Un estadio Olímpico para Montjuich

Un estadio Olímpico para Montjuich

Un estadio Olímpico para Montjuich

El estadio iba a serel telón de unos juegos internacionales a favor de la paz y contra el fascismo.

Decía el arquitecto italiano Aldo Rossi que los edificios son “el escenario del teatro de la vida”, donde se unen memoria, tiempo y lugar. Aprovechando el interés de la revista ERI de recordar las Olimpiadas Populares de Barcelona en 1936, pincelaremos esa memoria del estadio de Montjuich, que desde el inicio tuvo un destino olímpico, y que no lo pudo realizar hasta mucho tiempo después, en 1992.

En 1905 el arquitecto y político catalán Josep Puig i Cadafalch publicó un artículo reclamando una nueva Barcelona, materializada a través de una nueva exposición universal que sirviera para catapultarla hacia la modernidad y el futuro. Fue el embrión de un deseo que cuajó en la burguesía catalana. La experiencia de la exposición universal de 1898 en la misma ciudad, hizo que la propuesta prosperase en la clase política catalana. En 1913 desde el Ayuntamiento se creó una comisión para la organización del evento, siendo nombrados comisarios de la organización el mismo Josep Puig i Cadafalch, con el político Francesc Cambó y el empresario Juan Pich y Pon.. Se eligió el emplazamiento de Montjuich, a pesar del grave inconveniente de encontrarse en una montaña poblada de canteras. Los organizadores tuvieron la oposición de aquellos que habían especulado con la posibilidad de que la zona de las Glorias Catalanas fuera la elegida, comprando terrenos a la espera de poder venderlos a mejor precio para la exposición. El contenido de la exposición debía ser el de mostrar la industria catalana al mundo, al que se añadiría la construcción de un gran parque en Montjuich, con nuevas instalaciones deportivas, y un nuevo estadio; un conjunto para dar un impulso a la socialización de la cultura física en Barcelona..

El arquitecto Pedro Domenech i Roura, hijo del reconocido arquitecto modernista LLuis Domenech, fue el autor del proyecto del estadio que se convertiría en el segundo de mayor capacidad de Europa, con una capacidad de 60.000 espectadores..
El día de la inauguración, el periodista Masferrer, señala la clave del segundo acto de la operación:
“¡Vamos a movilizar al ejercito deportivo ¡ … Hagámonos dignos en ocasión de la exposición de 1929, de que el Estadio de Montjuich se considere el marco más adecuado para los juegos olímpicos de 1936, suprema y ultima aspiración del que suscribe.”
Ese fin último olímpico, queda claramente definido en la tribuna de autoridades el día del partido de inauguración, disputado entre una selección de futbolistas catalanes contra el campeón de la liga inglesa, el Bolton Wanderers. Junto al rey Alfonso XII estaba como principal invitado el presidente del COI, el conde de Baillet Latour, que fue nombrado padrino del estadio y puso la primera piedra en 1928, junto a ellos entre otras autoridades estaban el barón de Güell, miembro del Comité Olímpico Español, y el Barón de Polignac, representante del Comité Olímpico francés.
La candidatura de Barcelona se había formalizado en el año 1929. El conjunto deportivo de Montjuich, se completaba con la construcción de una piscina de 50 metros y unas pistas de baloncesto y boxeo, las bazas deportivas para apoyar las aspiraciones barcelonesas.
Las sesiones para elegir la sede de las Olimpiadas se realizaron en la propia ciudad condal, en 1931, con dos candidatos, Berlín y Barcelona. Berlín obtuvo 43 votos, y Barcelona 16, con ocho abstenciones. Quizá una compensación para resarcir la capitalidad olímpica que Berlín había tenido en 1916 y que la Guerra Mundial impidió realizar. Esta elección supuso una gran decepción para todo el sistema político y empresarial catalán.
Cuando en 1933 sube el partido nazi al poder en Alemania, sus políticas raciales, antisemitas, supusieron que los judíos alemanes fueran expulsados de los clubes deportivos, con la prohibición expresa de entrar en cualquier instalación. Estados Unidos y otros países se mostraron reacios a participar en los Juegos de Berlín, pero al final acudieron.

Se alzaron voces de boicot desde algunos países, pero la oposición principal fue la iniciada por los comunistas alemanes exiliados, surgió del movimiento obrero internacional. Los partidos comunistas y organizaciones sindicales de todo el mundo, que ya organizaban asociaciones deportivas obreras y realizaban eventos como las “Olimpiadas obreras” o las “Espartaquiadas”, en las que se pretendía trasmitir a los Juegos Olímpicos un carácter de solidaridad internacionalista, el deporte como caminos para la amistad entre los pueblos y no la rivalidad extrema, más propia del ideario burgués, de unos juegos nacidos en el seno del nacionalismo decimonónico. Los partidos de la izquierda europea, y especialmente los comunistas a través de la Internacional Deportiva Roja, unidos a los judíos expulsados de Alemania, e incluso algunas agrupaciones católicas, fueron los encargados de promover la Olimpiada Popular en contra de la Olimpiada nazi.
Barcelona, era perfecta para la candidatura alternativa. Había sido la ciudad que se había quedado sin los Juegos, por lo que existía un estado de frustración al respecto; y tanto el Gobierno de la II República Española, como el de la Generalitat de Cataluña, estaban a favor del boicot a Berlín. España fue el único país que tomo la postura de boicot total.
La participación para Barcelona fue enorme y con carácter internacional, se inscribieron 6.000 atletas de 22 países, incluyendo selecciones no estatales y otras representando a los judíos exiliados. Los equipos de Alemania e Italia estaban compuestos por exiliados de dichos países. La Olimpiada Popular que se diseñó inicialmente para realizarse entre los días 22 y 26 de julio de 1936; tuvo que ampliar su duración, dado el éxito de la convocatoria, y adelantó su comienzo al 19 de julio. El 18 de julio, cuando se produce el golpe de estado, ya estaban presentes en la ciudad la mayor parte de los participantes, con motivo los desfiles preparados por la ciudad. Ante la gravedad de la situación, los Juegos se suspendieron, y algunos deportistas, coherentes a sus ideales opositores a unas Olimpiadas fascistas, cambiaron las zapatillas por las botas militares. Fueron más de 200 atletas los que se unieron contra el intento de imponer el fascismo en España, formando parte de las milicias populares en la defensa de la ciudad, y más adelante de las Brigadas Internacionales..
A los pocos meses de iniciada la guerra, empezaron a llegar refugiados a Barcelona, principalmente de Sevilla, Córdoba y Guipúzcoa. El estadio olímpico comenzó a utilizarse como centro de primera acogida para esos contingentes civiles que huían, compuestos principalmente de mujeres y niños. En el libro “Flores de la Republica”, de Miguel Usabiaga, Luis Argote, entonces niño, recuerda aquellos momentos:

“En la capital catalana nos alojaron en el estadio olímpico de Montjuich. Entre la fachada y la parte inferior de la grada habían construido tabiques y puertas con madera y habían instalado una muchedumbre de refugiados vascos. Para un niño, aquella amalgama caótica era divertida. ¡todavía no pasábamos hambre¡ (..) había una cocina colectiva, y uno de los cocineros era de Irún y familiar de otro de los fusilados en Pikoketa. (..). Poco a poco el estadio se fue llenando demás y más gente. A los refugiados que nos alojaban allí, se sumaban los heridos, porque una parte fue habilitada como hospital de guerra.”
En las zonas cubiertas de pasillos y vestíbulos del estadio se conformó una pequeña ciudad, con dormitorios, un comedor colectivo, escuela y enfermería, con una capacidad de unas 2.000 personas. En las gradas, niños y mujeres desarrollaban la vida en un estadio vacío.
Tras la Guerra Civil el estadio se utilizó circunstancialmente para encuentros deportivos varios, quedando en un estado de abandono general toda la zona de la Exposición Universal, hasta que se recupera la idea de unos nuevos Juegos Olímpicos, 70 años después. El estadio brilló de esplendor en la inauguración de 1992, tras una rehabilitación del mismo y una reordenación de todo Montjuich en un anillo olímpico con nuevas edificaciones deportivas. A día de hoy, salvo eventos puntuales relacionados principalmente con la música, el estadio y las instalaciones olímpicas, vuelven a estar infrautilizadas, casi abandonadas.

El estadio iba a ser el telón de unos juegos internacionales a favor de la paz y contra el fascismo. Su derrota fue el preludio de una pesadilla. Lo que se perdió y lo que significaban, se resume en la actitud de Pau Casals cuando la noche del 18 de julio dirigía los ensayos del himno que compuso Hanns Eisler, y de la Novena Sinfonía de Beethoven, la que incluye el “himno de la alegría”; que la orquesta y el coro iban a ejecutar al día siguiente en la inauguración de la Olimpiada. Durante el ensayo se presentó un emisario oficial que informó de que el concierto y la Olimpiada habían sido suspendidos por el alzamiento militar. Casals se dirigió a los músicos y a los coristas y les dijo: “No sé cuando nos volveremos a reunir; os propongo que, antes de separarnos, todos juntos ejecutemos la sinfonía”. Años después contó que las lágrimas le impedían ver la partitura.

 

Lorenzo Goikoetxea

Arquitecto

 

Marina Ginestá, la atleta miliciana que en los ojos tenía fuego

Marina Ginestá, la atleta miliciana que en los ojos tenía fuego

Marina Ginestá

La atleta miliciana que en los ojos tenía fuego

No somos justos

Marina Ginestá fue un auténtico icono de la resistencia durante la Guerra Civil, se convirtió en un referente gracias a una fotografía en la que aparece vestida de miliciana en la terraza del Hotel Colón de Barcelona. La imagen muestra a una muchacha de 17 años con una mirada desafiante, despeinada, con un fusil al hombro y, como comentó Alba Martínez, “en los ojos tenía fuego”.

El retrato realizado por Hans Gutmann se convirtió, con el paso de los años, en una fotografía que trascendió por todo lo que representaba. Era una instantánea tomada en julio de 1936 en la que se simbolizaba el triunfo obrero sobre la sublevación fascista contra la II República. Su figura fue portada del libro “Trece rosas”.
Pero lo que poca gente sabe es que Marina Ginestá fue atleta. El dato lo sacó a la luz pública Daniel Justribó, autor de un libro sobre los inicios del atletismo femenino catalán (“Feminitat, Esport, Cultura” pioneres de l’atletisme català 1921-1938) Además, es evidente el compromiso Ginestá y de las JSUC (Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña) al que ella pertenecía, en la celebración de la Olimpiada Popular que tendría lugar en el mes de julio de 1936.

La protagonista de la foto estuvo en el anonimato hasta que en 2008 un documentalista de la Agencia EFE, Xulio Garcia Bilbao, emprendió una búsqueda activa en los archivos de la Guerra Civil de Salamanca. Xulio García logró, después de una intensa investigación, dar con el nombre de la protagonista y con su posterior paradero en París.
Marina Ginestá había nacido en Toulouse (Francia) el 29 de enero de 1919 en el seno de una familia obrera y muy comprometida políticamente. Sus padres eran sastres que habían emigrado a Francia. El padre, Bruno Ginestá, era miembro del Comité de la Federación Catalana del vestido de UGT y fue secretario del Comité de enlace CNT-UGT de Cataluña. Su madre, Empar Coloma, fue miembro del Partido Comunista y de la Agrupación Femenina de Propaganda Cooperativista. Su abuela materna era Micaela Chalmeta (también conocida como Amparo Martí, por ser ese su seudónimo), una intelectual muy comprometida con el socialismo y cooperativismo a principios del siglo pasado.

Marina siguió los pasos de sus ancestros y tuvo una fuerte implicación política, pero también deportiva. Esta segunda, quizá motivada por la primera.
En 1932 se concedieron, por parte del COI, los JJ.OO de 1936 a Berlín, en detrimento de Barcelona. La votación arrojó una victoria contundente de la candidatura alemana, pero la llegada de Hitler al poder, un año más tarde, desembocó en fuertes críticas y se instrumentó una oposición política a todos los niveles. El poder político no era ajeno al potencial propagandístico del deporte e intentó instrumentarlo en beneficio propio, así que las primeras medidas de corte racista tomadas por Hitler sublevaron a muchos sectores.

La historiografía escrita por los vencedores siempre resalta la supuesta humillación que sufrió Hitler al ver a un atleta de raza negra como Jesse Owens venciendo en cuatro pruebas. Este mito perduró sin tener en cuenta que fue Hitler el que más se benefició y que fue la Alemania nazi, y no Owens, la verdadera ganadora de esos JJ.OO. Hizo propaganda, negó la participación a atletas judíos y, a nivel deportivo, Alemania arrasó en el medallero.

La oposición a los JJ.OO fue muy grande en los países y partidos de izquierda, pero en EE.UU también se produjo una fuerte división. La palabra boicot merodeó hasta el último momento y muchos sectores se opusieron a la participación, incluyendo los embajadores de Alemania y Austria.

En este escenario prebélico se decide organizar una Olimpiada Popular que sirviera de contrapeso a la máquina propagandística del nazismo. La elección de Barcelona podía ser debida a que fuera precisamente esta ciudad la que había sido la rival de Berlín en la elección de los JJ.OO. Además, era una ciudad con tradición deportiva, obrera, asociativa y con unas instalaciones deportivas de gran nivel. El Estadio de Montjuic había sido inaugurado en 1929 y era un marco perfecto para las pruebas atléticas.

El organizador fue el CCEP (Comitè Català Pro Esport Popular), agrupación de entidades deportivas y culturales barcelonesas que había nacido poco después de las elecciones de febrero de 1936, que llevaron al Frente Popular al poder, con el fin del desarrollo y fomento del deporte entre los trabajadores.

Entre los actos que organizaron previos a la Olimpiada Popular es donde participaba por primera vez Marina Ginestá. La prueba tuvo lugar en el Camp de la Bordeta el 15 de septiembre de 1935, en las pruebas de 80 metros, 600 metros y salto de longitud dentro de un festival pro Olimpiada Popular que se iba a celebrar días después y distinta a la que se iba a celebrar en 1936.

Según indica Daniel Justribó, éstas son sus marcas: 12 segundos en 80 metros, 2’15”02 en 600 metros y 3.85 metros en salto de longitud, unos buenos registros para esa época y, sobre todo, para una principiante. Justribó señala que su motivación quizás no era del todo deportiva y sí más ligada al movimiento popular de lucha. Las fuentes de la época le atribuyen el club ‘Poniente’, que no era ningún club, sino que en realidad era el nombre del bar donde se reunían sus compañeros comunistas y socialistas.

La República había concedido derechos a la mujer, por primera vez tenían derecho a voto, divorcio y llegaron a tener aborto en Cataluña. El deporte no fue ajeno a esta ola aperturista y democrática que tuvo en el atletismo un eslabón más. Durante la II República, tenían lugar los primeros Campeonatos de España femeninos y la igualdad dejaba de ser una utopía. Sin embargo, la llegada del franquismo arrinconó a la mujer en el deporte y pasó a relegarla ya que lo fundamental, para ellos, era tener hijos y cuidar de la familia. En el mundo del atletismo, la oscuridad atlética femenina dura desde el año 36 hasta el 63, año en el que volvieron a permitir unos Campeonatos de España femeninos.

Ginestá pertenecía a uno de los dos núcleos atléticos que había durante la República, el de Cataluña. El otro núcleo atlético, menos numeroso en cantidad, estaba en Madrid.

La Olimpiada Popular suponía un proyecto innovador y rupturista con el modelo deportivo imperante. El deporte nacía en las Islas Británicas de la mano de la aristocracia. Los movimientos obreros, a los que pertenecía Ginestá, plantearon un modelo de deporte más popular y no solo de las clases altas. Su modelo llevaba a la creación de instalaciones públicas, el acceso de todas las clases sociales a la misma y un elemento muy importante era la progresiva implantación del deporte femenino. Esta idea tampoco era generalizada en los movimientos antifascistas. Los anarquistas, de fuerte tradición e implantación en Cataluña, nunca tuvieron interés por el deporte. Pero la Olimpiada Popular tuvo más que ver con una idea de contrapeso a la propaganda nazi.

Finalmente, tuvo que suspenderse debido a que un día antes de su inicio se producía el golpe de estado fascista. Ahí acabó el sueño de muchos deportistas. Según Santacana y Pujadas, los deportistas participantes eran unos 6000, unos 3000 eran gallegos, catalanes y vascos. Además, 20.000 espectadores y 23 países participantes eran los que estaban previstos. Entre los atletas que iban a participar se encontraba Onni Niskanen, que con el tiempo se convertiría en el entrenador de Abebe Bikila y Mamo Wolde, entre otros. Sin embargo, el Golpe de Estado lo halló de viaje a Barcelona.
La Olimpiada Popular, además de una vertiente deportiva, también tendría una vertiente cultural con más de 3000 actuaciones en la llamada ‘Olimpiada Cultural’. Entre las actuaciones previstas se contaba la presencia del violonchelista Pau Casals. Así narró uno de los atletas los hechos y vivencias de esos días. “Éramos tan ingenuos que pensamos que el levantamiento era en contra de la Olimpiada Popular, tardamos días en darnos cuenta de lo que en realidad estaba sucediendo”, relata Ginestá.

Volviendo a la foto, se produce en el inicio de la Guerra Civil. Las fuerzas golpistas se atrincheran en el Hotel Colón, en la plaza de Cataluña. A su rendición, le piden que tome el fusil para hacer la foto. Varias fuentes señalan que ella entró en combate durante la Guerra Civil, pero ella lo desmintió. En una entrevista a TVE relataba que le dijeron que subiera a la terraza con un fusil, que luego devolvería: “a los 17 años no estaba en condiciones de hacer la guerra”, comentaba Ginestá en una entrevista a TVE. .

La realizó Hans Gutmann, un fotógrafo comunista alemán que había llegado a Barcelona a cubrir la Olimpiada Popular, pero que se quedó con el inicio de la sublevación e inmortalizó pasajes de la Guerra Civil hasta que la contienda acabó. Gutmann acabaría exiliado, como tantos otros, en México.

Durante la Guerra Civil, Ginestá ejerció de periodista y de traductora de Mijail Koltsov, corresponsal del diario Pravda. Ginestá sufrió mucho al ver la muerte de cerca y más aún cuando perdió a su novio en el paso de los Pirineos en su huida de España. Esta escenografía recuerda a los millares de españoles que huían del genocidio franquista, entre ellos la figura de Machado y su madre, que acabarían falleciendo a los pocos días de pasar los Pirineos, como consecuencia de las duras condiciones.

Ginestá se encuentra en Francia con sus padres, que habían estado en el Campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Su sola mención estremece. De Francia, huyeron a la República Dominicana pero en 1946 tuvo que volver a marchar por la persecución del dictador Rafael Trujillo. De ahí marchó, con sus padres, a Venezuela. Ellos acabarían su días allí pero ella regresaría a Europa, en concreto a Prades (Francia) y, luego, a Bélgica y Holanda pero, mayoritariamente, a París, donde acabaría falleciendo.

 

 

Experiencias de unidad popular

Experiencias de unidad popular

Experiencias de unidad popular

“No se busca la competición en forma extrema, sino el espíritu de superación”.

Este número de la revista aborda de manera mo-nográfica el tema de las Olimpiadas Populares de Barcelona, y acierta al hacerlo, por ser muy necesario divulgar aquel acontecimiento aún tan desconocido, entre la población en general, e incluso entre nuestra gente, entre la gente de izquierdas. Y es necesario volver a visitarlo, darlo a conocer, por su relevancia y porque ese asunto del deporte popular y obrero, tan alejado de ese otro deporte de la “vedettes”, como dice el mismo Manifiesto de las Olimpiadas barcelonesas frustradas, fue un germen del gran movimiento político que alumbró al Frente Popular. La gran operación política de unidad de las izquierdas, que permitió el acceso de las clases subalternas al poder político, aunque fuera por el breve periodo entre febrero y julio de 1936, tuvo como campo de pruebas dos momentos estelares necesarios para la unidad popular, sin los que, me atrevo a decir, que no se hubiera conformado el Frente Popular.

Uno es la JSU, la unidad con la que se dotaron los jóvenes comunistas y socialistas, haciendo converger sus organizaciones, para caminar juntos por un nuevo camino revolucionario. Esa unidad de la JSU no se produjo al instante, ni en un laboratorio, sino que estuvo precedida de varios años de trabajo en común, mediante comités de enlace en la base, en los pueblos, actuando y ensayando su unidad de criterio ante los problemas reales de la vida de la clase trabajadora.

Esa unidad en la JSU disparó la adhesión hacia el cambio político y social, atrajo a sus filas a muchísimos jóvenes, llenó de nueva savia, de una desconocida alegría revolucionaria la actividad política juvenil. Transformar la vida para cambiar el mundo cobraba un sentido verdadero, entusiasta.

El otro germen imprescindible fue el del deporte obrero y popular, que culminó en la formación de la F.C.D.O, la Federación Cultual Deportiva Obrera. Ésta nació en 1931, recién instaurada la República, desde una indicación dada a los jóvenes comunistas españoles por la Internacional Deportiva Roja, un organismo con el que la Internacional Comunista pretendía llevar a las masas trabajadoras la idea de una vida sana, y ganar adeptos para la revolución socialista. En algunos países se pretendía contrarrestar la influencia reformista que hasta entonces tenía en la clase obrera la tendencia socialdemócrata, que también había creado sus organizaciones deportivas. No tanto en España, donde éstas eran prácticamente inexistentes.

El despegue de la FCDO en la sociedad española, su tremenda popularidad e influencia en la vida social, vino precedido, como en el caso de la JSU, por un trabajo común entre la clase obrera, en los clubs deportivos, sin sectarismo.

A eso ayudó sobremanera el cambio en el seno de la Internacional Comunista, cuando se pasó de la táctica de la oposición frontal, de “clase contra clase”, a la estrategia unitaria de los Frentes Populares. Eso creo una escuela de unidad que se propagó a todas las células comunistas. Del izquierdismo con el que se recibió a la República, en el que los comunistas en la Puerta del Sol gritaban el 14 de abril de 1931, ¡Abajo la Republica burguesa! ¡Vivan los Soviets!; se pasaba a ensanchar alianzas, a seducir, no sólo a los hermanos socialistas, sino a las fuerzas progresistas y avanzadas en la pequeña burguesía. El militante tipo cambió. Ya no obedecía al perfil del revolucionario profesional de identidad secreta, forjado en la clandestinidad y la persecución, escondido tras un sinfín de alias y seudónimos de guerra.

Ahora llegaban jóvenes a cara descubierta, normales, con su nombre, alegres, dichosos de emprender la lucha. Eran los primeros en defender a la Republica, antes burguesa, ahora un paso necesario para la transformación social.

El historiador marxista Eric Hobsbaw, hablando del tiempo de los Frentes Populares, que fue cuando él se adhirió al partido comunista británico, decía que aquellos que se habían incorporado a la lucha en ese momento álgido de la unidad popular, de apertura, de avance, de ofensiva de nuestras ideas, tenían una naturaleza especial.

Yo también lo creo. He conocido a muchos veteranos, que vivieron esos tiempos aquí, los tiempos de la unidad en la JSU, en la FCDO, en el Frente Popular, y todos tenían una mezcla de firmeza y ductilidad que los hacía muy fuertes, todos eran hombres llenos de luz en los momentos más sombríos, de sonrisa invulnerable, a pesar de las derrotas, de las torturas, gentes de mirada limpia, entregada al pueblo, llena de la unidad verdadera, cercanos al hombre nuevo que tantas veces hemos proclamado buscar.

Esa FCDO obtuvo un empujón enorme también cuando el Comité Olímpico Internacional, COI, designó como sede oficial para las Olimpiadas de 1936 a Berlín, en lugar de a Barcelona, que se postulaba y que era la candidata favorita. Al parecer, la burguesía hegemónica en ese órgano del COI, incluso la catalana presente en él, tuvo miedo ante una situación de revolución que ya preveían en el horizonte próximo para España.

La indignidad de celebrar unas Olimpiadas en el Berlín nazi, contraviniendo todos los principios del olimpismo, como bien subraya el Manifiestito de la Olimpiada Popular, provocó un gran movimiento para organizar los Juegos alternativos en Barcelona, como desagravio por la decisión del COI, y como expresión del auténtico olimpismo. Por eso se llamaron populares, porque extendían su alcance a toda la población antifascista, antirracista, antixenófoba, y no sólo obreras, como se habían llamado otros Juegos que ya se habían celebrado en Praga-1921, Francfort-1925, Viena-1931 y Berlín-1931 (Spartakiada), Moscú-1928 (Spartakiada), Y como se llamarían las que tendrían lugar después en Amberes-1937.

La FCDO fue el motor de ese movimiento. Se extendió por todas las ciudades y pueblos, instaurando comités pro-olimpiada de Barcelona. Otra estrategia de crecimiento fue la de la captación de clubs deportivos; los militantes de la FCDO que participaban en distintos clubs, intentaban que éstos se adhirieran a la FCDO, plateándolo en sus asambleas de socios.

Es lo que contaba Marcelo Usabiaga, que como miembro del Boxing Club de Irún propuso a éste su incorporación a la FCDO, cosa que el Boxing aceptó. Así fue creando una potente red social. Además de la labor de conseguir apoyos para Barcelona, las FCDO convocaron campeonatos y competiciones en las distintas modalidades deportivas. Propugnaban un deporte distinto, como decían en sus principios: “No se busca la competición en forma extrema, sino el espíritu de superación”.

La izquierda ha abandonado ese terreno, un espacio de fuerte alienación actual, paradigmática, donde se enajena al individuo en lugar de hacerlo crecer, empoderarse, superarse; convirtiéndolo en un consumidor, un ser pasivo, un adorador de las “vedettes” en un espacio mercantilista, donde se manejan cantidades estratosféricas de dinero, tan elevadas que se sitúan en otra realidad, que son repugnantes. La izquierda, que tuvo aquella osadía de inventar, ha abandonado el campo de batalla, no hay nada, nada de sus de valores en el deporte, ninguna influencia de nuestros ideales, del otro mundo que soñamos. Es su asignatura suspendida; y sin embargo, se ve todo tan claro…

«Hay que transformar la vida para cambiar el mundo»

Miguel Usabiaga

Arquitecto – Escritor, Director de Herri

 

Club Ciclista Clarion

Club Ciclista Clarion

Club Ciclista Clarion

Cuatro ciclistas de los clubs Clarion murieron en la Guerra Civil como brigadistas internacionales.

No somos justos

El club ciclista Clarion A fines de 1880 se produjeron en Gran Bretaña dos fenómenos paralelos que sincronizaron perfectamente, el auge de la bicicleta y de los principios de las ideas socialistas que proliferaron en los núcleos urbanos afectados por la revolución industrial. La bicicleta trajo al obrero un escape de las duras condiciones en las fabricas.  Se convirtió en el único lujo que podían permitirse aquellos obreros de fines del siglo XIX ya que la bicicleta les ofrecía la posibilidad de abandonar la ciudad después del trabajo y les otorgaba el poder de desplazarse por carretera sin importar la clase a la que se perteneciera. Es ahí donde nace el club Clarion.
En febrero de 1894 tuvo lugar un primer encuentro de aficionados a la bicicleta y  unos meses más tarde siete de ellos decidieron realizar un viaje en bici por Gran Bretaña. Un año más tarde, ya eran 120 los que se reunieron para crear el Club Clarion. El objetivo era constituir una asociación que agrupara a las diversas secciones del Club Clarion repartidas por todo el país con el fin de propagar las ideas socialistas además de promover carreras y excursiones.
Hoy en día, el actual National Clarion Cycling Club 1895, rama del antiguo club National Clarion Cycling Club, sigue apoyando los principios originales del club cuyo eslogan en aquellos años decía “El compañerismo es vida, la falta de solidaridad lleva a la muerte”.

Historia del diario Clarion
En Manchester en 1891, el 12 de diciembre, se creo el diario Clarion bajo el patrocinio de la sociedad cooperativista de Manchester Coop. Su editor,  Robert Peel Glanville Blatchford, hijo de un comediante del partido conservador, escribía bajo el seudónimo Nunquam, que decía habérselo puesto porque venia de “Nunquam dormio”, nunca duermo.
En el primer número escribió lo siguiente: “El Clarion es un periódico pensado por sus redactores para decir la verdad francamente y sin miedo. Quizás no siempre con razón pero con honestidad y siempre intentando ser consecuente con sus principios. Su personal no pretende ser gracioso o sabio pero si honesto. No escriben para facciones sino para el pueblo. No luchan para la victoria sino para la verdad. No quieren provocar sino convencer. Donde exista la injusticia intentaran desvelarla. No habrá perdón para la cobardía, el egoísmo y la corrupción, independientemente de en que estamento se produzca. La esencia de este nuevo periodismo en el que se han embarcado estos hombres es la verdad y les recuerdo a nuestros amigos más serios que la verdad puede estar también detrás de una sonrisa, no sólo detrás de una cara seria.
La política del Clarion es una política de humanidad, justicia y razón, no de partido, secta o credo. Más de la mitad de nuestros lectores no son obreros. Si cometemos el error de otros diarios laboristas de dedicarnos solo a artículos que hablen de los problemas laboristas estaremos en la ruina en tres meses.”
La circulación del periódico llego a 50.000 y algunos lectores iniciaron, inspirados por el diario, clubs deportivos como, por ejemplo, los club ciclistas Clarion, fundados  en 1895 y repartidos por todo el país. Blatchford hizo campana a favor de los sin techo y frecuentemente atacaba a los propietarios de las factorías y terratenientes de la época por la explotación que ejercían.  El periódico sobrevivió hasta 1935. Murió a los 92 años, en 1943.

Club Clarion y la Guerra Civil.
En marzo de 1936, el encuentro del Clarion en Chester, con unos 200 asistentes, condenó los juegos olímpicos de Berlín que iban a tener lugar aquel año. Declararon en su resolución: ” La Alemania fascista, con su discriminación racial y religiosa y la persecución política es un horror para los deportistas de todo el mundo. Esta conferencia hace un llamamiento para que las olimpiadas se celebren en otra capital y nos negamos a participar en ningún acto celebrado por la Alemania de Hitler.”
En la delegación que Gran Bretaña envió para competir en las Olimpiadas Populares, había cinco corredores de los clubs Clarion. Algunos se incorporaron posteriormente a las Brigadas Internacionales, y, combatiendo en sus filas, cuatro ciclistas de los clubs Clarion murieron en la Guerra Civil.
Septiembre de 1936. El comité nacional del Clarion organizó un encuentro en su sede de Menston para hablar sobre lo que estaba ocurriendo en España, afirmar su solidaridad en su lucha contra la amenaza del fascismo. La resolución que tomaron fue la de pedir públicamente al gobierno británico que dejara de apoyar a los fascistas ya que  la  prohibición del gobierno británico de dar armamento a los republicanos estaba mermando el poder de lucha. También hacían una llamada a los transportistas británicos para declararse en huelga en caso de transportar armas para los fascistas.
1937. Unos meses más tarde, en el encuentro del Clarion del 37, en Durham, los delegados de todas las secciones ya no sólo criticaban la situación como habían hecho en la anterior reunión sino que se habían movido hacia una posición más activa, optando por acudir en ayuda de la Republica con las brigadas internacionales. En la resolución de aquel año mencionaron la situación en España como  heroica lucha por la libertad contra las fuerzas del fascismo internacional y mostraron sus condolencias por los dos ciclistas del Clarion que ya habían fallecido en la lucha cerca de Madrid, Roy Cox y Tom Durban. En la resolución final escribieron:  “Reconociendo que el fascismo destruye la libertad de los deportistas y que el único uso que les dan es el de militarizarles, esta conferencia  ruega  a los presentes que apoyen activamente a las fuerzas antifascistas tanto en Gran Bretaña como en el extranjero.” Al finalizar la conferencia se acordó que una suma de veinte guineas se dividiera entre el comité de ayuda medica a España y las brigadas internacionales.

Raymond Cox trabajaba como oficinista en una constructora en Southampton cuando los franquistas lanzaron su ataque contra el gobierno y era delegado sindical en Southampton. Había sido miembro fundador de la sección local del club ciclista Clarion  y secretario del club para la zona  Londres y  sur de Inglaterra.
Renunció a su trabajo y pagó de su bolsillo el viaje para acudir como brigadista. Antes de irse dijo a su madre viuda y a su hermano mayor que había sentido la llamada para ir a luchar por la libertad. Conocido como Tommy por sus amigos estaba entre los primeros voluntarios en septiembre del 36,en la centuria Tom Mann. También fue uno de los primeros en morir, el 15 de diciembre del 36, cuando fue herido mortalmente durante la heroica defensa de Madrid. Escribió desde el frente a su madre:” Creo que al luchar en España estoy ayudando a preserva la paz en Europa“. Tenia 22 años.
Roy Watts trabajaba como vendedor de muebles en Porstmouth y luego en Leicester, para la emblemática cooperativa británica Co-op. Como miembro del partido comunista y del sindicato de su rama laboral daba discursos en diversos mítines. fue presidente de la sección ciclista Clarion de Portsmouth y uno de sus socios más populares. Murió en septiembre de 1938 herido por munición proveniente de un avión franquista mientras el se encontraba en su posición durante la ofensiva del Ebro. Tenia 23 años.
Escribió estas líneas a unos amigos suyos poco antes de su muerte: “Me siento feliz y orgulloso poniéndome al servicio de los trabajadores de España en su lucha heroica contra las bestialidades del fascismo. No tenemos nada en común con la mentalidad de los fascistas, quienes glorifican la muerte como su ideal. Nosotros amamos la vida pero, precisamente porque la amamos, no dudamos en sacrificarla para salvar a la humanidad de los enemigos de la vida. Muchos de nuestros mejores camaradas han caído ya y no escondemos el dolor amargo de su perdida pero sus muertes no son motivos de luto sino de acción”. Roy escribió una carta antes de morir a su amigo Walton hablando de sus experiencias en el frente.  “He servido en acción con la artillería antiaérea, infantería y la unidad de transmisiones. He estado en la mayoría de los territorios en manos de los republicanos y he sido hecho prisionero. Aparte de fiebre y un poco de metralla que me ha llevado tres veces al hospital , puedo decir que he salido hasta ahora sin apenas rasguños.
He aprendido a amar este país. La belleza es impresionante. Es demoledor pasar por estos preciosos pueblos y ciudades después de haber sido bombardeados por los fascistas.
Se que una experiencia como esta estimulara a los de casa para moverse contra los responsables. Desde nuestro avance, la furia fascista parece no tener limite.
Con la guerra siendo lo que es, uno no puede hacer pronósticos con certeza pero espero estar de vuelta en casa para Navidad.”  La carta la recibió Walton justo después de su muerte.
Tom Oldershaw murió tras la retirada de Belchite el 15 de marzo del 38. Aparece mencionado en el libro de William Rust “Britons in Spain”.
Obituario del socio ciclista del Clarion y brigadista Tom Oldershaw, publicado en la revista de octubre de 1938 del club ciclista Clarion
“Con el más sincero pesar tenemos que decirles que un socio de la sección de Clapham ha muerto a los 24 años. Tom Oldershaw. Carpintero de profesión, era uno de los grandes luchadores de la causa socialista, había sido presidente de su sindicato y miembro del partido comunista de Battersea. También secretario general del Comité de ayuda a España. Hizo un tremendo trabajo por el movimiento laborista en Battersea. Era un gran ciclista y pedaleo con la sección de Clapham, en compañía de Edgar Priest, por Francia y Alemania y también cruzó los Pirineos. Era un socio ideal para el club, con gran sentido del humor. Se alistó como voluntario en la lucha contra Franco y estuvo en la ofensiva de Aragón en marzo de este año. Quedo herido y sus compañeros no tuvieron otra opción que dejarlo allí. Todos los esfuerzos posibles se han llevado a cabo para saber su paradero pero no se encuentra en la lista de prisioneros  y tampoco en los hospitales franquistas. Después de meses de ansiedad nos sentimos obligados a concluir que murió en la batalla. Es realmente triste saber que no tenemos con nosotros este compañero maravilloso y heroico entre nosotros”.
Así es como sus socios se enteraron de su muerte. Él fue uno de los cuatro socios del Clarion que cayeron en combate en España luchando contra el fascismo. Los otros tres fueron Ray Cox, Roy Watts y Tom Durban. Todos jóvenes con poco más de veinte años que abandonaron a su familia y amigos para ir a luchar a España a luchar por los derechos de los españoles y contra el golpe fascista que llevo a cabo el ejercito en julio del 36.

En julio de 1936 Geoff Jackson, socio del Clarion estaba en Barcelona  junto a otros cuatro ciclistas del Clarion para representar al equipo en las Olimpiadas  alternativas que se habían organizado, paralelas a las de Berlín.
Pero justo un día antes de que comenzaran estallo el golpe de Estado franquista con lo cual tuvieron que verse obligados a regresar pero no por ello dejaron de pensar en Catalunya que tan bien les había recibido.
Comenzaron a preparar un viaje que les llevaría pedaleando por Escocia, Inglaterra y Francia con el fin de ayudar a las victimas de la guerra civil. Dos años más tarde, los preparativos tomaron forma y decidieron en mayo del 38 salir en ruta en sus rudimentarias bicicletas de la época. Geoff y otro socio del Clarion, Ted Ward, salían desde Glasgow en dirección a Barcelona.
Fueron parando en las ciudades y pueblos de Gran Bretaña en donde el club Clarion tenia sus diferentes secciones y en cada lugar al que llegaban los ciclistas la gente les salía a recibir mostrando su solidaridad con la causa republicana. Cada noche la sección local del Clarion en donde paraban se encargaba de organizar su alojamiento y también un mitin para que la gente de la zona supiera lo que estaba ocurriendo en la Península.
Para cuando llegaron a Newhaven, puerto del sur de Inglaterra, ya habían conseguido 350 libras que luego aumentarían en cada etapa. Cuando cruzaron el canal de la Mancha y llegaron a Dieppe, primera localidad tras cruzar el canal les esperaban ciclistas franceses que les acompañaron hasta la frontera con Catalunya.

En el poster que publicaron Ted y Geoff decían lo si-guiente: Durante dos años España ha estado en guerra. Miles de niños y mujeres, miles de jóvenes han muerto. La lucha continua. A pesar del hambre y las bombas, la población sigue en la lucha. Por eso, porque apreciamos su lucha, que es la nuestra, los ciclistas británicos saldremos para España para darles nuestro apoyo. Una de las peores calamidades de la guerra es ver sufrir a niños inocentes.

Los ciclistas recaudaran a lo largo del camino fondos para ayudar a los niños, victimas de la guerra.  Contribuyan a ayudar a los niños de España. No dejen que los niños pasen más hambre. Pedaleando hasta España. Glasgow- Barcelona. Mayo 1938.

Equipo ciclista femenino Clarion de Bolton, Inglaterra

Irene Euba y Pedro Fernández

 

Los brutos y sus juguetes

Los brutos y sus juguetes

Los brutos y sus juguetes

“Y, mientras tanto ¿qué hacemos?”. ¿Sobreviviremos? No lo sé, espero que sí ¿Hasta cuándo seguiremos mirando para otro lado? ¿Y si al final, ya no hay a donde mirar?.

Ahora que los BRUTOS del mundo, con vaya uste a saber qué interés, rompen pactos, destruyen tratados de no proliferación nuclear y, juegan a mandarnos a todos a la mierda, no es malo recordar que el pasado 6 de agosto, se ha cumplido el 74 aniversario del bombardeo de Hiroshima, y el 9 de agosto, el de Nagasaki. LOS MISMOS BRUTOS.

Se ha escrito mucho sobre las Guerras Mundiales, se han realizado numerosas películas (en especial desde la potente industria de Hollywood). No es casualidad.

Siempre he considerado a la literatura y al cine, hermosas herramientas del conocimiento, de la transmisión histórica de los acontecimientos más destacados. Incluso de aquellos que, sin haberlo sido, de modo discreto pero eficiente, han marcado nuestro devenir. Esto de ahora, a lo que aquí me quiero referir, no puede decirse que fuera un acto discreto.

Sin duda, sí puede afirmarse que, en la historia de nuestra especie animal y vertebrada, a veces tan delicada, a veces tan embrutecida, la fabricación y, posterior utilización de bombas atómicas, sí que ha marcado un antes y un después. Algo se escribió y algo se filmó sobre Hiroshima y Nagasaki (considero que no lo suficiente). Al día de hoy y, dados los recientes acontecimientos, dada la caída en desgracia de los antiguos tratados de no proliferación nuclear, dada la trivialidad con que los poderosos mandatarios —Trump de manera destacada—, frivolizan con las nuevas, poderosas y tremendamente onerosas armas de destrucción masiva —estas sí, estas son las verdaderas, las que nos pueden llevar a todos a la mierda, a la mierda nuclear—. Al día de hoy, digo, me sorprende la insensibilidad colectiva, la falta de reacción del mundo de la cultura, también del trabajo y, en definitiva, de toda una sociedad, acaso adormecida ante tamaña barbaridad.

Setenta y cuatro años han transcurrido desde aquellos aciagos días. Era lunes en Hiroshima, 166.000 personas ejecutadas de un plumazo. Era jueves en Nagasaki, 80.000 personas ejecutadas de otro plumazo. Si hay, que puede haber un tercer plumazo, los contaremos por millones. Eso claro está, si queda alguien para recitarlo.

Me sorprende, insisto, la insensibilidad social con que, año tras año, transcurre esta fecha en el calendario, en el más absoluto de los anonimatos. Y me sorprende aún más, la falta de reacción ciudadana, así como la de sus instituciones más representativas, ante la ausencia de pudor de algunos gobernantes, encantados y encandilados por, en sus desfiles militares, demostrar al otro, a ver quién la tiene más grande.

A datos del año 2017, EE.UU. posee 6.800 ojivas nucleares; Rusia posee 7.000, el resto, entre siete países se reparten 1135. ¿Qué pasará el día que empiecen a jugar con ellas?
Entre Hiroshima y Nagasaki, con solo dos y, de seguro con una tecnología primitiva si la comparamos con la actual, en total fallecieron —sin valorar los efectos secundarios— 246.000 japoneses. Con las actuales 15.000 ojivas ¿Nos faltará población para saciar el apetito de LOS BRUTOS?

Me temo que el árbol no nos deja ver el bosque. Ya no hablo de Chernóbil; hablo de mi ciudad, de la tuya; hablo de mi casa, de la tuya; hablo de mi familia, de la tuya. ¿Sobreviviremos? No lo sé, espero que sí. De seguro, con los actuales mandatarios, con menos posibilidades. «Método de persuasión ante el enemigo», nos argumentan. «Método intimidatorio ante el otro», se justifican. Mentira. La soberbia y la arrogancia los envuelve. Y, mientras tanto ¿qué hacemos? Yo no lo sé. Lo único que se me ocurre, es denunciar la falsedad, la hipocresía de todos cuantos, en defensa de su supuesto patriotismo, nos pueden llevar al vertedero.

¿Hasta cuándo seguiremos mirando para otro lado? ¿Y si al final, ya no hay a donde mirar? Capacidad y medios para conseguirlo tienen. Voluntad…, si es por la patria, ese sentimiento que utilizan como un kleenex de usar y tirar, creo que también.

Vladimir Merino, Escritor