente al sitio, y de esa manera, al anclar la historia en Seraing, se nos quiere decir de entrada que nos van a contar algo sobre la vida de la clase obrera del territorio de Lieja. Igual que Cervantes, con La Mancha, nos indica ya desde el principio que vamos a adentrarnos en un territorio extenso, impreciso entre la realidad y la fábula, el de las novelas de caballerías. El mismo mecanismo. Precisar, apuntar bien el tiro de entrada.

Porque Seraing en Bélgica es una población simbólica de la vida trabajadora, de la construcción de un espacio donde ésta conquistó su hegemonía, y gracias a su fuerza, a su victoria parcial, pudo llevar a cabo esa labor de alumbrar sus formas de vida proletarias autónomas, donde al mismo tiempo que se iba formando su cultura de clase, tomaba conciencia de sí misma, se fortalecía, y levantaba su voz.

Y aquí vamos a contar la historia, la pequeña historia de su teatro, del teatro de Seraing, como espacio destacado de ese esfuerzo constructor de la hegemonía en el terreno de la cultura. En 1925, los Caballeros del Trabajo, una formación sindical que estuvo inspirada en su origen por cierto misticismo sobre la fraternidad obrera, y por influencias masonas, un sindicato que había conseguido una fuerte implantación entre los mineros belgas, compró el teatro de Seraing por 325.000 francos belgas. Ese teatro fue el escenario principal de la vida asociativa obrera de la región de Lieja, y de la evolución política del sindicato, orientado finalmente hacía el marxismo revolucionario, hacia el comunismo.

En 1928, al sindicato le restaban aún por pagar 150.000 francos de la cantidad acordada por la venta, y el propietario exigió el pago de esa deuda. Los Caballeros del Trabajo no disponían de esa cantidad de dinero, y si no la satisfacían, se encontrarían ante el riesgo de perder su teatro, el teatro obrero. En esa tesitura, a Julien Lahaut, un destacado dirigente del sindicalismo en Seraing, donde era concejal, y figura emergente en el Partido Comunista de Bélgica, se le ocurrió pedir a Lozovski, responsable de la Internacional Sindical Roja, los sindicatos creados por la Internacional Comunista, un préstamo para pagar el teatro. Argumentó que Seraing era la mayor plaza fuerte roja en Bélgica, y que ese espacio era capital para el crecimiento de la cultura y la vida autónoma de su clase obrera. Lozovski accedió, la Internacional Sindical Roja dio el dinero y así pudieron terminar de comprar el teatro.

Durante muchos años ese teatro fue el escenario para las más importantes citas y actos comunistas. El mismo teatro sirvió de capilla ardiente en los funerales de Julien Lahaut, asesinado por un comando fascista en 1950, cuando era diputado en el parlamento y presidente del Partido Comunista Belga.

Serguei Eisenstein, el célebre director de “El acorazado Potemkin”, cuenta en su memorias, escritas en 1946, cómo él estuvo en Seraing, en el recorrido de un viaje por Europa occidental. Literalmente dice: “Los meses pasan… 1930. París. Mitad de febrero. Ya he impartido conferencias en Londres. He pasado unas jornadas en Bélgica, donde me he expresado delante de los obreros, en un célebre suburbio de Lieja. Su nombre, Seraing la roja, habla por sí mismo. Escapando de la curiosidad sin límites de la policía yo abandono la patria de Till Eulenspiegel un poco antes de lo que me había imaginado. Eso me impide ir a Ostende, respondiendo a la amable invitación del viejo James Ensor. Me da mucha pena porque me encantan sus aguafuertes grotescos, donde los esqueletos y las personas se enlazan en arabescos fantásticos, prolongando en el seno del siglo XX las tradiciones de esos bizarros y extraños ancestros flamencos como Hiéronymus Bosc”.

El cineasta estuvo en Seraing a finales de enero o principios de febrero de 1930. Y como él cuenta, fue obligado por la policía a abandonar Bélgica, por ser considerado un propagandista revolucionario soviético. Sin apartarnos del guión, y ya que fue expulsado por la policía como un agente exterior, vale la pena contar cómo fue ese viaje de Eisenstein por Europa.

Serguei, acompañado por su ayudante Alexandrov, y por su operador de cámara Tissé, salieron de Moscú el 19 de agosto de 1929, y llegaron a Berlín dos días después. Cada uno de ellos llevaba 25 dólares en el bolsillo, nada más. El objetivo del viaje era asistir al estreno en la capital alemana de su último film, “La línea general”. Y después partir a los EEUU, para aprender cine sonoro en el país que lo había inventado. Sin embargo, hasta el 6 de mayo de 1930, no obtienen los visados para poder viajar a los Estados Unidos. Durante esos nueve meses, hasta que parten de Cherburgo en barco hacia Nueva York, permanecen en Europa sin regresar a la URSS, viajando e impartiendo charlas, aceptando invitaciones, que les permiten ir sobreviviendo con muy poco dinero, por Alemania, Suiza, Inglaterra, Holanda, Francia, Bélgica.

¿Y de qué habló Eisenstein a los obreros de Searing la roja, en su propio teatro?

En el teatro de Searing la roja, Eisenstein proyectó una copia de la “La línea general”, que el trío llevaba en sus maletas. Aunque todas las películas de Eisenstein son películas históricas, ésta, “La línea general” trata de una historia contemporánea, contando los inicios de las campañas de colectivización agraria en la Unión Soviética. Y por primera vez en su cine, Eisenstein pone en primer plano a un personaje individual central, la campesina Marfa Lapkina. Marfa, víctima de las tradiciones feudales y del oscurantismo reinantes, apenas puede sobrevivir. Marfa, frente a ese destino de miseria, se adhiere enseguida a las primeras propuestas cooperativistas. Unas iniciativas que cuentan con muy pocos partidarios al comienzo de la campaña, seis en el caso de Marfa, y que entran en conflicto con los campesinos acomodados del lugar, los kulaks; pero también con algunos cooperativistas que quieren apropiarse de los primeros beneficios obtenidos gracias a la unión y a la llegada de las máquinas al campo. Hay una cierta crítica a la burocracia que nace en el nuevo estado soviético. A todo lo largo de la película, insistentemente, Eisenstein no cesará de decirnos que el éxito de la idea del cooperativismo y por extensión del socialismo que está alumbrándose, depende de la introducción de la tecnología más moderna, pero también de la preparación cultural, ideológica, de los individuos implicados en esa construcción.

Así habla de su película el propio Eisenstein:

“El cine tiene el deber de coger por los pelos al espectador aturdido, y con un gesto decidido situarlo frente a los problemas actuales (…) “La línea general” es la primera película monumental rodada sobre temas agrícolas y campesinos. La realización de esta película es una tentativa para destacar y poner de relieve los problemas campesinos de la manera más directa y a ras de tierra, que revisten una importancia política y social colosales (…) Obligar a tener un comportamiento activo, para cumplir los planes de aumento de ordeño de leche y los de los depósitos de selección de grano, ésa es la tarea que nos impusimos. Y es todavía insuficiente.

El cine del Occidente burgués hace propaganda del amor a la patria, del amor a Dios, y del viajante honesto erige un monumento al soldado “desconocido”. Nosotros debemos obligar a nuestro gran público a amar el trabajo apagado de cada día, a amar al toro de raza, a amar al tractor que avanza junto a la piel descarnada. ¿Conoce Occidente las incomparables conquistas de nuestros ciudadanos en el frente “pacífico” interior, lo que hacemos en nuestro país? ¿Y nosotros? ¿Y el espectador de la ciudad? ¿Sabemos lo que pasa en la batalla por la cosecha? La batalla por lo nuevo (…) De la máquina para desnatar al toro de raza, del toro al tractor. ¡Dos, diez, cien tractores! ¡Que los ojos de nuestros espectadores se inflamen viendo la desnatadora metálica del koljos!”

Tras las grandes epopeyas revolucionarias de sus películas anteriores: Potemkim, Octubre, su cine no ha cambiado. Eisenstein no diferencia la información de la construcción, todo está unido. Conocer es el primer paso para cambiar. Su cine pretende la transformación de las mentalidades, participando en la producción de una cultura nueva, para el paso del hombre cargado con las viejas creencias, a un mundo nuevo que nace con la Revolución.

El relato de lo que pasó con la visita de Eisenstein y su proyección en el teatro de Searing, nos lo brinda con una breve crónica, el periodista Hubert Rassart en “La Tribune”, un semanario de las Uniones Socialistas de Searing y su cuenca industrial.

“Vimos a Eisenstein en ese pequeño teatro, tal cual nos lo habían enseñado. La frente alta bajo una cabellera alborotada como una matorral, con toda su figura iluminada por una risa de niño que muestra una alegría ardiente y sana, las espaldas altas y anchas, satisfecho en su traje amplio y cómodo; un hombre inquieto, grácil, que se acerca con saltitos a la primera fila para agradecer la curiosidad de los espectadores. Habla y el público se abandona. Todo le vale: el conocimiento profundo del sujeto, la ausencia de afectación… Cuenta una buena historia; ayudado con su risa natural y franca; con el discurso lento que pone gravedad en las palabras y sobre las imágenes; incluso con el niño que gimotea en un rincón, ¿Es que hay aquí niños zaristas? –pregunta-. Es el detonante, tras el que todos ríen; Eisenstein toma a su auditorio y lo conduce sin fatigarlo, distrayéndolo, hacia la concepción de su “cine de masas”.

Durante todo su viaje por Europa, impartiendo conferencias, es probable que en Seraing fuera la única ocasión en la que se expresara delante de un público tan abrumadoramente obrero. Si se hubiera encontrado más veces frente a tal público, Sergueï Eisenstein no habría reflejado ese hecho como algo singular e inédito en sus Memorias.

Seraing, a pesar de la debilidad y el declive que experimentó el comunismo belga, siempre siguió siendo una fuerte plaza roja. En las elecciones de 1946, en Searing, el Partido Comunista de Bélgica es el partido más votado, con el 39,49 % de los votos, y todavía hoy queda un rescoldo de aquellas llamas, el Partido del Trabajo Belga, el PTB, obtuvo en 2018, el 24,21 %. Pero el teatro obrero de Seraing la roja, no se pudo salvar, no sobrevivió a los tiempos difíciles. Se transformó, y fue convertido en la sede de un establecimiento comercial. Se perdió su esplendor de espacio proletario, se disipó el eco de tantas palabras de lucha allí pronunciadas, se desvaneció el recuerdo de “La línea general” y del paso de Eisenstein.

En 1999, mientras se realizaban unas labores de limpieza y almacenaje, apareció, enrollado en un rincón, el telón del escenario original, decorado con una pintura de Lenin y el pueblo llevando banderas rojas. El viejo fantasma parecía reaparecer para decir que sólo estaba agazapado, escondido, que volvía y que volvería a recorrer la vieja Europa, que no estaba todo perdido ni olvidado.

Miguel Usabiaga

Arquiteco -Escritor
Director de Herri

Anguita sigue vivo

Anguita sigue vivo

«Anguita sigue vivo»

En nuestra lucha colectiva, en nuestra lucha organizada. También por lo tanto en su partido, el Partido Comunista.

Corría el año mil novecientos noventa y siete cuando en la Facultad de Historia un grupo de estudiantes nos apiñabamos en una mesa en la cafetería durante largas horas de palabras, debates, conversaciones casi siempre en torno a la política, la historia, la filosofía y también los más banales temas cotidianos. Diversidad ideológica dentro de un amplio espectro progresista, y uno, el que escribe, afiliado a una organización política llamada PCE, o mejor dicho a sus juventudes y a una cosa llamada Izquierda Unida.

Una de esas conversaciones tornó cierto día sobre una figura conocida popularmente como “el califa rojo”, ex alcalde de Córdoba y máximo responsable de las dos organizaciones donde yo militaba. Había bastante unanimidad en las valoraciones de esta persona y un compañero contaba la anécdota sobre la opinión que Anguita suscitaba en su abuelo, hombre de costumbres y tradiciones arraigadas en nuestra tierra, católico practicante y votante más que probable del PNV. “Qué bien habla este hombre, cómo me gusta todo lo que dice este hombre, cuánta razón tiene este señor. Qué pena que sea comunista, sino, le votaría”.

La anécdota refleja muy bien aquello que el propio Julio Anguita expresaba con aquello de “quererme menos y votarme más” que a buen seguro ha vuelto a rondar en la cabeza de muchas y muchos simpatizantes y militantes del PCE y de IU durante los dolorosos días posteriores al fallecimiento del Califa Rojo el pasado 16 de Mayo, ante la abrumadora oleada de reconocimiento a su figura expresada desde los más diversos rincones y latitudes ideológicas.

Hay quienes deducen que la mejor manera de convencer al abuelo de mi amigo para que vote las ideas y el programa político de Anguita, es decir, las ideas y el programa del Partido Comunista, es esconder precisamente la palabra Comunista y al Partido Comunista. “¡Como si mi abuelo fuera tonto!” respondería mi amigo.

Julio Anguita se nos ha ido suscitando mucho recono-cimiento y simpatía por su trayectoria política y personal sin esconder su condición, sus ideas o su filiación política. De hecho es su filiación y su militancia en un partido, el Comunista, y en su proyecto de convergencia creado allá por 1986 bajo el nombre de Izquierda Unida, lo que ha posibilitado que tras su pérdida física todo el mundo en este país supiera quién era Julio Anguita.


Han sido millones las muestras de duelo y reconocimiento a nuestro ex Secretario General y Ex Coordinador Federal en IU. Han sido muchas y muchos los mensajes también poniendo en valor las políticas y posicionamientos de Julio durante su etapa como Secretario del Partido y como Coordinador de IU y portavoz en el Congreso de los Diputados. El cariño mostrado estos días desde tantos lares tiene mucho que ver con su forma de hacer política, radical en el contenido pero sin estridencias ni circo romano. Un estilo que se ganó el respeto de propios y extraños.

Muchos de los mensajes que se podían leer tanto en los medios de comunicación como en las tan presentes hoy en día redes sociales, nos muestran la enorme huella que deja Julio en la clase trabajadora de nuestro país. Pero también nos advierten de la importancia de cuidar la idea de lo colectivo y de la transmisión de los valores colectivos en nuestra sociedad. Ha sido muy habitual estos días leer cosas como “el único político que valía la pena”, “el único político que dijo las cosas claras”, “Anguita fue el único que se opuso a Maastricht” o alabanzas como “muere el último político de los de antes, de los de verdad” y cosas por el estilo.

Por eso nos parece importante recordar desde Herri que Julio Anguita era la voz de un sujeto colectivo, de un Partido, de una organización y de mucha gente, con carné partidario o no, que compartía esas ideas y esos posicionamientos. Si lo fiamos todo a las figuras personales, por únicas y excepcionales que sean como en el caso de nuestro querido Julio Anguita, sin tener en cuenta que son parte de algo colectivo, no sabremos continuar su camino y nos encontraremos huérfanos políticamente tras la desaparición física.

La tradición comunista nos enseña que el mejor homenaje es continuar la lucha, porque ésta nunca es individual y nos corresponde a todas y todos aportar nuestra parte, nuestro granito de rebeldía para conseguir ese sueño por el que luchó Julio y por el que aseguró que merecía la pena hasta morir.

Anguita sigue vivo en nuestra lucha colectiva, y, porque no decirlo, en nuestra lucha organizada. También por lo tanto en su Partido, el Partido Comunista.

JON HERNÁNDEZ

Secretario General
del Partido Comunista de Euskadi